Cruz del Paso de Jesús Nazareno de la Iglesia de San Julián

 

 

 Don Joaquín de Vargas Aguirre al hablar de la desaparecida iglesia de San Adrián dice que: "Únicamente se conserva el paso de Jesús en la calle de la Amargura, magnífica escultura de don Salvador Carmona, que la congregación tenía por patrono, guar­dán­dola en la iglesia de Clérigos Menores, a causa de la estre­chez de San Adrián y que hoy recibe culto en la parroquia de San Ju­lián"1. 

La atribución a Luis Salvador Carmona, también por parte de Falcón2, no se corresponde con la realidad pues parece cierto que, en 1716, quedó terminada la imagen de Jesús Nazareno con la Cruz a cuestas, encargada al artista madrileño José de Larra Domínguez3, (casado con Mariana, hermana de los Churrigue­ra), hermano de la Cofradía de Jesús Nazareno y padre de Antonio de Larra, que fue regente del Colegio de San Carlos Borromeo.


Nazareno de San Julián.
Fotografía en http://jesusario.blogspot.com/


Otro ilustre hermano cofrade, don Diego de Torres Villarroel, confirma por medio de una anotación la autoría de José de Larra Churriguera4. Se da la circunstancia de que su hijo Manuel de Larra, también congregante, dio color a la imagen de Jesús, a su costa, en 1743. 

La imagen fue bendecida por el obispo de la diócesis don Silvestre García Escalona y desfiló el Jueves Santo de aquel año. 

El hecho de que se hiciera esta imagen dio motivo a que se produjera una gran discordia entre la antigua Cofradía de la Cruz y la de los devotos de Jesús con la Cruz a cuestas, que habían fundado su Congregación en 1688 en la iglesia de San Francisco el Real, hoy inexistente, con el título de Ilustre y Venerable Congregación de Jesús Nazareno y desfilaban con velas encen­didas integrados como nazarenos en la primitiva cofradía el Jueves Santo, pero al mismo tiempo sacando otro desfile proce­sional el Miércoles en el que, ataviados con los mismos elemen­tos, portaban pesadas cruces de penitencia, sin ayuda de almohadilla alguna, en una procesión sin imagen que presidiera el acontecimiento, volviendo de nuevo a mayor dureza y austeridad en las costumbres penitenciales. 

Fueron expulsados de la sede de la Cofradía de la Cruz, que era el templo de San Francisco y se refugiaron en la iglesia de San Adrián en 1716, si bien la imagen de Jesús Nazareno hubo de quedarse en la iglesia de San Carlos Borromeo, del Colegio de Clérigos Menores, en la plaza de Colón, donde recibió culto en el altar mayor hasta su traslado a la iglesia de las Agustinas recoletas, junto con la Cofradía, el 4 de setiembre de 1809, con motivo de la francesada. Fue disuelta en 1810, aunque restaurada de nuevo el 15 de agosto de 18145. La imagen había sido trasladada el 15 de enero de 1811, desde las Agustinas a su emplazamiento actual6. 

Continuaron los litigios y pleitos pues algunos cofrades siguieron en San Francisco, con lo que se complicaba el asunto, teniendo que intervenir a menudo la autoridad eclesiástica, por medio de concordias, para el buen orden de las celebraciones de la Semana Santa. 

El paso que desfiló los primeros años, que era solamente Jesús Nazareno con la Cruz a cuestas, de tamaño natural y original de Pedro Hernández, fue aumentando el número de figuras paulatinamente, hasta llegar a ocho, para conformar la estación del Vía Crucis del encuentro de Jesús con las Santas mujeres que fue la primitiva idea de la Cofradía, tomada el 8 de abril de 17147. 

