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Calvario del Sepulcro Arzobispo Anaya en el Claustro de la Catedral Vieja

 

  

En el centro de la capilla de San Bartolomé, que es la segunda existente en el lado sur del claustro, al pie de las gradas del altar mayor, se destaca el mausoleo, tipo cama exento, del arzo­bispo don Diego de Anaya y Maldonado que es una obra de las más preciosas existentes en Salamanca. 

 

Capilla de San Bartolomé. https://catedralsalamanca.org/

Realizada hacia 1437, fecha en que murió el prelado, -aunque hay quien afirma que se esculpió en vida de éste por el detalle de que la estatua tiene los ojos abiertos- toda ella es de puro alabastro, denotando el estilo y la técnica borgoñona, pero con caracteres más suaves, ignorándose su autor al que solamente se le conoce como el Maestro de los Anayas, para Camón Aznar "digno discípulo de Claus Sluter"1 y para García Boiza "este desconoci­do artista debió ser alemán o suizo del alto Rin"2. 

Como era costumbre de la época la urna está soportada por leones, en este caso diez, que lucen las bandas de los Anayas, presentándose en actitud de devorar a hombres y la cama es de excelente labra en los cuatro costados, con la estatua yacente del arzobispo.


Sepulcro del Arzobispo Anaya. Google.maps

    

Sepulcro del Arzobispo Anaya. Google.maps

 

De tamaño natural va revestido el prelado con casulla gótica de rectos pliegues, collar con adornos florales y mitra, -adornada con cabujones y el escudo de la casa-, mientras sujeta un libro abierto en la mano izquierda y un afiligranado báculo, cortado junto a la cintura, en la derecha. (El hecho de tener el libro abierto, no siguiendo la costumbre de presentarlo cerrado, se interpreta como símbolo y testimonio de la fundación del Colegio Mayor de San Bartolomé). Ambas manos lucen anillo en cada uno de los dedos visibles. Como ya se ha indicado presenta los ojos abiertos y en la cara bondadosa esboza una leve sonrisa.

 

 

Detalle del Sepulcro Arzobispo Anaya

A los lados de la cabeza aparecen un ángel y un profeta3; para otros se trata de un santo4 que pudiera ser San Bartolomé portando una filacteria, que simboliza la verdad y la cabeza está recostada sobre cuatro labrados almohadones con borlón en las esquinas. 

En la cabecera del sepulcro y como frontal, el precioso relieve de un Calvario con núcleo de espectadores en abigarrado grupo que llega a tocar los brazos de la Cruz. La vestimenta de las figuras posee una extraordinaria finura por la delicadeza de los curvilíneos pliegues y se enmarcan en un retablillo de arco grande con arquillos trilobulados y columnas laterales. 

Se observan las siguientes figuras: 

Cristo, de perfecto rostro, tiene la cabeza muy ladeada hacia la derecha, perfectamente delineados el cabello y la barba, redonda corona de espinas en forma de bocel, brazos musculosos en retorcida posición hacia lo alto, grandes manos planas con los dedos muy detallados y palmas hacia delante, torso saliente y vientre hundido, abierta llaga en el costado, rodillas y piernas rollizas recibiendo el pie derecho el clavo girado en posición inverosímil.


Calvario en el Sepulcro Arzobispo Anaya. Fotografía del blog Escultura Castellana

Paño suprafemoral enorme de pliegues artísticos y minuciosos. La Cruz de sección tronco piramidal lleva cabecero largo con cartela rectangular de enorme tamaño que se despliega y recoge en sus extremos apergaminados un sol y una luna. 

Los dos Ladrones pasan sus brazos por encima de la cruz respectiva cuyas siluetas desaparecen tapadas por las figuras inferiores. Sus rostros están alineados a la altura del Cristo y presentan amplia y corta melena el uno y barba y cabellera larga el otro; torso liso el primero y con señaladas costillas el segundo. 

El centurión Longinos junto al lado derecho de la Cruz lleva gorro cónico y se identifica por la lanza.

 

Stephaton, de enorme barba puntiaguda y arqueados bigotes, a quien sólo se ve la cabeza tocada con gorro exótico, sujeta con ambas manos una larga caña que en su extremo superior se adorna con un recipiente para contener la hiel y el vinagre que le dieron a beber al Crucificado. "La sinceridad fue burlada al propinarle en vez de vino bueno, vinagre; la dulzura escarnecida, suministrándole hiel" nos dice San Agustín5. 

Al lado derecho en abigarrado grupo vertical, de rostros arracimados con inclinación hacia fuera, se encuentran las Santas Mujeres: una con toca cerrada enmarcando su rostro, junto al travesaño de la Cruz; otra que se tapa ambas mejillas con las manos y que luce toca y rostrillo, bajo el pecho del Buen Ladrón y otra que luce toca, túnica y manto e incluso pañuelo al cuello, sujetando con una mano a la Virgen, vestida con túnica, manto y toca y que provista de redonda aureola se encuentra caída sobre el suelo con su mano derecha apoyada en la rodilla. 

Las Santas Mujeres, identificadas como las Tres Marías, aparecen con frecuencia en las Sagradas Escrituras, si bien no está igualmente documentada su presencia en el Calvario. 

Mateo habla de las tres cuando nos dice: "Entre ellas estaba María Magdalena, María la madre de Santiago y José y la madre de los hijos del Zebedeo" (27, 56). 

