Juanín, aristócrata conductor del coche de Piedrahita



Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00


D. Juan Trueba y Muñoz "Juanín" fotografiado en diciembre
de 1931 foto del semanario Crónica del 24 de enero de 1932



La reina María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, nacida el 27 de abril de 1806, 4ª esposa del rey felón Fernando VII, queda viuda el 29 de setiembre de 1833, a los 27 años y enamorada perdidamente del sargento de los Guardias de Corps, don Augusto Fernando Muñoz y Sánchez Punes y Ortega, natural de Tarancón, nacido el 4 de mayo de 1808, hijo de Agustín y Eusebia, estanqueros de dicha población, a los dos meses de viudedad le declara su amor el 18 de diciembre de 1833 en la quinta de Quitapesares, junto al Real Sitio de la Granja de san Ildefonso y le propone matrimonio, que llevan a cabo en secreto el día 28, a las 7 de la mañana, oficiando como testigo necesario del Sacramento el recién ordenado presbítero Marcos Aniano González, autorizado por el Nuncio de Su Santidad, el cardenal Francesco Tiberi, tras no pocas reticencias y por esta sola vez, en el Palacio Real. Fueron testigos el marqués de Herrera y Miguel López de Acedo. El novio había ingresado en el selecto cuerpo de Guardias de Corps por recomendación de su abuela paterna Eugenia Funes, nodriza de una hermana de Fernando VII, la infanta Carlota Joaquina.

Oficialmente se casan el 12 de octubre de 1844, actuando como testigo necesario del Sacramento el obispo de Córdoba don Juan José Bonel y Orbe, procapellán mayor de Su Majestad, en su Real Capilla, siendo testigos los cuñados Alejandro Mon y Menéndez y Pedro José Pidal, Ministro de Hacienda el primero y Togado del Tribunal Mayor de Cuentas el segundo. Previamente había sido nombrado Grande España y otorgado el título de Duque de Riánsares, al que se sumó más tarde el marquesado de san Agustín. Isabel II le ascendió a Teniente General de los Ejércitos Reales y le condecoró con el Toisón de Oro y la Gran Cruz de Carlos III. Le concedió el título de duque de Tarancón el 19/11/1847 y el vizcondado de Rostrollano el 02/06/1849.


María Cristina de Borbón-Dos Sicilias y Fernando Muñoz
y Sánchez con su hija María Cristina Muñoz y Borbón
fotografiados por Disdérí


Las filigranas que hubo de hacer la Reina Regente para ocultar los abundantes y sucesivos embarazos, pues oficialmente no estaba casada, pueden figurarse, con lo que la maledicencia popular se explayó cuanto pudo y la escrita, hasta donde la dejó la censura, que dejó en la calle a varios periodistas.

Fernando, exiliado en París con la Reina Madre (que no dejó de conspirar contra su hija mayor la reina Isabel II), murió en su casa de Le Havre, el 13 de setiembre de 1873 y está enterrado en Tarancón, asistiendo al sepelio su viuda desde Francia. María Cristina, fallecida el 22 de agosto de 1878 en Sainte-Adresse, fue inhumada en el Panteón de Reyes del monasterio de El Escorial.

Tuvieron 8 hijos de los que María Amparo, I condesa de Vista Alegre (1834), María de los Milagros, I marquesa de Castillejos (1835), Agustín, I duque de Tarancón, Grande de España y conde de Rostrollano (1837), Fernando María y María Cristina, I marquesa de la Isabela y I vizcondesa de la Dehesillla (1840), nacieron en España y Juan María, I conde del Recuerdo y I vizconde de Villarrubia (1840), Antonio, sin títulos, pues nació en 1842 y murió en 1847 y José María, I conde de Gracia y I vizconde de la Arboleda (1846), en París. Este último es el único que nació una vez casados legalmente sus padres.

A propósito de la abundante natalidad se acuño la estrofa de:

                   Clamaban los liberales

                    que la Reina no paría

                    y ha parido más Muñoces

                    que liberales había


También se decía: La Regente es una dama casada en secreto y embarazada en público.



