Cruz de Guía

Catedral Nueva

 

 

Es una Cruz de plata blanca que encabeza las procesiones de la Catedral. Se trata de una excelente muestra de la orfebrería religiosa barroca salmantina, cincelada hacia 16401, cuyas medidas son: 53 cm de altura, 32 x 31 cm de árbol y 10 cm el Crucificado. 

El modelo se repite en muchos pueblos de Salamanca como pueden ser: Cojos de Robliza o los armuñeses de Villoria, Almenara de Tormes y San Cristóbal de la Cuesta y en el convento de las Dueñas de la capital. 

No se sabe quién sea su autor de entre la pléyade de artis­tas salmantinos pertenecientes al gremio formado por la Congregación de plateros que tuvo su origen en la Cofradía del Santísimo Sacramento y Señor San Eloy que había nacido en 1450.


Cruz procesional hacia 1640 del libro
de Daniel Sánchez y Sánchez,
La Catedral Nueva de Salamanca.
Salamanca, 1993

La Cruz procesional presenta en su parte superior los cuatro brazos iguales, unidos en un medallón redondo decorado con el Espíritu Santo entre nubes en la parte superior y con un plano de la ciudad de Jerusalem en la parte baja. La cabeza del Crucificado se encuentra en el centro geométrico del círculo. Se presenta a Cristo con la cabeza levantada, pero revirada hacia el hombro izquierdo, con gran corona de espinas, el cuerpo en posición forzada, con los brazos muy estirados, pecho abombado, cadera vencida hacia la izquierda, piernas excesivamente arqueadas y pequeño paño superfemoral de apretados pliegues, anudado al costado derecho que deja ver en casi su totalidad el abdomen. 

Los brazos de la Cruz y el árbol, rectangulares con ador­nos, rematan en sendos casetones de espejos rectangulares transversales con aplicaciones semicirculares en los extremos axiales que terminan en pequeñas volutas y pirámides. Cuatro especies de rayos parten del centro en forma de flameros y un jarrón con azucenas, símbolo de la Catedral, aparece en el reverso dentro de otro medallón redondo. 

La Cruz carece de cartela para el rótulo de la sentencia pues no existe en ella lugar apropiado para realizar la inscripción. 

La macolla que sirve de unión a la pértiga es, bastante más sencilla que el cetro portado por el pertiguero o perrero, de mediados del siglo XVIII.

Lleva en la parte superior una cupulilla, dividida en cuatro partes por tornapuntas, una cornisa circular coronando el cuerpo del tambor cilíndrico, adornado de artísticos tornapuntas y dos cuerpos, de perfiles cóncavos en disminución, rematan por la parte de abajo. 

Las numerosas procesiones que tenían su origen en el primer templo de la ciudad fueron siempre presididas por esta preciosa Cruz, desde mediados del siglo XVII. 

Así la antiquísima de la bendición de los campos con el Santísimo Sacramento, haciendo parada en cuatro estaciones, una en cada punto cardinal; la de rogativas, pidiendo lluvia o impe­trando el cese del flagelo de plagas y epidemias, con el Cristo de las Batallas al frente; las procesiones con motivo de las grandes solemnidades: nacimientos y duelos regios, nombramientos y entradas de prelados, celebración de beatificaciones y canonizaciones; en los Oficios del Jueves Santo para la colocación del Santísimo en el Monumento a la Eucaristía y en la solemnísima procesión del Corpus Christi que, en pretéritos tiempos, iba adornada de todos los elementos profanos del barroco: gigantillas (el Corregidor y la Molinera), danzantes y chirimías regocijándose con las "chaconas" que se cantaban y bailaban, soldados con pirotecnia y tarascas hasta que en el año 1781 el obispo don Felipe Bertrán y Casanova decidió que no acompañaran al Santísimo ni las tarascas ni las gigantillas. 

 

  

 

 

1.- Daniel Sánchez y Sánchez, La Catedral Nueva de Salamanca. Salamanca, 1993. págs. 247/248. - Mónica Seguí González, La platería en las catedrales de Salamanca. Salamanca, 1986. págs. 36 y 37 y fotografías 37 y 38 y Manuel Pérez Hernández, Orfebrería religiosa en la diócesis de Salamanca. (Siglos XV al XIX). Salamanca, 1990. Pg. 146.

2.- Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón, Semana Santa Salmantina. Historia y guía ilustrada. Salamanca, 1992. Pg. 50.


Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00