Colegio de la Inmaculada Concepción de la orden militar de Calatrava


Nacido barroco y terminado neoclásico, el edificio de Calatrava muestra un estilo ambiguo que milagrosamente no le resta nobleza y monumentalidad. Testimonio perenne de la intransigencia artística que lleva a la destrucción de lo que no es del propio gusto, ignorando su volatilidad y apropiándose de razón y verdad como si estas fueran únicas y sin discusión. Un disparate que, inexorablemente, siempre acompaña al ser humano. 
Con todo, esta no fue la única desgracia que mutiló el edificio, el fuego y el saqueo también tuvieron su cita.






La obra..

El capítulo general de la orden militar de Calatrava, reunido el 3 de junio de 1552, acordó la fundación del colegio de la Inmaculada Concepción en Salamanca y su Universidad. Mantendría rector y siete colegiales, que vestirían manto cerrado negro, muceta o beca también negra, con la cruz encarnada de la orden, además el colegio contaría con el personal de servicio necesario. El 28 de octubre de 1552 iniciaron los colegiales de Calatrava sus estudios universitarios. La primera ubicación del colegio fueron unas casas alquiladas en la calle de Alabarderos, actual calle de San Pablo, propiedad de D. Juan de Fonseca, residente en Méjico, cuyo apellido hizo pensar a Villar y Macías1 que se trataba del palacio de la Salina. Sin embargo para Ceballos2 , conocedor de una carta fechada en 1707 escrita por el vicerrector del colegio en la que se declara la estrechez y mala construcción del edificio, considera más factible que se tratara de una simple casa destartalada, quizás de servicio del palacio. 
Dado su penoso estado, se buscó lugar para construir nueva casa y se eligió, siguiendo el informe de fray Francisco de la Trinidad, un solar de casas en la zona de San Antón, de espaldas al convento de San Esteban y frontero al convento de los Basilios en la calle de Santo Tomás, hoy Rosario. El 25 de abril de 1790 el informe4 de la visita de Jovellanos al colegio describe así su situación “El Colegio es cuadrilongo, y hace manzana á las calles siguientes: Por la fachada que mira al Norte, tiene la del Rosario; como se va á la puerta de Santo Tomás, al Oriente, la de Scoto; al Mediodía, la del Campo, y al Poniente, la del Monte Olivete”.
De nuevo, Villar y Macías sostuvo que entre esas casas adquiridas estaba la casa solariega de los Rodríguez de Ledesma, señores de Sobradillo, mientras que Ceballos afirma no encontrar su escritura entre las de las casas compradas, que pormenoriza en su trabajo. Las casas y solares se compraron en 1715, aunque ya con la obra en marcha se adquirieron otros entre 1718 y 1719. En cuanto al terreno circundante debió ser bastante accidentado, el informe de 1790 mencionado señalaba que el edificio se veía desde la calle (del Rosario) como situado en un cerro, luego con el desmonte de 10.000 o 12.000 carros de tierra, que dejó el sótano semidescubierto, se acondicionó una plaza de forma triangular en la que se construyó el atrio y escalinata de entrada al edificio dándole un porte noble y majestuoso.
Las obras comenzaron el 11 de julio de 1717 siguiendo los planos de D. Joaquín de Churriguera que adaptó los proyectos iniciales de D. Pantaleón Pontón Setién, que a su vez los había trazado siguiendo el tradicional esquema cuadrangular del alcázar militar español con cuatro torreones, si bien estos no terminaron por ocupar las esquinas del claustro como es corriente. A la muerte de Churriguera en 1724 las obras se detuvieron. 
Para su continuación, fue nombrado arquitecto D. Pedro de Gamboa en septiembre de 1729, pero poco pudo intervenir puesto que falleció el 16 de abril de 1730. No se nombró entonces sustituto sino que continuó como maestro de obra el aparejador D. Domingo Díez que llevaba las obras desde su inicio. 

El 29 de septiembre de 1736, casi veinte años después, los colegiales pudieron por fin ocupar una parte del edificio y con ello, una vez cumplido este objetivo, se ralentizó el resto de la obra, a lo que también contribuyó la muerte de Díez hacia 1742. La obra debió detenerse totalmente sobre 1750, para entonces la mayor parte de la decoración prevista por Churriguera se encontraba todavía sin hacer.

