De este Cristo no existe constancia escrita alguna hasta que Luis Garrido y Ángel Pisón nos dan cuenta, en 1994, de su existencia y lo sitúan en el coro bajo.
Todo cuanto nos dicen
es lo siguiente: "un zócalo de
azulejos toledanos del siglo XVII, sobre el que una hornacina excavada en el
muro, muestra, en toda su oquedad la pintura barroca que representa una
panorámica de la ciudad de Jerusalem, al fondo, y el Monte Calvario con las
cruces donde cuelgan el buen y el mal ladrón. Esta pintura en la que consta su
concepción en 1740 y posterior retoque en 1908, combina con el Cristo de madera
policromada que acoge la misma hornacina"1.
Cristo en el Calvario. Museo las Claras. |
El Cristo parece datarse en
el siglo XVII y presenta una coloración broncínea brillante. Es de tamaño menor
que el natural, de reducidas extremidades inferiores y la talla de su anatomía
tiene caracteres sarmentosos en el modelado de músculos y venas, sobre todo en
brazos y piernas.
La cabeza grande y la
faz macilenta, ligeramente ladeada hacia la derecha, ojos cerrados de
abultadas ojeras, entrecejo fruncido, nariz fina de reducidas aletas, boca
cerrada, barba puntiaguda muy bien dibujada en rizadas ondas de coloración
oscura, melena poco abundante, partida en dos, que cae en ondulaciones
paralelas, de lineal dibujo, sobre los hombros en reducida guedeja que deja ver
huellas sanguinolentas, corona de espinas grande, aunque no ancha, de dos ramas
sin punzantes, brazos con ligera inclinación mostrando una tensión exagerada,
manos con los dedos apenas señalados y vueltos hacia los clavos, hombro
izquierdo a punto de descoyuntamiento, pecho de prominentes costillas
paralelas, rodillas salientes de enormes rótulas y piernas en tal tensión que
afloran los músculos como si de los huesos del esqueleto se tratara. Pie
derecho montado dibujándose los dedos, a partir del clavo, como las varillas
abiertas de un abanico.
Cristo en el Calvario. Museo las Claras |
El paño de pudor muy reducido, tono marfileño, pegado al cuerpo con menudos pliegues horizontales, que se reducen hacia la cadera izquierda, desde donde parte un anudamiento grande, ovillado en el centro, moña superior de gran tamaño y caída corta que se retuerce en airosos pliegues barrocos.
La Cruz ancha, plana y de larguero muy grande bajo los pies, apoya sobre un montículo de tibias y calavera y tiene color oscuro por el barnizado de la madera, con algunas zonas más claras. La cartela sobre el cabecero adopta forma rectangular con ligeros arcos superior e inferior convergentes y fondo blanco con reborde dorado.
La pintura barroca que
sirve de fondo y en la que predominan los tonos verdes y ocres, es una ciudad
amurallada, con casas y varios templos, verdes montes, un riachuelo y en ambos
laterales los dos ladrones atados a sus respectivas cruces que están formadas
por troncos de árboles. El sol y la luna se asoman sobre el travesaño de la Cruz
del Salvador.
1.- Luis Garrido y Ángel Pisón, El Real Convento de Santa Clara y su
Museo. Salamanca, 1994. Pg. 33.