Ramón Reyes Pérez nació en Robliza de Cojos, siendo sus padres Mauro y María y sus hermanos Elvira, Gerardo, Cristeta y Benita. Muy joven emigró a Salamanca colocándose de cochero en casa de los padres de don Luis Maldonado, que vivían en el corralón denominado calle de Padilla, junto a la iglesia de los Carmelitas y al principio conducía la berlina familiar, tirada por las mulas Generala y Manchega, sustituyendo en el pescante al viejo mayordomo Perantón y al cochero señor Luis. Autodidacta, recopiló y puso por escrito cuantos romances iba conociendo y luego formó una colección con los que compraba a los ciegos y en las librerías, doblados y sin encuadernar, formando un grueso volumen con solo tapa posterior, pues iba cosiendo los últimamente adquiridos con hilo y aguja. Llegó a tener más de 200 coplas y romances.
El 23 de noviembre de 1901, Maldonado entrega a don Ramón Menéndez Pidal una serie de 5 romances y espera remitirle otros tomados de viva voz, cosa que hace al serle facilitados por su cochero, gran conocedor de tonadas y romances de la tierra, manuscritos por él mismo, que le recita y canta “Gerineldo”, “La Condesita” y “Los mozos de Monleón”. El 11 de febrero de 1904 Maldonado pone en comunicación a Menéndez Pidal con Dámaso Ledesma y éste le ofrece las versiones de “El Conde Niño” y “Los Mozos” que había recogido en la dehesa de Izcala, cuando Ramón Reyes es ya “choufeur” de la familia Eloy Lamamie de Clairac y Bermúdez de Castro, casado con Ramona Romero del Teso.
Luis Maldonado en 1900. Antología de las obras de don Luis Maldonado 1928
Ramón Menéndez Pidal. Nuevo Mundo 24-10-1902
En “Folklore o Cancionero Salmantino” de Dámaso Ledesma, premiado en 1907 por la Real Academia de Bellas Artes de san Fernando aparece por primera vez impreso el romance de “Los mozos de Monleón”. La parte literaria del texto está recogida en Robliza de Cojos en la voz de Ramón Reyes y la música, tomada en el Villar de los Álamos, aparece nuevamente en la sección musical. Son de Ramón Reyes, “Pastor que estás enseñado”, “Cuando una madre”, “La Galuchona”, “Alborada”, “La Narbola”, “Marianita Pineda”, “Doña María del Laurel”, “Querida madre al despedir” y “El Conde Gerineldo”.
Dámaso Ledesma El Adelanto 24 de noviembre 1906
César Morán en una fotografía de una web de Rosales (León)
Ramón Reyes vuelve a ser informante del investigador César Morán Bardón en su obra “Poesía Popular Salmantina. Folklore”, editada en 1924. En el homenaje de agradecimiento el autor, dice: “A todas aquellas personas que, respondiendo generosamente a mis llamamientos, me han ayudado en la faena de recoger las producciones de la Poesía Popular Salmantina dedico este tomo, quizá el primero de una serie. Tras una larga lista de personas el último a quien muestra su agradecimiento es:… a D. Ramón Reyes, de Salamanca”.
La popularidad del romancede los mozos de Monleón se acrecienta cuando lo conoce Federico García Lorca, que decide hacer una versión para canto y piano, siendo “La Argentinita” la primera persona que registrará el romance en disco gramofónico, alternando recitación y canto, acompañada al piano por el propio Lorca en 1931.
Hasta 1935 no publica don Ramón Menéndez Pidal su extensísimo “Romancero Tradicional” en el que aparece la versión de “Los mozos de Monleón”, recogida en 1901 y del que presenta dos versiones, además de “El Conde Gerineldo”. Publica hasta 45 textos inéditos de Salamanca.
Con frecuencia se ha oído hablar de “Las querellas del ciego de Robliza” (Leer), pero a lo más que se llega es a que con ese romance fue embromado don Miguel de Unamuno por parte de don Luis Maldonado, sin que se conozca la génesis de tal broma y que las escribe en una sola noche con la ayuda de su cochero Ramón Reyes.
