Breve Historia de los Alfareros en Salamanca en el Barrio de “Olleros”



Olleros en Tejares. Cándido Ansede (fragmento)




Por Dr. Ángel Sánchez Sánchez
22/02/25 Rev.00



INTRODUCCIÓN

En primer lugar quiero agradecer a Rosa María Lorenzo, etnógrafa e historiadora, por su plena dedicación a la investigación de la artesanía tradicional salmantina, hoy desaparecida, y con ello su contribución al reconocimiento del patrimonio histórico-etnográfico y cultural de Salamanca y provincia, siendo galardonada por el Ministerio de Economía y Competitividad, por su reconocido talento y dedicación, concediéndola en el año 2013, el Premio Nacional de Investigación histórica y etnográfica, habiendo escrito y publicado sobre infinidad de temas, que gracias a la edición de su libro sobre “Los alfares salmantinos entre los siglos XVI al XX en la ciudad y provincia”, nos ha dejado un legado, al que dedicó siete años de su vida, sin el cual no hubiéramos podido realizar este trabajo, sintiéndonos afortunados por poderlo compartir, a escala reducida, porque lo que no se conoce no existe y no se valora.

El antiguo barrio de “Los Olleros”, se conocía popularmente por “El Conejal”, entre la calle de Zamora y la de Toro, centrado actualmente en la plaza del Campillo, y como su nombre indica, eran donde habitaban tradicionalmente los fabricantes de ollas y loza, los alfareros salmantinos, que comentaremos a lo largo del texto, motivo de esta publicación.

Podemos comenzar definiendo que, la alfarería es un arte u oficio de hacer vasijas u otros objetos de barro cocido, entendiendo por cerámica el taller, tienda o puesto de objetos de barro cocido. El origen etimológico de la palabra, hay que remitirse atrás en el tiempo, emanando del árabe, y más concretamente de los vocablos al-fahhar que pueden traducirse como “la cerámica”.

Por lo general, el concepto de alfarería se utiliza para hacer referencia a aquellas piezas realizadas sin esmalte o con barniz aplicado en una única cocción. Por ello, el alfarero se diferencia del ceramista, ya que éste añade esmaltes y utiliza diversas técnicas en sus piezas, con más de una cocción.

El proceso de elaboración de las piezas cerámicas comienza:


1. Amasado de la arcilla, para que las distintas partículas y la humedad se distribuyan de manera homogénea y para evitar la formación de burbujas de aire.

 

Amasado de la arcilla. freepik.es


2. Moldeado manual o con la ayuda de distintas herramientas. En esta parte del proceso se agrega agua, de manera que la arcilla mantenga su plasticidad y no surjan rajaduras.

 

 Moldeado de la arcilla. Imagen Universidad de Guanajuato


3.- Después la pieza es dejada al aire libre para que se seque, en una fase conocida como estado de cuero. Cuando la pieza está totalmente seca, adquiere mayor dureza y un color más claro. El alfarero puede entonces lijar la pieza para dejarla más prolija.


Estado de cuero de la arcilla. Imagen researchgate.net

 

4.- Finalmente, la pieza de alfarería es llevada al horno, donde adquiere mayor resistencia y pierde su humedad química.


Horno de cocción de arcilla


Cabe destacar que, durante mucho tiempo, algunos oficios artesanos entre ellos la alfarería fueron objeto de desprecio por la suciedad en que desarrollaban su trabajo, nombrando a los oficiales que se ocupaban de esas artes, trabajadores de uña negra o de oficios viles.

Fue a finales del siglo XVIII con la Real Cédula de 18 de Marzo de 1783, cuando se declaren honestos y honrados todos los oficios, haciendo compatible el desempeño de cargos públicos con el ejercicio de profesiones que antes se tenían por viles. Al mismo tiempo se mandaban examinar, por el Consejo, las Ordenanzas gremiales y con esa ley, se acabarían en Salamanca las diferencias entre hombres de uña negra y uña blanca.


Real Cédula de 18 de Marzo de 1783


La cerámica ha sido, es y será parte vertebral de la cultura, sociedad y economía españolas, existiendo diferentes tipos de alfarería en las diferentes regiones que han ido evolucionando, dando carácter a las mismas, constituyendo no solo una tipología formal sino que subyace todo un mundo de mentalidades y herencias culturales, que se pueden  admirar y visitar a través de sus piezas más emblemáticas, que conllevan un gran valor histórico, tanto en museos como ferias constituidas para dicho fin.

