La escalerilla del Ochavo desde el edificio del Gran Hotel. Archivo Gombau ca. 1930, en la Filmoteca de Castilla y León |
Parece que hay pruebas suficientes para asegurar que la Plaza Mayor comenzó su construcción por este rincón¹, primero como origen del Pabellón Real y más tarde del Pabellón de San Martín y aunque no se conservan planos originales podemos inferir del de Larra Churriguera de 1741 que la previsión de construir una escalera para salvar la diferencia de altura entre el suelo de la Plaza Mayor y el de la plaza de la Lonja estaba tomada desde el inicio de las obras.
Su forma en ochava (chaflán) debió darle el nombre que se ha conservado hasta la actualidad, si bien en su forma masculina. Como alternativa, bien pudiera ser que se debiera a la existencia de algún comercio o almacén dedicado, además de la venta de sus productos, a conceder pequeños préstamos en un tiempo en que no existían los bancos al alcance de la clase humilde².
Aquella primitiva escalera desapareció al iniciarse el siglo XIX:
D. Anselmo Prieto Hermosino, propietario de los primeros números del Pabellón de San Martín, negoció en 1805 con el Ayuntamiento el arreglo de las escalerillas del Ochavo, costeando la obra de su bolsillo a cambio de la cesión de la covachuela bajo la meseta de la misma con acceso desde los sótanos de sus locales del Pabellón de San Martín y con apertura a la calle, además se le permitiría abrir puerta en la pared oriental de sus sótanos. El proyecto fue realizado por el arquitecto D. Juan Marcelino de Sagarvinaga (Castrojeriz, Burgos, 1753 - Salamanca, 1807). La escalera se construyó en 1806 y tras algunos desacuerdos con el Ayuntamiento sobre los cambios sobre el proyecto original, fue finalmente aceptada en febrero de 1807³.
El aspecto de aquella escalera, con dos tramos laterales y un acceso frontal al cubículo bajo su meseta, no debió diferir mucho de la que muestra esta imagen, que es la que llegó hasta bien entrado el siglo XX.
Sobre esta imagen y la atribución de su autoría a Amalio Gombau: El artículo en el diario El Adelanto del 11 de julio de 1946 de Javier de Montillana en la sección Estampas de la ciudad, AYER Y HOY dedicado a la Escalerilla del Ochavo estaba ilustrado con dos fotografías, una antigua, esta que comentamos, y la otra de aquella actualidad de 1946. Ambas imágenes mostraban la mención A. Gombau en el pie de foto y puede ser la causa de la atribución de esta fotografía a Amalio Gombau. Sin embargo, esta asignación es susceptible de discusión: Durante la última década del siglo XIX, vendía tejidos en la escalerilla del Ochavo D. Manuel Contreras y más tarde ocupó la covachuela un despacho de la panadería mecánica de Moro, heredera de la tahona de Moro cuyos orígenes se remontan, al menos, a la primera mitad del siglo XIX. La tahona de Moro se encontraba hacia 1904 en la Ronda de Sancti Spíritus y tenía despachos en la plaza del Liceo y, este que tratamos, en la plaza de la Lonja que en sus anuncios califica de al aire libre lo que podría ser indicador del pequeño tamaño de la covachuela. La tahona fue tomada en traspaso en la primera década del siglo XX por D. Patricio Hernández que mantuvo la fabricación de pan vienés, candeal y francés hasta bien entrado el siglo XX. No debió permanecer mucho tiempo el despacho de pan, ya que a principios de 1908 se produjo la disputa entre D. Manuel Contreras (No nos consta si es el anterior comerciante