El palacio de Monterrey Parte I Fotografía Martínez de Hebert 1867 |
Ocultos por las brumas del tiempo se esconden los propósitos de D. Alonso de Acevedo y Zúñiga, quinto conde de Monterrey y virrey de Nápoles, al mandar construir su palacio en 1539. Algunos expertos conjeturan su intención de construir un palacio rectangular con cuatro torres, una en cada esquina. Así, cuando los descendientes de D. Alonso trataron de continuar la construcción por el ala norte y principal (frente a la calle del Prior) encontraron como obstáculo insalvable la iglesia de Santa Maria de los Caballeros, por lo que procedieron a alargar el ala sur (plaza de las Agustinas) hasta la longitud que hoy conocemos. Por el contrario, otros piensan que la intención era construir un formidable palacio con ocho torres, cuatro en las esquinas y cuatro en los centros de las alas. Cualquiera de las dos interpretaciones relega nuestro conocido, hermoso y universal palacio a la condición de simple ala lateral y secundaria de una supuesta construcción inacabada.
El Palacio con trazas de Martín de Santiago, juntamente con Rodrigo Gil de Hontañón (Apraiz, La casa y la vida en antigua Salamanca 1919), llegó muy deteriorado al siglo XIX. Agrietado, sin suelos y con problemas en las techumbres, sirvió de hospital de Sarnosos durante la Guerra Carlista en 1832 (E. Catalán. Urbanismo de Salamanca en el siglo XIX, 2015). En 1833, el duque de Alba y Berwick, D. Carlos Miguel Fitz James-Stuart y Silva, entonces propietario del palacio, intervenido por el Consejo de Castilla y con problemas de liquidez, se vio en la necesidad de venderlo por 40.000 reales al especulador D. Tomás Mansilla, único postor en la subasta realizada al efecto. Al año siguiente y por 7.200 reales, también vendió el jardín del Palacio al mismo comprador, esta vez junto a su socio D. José Ojesto. Ambos personajes lograron construir en el jardín, con el beneplácito del Ayuntamiento, la primera plaza de toros de Salamanca junto al Campo de San Francisco. Durante esos años parte del palacio fue utilizado como anexos del coso, instalándose una fonda y alquilándose otras dependencias. Así en 1839 se estableció en el edificio la Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy, donde permaneció hasta 1846 cuando los accionistas de la plaza de toros decidieron vender el palacio. El comprador fue el duque de Alba, D. Jacobo Fitz-James Stuart y Ventimiglia, es decir, el hijo y sucesor del anterior vendedor, regresando el palacio a la propiedad de la casa de Alba. El precio de la compra fue de 75.000 reales.
Con anterioridad a esta fotografía de Hebert, obtenida en 1867, se consumaron algunas alteraciones en el edificio durante el siglo XIX. En el exterior, fácilmente detectables en la imagen, se transformaron numerosos huecos de ventanas en balcones, variando su posición y perdiendo además la decoración renacentista, similar a la de los huecos de la torre frente a la calle del Prior que todavía hoy permanece.
© C.H. fc 14/04/16 Rev. 00
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El palacio de Monterrey II Fotografía de Hubert Vaffier, 1891 (Gallica) |
De una plaza de las Agustinas yerma, fotografiada por Hebert en 1867, pasamos a una plaza arbolada a finales del siglo XIX. El cambio fue consecuencia, sin duda, de la puesta en marcha del nuevo servicio de abastecimiento de agua que desde 1886 elevaba el agua desde la Aldehuela hasta el depósito de San Mamés (Hoy Museo del Comercio) y que permitió la plantación y mantenimiento de árboles y jardines en algunos paseos y plazas de la ciudad. La imagen nos muestra ya construida, en el inicio del paseo de San Francisco, cuesta de Moneo y hoy calle de Ramón y Cajal, la casa que fue domicilio en Salamanca del insigne médico y político D. Filiberto Villalobos. Continuaban tapiados, al igual que en la foto de 1867, los arcos de medio punto que sobre pilastras de orden compuesto conforman el pórtico de la iglesia de la Purísima. El cerramiento permanece actualmente pero resuelto con honrosas verjas de fundición que mejoran sustancialmente la estética de la pared de ladrillo revocado.
Majestuoso permanecía el palacio de Monterrey.
Además de las cresterías de sus cornisas y las fantásticas chimeneas, en la hermosa arquitectura del palacio destaca sobremanera su paseador o loggia. Una galería corrida semiabierta de arcos escarzanos sobre dobles pilastras separados por columnas con frisos de finísima labra. Este tipo de galería se convirtió en la característica distintiva de la arquitectura de Gil de Hontañon y posteriormente de la arquitectura salmantina.
En 1900 la organización de la Exposición Universal de París exigió a los países participantes la utilización en la construcción de sus pabellones del estilo más representativo de cada país. La delegación española eligió el modelo arquitectónico del palacio de Monterrey que aceptado por una mayoría de arquitectos españoles sirvió para la aparición por toda la geografía nacional, en las primeras décadas del siglo XX, de múltiples interpretaciones de nuestro palacio. ¡Cómo no!, también, y especialmente, en Salamanca.
En ese periodo y con este estilo se construyó en Salamanca el Cuartel de Caballería (1920) en el paseo de Torres Villarroel obra de D. Felipe Rodríguez López y D. Fernando González; el edificio de la Caja de Previsión (1928) de D. Joaquín Secall Domingo, actualmente remodelado como Centro de Documentación de la Memoria Histórica; el edificio de la Compañía Telefónica (1928) diseñado por D. José María de la Vega y Samper y el edificio del Banco De España (1936) de D. Romualdo de Madariaga Céspedes aunque muy modificado por el arquitecto D. Guillermo Lindemann para adaptarlo al estilo neo imperialista. Podemos añadir a la lista, aunque desaparecido, el edificio de Correos (1917) de la plaza de Santa Eulalia obra de D. José Yarnoz Larrosa.
Tras la Guerra Civil, el régimen franquista adoptó como modelo de arquitectura el historicismo, adecuándolo a la tradición de cada región o provincia. En Salamanca continuó sirviendo como modelo la arquitectura renacentista del palacio de Monterrey, construyéndose en este estilo diversos edificios: La casa de D.César Real de la Riva (1936), en la plaza de los Bandos, en el chaflán de la calle Concejo y Zamora, obra de D. Francisco Gil González. El edificio de la gasolinera de Nuño (1940) de D. Ricardo Pérez Fernández. El colegio de las Hijas de Jesús (1943) en la calle Toro nº 17 de D. Genaro de No Hernández. La vivienda de D. Pedro Serrano Piedecasas (1946) en la Puerta de Zamora de D. Eduardo Lozano Lardet. El edificio de la Unión y el Fénix Español (1950) de D. Eusebio Bona i Puig. El Palacio de Justicia (1956), en la Gran Vía, de D. Francisco Javier Barroso Sánchez-Guerra y D. Ricardo Pérez Fernández. Y por último la sede de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad (1964) de D. Luis Gutiérrez Soto que incluyó el palacio renacentista de Garcigrande en la plaza de los Bandos.
Para saber más: Monterrey reinventado: la estela de este palacio renacentista en la arquitectura salmantina del siglo XX. Un ejercicio de memoria de Dª Sara Núñez Izquierdo
© C.H. fc 18/04/16 Rev. 01(01/10/18)
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