Conrad Kent en una imagen cedida por Margarita Campos |
Conrad Alan Kent nació en Des Moines, Iowa, el 26 de septiembre de 1942. Provenía, según el anuncio de su jubilación, de una familia con antecedentes de predicadores, maestros pioneros y ferroviarios itinerantes. Se graduó de secundaria en la Preparatoria Roosevelt de Iowa donde obtuvo distinciones en atletismo y campo a través, y alcanzó en el movimiento Scout los rangos de Águila Scout y Explorador Plateado, muy valorados y difíciles de alcanzar.
A los 17 años, dio comienzo una de sus pasiones: viajar, llegando en barco a Inglaterra y en bicicleta de Ámsterdam a Roma. Un año después, ya había recorrido 27 países a pie, en bicicleta y haciendo autostop.
La obra "On the Road" de Jack Kerouac le sirvió de motivación para viajar a México y matricularse en el Mexico City College en lugar del Grinnell College (Iowa), como tenía planeado.
Tras graduarse con honores en el Mexico City College, realizó cursos de postgrado en Harvard, obteniendo su Maestría en 1964 y su Doctorado en 1969. Fue en Harvard donde conoció a su esposa, Margarita Campos Ledesma, compañera de posgrado con quien se casó en 1966.
Visitó Salamanca por primera vez en 1964, atraído por sus lecturas del "Lazarillo de Tormes" y "La Celestina" y el consejo de varios amigos españoles residentes en México.
En Harvard, fue profesor asociado durante cuatro años, impartiendo primero su propia clase de español de segundo año y luego liderando el seminario de Humanidades 10.
En 1968, comenzó a impartir clases a tiempo completo en Harvard como instructor antes de trasladarse al Amherst College (Massachusetts) donde ejerció siete años como profesor adjunto de español.
Desde 1976 hasta 2009, Conrad fue profesor de Lenguas Extranjeras Modernas y Humanidades Clásicas en la Universidad Wesleyana de Ohio (Ohio Wesleyan University - OWU), en Delaware, Ohio. Su compromiso con los estudiantes y su habilidad docente fueron reconocidos con el Premio al Mérito Docente Obispo Herbert Welch de Ohio Wesleyan en 1993.
Conrad tenía un profundo conocimiento del Camino de Santiago, habiendo realizado la peregrinación a pie con su esposa en dos ocasiones (1972 y 1989) y vivido en los pueblos pirenaicos a lo largo del antiguo camino de peregrinación. Logró hacer que esta experiencia fuera una realidad para cientos de estudiantes de la OWU.
La docencia fue una de sus grandes pasiones. En su quehacer como profesor de español, entrelazaba las vivencias recogidas en tierras españolas y latinoamericanas con una lectura profunda y reflexiva de los textos literarios de España. Fue conocido en la OWU como un profesor cautivador y reflexivo y alguno de sus cursos, fueron calificados por sus alumnos como "experiencias que realmente te cambian la vida".
Además de su labor docente, la carrera académica e investigadora de Conrad Kent fue notable. Entre 1983 y 1984, recibió una beca anual del Fondo Nacional para las Humanidades y fue invitado a la Universidad de Columbia como profesor visitante para estudiar las raíces ultraconservadoras de la arquitectura de Antoni Gaudí. Impartió clases en programas del Instituto Smithsoniano en Nueva York y Washington, donde desarrolló teorías que plasmó en artículos sobre la historia cultural de Barcelona.
Su interés por el arquitecto de Reus nació al contacto con republicanos españoles exiliados en Méjico lo que le llevó a su especialización en el estudio de la sociedad española.
Su investigación sobre Gaudí se tradujo en la publicación de su libro "Hacia la arquitectura de un paraíso: Park Güell" en 1992, junto con Dennis Prindle. Al año siguiente, Princeton Architectural Press publicó una versión en inglés del libro.
