Cristo del Cid

 Museo Diocesano 

 

Se trata de un pequeño Crucifijo denominado Cristo pequeño del Cid por llevarlo el Campeador sobre su pecho, bajo la armadura, cuando entraba en combate y que hoy puede admirarse en el Museo Diocesano en una vitrina junto a otra que existe con los recuerdos que se denominan documentos cidianos. 

Se trata fundamentalmente de dos pergaminos, traídos a Salamanca por don Jerónimo de Perigueux, capellán-limosnero-confesor del Cid, cuando pasó a regir la sede salmantina, en la que estuvo por espacio de veinte años y donde murió en 1120. 

Uno es un documento escrito en letra minúscula cursiva visigótica por el que el Cid hace una donación, en 1098, a la iglesia de Valencia y a su obispo Jerónimo.

El autógrafo de don Rodrigo dice: "Ego Rudericus simul cum coniuge mea afirmo hoc quod superius scriptum est" y el otro documento, de idénticas características escriturarias, es una donación, en 1101, de doña Jimena a la iglesia de Valencia del diezmo de lo que posee y de lo que poseerá en el futuro, ratificando las donaciones anteriores de su marido. La confirmación autógrafa, hoy ilegible, decía "Ego Eximina predicta qui hanc paginam fieri iussi manu mea confirmavi". 

Cristo pectoral, actualmente en
la exposición Ieronimus 
https://ieronimus.es/

    

El Cristo del que hablamos es bizantino y renegrido, del siglo XI, de bronce dorado, no macizo, de 17'5 cm de altura por 14 cm de ancho, de medio centímetro de espesor, con esmaltes de Limoges, de los Cristos denominados Maiestas Domini por llevar sobre la testa corona real (en este caso enorme), siguiendo los dictados en el arte de lo que afirmaba San Juan Crisóstomo: "Lo contemplo crucificado y lo llamo Rey".

Es de los de cuatro clavos, brazos largos, rígidos y delgadísimos, horizontales a distinta altura, lo que hace flexionar el tronco en forma extraña a la verticalidad bizantina, manos abiertas con los dedos juntos y extendidos y suppedaneum bajo los pies divergentes, lo que le da rigidez a las piernas paralelas y hace que parezca sujeto a la Cruz y no colgado, cabeza inclinada hacia el hombro derecho, con las facciones contraídas, ojos redondos y abiertos significando su victoria sobre la muerte, barba rala y plana y toquilla que le cubre la oculta melena, labra tosca de torso alabeado y vientre abultado y enorme paño de pureza, que le cubre desde las caderas hasta casi los pies, con franja adornada -como cinturón- y esmaltado en blanco y azul, con caídos pliegues verticales, rígidos y geométricos, que se van abriendo hacia las rodillas, (un poco flexionadas en forma anormal para la época bizantina) y con nudo en el centro.

La Cruz plana y tosca es de madera, con algún atisbo de carcoma, de época posterior y presenta un tono verdoso en su pintura, debido al material metálico de la construcción del Cristo, que con el paso del tiempo y de la herrumbre ha ido sedimentando en ella tal color. 

Lleva enorme cartela apergaminada asimétrica, con voluta en su extremo izquierdo sin que apenas se lea la inscripción infamante, suponiéndose de época más tardía. 

El Cristo debió pertenecer en tiempos "a una cruz procesional del siglo XIII, de obra de Limoges, como la del Museo de Chartres y otra del de León, por ejemplo, cuyos crucifijos son absolutamente iguales a éste"1, por lo que no parece verosímil la teoría de que procediera del Cid Campeador. 

Hasta el siglo pasado se veneraba junto con el Cristo de las Batallas, sujeto por un pequeño fleje a la parte posterior de éste y saliendo hacia su izquierda, como si fuera su pequeña sombra. Por tradición se da a besar esta imagen a los Reyes cuando hacen su entrada en la Catedral. 

El estilo es similar al del Cristo de las Batallas aunque su procedencia no sea la misma pues llega a Salamanca como regalo del arzobispo de Valencia don Martín López de Hontiveros, según el padre Alfonso Rodríguez G. de Ceballos2 en 1655 y en 1647 según Juan José Andrés Matías3 y Daniel Sánchez y Sánchez4. Ambas fechas pudieran no ajustarse a la realidad si tenemos en cuenta que don Martín López de Hontiveros no llegó al arzobispado de Valencia hasta 1658, según indica don Manuel Villar y Macías5.

 

 

 

 

 

 

1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 214.

2.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 34.

3.- Juan José Andrés Matías, Semana Santa en Salamanca. Historia de una tradición. Salamanca, 1986. Pg. 115.

4.- Daniel Sánchez y Sánchez, La Catedral Nueva de Salamanca. Salamanca, 1993. Pg. 206.

5.- Manuel Villar y Macías, Historia de Salamanca. (9 volúmenes). Salamanca, 1887. Reimpresión de 1973. Tomo VII. Pg. 129.


 Por José María Hernández Pérez

06/03/2023 Rev. 00