También Marcos cuando afirma: "Entre ellas María Magdalena, María, la madre de Santiago el Menor y de José y Salomé". (15, 40) y cuando dice: "María la Magdalena y María la madre de José estuvieron mirando dónde lo ponían". (15, 47). Todavía las nombra otra vez: "Pasado el sábado, María de Magdala, María la Madre de Santiago y Salomé, compraron perfumes, para ir a ungirle" (16, 1). 

Para Juan, solamente: "estaban en pie junto a la Cruz de Jesús su Madre, María de Cleofás, hermana de su madre y María Magdalena" (19, 25). 

Y Lucas habla en general de:"las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea" (23, 49). 

Se aclara bastante lo dicho si nos guiamos de La Leyenda dorada6: 

"Según la tradición Ana se casó tres veces y tuvo sucesiva­mente tres maridos. Joaquín, Cleofás y Salomé. Del primero de ellos engendró a María, la Madre del Señor, la cual andando el tiempo, fue dada en matrimonio a José y engendró y parió a Nuestro Señor Jesucristo. 

Muerto Joaquín, Ana se casó con Cleofás, hermano de San José. De este segundo marido tuvo otra hija a la que puso también el nombre de María; esta María posteriormente se casó con Alfeo y de este matrimonio nacieron cuatro hijos, que fueron Santiago el Menor, José el Justo, conocido popularmente por el sobrenombre de Barsabás, Simón [Cananeo] y Judas [Tadeo]. 

Muerto Cleofás, Ana se casó con Salomé y con éste, su tercer esposo, tuvo una hija a la que puso el mismo nombre que a las otras dos, el de María. Esta tercera María se casó con Zebedeo y con él tuvo dos hijos que fueron Santiago el Mayor y Juan el Evangelista". 

Las dos figuras de la izquierda se encuentran alineadas horizontalmente con Stephaton: La primera es barbilampiña, luce melena corta y presenta las manos juntas; arrodillado, el manto le cubre desde la cabeza, suponiéndose se trata de San Juan. La otra figura asoma la cabeza por detrás, lleva barba y melena con un gorro (especie de bonete) de cuatro puntas y apoya la mano sobre la columna exterior. Cabe la duda de que se trate de José de Arimatea o tal vez de Nicodemo. 

La liturgia de las exequias se desarrolla en un programa iconográfico siguiendo las pautas del área castellano-leonesa, apareciendo los personajes del duelo y los santos y santas intercesores, en los laterales del mausoleo, labrados finamente de la siguiente forma: en el lado izquierdo una estela con los doce apóstoles a los lados de Jesucristo que porta una Cruz procesional y los Evangelios y en el lado derecho doce santas con sus respectivos símbolos martiriales, que hacen la corte a la Virgen María con el Niño en actitud de bendecir. Cada figura aparece entre arquillos trilobulados de finísima talla. Las cuatro esquinas están cubiertas por un grupo de tres figuras bajo doseletes en las que el centro lo ocupa un obispo y los extremos dos frailes franciscanos. 

Es curioso el hecho de que el friso de un sepulcro, junto al altar mayor al lado de la epístola, lleve el mismo relieve descrito para el lado izquierdo del mausoleo central y el friso de otro sepulcro, también del lado de la epístola, presente el relieve descrito para el lado derecho, dando a entender que son réplicas, allí colocadas, por tratarse de los sepulcros de sus padres: don Diego de Pedro Álvarez de Anaya y doña Aldonza Maldonado. Entre el coro de Santas que acompañan a la Virgen son fácilmente identi­fi­cables: Santa Lucía, Santa Práxedes, Santa Pelagia, Santa Catalina de Alejandría, Santa Clara, Santa Águeda, Santa Margarita y Santa Bárbara. No así las otras cuatro restantes. 

A los pies del yacente, significando sus respectivas virtudes y explícitamente de las que hizo gala el arzobispo en el Concilio de Constanza: el león que evoca la fortaleza y energía, el perro que recuerda la fidelidad y la liebre que delata la inteligencia vigilante. Perro y león se dan la mano recordando el texto de Isaías en las Sagradas Escrituras (Is 11, 6). Aparecen a los pies del sepulcro dos ángeles con amito y dalmática portando el escudo heráldico del arzobispo. 

Alrededor del mausoleo una preciosa verja de hierro forja­do, cuajada de arabescos, guirnaldas, bichas, follaje y escudos, que se colocó en 1514 y que es considerada como la obra cimera del arte hispano gótico-plateresco, al igual que lo es el precioso mausoleo descrito. La verja es atribuida al Maestro Hilario7 o a Francisco de Salaman­ca8 aunque Amelia Gallego de Miguel disiente de tales atribucio­nes9. 

 

 

 

 

1.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 52

2.- Antonio García Boiza, Salamanca monumental. Madrid, 1959. Pg. 72.

3.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelo­na, 1956. Pg. 62 y José Camón Aznar, ob. cit. pg. 51.

4.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967.pg. 122.

5.- Santiago de la Vorágine, La Leyenda dorada. (2 volúmenes). Tomo I. Madrid, 1982. Pg. 219.

6.- Id. id.   ob. cit. Tomo II. Pg. 566.

