Alberguerías, Paradores, Posadas, Mesones y Fondas



Por José María Hernández Pérez 


Setting out from a parador, Salamanca. Old Spain. Muirhead Bone. 1936



ALBERGUERÍAS


El concepto de hospital en el medievo era distinto al actual pues se consideraba primordialmente como alberguería o asilo para socorro y sanación de pobres y desvalidos, romeros o peregrinos. La hospitalidad, como forma de ejercicio de la caridad, incluía dar al acogido un lecho, pero también fuego, sal y agua para cocinar. 

Las Cofradías y Hermandades tenían junto a sus hospitales casas de alojamiento para sus miembros o para acogimiento de los peregrinos en tránsito. Sus fines eran benéficos por lo que no pueden ser considerados como establecimientos que alojaran a las personas previo estipendio por el servicio prestado.

La Alberguería de santa María de la Sede.- Fue fundada en el siglo XII por el Cabildo catedralicio para alojar a los peregrinos que se dirigían a Jerusalem y estuvo situada en lo que es hoy la capilla de san Bartolomé, en el claustro de la Catedral Vieja, que fue cedida a don Diego de Anaya en 1437. 

El Albergue de la cofradía de Nuestra Señora y Patrona santa María de Rocamador.- Alojaba a los peregrinos que pasaban de romería a Nuestra Señora de Guadalupe, a Santiago y a otras partes, dándoles cama por tres noches y uno o dos cofrades tenían la obligación de recibir y visitar a los peregrinos. Dependía de la encomienda de san Juan de Barbalos habiendo sido creada la Cofradía en el siglo XII o principios del XIII por un caballero de la Orden de san Juan. Se encontraba situado el Albergue junto al Santuario en el Arrabal, lindando con el camino de Alba y el río.

La Alberguería de doña Madre.- Fue fundada en 1230 por una judía de ese nombre. Se encontraba donde el actual Colegio de los Ángeles en la calle de Libreros, también conocida como Alberguería de los judíos y lindaba con el cementerio catedralicio, según consta en 16-VIII-1257, caja 3, legajo 1, nº 48 del Archivo Catedralicio salmantino. Tuvo a su lado el Hospital de la Estrella también de judíos en el que ejerció un médico llamado Taumel al que se considera el primer profesor de Anatomía que tuvo la Universidad. Desapareció la Alberguería en 1492 con la expulsión de los judíos.

El Albergue de Nuestra Señora de la Misericordia.- El 30 de abril de 1389  doña Sancha Díez legó en su testamento una casa y un lagar que tenía en la plazuela de san Cristóbal, disponiendo que se destinaran seis lechos con sus almadraques, cabezales y cubiertas para acoger romeros y romeras pobres. El Hospital del que dependía el Albergue se suprimió en 1581, el edificio subsistió con su estilo churrigueresco y la espadaña se trasladó a la escuela de los Pizarrales que luego fue la iglesia vieja a principios del siglo XX.

Cerca de la iglesia de san Sebastián hubo una Alberguería para pobres.




PARADORES

Las antiguas Ventas no solían ser cómodas ni acogedoras como ya relata Cervantes y en ellas el viajero no conseguía más que hospedaje teniendo que procurarse los alimentos. En su natural, aunque lenta evolución, dan lugar ya en el siglo XVII a los Paradores y Posadas, tan identificados en sus prestaciones que se hace difícil la distinción entre ambos establecimientos pues daban alojamiento pero unas veces suministraban comida y bebida y otras no.

El Parador de las Diligencias.-  En 1851 las primitivas diligencias a Madrid se trasladan desde el convento del Carmen (frente  a la Aduana en la Puerta de san Pablo) a la Plaza Mayor, donde se encuentra establecida la administración de diligencias desde Salamanca a Avila, por la “Empresa Navarra” bajo la dirección de Manuel Sotillo, quien tiene correspondencia con los ferrocarriles a partir de 1866 en el Parador de las Diligencias, que se encontraba situado en el número 38 de la Plaza desde 1798, donde hoy los Cajeros automáticos de Caja Duero.


Diligencias en la Plaza Mayor. Venancio Gombau hacia 1890


El Parador del Clavel.- Existente ya en 1868, se encontraba en la calle del Consuelo, donde hoy el Hostal Laguna y el Hotel Clavero y en 1910 contaba con 14 habitaciones y 35 camas. (Tenía la particularidad de que podían llevar los clientes la comida de sus casas para ser guisadas y arregladas). Emilio Bobadilla, “Fray Candil”, que se alojó en este parador, reconoce habitaciones cómodas y pulquérrimas y comedor amplio y bienoliente. También que existen unas piezas interiores sin un solo mueble, en cuyo suelo duermen, sobre jergones, los que no pueden pagarse una cama. Nos da una descripción de lo que eran los paradores: ”Los caballos, las mulas, los burros se apiñan coceando en el zaguán. De los travesaños del techo y de las paredes cuelgan albardas, zamarros, arneses, alforjas, sombreros y mantas. En el suelo se hacinan los cántaros de leche, los serones, los cuévanos vacíos, las botas de montar, las espuelas… Con la cuadra se codea la cocina; con la cocina el patio, en que hay un pozo de ancho brocal, del que saca agua una Maritornes de rojo corpiño. De todo se exhala un efluvio a estiércol, a guiso y a cebada”. En 1898 es dueño del Parador José Carrasco y a principios del siglo XX era de Benigno Sánchez, teniendo comedor abierto al público y establecido un servicio con coche de mulas para recoger viajeros en la estación de ferrocarril, tras su inauguración en 1877. Existe hoy con el nombre de Hotel Clavero. 


