Claustro de la Catedral Vieja
Es un sepulcro de los
denominados de tipo lucillo, que iban excavados sobre los muros del claustro,
para no impedir el tránsito de las procesiones y el paseo recogido, en las
prácticas devocionales, de canónigos y clérigos del cabildo catedralicio.
Sepulcro de Gutierre de Castro de Juan de Juni |
Se trata de un retablo, todo él policromado, con el sepulcro del arcediano don Gutierre de Castro, carente de epitafio, que realizó en piedra Juan de Juni1, cuando estaba avecindado en Salamanca, (donde otorgó testamento el 26 de octubre de 1540, por haber tenido una grave enfermedad2) o en Zamora, según otros3. No sigue el arte medieval imperante sino que adopta los aires de los enterramientos florentinos del siglo XIV, con arco de medio punto, sencillas arquivoltas desprovistas de ornamentación, si se exceptúan la interior adornada con cabezas de ángeles alados y la exterior de geométricas curvas floreadas.
El intradós interno es
de finos casetones y el exterior de geométrico encasetonado con flores en los
vanos. La parte superior del arco luce grandes ángeles inclinados que sujetan
enormes guirnaldas pendientes de la clave, que se adorna con cartela avolutada.
Los laterales, que avanzan, alojan dos hornacinas con arco de medio punto coronadas por cornisa clásica soportada por columnas de capitel jónico al interior y columnas con estrías de base cuadrada y capitel corintio al exterior.
El tímpano luce relieve policromado en piedra de Villamayor, donde destaca una gran Cruz plana, de color ocre oscuro con la corona de espinas pintada de verde, embutida en el brazo superior muy corto, presidiendo el conjunto. Carece de cartela y el infame INRI aparece directamente tallado sobre el corto cabecero.
Detalle del sepulcro de Gutierre de Castro, |
Sobre el sepulcro, en lugar de la figura yacente del protagonista, como se acostumbraba en la época, se exhibe sobre el tímpano, como se ha dicho antes, un relieve policromado en el siglo XVIII, de la Piedad o Quinta Angustia, en la que se hace efectiva la profecía de Simeón "una espada atravesará tu alma" (Luc 2, 35) con las figuras de Jesús bajado de la Cruz y sujetado por la Virgen, San Juan y las dos Marías.
Al frente del sepulcro, totalmente liso, pequeño relieve policromado de la Santa Faz, bastante deteriorado, pese a que es de fecha posterior, pues en este frontal existió "el busto del Sepultado de bajorrelieve sobre dos almohadas en su féretro muy bien puesto en perspectiva, en que se conoce le salía muy bien" según palabras de Antonio Palomino en 17244.
También alcanzó Ceán Bermúdez a ver la figura del arcediano pues nos dice: "El Descendimiento de la Cruz con diferentes ornatos en el claustro o iglesia antigua sobre el sepulcro del arcediano D. Gutierre de Castro: están a los lados Santa Ana dando lección a la Virgen niña y San Juan Bautista; y es también de su mano el busto del arcediano y lo restante del sepulcro"5.
Se trata de uno de los primeros grupos de la Piedad existentes en España, tradición que había llegado de Alemania donde ya existían hacia 1300, pero que aquí no se realizan hasta fines del siglo XIV.
En esta obra, también denominada "Llanto sobre Cristo muerto" por su dramatismo, buena muestra del manierismo florentino de Juni, (llamado padre del barroquismo español), dinámica y de una vitalidad poderosa, la disposición en óvalo alrededor de la Virgen de las contorsionadas figuras doloridas produce congoja por la insuficiencia de espacio y sus actitudes, en escorzos violentos, nos traen recuerdos de Miguel Ángel, aunque preludie ya el barroco castellano y se adelante al impresionismo.
Ante un Cristo bellamente clásico derrotado, de total abandono sobre el descarnado suelo, con la boca y ojos aún entreabiertos, San Juan -de ensortijado cabello- encogido en violenta postura, agarra a Jesús por el hombro derecho junto a la mano derecha de la Virgen, que acaricia el cuerpo de su Hijo y mientras María Magdalena sujeta la mano izquierda de Jesús, la otra María soporta a la Virgen a punto de desvanecimiento, con una mano en extraña posición sobre la frente y la otra sobre el brazo.
La Madre presenta una inverosímil postura de las piernas, sobre todo en la que apoya el cuerpo de Cristo.
Los pliegues de las vestiduras están perfectamente logrados en su relieve y en los vivos tonos de la policromía en ocres, rojos y azules, muestran el inconfundible estilo de Juan de Juni con sus airosos paños decorativos de impetuoso movimiento. La perfección de las manos nos habla tanto como pudieran hacerlo los rostros en el estilo fuerte y violento del artista francés de Joigny, localidad próxima a Sens, a orillas del Ionne, que dominaba la técnica escultórica de los materiales más diversos: barro cocido, materiales duros, piedra o madera vista.
Es el grupo una magnífica muestra del "coro" trágico y un alarde de movimiento y vida expresado en el dolor abigarrado del conjunto que desborda el patetismo natural de la escena en la pasión con que retuerce el artista tanto los cuerpos como las vestiduras.
