Se trata de un Crucificado de tamaño natural que posee las extremidades superiores articuladas en forma tal que, al sacar de los orificios de manos y pies los clavos que los traspasan y poder ser descendido de la Cruz, adquieren la posición de paralelismo con respecto al cuerpo, conformando la imagen de un Cristo Yacente, que ya puede ser depositado en el Santo Sepulcro.
La figura del Cristo Yacente hace su aparición en la iconografía de la Baja Edad Media pero el hecho de sacar la imagen en procesión se produce ya en la época barroca. En las tierras de Castilla se identifica con la austeridad y sencillez tanto si el Cristo va desnudo sobre humildes parihuelas como si desfila en urna acristalada, sobre pobres andas revestidas de fúnebres y negros ropones.
El acto solemne del Descendimiento se celebró por primera vez el Viernes Santo de 16151, que coincidió el 17 de abril, en la capilla de la iglesia de la Vera-Cruz, organizado por la Ilustre Cofradía de la Santa Vera Cruz, a imitación de lo que se venía haciendo en Perú y Nueva España y que se había comenzado a practicar también en Madrid, ya por entonces capital del Reino.
Lo cierto es que el acto del Descendimiento hizo viaje de ida y vuelta por cuanto ya, entre 1450 y 1459, existe constancia de que en la Catedral de León se celebraba la representación de la Pasión del Señor el Viernes Santo y tras proceder al Descendimiento del cuerpo de Jesús, era colocado en el Sepulcro2.
Consistió, el de Salamanca, en que, colocados en sendas cruces Jesús, Dimas y Gestas (los dos ladrones) y sobre la misma tarima la Virgen y San Juan, tres frailes franciscanos subían a una escalera apoyada por detrás en la cruz de Jesús, lo desenclavaban y lo depositaban unos momentos en los brazos de su santa Madre, para introducirlo a continuación en el Santo Sepulcro, -distinto del actual- tapizado en su interior de tafetán morado y acolchado con sábanas y almohada3. Daba comienzo seguidamente la procesión del Santo Entierro con el sepulcro sobre humildes parihuelas.
El Crucifijo y los dos ladrones, que datan de 1615, son de una buena calidad artística y articulados, con enormes y excesivamente delgadas cruces,-más grande la del Salvador- conservados en excelentes condiciones en la iglesia de la Vera Cruz. La Cruz principal que es plana, con cuatro remaches en el centro y desbastadas las esquinas del madero, lleva descomunal cartela rectangular blanca, para contener la inscripción degradante, en armonía con el tamaño desmesurado de la pieza que le sirve de soporte.
Los dos ladrones son muy parecidos siendo la diferencia más notable que el rostro del buen ladrón dirige su mirada hacia Cristo y el otro la fija en el suelo, con la cabeza inclinada. El primero tiene gesto de resignación, mientras el otro crispa los puños ante su morir cercano.
El buen ladrón, colgado
por los hombros y los brazos de un delgado cordón rojo, tiene el cuerpo grande
y vertical, de proporciones armoniosas y carnes de color rosáceo mate, la
cabeza pequeña de fina talla, frente despejada, pelo ensortijado y abundante
sin llegar a melena, con mechones rizados en espiral sobre la frente y orejas,
cejas algo redondeadas, ojos pequeños muy abiertos, dirigidos hacia el Crucificado,
nariz alargada de finas aletas, con el bigote apenas esbozado y el mentón
redondeado y pequeño, boca pequeña y labios finos, entreabiertos, como diciendo
las palabras que nos narra el evangelista: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu reino". (Luc 23,
43). Dimas, según el evangelio de
Nicodemos, posteriormente se convirtió.
Acto del Descendimiento en 2006 en el parque de San Francisco Fotografía de Danisd75,WikimediaCommons |
Pecho amplio con escamosas costillas poco pronunciadas, abultado abdomen, brazos finos sin apenas afloramiento de músculos y venas, el izquierdo caído en ángulo y el otro hacia el travesaño, manos abiertas con algún dedo mutilado, piernas finas y redondeadas de robustas rodillas y pies en disposición perpendicular respecto a las piernas. La derecha flexionada hacia atrás y fuera del madero vertical.
Paño de pureza de no gran tamaño con estofado de listas verticales rojas y verdes sobre fondo gris, se desliza del vientre y se recoge en forma de calzón, con vueltas de la tela en la parte superior y ceñido en la cadera derecha con soga de un solo cabo y reducida moña, dejando ver el muslo derecho casi en su totalidad. Tiene dos caídas laterales lisas, sin anudamiento.