Fernando María Muñoz y Borbón, nacido el 27 de abril de 1838 en Madrid, hereda el ducado de Riánsares y el marquesado de san Agustín en 1873 a la muerte de su padre y es reconocido como I conde de Casa Muñoz el 29/02/1848 y II duque de Tarancón en 1855, II vizconde de la Alborada el 02/06/1849 y II vizconde de Rostrollano en 1857 por fallecimiento de su hermano Agustín y Maestrante de Granada en 1844. Se casó el 11 de setiembre de 1861 en la iglesia de san Tirso el Real de Oviedo, con Eladia Bernaldo de Quirós y González Cienfuegos, (de la Casa de Santiago), nacida el 18 de febrero de 1839 en Oviedo, hija de José María Bernaldo de Quirós y Llanes, VII marqués de Campo Sagrado y de María Josefa Bernaldo de Quirós y González de Cienfuegos, VIII condesa de Marcel de Peñalba.

Fernando falleció el 7 de diciembre de 1910, en Somió y Eladia el 31 de marzo de 1909, en Gijón.


D. Fernando Muñoz y Borbón (Madrid, 27/04/1838 – Somió (Asturias), 7/12/1910), en dos imágenes muy distantes en el tiempo la primera de cerca de 1860 depositada en la biblioteca Nacional de Francia (Gallica) y la segunda a caballo en la madurez, extraída
del artículo del semanario La Crónica del 31 de enero de 1932 que atribuye la información gráfica del reportaje a Ansede y Juanes aunque como empresa comenzaron su trabajo en 1912 y por tanto no pudieron hacer los originales de muchas de las fotografías que aparecen. Tanto joven como maduro, tal como indica el autor en Crónica, D. Fernando imitó la elegancia de su amigo Eduardo VII, príncipe de Gales. 


Fue Fernando María más prolífico que sus padres, pues tuvo 11 hijos: María Cristina, marquesa de Somió y de Toca, (1862/1921), casada con Pedro José Sánchez de Toca y Calvo (1848/1937), Eladia, Fernando, (1864/1913), casado con Ana Cangas-Argüelles y López Dóriga, (1868/1941), María Josefa, religiosa del Sagrado Corazón, (1865/1947), Rita, vizcondesa de La Alborada y marquesa de Villa Marcilla, (1865/1942), casada con Luis María de Jáuregui y Aristeguieta (1859/1897), María del Consuelo, (1866/1947), casada con José Bernardo Acebal y Arada, (1871/1911), María de los Dolores, con Albert de Seré de Lanauza y Rivera Maroto Serrano, (1872/1959), José, (1868/1891), Juan Bautista, (1870/1943) duque de Taráncón y II conde de Casa Muñoz, casado con Ángeles Cañedo y González Longoria, II marquesa de la Rodrigo, (1870/1963), María de la Inmaculada, (1873/1914), casada con Mariano de Castro y Pinedo (1871/1926) y Genoveva (1875/1890).

La segunda, Eladia, nacida en Somió el 22 de marzo de 1863, fue educada con todos los refinamientos, aprendió idiomas, esgrima, equitación y piano. Existen varias fotografías en las que posa pulsando un arpa o abrazando un violín. Casada en mayo de 1886 con Joaquín Canga-Arguelles López Dóriga, ingeniero civil por la Universidad de Lovaina en el año anterior, fallece en junio de 1887 con 27 años y Eladia se casa en segundas nupcias con Juan Trueba y Torres, de la distinguida familia cántabra de los Trueba y Cosío en 1891.

Nace de este matrimonio Juan Trueba Muñoz en la calle Arriaza de Madrid en 1892, bautizado en la ermita de san Antonio de la Florida y dado que se trata del primer nieto es criado en el palacio de Montealegre de Somió en Gijón, junto a su abuelo Fernando María Muñoz y Borbón, hermano político, del famoso embajador de Rusia José María Bernaldo de Quirós, VI marqués de Campo-Sagrado, casado con su hermana María Cristina, empedernido cazador que se enfrentaba a cuerpo limpio con los osos, levantándolos a pulso y pasándolos a cuchillo, siendo la admiración de la corte cosaca y ganando varios premios de fuerza en París.