o tal vez un hijo), que pretendía la venta de telas al aire libre junto a la covachuela, y D. Pedro Sánchez González propietario del negocio de tejidos y ropa hecha situado en la bajada de dicha escalera en el lateral oriental del pabellón de San Martín. El comercio de D. Pedro Sánchez estuvo en ese lugar al menos desde 1907 para abandonarlo en octubre de 1913 trasladándose a la calle de San Justo, 4. Más tarde, la “señá Josefa”, última inquilina que conocemos, tuvo en la covachuela su comercio de churros y buñuelos. En la bajada del tramo lateral del pabellón Real y los soportales de San Antonio se encontraba, desde finales del siglo XIX, el negocio de paquetería y quincalla de D. Anastasio Martín. Y allí permaneció, tras la muerte de su propietario, en manos de sus herederos hasta 1927. Tal vez más explícito sea el cartel del cirujano-dentista D. Matías Ludeña que comenzó su trabajo en la calle de la Rúa nº 33 en 1897, para pasar al principal del número 7 de la Plaza Mayor en noviembre de 1901. Posteriormente se trasladó, en junio de 1908, dentro de la misma Plaza Mayor al principal del número 15. Toda vez que la dirección de Ludeña en el cartel de la imagen parece ser el nº 7 de la Plaza Mayor exigiría, con ciertas reservas, que la toma de la fotografía sea anterior a junio de 1908. Fecha que se adaptaría bien, hasta donde sabemos, a la presencia del despacho de pan. Más difícil resulta precisar la fecha más lejana en el tiempo en que podría haber sido tomada la fotografía. Esta podría ser 1907 ya que no encontramos la presencia del comercio de D. Pedro Sánchez con anterioridad a ese año. En todo caso, de lo expuesto anteriormente, la fecha más antigua no puede sobrepasar noviembre de 1901, fecha en que se instaló el Dr. Ludeña en la Plaza Mayor. En resumen, parece que con la mayor probabilidad es que esta imagen fuera tomada entre 1907 y 1908, aunque tal vez el arco de fechas habría que extenderlo entre 1901 y 1908, que resultan ser fechas derivadas de la presencia del cartel de Ludeña. A pesar de la imprecisión, la autoría de la fotografía por D. Amalio Gombau, que no su propiedad porque es prácticamente seguro del taller de los Gombau, queda probablemente descartada con estas consideraciones ya que nació en 1901. |
Existen varias fotografías de la escalerilla muy conocidas que parecen haberse obtenido con muy poca diferencia de tiempo:
Su mal estado y su incomodidad fueron los motivos del continuo reclamo por su arreglo. Reforma en la que también se exigía una marquesina para el resguardo de la lluvia en el ángulo que formaba los pabellones Real y de San Martín, única zona sin cubrir de los soportales de la Plaza Mayor. A pesar de las diversas solicitudes y las buenas intenciones de los munícipes, nada se avanzó durante años en el asunto.
En 1916 el Ayuntamiento pretendió construir unos evacuatorios en la escalera del Ochavo o en la del Toro que finalmente se decantó por esta última.
Al iniciarse la década de 1920 un gran número de problemas municipales se encontraban sin resolver: El saneamiento (agua, limpieza y alcantarillado), la pavimentación, el alumbrado y el arreglo de la hacienda municipal (unificación de la deuda con miras a un futuro empréstito).
La pavimentación, sometida a la solución del alcantarillado y a la precaria situación económica del Ayuntamiento, se encontraba en un estado muy deficiente incluso en el propio centro de la ciudad.