Unamuno a todas horas leía a sus compañeros de tertulia versos del poema popular gauchesco “Martín Fierro”, quejándose de que en España no hubiera quien se le pareciera. Ante tanta insistencia Luis Maldonado dice al grupo de amigos que iba a componer un “Martín Fierro” charro para pegársela con él, se fue a casa, en el corralón de los Carmelitas de la calle de Zamora y en una noche, de un tirón y con la ayuda de su cochero Ramón Reyes Pérez, le salió del alma la primera parte de las “Querellas”. Para “vestir el muñeco” ante Unamuno solo tuvo que presentar las credenciales de su criado, gran conocedor de tonadas y romances de la tierra que tenía manuscritos por él mismo y que ayudó a don Dámaso Ledesma con los de “Gerineldo”, “La Condesita”, y “Los Mozos de Monleón”, cuya parte literaria está recogida en la voz de Ramón Reyes, en Robliza de Cojos, de donde era natural. Maldonado, para hacer más verosímil el romance hace la concesión de citar los pueblos del entorno: “Canillas, Pagos, Calzada, / La Cabeza, Quejigal, / Carnero, Cojos, Robliza, / Carreros y la Enajara”.
Dice Unamuno: “Mi amigo Maldonado me vino con la buena nueva de haber topado a un Martín Fierro charruno, de haber descubierto en este hermoso campo de Salamanca, en plena charrería, en Robliza en fin, un ciego autor de unos cantares que había él recogido de boca de su criado. Acto seguido me leyó el romance del ciego, sacándome de mis casillas, bien es cierto que llovía sobre mojado… Sin ponerlo al igual del Martín Fierro, eso no, me deshice en elogios al ciego y sus querellas, emprendiendo al punto la tarea de persuadir a Maldonado de la importancia de su descubrimiento y de la excelencia del romance. Cuando Maldonado me vio más exaltado, sonrió con aire de triunfo, me miró y me dijo: Pues mire usted, no hay tal ciego de Robliza, es una broma que he querido darle, el ciego soy yo”. Se encarga Unamuno de prologar la publicación en marzo de 1894 y en él nos dice: “Hubo quien propuso se jugara al público la misma pasada que a mí… pero se optó por publicar las querellas en edición numerada, no vendible, y destinada a ser repartida entre los amigos y gentes de buen gusto y discreción probada”.
En justa reciprocidad Unamuno dedica un romance a Luis Maldonado, que finaliza: “¡Oh, buen ciego de Robliza / que te brotaron del alma / como de una fuente viva, / del tío que llevas dentro, / del otro ciego con vista!”.
Ramón Menéndez Pidal dice a Unamuno: “Muchas gracias por su nuevo favor enviándome las Querellas del ciego de Robliza, que tanto deseaba poseer por sus versos, por su prosa y por su lenguaje”. Su extensísimo “Romancero” en el que aparece la versión de “Los Mozos de Monleón”, recogida en 1901 por Luis Maldonado, no aparece hasta 1935.
El 25 de setiembre de 2013 Alberto Estella imita el habla de las “Querellas” en un romance, que termina: “Al de Robliza imitar / quiero mi copla cantando, / que quedó ciego y decía: / Ahora vivo querellando / consuélame el querellar”.
La III Condesa de Crespo Rascón, doña Saturnina Luisa Bermúdez de Castro Sánchez Ventura, casada con don Joaquín María Pastorts y Mateo, Ingeniero de Montes, que fallece en 1911, adquiere en el establecimiento de Ramón P. Moneo, de la Plaza del Corrillo, el 8 de octubre de 1912, un coche marca Ford, que es matriculado el 13 de abril de 1913 como SA-50, para poder circular por todas las carreteras de España.
El 12 de abril de 1913 la Jefatura de Obras Públicas concede autorización para guiar coches-automóviles a don Ramón Reyes Pérez, después de las suficientes pruebas de aptitud.
El 13 de diciembre de 1912 conduciendo el automóvil recién comprado, Ramón Reyes tuvo un accidente en la Glorieta, volviendo de la dehesa de Izcala, al colisionar con un carro de peones camineros, muriendo una caballería, con heridas otra y quedando el carro completamente destrozado. No hubo desgracias personales.
