Catedral Nueva
La Capilla dorada (conocida como de Todos los Santos, por la cantidad de ellos que la adornan, por Capilla de San Pedro y por capilla de las Animas) se llama así por lo que brilla la lujuriante decoración de la policromía y dorados del altar, retablo, repisas, doseletes, estatuas, arcosolios y cuantos elementos se encuentran tras la reja como pueden ser el coro, tribuna, órgano, púlpito, etc.
El fundador de la capilla fue el arcediano de Alba y arzobispo electo de Corinto, don Francisco Sánchez de Palenzuela, quien adquirió y dotó la capilla en 1524, sirviendo para las ceremonias de la Catedral hasta que dio comienzo el culto oficial de ésta en el año 1560.
El retablo del altar, con mesa alicatada de azulejo polícromo de Talavera, con motivos moriscos de Pedro Vázquez, es una gran hornacina de arco carpanel con fina arquivolta de menudo adorno. El interior se decora con otro arquillo afiligranado con adornos de encaje y la parte exterior está conformada por arco conopial y cardinas góticas que remata en florón al que flanquean pináculos. En las enjutas dos estatuas orantes y en la coronación del arco una imagen policromada.
Todas las paredes lucen con profusión estatuas de piedra, doradas y policromadas de ángeles, patriarcas, profetas, sibilas, santos y virtudes, en número de 110, sobre adornadas repisas, con el nombre inscrito sobre el zócalo y cubiertas de chambranas platerescas, haciendo bueno el "horror vacui". Parece que trabajaron estas tallas los mismos artistas de las portadas de la Catedral entre ellos: Antonio de Malinas, Domingo de Vidaña o el mismo maestro Diego e incluso el maestro Egidio según Elías Tormo1.
Por lo que se refiere a la representación iconográfica de las sibilas tienen aquí su encaje porque profetizaron la Pasión del Señor portando por ello las diversas Arma Christi: Aldumea, la caña; Foemonoe, el farol; Lidia, las tenazas; Cumea, el paño de la Verónica; Letona, un escudo con cinco racimos de uvas, que figuran las llagas de Cristo; Erithrea, la columna; Apialthea, la corona de espinas; Dimea, los flagelos o azotes; Pérsica, el martillo y los clavos; Babilónica, la lanza y Caldea la Cruz. En la Historia tripartita se dice que una sibila, refiriéndose a la Cruz había hecho a los paganos este vaticinio: "Dichoso y tres veces dichoso el árbol en que Dios está extendido"2.
Se desconoce cual fuera el criterio seguido por el artista pues las once sibilas, representadas con la cabeza cubierta para distinguirlas de las santas mártires, no se corresponden con las diez que cita, ya en la antigüedad, Marco Terencio Varrón, del que no aparecen las sibilas: Helespóntica, Délfica, Friga, Cimeria, Triburtina y Samia.
Las cuatro que sí aparecen representadas coinciden con las existentes en la Capilla Sixtina, que son las sibilas: Líbica, anunciadora de la llegada de Cristo, Cumana, del nacimiento de Jesús en Belén, Eritrea, de la anunciación y del juicio final y Pérsica, de la crucifixión, a las que se añade en San Pedro la sibila Délfica, que profetizara la coronación de Cristo.
Foemonoe podría ser una de las de Samia o de Cumas, Apialthea se podría confundir con la Amaltea de Cumas y la Babilónica se identifica con la Judía dos siglos antes de Cristo, aunque ésta tampoco es citada por Varrón. De la Aldumea, la Letona y la Dimea no hemos encontrado ni precedentes, ni origen.
A varias de ellas se
las conoce por diversos nombres. Así la Babilónica es conocida, además,
por: Caldea, Hebrea, Persa, Sabe y Sambete; la Cumana por: Herófile, Demófile, Taraxandra, Deifobe, Demo y Melancrea y la Friga por: Artemis, Sariside, Casandra y de
nuevo Taraxandra y Herófile como la anterior.
Calvario de la Capilla Dorada |
Preside el retablo un Calvario
de bulto, de hondo patetismo, que es lo mejor del abigarrado conjunto, con las
figuras de la Virgen y San Juan de estilo gótico tardío,
canon alargado y línea estilizada, exentas, sobre artísticas peanas recargadas
de adornos con escudos del fundador. Según Gómez-Moreno "parecen imitación del de San Benito"3.
El Cristo
y la Virgen
sí presentan disposición semejante pero no así San Juan que no guarda
parecido alguno. Sin embargo el Cristo es muy similar al del Calvario
de la capilla del licenciado Toribio, hoy en la sacristía, de la iglesia
parroquial de Santiago de la Puebla y el San Juan presenta la misma disposición,
si bien los ropajes son totalmente distintos.
Es curioso que la imagen de la Virgen, de pie, con cara más que dolorida estupefacta, parece desentenderse de la escena y dirige su mirada hacia el lado contrario mientras San Juan, también de pie, fija su atención en la imagen del Crucificado, en forzada postura del cuello y cabeza.