Parador del Clavel en la calle Consuelo, Venancio Gombau

Existían ya en 1868 los siguientes Paradores:
De La Vizcaína, en Zamora, 1 y 3, que en 1883 es propiedad de Juan López; de El Vizcaíno, en Varillas 16; de El Ojaranco, en Varillas, 3, (ignorando si el nombre tendría algo que ver con el gigante ciclópeo castellano así denominado); de El Manco, en la Plazuela del Peso, 20, (hoy calle de san Juan de la Cruz), propiedad de Mariano Miguel en 1910, con 14 habitaciones y 25 camas, colindante con el Parador de san Antonio y que hoy alberga el Hotel Ceilán; de La Reina, en la plaza de su nombre, números 2 y 4, (frente al Parador de san Juan), propiedad de Damián Guillén, luego de Manuel Sánchez y después de Manuel Gómez Merchán y Hermano en 1910, con 15 habitaciones y 35 camas.


El Parador del Manco en la actual calle de San Juan de la Cruz


Paradores en la Plaza de la Reina
Cándido Ansede


Parador Santa Eulalia, en el lugar donde
hoy se encuentra el restaurante La Posada

El Parador de la Esperanza en la calle de Meléndez aparece en 1891; el de La Vascongada en ese mismo año, en la calle de Toro, de Telesforo Sánchez frente al Hotel de las Cuatro Estaciones; el de San Juan, en el Pozo Amarillo, frente al Parador de la Reina, que en 1910 es propiedad de José Marcos; el de La Castellana, (antiguo de la Vizcaina) en Zamora 1 y 3, que en 1899 se encuentra a cargo de Celedonio Pereña (anterior cocinero del Hotel de las Cuatro Estaciones), al año siguiente es de Sebastián Gómez y pasa luego a la propiedad de Wenceslao Rivas, con 9 habitaciones y 30 camas; el de La Basilisa, ya existente en 1887, en el Paseo de las Carmelitas junto a la Puerta de Zamora, de Pedro Iglesias a principios del siglo XX, con 4 habitaciones y 10 camas, que todavía existía tras la Guerra Civil, hasta la remodelación de la zona y el de Santa Eulalia, de Cayetano Holgado, que derribó Jesús Silguero a mediados del siglo pasado para abrir el restaurante La Posada actual.


Parador de San Juan en el Pozo Amarillo, 1951





POSADAS

Eran las Posadas el lugar donde se daba hospedaje a los viajantes, arrieros, tratantes, ganaderos, labradores, trajinantes, campesinos y mozas de partido, alimentándolos para el viaje y abasteciendo de paja y cebada a las bestias. Llegaban a ellas las diligencias, los carros y las caballerías entrando por sus amplios portalones a los patios sembrados de albardas, colleras y esquilones. Los posaderos debían colocar en sitio visible el Arancel en el que figurara el precio de cada artículo, el ruido de la casa y la cama. El ruido de la casa era la preparación de los alimentos.

La Posada de La Cadena.- Situada en el Pozo Amarillo, 13, en la casa que fue de los Aguila, frente a la calle de Caleros, colindando con la trasera del teatro Liceo, sobre los balcones superiores tenía unas preciosas tozas y lucía bolas bajo los aleros. Dio alojamiento a Juan I de Castilla, 2º de la casa de Trastámara e incluso en sus habitaciones se afirma que falleció, agotado por calentura amorosa, el Príncipe don Juan, auxiliado en sus últimos momentos por el obispo de Salamanca, el dominico fray Diego de Deza, que había sido su preceptor. Al Príncipe le dedicó su pueblo el romance: “¡Siete médicos le cuidan y no le pueden sanar”. Colgaba en las puertas del establecimiento una cadena por ser posada real, (al igual que las que luce el Palacio de Monterrey). La vinculación de Juan I con Salamanca fue muy estrecha, pues no en vano concedió a su primera esposa Leonor de Aquitania el Señorío y Gobierno de Salamanca, títulos que otorgó a su segunda esposa doña Beatriz de Portugal, tras el fallecimiento de la primera. Al Príncipe se debe el primer acondicionamiento y pavimentado de las principales calles de la ciudad.

La posada de la Cadena
Luis González de la Huebra


La posada de la Cadena
Cándido Ansede



El 12 de setiembre de 1897 se hunde el piso de una de sus habitaciones cayendo 20 personas entre los escombros resultando heridas solamente tres. Se traspasaba o vendía en 1905 y en 1910 la regentaba Amador Martín, teniendo 10 habitaciones con 20 camas, siendo derribada en 1918. 

La Posada de los Jabalíes.- Situada en Toro 54, tenía casa de baños, se pone en venta en 1851 y despacha los billetes del coche de línea a Béjar de Rafael Lino desde antes de 1870.

La Posada de la Pulga.- Se encontraba en la calle de Varillas, número 7, arrendándose en 1861 y vendiéndose en 1864 un trozo que daba a la calle de Hovo Hambre.