El 15 de mayo de 1917 se celebra en la Plaza Mayor la bendición de los autos y se presentan 44 ejemplares, entre ellos, un Peugeot 12 x 15 matrícula SS-681, conducido por el chofer de la familia, Ramón Reyes, presente también en el banquete que se celebra en el restaurante Fornos. Dado que Eloy ha fallecido justamente el mismo día de san Isidro de 1913 y Ramona el 18 de enero de 1916, Ramón Reyes es ahora el chofer de la señorita Teresa, hija de ambos, afectada de poliomielitis desde niña e imposibilitada en silla de ruedas.
Casona de la marquesa de Crespo Rascón en la calle Bermejeros, derribada en 1966
Vive en la casona de la calle de Eloy Bullón, 32, (hoy Bermejeros) y en la finca de Izcala, al amparo de la III Condesa de Crespo Rascón, doña Saturnina Luisa Bermúdez de Castro Sánchez Ventura.
Nuevamente presta sus servicios Ramón Reyes a don Aníbal Sánchez Fraile, para el “Nuevo Cancionero Salmantino” de 1943, pero a través del citado mamotreto de pliegos de cordel, que había heredado el hermano político Fernando Pérez, (casado con su hermana Elvira), sastre de otro Fernando Pérez, patriarca de la saga de los Pérez Tabernero: Antonio, Alipio, Graciliano y Argimiro, del que extrae la versión de “La Oración de los pajaritos de san Antonio”.
Aníbal Sánchez Fraile con el tamborilero Nicomedes de Castro Alonso. Fotografía en el blog La Alberca en sus tradiciones
El “libro”, al fallecimiento de Fernando, pasó a su hijo Bienvenido, compañero de pupitre de don Aníbal, nacido en Robliza de Cojos y de cuya escuela fue maestro su padre, don Miguel. Desde el fallecimiento de Bienvenido en 1992, el mamotreto se encuentra en ignorado paradero.
Falleció Ramón Reyes en la casona blasonada de Bermejeros, 32, el 11 de febrero de 1929, enorme residencia cuya trasera lindaba con la calle de La Alberca, desapareciendo con la construcción de la Gran Vía: un amplio patio, las viviendas del portero y del chófer, (ya su sobrino carnal Desiderio Pérez Reyes, que casó con Aurora López criada de la casa), la amplia vivienda con capilla particular, sala artística donde funcionó el “Teatro del Reló”, para aficionados de la buena sociedad, de don Joaquín María Pastorts y garaje. El 12 de febrero de 1929 Ramón fue enterrado en el cementerio salmantino en la zona 1, serie L 10 y la viuda, Manuela González López, pasó a residir en la calle del Jesús, frente a la de Pan y Carbón. Su hermana Elvira había fallecido 12 días antes.
Sepultura familiar en el cementerio salmantino zona 1, serie L 10 donde se encuentra enterrado D. Ramón Pérez Reyes.
Al derribarse la casona de Bermejeros en 1966 los dos escudos nobiliarios existentes fueron trasladados a la pared del edifico nº 17 de la calle de Bordadores, junto al convento de las Ursulas, que se estaba construyendo.
Romances facilitados por Ramón Reyes:
Entregas de Luis Maldonado a Ramón Menéndez Pidal.
