Cruz del Paso de la Caída de la Vera Cruz

 

 

Ninguno de los evangelistas habla de las caídas de Jesús en su camino hacia el Calvario, pero la tradición cristiana ha querido que sean tres las ocasiones en que el Nazareno da con sus huesos en tierra. Son lógicas las caídas si tenemos en cuenta el agota­miento de Jesús en el huerto de Getsemaní, durante los sucesivos interrogatorios y los vejámenes sufridos hasta ser cargado con la pesada Cruz, suplicio que, entre los romanos, era reservado especial­mente para los esclavos, según nos asegura Cicerón. 

Tras haber sido maltratado en el pretorio de Pilato a golpes de caña, bofetadas y puñetazos, hay que tener en cuenta que no se libraría del sistema judío para los reos de Cruz que mandaba fuesen azotados con 39 golpes, recibidos desnudo, al menos de medio cuerpo para arriba, mientras caminaba hacia el lugar de la crucifixión.


Grupo escultórico la Caída desfilando en 1898


La ciencia moderna ha detectado más de 120 golpes de flagelo, propinados con el flagrum taxilatum romano de dos y tres cuerdas, terminadas en "pesitas de gimnasia" para provocar desgarros en la piel1. Sin embargo Jesús apenas si presenta desgarros y sí hematomas porque fue vestido en su camino hacia el Calvario. 

Se demuestra su debilidad cuando le buscan ayuda para llevar el madero santo, prueba indudable de que Él solo ya no podía. 

El episodio de la Verónica tampoco merece tratamiento en los textos evangélicos pero la piadosa tradición oral tiene reflejo en relatos y leyendas de apócrifos neo-testamentarios, a partir del siglo XIII, destacando La leyenda de AdgaroLa muerte de Pilato y La Venganza del Salvador. 

El personaje que sí se conoce a través de los evangelios es el Cirineo. El único evangelista que lo ignora es Juan, mencionán­dolo el resto y sobre todo Marcos que abunda en los detalles: "y obligaron a llevar la cruz de Jesús a uno que pasaba por allí, Simón de Cirene, que venía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo". (Mc 15, 21-22).

El grupo escultórico denominado La Verónica o La Caída pertenece a la Ilustre Cofradía de la Santa Cruz del Redentor y de la Purísima Concepción, su Madre, vulgo, la Vera Cruz y desfila dentro de la Procesión General del Santo Entierro, en la tarde del Viernes Santo, entre el paso de Jesús con la Cruz a Cuestas y el Santísimo Cristo de los Doctrinos.


El paso de la Caída por la Plaza Mayor, 29 oct 2015 fotografía de Heliodoro Ordás


El paso atribuido a Alejandro Carnicero, con poco fundamento, lo ocupan cinco figuras barrocas: Jesús que cae abrumado por el peso de la Cruz, la Verónica, bella mujer judía del pueblo que, vestida con túnica rojo tostado de largas mangas, con ceñidor, amplio manto verde azulado terciado sobre el hombro izquierdo, recogido bajo el brazo y mantilla blanca sobre la cabeza, en su delicadeza pasiva, de rodillas, se apiada y enjuga el rostro con un paño en el que queda retratada la Santa Faz; un sayón que vistiendo a la usanza del siglo XVII luce coleto amarillo de visos plateados, solapas con amplias hombreras rojas, botas altas que acogen pantalón bombacho de tono verdoso, sujetando con las dos manos la delgada cuerda anudada al cuello de Jesús, no está retratado con la saña habitual en estos persona­jes y la típica ferocidad de los verdugos procesionales, pues su cara es normal, de nariz prominente, ojos pequeños, frente arrugada, cuello distendido, melena corta y oscura con ondulaciones, barba tupida, los brazos arremangados hasta por encima del codo e inclinado el cuerpo hacia delante; Simón de Cirene, el hombre humilde, que le ayuda a llevar la Cruz, tiene la barba negra y abundante con un rostro que denota la desolación del momento, va vestido con amplio jubón de cinturón rojo y ancho, luciendo bombachos y polainas y soporta la Cruz con las dos manos, la izquierda un poco adelantada y un soldado romano, que apremia con su lanza al Salvador para que se levante y siga caminando, viste casco romano con adornos dorados, coraza azul metálica sobre corta túnica morada, cinturón que ciñe pequeña espada y del que penden tiras de cuero que hacen de faldellín, calza media bota verde y porta una lanza enhiesta con la mano izquierda abajo y la derecha encima. 

