- Escaleras de San Julián o de la Gran Vía -
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Grupo de estudiantes sentados en las escalerillas de La Riojana, años 60 (s.d.) |
Algunas generaciones de salmantinos recordarán con añoranza las horas pasadas en estas escalerillas¹ durante las tardes-noches de verano de su juventud. Primero, ocuparon la escalinata seducidos por el atractivo que representaban los jóvenes extranjeros de los cursos de verano² del colegio Hernán Cortés con quienes los salmantinos comenzaron a desplegar sus dotes cosmopolitas. Más tarde, y con actitud más endogámica, convirtieron sus peldaños en lugar de reunión y de charla amigable, donde además podían tomar unas cervezas o comer las exquisitas gambas rebozadas del bar La Riojana. Utilizaron la escalera como terraza económica de verano, lugar para socializar, en tiempos en que las terrazas, pocas y caras, eran inaccesibles para los jóvenes.
Poco a poco, las ordenanzas municipales —primero con la prohibición de sacar cristales a la calle y, más tarde, la prohibición del consumo de bebidas alcohólicas en la vía pública— acabaron con la costumbre.
En los últimos tiempos, pudo verse en la escalera a algún grupo de jóvenes sentados, pero la circunstancia no duraba más que el tiempo de espera para la llegada o salida de un autobús al alfoz, utilizando la escalera como punto de encuentro. Sin embargo, como si una extraña fuerza polarizara sus decisiones, la plaza de San Julián continúa siendo territorio de los jóvenes de hoy día, toda vez que las terrazas —muy numerosas y un poco más al alcance de sus economías— han colmado el lugar. Parecen actualizarse aquellos encuentros de otros tiempos en la acera del Baviera, en la placita del Llamas (Clavel) o en la propia escalera de La Riojana.
La escalera nacida de la Gran Vía
El proyecto de la Gran Vía se había bosquejado desde el comienzo de la construcción del Puente Nuevo, en 1903. La nueva vía tendría como misión comunicar este puente con la estación de ferrocarril.
A pesar de ser conocidos los muchos problemas que el proyecto encontraría para llevarse a cabo, y de la imposibilidad de cumplir con su función primera, continuó —aunque muy lentamente— el proceso de expropiaciones para abrir la calle. La idea era, a nuestro entender, que la gran grieta hendida en el caserío tradicional permitiría, como así fue, albergar en su subsuelo las canalizaciones del Colector Este de aguas residuales.
Descartada, por tanto, la idea inicial de la Gran Vía como arteria de comunicación norte-sur, a partir de 1940 se primó su uso para la localización de edificios administrativos del nuevo régimen y, una vez agotados estos, prevaleció su función como zona residencial para las clases pudientes.
Ricardo Pérez Fernández (1894-1975), titulado en 1922 y arquitecto municipal entre 1924 y 1959, proyectó en 1939 una escalera de granito para salvar la gran brecha que se había abierto entre la calle de la Asadería y la plaza de San Julián por el trazado de la nueva vía, y que causaba problemas a los vecinos, tal como señala Javier de Montillana³ en su columna Atalaya, publicada en El Adelanto el 6 de agosto de 1939: “...ya hace bastantes años, a raíz de la desaparición de los soportales, que los vecinos de la calle Asadería hacen equilibrios para subir unas improvisadas escaleras, con peligro inminente de hundirse en el barro que se forma en las épocas de lluvia.”
(b) La plaza de San Julián a mediados de 1939, fotografía de Amalio Gombau⁴ |
El proyecto de escalera de Ricardo Pérez había sido aprobado, en diciembre de 1939, con un presupuesto de 50.000 pesetas, al mismo tiempo, y complemento, que el proyecto de urbanización del tramo de la Gran Vía hasta la plaza de San Julián, realizado por el arquitecto Francisco Moreno López y ejecutado por él mismo⁵. En 1944, el tramo de 19,5 metros de anchura desde la plaza de España hasta la plaza de San Julián pudo considerarse abierto y urbanizado.
