La iglesia de San Benito, antiquísima parroquia, ya nombrada en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca, se levantó en el territorio de los repobladores gallegos, en 1104, por don Pedro Arias de Aldava, al mismo tiempo que se erigía en la colación de los castellanos la de Santo Tomé, como premonición de la rivalidad que habrían de tener, a lo largo de los tiempos, por las sangrientas luchas entre los dos bandos nobiliarios salmantinos a los que dieron nombre tales iglesias.
Fonsecas, Acevedos, Ulloas y Maldonados encontraron demasiado modesto el templo y no vacilaron en demolerlo para edificar otro nuevo al gusto gótico de la época y que su interior se convirtiera en panteón de estatuas yacentes de las ilustres familias, que la dotaron de 17 artísticos nichos sepulcrales donde campean los escudos familiares.
En 1490 inició su reedificación el arzobispo de Santiago y patriarca de Alejandría don Alfonso de Fonseca, que había nacido en la que es hoy calle de la Compañía y recibido el bautismo en la modesta iglesia de entonces.
El retablo que existía en esta iglesia, colocado cuando la reedificación, correspondía ya por tanto al siglo XVI y era "de talla, todo dorado y los tableros de pincel con la historia de San Benito y de Sr. Santiago y una Sra. y señor San Benito de bulto sobre la custodia", según el libro de fábrica1. Tenía tallas de los santos Apóstoles, aunque parece ser que solamente eran ocho los representados, pues se pagan setenta reales a Juan Antonio de Sotomayor en 1626 por "pintar y encarnar los santos ocho apóstoles del altar mayor"2.
Se procedió a la venta del retablo, cuando se iniciaron las obras del nuevo, logrando por él pequeñas cantidades: 599 reales por el retablo en sí, 119 por los apóstoles y otras menudencias y 150 por el arco de cristales de Nuestra Señora del Socorro.
Como quiera que la bóveda y el arco de la capilla mayor amenazaban ruina, se repararon en 1619 por Francisco Sánchez3 y más tarde de nuevo en 1755 se efectuaron obras de afianzamiento por parte de Manuel Sanz4. En 1783 se pensó edificar un retablo de piedra que se uniese a los referidos arco y bóveda como soporte y sujeción que evitase su desplome vertical.
Para ello se construyó un retablo de estilo neoclásico, sobrio, aunque en su disposición en cuerpos y calles imita los modelos del renacimiento. Se pintó a imitación de mármol y jaspe, de acuerdo con la Real Pragmática de 1777 y las figuras se encuentran estucadas en blanco, tan del gusto del neoclasicismo.
Con diseño de Juan de Sagarvinaga según Ceballos5 está construido en piedra y consta de dos cuerpos, ático semicircular y división en tres calles. La obra, según varios autores6 es de Alejandro Carnicero y fue restaurada a principios de siglo, hacia 1915.
Alejandro Carnicero, a quien muchos consideran salmantino, había nacido en Iscar (Valladolid) en 1693 y en 1726 ingresó como Terciario carmelita en Salamanca, siendo maestro de novicios durante muchos años. Fundador y hermano mayor de la Cofradía de pintores y escultores de Salamanca, con sede en la parroquia de San Adrián, son obra suya varios de los pasos que integran la procesión del Santo Entierro: los Azotes, el Ecce Homo y la Flagelación7.
En el
cuerpo bajo se encuentra un enorme hueco central, que corresponde a un camarín, cuyas vicisitudes
detallaremos después y bajo sus pies el Tabernáculo y el Sagrario,
que luce una pintura del Ecce Homo del estilo de Guido Reni8.
En las calles laterales dos hornacinas, con remate de frontón recto, acogen las
imágenes de San Benito Abad y San Pablo. Sobre el cuerpo bajo
corre un entablamento dórico.
Retablo del Altar Mayor en la Iglesia de San Benito Fotografía albTotxo |
El cuerpo
central acoge un Calvario de madera con las tres figuras de Jesús, la Virgen
y San
Juan sobre sencillas tarimas separadas y suplementada la del Cristo.
El Crucificado,
de gran tamaño, vertical, esbelto y de armónicas proporciones, presenta el
rostro caído hacia el hombro derecho, hermoso perfil, melena abundante y rizada
que le cae sobre ambos hombros, pequeña corona de espinas, barba alargada y
fina de forma rectangular y labios entreabiertos con la boca torcida por el
dolor, nariz excesivamente larga desde el entrecejo, tórax de fina anatomía y
abdomen poco hundido, los brazos sensiblemente horizontales y finamente
moldeados, dedos de las manos cerrados sobre los clavos, piernas juntas con
las rodillas poco adelantadas y perizonium
grande poco movido en sus pliegues horizontales y airoso en el anudado sobre
la cadera izquierda con garboso colgante.
Calvario del retablo de la iglesia de San Benito |
Las figuras de la Virgen y de San Juan, ambas en pie y de tamaño natural, se diferencian de las de otros Calvarios en que su mirada la dirigen hacia abajo y no hacia el Cristo.
La Virgen tiene expresión dolorida en su rostro y desentendiéndose de la escena coloca las manos juntas sobre el vientre en actitud maternal más que orante. El amplio manto le cubre la cabeza y cae abierto sobre los hombros dejando ver la túnica y la toca que le cubre pecho y cabeza.
San Juan, de rostro sereno, presenta abundosa melena y rostro lampiño, con las manos en actitud de sujetar el amplio manto, que también deja al descubierto la túnica.