| Entre 1916 y 1918, el señor Martín Veloz adquirió una más que importante cantidad de terrenos en diversas zonas de la ciudad, la mayor parte fuera del centro urbano y se dedicó a la promoción de viviendas, entre ellas su segunda casa en los aledaños de los que hoy es la avenida de Torres Villarroel en la que instaló un peculiar jardín. Antes había vivido en la Plaza Mayor, muy probablemente en el N.º 16. En 1919 era ya el mayor contribuyente de Salamanca, pero según parece llegando a mediados de los años veinte se fueron agudizando sus problemas económicos⁴. Probablemente estos problemas económicos del Sr. Martín Veloz, le hicieran desprenderse del edificio de la Plaza Mayor que pasó a manos del comerciante D. Enrique Prieto Garnacho, posiblemente hacia 1923. Con D. Enrique Prieto negoció el Ayuntamiento, dirigido entonces por el alcalde D. Florencio Sánchez Hernández, llegando al acuerdo de la cesión de la covachuela, esto sucedió en julio de 1925. Este acuerdo provocó grandes testimonios de agradecimiento hacia el Sr. Prieto por su generosidad. |
Aceptada la resolución y aprobado el presupuesto estimado en 3.500 pts. (aunque la liquidación final aprobada en el mes de mayo ascendió a 7106,06 pts.), el Ayuntamiento admitió ofertas para la realización de la obra, la subasta la ganó el contratista D. Antonio Martínez Mora, comenzando las obras el lunes 14 de diciembre de 1925.
| Unos meses atrás, el 24 de agosto de 1925, un incendio había destruido la covachuela N.º 20 de la plaza del Mercado, una de las que formaban la hilera de covachuelas adosadas en el lado norte del edificio de la Lonja. Habida cuenta de que estaba en marcha el proyecto de reforma de la escalerilla del Ochavo y con el fin de completar el adecentamiento de la zona, el Ayuntamiento inició los trámites necesarios para el desalojo de estas covachuelas y la recolocación de sus comercios, con intención de derribarlas. Sin embargo, la reforma total llegaría unos años más tarde con el derribo en 1928 del edificio de la Audiencia, la construcción en su lugar del edificio del Gran Hotel y el cambio en las rasantes de la zona. Las escalerillas fueron abiertas al tránsito público el 27 de abril de 1926 con una sencilla ceremonia de recepción de la obra en la que participaron el alcalde D. Florencio Sánchez Hernández y los concejales Francisco Torres, Enrique Martín Berrocal, Miguel M. Segurado y Manuel Cárdenas además del arquitecto Ricardo Pérez Fernández. Como toda intervención urbanística en la ciudad, tuvo sus defensores y sus detractores, estos últimos alzaron su voz ante la desaparición de otro típico rincón de nuestra ciudad. |
Incluso entre los defensores, los hubo que consideraron la obra insuficiente al no llegar a alcanzar el máximo de esbeltez que se hubiera conseguido ocupando el espacio de la puerta del comercio de Viuda de Anastasio Martín (Sobre lo cual D. Leoncio Martín, hijo de Anastasio Martín, en carta remitida a la prensa no se consideró culpable, pues dio todas las facilidades para realizarlo, siempre sin existir perjuicio propio).
Hablar, se habló….. y así lo cuenta el Quisicosero:
QUISICOSAS 28/04/1926 El Adelanto La antigua y acreditada escalera del Ochavo, aunque su traza no alabo, hoy se ofrece remozada. Y todo buen salmantino pasa por aquel rincón, y con más o menos tino lanza a escape su opinión. Hay quien el recuerdo evoca de los tiempos ancestrales, y no elogios de su boca escuchan los concejales. Y hay también gente no lerda que aplaude con frenesí, porque ya no verá allí a aquellos «mozos de cuerda», que aunque eran, a no dudar, una pintoresca nota, por su vuelta nadie vota, ¡qué diablos ha de votar! Y hay, pero que un aluvión, de mudos espectadores, que no lanzan los rigores ni aplausos de una razón. Lo indudable es que, sin duda, a falta de otra materia que se nos ofrezca seria famosa y morrocotuda, y cual si obra de romanos la tal escalera fuera, desfilan los ciudadanos todos por esa escalera. Y aunque de modesta traza y muy poco ornamentada, a la del Ochavo en plaza, le damos un trato real. Ello poca cosa todo, y de frágil alegato, pero, Señor, de algún modo hemos de pasar el rato. |
El concejal señor Cárdenas propuso dar a la nueva escalera el nombre de escalerillas de Prieto en agradecimiento a la cesión de la covachuela por parte de D. Enrique Prieto, pero la proposición fue rechazada por el concejo argumentando la tradición centenaria de su nombre.