La cerámica española en la actualidad sigue siendo una manifestación artística muy valorada y, muchos artistas y artesanos continúan trabajando en la tradición cerámica, utilizando técnicas ancestrales y creando piezas únicas y originales.



BREVE HISTORIA DE LA ALFARERÍA SALMANTINA

La historia de la cerámica española se remonta a la época romana, cuando los romanos introdujeron la técnica del vidriado en la península ibérica. Sin embargo, fue durante el periodo islámico entre los siglos VIII y XV, cuando la cerámica alcanzó su máximo esplendor en España. Los alfares musulmanes producían piezas de gran calidad, decoradas con motivos geométricos y caligráficos.

Durante la Edad Media y el Renacimiento la cerámica española fue influenciada por la cerámica italiana, especialmente por la cerámica de Talavera de la Reina y de Manises, convirtiéndose en centros importantes de producción cerámica, donde se elaboraban azulejos, platos y vasijas de gran belleza.


Cerámica italiana, imagen de italianpottery.com

Cerámica de Talavera. Fotografía Sofía Moro en GuiaRepsol

Cerámica de Manises, mediados siglo XIX. Etsy.com


En el siglo XVIII, la cerámica española experimentó un renacimiento gracias a la influencia de la porcelana china. En este periodo aparecieron importantes fábricas de cerámica como la Real Fábrica de la Moncloa y la Real Fábrica de La Cartuja de Sevilla, que producían piezas de gran valor artístico.

 

Antigua porcelana China. Jarrones de David, British Museum.
Fotografia Patche99z, Wikimedia Commons

Loza de la fábrica de porcelana de la Moncloa ca. 1820.
memoriademadrid.es, Creative Commons

Aguamanil y palangana Real Fábrica de cerámica La Cartuja de Sevilla.
Fotografía Museo artes y Costumbres populares de Sevilla



Contexto histórico de la alfarería salmantina

Al parecer, los alfares tuvieron una presencia muy notable en la ciudad de Salamanca durante la Edad Media, hecho confirmado puesto que aparece regulada en las Ordenanzas Municipales en el siglo XV, como fulgor de una actividad plenamente asentada en el ámbito urbano. 

Del mismo modo que, la impronta árabe marcó la obra cerámica a nivel nacional, Salamanca no fue una excepción, pero apenas se han conservado restos materiales sobre loza hispano-árabe.

Hasta el siglo XVI en España, convivieron de forma pacífica musulmanes y cristianos, obligándose a convertirse al cristianismo a los musulmanes, por lo cual pasaron a denominarse desde entonces, moriscos.

Al parecer fue en el año 1570, cuando llegan a Salamanca algunas familias moriscas que se establecieron en la ciudad y provincia, contando con una actividad alfarera cristiana y con la presencia de olleros moriscos en sus alfares. Su procedencia era del reino de Granada, de donde habían salido el día de Todos los Santos de dicho año y, todo ello debido a la dispersión decretada por Felipe II, como consecuencia de estar fraguándose la idea de su expulsión, que se llevaría a efecto, un siglo más tarde tras decreto, el 11 de septiembre de 1609 y, a partir de esa fecha los moriscos deberán abandonar todas las ciudades españolas, aunque permanecerán en España durante dos años más, tiempo que sirvió para que la armonía entre moriscos y cristianos, se fuera degradando paulatinamente, llegando a romperse definitivamente y así lo refleja una cédula fechada el 11 de octubre de 1609, en la que el rey Felipe II ordena al corregidor de Salamanca que impida a los cristianos viejos tratar mal a los moriscos. Dicha orden se extendía, además, a todos los lugares de su jurisdicción, para evitar que alguien pudiera hacerles daño o vejación, tanto de palabra, de obra, o que se entonaran cantares ofensivos contra ellos.

Fue en la primavera de 1611, cuando de nuevo fueron desterrados de Salamanca, llevando consigo el importe de sus bienes, malvendidos, invertidos en mercadurías de la tierra -excepto en joyas, oro, plata y moneda-. Aquí dejaron parte de sus vidas, casas, alfares y el odio hacia ellos.