La Nueva posada del Ojaranco.- Se traslada al número 5 de san Justo, antes de 1885, por derribo de la antigua, propiedad de Santiago Madruga.

En 1884 constaban ya la Posada del tío Salamanca en las afueras de la Puerta de Toro, que tenía un despacho de cal, la Posada de la Herradura en la plaza de la Reina, de Matías Rivero que en 1902 pasa a poder de Santiago Ingelmo y la Posada de Urbano Valle en la Puerta de san Pablo.

En 1889 existía la Posada de Ballesteros en la plazuela de la Libertad y Espoz y Mina, 2, que se transforma en 1896 en el Parador del Carmen, a cargo de Antonio Casanueva Cenizo.
En 1897 existe la Posada de Manuel Toro en las afueras de la puerta de Toro, donde se vende cal, pudiendo ser la misma del tío Salamanca.

A finales del siglo XIX existía la Posada de El Consuelo en la calle de su nombre, propiedad de Pedro Rodríguez, con 8 habitaciones y 20 camas, que en 1901 es de José Carrasco.

La Posada de La Gallega se encontraba en la calle del Pozo Amarillo traspasándose en 1903 y La Peñarandina, gran hospedaje de Manuel Carabias Martín estuvo en Consuelo, 18, esquina a san Justo.

Las Posadas de La Estrella: “La Vieja” de Agustín Cristeto fue derribada en 1911 para facilitar el acceso del nuevo puente de Enrique Estevan y “La Nueva”, más próxima a la ciudad, también en las afueras de san Pablo, 18, de Matías Guevara y posteriormente de Manuel Herrera, desapareció un poco más tarde, el 12 de junio de 1911, con el mismo motivo.

En el Arrabal existieron 9 posadas, que en 1910 son propiedad: la del Arrabal, de Bonifacio Cifuentes; de La Parra, de Cándido Hernández; de El Carbonero, de Constantino García; de El León, de Angel Navazo; de El Sordo, que se subasta en 1897; de la Estufa bajo la dirección de Guillermo (a) Calvarrasa; de El Arbol, de Nicanor Mayordomo, que en 1899 vende loritos, pericos, canarios holandeses, camorras y gallinas de Guinea y las más modernas que eran la de Poveda, luego de su viuda y la de la Peña, de Simón Iñigo.

Existió una posada sin nombre conocido, propiedad de Laureano Fraile en la calle de Bermejeros.




MESONES

Los Mesones fueron lugares donde se daban comidas y bebidas en los que abundaba el morapio y el fino acompañado de taquitos de jamón y queso. Pasaban por ellos los trajinantes y labriegos de las aldeas vecinas, los recaderos y los cosarios, que acudían a las Posadas para pernoctar y también se les facilitaba paja y cebada. Eran los locales, sobre todo los emplazados en la calle de Varillas y en las Plazas del Peso y del Mercado, a los que arribaban los “Hordinarios” de los estudiantes del partido que acudían a la llegada y salida de sus arrieros con las recuas en las fechas convenidas, para dar el último encargo o para recibir el deseado envío de sus familiares.   

El Mesón de Fonsalida.- Las únicas noticias que tenemos de este mesón nos las da Gregorio González en su novela picaresca “El guitón Honofre”, de 1604, cuando nos dice: “… Apeámonos en el mesón de Fonsalida y después de haber despachado el peón y mulas que llevábamos fuimos a posar en la calle de san Vicente, en la casa del Pasillo, en compañía de unos caballeritos segovianos…”.

El Mesón de la Estrella.- De la misma antigüedad que los citados Albergues, era propiedad de la Universidad salmantina y estaba situado junto a la iglesia de san Nicolás, al lado del primer anfiteatro anatómico.
En el Catastro del marqués de la Ensenada de 1749 aparecen los mesones que se indican a continuación, aunque luego algunos han derivado en Posadas y Paradores: el de El Arco, el de las Dos Puertas, el de la Rosa, el de san Justo, el de san Julián, el del Rincón, el de las Tablas, el de la Cruz, el del Arco en Prior, el de la Ciudad, el de el Palomero, el de los Caballeros, el de los Toros, el de la Bola, el del Mercado o de la Polla y el de la Solana.

El Mesón de El Arco.- Fue donde posaban los ordinarios de Salamanca a Madrid y viceversa, en el siglo XVII, estuvo en la calle de Varillas, siendo mesonero Antonio Prieto y propietario el Colegio de la Vega.
El Mesón de las Dos Puertas.- Pertenece al Cabildo de la Santa Iglesia Catedral y es mesonero José Rodríguez en la calle de Varillas, 16, haciendo esquina a la calle del Consuelo. Es propiedad del señor Cubas en 1885, se vende en 1898 y de nuevo en 1902, pasando a ser sus propietarios Francisco y Julián Martín, con 10 habitaciones y 25 camas. 

El Mesón de la Rosa.- Luego considerado como Fonda, pertenece a la fábrica de la iglesia de san Justo, siendo mesonero Manuel Hernández. No poseemos datos sobre su ubicación.

