Cristo Crucificado del Altar Mayor Parroquia de Jesús Obrero

 

 

Se ha dicho anteriormente, al hablar del Cristo de la Vela, que las religiosas Mm. Josefinas Trinitarias lo donaron a la iglesia de los Pizarrales, -que comenzó a funcionar como parroquia el domingo de Resurrección del año 1968- no teniendo acomodo en ella por poseer ya un Crucificado. 

De este Cristo se carece de noticias escritas y tiene que ser don Luis Gómez Román quien en modesta publicación mecanografiada nos dé algún detalle sobre el particular.   

Dice así: "A esta iglesia vino a parar una imagen de Cristo Crucificado, la cual se encontraba en el dormitorio de un señor de los ricos de entonces, y éste dejó dicho en su testamento que la citada imagen fuera a parar a su muerte a la iglesia más pobre de Salamanca, como es natural vino a la de Pizarrales, si sería pobre que hasta los feligreses le escaseaban1". 

Se ha de hacer notar que la iglesia de referencia no es la actual de Jesús Obrero sino una pequeña capilla levantada a finales del siglo pasado, bajo la advocación del Sagrado Corazón de Jesús y que desde 1926 venía ejerciendo en realidad como parroquia independiente de la de El Carmen2 y a la que fue a parar (cuando se desmontó) la parte alta de la portada con la espadaña, del hospital de Nuestra Señora de la Misericordia, obra de Andrés García de Quiñones y que se encuentra en la Plaza de San Cristóbal, destinada a usos artesanales desde 1916 por deseo del obispo de la diócesis don Julián de Diego y García Alcolea.


Altar Mayor Parroquia de Jesús Obrero. Fotografía de Heliodoro Ordás Gómez


Luce hoy el Cristo en el altar mayor de la nueva iglesia y cuenta el citado autor la anécdota de que en los años cincuenta de este siglo, con motivo de unas Misiones Generales, las diversas parroquias, congregaciones y cofradías se dieron cita con sus imágenes respectivas en la Plaza Mayor como culminación de los piadosos actos. 

El Cristo de los Pizarrales fue colocado sobre unas rústicas andas, mirando para atrás, para demostrar el cariño de sus fieles a la imagen, que dada la vuelta, seguía con la mirada puesta en su pequeña iglesia como no queriendo separarse de ella e intentando dar un abrazo imposible a su barriada. 

Causó asombro la llegada del Cristo a la Plaza pues en lugar de llevar el paso adornado con abundantes y vistosas flores como el resto de las imágenes, toda su ornamentación consistía en herramientas y útiles de trabajo, simbolizando todos y cada uno de los oficios artesanos de una mayoría de los humildes habitantes de los Pizarrales.


Detalle de la Cruz del Altar Mayor de la Parroquia de Jesús Obrero
Fotografía de la web de la propia parroquia.

El Cristo, de tamaño natural, desplomado sobre los pies, es una impresionante talla en el mejor estilo de Martínez Montañés pues tiene una gran similitud con su obra señera el Cristo de la Clemencia, (inspirado en el de Rojas para el conde de Monteagudo) contratado en 1603 para el arcediano de Carmona don Matías Vázquez de Leca, cedido después a la Cartuja de Santa María de las Cuevas y al secularizarse ésta, venerado en la Sacristía de los Cálices en la Catedral sevillana. Sobre todo coincide con él en que es uno de los pocos Crucificados existentes en España que, siguiendo las revelaciones místicas de Santa Brígida de Suecia, (quien vivió medio año en "la tierra del Evangelio", donde conoció la vida de Jesús, sobre todo en su nacimiento y pasión), nos presenta al Redentor clavado a la Cruz con cuatro clavos, pero con el detalle virtuoso, de que las piernas están cruzadas en aspa y no paralelas como todos los demás. 

Ya hemos dicho con anterioridad que el Concilio de Trento dio libertad a los artistas para utilizar tres o cuatro clavos y la mayoría se han decantado por seguir las indicaciones de San Gregorio de Tours y San Anselmo, que suponen a Cristo clavado con un sólo clavo atravesando los dos pies.