Imágenes publicadas en 1934 del Palacio de Motealegre o Quinta del Duque en Somió, así llamado por
haber sido propiedad del Duque de Tarancón y residencia habitual de la reina de España Doña María Cristina
cuando visitó Gijón. Están tomadas del grupo de facebook Gijón, a través del tiempo. La quinta fue adquirida
en 1933 por el ayuntamiento de Gijón para la instalación de una granja pecuaria, Estación Pecuaria Regional
de Asturias (la Pecuaria de Somió), que permaneció hasta 2005. Aún sin un destino definido, la finca continúa
en propiedad del ayuntamiento de Gijón y guarda algunos restos de la vieja quinta.


Otro hermano político, casado con su hermana María del Amparo, es el príncipe exiliado polaco Ladislao Czartoryski, cuyo hijo Augusto Franciszek Czartoryski y Muñoz, (1858/1893) conocido por “Gucio”, ingresa en la congregación salesiana fundada por san Juan Bosco, el que le aconseja personalmente y le impone el hábito. Fue beatificado el 25/04/2004 por el papa Juan Pablo II.


Juanín en su infancia. Imagen de La Crónica 1932/01/31


El abuelo de Juan le recomienda que estudie y le prepara para que sea como mínimo Grande de España, pero le tiran más los deportes y la conducción de automóviles y se afirma en la idea de que lo suyo es la construcción de aviones y la comprobación de motocicletas. A pesar de su fortaleza hercúlea y peso de 114 kg se le conoce cariñosamente por Juanín.


El montículo del “Castillín”, a comienzos del siglo XX. Laureano Vinck Archivo Vinck


Su abuelo, que le había construido, en obra de fábrica para que jugara una torre, semejante a las del ajedrez, denominada “El Castillín”, le permitió toda suerte de caprichos entre ellos el destrozo del primer automóvil en miniatura que pasó la aduana para su deleite, el hundimiento en el Cantábrico de la más fiel reproducción de un paquebote que se había hecho, construida en Gijón, hizo travesuras con los más hermosos perros que le regalaban a su abuelo, le enseñó a montar en los mejores caballos de sus famosas cuadras de Gijón, tuvo los mejores preceptores y viajó con él por Burdeos, Marsella, Niza, Génova, Venecia, Berlín, Bruselas, Londres, donde Eduardo VII le dedicó un retrato y no lo presentó en París, para que conociera a su tía abuela Isabel II, hasta los 10 años, cuando ya dominaba perfectamente el francés y podía dialogar con ella, pues en familia sólo se hablaba este idioma. Isabel II le regaló un uniforme de general español, hecho a su medida, que no se puso jamás, porque no quería ser general, sino ingeniero electricista.

Quiso su abuelo que se preparara para el ingreso en la Academia de Caballería y como Juan se negó en redondo, le retiró su protección y al haber fallecido ya su padre, fue llevado de nuevo con la familia cántabra, acogiéndolo su tía Clara Trueba, que no es la célebre pintora, casada con José Félix del Campo y de la Serna y fallecida en 1845, sino la hija de su hermano José María, del que existen pocas noticias.

Su tía quiere que se eduque en el mejor colegio en el que se exige uniforme de pantalón corto y Juan a sus 15 años, estatura 1,90 m y 90 kg de peso se niega. Abandona la protección de su tía y marcha a Piedrahita al abrigo de su madre, dándose la anécdota de que pone un telegrama a su madre diciendo que llegará en bicicleta desde el Barco de Ávila. Preocupada e impaciente, manda emisarios que vigilen su llegada, desdeñando los vigilantes los 3 que pasan, porque ninguno coincide con las señas que les han dado. Aparece sobre una flamante motocicleta, pesa 116 kg y se adorna con un abundante bigote. Llegó a pesar 125 kg por lo que acudía a los bailes pero jamás se lanzó a danzar en la pista, argumentando que con su facha de gigantón no emparejaba con ninguna moza.