Tras su ausencia, no se percibe un descenso notable de alfareros u obradores, lo que parece indicar que la alfarería salmantina se regía mayormente por alfares cristianos. En cambio, si afectaría a la decoración de la cerámica, así como a la técnica decorativa, siendo por tanto inferior, conllevando al cambio de técnicas y recetas moriscas.

La alfarería, sobre todo aquella cuya finalidad al margen de la decoración, era esencialmente funcional, donde se elaboraban objetos cotidianos que no reportaban muchos beneficios, puesto que su principal destinatario era el pueblo llano; por ello estos olleros o alfareros se sentían obligados, en algunas temporadas, a alternar su oficio habitual con otros trabajos complementarios, como la agricultura o el acarreamiento de distintos productos de venta, al objeto de ayudar a su precaria economía familiar. 

Como grupo social, dentro de la categoría de artesano, ocupaba un rango más bien inferior y aunque algunos alfareros gozaron de mejor situación, otros, sin embargo, la mayoría, vivieron y fallecieron en desamparo y pobreza.

El oficio de ollero o alfarero se venía sucediendo de padres a hijos, siendo, por tanto un oficio familiar acogiendo a su vez a todos los que vivían bajo un mismo techo, además de parientes, aprendices y oficiales que se encontraban bajo el amparo del maestro, constituyéndose un gremio en el siglo XVI y como tal estaba sometido a una estricta regulación de su actividad; lo que conllevaba no solo al desempeño de un mismo oficio, sino también a una misma circunscripción parroquial, la pertenencia a una misma cofradía patronal y similares ritmos de trabajo y descanso, además de unas mismas tradiciones y rituales.


El barrio de olleros en Salamanca

Podemos comentar, pese a la escasa atención que la artesanía alfarera en Salamanca ha tenido, puesto que tras cinco siglos de presencia alfarera, no han dejado apenas huella de su presencia, lo que nos ha llevado a pensar por un momento la inexistencia de alfares locales en nuestra ciudad, pero gracias a la documentación escrita, se ha podido recuperar quedando reflejado en el siglo XVI, como la población de todo un barrio completo “el Barrio de Olleros”, alrededor de la desaparecida iglesia de San Mateo, conocido popularmente como barrio“El Conejal, dedicado a ésta actividad, no habiendo variado, apenas su ubicación hasta los primeros años del siglo XX, prolongándose su presencia durante más tiempo, hasta que la reforma urbanística del 1965, forzara su desaparición:

“Se despobló por completo la Alfarería situada entre la Puerta de Toro y la de Zamora y en este punto llegó a tal extremo el fanatismo que se destruyó la porción de loza fina fabricada, se demolieron los hornos y se tapiaron las entradas a las calles para aquel barrio. Aquella imprudencia dio lugar a que se propagasen a sus anchuras algunos conejos que tenían en los corrales y cuando después se trató de habitar allí, se encontró un abundante conejal, nombre que todavía conserva esta parte de la población”(Barco López, M. Historia de la ciudad de Salamanca que escribió D. Bernardo Dorado. Salamanca 1861. Pg. 383)

Sea esto leyenda o realidad, lo cierto es que el barrio siguió albergando alfares hasta su total desaparición a principios del siglo XX.

Este barrio estaba formado por un área central, llamada Campillo de los Olleros, así como un numero de sinuosas calles por las que se distribuían una cantidad de casas humildes, de pequeño tamaño.

Los alfares, por la peligrosidad que entrañaba el fuego de sus hornos, la suciedad que se derivaba de la manipulación de la materia prima (barro) y la necesidad de espacio para su preparación del mismo y secado de la loza, se hallaban situados en las afueras de la ciudad, en el espacio comprendido entre las puerta de Zamora y la puerta Toro.

Al parecer, compartiendo este mismo barrio se encontraba a su vez otro oficio, el de los alcalleres o tejeros y cuya única similitud con los alfareros consistía en el empleo de una materia prima común “el barro”, pues sus técnicas de trabajo eran muy distintas.

Mientras los alcalleres elaboraban ciertos elementos para la construcción (ladrillos, tejas y baldosas) principalmente, los alfareros realizaban labores que requerían el empleo de la torneta también llamada torno de mano o torno lento, que engloba las ruedas más primitivas que se movían con la mano, y las movidas mediante un manubrio. El plato o disco gira sobre un pequeño eje vertical sin llegar a generar fuerza centrífuga.