7.- José Carlos Brasas Egido, Las Catedrales de Castilla y León. Catedral de Salamanca. León 1992. Pg. 155 y Conrad Kent, Salamanca en la edad de oro. Salamanca, 1995. Pg. 71.

8.- Antonio García Boiza, ob. cit. pg. 72. - Manuel Gómez-Moreno y Martínez, ob. cit. pg. 123. - Antonio Casaseca Casaseca, Las Catedrales de Salamanca. León, 1993. Pg. 63 y Juan Eduardo Cirlot, ob. cit. pg. 62.

9.- Amelia Gallego de Miguel, Rejería castellana. Salamanca. Salamanca, 1977. Pg. 56.


Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00

Cristo de la Expiración

Iglesia de la Clerecía

 

 

Se encuentra el Crucificado en el centro del retablo de la denominada capilla del Cristo, de la iglesia de la Clerecía, que es la tercera según se entra, en el lado de la epístola. 

La hornacina en que se aloja el Cristo, de arco trilobulado y gran tamaño, con marco de guirnaldas y festones, constituye el eje central del retablo prechurrigueresco ensamblado por Manuel Saldaña, el joven1, quien contrató la obra en 1690 y autor también del retablo de San Francisco Javier de la misma Clerecía y del de la iglesia del Hospital de Santa Margarita y los Mártires San Cosme y San Damián, hoy capilla de las religiosas Siervas de San José. Para Camón Aznar y para Antonio García Boiza el retablo es obra de Joaquín Churriguera2.

Retablo de la Capilla del Cristo. foto Mas

    

 fotografía actual de Ramón Gómez


Al ser la hornacina de tan considerable tamaño, desapare­cen las calles laterales y son sustituidas por cuatro columnas salomónicas, de fustes retorcidos y recargadas de ador­nos vegeta­les: hojas de parra y vides. Avanzan las de los exte­riores y se retrasan las próximas a la hornacina. 

El cuerpo superior del retablo luce una hornacina acabada en arco superior y dotada de cuatro columnas, adornadas con guirnaldas y festones. En el hueco la imagen de un santo jesuita. 

El banco del retablo presenta un relicario compuesto por un grupo de alabastro, que representa a Cristo yacente, al que acompañan angelitos que portan los atributos de la Pasión.


Detalle de la capilla del Cristo en la Clerecía 
Fotografía de Ramón Gómez.


La talla del Cristo, de tamaño menor que el natural, algo mediocre para algunos, una buena escultura para otros y de excelente factura para los de más allá, se atribuye a Pedro López Rainaldo, hacia 1690 y a juicio del padre Alfonso Rodríguez G. de Ceballos3, se trata de una réplica del Cristo de la Agonía de Bernardo Pérez de Robles, muy imitado en Salamanca desde que, en 1670, se colocara la imagen en la capilla de la Venerable Orden Tercera de San Francisco. También lo atribuye a López Rainaldo y lo hace imitación del Cristo de la Agonía, Ramón Otero4. 

Es un Cristo de coloración violácea que agoniza, por lo que carece de llaga en el costado, clavado sobre cruz de tronco natural grande y corteza de pronunciados nudos, con el rostro implorante hacia la derecha, ojos muy abiertos inyectados en sangre, la boca entreabierta, barba negra de abundantes rizos, bigote partido y melena rizada que cae sobre los hombros. 

El tronco, considerablemente alargado y vertical, los brazos bastante horizontales de muy pronunciados músculos y venas y los dedos de las manos flexionados sobre los clavos, las piernas juntas, finas y largas, ligeramente vueltas hacia el lado contrario la derecha y las rodillas adelantadas con escoriaciones abundantes. Busto delicado con las costillas poco apreciables y el vientre ligeramente hundido sin contracción trágica. Paño de pureza, de amplios movimientos y quebrados pliegues, muy abierto, deja ver perfectamente junto a la cuerda roja que lo sujeta, la cadera y muslo derechos, con anudamiento y caída en barrocos pliegues por detrás de la cadera derecha, circunstancia propia de los Cristos tallados a partir del último tercio del siglo XVII. 

La Cruz lleva enorme cartela rectangular sobre el largo cabecero con la inscripción trilingüe: hebreo, griego y latín. 

La parte de atrás de la hornacina, donde se aloja el Cristo, consiste en una pintura -atribuida a Alejandro Rodríguez5- representando la ciudad de Jerusalem al fondo y un primer plano donde destacan jinetes, mercaderes y sacerdotes. 

Parece ser que, acompañando al Cristo de la Expiración, debió existir un San Juan, hoy perdido, y la Dolorosa, que luce en el altar, escultu­ra de época anterior, concebida para ser colocada en alguna hornacina por lo que no hace mucho juego con la imagen del Crucificado y que venía atribuyéndose a Luis Salvador Carmona, cuando en realidad es obra del mencionado Pedro López Rainaldo6. 

Esta imagen es la de Nuestra Señora Madre de la Sabiduría que desfila en el mismo paso del Santísimo Cristo de la Luz en la noche del Martes Santo.


  

 

 

1.- María Teresa IgartuaMendia, Desarrollo del barroco en Salamanca. Madrid, 1972. Pg. 58.

2.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 66 y Antonio García Boiza, Salamanca monumental. Salamanca, 1959. Pg.102

3.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Estudios del barroco salmantino. El Colegio Real de la Compañía de Jesús de Salamanca. Salamanca, 1985. Pg. 100.

