Hay pocas noticias concretas sobre el relieve de bella policromía que hoy se encuentra situado sobre las cajoneras de la sacristía en la iglesia de Santa María de los Caballeros y que refleja una abigarrada escena del Descendimiento, en el mejor estilo medieval de los existentes en Salamanca.
Fernando Araujo habla de: "el altar en que se esculpe en relieve polícromo la Dolorosa" situándolo dentro de la iglesia "junto a otro pequeño relieve de mármol incrustado en el muro y que representa a la Virgen con Jesús en brazos, revelando goticismo en la actitud y en la composición aunque por la ejecución es digno del Renacimiento"1.
Gómez-Moreno habla de un "relieve de la Quinta Angustia de alabastro, de O'64 cm de altura, de la primera mitad del siglo XV y de autor desconocido"2.
Alfonso Rodríguez G. de Ceballos nos dice: "En el testero de la misma sacristía hay un excelente grupo de madera policromada del Descendimiento esculpido por el mencionado Juan Montejo"3.
Para Juan Eduardo Cirlot y José Camón Aznar se trata de: "un tablero policromado y dorado, que representa la Deposición de Cristo, de la escuela vallisoletana de la primera mitad del siglo XVII"4.
En tiempos debió ocupar otro sitio en la iglesia, como afirma Fernando Araujo, pues se aprecia el deterioro producido por la humedad del templo, problema todavía no solucionado en su interior, aunque en la parte externa se arreglara a finales de los años cuarenta.
Eran constantes las inundaciones, como consecuencia de las tormentas, habiendo llegado las aguas en la del día 8 de setiembre de 1882 hasta el ara del altar mayor, hecho que se repitió sobre el año 1940, hasta que se solucionó el problema de desagües que confluyen delante de la puerta del templo. Los gruesos pilares cilíndricos y los zócalos de la iglesia presentan abundantes huellas de humedad pues no han desaparecido todavía los efectos de la "esgueva" que a cielo descubierto discurría desde la coladilla de San Marcos por Crespo Rascón, Bordadores y Ancha a desaguar en el río a través de la Vaguada de la Palma.
Presenta el relieve del Descendimiento nueve figuras lo que le constituye en caso único de los existentes en Salamanca pues el resto tiene como máximo seis figuras. (Relieve de la iglesia de la Vega).
La composición, a pesar de su abigarramiento, no deja de lucir linealidad lo que hace que las figuras no sean tan agobiantes como puedan serlo las del sepulcro de Gutierre de Castro, de Juan de Juni, en el claustro de la Catedral Vieja.
El primer plano lo ocupa, de izquierda a derecha, el Yacente inclinado, sujeto por las manos de José de Arimatea, quien le hace apoyar la espalda entre sus abiertas piernas y la cabeza desmayada sobre su pecho.
El fondo lo ocupan cuatro personajes con las cabezas casi en línea recta, mientras en el centro, con la misma alineación, se yerguen las cabezas de otros tres personajes. El contrapunto lineal cercano lo ponen los rostros de Jesús a un lado y el de la Magdalena al otro en la misma alineación, descargante de la tensión que late en la escena.
El Cristo, de tamaño menor que el natural, tiene una tonalidad dorada mate que destaca sobre el conjunto, quedando enmarcado por los pliegues de la amplia sábana, (del mismo color dorado) que sujetan José de Arimatea y María Magdalena.
Tiene la cabeza muy reducida y desmayada sobre el hombro derecho, la frente amplia, el entrecejo fruncido, los ojos cerrados, mejillas hundidas, alargada nariz, labios finos, bigote abundante y barba recortada que finaliza en dos puntas, melena pegada al cuero cabelludo con raya al medio y cayendo con poca ondulación sobre los hombros, en especial sobre el izquierdo, cuello escaso de torsión difícil, pecho atlético de pronunciadas costillas redondeadas, reducida llaga en el costado que mana pequeño reguero de sangre, vientre hundido y abundosa curvatura del epigastrio, cadera derecha vista en toda su integridad pues el paño de pureza termina en la pelvis, brazo izquierdo corto y voluminoso de redondeadas curvas y mutilada la mano que sujeta el sudario en la que sólo se aprecian los dedos corazón, anular y meñique, el brazo derecho también corto y hercúleo cae desmayado sobre la sábana y la mano carece del dedo pulgar.
Las piernas ligeramente curvadas por el descanso que los pies efectúan sobre una base prismática de apoyo, muslos redondeados, rodillas ligeramente adelantadas, pantorrillas voluminosas y pies separados en posición forzada que hace que los dedos se dispongan en forma de abanico.
La Virgen, que en pie ocupa la posición central, presenta dolorido el rostro redondeado que se enmarca en los pliegues del vistoso manto azul colocado en forma de toca por la cabeza y que cayendo con amplitud sobre los hombros deja ver la exquisitez de una túnica rosácea de cuello abierto.