Alfarero trabajando en torno, según grabado de Daniel Chodowiecki, hacia 1770

 
Tejas y ladrillos fabricados por los alcalleres o tejeros. retratosperuchela.com

En el siglo XVIII la distribución de los alfares en Salamanca se extendía por las calles denominadas: Calle del Arco, calle del Bimborrio (denominada también Cantimporro y Cantimplora), calle de la Peña, calle Olleros, calle Toro, Arrabal de la Puerta de Zamora, Plazuela del Campillo de los Olleros, Plazuela de San Mateo, Plazuela de los Novios, Corrales de Monroy, Puerta de Sancti Spiritus, Ronda de San Cristóbal y calle Pozo Hilera, siendo esta última la que albergaba una mayor concentración de obradores.


Callejero del barrio de Olleros del siglo XVIII según María Nieves Rupérez Almajano
 sobre el plano de Jerónimo García de Quiñones de 1784



¿Cómo se organizaban los alfareros?

Por regla general, los talleres en un principio se encontraban formando parte de la vivienda familiar, pero con el tiempo se fue separando el ámbito laboral del doméstico, lo que denota un cambio hacia la pequeña explotación. Según la bibliografía, el alfar constaba de un cuarto de obrador donde albergaba el torno, y en su exterior el horno con una serie de cobertizos destinados para almacenar la leña, el barro, y las piezas de loza, así como también la existencia de cuadras para los animales, que servían como medio de transporte imprescindible para el desarrollo tanto del oficio como para su posterior carga y distribución de lo elaborado.


Taller de alfar-De Cerdá y Rico, publicada en el periódico“El Independiente de Granada” 25/11/18




En el siglo XVIII aparecen regulados los aspectos laborales de esta actividad, por las Ordenanzas Generales de la Ciudad, referentes al oficio de ollero, (incluidas en el Libro Quinto, título 28) siendo sus normas obligatorias para todos los pertenecientes a este oficio artesano, y que responden a dos aspectos laborales, uno hace referencia y tiene que ver con el carácter tributario y el otro regula la producción. Todo ello repercutía en beneficio de estos artesanos y de la mima ciudad, siendo sancionados con penas diversas si se trasgredía dicha ordenanza.

Del mismo modo, dicha ordenanza estaba dividida en tres apartados, a saber: los dos primeros tenían como finalidad un control de los precios, al objeto de poder frenar el excesivo encarecimiento de los productos alfareros; todo ello como consecuencia del alto coste que establecían los dueños de las tierras donde adquirían el barro y los revendedores, que también los había. El tercero, comprendía las disposiciones relativas a la regulación de ciertos productos alfareros que, por su demanda generalizada, debían ser cuidadosamente controlados al objeto de evitar cualquier tipo de fraude. Se trataba, en fin, de establecer la medida que debían de tener los cántaros para los aguadores.

(Nota: Los olleros, nombre con que aparecen en el siglo XV, pero en el siglo XVII, serían designados, indistintamente, como olleros y alfareros y en el siglo XVIII el término ollero es sustituido, de forma definitiva, por el de alfarero.)


¿Cómo era la extracción del barro en las tierras charras?

Al parecer, los alfareros salmantinos obtenían la materia prima (barro y/o arcilla), generalmente de las tierras que solían ser, bien comunales, así como de particulares, conocidas como “barreros”. En dichas tierras, en el periodo en que las mismas se mantenían en descanso y/o barbecho, los alfareros realizaban la extracción del barro y una vez finalizada dicha operación, con las mismas, volvían a introducir el mismo volumen de tierra como la que habían sacado, dejando de esta forma, apto el campo para ser labrado de nuevo, como así lo atestigua este documento:

"Joseph Martín Tato, Santiago Medina, Ventura de Mendoza, Manuel de Mendoza, Juan Alonso y Josepha Campano viuda, todos de oficio alfareros, vecinos de esta ciudad de Salamanca, decimos que por ordenanza de esta ciudad tenemos la facultad de sacar las tierras y otros parajes en donde ubiese el barro correspondiente para nuestra fábrica toda la tierra que ubiesemos menester con la obligación de bolber a entrar otra tanta de calidad cuia saca se entiende no estando sembradas las tierras…"(A.H.P.S. Prot.Not. 5190. Año 1750, f. 18r. Obligación echa por diversos individuos alfareros para sacar tierra para sus fábricas)

