Los Urinarios Públicos de Salamanca


Como muchos otros servicios municipales, los urinarios públicos de Salamanca tuvieron su origen en el innovador y progresivo siglo XIX. Esta es, en esbozo, su escatológica historia.

Los primeros urinarios públicos en Salamanca se establecieron en 1871, cuando el fallido proyecto de traída de aguas de D. Anselmo Pérez Moneo, en nombre y representación de la sociedad obrera La Unión, prometía agua abundante. Parecería, en buena lógica, que con su instalación se tratase de suprimir la mala costumbre de nuestros tatarabuelos de convertir las calles solitarias en lugares de rápido desahogo fisiológico, sin embargo los urinarios fueron imperiosamente reclamados para evitar los fétidos olores que emanaban de la Plaza Mayor, en especial de la acera principal. Lo que viene a indicar que nuestros conciudadanos antecesores se aliviaban igualmente sin pudor en lugares transitados.

Urinarios de 1871 en la Plaza Mayor.
Fragmento de una fotografía de
Jean Laurent ca. 1877. Fototeca del Patrimonio Nacional


Urinarios de chapa de 1884 en la Plaza Mayor, la verja
metálica fue colocada en 1889. Fragmento de
una fotografía de Venancio Gombau ca. 1890



Cuatro columnas mingitorias de ladrillo de planta hexagonal se instalaron en las esquinas de la Plaza Mayor. Su forma de columna estaba pensada para el uso de varones olvidando en estos menesteres al género femenino. Fueron sustituidas por unos urinarios de chapa en 1884 y posteriormente en 1911 por otros circulares que recibieron el sugerente nombre de “estaciones sanitarias”. La escasez de agua ocasionó que el hedor llegara a ser en muchas ocasiones insoportable, pestilente y malsano

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Fragmento de una fotografía de Venancio Gombau tomada tras la reforma de los jardines
de la Plaza Mayor en 1911. Aparecen ya los dos nuevos urinarios instalados ese año.


Dibujo del caricaturista Ramón Cilla aparecido en El Adelanto del 11 de septiembre de 1911.
El alcalde D. Antonio Diez Ambrosio recibe, como turistas atraídos por los nuevos urinarios
de la Plaza Mayor, a los artistas lisiados eliminados del cartel de Ferias y Fiestas de septiembre
debido a un accidente de tráfico de varios componentes de la compañía teatral
Guerrero-Mendoza que actuaba en el Liceo, la cogida del torero Pastor en Bilbao
y la no recuperación del Bomba para las corridas taurinas.


Esencialmente la historia de los urinarios y retretes públicos está ligada a la evolución del suministro de agua en la ciudad y a su alcantarillado. Suministro que no llegó a normalizarse hasta la construcción del pantano de Santa Teresa en los años 50 del siglo XX.
Tras conseguirse la subida de aguas del Tormes hasta los depósitos de San Mamés en 1875 se decidió la instalación de más columnas mingitorias por la ciudad y con mayores razones se intentó la colocación de retretes después de la mejora en la traída de aguas de 1886. Con todo, hacia 1900 no había en Salamanca más de una docena de urinarios públicos, algunos llenos de inmundicias, poniendo de relieve que servían “para vaciadero de basuras, de cabezas de pescado y de otras cosas más o menos decentes”. Entre los lugares con urinario público estaba la plaza de los Bandos cuya columna mingitoria estaba discretamente situada tras la fuente, alejada de la calle Zamora; otro que nos consta estaba situado en la Puerta de Toro, al comenzar el camino de la Estación.
Hubo intentos de urinarios de pago como el “kiosco de la necesidad” de la plaza del Poeta Iglesias, de elegante diseño, abierto por Dª Enriqueta González en 1907 y que fue de breve vida pues el pozo negro sobre el que vertía fue cegado en 1911 y el kiosco transformado en churrería.

“kiosco de la necesidad” de la plaza del Poeta Iglesias


Evacuatorios subterráneos
en las escaleras del arco del Toro


A raíz del éxito en la construcción en 1910 de dos evacuatorios subterráneos en la Puerta del Sol de Madrid, verdaderos “gabinetes públicos de aseo” cuyo diseño pretendía evitar los “barracones” que afeaban las calles y dificultaban el tráfico, se generalizó el modelo por toda España. A Salamanca le tocó el turno en 1920, cuando el 3 de junio se inauguraron los evacuatorios subterráneos de la Plaza Mayor en las escaleras del arco del Toro, tras una larguísima construcción que comenzó en 1917 y la incautación por parte del Ayuntamiento de la obra que ejecutaba la Sociedad de Aguas y Saneamientos. Su apertura permitió la retirada de las denostadas “estaciones sanitarias” de la Plaza Mayor.