Las estatuas de la Virgen, el Cirineo, el soldado y el sayón que desfilan hoy no tienen la calidad del Nazareno, que es una muy bella imagen por la finura y expresión doliente del rostro y manos, pues se trata de una imagen de vestir. Presenta el rostro una rara belleza implorante, con los ojos desmesuradamente abiertos y escrutadores, cejas grandes y lineales, boca entreabierta de pronunciados labios que dejan ver los dientes, barba rizada y bigote poblados, cabellera abundante de rizadas guedejas que caen sobre la espalda y con las sienes ceñidas por dorada corona de espinas metálica de estrecho cordón que produce finos regueros de sangre sobre la frente y los parietales. Las manos largas, más alta la derecha, con delicados dedos que acarician la Cruz. 

Carga el Cristo la Cruz sobre su hombro derecho, apartándose de una norma no escrita, que parece dejar libre la mano derecha para bendecir. 

La eliminación de figuras se efectuó en 1724 con objeto de reducir el peso del grupo, para lo que se acortó el tablero en 1,67 metros8. Parece que desaparecieron un sayón y la Verónica, y una María de Jerusalem todavía desfilaba en 1735, pues hubo de componerse su figura, que dos años más tarde se rompió el día de Jueves Santo y que desapareció en 1746, para lograr una mejor visibilidad del Nazareno, lo que indica su situación en la parte delantera de la carroza. 

La Virgen que hoy desfila en la parte delantera del grupo es obra del escultor salmantino Antonio Hernández, sobre dibujo y modelo en barro de Jerónimo García de Quiñones (que fue hermano de la cofradía de Jesús Nazareno), se terminó en 1797, costó 300 ducados y el estucado y pintura fue obra del artista José Sánchez Rico. Ha sido restaurada en 19839. Se presenta de rodillas con las manos juntas sobre el pecho y luciendo fina aureola metálica adornada con pequeñas estrellas. Surcan su bello rostro serenas lágrimas, adorna su cuello con fino pañuelo blanco y la abundante melena se derrama sobre los hombros. El manto azul con cenefa dorada la cubre desde la cabeza en airosos pliegues y la túnica de color marrón se adorna con cíngulo azul.


Paso del Nazareno de san Julián. Fotografía en Salamanca24horas


Aparecen además en la parte de atrás de la carroza: el Cirineo que vestido a la usanza judía, presenta rostro de mentón prominen­te, grandes cejas y ojos tristes y asombrados, barba oscura de abundantes rizos, corta melena, gorra marrón provista de orejeras, abrochada casaca del mismo color que le llega hasta media pierna, sayo de graciosos pliegues con mangas más oscuras y verdes zapatos y calcetines; un soldado romano al lado del Cirineo que lleva  casco de estilo capacete que cubre su oscura melena, nariz enorme de abultado caballete, ojos bizcos y cejas elevadas que hacen estrecha la frente, gran mostacho retorcido y pequeña perilla.

Sobre el sayo, con mangas recogidas al codo, luce coraza adornada, el pantalón atado por debajo de la rodilla, piernas desnudas, zapatos tipo babucha y polainas vueltas con adornos en el frente. Talabarte de cuero con espada curva y brillante hacha niquelada al cinto. La alabarda de brillante niquelado en la moharra es portada marcialmente sobre el hombro derecho. 

En la parte delantera, junto a la Virgen, con el sayón que tira de la cuerda, (que es de oro brillo y mate, regalo de una dama salmantina), se cae en el anacronismo de vestirlo de la forma habitual del siglo XVII, con sayo marrón que le llega hasta el muslo, desabrochado el pecho, mangas más oscuras hasta las muñecas, calzas por debajo de las rodillas, piernas desnudas que cubren hasta su mitad botas de vuelta flexible y tono verdoso oscuro. Luce sombrero chambergo que se adorna con ribete dorado. El rostro es moreno, de nariz aguileña, bigote amostachado y perilla partida en dos hacia adelante, ojos muy abiertos dirigidos hacia arriba y melena corta y negra ensortijada. Su rostro no parece el prototipo del sayón de la época, extraído de lo más bajo de la picaresca. 

El tahalí de cuero, del color del sayo, soporta espada dorada curva que se adorna con una venera en la taza. En el cinturón lleva tres clavos y un martillo de brillante niquelado. 

