Monasterio de las Mm. Agustinas
Gómez-Moreno cita este Crucificado como: "Crucifijo del siglo XIII, bueno y bien conservado; tamaño natural"1.
Presenta el Cristo cuerpo alargado con figura muy retorcida, de gran patetismo, con las caderas arqueadas hacia delante y muy distorsionado hacia la derecha, como expresión de sufrimiento; predominan las líneas curvas, cabeza pequeña inerte, más que caída hacia el hombro derecho, sin que se aprecie en ella corona de espinas, (aunque a principios de siglo la tuviera), cara redondeada de expresión serena, ojos cerrados de redondeadas cejas finas, nariz grande y reducida barba de trazado geométrico, melena abundante, de pelo lacio y sin gracia, caída hacia atrás, dejando que se vea la oreja izquierda.
Brazos no muy horizontales, ni rígidos, doblados hacia el codo, con las manos abiertas y los dedos juntos, pierna derecha sobre la izquierda con el pie derecho clavado en postura forzadísima en su retorcimiento de rotación externa, presentando solamente tres clavos siguiendo las indicaciones de San Anselmo. Es el Cristo salmantino más antiguo que presenta la característica de tres clavos en lugar de los cuatro que corresponden a la época románica.
Torso hundido y plano, con pronunciadas costillas de suave modelado, así como son también pronunciadas las venas y músculos de piernas y brazos, asimétricos por la forzada postura. La zona epigástrica en arco descentrado y muy abierto. El paño de pudor enorme, le cubre hasta las rodillas, cayendo más por detrás, con pliegues sencillos rígidos, lineales y de poca gracia, con nudo al frente, sin que se aprecie el cordón por estar vuelta la tela en la parte superior. Se forma un pliegue vertical en cada una de las piernas, dejando otro más grande en el centro.
Se asemeja en su disposición al Cristo gótico de la Catedral Vieja, hoy en la capilla de Santa Catalina, pero éste no presenta figura tan distorsionada, aunque los brazos estén más horizontales.
La Cruz es de madera oscurecida, plana y de brazos anchos, siendo el cabecero muy corto al igual que el resto, posiblemente para ajustarlo al espacio disponible en el retablo. La tablilla o titulus, con el rótulo sentenciador, es de forma romboidal apergaminada con volutas en los extremos y ocupando todo el cabecero.
Desconocemos su procedencia pues las Agustinas llegan a este monasterio en 1636. Pudiera haber recibido culto en el Hospital de San Bernardino, cuya portada se conservó al edificar el convento sobre el solar que ocupara este hospital, erigido en 1382 o bien en la ermita de San Roque, abogado contra la peste, que fue el primer lugar en que se establecieron las Agustinas a su llegada a la ciudad.
Es denominado Santo Cristo del Papelón en la fotografía que publica "La Basílica Teresiana" como ilustración del artículo que sobre la V. M. Inés Francisca, escribió el padre agustino Pedro Abella "Cristo de quien tantos favores y mercedes recibió, como ella misma lo refiere en su vida"2. También lo denomina así Antonio García Boiza cuando dice: "Para ir al archivo había que pasar por el Capítulo que llaman también De profundis, pequeña pieza que preside un Cristo muy antiguo, que lleva el extraño título del Papelón, que es donde entierran a las religiosas"3.
Se desconoce el origen
del nombre del Cristo pues no encaja su talla en madera con la que en siglos
posteriores se efectuaba porque, la mayoría de las imágenes, se confeccionaban
con cartón, paño de lino con la tela encolada y papelón.
1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 297 y Ángela Madruga del Real, Las Agustinas de Monterrey. Salamanca,
1983. Pg. 135.
2.- La
Basílica Teresiana. Publicación mensual. Salamanca, 1923. Pg. 41.