En los años siguientes se construyeron otros tres evacuatorios subterráneos en la calle de la Rúa, abierto el 23 de mayo de 1924, en las afueras de la Puerta de Toro (Plaza de España) abierto de septiembre de 1923 y en la plaza de los Bandos que fue inaugurado el 20 de agosto de 1922 y dispuso de 4 plazas para aguas menores y tres para mayores, una de ellas de pago.
En 1931 se construyeron los evacuatorios subterráneos de la Puerta de Zamora realizados por la Nueva Sociedad General de Construcciones de San Sebastián que por esos años efectuaba las obras de saneamiento, red de alcantarillado y de distribución de aguas.

Nada queda, ni el recuerdo, de aquellos viejos urinarios que lucharon contra una buena parte de la suciedad de las calles de la Salamanca de ayer. Hoy, para aliviar un apretón callejero y tras muchos años de carencia, existen cinco urinarios públicos autolavables, automáticos y accesibles, administrados por una empresa privada concesionaria, cuyo uso tiene un costo de 0,20€ y un tiempo máximo de 10 minutos. Y parece que pronto habrá alguno más.

© C.H. fc 03/04/19 Rev. 01






Los evacuatorios subterráneos salmantinos
José María Hernández Pérez

Los “excusados”, servicios higiénicos o evacuatorios de los que se va a tratar a continuación eran de construcción y estructura similar. Todos subterráneos, con una pequeña superficie de luz cenital a través de placas translúcidas de vidrio reforzado, acceso por medio de escalera de piedra de unos quince peldaños, la habitación alicatada de azulejo blanco hasta el techo y el perímetro del hueco de acceso dotado de zócalo en piedra granítica, que soportaba barandilla de hierro, abierta por la parte delantera, manteniendo en alto una placa metálica, esmaltada en blanco, diferenciadora de sexos. Una puerta metálica al final de la bajada de escalera permitía el cierre nocturno de las instalaciones sanitarias, que un empleado o empleada vigilaba cuidando del orden y de su mantenimiento.

Los primeros estaban situados en la calle de la Rúa, en la isleta triangular ajardinada que existe junto al lateral de la Casa de las Conchas: el de Señoras, aproximadamente donde hoy la base del monumento al maestro Salinas, un poco hacia la calle de Palominos y el de Caballeros, más hacia la calle del Jesús, teniendo ambos la entrada por el lado de la calle de la Rúa, frente a la, entonces, librería religiosa del Sagrado Corazón, de Lorenzo Aniceto (luego Portonaris), junto a la marmolería de Angel Seseña, que hacía esquina a la calle del Jesús, después de haberse trasladado desde la calle de los Corrales (luego Felipe Espino). En el lado contrario se encontraba, en una puerta de la Casa de las Conchas, el primer establecimiento que se abrió en este monumento nacional, que era la lechería y bollería, que los críos llamábamos de Bororo (ignoro porqué) y que se había instalado aquí al ser demolida la Isla de la Rúa, pocos meses después de la guerra civil, dejando despejada la plaza del Corrillo, donde se asentaba en la esquina más próxima a la iglesia en un local pintado de blanco, al lado de otros establecimientos, como: una administración de loterías, la tintorería Madrid, los calzados Regalado, una droguería, el bar Antonio, luego situado enfrente, bajo los soportales y la tienda de golosinas La Fama, que se trasladó al lado de la iglesia y donde los chiquillos adquiríamos, ya entonces, las chucherías y los cromos de futbolistas y corredores, objetos aptos para sucesivos trueques. 

Acceso de señoras al urinario subterráneo de la calle de
la Rúa abiertos el 23 de mayo de 1924. Fragmento
de una imagen de Antonio Passaporte para Loty.
Fototeca del Patrimonio Histórico


A la derecha se observa parte de la entrada de caballeros
de los urinarios subterráneos de la calle de la Rúa.
Fragmento de una fotografía de 1929 de autor
desconocido. Colección particular.


Los segundos Servicios higiénicos estaban situados en la Plaza de los Bandos, enfrentados por los pies y su ubicación era la zona ajardinada, en el lado más próximo a la calle de Zamora. El concurso para su instalación se celebró en mayo de 1921 siendo alcalde don José María Viñuela Corporales. Delante de la entrada del de Caballeros estaba situado el quiosco metálico para la venta de periódicos y revistas, de Felisa Herrero, quiosco que aún subsiste en la misma ubicación. Desde este punto y hasta la Central de teléfonos, se alineaban en la parte frontal de la plazuela unos canapés corridos de piedra y respaldo de hierro, que en los dos extremos y en el acceso central remataban en columna sobre la que descansaban artísticos jarrones metálicos. Procedían todos estos elementos de la Plaza Mayor, donde lucieron desde 1869 hasta la década de los treinta en que se remodeló el conjunto, al desaparecer del centro el templete metálico de la música.