El Nazareno, que viste túnica de terciopelo morado con pequeños adornos de dorada cinta, presenta la cabeza -caída hacia el lado izquierdo- ceñida con corona de espinas metálica, símbolo de tribulación y sufrimiento, rostro dolorido con la mirada hacia el suelo, tupida barba negra que apenas deja entrever los amorata­dos labios y cabellera ondulada que cae sobre los hombros. 

La Cruz que porta sobre el hombro izquierdo no es de dimensiones exageradas ni presenta excesivos adornos como la mayoría de las de la época. 

Desfila sobre carroza de madera con sencillo adorno en toda su circunferencia de cenefa dorada, pobre imitación de una corona de espinas. 

Entre el paso de la Caída y el Cristo de los Doctrinos antiguamente iban los novicios del convento de San Francisco y luego, años más tarde, lo hicieron los niños del Hospicio por­tan­do los atributos de la Pasión. Así: la soga, los 30 dineros, el paño de la Verónica, la columna, los látigos de la flagela­ción, la corona de espinas, la túnica, la cruz, los clavos, el martillo, la esponja, la lanza, la escalera, la cartela con la inscripción INRI, los dados, la caña, las cadenas o el farol, que hoy portan varios niños. En tiempos debie­ron ser estos atributos elementos de gran valor pues existe constancia del celo en su custodia en el recinto de las insig­nias. 

El papa Urbano II, en el año 1099, repartió estos instrumentos de la Pasión del Señor entre los príncipes cristianos, existiendo constancia documental de la entrega. La soga a Portugal, los 30 dineros al príncipe de Taranto, el paño de la Verónica y la columna a Castilla, los juncos o ramales de la flagelación a Portugal, la corona de espinas a Francia, la túnica inconsútil al Delfín de Inglaterra, la Cruz a Roma donde hoy se conserva con la columna y la escala, los tres clavos a Inglaterra, el martillo a Hungría, la esponja a Escocia, la lanza a Aragón, la escalera a Chipre, la cartela a Roma, los dados al Duque de Calabria, la caña a Britania, las cadenas a Navarra y el farol al Duque de Milán2.


La Caída expuesta. fotografía de www.lahornacina.com


En 1947 el grupo de la Caída fue restaurado por don Francisco González Macías3 quien solamente respetó las cabezas y las manos de las figuras, que son de tamaño natural, pues el resto, que en algunas zonas llevan ropas de trapo encolado, se encontraban en un estado deplora­ble. 

Actualmente, el paso procesiona el Viernes Santo en el Santo Entierro sobre una carroza de ruedas que se estrenó en el año 2008. Coincidiendo con la introducción de la carroza, se inició un exhaustivo proceso de restauración. En 2009, las figuras de Cristo y el Cirineo ya habían sido completamente restauradas, y para 2011, las tres imágenes restantes también habían sido restauradas. Todos estos trabajos fueron realizados por la restauradora Isabel Pantaleón.

 

 

1.- Julio Marvisón Preney, La Sábana Santa. (¿Milagrosa falsificación?). Sevilla, 1996. Pg. 44.

2.- Laboratorio de Arte. Revista del patronato de Historia del Arte. Juan Miguel González Gómez. Artículo: Imagineros del siglo XVIII en la Semana Santa de Ecija. Sevilla, 1989. nº 2. Pg. 152.

3.- Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón, Semana Santa Salmantina. Historia y Guía ilustrada. Salamanca, 1992. Pg. 121.



Por José María Hernández Pérez
06/03/2023 Rev. 00