Sepulcro de Doyagüe en la capilla de santa Catalina de la catedral de Salamanca. Fotografía de 1900, publicada en "la Basílica Teresiana" |
No vamos a tratar de la vida y de la extensa obra del eminente músico salmantino don Manuel José Doyagüe Jiménez, suficientemente conocidas, sino de sus últimos años ya en declive hasta su fallecimiento y las posteriores circunstancias que siguieron a su desaparición.
Nacido en Salamanca el 17 de febrero de 1755, comienzan los síntomas que le llevarían a la tumba, en marzo de 1835, cuando pide al Cabildo que por sus achaques y la frialdad de la iglesia se le cuente de gracia hasta que le permitan asistir a sus obligaciones como Maestro de Capilla de la Catedral, sustituyéndole entretanto su amigo el organista Francisco Olivares.
En 1839 vuelve a insistir en que su avanzada edad de 83 años, junto son sus achaques y la frialdad de la iglesia le impide asistir a las Juntas de los Señores Seises. (Componían este grupo dos dignidades, dos canónigos y dos racioneros). Pasaba los días inmóvil, postrado en un sillón, con la mente nublada y la mirada perdida. Se cuenta que en una de las visitas a la vivienda del músico de su amigo el maestro de música Piñero, en la calle de Acre, junto al Patio Chico de las Catedrales, tocó algunas composiciones desordenamente para probar al maestro y éste reaccionó pidiendo que lo expulsaran. Se apaciguó tan pronto como escuchó tocar magníficamente “La Extranjera” de Vincenzo Bellini, según unos o “L´elisir d´amour” de Gaetano Donizzeti, según otros y alguna de las obras del maestro, siguiéndolas rítmicamente con sus pies y manos marcando el compás y entonando con su débil voz el “Parce mihi Domine” de su Oficio de Difuntos y abriendo los ojos expiró a las seis de la tarde del domingo 18 de diciembre de 1842.
Imagen de Manuel José Doyagüe perteneciente al fondo fotográfico del Archivo de la Catedral de Salamanca |
El Cabildo se encargó de los actos para el sepelio, siendo Obispo don Agustín Lorenzo Varela y Temes y tras recibir el certificado de defunción suscrito por el médico don Ignacio Montes, autorizando a que se le diera sepultura, se acordó que el entierro fuera en la mañana del día 19 de diciembre, después de Nona, sepultándose sus restos en el cementerio de Villa Sandín, en el nicho número 1 de la galería primitiva. Cuatro días después del entierro y según manifestaciones del Arcediano de la Catedral, testamentario de Doyagüe, legaba sus papeles de música a la Fábrica de la Catedral, haciéndose cargo de ellos el Racionero Sr. Losada.
En Sesión del Ayuntamiento celebrada bajo la presidencia del Alcalde don Antonio Crespo Rascón, el día 27 de enero de 1843 se toma el acuerdo de adquirir el nicho donde están depositados sus restos y que en ningún tiempo se pueda volver a enterrar en él cadáver alguno. Se acuerda también dar el nombre de Doyagüe a la calle donde vivió y que se abra una suscripción popular para costear una lápida de mármol donde con letras de oro quede grabada perpetuamente su memoria. Fueron los primeros suscriptores don Camilo Álvarez de Castro, don Benito Ramón Losada, don Manuel Feijoó Gutiérrez y don Santiago Tejero, discípulo de Doyagüe.
El día 26 de abril en la capilla del cementerio se ejecutó a toda orquesta su célebre “Oficio de Difuntos” y a continuación delante del nicho, la Corporación Municipal, acompañada de una representación del Cabildo que había sido invitado, le rindieron los honores correspondientes. Como elogio fúnebre el Procurador Síndico 1º don Salustiano Ruiz, catedrático de matemáticas de la Universidad, pronunció un emotivo discurso y después en caja de zinc se depositó en la urna la partitura del “Magnificat” a 8 con instrumental y órgano obligado por él compuesto, escrito de su puño y letra, en cuya portada podía leerse: “Es la superior de todas sus composiciones”. Se introdujo también el Oficio del Ayuntamiento con el Acuerdo y el discurso del Sr. Ruiz.
Se colocó sobre el sepulcro la lápida con la siguiente inscripción:
AL MERITO EMINENTE Y MODESTO.
A LA INSPIRACION RELIGIOSA Y PROFUNDA.
AL GENIO INMORTAL DE LA ARMONIA SAGRADA.
AL HIJO ESCLARECIDO DE SALAMANCA.
A DON MANUEL JOSE DOYAGUE,
PARA PERPETUAR SU MEMORIA.
EL ILUSTRE AYUNTAMIENTO CONSTITUCIONAL. AÑO DE 1843.”