El Mesón de san Justo.- Perteneciente a la cofradía del Santísimo Señor de la iglesia de san Justo, su mesonero es José de Berracer. Situado en el número 5 de su calle y en la plazuela, todavía  existía en 1906, siendo propiedad de  Florentino Hernández, con 5 habitaciones y 20 camas.

El Mesón de san Julián.- En la Plaza de su nombre, pertenece a don Manuel García de la Puente, siendo su mesonero Antonio Domínguez. En 1906 es de Alejandro Sánchez y tenía 6 habitaciones y 10 camas.

El Mesón del Rincón.- Luego Parador, situado en la plazuela de la Verdura, 34, era propiedad de don Felipe de Solís y fue su mesonero Francisco Martín Leganés. En él se daba en 1797 un espectáculo en el que unos italianos mostraban 3 camellos, 2 osos, 3 monas y 1 mico y en 1807, durante las Ferias, se mostraron cuadrillas de osos, monos y otros animales. En 1869 se vende el edificio por parte de la testamentaría y herederos de Manuela Martín y se hace cargo Isabel Martín Vicente, sucediéndola antes de 1879 José Redondo. En 1900 era propiedad de Miguel García y en 1910 pasó a ser de su viuda. Constaba de 12 habitaciones con 30 camas. Con el tiempo fue dotado de calefacción, agua caliente, teléfono y automóvil a la Estación. Servía bodas y banquetes. En 1924 era propiedad de Luis González.

El Mesón de las Tablas.- En la plazuela del Peso, 18, (hoy calle de san Juan de la Cruz), pertenecía a las monjas del convento de san Quirce de Valladolid y su mesonero era Francisco Vicente. Fue pasto de las llamas el 7 de abril de 1810. Reconstruido sigue funcionando y se vende en 1884 pasando a ser propiedad de José Pérez Hernández hasta su traspaso en setiembre de 1901 cambiando el nombre por el de Parador de San Antonio, siendo en 1905 propiedad de Macario Mateos Núñez y más tarde de Baldomero Villar, donde luego el despacho de Bodegas Dueñas. Tenía 25 habitaciones y 50 camas. 

El Mesón de la Cruz.- Fue su mesonero Manuel Núñez y propietaria la Memoria de Pedro Vidal, ignorándose su ubicación.

El Mesón del Arco de la calle del Prior.- Era mesonero Francisco Lorenzo y pertenecía a Manuel de Paz, vecino de la villa de Ledesma.
El Mesón del Palomero.- En el Pozo Amarillo, 9 (también conocido como de La Paloma) cuya mesonera era Josefa Gutiérrez y propietaria Manuela Malo. 

El Mesón de Los Caballeros.- En la calle de Espoz y Mina, en el número 14, siendo mesonero antiguamente José Estebez; se encontraba en obras cuando el Catastro de Ensenada, perteneciendo a la Real Capilla de san Marcos. Es del señor Moreno en 1905 y ya en 1910 era propiedad de Lorenzo Fernández, con 14 habitaciones y 50 camas, lo que hace sospechar que había dormitorios corridos. El desayuno, comida, cena y cama valía seis pesetas.

Se produce un hecho raro y es que en la Guía de Salamanca de Modesto Falcón, editada en 1868, la Posada de los Caballeros figura en Concejo 5, que sería donde hoy “Los montaditos”, justo enfrente de “El Plus Ultra”.

El Mesón de los Toros.- Luego Parador, estaba situado en la Plaza Mayor, 41 y Concejo 1 y 3, con entrada por la Plaza Mayor, (en el hoy callejón del Coliseum por medio de unas grandes puertas encarnadas) y por la calle de Espoz y Mina, siendo su propietario el monasterio cisterciense de san Bernardo de Moreruela de Tábara, en Zamora y mesonero José Civieta. Se supone que fue el conde don Vela el que protegió a la Orden cuando la repoblación salmantina.

Parador de los Toros. Foto Ansede y Juanes, 1930

Se mantiene en censo enfitéutico durante muchos años hasta que se vende en pública subasta a doña Teresa Gallego por escritura pública de 2 de setiembre de 1765. En 1797 se exhibían en el Parador, los autómatas: Dúo de pájaros, Retreta francesa, el Zapatero de los Currutacos, la Bordadora de las pirracas y un salterio. Pasó posteriormente a la propiedad de una Memoria fundada por doña Teresa en el convento de la Trinidad Calzada y de aquí pasó a propiedad del Estado que lo vendió el 27 de abril de 1808 a don Domingo Grijalba. Su nieto don Salvador Martínez era su poseedor a mediados del siglo XIX. En 1860 pasa consulta el cirujano dentista Estanislao del Castillo y en 1864 el doctor Soler y Codina visita el Parador para operar de cataratas. En noviembre de 1871 se vende el Parador que tiene 7.000 pies entre sus dos plantas a don Segundo Santiago García León. Alojó a los más famosos toreros de la segunda mitad del XIX, destacando Luis Mazzantini. 

