Calle de Tentenecio


Enlaza, en empinado trayecto, la Puerta de Carros del Claustro de la Catedral Vieja (por donde la tradición hacía salir a los estudiantes suspendidos) con la desaparecida Puerta del Río de la Cerca Vieja, comunicando el Teso de las Catedrales y la Ribera del Tormes.
Su irregular delineación aún evoca el laberíntico trazado de la desaparecida judería, cuyos ecos urbanísticos resonaron hasta bien entrado el siglo XX. La Puerta del Río fue, antaño, el principal acceso a la ciudad, hasta que el desplazamiento de las zonas mercantiles dio mayor importancia a la más cómoda y rápida Puerta de San Pablo. 
Documentos de principios del siglo XV, la nombran calle de Santa Catalina, nada extraño por la cercanía de la capilla del mismo nombre en el Claustro de la Catedral Vieja, fundada en el siglo XII y ampliada y reformada en el XV. 
La tradición señala esta calle como el lugar donde el agustino Fray Juan de Sahagún, a la postre santo y patrono de la ciudad, realizó el milagro de detener un toro desbocado con la frase “Tente, necio”. La fusión de las palabras de tan famosa frase, nombró la calle durante siglos; hasta que a mediados del siglo XIX, el Ayuntamiento decidió llamarla calle de San Juan de Sahagún y así permaneció hasta que el 4 de octubre de 1937 se le devolvió el tradicional nombre de Tentenecio.
Hoy la calle es recorrida por cientos de turistas que rememoran, con su trajín, el viejo deambular entre el Puente Romano y las Catedrales.


Calle de Tentenecio en el plano basado en
Francisco Coello de 1858 y en 2012
















La Puerta del Rio


La Puerta del Río, abierta en la zona sur de la Cerca Vieja, tuvo un origen incierto. Fue también conocida como Puerta de Hércules y Puerta de Aníbal, la primera denominación está basada en la tradicional fábula sobre la fundación de la ciudad por el héroe mitológico griego y la segunda en la toma de la, todavía dudosa, ciudad de Salmántica por el Cartaginés Anibal, escrita por Plutarco muchos años después del supuesto hecho. Estas denominaciones confieren a la puerta una antigüedad que no parece adaptarse a los datos conocidos.

Puerta de Anibal, J. Laurent y Cia


A lo largo de su historia, la ciudad de Salamanca ha estado amurallada en sucesivas etapas, desde la época celtibérica hasta la época moderna. Los diversos recintos amurallados siempre parecen haber mantenido un trazado común en los escarpes de la ribera del Tormes al sur de la ciudad antigua, aunque no necesariamente superpuestos.
La vía de la Plata, o de Guinea en época medieval, atravesaba la ciudad de sur a norte, determinando durante siglos la mayor parte de la actividad económica y mercantil. Sobre cuál pudo ser el acceso principal a la ciudad por el sur, existen diversas hipótesis, intuyéndose incluso que fue variable en el tiempo, cambiando su posición de oeste a este. Así, en época celtibérica pudiera ser que la entrada principal estuviera establecida por la puerta que después se llamaría Puerta de San Juan del Alcázar, en la ladera de la Peña Celestina. En época romana, e incluso bajomedieval, en donde la calle principal era nuestra actual calle de Libreros, el ingreso más popular estaría probablemente en la puerta que posteriormente conocimos con el nombre de Postigo Ciego, que como sabemos ya estaba cegado en el siglo XIII, y establecería un acceso en línea recta entre el Puente Romano, la calle Libreros y la Puerta del Sol, situada en la actual confluencia de la calle de Serranos y la Rúa. En época altomedieval, la importancia cobrada por Santa María de la Sede y el Azogue Viejo probablemente trasladó el acceso principal hacia la Puerta del Río y es en esta época en la que podemos suponer la fecha de construcción de esta puerta. Por último, en época moderna, la construcción de la Catedral Nueva, que ocupó gran parte del espacio del Azogue Viejo, provocó el traslado del mercado a la zona exterior de la Cerca Vieja en las cercanías de la Puerta del Sol y más tarde a la Plaza de San Martín, lo que motivaría que cobrara más importancia, por rapidez y comodidad, el acceso a través de la Puerta de San Pablo y la calle Palominos.
Aún moviéndonos en términos de conjeturas, existen algunas pruebas que corroboran lo anterior. Así, refiriéndonos a la Puerta del Río, Gomez-Moreno determinó la construcción de esta sobre el siglo XII , al encontrar marcas de cantero en sus restos similares a las marcas encontradas en reparaciones del Puente Romano documentadas en esa época. Además, los análisis estratigráficos de los muros adyacentes a la Puerta del Río realizados recientemente, verificaron la existencia de  paramentos del periodo de fundación de la muralla medieval, asentados sobre la roca madre natural, y datados con posterioridad al siglo IX, lo que indica la imposibilidad de la existencia de la puerta con anterioridad.
En otro orden de cosas, la cercanía de la Puerta del Río al Azogue Viejo y la constatación, en época medieval, de una gran abundancia de tiendas y bodegas en sus inmediaciones son excelentes testimonios de su importancia.
A pesar de su pérdida de relevancia, la puerta resistió, aun con muchas modificaciones, hasta el inicio del siglo XX. Por el mal estado en que se encontraba en 1881, el Ayuntamiento de Salamanca especuló sobre su derribo, encargando a la Comisión Provincial de Monumentos la determinación de su valor histórico y estético. El dictamen emitido por esta el 6 de mayo de 1881 y firmado por D. Manuel Villar y Macías y D. Modesto Falcón se expresó en estos términos:

“La subcomisión nombrada por V.S. para informar sobre la proyectada demolición de la llamada Puerta del Río, debe manifestar con lisura que no halla razón alguna que oponer á la demolición intentada.
Ni consideraciones artísticas, ni recuerdos históricos abona la conservación de esa Puerta. Ella no es seguramente un modelo de buen gusto; y aunque una oscura tradición señala á esta Puerta, como el punto por donde el general Cartaginés, Anibal, hizo su entrada en la ciudad, después de haberla sometido; ni la tradición está confirmada, ni ella afirmó jamás, que sean contemporáneos á Anibal los muros y los arcos que actualmente forman este ingreso.
Todo por el contrario parece demostrar que la Puerta del Río, tal como hoy se encuentra, no alcanza una antigüedad mas remota que la de la repoblación de Salamanca en principios del siglo XII. Tiene á su parte exterior esta Puerta un arco ligeramente apuntado, formado por pequeñas dovelas de poca altura y menor espesor, cuya disposición y calidad de materiales hacen involuntariamente recordar las puertas que hasta hace algunos años hemos conocido con los nombres de Puerta de Toro y Puerta de Zamora. El interior de la del Río se cubre con una bóveda de medio cañón que en manera alguna puede atribuirse a los romanos del Imperio; pues como dice muy acertadamente el Sr. arquitecto del Municipio, ni los romanos emplearon en sus construcciones monumentales la piedra arenisca, ni fiaron á menudos dovelajes la subsistencia de sus obras que destinaban a la posteridad.
Esta bóveda debe ser de más moderna época que el arco exterior y probablemente se construyó para afirmar sobre ella la casa que mantiene encima, como lo indican los muros laterales que la sustentan por el lado de naciente y las impostas con que terminan estos muros.
No existe, por lo tanto, á juicio de esta subcomisión dificultad alguna en que se derribe la Puerta del Rio y desaparezca con ella uno de los vetustos ingresos que empobrecen y afean la población.”

En 1894, la Alcaldía de Salamanca informó a la Real Academia de la Historia sobre su intención y esta, tras solicitar fotografías y el informe de la Comisión Provincial de Monumentos, accedió al derribo.



Carta enviada por el Ayuntamiento de Salamanca
a la Real Academia de la Historia fechada el
13 de marzo de 1894.

El 18 de diciembre de 1901, tras un expediente de ruina el Pleno del Ayuntamiento acordó por unanimidad el derribo de la Puerta del Río, llevándose a efecto en agosto de 1902.

Otras notas:

  • Las referencias documentales (ACS, cajón 3, leg 3, n 45; AHN, Sec Clero, Carp. 1887, n 19) señalan la existencia de una fortificación en la Puerta de Rio, aunque las intervenciones arqueológicas de la zona no han podido corroborar este dato.
  • Algunos estudiosos han querido ver en el cercano solar del Corral de Hércules la preexistencia de un templo en honor al mítico Hércules, otros sin embargo lo niegan categóricamente. Muchas otras ciudades españolas reclaman el honor de ser fundadas por Hércules, sin duda en emulación de las clásicas ciudades griegas y romanas cuyos orígenes son generalmente atribuidos a seres mitológicos. Viejos tratados aseguran la existencia de cuarenta y tres Hércules, dos de los cuales estuvieron en territorio español, el Egipcio o Líbico y el Tebano y entre sus visitas una diferencia de mil años (¡!).