Las vestiduras de ambas imágenes presentan artísticos plegados rectilíneos verticales, en las que apenas destaca un leve sombreado natural, dado el estucado marmóreo blanco de las tallas.
En las calles laterales dos hornacinas, con remate de frontón curvo, alojan las imágenes de San Antonio Abad y San Joaquín, aunque en el inventario de 1865 figura como San Antonio de Padua.
La separación de calles se hace por medio de columnas clásicas, de basa jónica en todas, capitel jónico en las cuatro inferiores y corintio en las cuatro superiores.
En el ático, separado por entablamento jónico, cuadros con pinturas de motivos marianos como la Coronación de la Virgen en la parte central y partida en dos, la Anunciación: la Virgen en el lienzo de la izquierda y el arcángel en el de la derecha, obras que pudieran ser de Ramón Micó y J. Sánchez Ruano.
Para Gómez Moreno9 las imágenes son obra de Alejandro Carnicero, mientras el Calvario lo data a principios del siglo XVI, considerándolo como excelente y lo atribuye al maestre Gil o Gille de Ronça10. El padre Alfonso Rodríguez G. de Ceballos11 hace las estatuas obra acaso de Isidro Carnicero y el Calvario lo data también como de principios del siglo XVI y aprovechado del antiguo retablo, semejante al de la Capilla Dorada de la Catedral Nueva, aunque como ya se dijo anteriormente San Juan no tiene demasiado parecido entre ambos Calvarios.
Varios autores atribuyen el Calvario a Diego de Siloé considerándolo obra magnífica12. No cabe duda que tiene cierto parentesco con el de la iglesia parroquial de Santiago de la Puebla.
Se ha confirmado, a través de los libros de cuentas, según María Jesús Hernández Martín13 que el maestro arquitecto del retablo fue don Eustaquio Román y que, a los once años de sus construcción, los pintores Ramón Micó y José Sánchez Ruano14 doraron, jaspearon y pintaron imitando mármol el retablo y las figuras, siguiendo las normas de la Real Pragmática de 1777. Las imágenes de santos habían sido pintadas y estofadas cuando se hizo el retablo en 1783.
El
profundo camarín del cuerpo bajo, prolongado por detrás del ábside, fue
construido por José de Churriguera en 1697. En el lugar que en la hornacina
central ocupaba San Benito se colocó la imagen de Nuestra Señora del Socorro,
(hoy desaparecida) y que se encontraba recibiendo culto en un altar al lado
de la epístola. A primeros del presente siglo ocupó su lugar la imagen de María
Auxiliadora, cuando los padres Salesianos, a partir de 1.898,
usufructuaron la iglesia en las épocas en que no estuvo cerrada por ruina. Fue
parroquia desde su fundación en 1104 hasta el arreglo parroquial de 1867, en
que pasó a depender de la parroquia de la Purísima. En la actualidad se ha
colocado otra imagen de la Virgen en el camarín central y la
talla de María Auxiliadora original, donación de un matrimonio devoto de
Encinas de Abajo, (don Juan Redero y doña María del Pilar Martín) recibe culto
en el presbiterio de la iglesia del convento vecino de las monjas de la Madre
de Dios, cuyo retablo mayor (anterior al actual) había sido reparado, por
amenaza de ruina, al mismo tiempo que se construyó en 1783 el de San Benito.
1.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 47.
2.- María Jesús Hernández
Martín, Capillas camarín en la provincia
de Salamanca. Salamanca, 1990. Pg. 47.
3.- Pilar García Aguado, Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca.
Primera mitad del siglo XVII. Salamanca, 988. Pg. 96.
4.- María del Camino Paredes Giraldo, Documentos para la historia del arte en la
provincia de Salamanca. Segunda mitad del siglo XVIII. Salamanca, 1993. págs. 300.
5.- Alfonso Rodríguez G. de
Ceballos, Guía de Salamanca. León,
1989. Pg. 81.
6.- Modesto Falcón, Guía de Salamanca. Valencia 1992.
Edición facsímil de la de Salamanca, 1868. Pg. 73. - José Camón Aznar, ob. cit. pg. 70. - Juan
Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia.
Barcelona, 1956. Pg. 90. - Ángel de Cabo Alonso y Alfonso Ortega Carmona, Salamanca. Geografía, historia, arte y
cultura. Salamanca, 1986. Pg. 342.
7.- Juan Agustín Ceán Bermúdez,
Diccionario histórico de los más ilustres
profesores de las Bellas Artes en España. (5 volúmenes). Tomo I. Madrid, 1800. Pg. 258.
8.- José Camón Aznar, ob. cit. pg. 70.
9.- Manuel Gómez-Moreno y
Martínez, Catálogo monumental de España.
Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 220
10.-Id. id., La
escultura del Renacimiento en España. Barcelona, 1931. Pg. 45.
11.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos,
ob. cit. pg. 81.
12.- Ángel de Cabo Alonso y
Alfonso Ortega Carmona, ob. cit. pg.
342. - José Camón Aznar, ob. cit. pg.
70. - Rafael Santos Torroella, Salamanca. Barcelona, 1967. Pg. 37 y Juan
Eduardo Cirlot, ob. cit. pg. 90.
13.- María Jesús Hernández
Martín, ob. cit. pg. 46.
14.- María del Camino Paredes
Giraldo, ob. cit. págs. 230, 233 y 306.