Crucifijo Gótico del Altar lateral en la Catedral Vieja

 

 

Altar lateral de la Catedral vieja de Salamanca. Fotografía de Miguel Ángel Victoria 
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Entrando en la Catedral Vieja, sobre el muro de la epístola, existe un retablo neoclásico puro, ejecutado en piedra de Villamayor, de estriadas columnas corintias que soportan un friso con dos relieves separados por tarjeta apergaminada y superado por frontón curvo partido con pedestal intermedio rematado en pirámide y que no concuerda estilísticamente con la construcción románica de la iglesia. 

Este retablo se labró a finales del siglo XVI para acoger al Santísimo Cristo de las Batallas y posteriormente, en 1732, cuando se trasladó esta imagen a la Catedral Nueva, en tiempos del obispo don José Sancho Granado, se embutió en la hornacina rectangular otro retablillo parecido a los varios que, de escaso valor artísti­co, se construyeron al mismo tiempo y hoy desaparecidos, de gran similitud con el retablo principal distribuyéndose en tres tableros. Así el de San Bernabé en el crucero, el de San Tirso detrás del coro, el de Santa Elena junto a la puerta del Perdón, el de San Lorenzo, colateral del lado del Evangelio y los de Santa Inés y San Nicolás repartidos por la nave. 

Los altares de San Lorenzo, San Nicolás y San Bernabé ya existían en 1275 pues hay constancia escrita de ello1.Hasta fecha muy reciente se veneró en este altar el magnífico Crucificado gótico del siglo XIII que ha pasado a la capilla de Santa Catalina y que se encontraba alojado en un retablo de finas columnas con capitel jónico que soportaba arco de medio punto cuyas anteriores ubicaciones señalaremos a continuación. 

La primera noticia documental que se aprecia, relativa a este Cristo, es una fotografía de 1901 que aparece en el libro de don Manuel Gómez-Moreno3 donde, junto al sepulcro de doña Beatriz de Guzmán, esposa de don Alfonso Álvarez de Anaya, dentro de la capilla de San Bartolomé y sobre el muro, a la derecha del sepulcro, pende la talla de un Crucifijo de tamaño natural sobre una enorme Cruz.

 

Fotografía 39 del Catálogo monumental de España
de Manuel Gómez-Moreno y Martínez


Nadie lo cita en este lugar después y ya en 1931, Elías Tormo habla de un "Crucifijo gótico de talla policromada, tamaño natural, siglo XIV (?) excelente"4 en la capilla de Santa Catalina. 

Al año siguiente, Camón Aznar, lo sitúa también en la capilla de Santa Catalina o del Canto cuando dice: "magnífico crucifijo, talla de tamaño natural, del siglo XIII, muy repintado"5. 

En el año 1970, Tomás Prieto, manifiesta " y Crucifijo de tamaño natural, del siglo XIII"6 en la capilla de Santa Catalina. 

Se da la rara circunstancia de que en una fotografía de 1979 de una obra de Ceballos7, en la capilla de Santa Catalina, no se aprecia Cristo alguno en la pared en que aparecía antes.

Sin embargo vuelve a aparecer el Cristo en 1991 en el mismo sitio a través de otra fotografía, en la obra de don Daniel Sánchez8 y en otra de la obra Las Catedrales de Castilla y León de 19929.




Se trata de un Cristo muerto, con la cabeza pequeña, caída sobre el pecho y ladeada hacia la derecha, nariz aguileña, melena con abundantes rizos negros que caen serpenteantes sobre los hombros, barba negra y tupida partida en dos simétricas puntas y boca cerrada. 

Es el Cristo salmantino de mayor antigüedad en el que se da la característica de presentar corona natural, compuesta de ramas de espino no muy gruesas retorcidas. Según la Leyenda dorada la corona "estaba tejida de juncos marinos cuyas púas son duras y afiladas como dardos"10. Las investigaciones más modernas de la ciencia han llegado a la conclusión de que la corona no tenía forma de aro, sino que se trataba de un auténtico casquete o capacete espinoso a modo de yelmo, formado con ramas de la planta conocida como ziziphus vulgaris, más conocida como "espina de Cristo", muy común en Palestina. 

Se difunde la devoción a la corona de espinas a partir de 1239 en que San Luis la compra a un mercader de Venecia y la instala con toda solemnidad en la Santa Capilla para darle culto.

El cuerpo vertical del Cristo de tonalidad oscura, tiene el pecho ancho no saliente con costillas poco pronunciadas, epigastrio en arco abierto, llaga del costado sin apenas coágulos de sangre, vientre no muy hundido, brazos poco hechos anatómicamente y demasiado largos, no muy horizontales, dedos de las manos -en los que se aprecia la falta de alguna falangeta- muy flexionados hacia los clavos, pierna derecha ligeramen­te avanzada sobre la izquierda con muslos finos de reducida musculatu­ra y rodillas separadas sin las escoriaciones de la mayoría de los Cristos. Los pies aparecen muy cruzados en forma de X y atravesados por un solo clavo. 

Carece de huellas de los castigos sufridos en todo el cuerpo, de no demasiado estudiada anatomía y el paño superfemoral es muy plano y pequeño, de color blanco, pegado al cuerpo, sin apenas pliegues, anudado en la parte de atrás de la cadera izquierda y con el colgante también muy plano. 

La Cruz es enorme, de madera vieja, no muy ancha y gruesa, barnizada en tonalidad poco oscura dejando ver el veteado de la madera, cabecero muy corto con una muy historiada cartela blanca, más propia del siglo XV, consistente en un rectángulo, con los lados superior e inferior acercándose al centro, dos triángulos huecos en los laterales, adorno avolutado en la parte inferior y un angelote en la parte de arriba, toda ella con filos dorados alrededor. 

 

 

 

1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Artículo: Inventario de la Catedral de Salamanca. (año1275). Madrid, 1902. págs. 175/176.

2.- Antonio Ponz, Viaje de España, 3. (4 volúmenes). Tomos IX-XIII. Madrid, 1988. Pg. 645.

3.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Fotografía 39.

4.- Elías Tormo Monzó, Salamanca: Las catedrales. (Sobre estudios inéditos de don Manuel Gómez-Moreno). Madrid, 1931. Pg. 64.

5.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 49.

6.- Tomás Prieto, Salamanca, la ciudad de oro. Historia, monumentos, leyendas y tradiciones. Madrid, 1970. Pg. 69.

7.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Las Catedrales de Salamanca. León 1979. Fotografía 28.

8.- Daniel Sánchez y Sánchez, La Catedral Vieja de Salamanca. Salamanca, 1991. Pg. 147.

9.- José Carlos Brasas Egido, Las catedrales de Castilla y León. La Catedral de Salamanca. León, 1992. Pg. 153.

10.- Santiago de la Vorágine, La Leyenda dorada. (2 volúmenes) tomo I. Madrid, 1982. Pg. 220.



 Por José María Hernández Pérez

06/03/2023 Rev. 00