Aunque nunca abandonaría sus estudios sobre Gaudí, como muestra su participación en el II congreso mundial de 2016 sobre el arquitecto, su nombramiento en 1986 como codirector del programa de estudios de español en el extranjero de Ohio Wesleyan en Segovia consolidó su afecto por las tierras castellana. En 1988, trasladó el programa de Ohio Wesleyan a Salamanca. Puso en marcha este programa junto con la profesora salmantina María Dolores de la Calle, dirigiéndolo juntos durante diez años. Durante sus once años como director del programa, organizó excursiones y viajes de estudios por toda España para los estudiantes norteamericanos.
Como director del programa de Salamanca, también organizó simposios y publicó tres colecciones de ensayos de los mismos: "Salamanca en la Edad de Oro" (1995), "Salamanca en el Siglo XX" (1997) y "Visiones salmantinas" (1998), esta última codirigida con María Dolores de la Calle.
En Salamanca, donde forjó entrañables amistades, Conrad tuvo un impacto significativo en la investigación la ciudad y su provincia, centrando cada vez más su trabajo de investigación en la misma.
En 1998, la Junta de Castilla y León, a través de la Filmoteca Regional, y el Ayuntamiento de Salamanca publicó su libro sobre la Plaza Mayor de Salamanca bajo los auspicios del Programa Rafael de la Unión Europea. Este estudio, "La Plaza Mayor de Salamanca: historia fotográfica de un espacio público", obtuvo gran resonancia por la minuciosidad en las descripciones y la multitud de detalles desvelados. Como parte de la candidatura de Salamanca para Capital Europea de la Cultura en 2002, el libro fue enviado a todos los alcaldes de Europa. siendo editado después, en forma de fascículos coleccionables, por "La Gaceta Regional". También contribuyó al volumen colectivo "250 años de la Plaza Mayor de Salamanca" editado en 2005, coordinando el tercer volumen y contribuyendo con numerosos artículos y capítulos.
Conrad Kent junto a Eduardo González de la Huebra y Federico, montador de la Diputación, durante los preparativos de la exposición sobre Luis González de la Huebra. |
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Además de sus trabajos centrados en Salamanca y España, fue autor del libro "The Lion and the Eagle: German-Spanish Relations over the Centuries" con Thomas Wolber y Cameron Hewitt (2000). Publicó una gran cantidad de artículos y colaboraciones en publicaciones generalistas y especializadas sobre diversos temas incluyendo el vino, del que era un consumado conocedor.
Conrad A. Kent falleció el 28 de abril de 2023 en Ohio. Tenía 80 años de edad y se enfrentó al cáncer con gran entereza y sin desistir de su investigación sobre el fotógrafo Jean Poujade del que deseaba convertir en libro su último artículo sobre temas salmantinos que había publicado en el nº 64 de Salamanca: Revista de Estudios de 2020 con el título: Sobre las vistas salmantinas del fotógrafo Juan Poujade (1831-1905).