La escalera fue construida por el maestro de obras José Gómez González en 1942, aunque no quedaría con su formato final hasta 1945, debido a las siguientes consideraciones:
La alineación de la acera este (números impares) de la Gran Vía, en el tramo comprendido entre San Julián y San Justo, quedó fijada cuando se construyó el grupo de viviendas de estilo ecléctico, diseñado en 1919 por el arquitecto Santiago Madrigal, frente a la calle Varillas. Su solar había pertenecido anteriormente a la casa del conde de Francos, y posteriormente fue sede del colegio de las Siervas de San José, hasta su expropiación para la apertura de la nueva calle.
Estas viviendas fueron bien conocidas por la juventud de los años 80 y 90 por sus bares de copas, como el Koalas y El Balcón.
El propio Ricardo Pérez Fernández diseñó el edificio que continuó la línea de la calle hacia el norte. Fue construido en 1943 y flanquearía nuestra escalera por el sur. En sus bajos estuvo el tradicional bar-restaurante La Riojana, dirigido por los hermanos Carlos y Chuchi, miembros de una conocida familia de hosteleros con amplia representación en Salamanca: El Marín, La Espada o Casa Vale. El bar cedió su nombre a la escalera por decisión popular, gracias a su prestigio y permanencia.
Sin embargo, La Riojana no fue el primer bar en ocupar el local: en 1947 abrió allí el bar Gran Vía, regentado por el barman Poli, y ese mismo año el propietario del bar Ramos del Arrabal se hizo cargo de él. Tras el cierre de La Riojana, el local estuvo una larga temporada desocupado, hasta que se instaló una sucursal de Caja España, que fue cerrada en 2013. Actualmente, y desde 2016, se ubica en el local la empresa De Castro Gil (inmobiliaria, seguros y abogados).
Ambos edificios mencionados, dadas sus fechas de construcción, no se vieron afectados por las nuevas ordenanzas de edificación aprobadas en enero de 1944, que imponían la obligatoriedad de disponer de soportales en las nuevas construcciones de la acera este (números impares), así como el uso del estilo historicista y de piedra franca en sus fachadas, en ambas aceras.
La escalera entre los dos edificios construidos con distintas normas urbanísticas. (s.d.) |
Por entonces, el maestro de obras José Gómez González, que había adquirido los solares necesarios para la construcción de un nuevo edificio en la Gran Vía con la intención de dedicarlo a hotel —el Hotel Gran Vía—, se vio obligado a respetar la nueva normativa. El inmueble, que flanquearía la escalera por el norte, sería un edificio de cuatro plantas y bajos, diseñado en 1945 por el propio arquitecto Ricardo Pérez, en estilo historicista, como marcaba la norma urbanística.
Suponemos que Ricardo Pérez Fernández debió modificar el sencillo proyecto inicial de una escalera recta para permitir el acceso desde los soportales del nuevo edificio de don José Gómez. En el primer tramo de la escalera, el arquitecto solucionó el paso desde los soportales reduciendo el arranque por el lado norte, terminándolo en forma de cuarto de círculo y protegiendo el vacío dejado desde el descansillo con un murete de granito, adornado en sus extremos por una piedra esférica —o bolo—. En el lado contrario, que no presentaba el problema de los soportales, la escalera quedaba acoplada a las paredes del edificio, colocando, al llegar al descansillo, una columna de granito con bolo para equilibrar estéticamente en lo posible el conjunto. El segundo tramo quedó como una simple escalera recta desde el descansillo hasta el desembarque, tal como creemos debió de ser originalmente en toda su extensión.
Quedó la escalinata con la curiosa disposición que siempre exhibió y que, como hemos visto, fue debida a los, a veces, caprichosos cambios de las normas urbanísticas.
Croquis de la modificación de la escalera para permitir el paso por los soportales |
Construcción del Hotel Gran Vía luego Colegio Hernán Cortés. Guzmán Gombau 1946 |
La intención de José Gómez de dedicar el edificio a hotel no llegó a consumarse, ya que en 1949, con el edificio prácticamente terminado, el rector de la Universidad, don Esteban Madruga, negoció su compra para la instalación de un colegio mayor destinado a estudiantes iberoamericanos. La idea de su fundación había surgido durante la asamblea convocada por la Asociación de Cultura Iberoamericana, celebrada en los salones de la Diputación. Su fundación, con el nombre de Colegio Mayor Universitario Hernán Cortés, fue ratificada por decreto publicado en el Boletín Oficial del Estado el 4 de marzo de 1950.