—Gerineldo, Gerineldo, paje del rey más querido, quién te tuviera esta noche en mi jardín florecido. Válgame Dios, Gerineldo, cuerpo que tienes tan lindo, —Como soy vuestro criado, señora, burláis conmigo. —No me burlo. Gerineldo, que de veras te lo digo. —¿Y cuándo, señora mía, cumpliréis lo prometido? —Entre las doce y la una, que el rey estará dormido. Media noche ya es pasada. Gerineldo no ha venido. «¡Oh, malhaya, Gerineldo, quien amor puso contigo!». —Abráisme, la mi señora, abráisme, cuerpo garrido. —¿Quién a mi estancia se atreve, quién llama así a mi postigo? —No os turbéis, señora mía, que soy vuestro dulce amigo. Tomáralo por la mano y en el lecho lo ha metido; entre juegos y deleites la noche se les ha ido, y allá hacia el amanecer los dos se duermen vencidos. Despertado había el rey de un sueño despavorido. «O me roban a la infanta o traicionan el castillo». Aprisa llama a su paje pidiéndole los vestidos: «¡Gerineldo, Gerineldo, el mi paje más querido!». Tres veces le había llamado, ninguna le ha respondido. Puso la espada en la cinta, adonde la infanta ha ido; vio a su hija, vio a su paje como mujer y marido. «¿Mataré yo a Gerineldo, a quien crié desde niño? Pues si matare a la infanta, mi reino queda perdido. Pondré mi espada por medio, que me sirva de testigo». Y salióse hacia el jardín sin ser de nadie sentido. Rebullíase la infanta tres horas ya el sol salido; con el frior de la espada la dama se ha estremecido. —Levántate, Gerineldo, levántate, dueño mío, la espada del rey mi padre entre los dos ha dormido. —¿Y adonde iré, mi señora, que del rey no sea visto? —Vete por ese jardín cogiendo rosas y lirios; pesares que te vinieren yo los partiré contigo. —¿Dónde vienes, Gerineldo, tan mustio y descolorido? —Vengo del jardín, buen rey, por ver cómo ha florecido; la fragancia de una rosa la color me ha devaído. —De esa rosa que has cortado mi espada será testigo. —Matadme, señor, matadme, bien lo tengo merecido. Ellos en estas razones, la infanta a su padre vino: —Rey y señor, no le mates, mas dámelo por marido. O si lo quieres matar la muerte será conmigo.
Versión en "Flor nueva de romances viejos". Ramón Menéndez Pidal
Grandes guerras se publican en la tierra y en el mar, y al conde Flores le nombran por capitán general. Lloraba la condesita, no se puede consolar; acaban de ser casados, y se tienen que apartar: —¿Cuántos días, cuántos meses, piensas estar por allá? —Deja los meses, condesa, por años debes contar; si a los tres años no vuelvo, viuda te puedes llamar. Pasan los tres y los cuatro, nuevas del conde no hay; ojos de la condesita no cesaban de llorar. Un día, estando a la mesa, su padre la empieza a hablar: —Cartas del conde no llegan, nueva vida tomarás; condes y duques te piden. te debes, hija, casar. —Carta en mi corazón tengo; que don Flores vivo está. No lo quiera Dios del cielo que yo me vuelva a casar. Dame licencia, mi padre, para el conde ir a buscar. —La licencia tienes, hija, mi bendición además. Se retiró a su aposento llora que te llorarás; se quitó medias de seda, de lana las fue a calzar; dejó zapatos de raso, los puso de cordobán; un brial de seda verde, que valía una ciudad, y encima del brial puso un hábito de sayal: esportilla de romera sobre el hombro se echó atrás; cogió el bordón en la mano, y se fue a peregrinar. Anduvo siete reinados, morería y cristiandad; anduvo por mar y tierra, no pudo al conde encontrar; cansada va la romera, que ya no puede andar más. Subió a un puerto, miró al valle, un castillo vio asomar; «Si aquel castillo es de moros, allí me cautivarán; mas si es de buenos cristianos, ellos me han de remediar». Y bajando unos pinares, gran vacada fue a encontrar: —Vaquerito, vaquerito, te quería preguntar ¿de quién llevas tantas vacas, todas de un hierro y señal? —Del conde Flores, romera, que en aquel castillo está. —Vaquerito, vaquerito, más te quiero preguntar del conde Flores tu amo, ¿cómo vive por acá? —De la guerra llegó rico; mañana se va a casar: ya están muertas las gallinas, y están amasando el pan; muchas gentes convidadas, de lejos llegando van. —Vaquerito, vaquerito, por la Santa Trinidad, por el camino más corto me has de encaminar allá. Jornada de todo un día, en medio la hubo de andar; llegada frente al castillo, con don Flores fue a encontrar y arriba vio estar la novia en un alto ventanal. —Dame limosna, buen conde, por Dios y su caridad. —¡Oh, qué ojos de romera, en mi vida los vi tal! —Sí los habrás visto, conde, si en Sevilla estado has. —La romera ¿es de Sevilla? ¿Qué se cuenta por allá?, —Del conde Flores, señor, poco bien y mucho mal. Echó la mano al bolsillo, un real de plata la da. —Para tan grande señor, poca limosna es un real. —Pues pida la romerica, que lo que pida tendrá. —Yo pido ese anillo de oro que en tu dedo chico está. Abrióse de arriba abajo el hábito de sayal: —¿No me conoces, buen conde? Mira si conocerás el brial de seda verde que me diste al desposar. Al mirarla en aquel traje, cayóse el conde hacia atrás. Ni con agua ni con vino no lo pueden recordar, si no es con palabras dulces que la romera le da. La novia bajó llorando al ver al conde mortal; y abrazando a la romera se lo ha venido a encontrar. —Malas mañas sacas, conde, no las podrás olvidar; que en viendo una buena moza, luego la vas a abrazar. Malhaya, la romerica, quien te trajo para acá. —No la maldiga ninguno, que es mi mujer natural. Con ella vuelvo a mi tierra; adiós, señores, quedad; quédese con Dios la novia, vestidica y sin casar; que los amores primeros son muy malos de olvidar.