Con la desamortización de Mendizábal, en 06/11/1836 los bienes eclesiásticos pasaron al Estado, a través del organismo Patronato Real y se barajó la posibilidad de convertir la basílica de san Francisco el Grande de Madrid en Panteón Nacional. Dada la cambiante política se olvidó la idea que se retoma en 1867.
Basílica de san Francisco el Grande de Madrid. G. Massiot & cie, ca. 1910 |
Reinando Isabel II, se acuerda la creación del Panteón Nacional de Políticos Ilustres y se llega a la confección de un listado inicial en el que de los 34 nombres que figuran solamente son políticos: Marqués de la Ensenada, Conde de Aranda, Juan de Lanuza, Jovellanos y Campomanes. Figura Doyagüe entre gran cantidad de escritores, artistas, humanistas o militares, con lo que se desvirtúa el proyecto inicial.
Es destronada el 18 de setiembre de 1868 y ejerce la Regencia el general Serrano cuando se inaugura, el 20 de junio de 1869 el Panteón Nacional de Políticos Ilustres en la iglesia madrileña de san Francisco el Grande, por lo que el día 2 de junio fueron exhumados en el cementerio salmantino los restos mortales del maestro Doyagüe, encontrando al abrir la caja, que por las malas condiciones del nicho, casi se había perdido el original del “Magnificat” que se depositó en su día. Se levantó por el escribano el Acta correspondiente, con asistencia del Gobernador Civil y las corporaciones populares. Los restos fueron llevados a la Casa Consistorial, escoltados por Voluntarios de la Libertad, encontrándose para recibirlos el Alcalde don Prudencio Muñoz Domínguez y al llegar se escuchó la voz de “Paso al Genio”, dada por el Gobernador Civil don Baldomero Menéndez, que presidía la ceremonia.
En el acto se escuchó el poema musical “Silencio” del marqués de Villalcázar, que conoció a Doyagüe en sus últimos días y del que guardó un excelente recuerdo.
¡Silencio! De esa tumba al levantar la losa la pura voz gloriosa del genio resonó. Y súbito se alzaron formándole doseles las palmas y laureles que un tiempo conquistó. Águila salmantina vuela a otro firmamento. Hoy digno monumento España te dará. Y aquí de tu arpa de oro armónico torrente obrando eternamente tu nombre ensalzará. |
El poeta salmantino Domingo Doncel y Ordaz, el 4 de junio de 1869, publica en el periódico “Adelante” el siguiente soneto:
En alas hoy de tu envidiable fama tus restos van, oh, músico divino, de tu querido pueblo salmantino a otra región que próvida te llama. Al trasponer el alto Guadarrama, logras dichoso en tu inmortal camino al arte abrir magnífico destino ya que en su historia genio te proclama. Eterno adiós a tus cenizas dando, tu excelsa patria inconsolable llora, los raudales del Tormes aumentando. La brisa del Zurguén murmuradora lleve siempre a Madrid en eco blando recuerdos mil del pueblo que te adora. |
Los restos serían trasladados por ferrocarril a Madrid, acompañados por una Comisión del Ayuntamiento integrada por don Manuel Gil Maestre, 4º Alcalde y don Sebastián Cerezo, Regidor Síndico. Llegados a Madrid, al igual que los demás que iban llegando fueron paseados con todos los honores hasta su depósito en la Basílica de Nuestra Señora de Atocha por la ciudad, siguiendo órdenes del ministro de Fomento, don Manuel Ruiz Zorrilla. El Acta de entrega fue firmada por el Gobernador Civil Juan Moreno Benitas, Ángel Fernández de los Ríos, Ventura Ruiz Aguilera, Tomás Rodríguez Pinilla, Álvaro Gil Sanz y Santiago Diego Madrazo.
La inauguración del Panteón Nacional de Políticos Ilustres en la iglesia madrileña de san Francisco el Grande, se celebró con una vistosa ceremonia trasladando en 12 carrozas fúnebres los restos de las personalidades que cumplían todos los requisitos, caravana que ocupó una longitud de 5 kilómetros. Las carrozas contenían los restos de: Juan de Mena, Garcilaso de la Vega, Alonso de Ercilla, Ambrosio de Morales, Juan de Lanuza, Francisco de Quevedo, Pedro Calderón de la Barca, Zenón de Somodevilla, Ventura Rodríguez y Juan de Villanueva.
Desfilaron con el acompañamiento de bandas de música, unidades del Ejército y de la Guardia Civil, estadistas, religiosos, políticos e intelectuales. Se dispararon 100 cañonazos y se encendieron 3 grandes lámparas en la Basílica a su llegada. En la fachada se inscribió en letras de oro: “España a sus preclaros hijos” y “Grandisimus altius”. Los féretros fueron depositados en las capillas.