El mal ladrón, de
tonalidad pálida, colocado a la izquierda del Crucificado es de
configuración anatómica semejante al buen ladrón y la posición sobre la cruz
similar en cuanto a las extremidades. Pelón, con la frente despejada, cejas
finas, nariz con curvatura aguileña de caballete, mal encarado, con la mirada
dirigida al suelo, tiene las orejas deformes y grandes hechas una piltrafa,
fino bigote y reducida perilla. El paño de pureza, también estofado de listas
rojas y negras, cae por delante pasando por debajo de la pelvis y se ajusta a
la cintura con invisible soga, se amolda desrizándose por las caderas sin
apenas pliegues, conformado una especie de corto calzón.
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Tiene el Cristo cuerpo grande, de color cárdeno brillante, figura recta y alargada, ligeramente cargado de hombros, brazos redondos y delgados de antebrazos musculosos, cabeza reducida inclinada hacia el pecho, corona de espinas natural, grande, de tres cabos con afiladas púas, rostro demacrado, frente despejada y lisa, cejas alargadas, grandes párpados, nariz fina y prominente, boca entreabierta de gruesos labios, ancho bigote, barba abundosa de pocos rizos acabada en dos puntas, melena muy ondulada de abundante cabello, con raya acentuada al medio cayendo sobre los hombros en guedeja puntiaguda sin gracia, dejando ver la oreja izquierda, pecho corpulento vertical sin apenas detalles anatómicos con costillas de tipo esferoidal y escamoso, llaga grande sangrante que llega poco abundante al redondeado y contraído abdomen, extremidades inferiores juntas, finas y poco talladas, gruesas en comparación con los brazos, que los tiene arqueados, y los dedos de las manos semiflexionados en actitud de bendecir. De cuatro clavos tiene los pies paralelos al madero, muy verticales, con las rodillas tumefactas y con muchas salpicaduras de sangre, poco adelantadas sin que exista supedáneo.
Sudario grande, de tonalidad grisácea, que deja desnuda la mayor parte del vientre, de airosos pliegues horizontales sobre la pierna izquierda y en diagonal sobre la derecha, sin nudo en las dos caderas, más corto en el lado derecho y ajustado colgante de verticales pliegues al izquierdo, donde va recogido.
Como quiera que la iglesia se quedara pequeña para tanta gente como acudía al piadoso acto años después se optó por trasladar el Descendimiento al Crucero que hay frente a la capilla, dentro del Campo de San Francisco y allí tuvo lugar durante muchísimos años, adornándose el Humilladero "con su cielo y peñascos" como dicen las crónicas4.
Se mejoró el Crucero en 1721, dotándolo además de rejas, con base en las limosnas y aportaciones de los cofrades, de los ingresos de la imprenta creada en 1497 y de las rentas de la aceña de Villagonzalo.
En 1724 don Manuel Pérez de Parada5 regaló la actual urna de cristal que constituye el Santo Sepulcro, obra de Pedro Hernández, (de la segunda mitad del siglo XVII), donde se deposita el Cristo Yacente sobre blando lecho, tapado con sábana blanca y con una manta bordada en oro con atributos de la Pasión.
En el siglo XIX dado el deterioro del Crucero se opta por trasladar el Descendimiento a la vecina iglesia de San Francisco, de los padres Capuchinos y posteriormente al, también vecino, templo parroquial de las religiosas Agustinas recoletas, donde se siguió celebrando la ceremonia hasta 18483.
Se pierde con los años la celebración del acto público hasta la llegada al obispado de Salamanca del padre agustino fray Tomás de Cámara y Castro, quien impulsa la ceremonia y de nuevo, en 1887, se vuelve a celebrar en la iglesia de las Agustinas con gran afluencia de fieles.
Decae de nuevo el interés y en 1891 desaparece el acto del Descendimiento porque la Cofradía lo encuentra demasiado gravoso para sus menguadas arcas.
Hasta mediados del presente siglo no vuelve a celebrarse la piadosa costumbre. Quien toma a su cargo la realización es la Junta Permanente de Semana Santa y el 19 de abril de 1946 se celebra el Descendimiento delante de la fachada de la iglesia de San Martín, donde se encontraba ya el Santo Sepulcro abierto, que partió con el Yacente hacia la iglesia de la Vera Cruz para engrosar y presidir la Procesión General del Santo Entierro, en la tarde del Viernes Santo.
A los dos años el escenario será de nuevo el Humilladero del Campo de San Francisco, donde ya se exhibe la moderna Cruz de los Caídos y donde se celebrará la ceremonia algunos años pues luego se trasladó al atrio de la Catedral.