1946 Gran Vía-plaza de San Julián. A. Gombau El Adelanto 1 de agosto de 1946 |
La firma de la escritura tuvo lugar el 22 de noviembre de 1949 en la sala de Consejos de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca. En representación de la Universidad firmó el rector, don Esteban Madruga; el propietario del inmueble, don José Gómez, y actuaron como notarios don Aureliano Sánchez Perrero y don Matías Martínez Pereda. Se encontraban presentes en el acto el director de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad, don Antonio Montero, y el administrador del nuevo Colegio, don Andrés García Sánchez.
El edificio daría cabida a más de 75 residentes, con un gran número de servicios comunes, como la capilla, el comedor, sala de conferencias, salón de alumnos, salón de profesores, biblioteca, sala de visitas, bar y terraza. Contaba con 50 cuartos de baño, servicios de luz y timbre, 300 radiadores de calefacción, ascensor, montacargas y una central de teléfonos con tres líneas directas y 80 aparatos.
El Colegio fue inaugurado el 7 de marzo de 1950 por los ministros de Educación y Exteriores, y abierto de inmediato, siendo su primer rector el catedrático José Beltrán de Heredia.
Imágenes del NODO informando de la inauguración del nuevo Colegio Universitario Hernán Cortés. La calidad del sonido es pésima |
Un grupo de estudiantes del Hernán Cortés en el año 1967. Foto Candy Repositorio Institucional Gredos de la Universidad de Salamanca |
Colegio Hernán Cortéss en el año 1967. Foto Candy Repositorio Institucional Gredos de la Universidad de Salamanca |
Estuvo en servicio hasta 1973, hasta la inauguración, el 16 de enero de 1974, del nuevo edificio del Colegio Mayor Universitario Hernán Cortés, en el paseo de San Vicente.
El edificio de la Gran Vía fue cedido a la Junta de Castilla y León y pasó a funcionar como oficina de Turismo. Posteriormente, albergó las oficinas de la Consejería de Educación y, actualmente, acoge las de los Servicios Sociales de la Junta de Castilla y León.
La futura escalera
Las nuevas leyes de accesibilidad —en concreto, las relativas a los obstáculos físicos que limitan el acceso a personas con movilidad reducida— han motivado la búsqueda de soluciones para salvar los 25 escalones de la escalera. Finalmente, se optó por la construcción de un ascensor público, una decisión que ha suscitado cierta polémica en la ciudad acerca de su idoneidad. En mayo de 2025 se iniciaron las obras del proyecto, y ahora estamos a la espera de su finalización y, sobre todo, de sus resultados.
Proyecto del ascensor Gran Vía. Imagen del Ayuntamiento de Salamanca |
Las escalerillas en obras 17/09/25 |
Notas
1 Aunque con el tiempo va perdiéndose, el uso de diminutivos ha sido una constante en la toponimia urbana salmantina. Así, todas las plazas salmantinas —menos la Mayor— eran nombradas plazuelas. Tal vez la intención era señalar su rango inferior frente a la Mayor. Asimismo, el sustantivo genérico escalerilla, formado con el sufijo diminutivo de origen latino -ellus, era habitualmente utilizado para denominar a todas y cada una de las escaleras urbanas de Salamanca, sin hacer alusión a grados y alejado del concepto actual de escalera pequeña de pocos peldaños. Los salmantinos de una cierta edad jugaron de niños en las plazuelas y usaron, y se sentaron en, las escalerillas.
2 Los cursos de verano de la Universidad de Salamanca comenzaron en 1964, fueron organizados por la facultad de Filosofía y Letras y recibieron una gran acogida inicial con la participación de 112 estudiantes que pasaron a 1897 en 1971. Tradicionalmente el mayor número de estudiantes los aporta Estados Unidos, en torno al 50%. En 2025, con 992 alumnos continúa siendo el país más representado. 82 nacionalidades han sido las participantes en este año, con un total de 2.199 los alumnos presenciales y 592 en línea.
3 Bajo el seudónimo "Javier de Montillana" estaba Gabriel Hernández González, (a) "Tehudia", periodista y escritor que fue director de El Diario "El Adelanto" de Salamanca desde 1961 hasta su jubilación en 1970. Falleció el 11 de noviembre de 1990.
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