4.- Ramón Otero, Enrique Valdivieso y Jesús Urrea, HISTORIA DEL ARTE HISPANICO. Artículo: El barroco y el rococó. (6 volúmenes). Tomo IV. Madrid, 1978. pg. 195.

5.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 116.


Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00 

Cruz de Nuestra Señora del Gran Dolor

Parroquia de San Juan de Sahagún

 

 

El tema de la Piedad, el misterio de la Virgen con el Hijo muerto sobre sus rodillas, que tanta atracción tuvo sobre los artistas, no se trata en los textos evangélicos y tiene su origen en la literatura mística de la iglesia de Oriente, pasando a Occidente a partir del siglo XIV, a través, sobre todo, de los ambientes de los monasterios femeninos y desarrollándose con mayor intensidad en el XV. 

Es Santa Brígida en sus Revelaciones, -que escribió a mediados del siglo XV-, quien narra en palabras de la Virgen que: "cuando lo bajaron de la cruz... sus yertos brazos no pudo doblarlos para que descansaran sobre el pecho, sino sobre el vientre. Las rodillas tampoco pudieron extenderse, sino que quedaron dobladas como habían estado en la cruz". 

En 19441 los ex-combatientes salmantinos de la guerra civil, a los que se añaden algunos feligreses de la parroquia de San Juan de Sahagún fundan la Cofradía del Santísimo Cristo de las Batallas, Nuestro Padre Jesús del Consuelo y Nuestra Señora del Gran Dolor, haciendo referencia a las tres imágenes que desfilarán procesionalmente el Miércoles Santo.


    

Nuestra Señora del Gran Dolor a la izquierda
fotografía de Jandri Martín 2023-03-04 y sobre
estas líneas una fotografía de Pablo Julián

 

Las dos primeras imágenes ya se han descrito con anterioridad, quedando solamente por dar noticia de la talla de Nuestra Señora del Gran Dolor. 

Se trata de un grupo escultórico, de tamaño natural, cuyo autor se desconoce, situado directamente sobre la mesa de un altar, al lado de la epístola, junto al altar mayor, sin retablo ni adorno alguno, sobre pedestal de piedra. La Virgen se encuentra al pie de la Cruz, recostada sobre ella y acoge en su regazo el cuerpo de su Hijo muerto. Al tener sobre el pecho un corazón de plata, traspasa­do con siete espadas del mismo metal, se parece a la Dolorosa de Felipe del Corral, de la Vera Cruz y por la disposición de las figuras se asemeja a la Piedad de Carmona, de la Catedral y algo menos, por la posición de Cristo, a Nuestra Señora de las Angustias de la parroquia de San Pablo. 

La Virgen luce sencilla diadema de trabajada chapa de plata con ocho ráfagas en grupos de a tres y nueve rayos lisos que terminan en estrella, tipo peineta y el largo y amplio manto negro de terciopelo que luce desde la cabeza está bordado en hilo fino de plata y adornado con encajes blancos. Sobre la frente y en el cuello luce un tocado de paño blanco hecho de encaje de seda que se confunde con la amplia mantilla de blonda en que recoge el cuerpo del Señor. La mano izquierda, en ademán de acariciar a su Hijo, sujeta un pañizuelo blanco. El rostro sereno, redondeado y sin lágrimas, con los ojos abiertos contemplando el cuerpo de Cristo. La barbilla fina, con hoyuelo en el centro, dota al rostro de un gesto delicado que se acusa aún más por la pequeñez de los labios carnosos de la cerrada boca. 

La imagen de Cristo, estucada y policromada de tonalidad poco brillante, lleva, en plata, los típicos rayos o potencias (que significan la plenitud de gracia, de ciencia y de potencia) sobre la cabeza desmayada hacia atrás, barba puntiaguda y el cabello abundante y ensortijado cae sobre el hombro derecho llegando a tocar la axila. El torso con costillas prominentes muy bien dibujadas y la llaga abierta con reguero de sangre abundante que moja el paño de pureza. 

El brazo derecho de formas pronunciadas y arqueado se apoya en la pierna de su Madre con la mano flácida y el dedo pulgar enfrentado y casi tocando al resto. El brazo izquierdo, al aire, con el hombro descoyuntado y la mano desfallecida tocando delicadamente los dedos de la Virgen. El pie izquierdo bastante adelantado con las piernas muy musculosas y las rodillas tumefactas, aunque con poca salpicadura sanguinolenta. Todo el cuerpo en tensión a pesar de la muerte. Lividez y poca sangre en el cuerpo maltrecho. El perizonium no ondea sino que va recogido entre los muslos con pliegues casi horizontales, sin anudamiento. 

Tiene el Cristo como característica singular que su caja torácica puede girar, sobre el costado izquierdo, por medio de charnela, hacia la Virgen y dejar al descubierto un dorado sagrario para contener la Eucaristía. 

La Cruz plana, no muy grande, de madera en su color, con sencillos adornos prismáticos de plata en las conteras de los brazos. Cartela con la condena, también de plata, muy ramajeada y de abundantes curvas y contracurvas en su perímetro barroco. Uno de los sudarios que a veces exhibe sobre la Cruz consiste en preciosa tela de lienzo con adornos de encaje en sus extremos. 