Los alfareros estuvieron, desde el siglo XV, explotando de forma sucesiva, los distintos barreros existentes en la ciudad, como p. ej. a la salida del Puente Romano (S.XV) y en el Cerro de San Cristóbal (SS.XVI-XVII). Pero fue a partir del siglo XVIII, cuando se producirán frecuentes pleitos sostenidos por este gremio, con el ayuntamiento de Salamanca, así como con instituciones religiosas y/o particulares. A consecuencia de estas reclamaciones, para poder seguir extrayendo la materia prima en las distintas tierras de los alrededores de la ciudad, tuvieron que optar por realizar contratos de arrendamiento con los propietarios de dichas tierras por escrito y registrarse en el catastro, valga de ejemplo, sobre unas tierras al sur, en el Montalvo Grande, donde, bajo escritura ajustan el precio y modo de pago:

"Santiago Rodríguez, Pedro García, Miguel Rodríguez, Casimiro Vicente, Joseph de Antta y Diego Rodríguez, vecinos de esta ciudad y Alphareros en ella, otorgaron escriptura de arrendamiento ante dho Gregorio Pérez, en favor de dicha ciudad y tierra de dos huebras en el Montalbo Grande para sacar la necesaria para su fábrica por tiempo de tres años que dieron principio en primero de Henerodel presente y renta en cada uno de ellos quarenta reales de vellón para ambas comunidades, su paga por San Miguel de septiembre de que toca a la parte de la ciudad veinte reales de vellón de que no se le haze cargo al mayordomo por ser la primera en San Miguel que vendrá del el presente y aquí se nota para su noticia."  (A.H.P.S. Catastro del Marqués de la Ensenada. Año 1753. Libro 2040, fs. 51r/v.)

Del mismo modo en la zona norte, en el término conocido con Valhondo (próximo al actual barrio de Los Pizarrales), en los terrenos de El Calvario, y en la Calzada de Toro; siendo en esta última donde se documentan lugares de evidente terminología alfarera:

- Sitio de las oyas*

- Sitio de las botixas*

- Sitio de las tinaxas*

- El barrero*

*(A.H.P.S. Catastro del Marqués de la Ensenada. Libros: 2084. f.214r; 2054. f.1199v.; 2084. F.260r.; 2085. F.62v.)

Los tipos de arcillas que se emplearon en el siglo XVIII se reducían a dos grupos:

- Pastas de tonalidad blanquecina o gris, con gran cantidad de sílice.

- Amarillas y rojas debido a su composición en óxido de hierro.



¿Cómo se preparaba el barro?

Los alfareros salmantinos utilizaban dos procedimientos de preparación del barro, derivados de su propia elaboración y de la forma que adquiría en el modelado. Es por ello que, para las piezas de gran tamaño, eminentemente utilitarias, el proceso daba comienzo con la trituración de los terrones extraídos para realizar después labores de cernido y limpieza, para despojar al barro de posibles impurezas, y por último se añadía cierta cantidad de agua para amasarlo.

Del mismo modo para labores de menor tamaño, y con un acabado decorativo se utilizó el sistema de colado que consistía en una pila donde se depositaba el barro y después de haber añadido suficiente agua se removía con una batidera hasta conseguir un barro líquido. Esta labor, la realizaban al aire libre, en los denominados coladeros, existiendo varias pilas para este fin. A las pocas horas se abría una hendidura en la pila y a través de un cedazo, se decantaba el barro hacia una segunda pila. Este proceso se repetía varias veces y finalmente se dejaba en reposo, hasta que la evaporación iba creando una masa compacta, apta para su transporte hasta el alfar, donde se amasaría. El resultado final es un barro de aspecto fino y homogéneo.

Los coladeros se hallaban situados en el Calvario, por donde discurría una corriente de agua, denominado el regato de los Olleros, lugar que ha seguido permaneciendo hasta hace escasos años, en que comenzó la construcción del actual Campus Universitario.


Coladero de José Pérez en Alba de Tormes. Fotografía de Iñaki Sánchez en salamancartvaldia.es


¿Cómo se modela el barro?

La técnica del modelado del barro se realizaba en el alfar, donde se situaba la máquina “rueda o torno” empleada en el modelado de las piezas.