En 1872, siendo Rector el sacerdote regular don Ignacio Oviedo, fue madurando la idea de que la Basílica dejase de ser edificio para usos civiles y volviera a ser religioso y recuperada por los franciscanos, en 1874 fueron devueltos a su origen los restos de las personalidades del Panteón.
Por lo que respecta al maestro Doyagüe se tropezó con el inconveniente de que sus restos no podían ser enterrados en el citado Panteón por no haber transcurrido cincuenta años desde su fallecimiento, fallo garrafal pues las condiciones se conocían desde el primer momento de la convocatoria. El cuerpo permaneció en la Basílica de Atocha olvidado, hasta que a finales de 1884 el prelado salmantino don Narciso Martínez Izquierdo comienza las gestiones, una vez aprobada la iniciativa por el Cabildo, para traer de nuevo los restos de Doyagüe a Salamanca, culminando con éxito pues regresaron por ferrocarril a las 8 de la mañana del 22 de diciembre del citado año, acompañados por el Capitular don Alejo Izquierdo y el Doctoral don Calixto Lajas, que habían custodiado los restos en una caja forrada de paño negro con galones de oro. Fue colocada en una carroza fúnebre sobre el paño mortuorio del Cabildo y comenzó el desfile, siguiendo los coches del Gobernador Civil, José González Serrano, Prelado, Cabildo, Universidad y resto de Corporaciones.
Llegado el cortejo fúnebre a la Catedral fue recibido por una Comisión del Cabildo, del Claustro universitario, del Seminario Conciliar, de la Real Capilla de san Marcos, del convento de padres Dominicos, del Colegio de Nobles Irlandeses y demás Autoridades. La caja fue depositada en el centro de la nave catedralicia, donde se levantaba el catafalco y sobre ella se colocó el autógrafo de una de sus obras. Las exequias comenzaron con el Oficio de Difuntos, siendo ejecutado a gran orquesta el 2º salmo “Príncipes”, por la Capilla de la Catedral y el Coro de Seminaristas. Siguieron las “Leccciones” de Doyagüe y la “Misa de Requiem”, también obra suya. La oración fúnebre corrió a cargo del canónigo Magistral y terminó el acto con un “Responso de difuntos” de Jaime Nadal, compuesto en 1831, dos años antes de conseguir la plaza de Maestro de capilla de la Catedral de Astorga, habiendo sido examinado por Doyagüe.
Concluidas las honras fúnebres el féretro fue depositado en la Capilla Dorada donde se rezó un responso. Recibe tal nombre la capilla por lo que brilla la lujuriante decoración de la policromía y dorados del altar, retablo, repisas, doseletes, estatuas, arcosolios y cuantos elementos se encuentran tras una artística reja, como pueden ser el coro, tribuna, órgano, púlpito, benditera o pila bautismal. Desentona de tanto dorado y policromado en estatuas de piedra de ángeles, patriarcas, profetas, sibilas, santos y virtudes sobre adornadas repisas, una representación terrorífica de la muerte en que se ve un esqueleto portando bajo el brazo izquierdo su propio ataúd y sobre el hombro derecho un sudario con listas horizontales. Colocado sobre el sexo aparece un batracio, significando la lujuria en la época del renacimiento. Debajo se encuentra la inscripción “Memento mori” y la figura mortuoria no se encuentra sobre repisas, como el resto de imágenes, sino sobre el vano de una oscura puerta.
El día 15 de enero del año siguiente se decidió trasladar los restos a la capilla de santa Catalina, conocida vulgarmente como del Canto, de la Catedral Vieja, donde durante tantos años impartiera sus clases el maestro Doyagüe y allí continuó el cajón olvidado, hasta la llegada del nuevo obispo de la diócesis, el padre Cámara.
El jueves 17 de diciembre de 1892, coincidiendo con el cincuentenario del fallecimiento del maestro Doyagüe se celebraron solemnes honras fúnebres en su honor a las 10 de la mañana en la Catedral, presididas por el Sr. Obispo padre Cámara revestido de pontifical, corriendo la oración sagrada a cargo del canónigo Magistral, cantándose a toda orquesta el “Oficio de Difuntos” del propio Doyagüe y el precioso salmo “Domine Deus meus in te speravi” compuesto por el organista de la Catedral don Miguel Arnaudas.