Se supone que la imagen procede de la capilla dedicada a los Dolores de Nuestra Señora, que estaba construida en 1745, aunque no llegara a terminarse la iglesia del convento de San Antonio el Real, en la plaza del Liceo, perteneciente a los padres francisca­nos de la Provincia de San Miguel2. 

 



1.- Juan José Andrés Matías, Semana Santa en Salamanca. Historia de una tradición. Salamanca, 1986. Pg. 114.

2.- Jaime Pinilla González, El arte de los monasterios y conventos despoblados de la provincia de Salamanca. Salamanca, 1978. Pg. 137.



Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00 

Cristo de los Doctrinos

Iglesia de la Vera Cruz

 

  

El Cristo de referencia se encuentra situado bajo el coro de la capilla, a muy baja altura, lo que permite a los fieles adorarlo besando sus pies y tocándole las rodillas, habiendo sido su denominación primitiva la de Cristo de la Fe. 

Se trata de un Crucificado de tamaño natural, con la encarnación rosácea, de una calidad indiscutible y de un conocimiento de la anatomía, por parte del autor, sobresaliente. Tiene la singularidad de que el perizoma se presenta retorcido y en aspa, lo que permite la contemplación de gran parte de la cadera a través del triángulo que forma la tela, anudado a la derecha con colgantes airosos en los dos lados, más grande el del derecho. Todo el paño va decorado en color marfil y lleva una fina cenefa en todo su largo 


Cristo de los Doctrinos en la capilla del Vera Cruz


La cabeza, no muy grande, se presenta caída sobre el pecho e inclinada hacia la derecha, con el cuello distendido por el esfuerzo, ojos casi cerrados de grandes párpados, nariz aguileña, rostro afilado, barba negra y finamente rizada que se abre en dos puntas simétricas, bigote partido, melena abundante y negra con guedejas simétricas que caen hacia el hombro derecho, si bien dejan ver la oreja izquierda, corona de espinas pequeña y natural de tres cordones, ligeramente ladeada, los brazos bastante horizontales musculosos y con las venas pronunciadas, las manos abiertas y los dedos separados, pecho movido y abombado de pectorales señalados en trapecio hacia las axilas, con las costillas marcadas y patéticas, con la llaga del costado pequeña y sin sangre, vientre contraído, con las piernas delicadas y los muslos finos agarrotados y en fuerte tensión muscular, con las rodillas contusionadas y sanguinolentas. 

La Cruz es sólida, grande y no muy plana, en tonos oscuros y cabecero reducido con artística cartela apergaminada, de volutas laterales aplastadas, con la ignominiosa inscripción en marco blanco ovalado. 

Se supone de finales del siglo XVII o comienzos del XVIII y su actual nombre de Cristo de los Doctrinos lo debe a que pertenecía al Colegio de tal nombre, pía memoria fundada en 1566 por don Pedro de Santibañez "en donde los que quedaban sin padres se refugiaban enseñándoles a leer, escribir, y Gramática a los que querían; asistían a los entierros llevando el Estandarte de Nuestra Señora de las Nieves milagrosa imagen que se venera en la capilla de dicho Colegio, que al presente está suprimido"1, según nos dice don Bernardo Dorado en 1776. Lo que no dice es que una de las metas era la enseñanza de la doctrina cristiana, de ahí el nombre de los educandos como "doctrinos", pues el título correcto era Colegio de niños huérfanos de la doctrina cristiana del hábito pardo. Los entierros citados eran los de las personas que socorrían con limosnas a la Institución.

Para Gil González Dávila el Colegio fue fundado en 1577, en tiempos del obispo don Francisco de Soto Salazar2. 

Santo Cristo del Monte.
Imagen de La Asociación del Santo
Cristo del Monte de Alaraz

    

Estuvo situado el Colegio, donde se veneraba el Cristo, en la calle de las Páteras, luego calle Nueva de Bordadores y que hoy, por haberse encontrado en ella esta Institución se llama de los Doctrinos. El Colegio fue suprimi­do en 1779 y agregado al Seminario de Salamanca por el obispo don Felipe Beltrán y Casanova. 

Por las citadas fechas debió pasar el Cristo a propiedad de la Cofradía de la Vera Cruz, que lo incorporó a sus desfiles proce­sio­nales de Semana Santa, en los que ha tenido diversas vicisitudes que merecen comentario. Don Manuel Gómez-Moreno dice del Cristo: "Entre ellas [varias figuras en tamaño natural] un Crucifijo que recuerda al del santuario de Alaraz"3. 

Efectivamente el paño de pureza es parecidísimo al que lleva el Santo Cristo del Monte, de Alaraz, pese a la rareza del plegado lo que indica que alguien lo copió.

La talla ya no es tan parecida pues la del Cristo de Alaraz es más refinada, reputándose de algún alumno de Gregorio Fernández y del entorno de Bernardo Pérez de Robles, (que bien pudiera ser Jerónimo Pérez, padre de éste) aunque tal hecho no se compagina con que la devoción hacia el Cristo en el pueblo data del siglo XVI y que Jerónimo Pérez se obligó a hacer un Cristo en la Cruz para Alaraz en 16274. De este último autor es el Cristo de la iglesia parroquial de los Villares de la Reina el cual presenta de nuevo la misma disposición del paño suprafemoral en aspa. 