Muchas fueron las imágenes de Salamanca que Conrad Kent nos hizo contemplar y comprender, como ejemplo seleccionamos dos:
El amor que sintió por nuestra ciudad fue claramente conocido por su amigos y quedó plasmado en el emotivo discurso de agradecimiento en la ceremonia de su nombramiento como hijo adoptivo de Salamanca en 2005 y que reproducimos íntegramente:
Ilustrísimo Señor Alcalde y miembros de la Corporación Municipal de Salamanca: Quiero agradecerles de todo corazón el alto honor que me han concedido. Ser Hijo Adoptivo de la ciudad de Salamanca me llena de orgullo y de satisfacción. Es un honor que me ha impulsado a reflexionar sobre las profundas huellas que ha dejado Salamanca en mí, en mi vida afectiva, en mis labores como profesor, como investigador y como habitante de esta querida ciudad. Como un segundo hogar, Salamanca ha llegado a ser para mí una verdadera comunidad, que he disfrutado enormemente con mi esposa, Margarita, y con un sinnúmero de amigos y colegas. En ninguna otra ciudad del mundo he sentido como aquí el afecto de tantos y tan diversos grupos de personas. Aunque en nuestra casa en Norteamérica leo con poca frecuencia la prensa local, en Salamanca me descubro leyendo todos los días El Adelanto, La Gaceta Regional y Tribuna además de los periódicos de ámbito nacional. Me he dado cuenta de que las noticias de las personas de carne y hueso, de los amigos conocidos, y aun de gente a la que no conozco personalmente, me interesan de verdad. Como me interesan los eventos que les afectan, sus ilusiones y proyectos, o las anécdotas históricas. Porque me ocurre lo mismo con las noticias de hace cien años que puedo leer en la hemeroteca de la Universidad. Con ellas me remonto a las polémicas de hace más de un siglo. Me encuentro leyendo durante horas los anuncios de comercios que han dejado de existir y de los muchos que siguen prestando sus servicios a los salmantinos. Y experimento el mismo gusto en mis encuentros diarios con los salmantinos de hoy. A diferencia de nuestra vida en el industrioso Ohio, que sufre una alta especialización en todo, incluso en lo relacionado con la sociabilidad, en Salamanca me llenan de placerlos encuentros espontáneos con amigos en la calle, en los cafés y restaurantes, en los archivos y en las múltiples actividades culturales y sociales que componen una vida humana y colectiva de riqueza extraordinaria. Y, por fortuna, nunca he tenido que restringirme a ningún sector social o profesional. No me limita ningún círculo ni tendencia ideológica. La más variada gama de personas me han brindado su amistad, a base de gratas conversaciones espontáneas conmigo y con mi esposa. No me engaño. He vivido ya lo suficiente y en suficientes lugares del mundo como para saber que los seres humanos somos inquietos e inseguros por naturaleza. En Salamanca, como en cualquier otra ciudad del mundo, la historia pone de manifiesto la existencia de numerosos conflictos. Pero aquí he encontrado el sitio donde mejor puedo vivir a diario, integrado en el más amplio abanico humano. Salamanca se ha convertido en mi verdadero hogar por la forma en que puedo disfrutar todos los días de unos contactos estimulantes, variados y divertidos. En cuanto a mis tareas como docente, esta ciudad ha llegado a ocupar también un lugar privilegiado en mi vida. Cuando llegué aquí, en marzo de 1988, para organizar un programa de estudios entre la Universidad de Salamanca y mi universidad de Ohio, empecé lo que iba a ser una de las aventuras profesionales más fructíferas de mi existencia. Además de poder colaborar con un equipo de profesores brillantes (entre ellos Lola de la Calle, Emilio Prieto de los Mozos, Javier San José, Manolo Pérez López, José Ramón Nieto y José Antonio Bartol), el programa me brindó la oportunidad de conseguir que la formación intelectual de los estudiantes estuviese vinculada a numerosas oportunidades de explorar la ciudad y el país. Esa experiencia como director del programa durante once años, y otras colaboraciones posteriores, fueron la culminación de mi vida como profesor. Agradezco a todos los integrantes del programa de la Universidad su colaboración, porque me ha permitido adaptar mi trayectoria como hispanista norteamericano a las realidades históricas y culturales salmantinas. Con el paso de los años, inmerso en la ciudad como profesor, me di