Las obras debieron reemprenderse poco antes de 1777, cuando el rector D. Francisco Ibáñez Cervera manifestó por escrito que el arquitecto D. Jerónimo García de Quiñones había terminado la escalera principal ubicada en uno de los torreones del edificio. La escalera obra de Quiñones, se basó en la que construyó su padre Andrés García de Quiñones en el Colegio de los Jesuitas (Clerecía), fue realizada en estilo rococó antes de que D. Jerónimo se convirtiera definitivamente en arquitecto neoclásico. 
El advenimiento de las ideas ilustradas, exigió una arquitectura racional, funcional y sin adornos: el neoclasicismo. Más que Quiñones, el rector Ibáñez, firme seguidor de estas ideas, con el apoyo de D. Antonio Ponz, secretario de la Academia de San Fernando, de postura intransigente ante el arte barroco y de Gaspar Melchor de Jovellanos, visitador de las órdenes Militares y partidario de toda reforma ilustrada, provocó un cambio en el rumbo de la arquitectura del edificio. Se diezmaron considerablemente los adornos previstos para el edificio, eliminando muchos de los que ya estaban construidos y descartando totalmente los que quedaban por construir. Hacia 1780 la fachada, atrio y escalinata estaban terminados, antes se había procedido al desmonte de la pendiente existente con la calle del Rosario, operación que como hemos mecionado dejó semidesenterrado el sótano al que se le dotó de ventanas correspondiéndose con las de los pisos superiores y se le dio acceso a la calle con una puerta en el lado oeste. El trabajo continuó por el claustro y la capilla, ahora desprovistos de todo adorno churrigueresco. El claustro debió de estar terminado en 1787 y poco tiempo después se concluyó la capilla con tres retablos en piedra que albergaban las pinturas que habían sido encargadas a Francisco de Goya. Estas pinturas resultaron perdidas, junto al sagrario y el tabernáculo de mármoles y bronce, durante la Guerra de la independencia. 
El edificio fue inaugurado el 25 de julio de 1790 durante la visita de Jovellanos, en cuyos informes, en lo referente a la arquitectura del edificio, exigía la eliminación de todos los adornos de la fachada sobre todo de la puerta principal, eliminaciones que finalmente no se realizaron.




El colegio de Calatrava y la calle de Fúcar. Fotografía de Martínez de Hebert, 1867.


Cuando Martínez de Hebert obtuvo esta fotografía, el edificio colegial de la Inmaculada Concepción perteneciente a la orden Militar de Calatrava mantenía en duda su destino. Librado de la destrucción, pero no del saqueo, de la Guerra de la Independencia, volvió a ejercer tras la contienda las funciones colegiales para las que había sido concebido. Tras su desamortización en 1836 y de haber servido, desde 1850, como cuartel de la Guardia Civil, el Estado lo entregó en 1857 al obispo don Francisco de la Puente para el establecimiento del archivo del Cabildo y de un correccional de clérigos, albergó también en ese tiempo una escuela para niñas patrocinada por la Diócesis. 
En 1868, durante la Gloriosa, el edificio fue incautado por la Junta Provincial Revolucionaria para servir de sede a la Diputación Provincial, sin embargo este organismo nunca llegó a ocupar el inmueble, al parecer por el alto costo de las obras de su reparación. Cuartel militar o sede del Museo Provincial fueron algunas de las opciones para su uso que no llegaron a cuajar. 
Fue en 1878 cuando el obispo don Narciso Martínez Izquierdo, con buena mano en la corte, consiguió que Alfonso XII devolviera el edificio a la Diócesis, propiedad que se ha mantenido con distintos avatares hasta la actualidad.

A la derecha de la imagen, entre el colegio de Calatrava y los muros del convento de los Dominicos, una calle se pierde en la distancia. Es la calle de Fúcar, al menos así aparece mencionada en los planos del siglo XIX. Para algunos, el nombre hace referencia a la familia de los Fugger (su pronunciación alemana suena más o menos “fúcar” en español), banqueros alemanes del siglo XV y XVI cuya clientela, miembros de las casas reales europeas, de la alta nobleza y de la iglesia católica, les proporcionó una inmensa riqueza e influencia política. Hoy todavía el término fúcar aparece (aunque en desuso) en el diccionario de la RAE con el significado de “Hombre muy rico y hacendado”. Esta interpretación sugiere que la calle fuera, en otros tiempos, la ubicación de la residencia de algún acaudalado caballero. Para otros, Fúcar no es más que la aberración de Júcar, sin que esto conduzca a nada más. 
Sea como fuere, la calle permitía el acceso desde la calle del Rosario al campo llamado Monte Olivete y a la puerta de la muralla llamada puerta Nueva (o del Sol). Fue la última puerta abierta en la muralla, se abrió para evitar al vecindario dar grandes rodeos cuando los Reyes Católicos donaron en 1492 al convento de los Dominicos una gran parte del Monte Olivete, quedando inaccesible el camino que lo cruzaba desde Santo Tomás hasta la iglesia de San Polo y su puerta en la muralla.