versión en "Flor nueva de romances viejos" Ramón Menéndez Pidal
Los mozos de Monleón se fueron a arar temprano para ir a la corrida y remudar con despacio; al hijo de la veyuda el remudo no le han dado. -Yo a la joriza he de ir aunque lo busque emprestado. -Permita Dios si allá vas que te traigan en un carro, las abarcas y el sombrero de los indiestos colgando! Se cogen los garrochones, se fueron la nava abajo, preguntando por el toro, y el toro ya está encerrado. En el medio del camino al vaquero se encontraron. -¿Cuánto tiempo tiene el toro? -El toro tiene ocho años. Muchachos, no entréis a él; mirar que el toro es muy malo, que la leche que mamó se la di yo por mi mano. -Si nos mata que nos mate, ya venimos sentenciados. Manuel Sánchez llamó al toro, nunca lo hubiera llamado: por el pico de una abarca toda la plaza arrastrando. -Compañeros, yo me muero; amigos, yo estoy muy malo; tres pañuelos tengo dentro y este que meto son cuatro. Al rico de Monleón le piden los gües y el carro. A la puerta la veyuda arrecularon el carro. -Aquí tenéis vuestro hijo como lo habéis demandado. A eso de los nueve meses la madre sale bramando; los vaqueriles arriba, los vaqueriles abajo, preguntando por el toro, y el toro ya está enterrado.
Versión de G. Menéndez Pidal en su edición de la obra titulada Romancero, editada en Madrid, en 1935
Entregas de Dámaso Ledesma a Ramón Menéndez Pidal:
Conde Niño por amores es niño y pasó la mar; va a dar agua a su caballo la mañana de San Juan. Mientras el caballo bebe, él canta dulce cantar; todas las aves del cielo se paraban a escuchar, caminante que camina olvida su caminar, navegante que navega la nave vuelve hacia allá, La reina estaba labrando, la hija durmiendo está: —Levantaos, Albaniña, de vuestro dulce folgar, sentiréis cantar hermoso la sirenita del mar. —No es la sirenita, madre, la de tan bello cantar, sino es el conde Niño que por mí quiere finar. ¡Quién le pudiese valer en su tan triste penar! —Si por tus amores pena, ¡oh, malhaya su cantar!, y porque nunca los goce, yo le mandaré matar. —Si le manda matar, madre, juntos nos han de enterrar. Él murió a la medianoche, ella a los gallos cantar; a ella como hija de reyes la entierran en el altar; a él como hijo de conde unos pasos más atrás. De ella nació un rosal blanco, dél nació un espino albar; crece el uno, crece el otro, los dos se van a juntar; las ramitas que se alcanzan fuertes abrazos se dan, y las que no se alcanzaban no dejan de suspirar. La reina llena de envidia ambos los dos mandó cortar; el galán que los cortaba no cesaba de llorar. De ella naciera una garza. de él un fuerte gavilán, juntos vuelan por el cielo, juntos vuelan par a par.