Por regla general los obradores disponían de varias ruedas, unas veces porque junto al maestro trabajaban oficiales y aprendices, otras porque, al ser las piezas a fabricar de grandes dimensiones, requerían un leve secado sobre el torno y ello lo inutilizaba para el modelado de otras piezas.

Este proceso se acompañaba de un instrumental muy rudimentario para dar forma a las piezas, y una vez creada la forma deseada, las piezas se colocaban sobre las tablas para su secado al aire libre, por ello, los alfareros disponían de un espacio común; el denominado “Campillo de los Olleros” (Plaza del Campillo actual).


Plaza del Campillo, Foto Los Ángeles ca 1967


Plaza del Campillo actual. Google Earth



¿Cómo se realizaban las técnicas decorativas?

En el siglo XVIII lo que se producía era eminentemente utilitaria para esa época, aunque también fabricaban piezas decorativas, y atendiendo a sus técnicas que presentaban sus cubiertas, las clasificaban en dos grupos:

- Barro tosco: con decoraciones sobre la pieza aún húmeda en forma de incisiones, digitaciones o aplicaciones.


Cántaros en barro tosco


- Barro vidriado: con superficies brillantes, a base de plomo y estaño lo que daba lugar a dos tipos de cubiertas “plumbíferas y estanníferas” que podían extenderse al exterior e interior de la vasija o tan solo a su interior.

 

Izquierda: orza en barro vidriado interior y exterior. Derecha: vasija de barro vidriado en su interior


Las cubiertas plumbíferas, se obtenían mediante la mezcla de plomo, estaño en pequeña proporción y sal, facilitando un acabado denominado vedrío o vidrio, de superficies cristalinas, mostrando bien una cubierta transparente, o bien podrían presentar tonalidades distintas si al vedrío se añadían óxidos metálicos como el antimonio para el color amarillo melado, el cobre para el tono verde y el manganeso para los colores morados y/o negros. Siendo los tonos amarillo melado y el cobre los más utilizados.

Las cubiertas estanníferas, monocromas o polícromas, presentaban calidades diferentes dependiendo de la cantidad de estaño empleado, ya que a mayor cantidad de este mineral, más blanca y opaca resultaba su superficie.

Los motivos decorativos, roleos, palmeras, puntos, aplicados en las piezas los realizaban manualmente con pinceles.


¿Cómo era la cocción del barro?

Existe poca información al respecto de cómo eran los hornos de cocción del barro en los antiguos alfares, y al parecer presentaban una planta circular y dos cuerpos superpuestos en altura, con una cámara inferior o caldera situada bajo el nivel del suelo, provista de una pequeña boca, para introducir la leña y/o carbón para dar calor, y una cámara alta, destinada a la cocción de las piezas, que se encontraba abierta por su parte superior. Su techumbre se componía de distintos arcos cruzados por cuyos orificios se eleva el calor hacia el cuerpo superior.

Las piezas dentro del horno se insertaban en crudo para su cocción, no existiendo complicación en cuanto a su colocación, si se trataba de cocción de piezas de barro basto, pero sin embargo si se trataba de loza y además vidriada, se sometía a dos cocciones, una primera denominada “socochar o enjuaguetar”, en basto, y otra segunda, más meticulosa, puesto que las piezas deberán estar separadas entre sí, para evitar que al fundirse sus barnices se mezclasen o pegasen, para evitarlo se utilizaban ciertos utensilios, que realizaba el propio alfarero, como: atifles, sapillos o cobijas.

 

Atifles árabes en la Alcazaba de Málaga. Fotografía de Rama Wikimedia Commons

Una vez cargado el horno, se cubría su parte superior con tejones y restos de vasijas y daba comienzo la cocción que se prolongaría durante varias horas, operación arriesgada y difícil, debiendo estar dirigida bien por el propio alfarero o por oficiales experimentados.

En relación con los hornos de cocción, su régimen de propiedad de los mismos, tenían una doble modalidad. La mayoría de ellos pertenecían a diversas instituciones religiosas: parroquias, cofradías, conventos, Universidad, colegios o particulares que los arrendaban a los alfareros y tan solo en contadas ocasiones eran de propiedad privada.