Entrada de la casa de la madre de Juanín en Piedrahita.
Semanario Crónica 7 de febrero de 1932


El 17 de marzo de 1901, su madre se había casado de nuevo con Mariano Ovejero y Maury, hijo del compositor Ignacio Ovejero Ramos y de Emilia Maury de las Heras. Fue Juez de 1ª Instancia con destino en Cangas de Tineo a finales de 1906, Piedrahita en 1909, Posadas en 1911, Santa Fe, Chinchilla, Gergal y Valverde del Camino hasta 1913, Utrera en 1915 y posteriormente en Bilbao. Como su hermano Eduardo, aunque no tan famoso, ejerció de traductor. Denunciado por su vida privada, la Judicatura le abrió varios expedientes interiores y en 1923 fue destituido y causó baja en el Escalafón. La madre de Juanín se separó cuando su esposo ejercía en Piedrahita y allí se quedó, viviendo en la calle de la Confitería.


Tres imágenes de Juan Trueba y Muñoz que recoge el reportaje del Semanario Crónica escrito por Juan González Olmedilla. a la izquierda el "señorito español" hacia 1912, en el centro como "soldado de haber" y a la derecha con 25 años.


A los 20 años heredó de su abuelo una inmensa fortuna, calculada en 1 millón de pesetas, cantidad importante teniendo en cuenta el reparto de la herencia entre 11 hijos, caudal al que hay que sumar el abundante legado de su tía María de los Milagros, fallecida en 1903, que le quería entrañablemente y la herencia de su tía Clara, que le dejó un palacete en la Montaña y 400.000 pesetas.

Fue “soldado de haber” pues no quiso utilizar el privilegio que existía para los pudientes de ser “soldado de cuota” y que otro hiciera “la mili” por él.

Se da la circunstancia de que uno de los primeros lugares que visita con su nuevo coche “Alfonso XIII” de carreras, es Tejares para la inauguración de su plaza de toros el 11 de mayo de 1913, construida a instancias del marqués de Llén, en corrida con toros de don Antonio Pérez Tabernero (antes Gama) y la actuación de los hermanos “Bombita”, Ricardo y Manuel Torres.

Avezado cazador organizaba partidas en las que corría con todos los gastos y repartía con las familias modestas las piezas sobrantes. También lo hacía con la pesca apostando por el refrán de que “no se pescan truchas a bragas enjutas”.

Son legendarias sus proezas gastronómicas, entre las que destacan:

Se comió de una sentada el cocido de 6 personas. En otra ocasión se echó al coleto 8 kilos de bacalao, pero, eso sí, regado con unos buenos litros de cerveza. Una noche, entre las diez y las dos de la madrugada trasegó una caja entera de botellas de cerveza con 32 litros en total. Una mañana en Villatoro, desayunó 25 huevos fritos, acompañados de un chorizo. Cuando al salir del Casino aterrizaba en el Ventorro del Loro no salía de él hasta que dejaba al ventero sin existencias. En el Barco y en el espacio de tres meses, junto a otros 4 chóferes de las camionetas de servicio, terminaron con 24 cerdos cebados.

Disfrutaba con sus amigos de cuantas Ferias había en que se lidiaran toros prestando su escudería de media docena de coches y motos y al iniciar la marcha advertía que está todo pagado, incluso el entierro de primera, si nos matamos en el camino.

Su amigo Antolín Santiago Crisóstomo hace un comentario sobre lo malo que era el recuelo que tomaban en la tertulia del café de Piedrahita y Juan coge a toda la cuadrilla y se montan en su coche para tomar un excelente café en Madrid. Entre Las Matas y Las Rozas, por excesiva velocidad, se estrella contra un árbol y se fractura una pierna, el alguacil Ramón Lorenzo Guzmán, “El Gallo”, que era su fiel escudero y le seguía a todas partes, quedó maltrecho en la cuneta y Antolín resultó muerto. A “El Alguacil” alguien le tachó de criado de Juanín y éste le salió al paso diciendo que él no tenía criados, tenía amigos.

