Calvario del Altar Lateral en la Parroquia de San Martín


 

El Cristo, se encontraba situado en el retablo del altar mayor, que no tiene nada que ver con el barroco actual de madera en color oscuro, sin pintura ni estofado y zócalo de mármol, obra de Alberto Churriguera para unos1 de Andrés García de Quiñones para otros2 y de Simón Gavilán Tomé3 para los de más allá, ejecutado para la iglesia de San Sebastián en 1731. El error en la atribución a Churriguera puede deberse a que Gavilán Tomé construyó el retablo al gusto de su maestro. 

El retablo protobarroco que se quemó, cuando ardió la iglesia de San Martín el 2 de abril de 1854, se cree había sido construi­do por Gregorio Fernández en opinión de Antonio Ponz, quien afirma también que "le han puesto últimamente un feo tabernáculo"4 aunque investi­gadores posteriores indican que el diseño fue de Juan Gómez de Mora, el ensamblaje de Antonio González Ramiro por haberle traspasado la obra Antonio de Paz5 y las esculturas y relieves de Esteban Rueda y Pedro Hernández. Se construyó a partir de 1621, aunque no fue concluido hasta 1635, según Ceballos. 

De este retablo nos habla el viajero inglés Richard Ford en su Manual para viajeros por España y lectores en casa cuando, a su paso por Salamanca entre 1831-1834, dice: "En el interior, el Retablo, ocultado por un tabernáculo de relumbrón, tiene el mismo 'repar­to'. Obsérvense el Santiago y la crucifi­xión y gloria encima"6. 

El Santiago de referencia iba situado en uno de los dos ochavos que se habían añadido al proyecto primitivo y en el otro se colocó una imagen de San Juan Bautista, creyendo se trata de la que hoy se exhibe en la sala V del Museo Provincial de Bellas Artes, obra de Matías López7. También se había añadido el ático con un relieve de Dios Padre, acompañado de una "gloria" de ángeles y unos mancebos o virtudes recostados en el remate lateral, obra de Pedro Hernández8. 

En las hornacinas del primer cuerpo se encontraban las imágenes de San Pedro y San Pablo y en las del segundo San Bartolomé y San Cristóbal. En el centro del primero lucía un alto relieve de San Martín a caballo, obra de Esteban de Rueda y en los tableros de las calles laterales escenas en relieve de la vida del mismo San Martín9. 

Ignoramos en absoluto cómo estaría dispuesta esa Crucifi­xión que se cita aunque cabe suponer se trataría de un Calvario, como ocurría en la mayor parte de los templos salman­tinos. 

El retablo que se quemó había sido dado de pintura en 1639 por Juan González de Castro10, pintor, dorador y estofador vallisoleta­no, quien ya había pintado la imagen de San Juan Bautista en 1635 y en 1675 pintó Domingo Nieto un San Juan y una Virgen y "la casa de Jerusalén, el sol y la luna" para el fondo de una imagen de Cristo Crucificado. 

La policromía del "pobre que acompaña en el altar mayor al santo titular" y "la efigie de San Martín a caballo" fue obra de Francisco Hernández Cornejo en 1756. 

En 1855 sustituyó al retablo quemado el de las Monjas Canonesas de la Orden de San Agustín (Canónigas), convento desapare­cido en el año 1853 y se trataba de un retablo churri­gue­resco, obra de Manuel Reinaldos hecho en 1763, según traza de Miguel Martínez, dorado por Manuel Sánchez cinco años más tarde11, de dos cuerpos y excelente talla, aunque pequeño para las dimensio­nes del altar mayor de la iglesia de San Martín, por lo que en 1869 se trasladó a la iglesia del vecino pueblo de Tejares y en San Martín se colocó el actual que, como se ha dicho, procedía del altar mayor de la iglesia de San Sebastián. 

No obstante lo anteriormente expuesto hay quien afirma la imposibilidad de que sea el retablo de San Sebastián pues sus dimensiones exceden de las del paramento del altar mayor de esta parroquia. 

Presenta el retablo actual dos cuerpos que se enmarcan por dos columnas estriadas de orden compuesto y dos estípites soportando un entablamento sensiblemente clásico. El ático también con estípites.

 Las hornacinas de los intercolumnios están ocupadas por las imágenes muy barrocas de San Roque y San Martín, obispo de Tours. En el ático un gran cuadro del titular de la parroquia y en los extremos dos angelotes.


Retablo lateral en la iglesia de San Martín.
Fotografía de ctj71081


El Cristo que existe hoy en el altar del lado de la epístola pudiera ser el que correspondía al Calvario del antiguo retablo -que pudo tener acogida también en el actual- en la enorme hornacina del cuerpo bajo partida en dos para colocar en la parte superior el grupo de la Sagrada Familia, que antes tuvo altar propio (cuyas imágenes se atribuyen a Salvador Carmona) y en la parte baja el tabernáculo o sagrario. 

