Calvario en el Retablo del Altar Mayor de la Iglesia de Santa María de los Caballeros


 

Santa María de los Caballeros es iglesia ya nombrada en el Fuero de Salamanca como Santa María la Nueva, para diferenciarla de Santa María la Mayor o Santa María de la Sede, que era la Catedral Vieja. También se la ha denominado, en el discurrir de los tiempos, como Santa María y San Mauricio, por tener a este santo como titular secundario. En 1194 se la llama Santa María de Granada y en varios documentos del siglo XIII (concretamente en 1254) y en el catálogo de parroquias de 1265, lleva el nombre de Santa María de Olleros, encontrándose situada en el territorio que ocuparon los pobladores castellanos. El actual nombre de Santa María de los Caballeros data del siglo XIV en concordancia con lo ilustre de sus feligreses. 

Algún tiempo después de su fundación fue reedificada, pues tuvo lugar su consagración por el obispo don Gonzalo Cuarto el 26 de abril de 1214, como consta en la piedra original, (antigua inscripción que se conserva a su entrada). Volvió a ser reedificada ‑en una gran parte‑ en 1581 por el maestro de cantería Miguel de Isturizaga, siguiendo los planos de Domingo Lasarte, con mezcla de diversos estilos que van del románico al barroco1. 

El presbiterio del templo luce un precioso artesonado de base ochavada con lazo morisco de ocho puntas, sobre pechinas con casetones romboidales. El ancho arrocabe exhibe finas tallas renacentistas. Otra reconstrucción se verificó en 1779 quedando de ella algunas columnas barrocas. Toda la cúpula de alfargía fue cubierta de pintura en el siglo XIX. 

Para Antonio Ponz: "hay un buen retablo, en que acompañan bien pintura y escultura"2. 

El retablo del altar mayor, en madera sin pulir, data de 1596 y es obra de los artistas zamoranos Juan Montejo y Alonso Falcote3, quienes hicieron el ensamblaje con influencias de Gaspar Becerra4. No se pinta, dora y estofa hasta cerca de 1695. 

Consta de banco, dos cuerpos y ático, distribuyéndose en una calle central y cuatro laterales, las dos extremas avanzadas respecto al resto del retablo. De estilo proto‑barroco, con el frontón partido en los laterales del ático y curvo en el centro y mezcla de frontones rectos y curvos en los cuerpos inferiores y en el central, con relieves en los entablamentos. 

El cuerpo bajo luce en el centro una hornacina, con arco de medio punto y nicho de espejos, superado por frontón triangular, para exposición del Santísimo, cubierta con una pintura barroca de la Asunción de la Virgen, del siglo XVIII. En las calles más próximas, lienzos barrocos de San Pedro y San Pablo y en las de los extremos imágenes de un clásico San José con el Niño en brazos, que antes fue una imagen moderna del Sagrado Corazón de Jesús, a principios de siglo hasta fecha reciente y todavía anteriormente el San Mauricio que estaba en lo que luego fue camarín y en el otro lado la imagen de Santa Lucía, ha vuelto a ocupar de nuevo el mismo lugar que a principios de siglo ocupaba un moderno San José con el Niño de la mano. 

El cuerpo central presenta como eje el hueco del transpa­rente, hecho en 1742, adornado todo él de orla barroca con ángeles y dorados rayos y presidido por el Espíritu Santo, en artístico copete. Hasta entonces era una hornacina donde se veneraba la imagen de San Mauricio, titular secundario de la antiquísima parroquia. 

El traslado de la imagen de la Virgen del Rosario, de finales del siglo XVI o principios del XVII, dorada y estofada hacia 1681 y el rostro restaurado posteriormente (que se encontraba en el altar mayor pero en un pequeño retablo del lado del evangelio) es lo que dio lugar a la construcción de la capilla camarín de esta iglesia, de estilo barroco en su exterior. Fue preciso adelantar el retablo mayor para tener fácil acceso al camarín.


Retablo de Santa María de los Caballeros. Foto Almudena 2012

 

La Virgen es una talla en madera, de 1,50 m de altura, que recoge el manto con su mano izquierda y en la derecha soporta al Niño Jesús, que no es el original. Ambas imágenes se tocan con coronas de plata, que llevan símbolos de las letanías en los rayos que las adornan, regaladas en el siglo XVII. A sus pies, la media luna de plata colocada en 1717 y unos caballitos con jinetes, por los que recibe el nombre de Santa María de los Caballeros, pues según la leyenda había sido descubierta en el término de Villavieja de Yeltes ‑bajo unas piedras‑ por unos caballeros que se encontraban de caza en el siglo XVI. Recibe la nueva advocación del Rosario y para ella se efectúa la capilla‑camarín, en 1742, sin que conste el por qué de tal nueva denominación, pues no existen elementos alusivos que la relacionen con esta devoción mariana. 

Sobre las calles próximas lienzos barrocos de dos Padres de la Iglesia latina San Ambrosio y San Agustín y en las calles de los extremos esculturas de San Juan Bautista y del apóstol Santiago. 