Cuando los comerciantes locales no viajaban fuera para efectuar las compras de sus materiales y ni siquiera se conocía el gremio de viajantes, llegaban a Salamanca dos veces al año, por Pascua de Resurreción y por la Feria de Botijeros, las célebres “galeras” de Barcelona repletas de géneros que vendían en la Posada de los Caballeros o en el Parador de los Toros a los comerciantes salmantinos.
Los Hermanos Juárez (Fermín de Alaejos y Ricardo de Chaherrero) dueños del Parador de los Toros en 1886, eran poseedores de un alquiler de caballos que se encierran en los sótanos, una empresa de diligencias y la administración de los baños de Calzadilla. Fueron los primeros transportistas en montar el servicio de coches de viajeros a la Estación. Se unen con Ildefonso Junquera para la línea de Béjar y al separarse en 1884, Juárez traslada la salida a la calle de Concejo, esquina a la Plaza de los Bandos, continuando Junquera con sus salidas del Parador. En noviembre de 1889, dado que los locales eran muy amplios abrieron un gimnasio higiénico los hermanos Martínez, trasladando el que habían inaugurado en octubre de 1887 en la calle de Toro 74, que cobraba treinta reales al mes y pago adelantado, siendo los promotores de un “asalto de armas” en el teatro Liceo. La dirección facultativa correspondía a don Ramón Carranza. Tenían en los sótanos los almacenes del  “Bazar Pozueta”, los hermanos Luis e Ignacio Pozueta del comercio del número 46 de la Plaza. Ricardo falleció el 17 de agosto de 1923. En 1897 el coche de Alba de Antonio Lurueña y José Salazar se traslada desde este Parador al de los Caballeros en la calle de Espoz y Mina.

El Parador de los Toros regentado por Ignacio Hernández ya en 1906, tenía 16 habitaciones y 30 camas y dotado de café restaurante daba servicio de banquetes, bodas y lunchs, siendo el precio del cubierto 6 reales. El 30 de julio de ese año fallece repentinamente en sus habitaciones Juan Durán, condueño del cine instalado en la Plaza de Colón, que comparte con los señores Agar y Minuesa.

Vivió apartado del negocio hasta el 27 de noviembre de 1927. En 1913 pasó a Martín León Calzada y al fallecer el 28 de mayo 1919 pasó a su Viuda, desapareciendo en 1927. Es derribado en 1932 para dar paso al cinema Coliseum. 

El Mesón de la Bola.- Pertenece al Hospital de Nuestra Señora de la Caridad de Benavente y es su mesonero Juan Baquero. Estaba situado en una calleja cerrada en la parte izquierda de la calle Herreros (hoy Toro) nada más salir de la Plaza Mayor. 

El Mesón de la Ciudad.- Perteneciente al Común de la ciudad su mesonero era Francisco Pascual. Se desconoce su ubicación.

El Mesón de Praxitas.- Perteneciente a don Felipe de Solís es su mesonero Nicolás Rodríguez. Se encontraba en Concejo, 4, donde hoy el bar “Plus Ultra” de Manuel Seisdedos Alfaro.
El Mesón del Mercado o de la Polla.- Pertenecía a la Universidad de Salamanca y su mesonero era Francisco Carpio. Su ubicación se desconoce pues el mercado en aquella época abarcaba una enorme extensión entre el Corrillo de la Hierba, Plaza Mayor, plaza de san Julián, Mercado actual y calle de san Justo.

El Mesón de la Solana.- Existió en la Plaza Mayor, donde hoy la cafetería y el hotel “Las Torres”, desde antes de 1554, pues ya se cita en “El Lazarillo de Tormes”: “… y por evitar peligro y quitarse de malas lenguas [su madre] se fue a servir a los que en el presente vivían en el mesón de la Solana; y allí, padeciendo mil inoportunidades, se acabó de criar mi hermano hasta que supo andar, y a mí hasta ser buen mozuelo, que iba a los huéspedes por vino y candelas y por lo demás que me mandaban…” Vivió 4 años junto a su madre en el Mesón, hasta que fue entregado al ciego para servirle como guía y lazarillo.

En 1749, al llevarse a cabo el Catastro del Marqués de la Ensenada se encontraba en obras y se advierte que concluidas éstas podría valer de renta anual mil reales de vellón, perteneciendo las viviendas al Vínculo del Mesón de la Solana, propiedad del canónigo don Antonio de Paz y Estrada, fallecido antes de la edificación de la Plaza y que desde antes de 1889 es propiedad de doña María Charro Romero.

El 13 de octubre de 1796 llegó al mesón ya edificado de nuevo, como atracción de feria, un hombre que medía 2 varas y media y 4 dedos (2´17 m) costando la entrada 4 cuartos. (1 cuarto = 4 maravedíes). A principios de febrero de 1808 actuaban unos títeres a 6 cuartos la entrada. En 1808, tres meses antes del comienzo de la Guerra de la Independencia, se daban sesiones de títeres 
          
Don Alfonso Rodríguez G. de Ceballos y doña María Nieves Rupérez Almajano nos dan noticias sobre la construcción de la Plaza y por ende nos suministran abundantes datos sobre el mesón de la Solana. En 1741 se encontraba ubicado entre una vivienda del mayorazgo de don Martín Sánchez de Herrera, que tenía pared medianera con la Casa de la Ciudad y la siguiente vivienda, propiedad del mayorazgo de don Cristóbal Suárez de Acebo. En 1708 había necesitado, (además de bastantes reparaciones interiores), proceder a reconstruir el frente que daba a la Plaza y por el que le venía el nombre de Solana.