Acompañaban al Cristo de los Doctrinos los religiosos de la Orden de San Agustín y dos seminaristas, como recuerdo de los colegiales de los Doctrinos, a cuya desaparición, las rentas de este Colegio se agregaron a las del Seminario Conciliar en 1779.

Unos años más tarde, al desaparecer de Salamanca la Orden agustina, fueron los religiosos dominicos quienes daban escolta al paso, costumbre que continuó hasta 1931. 

Hay noticias de que en 1806, con la nueva organización de la Semana Santa que había hecho, por Auto de 28 de marzo, el obispo de la diócesis don Antonio Tavira y Almazán, desfiló el Cristo denominado Jesús en la Cruz, que es el que nos ocupa, entre el paso de Jesús Nazareno con la Cruza cuestas y el Santo Sepulcro. 

Se da la circunstancia curiosa de que el Cristo de los Doctrinos nunca pudo entrar en el claustro de la Universidad en la Procesión General del Santo Entierro, como hacen otros pasos siguiendo una muy antigua costumbre, dado que es el paso de mayor altura de los que desfilan en la Semana Santa salmantina. 

En 1977 no pudo desfilar el Cristo de los Doctrinos por su deficiente estado de conservación y en 1985, una vez restaurado por el artista Gerardo Sánchez Cruz, clérigo e imaginero salmantino5 salió en procesión por partida doble: el Viernes Santo en la General del Santo Entierro y el Lunes Santo como titular de un nuevo desfile procesional, llamado del Santísimo Cristo de los Doctrinos, para llenar un hueco que se produjo en 1974 cuando dejó de salir en este día de Semana Santa la Hermandad de Penitencia de Nuestro Padre Jesús de la Promesa. 

Forman este desfile hermanos de la Cofradía de la Santa Cruz y la de la Oración en el Huerto de los Olivos, que aportan los mismos elementos procesionales con los que desfilan el Viernes Santo. 

El Cristo sale a la calle sobre andas descubiertas, de madera tallada con molduras de adorno, soportadas por 32 herma­nos. Estas mismas andas son las que el Domingo de Resurrección transportan a Jesús Resucitado, obra atribuida a Alejandro Carnicero y en este día la carroza luce además cuatro angelotes músicos en las esquinas.


Figuras del paso del Calvario. Imagen del blog Jesusario

En la procesión del Santo Entierro del Viernes Santo el paso del Cristo de los Doctrinos se completa con otras tres figuras de vestir que desentonan bastante y que no parecen del mismo autor que el Cristo. Son estas figuras: la Virgen, con manto amplio negro de terciopelo y corona de las de peineta, a la derecha del Cristo, con toca blanquísima que siluetea el manto como si se tratara del forro, melena de cabellos naturales, perfiladas cejas, ojos muy abiertos, nariz respingona, manos en actitud de oración con los dedos entrelazados, dejando ver los puños de la camisola blanca destacando sobre el negro del manto y rosario, también negro, anudado a las muñecas.

Se cubre además la cabeza con pañuelo de encaje blanco a modo de sobremanto. 

San Juan, al otro lado, con cara totalmente aniñada y redonda, halo de santidad, hábito también negro, con galón dorado en las mangas, manto de terciopelo morado con broche al cuello y abierto desde los hombros, la mano izquierda sobre el pecho y la derecha extendida en actitud declamatoria, con los puños blancos y calados y cíngulo trenzado de hilo de oro, con la mirada baja y al frente en actitud dolorida y María Magdalena, enfrente, con túnica de terciopelo negro, sin capa ni velo, con los brazos abiertos hacia el Cristo, en dramática actitud y luciendo peluca natural de cabellos muy largos y sueltos que le llegan a la cintura. 

Las manos de todas las figuras son grandes y talladas bastamente. 

Este día la carroza de madera, con molduras doradas, va sobre ruedas en lugar de ir soportada por los hermanos cofrades. 

Durante los años en que no pudo salir en procesión el Cristo al que nos estamos refiriendo (entre 1981 y 1983) fue sustituida su imagen por el Cristo de la Promesa, de la iglesia de San Esteban y por el Cristo de la Buena Muerte, también de esta iglesia, en 1984. 

La imagen de la Virgen del paso de los Doctrinos, a partir de 1991, desfila también en solitario el Lunes Santo sobre unas sencillas andas de madera portadas por 22 hermanas de la Cofradía de la Santa Cruz. Hubo que buscar precipi­tadamen­te las andas y fueron prestadas las de la Virgen de la Alegría que desfila en la procesión del Resucitado el domingo por la mañana, también portada por 22 hermanas de la misma Cofradía. 

Dadas las vicisitudes por las que ha pasado el Cristo de los Doctrinos, entrando y saliendo en la Procesión General del Santo Entierro, vamos a dar algún detalle de cómo desfilaba esta  procesión a principios del siglo XIX. 