cuenta de que su historia escondía unos valores que, por mi formación e inclinación personal, me fascinaban. Al organizar varios congresos y publicar sus actas, fui entrando cada vez más en un universo muy atrayente. Me encontré con unas realidades históricas y unos recursos de investigación que nunca antes había podido unir de una forma tan fructífera. Con la redacción de la historia fotográfica de la Plaza Mayor, coeditada por el Ayuntamiento con la Junta de Castilla y León en 1998, pude aprovechar de lleno por primera vez los diversos procedimientos de investigación que tanto me habían interesado a lo largo de mi vida profesional. Aquí, en Salamanca, pude unir las imágenes de la prensa histórica con las de distintos archivos públicos y particulares, llevando a cabo una aventura intelectual sumamente grata. Cada nuevo estudio me llevaba a otro, y me encontraba entrando así en aposentos del pasado que cada vez resultaban más dinámicos y estimulantes. El pasado se hacía presente. Gracias a la inmensidad y coherencia de los documentos e imágenes a los que pude acceder, tenía la sensación de estar participando con varias generaciones de salmantinos en la reconstrucción de unos mundos quizá olvidados pero profundamente vivos y vigentes. Gracias al apoyo de Juan Antonio Pérez Millán y de todo el equipo de la Filmoteca de Castilla y León, las imágenes de la ciudad estuvieron siempre a mi alcance. La confianza y amistad de Eduardo Huebra, por otra parte, me permitieron narrar la historia de su abuelo-Luis González de la Huebra-dentro de un contexto histórico muy complejo. Al ir y venir por las facturas y los libros de contabilidad de Luis, pude dialogar con la imaginación y las ilusiones de un hombre nacido hace 150 años, en 1855. Y al elaborar un libro contando y analizando los pasos de ese salmantino singular, tuve la oportunidad de hablar a diario con Eduardo sobre la continuidad de los anhelos e intereses de la familia. Todavía tengo pendiente escribir otro texto sobre el padre de Luis, Rafael, cuya vida me ha enganchado también, como si fuera mi propio bisabuelo. Otros estudios me han involucrado cada vez más profundamente en la historia de la ciudad. Mi obra sobre la ribera -El perfil de Salamanca-, editada este mismo año por la Filmoteca, me ha abierto otra serie de cajas que cuentan historias de otras familias y empresas, además de los pequeños detalles de la vida cotidiana de personas muy sugerentes, perdidas en la lejanía de la historia: molineros, areneros, pescadores y lavanderas de la ribera aparecieron ante mí con una vitalidad asombrosa. Les debo algo, y espero encontrar la forma de rendirles homenaje, o por lo menos de andar con ellos un poco del camino de la vida. Pero lo que me ha proporcionado sobre todo cada paso de este recorrido es una curiosa sensación de placer al narrar diversas facetas de la vida de la ciudad y de sus habitantes. Con el apoyo de los salmantinos de hoy, Salamanca y su historia han engrandecido mi vida. Aquí he podido construir mi propio modo de narrar la evolución de una sociedad. Y al hacerlo, Salamanca me ha dado la oportunidad de encontrarme a mí mismo, que es lo mejor que puede ofrecer un hogar. Por eso es de suma importancia para mí la designación de Hijo Adoptivo de Salamanca. Porque me invita a seguir ese camino a principios del siglo XXI, acompañado por los salmantinos de hoy y por los recuerdos, las anécdotas y las ilusiones de los de ayer, con la vista puesta en los de mañana. De quienes han paseado y pasearán por este salón del Ayuntamiento, por los soportales de la Plaza y por las calles y plazas de toda la ciudad. Agradezco a todos los aquí reunidos su presencia en este acto tan significativo para mí. Su apoyo, su cariño, sus críticas y comentarios ahondan nuestros paseos por el tiempo y el espacio de esta ciudad inigualable. Conrad Kent |
En junio de 2023 un grupo de sus amigos, fieles al afecto que le debían, consagró en su memoria un pequeño rincón del restaurante La Aldaba que habitualmente frecuentaba. Un cariñoso tributo de los salmantinos pero que resulta insuficiente para la enorme valía del autor y que esperamos sea pronto agrandado por las autoridades locales.
¡Adiós, gringo amigo!
Uno grupo de los amigos salmantinos de Conrad Kent en el restaurante La Aldaba brindando con vino por su recuerdo. La Cronica de Salamanca |