La innovación de los cuatro clavos nace en el vaciado de un Crucifijo de Miguel Ángel que trasladó a Sevilla en 1597 el platero Juan Bautista Franconio. Anteriormente, San Juan de la Cruz ya había dibujado, fruto de sus visiones místicas, un Cristo de cuatro clavos. Zurbarán, que normalmente pintó sus Cristos atravesados por cuatro clavos (unas veces con los pies cruzados y otras veces rectos) llega al virtuosismo en su cuadro "Cristo crucificado adorado por el pintor", que se exhibe en el museo del Prado, de cruzarle los pies y atravesarlo por cinco clavos. 

Los últimos estudios de la moderna ciencia al examinar exhaustivamente la Sábana Santa aclaran, que ambos pies fueron atravesados por un sólo clavo, sin romper ningún hueso y colocado el pie izquierdo sobre el derecho, con lo que no coincide ni un sólo Cristo salmanti­no pues todos tienen la pierna derecha superpuesta. 

Respecto a los clavos de las manos tampoco se ajusta ningún Cristo salmantino pues, según los últimos descubrimientos, parece que los clavos atravesaron las muñecas, ya sea por lo que se conoce por "el espacio  de Destot o por la articulación radio cubital infe­rior"3.

La lanzada abrió una llaga de 4,4 x 1,4 cm, entre el quinto y el sexto espacio intercostal, encontrando primero la pleura y luego el pulmón derecho, perforando la aurícula derecha del corazón. La sangre de la herida provenía de la vena cava superior, correspon­diendo al grupo AB, frecuente entre hebreos y libaneses. 

Presenta el Cristo, de policromía oscura y brillante, cuerpo mórbido muy alargado y recto con cara renegrida, la cabeza vertical y caída hacia el pecho, en lo que difiere del de la Clemencia que la tiene inclinada hacia la derecha. Melena partida en dos en lo alto de la cabeza con simétricos mechones que luego caen sobre ambos hombros en retorcidas y sueltas crenchas. Posee ligera corona formada por dos ramas finas de retorcidos espinos naturales. Arrugada frente, los ojos cerrados de grandes párpados y rectas cejas lineales, fina nariz y boca cerrada, con bigote y barba oscuros siendo ésta puntiaguda y apoyada sobre el pecho, lo que conforma un rostro triangular de suave tratamiento. 

El torso no muy pronunciado y de perfecta talla, con los pectorales alargados en sentido vertical, sin que resalten las costillas, llaga profunda con pequeño cuajarón de sangre, abdomen no muy hundido y perfectamente marcada la zona del epigastrio por alargada curva, brazos largos -bastante descolga­dos- de robustos antebrazos con manos de fina talla en los dedos separados y piernas finas con las rodillas juntas muy heridas y pies cruzados, como se ha dicho anteriormente, para ser atravesados por dos clavos. Tiene este Cristo muy pocas huellas sanguinolentas en todo el cuerpo. 

El paño de pudor blanco, muy airoso, aunque pegado al cuerpo, dejando ver el abdomen en su casi totalidad por el pronunciado deslizamiento, menudos pliegues tanto en el centro como en las dos caídas laterales; la de la izquierda pequeña y la de la derecha amplia y grande con pequeña moña lateral caída. Presenta la rareza de dejar visto un trozo de la cadera y la pierna derecha a través de un pequeño triángulo que forman las plegaduras, al igual que otros Cristos salmantinos como por ejemplo: el Cristo del Amparo de San Juan de Sahagún o el Cristo del Perdón de la iglesia de los Padres Carmelitas descalzos, el del Amor y de la Paz de la parroquia del Arrabal o el de los Doctrinos de la Vera-Cruz. 

La Cruz es oscura, ancha y plana, con cartela en la mitad del cabecero. La inscripción INRI en grandes letras, ocupa la casi totalidad de una oscura cartela que es de forma rectangular con ligera ondulación y que remata en dos volutas apergaminadas en los extremos.

 

  

 

1.- Luis Gómez Román, Pizarrales, visto 50 años atrás. Salamanca, 1977.  págs. 9 y 36.

2.- Ángel Riesco Terrero, Evolución histórica de las parroquias de Salamanca.(Suplemento del Boletín Oficial Eclesiástico). Salamanca, 1966. Pg. 62.

3.- Julio Marvisón Preney, La Sábana Santa. (¿Milagrosa falsificación?). Sevilla, 1996. Pg. 48.


Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00