El Catastro del Marqués de la Ensenada tenía registrados los siguientes hornos: 


HORNOS DE BLANCO

PROPIETARIO

ARRENDADO

CALLE

Real Clerecía de S. Marcos

Pablo Mendoza (Alfarero)

C/ de la Peña

Real Clerecía de S. Marcos

Juan Alonso (Alfarero)

Pozo Ilera

Convento de Mínimos

Manuel Mendoza (Alfarero)

C/ Arco

Cofradía Stmo. de S. Mateo

José Martín (Alfarero)

Pozo Ilera

Francisco Oropeso

Ventura García (Alfarero)

Plaza de los Novios

Vda. de D. Manuel Papatos

Juan Campano (Alfarero)

Fuera Pª de S. Spiritus

José García

José García (Alfarero)

Pozo Ilera

Julián de Cea

Ventura Mendoza (Alfarero)

 


HORNOS DE AMARILLO

PROPIETARIO

ARRENDADO

CALLE

Real Clerecía de S. Marcos

Santiago Periáñez (Alfarero)

Plaza Campillo, 4

Real Clerecía de S. Marcos

Bernardo Periáñez (Alfarero)

Plaza Campillo

Cabildo

Pablo de Huerta (Alfarero)

C/ Toro

Cofradía Stmo. de S. Mateo

Domingo de Huerta (Alfarero)

Plaza del Campillo

Cofradía Stmo. de S. Mateo

Juan Bautista Hdez (Alfarero)

C/ Cantimporro

Colegio de S. Ildefonso

Juan de Prada (Alfarero)

 

Pedro Mangas

Juan de la Iglesia (Alfarero)

Pozo Ilera

Manuel de Huerta

Manuel de Huerta (Alfarero)

C/ Peña, 2


HORNO DE ESCUDILLAS

PROPIETARIO

ARRENDADO

CALLE

Real Capilla de San Marcos

Martín Prieto (Alfarero)

Fuera Pta. Toro





¿Qué tipo de alfares existían?

La tipología de los alfares urbanos en el siglo XVIII, se dirigía hacia dos grandes líneas de fabricación, una consistente en fabricar una serie de utensilios de uso cotidiano, sin grandes ocupaciones estéticas, pero con una mínima calidad y otra línea consistente en un barro que se comercializaba no sólo en los mercados locales sino también en los regionales.

Las formas fueron evolucionando, a través del tiempo, de forma lenta, si se observa la documentación de siglos anteriores y posteriores. Se respetaron las mismas tipologías para identificar necesidades comunes: alimentarias, higiénicas, etc.

Las Ordenanzas Municipales, en el siglo XVII, recogían este aspecto sobre la producción local:

“Los cántaros que hicieren para Aguadores, sean de boca pequeña, y de cinco azumbres, poco más, o menos, y sellados con el sello de la Ciudad, pena de cien maravedís, para Ciudad Juez y Denunciador” (A.M.S. Ordenanzas Municipales. Año 1619. Libro Quinto Título XXVIII, 3ª.Sg.424, f.52)

Aunque la alfarería salmantina elaboraba calidades de loza fina, a lo largo del siglo XVIII fue acentuando su carácter popular, presentando, entonces, piezas de paredes gruesas, y acabados toscos en las cubiertas, lo que era objeto de denuncia por parte de algunos sectores empeñados en fomentar la riqueza del país.

La alfarería forastera, era la procedente de los centros alfareros de Talavera de la Reina, Alcora y Puente del Arzobispo y abastecía la demanda salmantina en sus necesidades de vajilla de mesa y cerámica decorativa.


¿Cómo se realizaba la comercialización y venta?

Todo el proceso de trabajo, incluida la distribución del producto, en la sociedad preindustrial estaba controlada por el artesano. Por ello la venta, en los pequeños alfares, era tarea, habitualmente, desempeñada por el propio alfarero. En los grandes talleres, en cambio, eran los arrieros o regatones los que realizaban la distribución del producto, comprando la mercancía, directamente en los obradores.

El volumen de producción se realizaba por medio de la venta ambulante, a la vez que se ampliaba el área de mercado.


