El Monumento al Padre Cámara
por Enrique María Repullés y Vargas
 ¿A quién mejor que al
insigne Prelado salmantino, el R. P. Cámara, puede aplicarse aquella frase de
Horacio? Pero no dicha ni pensada por él, como aquel poeta la dijo de sí mismo,
porque su gran modestia se lo impedía, sino aplicada por nosotros á su obra en
esta vida. Sí; él mismo, por sus virtudes, su inteligencia y sus obras, ha
erigido el monumento en su honor mucho más hermoso, más grande y más expresivo
que cuántos pudiéramos nosotros elevar á su imborrable memoria. Quédense para
otros talentos, para plumas mejor templadas, la enumeración y el estudio de
aquellas virtudes y de las múltiples y variadas obras á que aplicó su gran
entendimiento el insigne Obispo de Salamanca. Decídase alguno, de los que
pasaron la vida á su lado, oyéndole á cada momento, penetrados de sus
sentimientos y aleccionados por sus enseñanzas, á escribir su biografía, que
constituirá un libro de provechoso ejemplo y de elevado estímulo para todos,
que yo solamente, y por deferir al ruego del ilustrado director de este
periódico, habré de limitarme á describir sumariamente el monumento que va á
erigirse en su honor en Salamanca, costeado por suscripción popular, iniciada
por el Círculo de Obreros de dicha ciudad, á la cual llevamos nuestro óbolo
artístico el eminente escultor Marinas, y el que esto escribe, favorecidos
ambos por la amistad y por las distinciones del ilustre Prelado, razón por la
cual hemos reputado como deber ponernos, desde luego, al servicio de la idea en
honor á aquella gran figura del episcopado español. ¡Lástima que el pedestal no
que se responda á la estatua! Y digo esto, no sólo en sentido figurado por no
ser el monumento, por bueno que fuera, digno del personaje á quien se dedica,
sino también en el sentido recto ó literal de la frase, por ser en el que me ocupa
muy superior la obra de Marinas al pedestal que ha de sustentarla. Consta éste
de un plinto cuadrado de piedra granítica de dos metros setenta centímetros de
lado y. un metro de altura, decorado con zócalo y pequeña cornisa y terminado
por planos inclinados, de los cuales arranca un dado, también de planta
cuadrada, con dos metros setenta centímetros de lado en su base y tres metros
de altura, que habrá de construirse de piedra franca. Teniendo en cuenta el
sitio en que ha de implantarse, el carácter que debe ostentar el monumento y
las ideas artísticas del Obispo, me ha parecido que el estilo más apropiado
para aquél era el ojival florido, ó más bien plateresco, que es el de la
Catedral salmantina, llamada nueva, adaptado en cierto modo á la forma y proporciones
del pedestal. Está éste constituido, en su parte principal, por sendos pilares
en sus cuatro ángulos, compuestos cada uno por tres columnillas con sus
capiteles y basas, separadas por planos, que insisten sobre doble molduraje,
decorado con frondas, formando basamento, y sostienen una cornisa, también
decorada, la cual, así como el basamento, resalta sobre los pilares, acentuando
su función resistente. Dejan éstos entre sí espacios, recuadrados por pares de
pequeñas columnas, que sostienen arcos trilobados conupiales, también adornados
con frondas y rematados por una cruz el del frente, y por florones los
restantes. Dichos espacios estarán cubiertos por grandes losas de mármol
blanco. En la del frente, decorada en su parte inferior con palmas y laureles,
se inscribirá la dedicatoria del monumento; en las de los costados se
representarán las dos grandes construcciones acometidas por el ilustre Prelado,
á saber: la Basílica á Santa Teresa de Jesús, en Alba de Tormes, y la iglesia
de San Juan de Sahagún, en Salamanca. Finalmente, en la lápida posterior, se
consignarán los principales libros escritos y publicados por el P. Cámara.
Coronará al pedestal una ojival crestería con flameros en
los ángulos, y de ella arrancan cuatro planos inclinados, con imbricaciones,
para sostener el plinto donde se asienta la estatua. Pero como toda obra
artística ha de tener en mi pobre opinión su significación y su carácter
simbólico, yo, propagandista de estas ideas, no he podido prescindir de dar
aquel carácter á un monumento. Y así, en su ancha base granítica, he querido
expresar la extensión y la solidez de los conocimientos, é ideas del Prelado;
en las molduras adornadas del basamento y cornisa del lado la belleza de su
elocución; en los cuatro pilares angulares y los flameros que los coronan, las
cuatro Virtudes Cardinales, norma de su conducta; en los espacios que dejan
entre sí, la Religión católica, que inspiró todos sus actos y que le dedica el
monumento; la Fe, que le hizo erigir, el templo de San Juan de Sahagún; la
Esperanza, puesta en Dios al emprender la construcción de Basílica teresiana, y
la Candad, por último, que dio origen á publicaciones, ya para enseñanza
desinteresada de las gentes, ya en loor de Santos que, por esta misma caridad,
llegaron á los altares. Las imbricaciones que decoran la terminación del
pedestal son, por fin, emblema, según la tradición cristiana, de la aspiración
de las almas al cielo. Sobre el descripto pedestal ha de elevarse la estatua de
Marinas, el reputado escultor, tan conocido del pueblo salmantino, autor de los
soberbios bajorrelieves del templo de San Juan de Sahagún y de tantas
esculturas laureadas en exposiciones nacionales y extranjeras. La obra de
Marinas se distingue por su carácter de finura y elegancia, y este carácter
poséele en alto grado la estatua del P. Cámara. El autor, que tanto le conocía
y tan bien le recuerda en sus gestos y actitudes, le ha representado en la
postura que tan habitual le era cuando hablaba familiarmente: con el manteo
terciado para dejar libre el brazo derecho, sujeto con el izquierdo, que cae
naturalmente á lo largo del cuerpo, y en esta mano el sombrero y los guantes.
Está el Obispo en actitud de hablar, avanzada algún tanto la pierna derecha,
extendido el brazo del mismo lado y un poco elevado el busto, con la expresión
en la cara del convencimiento de lo que dice y relevante parecido. Su altura es
de unos dos metros, resultando muy en proporción con el pedestal; sobria en
detalles, ampliamente concebida y de elegante factura; las ropas, sencillamente
plegadas, moldean él cuerpo, que se adivina debajo de ellas, y en la actitud,
en la expresión del semblante, se ve al orador insigne y al pensador profundo.
Allí está el P. Cámara, el gran Obispo salmantino, el orador elocuente del
Senado; parece
que se escucha su palabra, que vive y alienta. Tal es la
hermosa obra de Marinas, que añadirá un triunfo más á su carrera artística. Con
esa estatua poseerá el pueblo de Salamanca el fiel simulacro de aquel cuerpo y
aquella cabeza que contuvieron en estrecha cárcel, alma tan grande y virtuosa,
corazón tan piadoso, inteligencia tan potente y actividad tan extraordinarias
como pocas veces se ven reunidas en una misma personalidad. ¡El mismo se elevó
un monumento más duradero que el levantado por nosotros con piedras y mármoles!
E. M. Repullés y Vargas.
El Lábaro : diario
independiente Año XIV Número 3973 - 1910 mayo 17
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