El Cabildo organizó una velada musical, el siguiente jueves 22 de diciembre a las 5 ½ de la tarde en el Paraninfo de la Universidad, que presidieron el Obispo de la diócesis, el Deán y el Cabildo catedralicio, con el siguiente programa:
PRIMERA PARTE 1º La Obertura de la ópera “Freyschutz” de Carl María von Weber. 2º Elogio de Doyagüe, discurso leído por el Maestro de Capilla don Mariano Zabala. 3º “Mirabilia” primer salmo de Doyagüe, con orquesta. 4º A la memoria de Doyagüe, poesía de Madrazo, leída por el seminarista Sr. Galbarriatu. 5º Himno austriaco (adagio) cuarteto de cuerda por los alumnos de la Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy. 6º Canto a Doyagüe poesía de don Esteban Fernández y González. 7º “El aprensivo”, coro a voces solas por la Capilla de la Catedral y Coro de Seminaristas, de C. Faust. SEGUNDA PARTE 1º “La Envidia” sinfonía con orquesta de Tomás Bretón. 2º Historia de un Miserere, leyenda tradicional de don José López Alonso, leída por don José García Revillo. 3º “Príncipes”, segundo salmo con orquesta de Doyagüe. 4º A mi madre, poesía del Sr. Fernández y González. 5º “El Alba”, melodía para orfeón de V. E. Aguayo. 6º Discurso final por el Excmo, y Rvdmo. Sr. Obispo. 7º Himno a Doyagüe a gran orquesta compuesto por el Maestro de Capilla don Pedro Martínez, sobre letra del Sr. Revillo. |
Los músicos de la ciudad actuaron desinteresadamente con objeto de allegar fondos para erigir un sepulcro, cuyo coste sería de 4.250 pesetas y el Cabildo aportó 125 pesetas, procedentes de la Masa Capitular. Iniciada la suscripción popular, el Cabildo contribuiría con 250 pesetas del Fondo de la Fábrica y con otras 250 pesetas de la Masa Capitular.
El 14 de setiembre de 1899 a las 10 de la mañana se efectúa la inauguración del mausoleo que contiene los restos del maestro Doyagüe y que ha sido ejecutado con arreglo al proyecto del arquitecto don Enrique María Repullés y Vargas (que se desentendió del proyecto) y quedó todo en manos del escultor Sr. Tarragó. Asisten al acto el Cabildo Catedralicio en pleno, una Comisión del Claustro Universitario y una representación del Ayuntamiento, que llega tarde a la ceremonia. Se cantó un solemne responso del maestro Calahorra por la Capilla de la Catedral y el Chantre don Juan Antonio Vicente Bajo se encargó de la oración sagrada.
El escultor Fernando Tarragó con sus modelos para la restauración de la fachada de la catedral de Salamanca. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando |
El sepulcro se construyó en mármol blanco aprovechando una ojiva de la capilla. En el arco apuntado se enmarca el medallón con la efigie del músico y se corona con una cruz apoyada en cardinas. Las archivoltas están constituidas por pequeñas molduras que alojan ramas de laurel y palmas emergiendo de una artística lira de la que penden varias filacterias con los nombres de algunas composiciones musicales del maestro Doyagüe. En la parte inferior un arcón de historiado herraje con dos cerraduras al final de una y griega, entre dos pilastrillas paralelepipédicas adornadas con círculos y bolas, y granadas en los tres soportes. En la parte alta de los soportes laterales 3 bolas y un arco trilobulado.
La arqueta lleva en su frente la leyenda DOYAGÜE y las fechas 1755 y 1842, años de su nacimiento y muerte, respectivamente, dentro de un rectángulo de sencilla moldura.
El 16 de agosto de 1899, terminadas la horas canónicas matutinas se trasladan los restos, contenidos en el arca de madera y se colocan en el sepulcro en una arqueta de zinc soldada, levantándose el Acta correspondiente que firman diversas personalidades, no encontrándose presente el Obispo por encontrarse enfermo fuera de Salamanca.
En 1904 falleció el padre Cámara y el Cabildo llegó a un acuerdo con sus testamentarios para pagar a medias la cantidad que aún se adeudaba al escultor Sr. Tarragó por la ejecución del mausoleo de Doyagüe.
Mausoleo de Doyagüe en la capilla de santa Catalina |
Detalle del Mausoleo de Doyagüe |
BIBLIOGRAFÍA
Historia de Salamanca.- Manuel Villar y Macías. Libro IX. 1975.
Doyagüe, claves de una leyenda.- Josefa Montero García. 2011.
El marqués de Villalcázar: aristócrata, musicólogo y compositor.- Josefa Montero García. 2013.
Salamanca, Revista de Estudios, nº 60.- 2016.
El Salmantino.- 29/IV/1843.
Adelante.- 04/06/1869 y 23/11/1879.
El Liberal.- 07/02/1891.
La Basílica Teresiana.- 15/04/1900.