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La casa de las Muertes. 1867, Martínez de Hebert
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La casa de las Muertes. Laurent, J. (1816-1886)
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La calle Bordadores. Venancio Gombau
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Casa de las Muertes. Calle Bordadores. Eugene Lefevre-Pontalis
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Casa de las Muertes. Calle Bordadores. Tarjeta postal de Roisin
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La calle Bordadores
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Casa de las Muertes en la calle Bordadores. Tarjeta postal de viuda de Calón e hijo
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Calle Bordadores, archivo Vernacci (s.d.)
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Calle Bordadores, archivo Vernacci (s.d.)
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Calle Bordadores (s.d.)
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Las casas de las Úrsulas. 1932. Autor desconocido (foto del CDAHA)
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Casas apoyadas en el convento de las Úrsulas, derribadas en 1939, enfrente de la Casa de las Muertes.
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Calle Bordadores desembocando a la plaza de Monterrey
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Calle Bordadores, años 30
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Calle Bordadores, años 30
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1944, Primera procesión de la Hermandad Dominicana. Foto Ángel Esteban
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Calle Bordadores. Fotógrafo aficionado belga 28-09-1948
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Carros por la calle Bordadores. Guzmán Gombau, publicada en D´Gratis
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Calle Bordadores, arreglo del muro de las Úrsulas. Guzmán Gombau, años 50
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Calle Bordadores hacia 1960. Foto Archivo Huebra
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Calle de Bordadores. 15 de abril del 62. Foto Archivo Huebra
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Calle de Bordadores, 1962. Foto Archivo Huebra
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Postal de la calle de Bordadores. Principios de los años 60 del siglo XX
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31 de enero de 1968 Inauguración del Monumento a Unamuno con el Coro Universitario y la Banda Municipal
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Limpieza de la estatua de Unamuno en 1968
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Calle Bordadores. Monumento a Unamuno 1978
La calle Bordadores
Su nombre, de origen gremial, se justificaría solo con los muchos datos sobre la presencia de artesanos bordadores en la zona, sin embargo parece ser debido a otros artesanos, los fabricantes de bohordos. Estas eran unas varitas o cañas obtenidas de juncos de espadaña y empleadas en los juegos de cañas. Estos Juegos, especie de torneo medieval propio de caballeros, se remontan al siglo XII y en ellos un grupo de hombres a caballo se arrojaban entre sí los bohordos, a modo de lanzas, parándolos con los escudos.
Dicen que dejó de practicarse a inicios de siglo XVIII, sin embargo es prácticamente seguro que pervivió, perdiendo su carácter noble, en forma de “dreas”. Aquel “juego infantil” que se practicaba, durante el siglo XIX y gran parte del siglo XX, entre dos grupos de mozalbetes que se arrojaban piedras entre sí, aún sin mediar discusión alguna, solo por amor al arte, y que terminaba cuando aparecía la primera sangre, normalmente en forma de “pitera” en la cabeza, que se usaba a modo de escudo. Aquel “juego”, por fortuna, desapareció, quizás porque nuestras calles acabaron siendo asfaltadas, desapareciendo aquellos empedrados poco duraderos y fuente de gran parte de la “munición”.
Mucho había cambiado esta calle medieval y mucho había de cambiar hasta hoy, basta mirar al fondo de la imagen.
PS. "Pitera" no es una palabra aceptada por la R.A.E. ¿Quién lo iba decir?
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Los muros del convento de las Úrsulas
De esta forma, durante siglos, bajo la imponente y ostentosa "torre de la Úrsulas" y adosado a los muros de su convento, existió este conjunto de casas que proporcionaba una opresora estrechez a la calle de Bordadores a la par que daba una mayor longitud a la contemplativa calle de las Úrsulas.
Esta es la calle que ensimismó a Unamuno y que contempló desde su balcón.
«mientras veo cubrirse de verdor a esos negrillos que se amparan ahí enfrente, al abrigo del convento. En esa verdura se sosiega mi magín y paran en ella mis mientes. Sobre esa verdura pasan las nubes. Fuera del bullicio de calles y plazuelas, ese verdor es como un reclamo al silencio y al aquietamiento interiores.»
La centenaria manzana desapareció cuando fue demolida, tras la Guerra Civil.
© C.H. fc 15/12/14 Rev. 00
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La plaza de la Úrsulas
En 1939, comenzó a derribarse el triángulo de casas adosado a los muros del convento de las Úrsulas, dentro del plan urbanístico que el arquitecto Victor D’Ors había diseñado para la ciudad, basándose en razones fundamentalmente esteticistas y muy alejado de la realidad económica de postguerra.
El nuevo espacio urbano generado perseguía una mejora visual de los edificios representativos de la zona, la casa de la Muertes, la casa del Regidor Ovalle y la iglesia de Santa María de los Caballeros, además de proporcionar mayor esbeltez de la torre de las Úrsulas. La urbanización de la zona, con la pavimentación, jardinería y arreglo del muro del convento, no estuvo completada hasta 1945.
La postal muestra el pozo, que debió pertenecer a algunas de las casas derribadas entre 1939 y 1941, pero no muestra la estatua que en homenaje a Unamuno y para su recuerdo, se instaló frente a la que fue su casa en la calle Bordadores entre 1914 y 1936, la casa del regidor Ovalle Prieto. La estatua en bronce y pedestal de granito, obra del escultor Pablo Serrano, fue inaugurada el 31 de enero de 1968.
Del corazón en las honduras guardo
tu alma robusta. Cuando yo me muera,
guarda, dorada Salamanca mía,
tú mi recuerdo.
Y cuando el sol al acostarse encienda
el oro secular que te recama,
con tu lenguaje de lo eterno heraldo
di tú que he sido.
Unamuno
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La Casa de las Muertes, "memento mori" Joaquim Morelló i Nart 1910 Archivo fotográfico de centro excursionista de Cataluña. |
Las calaveras esculpidas bajo las ventanas de esta casa de fachada renacentista son la causa de que fuera conocida con el nombre de "Casa de las Muertes". Incluso eventualmente la calle donde se encuentra, Bordadores, fue conocida con ese mismo calificativo.
En el Renacimiento, la simbología de la calavera había superado la representación de la muerte y lo perecedero que por antonomasia había ostentado desde el principio de la humanidad, alzándose como una nueva expresión de la eternidad y del arrepentimiento. Sus figuras fueron empleadas con fines didácticos, previniendo sobre la vanidad humana y recordando la caducidad de la existencia.
Tal vez la utilización de la calavera durante las grandes pestes, como advertencia de la presencia del mal, devolvió, con el tiempo, a la calavera su primitivo mensaje de muerte y con él la más primigenia emoción humana: el miedo.
En contraposición al rechazo generalizado de la visión de la calavera surge, con el advenimiento del Romanticismo a finales del siglo XVIII, una especie de fascinación mórbida por la muerte y lo desconocido. Apareciendo el nuevo género literario de terror, la narrativa gótica y fantástica. Historias de monstruos y fantasmas que continúan hasta nuestros días donde la literatura vampírica, de zombis y el género gore triunfan por doquier.
El rechazo hizo desaparecer las calaveras convirtiéndolas en pulidas esferas y el morbo determinó la aparición de un buen número de leyendas sobre la casa tan falsas como apropiadas al gusto literario de la época.
Las calaveras volvieron a ser talladas en la restauración del año 1962, aunque a un menor tamaño, y los misterios, puramente reales, están siendo poco a poco desvelados en los trabajos que los investigadores e historiadores están realizando sobre la casa en los últimos años.
© C.H. fc 07/01/16 Rev. 00
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