Ambas figuras, de tamaño natural y estilizadas, presentan preciosas vestiduras de policromía sobria en colores mate lisos y estofados en oro, túnicas y mantos de artísticos y opulentos plegados de violentos quiebros duros en los pliegues y las dos lucen nimbo dorado sobre sus cabezas. La Virgen, que luce rozagante túnica roja de caídos pliegues y estrecho cinturón negro, cubierta con un gran manto dorado, que le cae sobre la frente, de pliegues movidos y airosos, que le llega a los pies y con fina orla adornada, toca de la misma tonalidad, que le cubre parte del rostro, tiene las manos juntas sobre su vientre en actitud orante y San Juan, que viste túnica no muy larga de redondo escote, de tonalidad azul oscuro de pliegues verticales ceñida al cuerpo y la pierna derecha adelantada, recoge el vuelo de su manto dorado sobre el brazo y apoya la mano derecha sobre el pecho, extendiendo la izquierda hacia abajo en gesto de impotencia. El rostro es lampiño y redondeado y el cabello se peina en pequeños rizos. Como es costumbre en su representación se encuentra descalzo.
El Cristo, de tamaño natural y coloración clara, de figura alargada y estática, sobre una cruz plana y muy delgada, con los extremos del cabecero cortados a inglete, para su encaje en el arco del retablo -de cartela blanca apaisada con volutas laterales-, tiene la cabeza inclinada sobre el hombro derecho, rostro de faz agoniosa, ojos cerrados con el entrecejo fruncido, pómulos prominentes, gran corona de espinas tallada en redondos cordones, melena muy negra y rizada que le cae en trenzadas guedejas sobre los hombros, barba oscura y redondeada y boca de labios gruesos y entreabiertos, torso inclinado de estudiada modelación en los grandes pectorales, con las costillas finamente dibujadas, llaga del costado grande de la que fluye acúmulo de sangre oscura, epigastrio con ángulo abierto en vertical, el brazo izquierdo más estirado que el derecho, como consecuencia del vencimiento de la figura hacia este lado, manos abiertas con los dedos juntos y estirados, piernas de fina talla separadas y adelantadas por lo retorcido del abdomen hundido y paño superfemoral amplio, muy blanco, de poco airosos pliegues horizontales pegados al cuerpo, sugiriendo tela mojada, con anudamiento en moña al lado izquierdo y artístico colgante lateral en el mismo lado.
Para Gómez-Moreno: "por comparación pueden atribuirse [a maestro Gil o Gille de Ronça] otro Calvario y parte de los innumerables santitos de la Capilla Dorada, en la Catedral misma"4.
El Calvario más tarde se ha atribuido a Juan de Gante5 y el fondo es una pintura, algo posterior, del salmantino Diosdado Olivares6, (autor entre otras obras de la decoración del retablo de San Pedro de Santa Gadea del Cid en Burgos), con paisaje de grandes nubarrones y el Gólgota a la derecha -tras la ciudad-, mientras a la izquierda se divisa un paisaje arbolado. Cuatro pequeños ángeles de bulto, dorados, vestidos con airosas y flotantes túnicas, recogen en cálices la sangre de las llagas de manos, pies y costado, como en la portada exterior de la Catedral, con el significado que alude a la Eucaristía como rememoración del sacrificio de Cristo.
Bajo el Crucificado y en sitial adornado la pequeña figura sedente del apóstol San Pedro revestido como Pontífice de la iglesia romana con la triple tiara, báculo, guantes, anillo y las llaves de la Iglesia en la mano izquierda e impartiendo la bendición con la derecha.
A principios de siglo el hueco existente bajo las repisas de la Virgen y San Juan estaba ocupado por dos relieves en los que figuraban un santo desnudo en el primero y un fraile arrodillado en el otro, ambos con aspecto de anacoretas. En el extremo de la izquierda una pequeña imagen de San Sebastián y en el otro extremo un santo Padre de la Iglesia, en pequeña imagen haciendo juego.
1.- Elías Tormo Monzó, Salamanca: Las Catedrales (Sobre estudios inéditos de D. Manuel Gómez-Moreno).
Madrid, 1931. pg.32.
2.- Santiago de la Vorágine, La Leyenda dorada. (2 volúmenes). Tomo II. Madrid, 1982. Pg. 587.
3.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia 1967. Pg. 205.
4.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, La escultura del Renacimiento en España.
Barcelona, 1931. Pg. 45.
5.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Las Catedrales de Salamanca. León, 1979.
págs. 73/74 y José Carlos Brasas Egido, Las
Catedrales de Castilla y León. Catedral
de Salamanca. León, 1992. Pg. 163.
6.- Antonio García Boiza, Salamanca monumental. Madrid, 1959. Pg. 35 - Alfonso Rodríguez G.
de Ceballos, ob. cit. pg.74 y Elías
Tormo Monzó, ob. cit. pg. 33.