En 1890, con la puerta Nueva cerrada desde 1750, tuvo lugar una operación inmobiliaria entre el Padre Cámara y el Ayuntamiento mediante la cual el Consistorio cedía al Obispado sus propiedades en el Monte Olivete, para la ampliación del Colegio de Calatrava, además de otros solares, para completar la parcela donde se iba a construir la iglesia de San Juan de Sahagún, a cambio recibiría los terrenos que ocupaban las iglesias de San Justo y Santa Eulalia, que quedarían convertidos en plazas públicas. La operación proporcionó a la ciudad dichas plazas y dejó la calle de Fúcar sin uso y sin salida.
En abril de 1898 el Ayuntamiento decidió ceder el terreno de la calle de Fúcar al obispado, previo pago de la tasación pericial. Desde entonces es propiedad privada y permanece cerrada solo para el acceso a las dependencias del edificio.


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De la Guerra de la Independencia (1808-1814) a la actualidad

La noticia de los hechos acaecidos el día 2 de mayo de 1808 en Madrid, recibida en Salamanca el día 6, movilizó a los estudiantes de la Universidad en Salamanca que protestaron enérgicamente. La gravedad de la situación provocó la clausura del curso, el día 7 de mayo, y los estudiantes foráneos fueron enviados a sus casas. Ese curso los alumnos matriculados fueron 412, un número corto debido a las circunstancias que se vivían, pues los cursos anteriores la matriculación se mantuvo en torno a los 1000. A pesar de lo bajo, costó mucho tiempo recobrar ese número. Fueron 46 los alumnos matriculados en el curso 1809-10, 54 en 1810-11, 48 en 1811-12, 35 en 1812-13, 104 en 1813-14 y 171 en 1814-1815.
El Colegio de la Inmaculada no sufrió la destrucción material de otros inmuebles de la ciudad pero sí fue, como otros edificios significativos de la zona, saqueado por los ejércitos ocupantes para la obtención bienes pecuniarios, artísticos o materiales combustibles. En este tiempo desaparecieron los cuadros de Goya de la capilla del colegio, además del sagrario y el tabernáculo de mármoles y bronce que adornaban su retablo, pero ciertamente se desconoce si fue un robo, vandalismo o algún tipo de accidente. En 1812 el edificio fue utilizado como hospital de campaña tras la batalla de Arapiles.
Al finalizar la guerra, un buen número de los colegios universitarios, mayores y menores, estaban en ruinas, muchos de sus colegiales no volvieron a la Universidad. Los colegios militares sí lo hicieron, en primer lugar lo hicieron los colegiales del militar de Alcántara que se matricularon en el curso 1815-16, los del Rey en 1818-19 y los de Calatrava, que habitaron en una parte reparada de su edificio, en 1819-20, apareciendo matriculados también en 1835-36 para no estarlo nunca más. Tras la desamortización del colegio, en 1836, el estado del edificio debió de empeorar, según un informe de la Junta de Enajenación de Conventos de finales de 1840 carecía de cubierta una buena parte del edificio. Un anuncio de venta del edificio, aparecido en el Boletín Oficial de la Provincia de 1840, lo tasa en 42.200 reales e impone la condición de conservar la fachada principal y la escalera. Sin embargo su destino fue la Hacienda Militar y se reservó como acuartelamiento. En 1850 se estableció en él, ocupando una parte importante, el cuartel de la Guardia Civil, el plano firmado por D. Tomás Cafranga el 5 de octubre de 1850 muestra su organización interna.

Plano del edificio del colegio Calatrava ocupado por la
Guardia Civil del arquitecto D. Tomás Cafranga en 1850

El obispo D. Fernando de la Puente y Primo de Rivera reclamó en 1857 el edificio al Estado, siéndole concedido para albergar el archivo del Cabildo y un correccional de clérigos. Fue ocupado por la Diócesis, tras su reparación y acondicionamiento, y albergó además una escuela para niñas pobres.
En 1868, durante la Gloriosa, el edificio fue incautado por la Junta Provincial Revolucionaria para servir de sede a la Diputación Provincial, sin embargo este organismo nunca llegó a ocupar el inmueble, al parecer por el alto costo de las obras de su reparación.
La utilización como cuartel militar o como sede del Museo Provincial fueron algunas de las proposiciones que no llegaron a cuajar. El edificio, abandonado, continuó deteriorándose.
Fue en 1878 cuando el obispo don Narciso Martínez Izquierdo, con buena mano en la corte, consiguió que Alfonso XII concediera la propiedad a la Diócesis, propiedad que se ha mantenido con distintos avatares hasta la actualidad.