A la izquierda, junto a las señoras y niños que se alejan, se aprecia las verjas de entrada a los
urinarios subterráneos de la plaza de los Bandos inaugurados el 20 de
agosto de 1922. Tarjeta Postal de Ediciones Unique

 Los urinarios de la plaza de los Bandos. Al fondo 
el edificio de la Unión y el Fénix recién construido
Magnífica fotografía de Juan Pando 15/02/1956.
Fototeca del Patrimonio Nacional

Durante todo el año, hacia el lado del quiosco, estos canapés servían de asiento al señor Domingo quien, con su carro de ruedas, vendía lo que hoy llama la chiquillería “chuches” y que entonces consistía en regaliz o palo santo, avellanas, garbanzos salados, almendras, entremozos salados, pipas de calabaza y de girasol, etc. A continuación, pasada la entrada central a los jardines, sentaba sus reales Antonio, “el Caramelero”, (al que, se conoce que por ser más joven, le apeábamos el tratamiento) y que con otro carro similar como tienda y despacho, hacía las delicias de los más golosos. En la temporada invernal, más hacia Teléfonos y fuera de los canapés, montaba su caseta de madera la señora Cesárea, guapa mujer, siempre vestida de negro, con pañuelo a la cabeza, toquilla sobre los hombros y mantón en el regazo, que atizaba con el fuelle o con el soplillo, la lumbre en un medio bidón de lata, donde asaba las ricas y crujientes castañas y en algún tiempo los socorridos boniatos, alivio del hambre de la posguerra. Cuando llegaba el verano, entre el señor Domingo y el quiosco de Felisa, se situaba el blanco carro de los helados de Venancio Díez, que también efectuaba venta ambulante, desde su obrador en la calle de José Jáuregui, pasada la calle de Padilleros, dando vista a la plaza del Campillo.

Los terceros Servicios se encontraban en la Puerta de Zamora, separados en cada una de las dos aceras, donde comienza el paseo de las Carmelitas, siendo los primeros en desaparecer como consecuencia de que sus entradas se habilitaron para dar acceso al refugio subterráneo que se construyó en la plazoleta, durante la Guerra Civil y al terminar ésta en 1939, aunque la apariencia externa continuó algún tiempo, lo cierto es que no volvieron a abrirse. En la proximidad del de Señoras estaba por el lado de la plaza la barbería y peluquería de Marcelino y por el lado del Paseo la guarnicionería de Angel y el parador de “La Basilisa”. El de Caballeros, en la acera de la iglesia de san Marcos, tenía enfrente y junto a la actual cafetería Toscano, un quiosco de madera de grandes proporciones dedicado a la venta de todo tipo de chucherías, que regentaba la señá Gertrudis, para la chiquillería “La tía Parla”.
En el centro de la plaza existía una farola barroca con pedestal, sobre una fuente metálica de cuatro carátulas, que vertían agua por la boca sobre otros tantos recipientes metálicos redondos, apoyados en una meseta circular de dos peldaños de piedra, escalinata sobre la que contemplé cómo emplazaron sus ametralladoras los soldados del cercano cuartel, apuntando en todas direcciones, la mañana del domingo 19 de julio de 1936, comienzo en Salamanca de la guerra civil.

Ambas entradas a los urinarios subterráneos de la puerta de Zamora, abiertos en 1931, aparecen
en este fragmento de una fotografía de Antonio Passaporte para la agencia Loty. 
Fototeca del Patrimonio Histórico


Los cuartos Servicios estaban situados en los jardines de la Plaza de España, el de Caballeros en el sector que linda con la calle de María Auxiliadora y en las proximidades del actual quiosco de prensa, frente a una peluquería y barbería, a la farmacia de Mirueña, hoy tienda de calzado Silmos, en el ángulo de la calle de Toro y al café “Español”, en la esquina contraria, hoy tienda de modas “El Caballo”. El de Señoras se encontraba bastante alejado, en la zona ajardinada, frente al actual Bingo España, en aquel tiempo los almacenes de maquinaria agrícola de Ajuria.


Todos estos servicios higiénicos, montados por el Ayuntamiento salmantino en la segunda década del siglo XX, desaparecieron en los años cincuenta y sesenta.


©José María Hernández Pérez 01/03/2013 Rev. 01