En los extremos del ático dos arcángeles: San Miguel y se supone que San Gabriel, de gran tamaño puestos en pie, este último apoyando sobre un castillo la mano izquierda y al que parece faltarle algo en la mano derecha levantada y que podría ser el palo de mensajero, aunque alguna de las religiosas más veteranas lo recuerda asiendo un pez plateado y reluciente que desentonaba en el retablo y hacía que se confundiera con el arcángel San Rafael.


Detalle de la imagen anterior. Foto Almudena 2012


El centro, rematado por un frontón curvo, lo ocupa un magnífico Calvario de bulto, sobre fondo pintado, posiblemente de principios del siglo XVII, con las figuras de la Virgen y San Juan de gran tamaño, con lo que el hueco de la hornacina queda rebosante. Presenta el Cristo, de tamaño natural, tonalidad oscura, cuerpo bello con armonía de proporciones, hundido en el dolor, desplomado sobre los pies, cabeza grande y alargada con inclinación hacia la derecha e inerte sobre el pecho, feo el rostro de nariz grande, barba negra y rizada y pómulos prominentes, melena negra de fina talla que cae desmayada sobre los hombros dejando ver las orejas, pequeña corona de espinas de cordones redondeados, tórax abombado de modelado clásico con las costillas pronunciadas de dibujo basto, brazos musculosos tendiendo a la horizontalidad y descoyuntados, piernas robustas con las rodillas bastante adelantadas e inclinadas hacia la izquierda y pies grandes, muy extendidos en el sentido del larguero de la cruz y atravesados por un solo clavo. No presenta laceraciones ni tumefacciones en el cuerpo. 

Paño femoral grande, de varios colores predominando el dorado, ceñido al cuerpo con pliegues poco pronunciados y moña y colgante al lado izquierdo. La Cruz es grande, plana y ancha de tonalidad oscura, sin apenas cabecero para sujetar el rótulo infamante pequeño y rectangular de tonalidad dorada en los bordes, fondo blanco con grandes letras y adornado en los laterales con dos triángulos haciendo juego. 

La imagen de la Virgen, de pie, es una preciosa talla con la cabeza hacia lo alto, cubierta por blanca toca dorada de finos plegados, con los brazos abiertos de par en par como esperando recibir en ellos el cuerpo del Salvador. La túnica rozagante de tonalidad rosa claro adornada con flores, abrochada al cuello, queda vista a partir de la cintura pues el manto azul, con adornos floreados, que le cae desde los hombros lo recoge sobre su antebrazo izquierdo dejándolo que caiga en airoso pliegue. 

San Juan, también de pie, presenta rostro lampiño y larga melena que cae abundante sobre el hombro izquierdo, la pierna de este lado adelantada, con la mano derecha sobre el pecho y la izquierda sujetando un libro cerrado. Los pies van descalzos como de costumbre. La túnica gris y el manto rojo recogido a la cintura del lado derecho. 

Ambas imágenes presentan una amplia volumetría por la opulencia del ropaje con plegados blandos, flotantes, sin quebradu­ras y laboriosos estofados con rica policromía de adornos de caprichosos dibujos naturales. 

A los lados cuadros de los otros dos Padres de la Iglesia latina: San Gregorio y San Jerónimo, más reducidos que los del cuerpo central, rematados por fragmentos de frontón semicircular partido. 

La separación de calles se efectúa de la siguiente forma: El primer cuerpo a través de seis columnas jónicas con el tercio bajo de su fuste adornado con roleos; el central con otras seis columnas de iguales características, si bien los capiteles son corintios y el ático con dos columnas estriadas en espiral en el centro y dos cariátides en los extremos con volutas jónicas sobre las cabezas. El banco se encuentra cuajado de relieves adornados de la infancia de Jesús, obra de Juan Montejo3, del siglo XVII y se adorna con los cuatro evangelistas en los laterales. 

Las primitivas tallas de San José con el Niño en brazos, Santa Lucía, San Juan Bautista y Santiago, San Mauricio, los dos Arcángeles y el Calvario evocan el influjo de Gaspar Becerra a través de Esteban Jordán3. 

Los cuadros, bellas tablas barrocas adquiridas en 1676, se atribuyen a Berruguete por parte de don Modesto Falcón5 pero en realidad son de Alonso Rodríguez, en apreciación de don Alfonso Rodríguez G. de Ceballos3. 

Hasta el arreglo parroquial de 1867 Santa María de los Caballeros fue parroquia y a principios de siglo XX la iglesia se cedió en usufructo a las Religiosas Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad, por lo que no estuvo abierta al público al considerarse como oratorio privado. La marcha de las monjas Adoratrices en el año 2000 devolvió la iglesia a la Diócesis de Salamanca permaneciendo cerrada hasta que en 2010 se acordó su cesión a la Iglesia Ortodoxa Rumana que allí constituyó la parroquia del Jerarca San Basilio el Grande.

 

 

 

1.- Andrea Barbero García y Teresa de Miguel Diego, Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca. Siglo XVI. Salamanca, 1987. págs. 41, y 66.

2.- Antonio Ponz, Viaje de España, 3 - (4 volúmenes). Madrid, 1988. Tomos IX-XIII. Pg. 678.

3.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León 1989. Pg. 82.

4.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia 1967. Pg. 282.

5.- Modesto Falcón, Salamanca artística y monumental. Salamanca, 1867. Pg. 102.


Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00