El Cabildo, en la última década del siglo XVII, tuvo que defender el magnífico sepulcro, de la avalancha de pintores y tallistas que pretendieron efectuar copias vaciando en él sus barros y colores.
Los encasamientos laterales, hoy vacíos, se supone albergaron las imágenes barrocas de San Juan Bautista abrazado al Cordero, dotado del gigantismo clásico del artista y Santa Ana, monumental figura de exquisita labra en los paños, en postura contorsionada al intentar arrodillarse, también obra de Juan de Juni y de la que ha dicho Bertaux que es "un drama y una tempestad en una simple lección de lectura que una madre da a una niña"6, que desde el siglo XVIII se encuentran en sendas hornacinas, en el trascoro de la Catedral Nueva.
Hay quien afirma que las imágenes de San Pedro y San Pablo, pintadas de blanco, también obra de Juan de Juni, que se encuentran en la parte superior del trascoro serían las que lucieron las hornacinas del sepulcro, hoy vacías y que las de San Juan Bautista y Santa Ana -de aproximadamente un metro de altura- estarían a los lados del monumento, junto con las repisas donde hoy descansan7.
El retablo fue atribuido algún tiempo a Becerra8 y a Berruguete y en el siglo pasado la capilla tenía una verja de madera donde podía leerse: Attendite, et videtes'est dolor sicut dolor meus.
Este retablo sepulcral ha dado lugar a numerosos errores pues según don José María Quadrado9 y don Fernando Araujo8, en el pasado siglo, había desaparecido, aunque el primero luego rectificó tal aserto9. Para don Manuel Villar y Macías no existía en su libro cuando afirma que "en el siglo XVIII desaparecieron los epitafios y sepulcros que hubo en esta galería"10, y don Modesto Falcón no llega a citarlo en su recorrido por la Catedral Vieja en 186711 al igual que don Juan Antonio Vicente Bajo en 190112. La afirmación de Villar y Macías se debe a que, en 1785, el claustro fue reformado por Jerónimo García de Quiñones y Román Calvo, con traza greco-romana, sustituyendo las "galanas techumbres" que dice González Dávila13, de la primera mitad del siglo XV, por bóvedas de yeso, guarneciendo y tabicando de ladrillo y piedra y revocando los muros con pintura amarilla, al mismo tiempo que reparaban los desperfectos que había originado en la Catedral el terremoto de Lisboa del 1 de noviembre de 1755.
Se descubrieron de
nuevo epitafios, sepulcros, arcadas y capiteles en 1902 al efectuar las
restauraciones ordenadas por el obispo Padre Cámara, realizando las labores
correspondientes el arquitecto don Enrique María Repullés y Vargas y una
muestra de las "galanas techumbres" la tenemos en cuatro vigas
mozárabes, talladas y policromadas, que se
exhiben hoy en el Museo Catedralicio.
1.- Antonio Ponz, Viaje de España, 3 (4 volúmenes). Tomos IX-XIII. Madrid, 1988. Pg.
645. - Juan Eduardo Cirlot, Guía
artística de España. Salamanca y su
provincia. Barcelona, 1956. Pg. 50 y José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 96.
2.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 36 y
José Delfín Val y Francisco Cantalapiedra, Semana
Santa en Valladolid. Valladolid, 1990. Pg. 229.
3.- Margarita M. Estella Marcos, La escultura castellana del siglo XVI.
Cuadernos de arte español. Revista Historia 16. Madrid, 1991. Fascículo 8, pg.
23 y José María Azcárate, Escultura del
siglo XVI. ARS HISPANIAE. Volumen XIII. Madrid, 1958. Pg. 154.
4.- Francisco Javier Sánchez Cantón, Fuentes literarias para la historia del arte
español. (5 volúmenes) tomo IV. Madrid, 1936. Pg. 76.
5.- Juan Agustín Ceán Bermúdez, Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas
Artes de España. (5 volúmenes) tomo II. Madrid, 1800. Pg. 361.
6.- Juan de Contreras, marqués de Lozoya, HISTORIA DEL ARTE HISPANICO. (6
volúmenes). Tomo I. Barcelona, 1931. Pg. 242.
7.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 126.
8.- Fernando Araujo, La Reina del Tormes. Guía Histórico-descriptiva de la ciudad de
Salamanca. Salamanca, 1884. Edición patrocinada por la Caja de Ahorros y
Monte de Piedad. Salamanca, 1984. Pg.
214.
9.- José María Quadrado, Salamanca, Ávila y Segovia. Barcelona, 1884. Edición patrocinada
por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad
de Segovia. Barcelona, 1979. Pg. 56 y Fernando Araujo, ob. cit. Pg. 214.
10.- Manuel Villar y Macías, Historia de Salamanca (9 volúmenes). Salamanca, 1887. Reimpresión
de 1973. Tomo II. Pg. 89.
11.- Modesto Falcón, Salamanca artística y monumental. Salamanca, 1867.
12.- Juan Antonio Vicente Bajo, Guía descriptiva de los principales monumentos arquitectónicos de
Salamanca. Salamanca, 1901.
13.- Gil González
Dávila, Historia de las antigüedades de
Salamanca