El rostro, fiel expresión de dolor, presenta los ojos pequeños semi-cerrados con profundas ojeras, cejas apenas visibles por el plegado de la toca, amplia nariz y gruesos labios cerrados con rictus de amargura, barbilla prominente y cuello ligeramente vuelto hacia la derecha. La mano derecha sobre su pecho y la izquierda separada del cuerpo y a la misma altura, en actitud declamatoria, son de una vigorosa naturalidad.
María Magdalena, en posición acuclillada, con la mano derecha sujeta y levanta el Sudario de Jesús y con la izquierda soporta un pequeño pomo dorado para perfumes. Viste lujosa túnica de adornado cuello y el bello manto, terciado sobre la cabeza, deja ver su rizada melena, especialmente en el lado derecho.
Rostro redondeado de ojos grandes, muy abiertos dirigidos hacia el Salvador, cejas dibujadas y puntiagudas, nariz grande, pómulos y carrillos pronunciados, boca diminuta y mandíbula prominente.
En la parte izquierda del relieve José de Arimatea, sentado en ligero escorzo hacia el centro, es quien soporta el cuerpo inerte de Jesús entre sus rodillas. Viste amplia túnica de tonos verdosos y se envuelve en capa color carmín, terciada sobre el hombro izquierdo y recogida sobre la pierna derecha con reducidas plegaduras, que permiten ver la sencilla bota oscura que calza. Su faz redondeada presenta acusada calvicie y luce abundosa y larga barba cana que se extiende hasta la mitad del pecho. Ojos grandes y vivarachos, cejas lineales y pronunciadas, nariz achatada, pómulos prominentes y el bigote y la barba impiden que se vean los labios.
San Juan, en pie, ocupa la posición central detrás de la Virgen, aunque no se aprecia que la esté sujetando. Cara redondeada, frente amplia, melena negra y rizada que deja ver las orejas, cejas redondeadas, ojos pequeños y penetrantes, nariz proporcionada, boca pequeña, bigote y pequeña perilla triangular y mentón redondeado. La amplia túnica, del color del manto de la Virgen, deja ver su abultado cuello y por la espalda se aprecia un manto rojo sin apenas plegaduras.
Las dos Marías, (Cleofás, la madre de Santiago el Menor y José y Salomé, la madre de los hijos del Zebedeo), ambas de pie, ocupan la posición entre José de Arimatea y San Juan, presentando sus miradas convergentes.
La de la izquierda aparece más tapada pues el manto verde que le cae desde la cabeza lo recoge con la mano izquierda, a la altura del cuello, impidiendo con tal gesto que se vea la túnica. El rostro, enmarcado por el manto es redondeado, los ojos grandes de pronunciados párpados, nariz chata, boca de labios gruesos y la barbilla redondeada.
La otra María, también con el manto desde la cabeza, al estilo de toca, cae sobre el hombro izquierdo y deja al descubierto una túnica dorada de pronunciados pliegues. El rostro menos redondeado que la anterior, ojos normales, nariz grande, boca pequeña y barbilla saliente.
Al fondo y a la derecha se encuentra Nicodemo que porta, sobre su brazo derecho y sujeta con la mano, un talego donde se supone van las 100 libras de una mezcla de mirra y áloe de que nos habla el Evangelio. (Jn, 19, 39)
De poblada y rizada larga barba negra cubre la cabeza con amplio manto de color oscuro dotado de capucha que deja ver su frente despejada, ojos grandes de pobladas cejas y profundas ojeras, nariz pequeña y fina boca.
El último personaje, de quien no nos hablan los Evangelios, se supone sea un criado de José de Arimatea o de Nicodemo y llena la parte derecha del relieve con su descomunal figura. Rostro de gruesas facciones, carece de barba, presenta corta cabellera poco rizada, frente pequeña, ojos reducidos, enorme nariz, pómulos salientes, boca grande de pequeño bigote y mentón de acentuado prognatismo. Lleva el manto color crema terciado sobre su hombro derecho sin apenas arrugas y recogido por el rojo envés en su brazo izquierdo, dejando ver por debajo de la túnica azul una pierna de artística y adornada bota de cuero.
Todas las figuras lucen preciosas vestiduras de rica policromía en colores mate lisos y estofados en oro.
La Cruz plana, negra y no muy ancha, carece de cabecero, apenas esbozado, como consecuencia del tamaño del relieve.
1.- Fernando Araujo, La Reina del Tormes. Guía Histórico-descriptiva de la ciudad de
Salamanca. Salamanca, 1884. Edición patrocinada por la Caja de Ahorros y
Monte de Piedad de Salamanca en 1984. Pg. 228.
2.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 282.
3.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg.
84.
4.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 19 y José Camón
Aznar, Guía de Salamanca. Madrid,
1932. Pg. 82.