Al construirse la Plaza Mayor, don Antonio de Paz, junto con don Juan de Basanta Osorio, vinculado al mayorazgo de don Martín Sánchez de Herrera y don Felipe Solís y Gante, poseedor de la casa del mayorazgo de don Cristóbal Suárez de Acebo se quejaron y consiguieron que el Ayuntamiento modificara el proyecto rectificando el trazado de las líneas, disminuyendo la extensión de las Casas Consistoriales y sustituyendo a don Manuel de Larra Churriguera como director de las obras por don Andrés García de Quiñones, que había presentado un nuevo proyecto para las Casas Consistoriales. 

Manuel de Larra Churriguera es quien construye la vivienda del Mesón de la Solana según contrato firmado por los testamentarios y fidecomisarios de don Antonio de Paz y Estrada en abril de 1751, el padre carmelita Pedro de Prado y el Gobernador del Consejo y Cámara de Castilla don Francisco Santos Bullón. Se hace constar que el terreno de la vivienda tiene 38 pies de fachada a la Plaza, 56 de fondo en su medianería con la Casa Consistorial y 46 en la medianería con la casa de don Felipe Solís. Las obras habrán de concluirse por san Juan del año siguiente.

Las fachadas de esta zona se encontraban muy dentro de la línea que se estableció como frente de la Plaza por lo que se pudo respetar el interior y construir una nueva fachada, uniendo ambas edificaciones por medio de una escalera de dos tramos. Inconclusa la obra en el plazo previsto, el nuevo poseedor del mayorazgo, don Francisco de Paz Verdugo y en nombre suyo su hijo, tomó a censo 25.500 reales en 1755 para concluirla pues, aunque sí estaba hecha la fachada, faltaba por acabar el resto si se quería que el Mesón se encontrara habitable.

Concluido el edificio luce su fachada, enmarcada en tres arcos y sus correspondientes balcones unos bellos escudos encajados en rocalla con coronamiento de yelmo y cimera. Los blasones van cuartelados en cruz, el primero de dos barras con bordura de ocho sotuers, el segundo de azur con los diez bezantes de oro de los Paz, el tercero con elementos borrados por el tiempo que pudieran ser una cruz en llamas surmontada de tres hojas y el cuarto de azur con tres barras de oro cargadas de siete armiños, que sería Estrada, si fueran fajas.

La finca, convertida en comercio de piensos y granos desaparecido el Mesón, es en 1866 la librería, imprenta y encuadernación de Miguel Gurruchaga Iglesias, que viene del número 22, falleciendo éste cuando el destronamiento de Isabel II. Antonio Buxaderas  abre con su hermano José, en tiempos de la Revolución del 68, el establecimiento, denominado “El Precio Fijo”. En 1902 es ya Sucesores de J. Buxaderas y Antonio Buxaderas, quien al disolverse la sociedad se instala en la calle de Zamora, número 9, muriendo el 5 de julio de 1928.

Traspasan el establecimiento a principios del siglo XX a Sebastián Rodríguez Sendino, que se anuncia como casa fundada en 1874 con especialidad en capas de paño Pirineos y gabanes de caballero. Abandona el negocio, ya como Compañía de Sebastián Rodríguez e Isidora Hemelgo, al trasladarse a Ciudad Rodrigo, traspasándolo en agosto de 1923, adquirido por Victoriano Martín, que transforma el local en el café y restaurant “Gran Fornos”, montado con todo lujo y llamado así para distinguirlo del otro café “Fornos”, que posee en la escalerilla del Pinto, donde luego el bar Villarrosa. Delicado de salud, traspasa Victoriano su local en 1927 a Francisco Torres Hernández, que lo abre de nuevo el 7 de abril con la denominación de Café Restaurante “Las Torres”, decorado con profusión de botones charros. 

El 11 de setiembre de 1934 inaugura Emilio García Villa, alias “Revive” el Nuevo Restaurante y Hotel “Novelty”, con 40 habitaciones, sobre el café “Las Torres”, en las plantas que adquiere a Fructuoso Jiménez. Redondeando el complejo hotelero adquiere el café en 1935. Al morir Emilio García Villa, sus herederos enajenan el local en mayo de 1946 a Luis Nieto González, siendo gerente con el tiempo Alejandro Lannelongue Nieto, perteneciente a la tercera generación, creándose una nueva empresa en 2012.



MESONCILLOS

El Mesoncillo era el lugar donde se recogían huéspedes y caballerías, pero sin facilitarles paja, ni cebada.

Fueron conocidos mesoncillos en la época del Catastro de Ensenada: el de la calle del Prior, arrendado por Josefa González y propiedad del Cabildo Catedral; el de la calle de Especias, arrendado a Antonio Zarza por su propietario Félix Cornejo; otro en la misma calle, propiedad de José Maldonado Sabanza, alcalde corregidor y miembro de la Junta de Propios y Arbitrios de la Ciudad, arrendado al mesonero Juan Barrera; el de la calle del Pozo Amarillo, perteneciente a Francisco Ordóñez y arrendado al mesonero Manuel de la Concepción; otro en la misma calle y con idéntico nombre, perteneciente a las monjas del Corpus, siendo su mesonera Catalina Herrero; otro en la calle de Sordolodo, (hoy Meléndez) propio de don Pedro Mangas y arrendataria Ana del Pozo y otro en el Arrabal del Puente, propio de Ignacio Mangas que por sí administra.