Recorrió de nuevo Europa entera en automóvil, siempre rodeado de amigos, muchos amigos, que disfrutaban de su largueza y prodigalidad. Estuvieron todo un mes en el hotel Danieli de Venecia que cerró para él y sus amigos. Aficionado a la ruleta, perdió mucho dinero en las salas de juego, pero nada en comparación con la desmesura del despilfarro con los amigos.

De carácter abierto y don de gentes, frecuentó muchas mujeres, raptando a una casada en 1915 y camino de París, en uno de sus coches a más de 100 km por hora, chocó contra un árbol muriendo la dama. Al despertarse en el hospital comprobó que no le quedaba dinero para pagar los gastos, pues estaba totalmente arruinado.



Nunca pasó por su imaginación reivindicar alguno de los numerosos títulos nobiliarios que ostentaron sus familiares más cercanos. Cuando baja del pedestal, lejos de amilanarse, repuesto de las heridas, incluso huye de pedir ayuda a sus potentados familiares: duques de Tamames, marqueses de san Agustín, de Somió, de Riánsares, Vizcondes de la Alborada, etc. e inicia nueva vida comenzando a ganarse el sustento diario como experto conductor que era, manejando un coche de alquiler que sitúa a las puertas de un hotel madrileño donde tantas veces se ha alojado y donde todavía los caballeros que le conocen le saludan con respeto, tocándose el ala del sombrero, cuando le ven cuidando con todo esmero y cariño el vehículo.

Se traslada a Salamanca y en 1917 ocupa un puesto de chofer en los autobuses de la línea Salamanca a Piedrahita, con parada en Alba de Tormes, que también ha obtenido la concesión del transporte del correo y tiene su salida y llegada en el Garaje de san Isidro, siendo administrador de la línea Jacinto Sánchez Blanco.


El Autobús a Piedrahita en su parada en Alba de Tormes.
Semanario Crónica 21 de febrero de 1932


Tiene que madrugar pues sale de Piedrahita a las seis para llegar a Salamanca a las siete y media y vuelve a las cuatro y media para llegar de nuevo a Piedrahita a las seis de la tarde. Gana 85 duros al mes y come modestamente en la Fonda del Boni por 2 pesetas. Se convierte en modelo de chofer correcto y competente, ganándose la estimación de todo el mundo. No falta nunca la palabra afectuosa y el pitillo ofrecido al viajero. Admite las propinas de los viajeros y de los encargos, pero tan pronto llegan a sus manos las reparte entre los chicuelos que merodean por el Garaje.

Se demuestra el cariño que le tiene la gente en la anécdota de que en la parada de Alba, en el “Figón de la Perdiz” (entre el río y la torre del Homenaje del castillo del Duque de Alba), si la demanda de plazas ha aumentado y hay que colocar un segundo vehículo, tiene que intervenir la Guardia Civil porque todo el mundo quiere subirse al coche que conduce Juanín.

En Piedrahita conoce a Nieves Álvarez, hija de un albañil, apodado “El Gallego” que será su esposa, con la que tiene un hijo y éste, muerto su padre, se traslada a Italia viviendo en Venecia con suma pobreza junto al Palacio “Cá Tron”, finca comprada por su padre pensando en pasar en ella los últimos días de su vida, pero que terminó embargada a consecuencia de la bancarrota, para ser adquirido posteriormente por la Universidad para su sede y más tarde hizo negocio con ella y otras de sus sedes, “Palazzo Penena” y “Cá Bachín” en 2011.


Juan Trueba y Muñoz y su esposa Nieves Álvarez.
Semanario Crónica 14 de febrero de 1932


Hizo siempre gala de buen humor y no le costó alternar con jóvenes de todas las edades. Vestía habitualmente el traje azul de mecánico, pelliza y bufanda y cubría su acentuada alopecia con boina bilbaína. No le importaba tener barba de varios días, pues el peluquero de Piedrahita que le atendía, no siempre se encontraba disponible.