La fotografía de Cándido Ansede fue realizada en 1928. Desaparecido el edificio de la Audiencia se comenzaba a construir el del Gran Hotel. La nueva escalerilla del Ochavo ya está construida pero no así la marquesina que protegería el rincón de la lluvia. |
El proyecto aprobado, del arquitecto municipal D. Ricardo Pérez Fernández, consistía esta vez en la construcción de un arco semejante al de la calle Concejo con balaustrada pétrea en concordancia con el estilo de la Plaza Mayor. La subasta para la contratación de la obra, cuyo presupuesto ascendía a 5208 pts., se realizó el día 11 de diciembre de 1929 y fue ganada por el contratista D. Francisco Mateo Sánchez.
El cambio de rasantes y pavimentación de la plaza del Poeta Iglesias continuó y precisó del derribo del kiosco donde, desde febrero de 1923, estaba el bar Centro de D. Esteban Conde. El pequeño edificio había sido proyectado por el arquitecto señor Secall con un presupuesto de 32.000 ptas. y no alcanzó los ocho años de vida acordados tras los que pasaría a propiedad municipal y precisó de una indemnización de 5.250 pts. Se comenzó a derribar el 3 de enero de 1930. Su propietario abrió, el 10 de mayo de 1930, un nuevo bar con el mismo nombre, bar Centro, en la calle del Prior,12.
Se trabajaba en los cimientos del Gran Hotel y el kiosco-bar Centro continuaba en la Plaza del Poeta iglesias, la nueva escalerilla del Ochavo ya está colocada pero aún no la marquesina. |
El comercio en la escalerilla del Ochavo desde 1925
Vendedor de globos en la escalerilla de Ochavo. Fotografía de Luis Cortés |
La puerta junto a la escalerilla del Ochavo en el lateral oriental del pabellón de San Martín, sótanos del N.º 16, fue accesoria de los comercios instalados en la Plaza Mayor. En 1925 estuvo el comercio de ultramarinos de Enrique Prieto, que en 1950 trasladaron sus herederos a la calle Toro. Tras él, estuvo durante muchos años la joyería-relojería-óptica Paulino que cerró definitivamente el 20 de febrero de 2015.
En 2017 abrió el restaurante Lígrimo que extendió su negocio hasta el sótano abriendo una entrada independiente. El Lígrimo cerró en mayo de 2019, abriendo en el local el restaurante Harro, que tuvo corta vida, y actualmente, desde noviembre de 2021, el local de la Plaza Mayor y el sótano los ocupa el restaurante Zarauz.
En cuanto a la puerta junto a la escalerilla del ochavo en el lateral del mediodía del pabellón Real, después del comercio de Viuda de Anastasio Martín (Vicenta Pérez Ambrosio, puesto en traspaso en abril de 1927) el local pasó al gremio de la hostelería con el Bar Linberg o Lindbergh que debió abrirse en julio 1927 (Mercado, número 1, frente al Gran Hotel) y que acabó convirtiéndose en 1928 en el Bar El Sol también de corta vida pues se traspasaba en marzo de 1931. En 1938 encontramos el bar El 50 (o El Cincuenta) que detectamos hasta noviembre de 1939 con la dirección de Portales de San Antonio número 1.
Después, en los años 60 y 70, ocupó el local el bar Jauja y más tarde el salón de juegos recreativos Olimpic 2. En los últimos años ha permanecido cerrado.
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La vieja escalera de dos tramos no permitía obstrucciones, pero con la amplitud de la nueva se concedió permiso para la instalación de un kiosco en la meseta de la escalerilla junto a la pared del número 16.
El dueño de kiosco de la escalerilla del Ochavo, Guillermo González, con su esposa e hija y alguno de los vendedores de dicho señor, que repartieron el billete del número 10.130, premiado con cien mil pesetas. El Adelanto del 2 de junio de 1934. |
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