Vendedor de botijos en el Corrillo. Guzmán Gombau


En relación con los precios, estos eran fijados por el poder municipal, y se veían incrementados en exceso por estos revendedores que compraban al por mayor en los alfares, para vender después al por menor obteniendo con ello un beneficio. Ante esto, el Ayuntamiento ordenará que sean los mismos alfareros los que vendan sus productos:

“Ningún vecino de esta Ciudad, pueda comprar en ella, ni cinco leguas en contorno de la Jurisdicción, para revender cosa de barro, ni vidriado, del que en ella se haga, sino que lo vendan los que lo hacen, pena de perdido, y seiscientos maravedís, para Ciudad, Juez y Denunciador” (A.M.S. Ordenanzas Municipales. Año 1619. Sg. P.52)

Para dar salida, exponer y vender la artesanía en Salamanca se celebraba un mercado semanal, casi siempre los jueves, al que acudían campesinos y artesanos, tanto de la ciudad como del contorno. Para estos vendedores ambulantes y forasteros el Ayuntamiento les tenía asignado un lugar correspondiente en la Plazuela de San Julián, en los denominados “Portales de Olleros”, donde sus soportales les servían de cobijo en los días de lluvia o sol.

 

Plaza de San Julián. Cándido Ansede


Pero desde mediados del siglo XVIII van a ser múltiples las ocasiones en las que los alfareros se dirigirán al Consistorio para solicitar su traslado a otro lugar, ofreciendo a cambio la entrega gratuita de cántaros para los incendios.

Reclamaban para su venta la cercana Plaza del Carbón, que estaba dedicada a tiendas forasteras y carros de carbón.

Después de un largo proceso, como se deprende de la documentación municipal consultada, finalmente en marzo de 1773 el Ayuntamiento concede, a los alfareros, el traslado de venta a la Plazuela del Carbón. 


Portales de San Antonio y plaza de la Verdura, antigua plaza del Carbón o de Carboneros.
Fondos Miguel de Unamuno. Fotografía de finales del siglo XIX


Los alfareros, por su parte, se obligaban a contribuir un año con 100 reales y otro con 200 cántaros para el Almacén de los Incendios.

Y en la Plaza del Carbón, más tarde de la Verdura, permanecieron vendiendo sus productos los alfareros salmantinos hasta la extinción de sus alfares, en el primer cuarto del siglo XX.

En la actualidad, la Feria Internacional de Alfarería y Cerámica Ciudad de Salamanca, regresa a la Plaza de Los Bandos, donde se muestra lo mejor de la alfarería típica popular y de la cerámica sin dejar atrás la innovación.


Platos de cerámica salmantina, colección particular.  La Crónica de Salamanca

Cerámica de Salamanca del Siglo XVII, Casa de los Abarca-Alcaraz (museo de Salamanca)
La Crónica de Salamanca

Siglos XVI-XIX Cerámica de Salamanca, museo de Salamanca.
La Crónica de Salamanca

Siglos XVI-XIX, diferentes localizaciones (museo de Salamanca).
La Crónica de salamanca

Diversos recipientes de barro tosco (colección privada).
La Crónica de salamanca

Esta feria, está organizada por la Federación Interregional de Alfareros (FINRAL), en colaboración con el Ayuntamiento de Salamanca, y reúne a una treintena de expositores que representan lo más destacado de la profesión a nivel nacional e internacional, que puede visitarse todos los años.

 

48º Feria Internacional de Alfarería y Cerámica en la Plaza de los Bandos junio 2023.
La Crónica de Salamanca

La 47 Feria Internacional de Alfarería y Cerámica en la Plaza de los Bandos junio 2022.
Redacción Salamanca Diario

Obra de la alfarería de Tomás Pérez, Alba de Tormes

Obra de la alfarería de Tomás Pérez, Alba de Tormes 





BIBLIOGRAFIA:

Alonso Charo. SALAMANCA AL DIA.es, LA HUMILDAD DE UN OFICIO OLVIDADO. Rosa María Lorenzo, custodia de la memoria. 05/11/2022

Ayuntamiento de Alba de Tormes. Presentada la programación de la Feria del Barro en Alba de Tormes. 29/09/2024

Ayuntamiento de Salamanca. Sala de Prensa. La Feria del Barro reúne un año más lo mejor de la alfarería popular en la Plaza de los Bandos. 10/08/2018

Feria de alfarería y cerámica en la Plaza de los Bandos de Salamanca. Galería fotográfica. Redacción Salamanca Diario 10/06/2022

Hermanos de Armas. Asociación Cultural de Reconstrucción Histórica. Historia de la cerámica española.

Jiménez Roberto. “Ver terminada una pieza y que sea perfecta es lo más gratificante de ser alfarero. Alba de Tormes”. SALAMANCA AL DIA.es. 09/02/2024

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