FONDAS

Las fondas, que sustituyen a los mesones y posadas, fueron lugar de reunión de los ilustrados, en la segunda mitad del siglo XVIII. Daban alojamiento y comida, o sea que eran casas de dormir.

La Fonda del Comercio.- Era la más antigua y la de más prestigio de la ciudad pues ya existía en 1877 cuando Pedro Antonio de Alarcón visita Salamanca de “incógnito”, acompañado del cronista de la ciudad don Manuel Villar y Macías y nos dice en su libro Dos días en Salamanca: “… elegimos habitaciones, que nos parecieron excelentes”. Del almuerzo nos dice: “¡Qué tortilla! ¡Qué truchas! ¡Qué jamón! Y ¡qué peras… de cristal!”. Tenía el comedor dispuesto para 300 personas, siendo el preferido para los banquetes de boda.

Hotel del Comercio. Fotografía de Venancio Gombau 1910


Con pujos de hotel pues como tal se le consideró con el paso del tiempo, dio acogida a infinidad de importantes escritores que visitaron la ciudad y escribieron sobre ella a finales del siglo XIX y principios del XX, como el portugués Eugenio de Castro en 1889, la española Blanca de los Ríos en 1897, el británico Albert Frederik Calvert, hacia 1900, el cubano Emilio Bobadilla “Fray Candil” en 1906 o el argentino Ricardo Rojas en 1908.

Fue construido sobre terrenos que habían sido del palacio del Conde de Castelar, don Nicolás Patiño y Ossorio, que comenzaban en la actual calle del Brocense (entonces Triperas) y continuaban hasta la actual calle de Dámaso Ledesma, hacia san Boal, con terrenos del palacio del Duque de Montellano, don Felipe Falcó y Ossorio. Las dependencias y estancias de ambos palacios se extendían de tal forma que llegaban hasta la calle de Toro. Al construirse el hotel se abrió una calle que es la actual del Rector Lucena.

Ocupaba el solar que luego fue el Banco de España. Era un edificio grande, espacioso, de piedra y de discreta fachada con tres alturas. En su frente de entrada lucían arbustos plantados en dos grandes cubetas de madera y en el vestíbulo, con suelo de mármol se abrían diversas dependencias: un despacho a la izquierda; a la derecha la sala de recibir y bajando unos escalones se llegaba al amplio comedor, dotado de columnas de hierro. Al fondo se encontraba la escalera y en su hueco la portería. La escalera en madera, con balaustrada de hierro y pasamanos de nogal, tenía alfombra de hule sujeta con varillas de metal dorado. Las habitaciones lucían decorados de escayola y el suelo era de tarima. Nueve balcones daban a la calle en la planta superior y había 15 ventanas para las habitaciones en las otras dos plantas. Dotado de calefacción central a vapor, poseía servicio de automóviles a todos los trenes. Tenía a la izquierda una puerta de hierro que daba acceso al interior de las dependencias, jardín, corrales y cuadras y al ser derribado el Hotel fue adquirida por don Tomás Marcos Escribano para instalarla en su chalet de Santa Marta de Tormes. 

En 1883 cuando viene Bretón tras el triunfo de “Los amantes de Teruel” prepara la cena homenaje que le ofrece el Casino la noche del 3 de marzo y también sirvió la comida cuando Alfonso XIII visitó las Hurdes transportando hasta allí en coches de caballos viandas y camareros.

En 1889 el servicio a Béjar de la Compañía Ferrocarrilana de Vicente Bomati y Matías Sánchez tiene como punto de partida y llegada este establecimiento.

El 2 de octubre de 1891 se reúnen en sus salones, Fernando Iscar Juárez, Gonzalo Mier Piernavieja, Luis González de la Huebra, José Santos Zancajo, Mariano Rodríguez Galván, Manuel García Iglesias y los hermanos García Martín (Federico y Vicente) quienes acuerdan construir una nueva plaza de toros en la Glorieta. 

Tras haber pasado la “Fonda del Comercio” a la propiedad de don José Santos Zancajo antes de 1885, forma luego sociedad con don José Miguel Motta al subastarse el 22 de octubre de 1898 sobre un precio de tasación de 271.500 pesetas.

En enero de 1897 pasa a ser propiedad de don José Cea Iglesias, que era socio gerente del Café “Suizo”. Cuando el 2 de setiembre de 1899 sufrió un aparatoso incendio a las 11 de la noche, consecuencia del producido en la panera contigua de don Arturo Losada y Santana, que afectó a la cochera y al pajar, quien da las gracias a cuantos colaboraron en la extinción es don José Miguel Motta, que forma sociedad con don José Cea.

Agustín Hernández, antiguo encargado del hotel de “Las Cuatro Estaciones”, al quebrar éste, hacia 1890 adquiere la “Fonda del Comercio” y forma luego sociedad con Francisco Diego Diego quienes todavía son condueños en 1921 cuando se produce otro incendio.

La condesa de Pardo Bazán se aloja en 1905 cuando el homenaje a Gabriel y Galán.

En 1908 lo adquiere don Francisco Núñez Izquierdo, dueño del periódico “El Adelanto”, contando con 48 habitaciones y 88 camas y cerrándose el 23 de abril de 1932, al venderlo al Estado la familia Núñez. 