Cabe tal posibilidad por el hecho de que la Cruz del Cristo tenga los brazos muy cortos, para poder encajar dentro de la hornacina y porque las hornacinas laterales pudieron albergar las imágenes de la Virgen y San Juan, que en sendas y sencillas peanas, acompañan al Crucificado hoy.


Cristo del retablo lateral de San Martín. Fotografía de Daniel Ranil


Este altar lateral en el que se aloja el Calvario, consiste en un retablo con hornacina rococó y arco de medio punto formada por arquivoltas, intradós y fondo compuestos por cuadrícula rectangu­lar de cristales de espejo, alojados en marco de madera dorada y escalinata de gradas sobre el ara del altar de idéntico formato acristalado y clara inspiración portuguesa. 

El frontón triangular de rayos policromados con colgantes tipo guirnalda imitando cortinaje. En los laterales, columnas estrechas adornadas en su totalidad con más guirnaldas y motivos de la Pasión. Entre las columnas y la hornacina arquivolta con motivos uniformes vegetales. 

El Cristo, sin congoja ni dolores, es de tamaño natural, tiene la cabeza mirando hacia abajo y ladeada a su derecha, el rostro renegrido y poco agraciado presenta nariz grande y afilada, ojos de párpados cerrados, barba oscura y recortada, la melena de línea poco ondulada le cae sobre los hombros y el pecho en dos finos y rizados tirabuzo­nes, carece de corona de espinas, el tórax abombado y liso con llaga de abundante y coagulada sangre que se desliza hasta el ceñidor, abdomen redondeado ligeramente hundido, piernas gruesas de muslos separados con la derecha superpuesta y las rodillas y pies tumefactos, brazos poderosos en ángulo pronunciado de robustos antebrazos, manos grandes con los dedos ligeramente flexionados hacia los clavos y perizoma estrecho de tonalidad dorada anudado al lado izquierdo con artística lazada y moña y pliegues horizontales, como de tela mojada, y el plegado lateral grande cuelga airoso en varias caídas. 

La Cruz plana, de corto travesaño y de tonalidad oscura lleva cartela de la sentencia rectangular y en blanco, con ligero reborde dorado, sobre brazo superior muy corto. 

La Virgen, puesta en pie, ligeramente encorvada con la rodilla derecha hacia adelante, en actitud de oración, dirige su triste mirada al suelo, con los brazos cruzados sobre el pecho, abrazando el borde del amplio manto de tonos azules y morados, que le cubre desde la cabeza cayendo por detrás, con unas manos bellamente talladas. La toca blanca, apenas visible, tapada por el manto, que en la cabeza asemeja toca monjil. La túnica poco ceñida presenta opulencia en el plegado y luce tonos dorados lisos. 

San Juan, gira la cabeza para mirar a Jesús recogiendo el vuelo de su manto con la mano derecha y sujetando un libro en la mano izquierda con el brazo desnudo. La cara muy pálida, la melena lacia con mechones poco agraciados y la túnica rosácea de cuelllo redondo, abierto en el centro y airosos y rebuscados pliegues curvilíneos. El manto azulado cayendo por detrás cubre la parte delantera en la proximidad de los pies solamente. 

Ambas retorcidas imágenes lucen vestimenta de preciosa policromía estofada en oro con dibujos de motivos naturalistas en tonalidades brillantes y los pliegues de las vestiduras se enmarcan en una figura ovoidea.

 

 

 

 

1.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 18. – Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valladolid, 1967. Pg. 170. - Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 16 y Juan José Martín González, Escultura barroca castellana. (2 volúmenes). Tomo II. Madrid, 1958. Pg. 53.

2.- Antonio García Boiza, Salamanca monumental. Madrid, 1959. Pg. 16 y Rafael Santos Torroella, Salamanca. Barcelona, 1967. Pg. 15.

3.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León. 1989. pg.  170 y Los Churriguera. Madrid 1971. Pg. 36.

4.- Antonio Ponz, Viaje de España, 3. (4 volúmenes). Madrid, 1988. Tomos IX-XIII. Pg. 678.

5.-  Pilar García Aguado, Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca. Primera mitad del siglo XVII. Salamanca, 1988. págs. 120, 122 y 163.

6.- Jesús Miajada y Juan Martín, Viajeros extranjeros en Salamanca. (1300-1936). Salamanca, 1988. Pg. 154.

7.-  Pilar García Aguado,  ob. cit. pg. 201.

8.-    Id. id., ob. cit. pg. 159.

9.- Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología. Alfonso Rodríguez G. de Ceballos y Antonio Casaseca Casaseca. Artículo: Antonio y Andrés de Paz y la escultura de la primera mitad del siglo XVII en Salamanca. Tomo XVL. Valladolid, 1979. págs. 395 y 396.

10.- Pilar García Aguado,  ob. cit. pg. 199.

11.- María del Camino Paredes Giraldo, Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca. Segunda mitad del siglo XVIII.  Salamanca, 1993. Pg. 235.



Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00