En 1958 se lleva el Descendimiento a la Plaza Mayor, -en el arco de Toro- y el Santo Sepulcro con el Cristo Yacente, se traslada a la vecina parroquia de San Martín donde le espera para incorporarse a la Procesión General, pero se reconoce que no es la Plaza Mayor el lugar de silencio apropiado para tan íntima ceremonia y en 1965 es llevada al Patio Chico, detrás de las Catedrales, donde hoy se sigue celebrando el acto piadoso al medio día del Viernes Santo3.
Previamente el Santo Sepulcro vacío ha salido de la Vera Cruz, en procesión, la mañana del Viernes Santo portado por 20 hermanos, para llegar a la Catedral acompañado por una representación de todas las Cofradías y Hermandades semana-santeras. En el Patio Chico ya se encuentran dispuestas las tres Cruces donde se hallan clavados Jesús y los dos ladrones. Concluida la ceremonia del Descendimiento, que realizan en la actualidad miembros de las distintas cofradías, quedaba expuesto el Cristo Yacente a la adoración de los fieles en la Catedral Nueva hasta su incorporación, por la tarde, a la Procesión General del Santo Entierro, pero en 1998 se ha vuelto a la antigua costumbre de que el cuerpo de Cristo se traslade a la capilla de la Universidad, donde será velado por los catedráticos, hasta la hora de la procesión.
El Santo Sepulcro es una urna rectangular con tapa de sección tronco piramidal construida en cristal y madera, que regaló a la Hermandad de la Vera Cruz, como ya se ha dicho, don Manuel Pérez de Parada en 1724 y cuya autoría se atribuye a Pedro Hernández en la segunda mitad del siglo XVII, ignorándose donde estuviera durante tanto tiempo aunque se supone que lo guardaría el dueño en su mansión.
El antipendio, frontal que cubría la parte delantera del altar principal de la iglesia de la Vera Cruz, es obra de idéntica factura al Santo Sepulcro y luce sobre los cristales pasajes de la vida de Cristo. Obra también de Pedro Hernández6, desmontado de su anterior emplazamiento, se colocó durante algún tiempo, al lado de la epístola donde soportaba al Santo Sepulcro. Hoy ha vuelto a su primitivo emplazamiento. El Santo Sepulcro, en inventarios del siglo pasado, aparece como depositado en la capilla de la Virgen de los Dolores.
Por tratarse del paso más importante de las celebraciones
de la Semana Santa, el Cristo Yacente en la antigüedad,
desfilaba bajo palio y luego se le dio mayor realce haciendo que ocupara el
último lugar en la Procesión General del Santo Entierro.
El Santo Sepulcro actual está confeccionado en carpintería de ébano y carey y los cristales tienen como marco separadoras columnas de madera cuya base y capitel son de plata, materia de la cual también están hechos los festones y florones entre marcos.
En la actualidad y siguiendo el orden cronológico litúrgico, cierra el desfile la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, de Felipe del Corral, tallada sobre el año 1710 en sus talleres de Madrid y que se trasladó a hombros procesionalmente hasta Salamanca.
El Santo Sepulcro vuelve a salir en la procesión del Resucitado, el Domingo de Pascua, pero vacío y con la tapa levantada, portado también en andas por 20 hermanos, pero en esta ocasión pertenecientes a la Cofradía de la Oración en el Huerto de los Olivos.
Desde 2009 se fijó el Campo de San Francisco como escenario del Descendimiento, rehabilitándose el Humilladero al año siguiente.
Las desavenencias entre
cofradías, que condujeron en 2013 a la desaparición de la Procesión General del
Santo Entierro, también devolvieron a la Cofradía de la Vera Cruz la
organización en exclusiva del acto que desde entonces restableció su
celebración a la tarde del Viernes Santo como preámbulo a una Procesión del
Santo Entierro únicamente con sus imágenes.
1.- Juan José Andrés Matías, Semana Santa en Salamanca. Historia de una tradición. Salamanca,
1986. Pg. 51 y Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón, Semana Santa Salmantina. Historia y guía ilustrada. Salamanca,
1992. Pg. 81.
2.- Varios autores, La Semana Santa en Castilla y León. León, 1993. Pg. 12.
3.- Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón, ob. cit. Pg. 81.
4.- La
Basílica Teresiana. Publicación mensual. Salamanca, 1921. Pg. 75.
5.- Manuel Villar y Macías, Historia de Salamanca. (9 volúmenes). Salamanca, 1887. Reimpresión
de 1973. Tomo III. Pg. 134/135.
6.- Manuel Villar y
Macías, ob. cit. pg. 134. - Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón, ob. cit.
pg. 118 y Alfonso Rodríguez G. de
Ceballos, Guía de Salamanca.
León, 1989. Pg. 79.