En el centro del grupo la imagen de Jesús Nazare­no, que luce durante todo el año vistosa túnica de terciopelo morado, bordada con adornos en cordoncillo de hilo de oro, siendo también de oro los galones bordados en las mangas y en la orla de la túnica y asomando por el cuello y puños fina camisa blanca de artística puntilla, regalo de los cofra­des que la donaron en 1886. La antigua de 1790, que viste durante la Semana Santa y con la que desfila, fue ejecutada en Gijón y también es regalo de una familia cofra­de. 

El grupo ha sido restaurado en el año 1998. 

Las andas actuales, talladas en madera, fueron estrenadas en 1910, mejorándose en 1927, al dotarlas de 16 artísticos respira­deros. Las soportan 28 hermanos que tienen a gala mecer la carroza con mimo, cual si del paso de personas se tratara, lo que se pone de manifiesto en el acorde movimiento pendular del cíngulo que porta el sayón, -semejante al que hace un incensario- y en la complicada maniobra del paso por el claustro de la Universidad, dado el ancho de las andas y los ángulos a 90º que se han de salvar en las esquinas del mencionado claustro. 

El amor de los cofrades a su imagen de Jesús Nazareno se demuestra en el hecho de que, a pesar de las periódicas crisis de la Semana Santa salmantina, jamás ha dejado de salir su carroza a hombros de los hermanos, incluso el año de 1977 en que solamen­te 15 congregantes formaron en fila procesional con las típicas cruces de madera. 

Cuidan tanto los detalles en esta Cofradía que, desde hace algunos años, se ha establecido la norma de que se coloque en la carroza, una pequeña cruz con el nombre y la fecha del fallecimiento de cada uno de los cofrades, con lo que éstos siguen acompañando a su Jesús Nazareno en el recorrido del Viernes Santo. 

A cambio han bajado a la tumba abrazados a Jesús Nazareno pues la morada túnica les sirve de humilde mortaja. 

La Cruz con que es venerado Jesús Nazareno en su hornacina del primer altar según se entra junto al presbiterio, al lado izquierdo, donación de un cofrade, no es la misma que porta en el desfile procesional del Viernes Santo por la tarde. La primera era de plata repujada y de afiligranados dibujos y fue cortada para encajarla en la hornacina. Fue reemplazada por otra de madera con remates de plata repujada y dorada a fuego en sus conteras. La que desfila es una robusta y sencilla Cruz de madera barnizada en tonos claros, con los dibujos de la rugosidad en color oscuro, efectuados con muy poca gracia artística y lleva las conteras con adornos dorados.

 

 

1.- Joaquín de Vargas Aguirre, Dibujos salmantinos. Salamanca, 1981. Págs. 21/22.   

2.- Modesto Falcón, Salamanca artística y monumental. Salamanca, 1867. Pg. 100 y 185/186 y Guía de Salamanca. Valencia, 1992. Edición facsímil de la de Salamanca de 1868. Pg. 58.

3.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 70.

4.- La Gaceta Regional. Publicación periódica. Diario de Salamanca. 5 de abril de 1985.

5.- La Basílica Teresiana. Publicación mensual. J. V. de P. Hermano nazareno. Artículo: Los Nazarenos. Salamanca, 1909. Pg. 154.

6.- Joaquín Zaonero, Libro de noticias de Salamanca que empieza a rejir el año de 1796. Edición crítica de Ricardo Robledo. Salamanca, 1998. Pg. 75.

7.- Juan José Andrés Matías, Semana Santa en Salamanca. Historia de una tradición. Salamanca, 1986. Pg. 67.

8.- La Gaceta Regional. Publicación periódica. Diario de Salamanca. Artículo de don Alfonso Rodríguez G. de Ceballos. Salamanca, 28 de marzo de 1986. pg. 9

9.- La Gaceta Regional. Publicación periódica. Diario de Salamanca. Especial Semana Santa. Artículo de don José Luis de No Soler. Salamanca, 27 enero 1983.



Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00