En el invierno de 1885, recién iniciado el obispado del Padre Cámara, se instalaron en Calatrava las cocinas económicas que, mantenidas por la Conferencia de San Vicente Paúl de Salamanca y atendidas por las hermanitas de la caridad, se ocupaban de proporcionar raciones económicas de alimento para personas sin recursos o que sin carecer totalmente de ellos se encontraban en situación de penuria debido a la falta de trabajo invernal. Se ponían a la venta bonos a 10 céntimos, que incluía sopa y pan, y a 30 céntimos, que añadían a lo anterior un buen cocido. La Sociedad de San Vicente Paúl se hacía cargo de una buena cantidad de bonos para su reparto gratuito, Ayuntamiento y Obispado también compraban una buena parte y otras sociedades y los particulares podían ofrecer su caridad proporcionando alimentos o comprando bonos en la propia cocina o en los establecimientos colaboradores de Huebra, Campo, Calón y Alonso. Las cocinas económicas cerraban en primavera, cuando las condiciones laborales mejoraban y volvían a abrir la temporada siguiente con la llegada del invierno y los problemas de falta de trabajo acuciaban.
A finales de 1886 se realizaron importantes obras para acomodar las clases del Protectorado de Industriales Jóvenes, institución creada en 1880 con el objeto de dar instrucción a jóvenes artesanos sin medios en matemáticas, carpintería, albañilería y cantería. Era mantenida por la Conferencia de San Vicente Paúl y el obispado y las clases hasta ese momento se venían impartiendo en la planta baja del edificio episcopal. Las obras realizadas se extendieron hasta la capilla, con la intención de abrirla al culto.

Los terrenos disponibles del edificio fueron ampliados con la operación inmobiliaria que Ayuntamiento y el Padre Cámara llevaron a cabo en 1890. El Consistorio cedió algunos terrenos de propiedad municipal en el Monte Olivete y algunos solares para completar el terreno donde se iba a construir la iglesia de San Juan de Sahagún a cambio de los solares que ocupaban las iglesias de San Justo y Santa Eulalia que quedaron convertidos en plazas públicas.
En marzo de 1891 quedó instalada en Calatrava una imprenta que aunque recibió el nombre de San José fue más conocida como imprenta Calatrava. Contó desde su inicio con la edición del periódico “La Semana Católica”, periódico que también ubicó en el edificio su redacción, y el “Boletín Eclesiástico” del obispado. Muy pronto también imprimió el periódico “El Criterio” y más tarde “El Lábaro” y “La Basílica Teresiana”
Sin embargo, el gran proyecto educativo del Padre Cámara desde su llegada al obispado salmantino fue la puesta en marcha de los Estudios Eclesiásticos superiores de Calatrava. El obispo pretendía luchar de este modo con la escasa preparación de los sacerdotes en esa etapa histórica. Suprimidas las facultades de teología de las universidades, la preparación de los sacerdotes se restringía a los seminarios y estos, con escasa financiación, vivían un gran letargo y se mostraban insuficientes para dotar a sus alumnos de la preparación necesaria para defender la religión católica y los derechos de su iglesia. Aunque su intención inicial fue establecer el Estudio en el mismo Seminario Central salmantino (Clerecía), finalmente se decidió a ubicarlo en el edificio de Calatrava.
Aún teniendo el beneplácito de la Provincia Eclesiástica Castellana, la penosa situación económica de las diócesis impedía el envío de alumnos al nuevo centro. Su andadura dio comienzo el curso 1894-95 con solo 9 alumnos, todos externos. Hasta el curso 1898-1899, no los hubo internos, siendo entonces 33 frente a 13 externos. Para la ampliación del Centro, el Padre Cámara mandó en 1895 desocupar del edificio la imprenta Calatrava, que fue instalada en la plaza Carvajal, el Protectorado de Industriales Jóvenes y las cocinas económicas, ambos fueron trasladadas a las casas que la asociación de San Vicente Paúl disponía en la calle Compañía nº3.

El proyecto del P. Cámara no tuvo una vida larga, la apertura de otros centros de formación eclesiástica similares y sobre todo la instauración en 1896 de las facultades de teología confiriendo el título de Universidad Pontificia a los seminarios centrales de Salamanca, Toledo, Valencia y Santiago perjudicó enormemente al proyecto de obispo que había nacido con poca fortaleza. La muerte del Obispo en 1904 significó otro duro golpe a la institución que acabó cerrando en 1911.