Acompañaban al paso de la Oración del Huerto, seis religiosos del convento de Padres Calvaristas; al de los Azotes, lo escoltaban seis Frailes Capuchinos; al Ecce Homo o de la Caña, le daban guardia los Padres Carmelitas Descalzos; el Nazareno de San Julián solamente iba acompañado por sus cofrades; el Cristo de los Doctrinos ya hemos dicho que lo escoltaban dos seminaristas, que disfrutan las becas del antiguo Colegio de los Doctrinos, los religiosos de la Orden de San Agustín y dos filas de seis colegiales alumbrando; el Santo Sepulcro portado por cuatro Frailes Franciscanos revestidos de alba y estola y alumbrando los Clérigos de las Congregaciones de Nuestra Señora de la Paz, San Pedro y San Pablo y por fin la Dolorosa acompañada de una representación de Religiosos Dominicos6.

1.- Bernardo Dorado, Compendio histórico de la ciudad de Salamanca. Su antigüedad, la de su Santa Iglesia, su fundación y grandezas   que la ilustran.  Salamanca, 1985. Edición facsímil de la de 1776. Pg. 425.

2.- Gil González Dávila, Theatro eclesiástico de la Iglesia y Ciudad de Salamanca. Vidas de sus obispos y cosas memorables de su obispado. Salamanca, 1618. pg. 162.

3.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 283.

4.- Pilar García Aguado, Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca. Primera mitad del siglo XVII. Salamanca, 1988. Pg. 166.

5.- La Gaceta Regional. Publicación periódica. Diario de Salamanca, 25 de marzo de marzo 1986.

6.-      Id.    id. Salvador Llopis Llopis. Artículo: La Semana Santa de 1806. Salamanca, 9 abril 1955. Pg. 6.



Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00 

Cruz del Paso de Jesús Nazareno de la Vera Cruz

 

 

La etimología de la palabra "paso" se remonta a los hebreos. La fiesta de la Pascua que el pueblo judío celebraba por primera vez cuando pasaron de Egipto al desierto era la de "phasek" y a causa de este éxodo se ha traducido por "paso" y se celebraba a partir del 14 del mes de "nizan", primero del calendario hebreo y correspondiente a finales de marzo y principios de abril. 

Más tarde la palabra se helenizó y el concepto de Pascua recibe su nombre a consecuencia de la Pasión del Señor, con Cristo como Cordero inmolado por los primeros hebreos, al igual que hicieron en su marcha hacia la tierra prometida con el cordero pascual. 

En la acepción artística de la palabra, "paso" de las procesiones, se derivaría del latín "passus", con el mismo origen que el paso ambulante en su antigua acepción de cada tramo histórico o de un sucedido, según Lázaro Carreter1. En la forma del verbo "patior, passus sum" tiene el significado de sufrir, padecer o soportar o sea que se refiere a las escenas de la Pasión del Señor y a su representación escénica. 

El paso de Jesús Nazareno con la Cruz a cuestas, de la Ilustre Cofradía de la Santa Cruz del Redentor y de la Purísima Concepción, su Madre, fundada en el año 15032 en el día de la Santa Cruz por el padre Diego de Bobadilla, que desfila el Viernes Santo en la procesión General del Santo Entierro, se supone que es el que ya salía a principios del siglo XVII, cuando como cofradía penitencial que era, sus hermanos denominados de sangre o de disciplina arrastraban cadenas y se iban flagelando la espalda, con la cara cubierta y desnudo medio cuerpo, en la única procesión que salía el Jueves Santo, potenciada luego por el Concilio de Trento que impulsó el movimiento de las Cofradías y en especial de las de penitencia. 

Paulo III concedió diversas indulgencias a todos los cofrades, los de disciplina y los de luz de todas las cofradías de disciplinantes, o de la Santa Cruz o de la Penitencia. 

Parece que la primera estación de penitencia se celebró hacia el año 15203 y de ella formaban parte principal los estudiantes, a través de los cuales hemos llegado al conocimiento de que eran tan fuertes los latigazos y mortificaciones que practicaban que "no conviene que hubiese disciplina general que había el Jueves Santo de los estudiantes de la Universidad... é así se habían muerto algunos, é otros enfermado seriamente"4. 

Con anterioridad y a partir de la venida a Salamanca de San Vicente Ferrer, en 1411, ya existió una compañía estable de flage­lantes que acompañaban al Santo en su periplo por Ayllón, Medina de Rioseco, Simancas, Tordesillas, Valladolid y Zamora, que aunque no constituyeron una verdadera cofradía ligada a los actos de la Semana Santa (a la que no se integran hasta 1536) dejaron la simiente para la práctica de la pública flagelación. 

Más tarde se suavizaron las costumbres para evitar las escenas de crudeza penitencial y el 2 de enero de 1616 se crearon los penitentes de cruces que desfilarían el Viernes Santo por la mañana, encaminándose al Humilladero del Cristo de Jerusalem y de allí al Calvario, a través del campo, siguiendo las Cruces de piedra del camino, ya existentes pues Gil González Dávila nos habla de la Vía Dolorosa como situada en la parte de afuera de la Puerta de San Francisco5. En 16176 se varió el recorrido y se acordó que desfilaran el Miércoles Santo para no coincidir con la hermandad de disciplinantes. Fue más tarde, en 1777, cuando desaparecieron los hermanos de sangre quedando solamente los cofrades de luz que en la citada procesión llevaban hachones encendidos de cuatro pábilos. 