Versión en "Flor nueva de romances viejos" de Ramón Menéndez Pidal donde recibe el nombre de "Amor más poderoso que la Muerte"
Los mozos de Monleón se fueron a arar temprano, alsa y olé, se fueron a arar temprano, para ir a la corrida, y remudar con despacio, alsa y olé, y remudar con despacio. Al hijo de la veiiuda, el menudo no le han dado, al toro tengo que ir, aunque lo busque prestado. Permita Dios si lo encuentras, que te traigan en un carro, las albarcas y el sombrero de los siniestros colgando. Se cogen los garrochones, marchan las navas abajo, preguntando por el toro, y el toro ya está encerrado. En el medio del camino, al Vaquero preguntaron, qué tiempo tiene el toro, el toro tiene ocho años. Muchachos no entréis a él, mirar que el toro es muy malo, que la leche que mamó, se la di yo por mi mano. Se presentan en la plaza cuatro mozos muy gallardos, Manuel Sánchez llamó al toro nunca le hubiera llamado, por el pico de una albarca toda la plaza arrastrado; cuando el toro lo dejó, ya lo ha dejado muy malo. Compañeros, yo me muero, amigos, yo estoy muy malo, tres pañuelos tengo dentro, y este que meto, son cuatro. Que llamen al confesor, para que vaya a auxiliarlo. No se pudo confesar, porque estaba ya expirando. Al rico de Monleón le piden los bües y el carro, pa llevar a Manuel Sánchez, que el torito le ha matado. A la puerta la veñuda arrecularon el carro; aquí tenéis vuestro hijo como lo habéis mandado. Al ver a su hijo así, para tras se ha desmayado. A eso de los nueve meses salió su madre bramando, los vaqueriles arriba, los vaqueriles abajo, preguntando por el toro: el toro ya está enterrado (2)
versión del Cancionero de Ledesma
Aparecen en el “Cancionero salmantino” de Dámaso Ledesma:
Pastor que estás enseñado a dormir entre retama, si te casaras conmigo si, si, durmieras en buena cama. si te casaras conmigo si, si, durmieras en buena cama.
Versión en el Cancionero Salmantino de Dámaso Ledesma. Tomada en Villar de los Álamos
Querida madre al despedir de vuestros brazos voy a morir y se lo llevarán a la guerra y a morir sin confesión Querida madre al despedir de vuestros brazos voy a morir
Cuando una madre criaba un hijo todo su amor tenia en él y se lo llevarán a la guerra y a morir sin confesión Querida madre al despedir de vuestros brazos voy a morir
Versión en el Cancionero Salmantino de Dámaso Ledesma. Tomada en Villar de los Álamos
La regalaba, la festejaba y hasta que un dia, le declaró el intento que pretendia
Versión Transcrita en Robliza, en el Cancionero Salmantino de Dámaso Ledesma.
Aparecen en el “Romancero Tradicional” de Ramón Menéndez Pidal hasta 45 textos inéditos de Salamanca. Publica de nuevo de Ramón Reyes: “Los mozos de Monleón” (de cuyo romance tiene 17 versiones) y “El Conde Gerineldo”.
Recuerdo haber leído del célebre “mamotreto”, cuando estuvo en poder de mi abuelo Fernando, que vivió con mi familia en la calle de Zamora 40, sus últimos años y había venido acumulando más romances y coplas hasta más de doscientos, cuando falleció su cuñado Ramón Reyes:
Bertoldo Bertoldino y Cacaseno, Genoveva de Bravante, José María “El Tempranillo”, El crimen del huerto del Francés, La penitencia del rey Rodrigo, La flor de la pasionaria, Abenamar, La doncella Teodor, Los siete infantes de Lara, Bernardo del Carpio, Esther y Mardoqueo, Vida de san Amaro y martirio de santa Lucía, Roberto el Diablo, Los amantes de Teruel, El cura Merino, La Jura de santa Gadea, Las tres cautivas, El regreso del esposo, La serrana, Galas de novia, El conde Olinos, La loba parda, El conde de Alba, El infante vengador, La Gallarda, La pérdida de Alhama, El conde Arnaldos, La venganza de Mudarra, Gaiferos, Los peregrinos, Veinticuatro soldaditos, Cantos de boda, La Virgen y el ciego, La canción de la baraja, El arado y Lisarda, entre otros que no recuerdo.