Cristo de la Capilla de San Bartolomé

Catedral Nueva

 

 

La capilla de San Bartolomé es la cuarta de la derecha entrando por la puerta del Nacimiento de la Catedral Nueva, situada entre las capillas de la Madre de Dios y la del Desagravio y comunica­ba con la Catedral Vieja hasta 1953, en que se trasladó la puerta de acceso a la capilla de San Lorenzo o del Ecce Homo, la primera según se entra en el templo. 

El pequeño retablo dorado de la capilla, enmarcado en arco conopial y columnas rematadas en candeleros renacentistas, se compone de banco, cuerpo y ático, ejecutado por el ensamblador Antonio González Ramiro en 16271. 

El banco lo componen cinco divisiones con cuadros apaisados de los que, cuatro lucen escenas bíblicas, mientras que el quinto, primero por la derecha, se ha perdido, sustituyéndolo por una tabla con adornos policromados de roleos. 

El cuerpo lleva en su centro amplia hornacina, con arco de medio punto, de cupulilla avenerada y fondo de ornamentada pintura, que cobija una reducida imagen de San Bartolomé de autor desconocido, -aunque hay quien como Cirlot y Elías Tormo2 la atribuyen a Gregorio Fernández- y antigüedad superior a la del retablo, al que llegó procedente de otro sitio. Para María Elena Gómez-Moreno seguramente es de Antonio de Paz3. Anteriormente ocupó el lugar de San Bartolomé una imagen de Nuestra Señora procedente de la Sala Capitular. 

Las dos calles laterales se encuentran separadas por columnas de estrías helicoidales de capitel corintio, alojando en los intercolumnios dos encasamientos de arco y cupulilla semejantes, si bien no tan grandes como el central. Alojan las imágenes de los Padres de la Iglesia San Gregorio Magno y San Agustín, (anteriores a la imagen de San Bartolomé) sobre peanas en forma de concha, obras de Antonio de Paz, para Ceballos4 aunque Cirlot, Elías Tormo y Camón Aznar se las atribuyen a Gregorio Fernández5 y el mismo Ceballos, en otra obra, dice que son de Antonio González Ramiro6. María Elena Gómez-Moreno atribuye a Antonio de Paz la talla de San Gregorio3. 

Ambos Padres de la Iglesia estaban unidos en el afecto de los salmantinos, y sacados en procesión, por ser San Gregorio abogado contra la pestilencia y San Agustín patrono contra la langosta, el pulgón y otros insectos nocivos para el campo charro. 

El entablamento dórico dotado de triglifos tiene friso adornado de relieves con roleos. Sobre el entablamento y correspondiendo con los intercolumnios dos pinturas apaisadas de Jesús predicando y un santo anacoreta. 

El ático lleva en su centro una magnífica tabla de 1572, -pintura al temple sobre tela- de Luis de Morales, apodado el Divino, y denominado así "no sólo por lo delicado de su pincel, sino porque sólo pintaba cosas divinas"7. Tiene la pintura reminiscencias italianas y bello colorido, de figuras alargadas, conocida como La Virgen con Jesús y San Juanito, "la más clásica de sus obras maestras" en apreciación de Elías Tormo8. Parece que el lienzo procedía del retablo de la iglesia de San Felices de los Gallegos que se incendió en 1887 y que se componía de ocho tablas del citado pintor. 

Es una obra copia exacta de la existente en la Colegiata de Roncesvalles de la que sólo se diferencia en la postura de la mano derecha de la Virgen y en que en ésta aparece la figura de San José al fondo. Se trata de un regalo del obispo de Ciudad Rodrigo don Francisco de Navarra, que había sido prior de la Colegiata, lo que explicaría que el encargo sea tan similar.


Retablo dorado de la capilla de San Bartolomé. Catedralsalamanca.org


En ambas "existe una aproximación a lo leonardesco, aunque probablemente a través de la pintura flamenca u holandesa"9. En la Virgen se nota la influencia de Bernardino Luini. Morales pintó varias veces el citado tema de la Virgen, el Niño y San Juanito. Así otra copia existe en el monasterio madrileño de San Jerónimo el Real, regalo de Felipe II en 1564. 

El cuadro lo enmarcan dos columnas similares a las del cuerpo y en los extremos, paneles de adorno en azul y oro, con volutas rematadas en pirámides con bolas. 

Sobre el cuadro, entablamento dórico en la cornisa y sin adornos el friso, rematado en frontón curvo, abierto en el centro para dar paso a una pequeña columna estriada, de sección cuadrangular, que sirve como pedestal a un pequeño Crucificado exento que preside el retablo. 




El Cristo rígido, de pequeño tamaño y de formas estilizadas es de encarnadura marfileña, presenta la cabeza caída hacia adelante e inclinada hacia el hombro derecho, rostro de fino perfil, cabellos ondulados colgantes y barba rizada, llaga en el costado, brazos muy colgados de los clavos, busto saliente con leve curvatura de pronunciadas costillas en su parte inferior, vientre contraído, torsión de caderas hacia la izquierda, piernas juntas, finas y largas con las rodillas muy adelanta­das y pequeño paño de pureza, con plegaduras horizontales anudado a la derecha, de color oscuro que dificulta la observación de sus pliegues.

La Cruz en tonos claros, de reducido tamaño en comparación con el cuerpo que soporta, lleva enorme y rara cartela de la sentencia con avolutamiento asimétrico. 

 

  

 

 

1.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Las Catedrales de Salamanca. León, 1979. Pg. 76 y  Pilar García Aguado, Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca. Primera mitad  del siglo XVII. Salamanca, 1988. Pg. 122.

2.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 82 y Elías Tormo Monzó, Salamanca. Las catedrales. (Sobre estudios inéditos de don Manuel Gómez-Moreno). Madrid, 1931.  págs. 29/30

3.- María Elena Gómez-Moreno, Escultura del siglo XVII. ARS HISPANIAE. Tomo XVI. Madrid, 1963. pg. 94.

4.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 51. y José Carlos Brasas Egido, Las catedrales de Castilla y León. La Catedral de Salamanca. León, 1992. pg. 163.

5.- Juan Eduardo Cirlot, ob. cit. pg. 82. - José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 32 y Elías Tormo Monzó, ob. cit. págs. 29/30.

6.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Las Catedrales de Salamanca. León, 1979. Pg. 76 y Pilar García Aguado, ob. cit. pg. 122.

7.- Antonio Acisclo Palomino de Castro y Velasco, El Museo pictórico o escala óptica. Buenos Aires, 1944. Pg. 202.

8.- Elías Tormo Monzó, ob. cit. pg. 29.

9.- José Rogelio Buendía y Joan Sureda, La España imperial. Renacimiento y humanismo. HISTORIA DEL ARTE ESPAÑOL. Tomo VI. Barcelona, 1995. Tomo VI. Pg. 51.


Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00