Cuando en setiembre de 1909 llega a Salamanca la Infanta Isabel de Borbón, “La Chata”, para presidir los Juegos Florales Hispano Portugueses, en los que la Flor Natural es otorgada a Salvador Rueda y se aloja en el palacio episcopal, el banquete oficial que allí se celebra para cuarenta comensales, lo sirve el Hotel del Comercio, que termina de ser adquirido por Francisco Núñez. El menú que degustaron fue: Salchichón, aceitunas y variantes, consomé imperial, langostinos, salsas mayonesa y vinagreta, espárragos castellanos, perdiz con setas, menestra, pavo al foie gras, crema de avellana, tarta imperial a la piña, licores y pajarete del 74.

A la sazón era Cocinero Mayor y Jefe de Repostería de la Casa Real el conquense Lorenzo Capella y Olasagasti, que había regresado a tal cargo el año anterior, sustituyendo al francés Alfonso Berger y se vio obligado a dimitir por desavenencias con su Jefe a finales del año 1909.

El Hotel del Comercio, en junio de 1922 sirvió la comida al rey Alfonso XIII y su séquito en la visita que efectuó a las Hurdes para lo que se hizo necesario transportar hasta allí, en coches de caballos, impedimenta, viandas y camareros. La dirección la llevaba ahora el Cocinero Mayor, Teodoro de Miguel que había sido ascendido a tal rango recientemente, sustituyendo a Gastón Macheral. 

Se da un hecho curioso en la publicidad de este establecimiento y es que siempre se anuncia en la calle del Concejo, cuando es lo cierto que se encuentra en la calle de Zamora; también se anuncia en el número 47, ubicación imposible en calle tan corta y el todavía más difícil se produce cuando afirma “esquina a la Plaza Mayor” con lo que se caen todos los esquemas normales pues se encontraba, como se ha dicho antes, exactamente, en lo que luego fue el Banco de España. En esa misma dirección y en la primera planta se anuncia durante muchos años la clínica oftalmológica del doctor don Cayo Alvarado Gómez (propietario luego del Teatro Moderno en la Cuesta del Carmen) y las oficinas de la fábrica de curtidos de Vistahermosa de Saturnino Charro. (Por lógica tal vez fuera el número 17, que es en el que se anuncia años más tarde el nuevo almacén de curtidos de José Charro, aunque tampoco cuadra la numeración, puesto que ésta empieza por el arco de la Plaza Mayor con los pares a la derecha y los impares a la izquierda). Solamente acierta en la numeración el servicio del “Giro Mutuo del Tesoro” que instala sus nuevas oficinas en la Fonda del Comercio, Zamora, 20, en junio de 1898.

Andrés Fraile al morir tiene la “Casa Fraile” establecimiento de pastelería y repostería hasta que una de sus nietas contrae matrimonio con el primer cocinero del Hotel del Comercio Emilio Gómez Sánchez y al desaparecer el Hotel creó el restaurante de la Viuda de Fraile.

La Fonda de La Burgalesa.- Se inaugura el 1 de setiembre de 1867 en la plazuela de la Libertad, con entrada por la Cuesta del Carmen, en los locales que habían sido oficina del ferrocarril. Servía comida española y francesa a precios convencionales avisando con anticipación. Tenía especialidad en chocolate con azucarillo grueso y largo. En ella se alojó Castelar, quien en su recorrido por Salamanca, al contemplar el escudo universitario que lucían las Escuelas Menores (entonces convertidas en Instituto de Segunda Enseñanza), no pudo menos de exclamar: “¡Qué maravilla de artista y de piedra; parece un sello en cera puesto sobre la portada de un códice”. En 1902 pasa a ser regentada por Jesús Sánchez Cuadrado, industrial de Ciudad Rodrigo. 

La fonda “La Salmantina de la Rosa”.- De Raimundo del Rey, casa de huéspedes con capacidad para 30 personas se encontraba en la calle del Prior 9 y 11, a finales del siglo XIX, denominándose en 1884 como Hotel y al año siguiente como Fonda.

Habían desaparecido ya a primeros del siglo XX los Paradores: de La Vizcaína, de El Vizcaíno, de El Ojaranco y el de Las Diligencias. También los Mesones de La Paloma y de la Bola.

Los otros desaparecieron a mediados del siglo XX.

Se establecieron a finales del siglo XIX y desaparecieron a mediados del XX:

Nuevo Parador de san Esteban el 11 de Mayo de 1912 en Consuelo 22, de Florentino Hernández, antiguo dueño del Parador de san Justo.  

En 1904 ya existe la Fonda de la Estación de Carlos Hevia Campomanes, hermano del obispo de Badajoz que en 1905 pasa a ser de Felipe Merino.



TABERNAS

No eran de gran superficie, barra de madera labrada, con mostrador de zinc, mesas de madera, bancos corridos, faltas de agua. Zócalos de madera, anaqueles con botellas y sobre el mostrador alineamiento de frascas de vidrio. Colgaban de las paredes azulejos con sentencias y refranes. Además de bebidas eran restaurantes económicos donde de podían comer riñones, callos, mollejas y bacalao.




© josé María Hernández Pérez  (Rev. 01/02/2003)