La escena que tratamos constituye uno de los primeros pasos que la devoción cristiana celebra rememorando el Camino hacia el Calvario suceso que tan parcamente tratan los evangelistas. Así solamente nos dicen: "Tomaron, pues a Jesús, y cargándolo con la cruz, salió hacia el lugar llamado Cráneo, en hebreo Golgotha donde lo crucificaron". (Jn 19, 17-18) "Lo sacaron luego para crucificar­lo... Lo condujeron al lugar del Gólgota, que significa 'Lugar de la calavera'" (Mc 15, 20-22).


Nazareno de la Vera Cruz
 

El Cristo, de madera oscura, de no muy buena talla y de relativo tamaño, en los primeros tiempos vestía túnica de tafetán azul o morado y también llevaba la soga de trenza dorada al cuello, significando la predicción profética: "como cordero llevado al matadero, como ante sus esquiladores una oveja muda y sin abrir la boca". (Is 53,7). Hoy la túnica que luce es más rica, de terciopelo morado, bordada con cordoncillo en hilo fino de oro en las bocamangas, orla y cierre, soga dorada y forro visto de muselina blanca y lisa en las mangas. El primitivo Nazareno, del que hay noticias en 1626 a través de un inventario de bienes de la Cofradía, donde se dice que desfilaba el Miércoles Santo, desapareció y fue sustituido por otra imagen que sirvió de modelo al artista Pedro Hernández para el que talló con destino a la Congregación de Jesús Nazareno de San Julián.  

El desfile del Jueves Santo llevaba también otro paso de Jesús con la Cruz a cuestas según el citado inventario de bienes. 

El Cristo presenta pormenorizada talla del rostro con los ojos grandes muy abiertos, dirigiendo la mirada hacia abajo, rostro afilado, nariz fina y grande, bigote y barba de cuidados rizos, boca de finos labios entreabiertos, melena con cuidado cabello que cae sobre ambos hombros y corona de espinas vegetal grande y de tonos más claros que la melena. La mano derecha más alta sujetando la Cruz, que carga sobre el hombro derecho, sin llegar a tocarla y la izquierda apoyada en ella. 

La Cruz es grande, sensiblemente plana y lleva en exceso de pintura y barniz el veteado de la madera ejecutado sin naturalidad. Las conteras de los brazos se adornan con historiados terminales dorados. 

Las andas con faldillas que soportan la imagen, son las que el Lunes Santo lleva el Cristo de los Doctrinos con la cofradía de este nombre, de madera y de construcción simple, con casetones rectangulares de poco resalto y adornos de sencilla flor en cada uno de los centros, es portada por 32 hermanas en la actualidad (desde 1985) y hasta entonces la llevaban los dependientes de comercio. 

El desfile de los hermanos de la Ilustre Congregación de Nuestro Padre Jesús Nazareno, cofradía fundada en 1668, dentro de la Cofradía de la Cruz, dio lugar a discordias y pleitos que tuvieron que ser solucionados, a lo largo de los siglos, por la autoridad eclesiástica. 

En 1708 acompañaron a esta imagen los Clérigos Menores por especial privilegio, vistiendo un traje suntuoso consistente en roquetes de anchas mangas acabadas en punta. 

En 1805 desfiló este paso por última vez en Jueves Santo pues el obispo, don Antonio Tavira y Almazán, reordenó las procesiones concentrándolas en la General del Santo Entierro, el Viernes por la tarde. No obstante, a petición de la Ilustre Cofradía de la Cruz, volvieron a salir en 1815 las tres Cofradías respetando el antiguo ceremonial, pero quedaron suprimidas de nuevo en 18217. No volvió a salir la imagen hasta un siglo después, en 1918. 

Con la crisis de la Semana Santa salmantina no pudo salir en 1977 por no reunir el número suficiente de cofrades que lo sacasen a la calle. 

En la actualidad, el desfile tiene lugar durante la tarde del Viernes Santo. El paso, tallado en madera, es llevado en andas por turno de carga femenino desde el año 1985. Este es un hecho histórico, ya que marca la primera vez en España en la que un paso procesional es llevado por mujeres exclusivamente, merecimiento compartido con la Hermandad del Cristo del Amor y de la Paz que también sacó en procesión ese mismo año el paso de la Coronación de Espinas en el Santo Entierro.

 

 

 

1.- José Delfín Val y Francisco Cantalapiedra, Semana Santa en Vallado­lid. Valladolid, 1990. pg. 299.

2.- La Basílica Teresiana. Publicación mensual. Artículo: Semana Santa en Salamanca. La Cofradía de la Santa Cruz y sus pasos. 29 marzo 1909. Pg. 147.

3.- La Gaceta Regional. Publicación periódica. Diario de Salamanca. Salamanca, 25 de marzo de 1986.

4.- La Basílica Teresiana. Publicación mensual. Luis Getino O.P. Artículo: Fiestas que se van. La Capilla universita­ria. Salamanca, 1909. Pg. 162.

5.- Gil González Dávila, Theatro eclesiástico de la Iglesia y Ciudad de Salamanca. Vidas de sus obispos y cosas memorables de su obispado. Salamanca, 1918. Pg. 10.

6.- La Basílica Teresiana. Publicación mensual. Artículo de Amalio Huarte. Salamanca, 1917. Pg. 68.

7.- La Gaceta Regional. Publicación periódica. Diario de Salamanca. Salvador Llopis Llopis. Artículo: Impiedad e irrespeto. 7 abril 1955. Pg. 6.



Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00