Verraco de la Redonda en el museo del Padre Morán
en Calatrava en 1919, hoy en el Museo Provincial
El entonces obispo de Salamanca, D. Francisco Javier Valdés y Noriega, Padre Valdés, (1904-1913), cedió el 22 de junio de 1911 el edificio de Calatrava al Provincial de los Agustinos del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas, Padre Luciano M. Illa, para establecer en él estudios de Primera y Segunda enseñanza. Permanecieron allí hasta agosto de 1940, cuando el colegio fue cerrado coincidiendo con la apertura del colegio de los Maristas en Salamanca, siendo repescado alguno de sus profesores para la Universidad Pontificia. Allí impartió la asignatura de francés e historia entre 1912 y 1940 el agustino D. César Morán Bardón (1882-1951) conocido arqueólogo y etnólogo, cuyas investigaciones y descubrimientos partían muchas veces de las leyendas e informaciones que sus propios alumnos, provenientes de todos los rincones de la provincia de Salamanca y Zamora y León, le proporcionaban. Durante años estuvo instalado en el Colegio de Calatrava el museo del P. Morán que luego pasaría al Museo Provincial de Salamanca donde aún constituye el núcleo de la sección etnográfica. Tras el cierre del colegio agustino, el P. Morán pasó al colegio de Nuestra Señora del Buen Consejo en Madrid donde estuvo hasta 1948 cuando se jubiló. Falleció tres años después.

El 6 de noviembre de 1940, tras la Guerra Civil y de la mano del obispo D. Enrique Pla y Deniel (1935-1941) y con el apoyo del nuevo régimen, quedó inaugurado el curso de la recién creada Universidad Pontificia de Salamanca. La necesidad de alojamiento para los nuevos alumnos llevó al obispo a trasladar el Seminario menor diocesano al Colegio de Calatrava. En 1957, nuevas necesidades de espacio por parte de Upsa, provocó también el traslado al edificio del Seminario mayor diocesano.
Durante la madrugada del día 11 de febrero de 1960 se produjo gravísimo incendio en el edificio cuando en su interior dormían 113 seminaristas. No hubo desgracias personales pero el edificio quedó muy dañado, prácticamente destruido y con lamentables pérdidas en el  archivo diocesano.
El entonces obispo de Salamanca el dominico Fray Francisco Barbado Viejo (1943-1964) inició de inmediato la reconstrucción y los seminaristas pronto pudieron volver al edificio. Sin embargo el paso del tiempo y, sobre todo, la disminución de vocaciones acabó deteriorando el edificio que en 1995, durante el obispado de D. Braulio Rodríguez Plaza (1995-2002), tuvo que ser totalmente restaurado y transformado en Casa de la Iglesia. Un edificio multiusos de la Diócesis salmantina que además de seguir siendo Seminario Mayor, alberga la Curia Diocesana, una residencia para sacerdotes mayores y sus familias, además de otros servicios y espacios para diversas actividades religiosas.

C.H. B 23/04/18 Rev 01







1 Manuel Villar y Macías. Historia de Salamanca. Imprenta de Francisco Núñez Izquierdo 1887.
2 Alfonso Rodríguez G. de Ceballos. Estudios del barroco salmantino II. El colegio de la orden militar de Calatrava de la universidad de Salamanca. Centro de Estudios Salmantinos, 1972.
3 María Nieves Rupérez Almajano. Urbanismo de Salamanca en el siglo XVIII. Colegio Oficial de Arquitectos de León, 1992.
4 Jovellanos y los colegios de las órdenes militares en la universidad de Salamanca, informes. Boletines de la Real Academia de la Historia.
5 Luis Sala Balust, Constituciones, estatutos y ceremonias de los antiguos colegios seculares de la Universidad de Salamanca, Salamanca: Universidad de Salamanca, 1962-1966.
6 Florencio Amador y Carrandi, La Universidad de Salamanca en la Guerra de la Independencia. Salamanca. Impr. Calatrava 1916.
7 Abel Vázquez García. El Colegio de Estudios Eclesiásticos Superiores de Calatrava fundado por el P. Cámara. upsa.es.http://summa.upsa.es/pdf.vm?id=0000007790&page=1
8 Enrique Esperabé de Arteaga. Salamanca en la mano : noticias histórico-descriptivas acerca de la ciudad y sus monumentos, usos y costumbres. Imp. y Lib. de Francisco Núñez, 1930.
9 Eduardo Javier Alonso Romo. La vida consagrada en Salamanca en la época de Barbado Viejo (1943)