Dispuesto a prestar su ayuda a todo el mundo, tan pronto conocía que algún aldeano se encontraba atascado en lo alto y tendría que pasar la noche sin salir del atolladero, le faltaba tiempo para subir y con su hercúlea fuerza y el tirón de los bueyes, que pudiera seguir adelante.

Cuando los disturbios por las subsistencias en 1918, fue llevado a hombros al Ayuntamiento para que presidiera la corporación, pero él se negó rotundamente y telegrafió al Gobernador Civil para decirle que ante la situación se hacía cargo pero que nombrara rápidamente un alcalde efectivo.

El periodista del semanario “Crónica”, Juan González Olmedilla, llegó a Salamanca con la misión de preparar una visita de Antonia Mercé “La Argentina”, que al saber que había en Los Villares de la Reina un anciano que conocía pasos antiguos del baile charro, quería recoger aquella tradición, a punto de perderse, para incorporarla a su repertorio. Es de suponer que el viejo charro sería el tamborilero Fulgencio Lozano, “el tío Gencio”, que utilizaba todavía la flauta de 3 agujeros y que en 1908 había dado clases a Amalia Molina, que lució por el mundo el folclore salmantino, incluido el traje de charra que compró en Salamanca y le costó 3.000 pesetas.

Sentado el periodista en el café “Novelty” pide al camarero que le facilite un taxi para llegar hasta el pueblo y éste avisa a Juanín, que aprovecha los días de descanso para ejercer como taxista. Hechas las presentaciones inquiere el periodista cuanto será el importe del desplazamiento y Juanín, enterado de la misión, le dice que le lleva gratis. Protestas del plumilla amenazándole con llamar a otro taxista y contestación del camarero de que no lo haga porque ninguno querrá hacer la carrera sabiendo que ha estado en tratos con Juanín.

Queda en recogerle a las 6 de la mañana y desayuna con él en la hostería vasca 13 huevos fritos. En la discusión por el pago, el argumento de Juanín es que no hay paridad entre lo que yo como y el gasto que hace un cristiano.

A las 8 le deja en Los Villares y como la vuelta será a las 6 de la tarde, le pide permiso para volver a Salamanca, porque ha de llevar al médico que atiende a un niño a 30 km. A las 6 de la tarde regresan a Salamanca y el periodista, impresionado por la personalidad del taxista se propone escribir sobre él. Y lo hace con motivo de su próximo fallecimiento.

Fallece en Salamanca el 12 de enero de 1932 a consecuencia de una bronconeumonía, seguida de colapso. Se contaron de él infinidad de hazañas, calaveradas, locuras, pero jamás que cometiera una indignidad. Fueron sus últimas palabras: ¡Por Dios os pido que no hagan honores ridículos a mis restos! Bastante tengo con que llore todo Piedrahita…¡Es una pena morir cuando se tienen tantos y tan buenos amigos en el pueblo!

Su viuda razonaba: Ha sido el hombre más mujeriego, más bebedor y más jugador del mundo, pero no tuvo más novia que yo; vamos, lo que se dice novia. El noviazgo duró año y medio y vivieron en una casa amplia, de dos plantas y con un huerto contiguo que cultivaba Juanín, en la calle de la Confitería.

Cuando murió Juanín su madre marchó a Madrid, a casa de unos parientes y de regreso a Somió a la casa paterna solamente le sobrevivió hasta el 3 de junio de 1933.







BIBLIOGRÁFICA

Semanario Crónica.- 24 y 31 de enero y 7, 14 y 21 de febrero de 1932. Juan González Olmedilla.

El Adelanto.- 13 y 20 de enero de 1932. Mariano de Santiago Cividanes y Ubaldo González, respectivamente.

Diversas publicaciones sobre genealogía

Blog.- Nueve imágenes con jardín: Gijón en Venecia. Luis García Martín.