De no
ser por las desguarnecidas ruinas que afloran del solar que fue pista deportiva de la Universidad,
nada, o casi nada, refresca la memoria de lo que fue esta zona.
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Ninguna otra parte de la ciudad demuestra tan drásticos cambios. De poblado celtibérico al olvido; del olvido a parada de los señores de la guerra a la sombra del robusto Alcázar; de área militar a judería de laberínticas y angostas calles de modestas casas con corrales; de judería a sede de grandes instituciones educativas y religiosas con magnas construcciones y escasas calles; y de aquí a la devastación de la guerra. Devastación no solo causada por enemigos y aliados, sino también por la desidia e incompetencia posterior de gobiernos y gobernantes.
Hoy, apenas nada recuerda lo que fue. Ni siquiera su nombre.Calle de Balmes en el plano basado en Francisco Coello de 1858 y en 2012* |
* En esta zona el plano de Coello presenta algunos errores, el más significativo es el nombrar como "Solar del Colegio Mayor de Oviedo" a lo que en realidad es el solar del Colegio Mayor de Cuenca. La situación del "Ex-Colegio de la Magdalena" tambien es errónea, probablemente en ese lugar se encontraba la capilla del Colegio Mayor de Cuenca. El error quizás sea debido a la cercania del "Nuevo" Colegio de la Magdalena sede de la Escuela Normal de Maestras en época de Coello, situado en el solar de lo que luego fue Colegio-Residencia Universitaria San Bartolomé, "el Bartolo", en la Plaza Fray Luis de León, hoy trasladado al Campus Unamuno.
Foto 1 de 10
Vista del Trilingüe y la Catedral
Foto 2 de 10
Vista del Trilíngüe
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Casa del Colegio de Santiago, antes de su última reforma
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Calle Balmes
Foto 8 de 10
Antiguas instalaciones deportivas del Botánico
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1971 Calle Balmes. Origen de la fotografía FAS
Foto 10 de 10
1977 Calle Balmes. Origen de la fotografía FAS
La Calle
Las excavaciones arqueológicas en el solar de las Pistas del Botánico de los años 1997-1998 y 2001, verificaron la presencia celtibérica en la zona entre los siglos III y I (a.c.), con el hallazgo de construcciones de adobe, mayoritariamente de tipo domestico, sobre
solera de pizarras con presencia de hogares, silos y otras estructuras de
almacén.
Aunque
escasos, algunos restos cerámicos testimonian, así mismo, su ocupación en época romana. Otras excavaciones en el área, como la del solar del Trilingüe en 1998, encontraron muestras más contundentes de ocupación romana entre el siglo I y el V, asentadas sobre vestigios de una ocupación celtibérica anterior.
Y como en el resto de la ciudad, ningún resto de los siglos VI, VII y VIII.
Pobres también han sido los hallazgos de época pleno medieval, en la que la zona estuvo ocupada por las élites guerreras encargadas de la defensa del concejo, al cobijo del Alcázar y bajo el culto de San Pedro (1) (de la iglesia de San Pedro tampoco ha podido ser recogida ninguna información arqueológica, aunque han aparecido ciertas piezas románicas que podrían haber pertenecido a esta parroquia).
Y como en el resto de la ciudad, ningún resto de los siglos VI, VII y VIII.
Pobres también han sido los hallazgos de época pleno medieval, en la que la zona estuvo ocupada por las élites guerreras encargadas de la defensa del concejo, al cobijo del Alcázar y bajo el culto de San Pedro (1) (de la iglesia de San Pedro tampoco ha podido ser recogida ninguna información arqueológica, aunque han aparecido ciertas piezas románicas que podrían haber pertenecido a esta parroquia).
Con el
fin de la reconquista, el papel de estas élites guerreras decayó en beneficio
de poder eclesiástico, Cabildo y las ordenes monásticas, que acapararon
la propiedad del terreno. Como consecuencia de ello las referencias a la zona en
la documentación conservada comienzan a ser numerosas, sobre todo debido a los
pleitos derivados de la cesión de inmuebles propiedad del clero. Cesiones con
los que la iglesia complementaba sus ingresos.
siglo XIII |
El entorno fue ocupado principalmente por judíos repobladores al amparo de las
dos instituciones que les protegían: la Corona representada por el Alcázar y El
Cabildo por Santa María de la Sede. La Aljama se estructuraba a través de dos calles
principales la Rúa Nueva (libreros) y la calle Mayor de la Judería (San
Pedro) que conducía desde la Iglesia de San Bartolomé a la Puerta de San Juan. Conformada por un abigarrado entramado de calles, con sencillas construcciones de forma
rectangular y de materiales pobres, entre las que se intercalaban edificios públicos
cristianos (Las Iglesias de San Juan Evangelista, San Salvador, San Pedro y San
Millán) y judíos (La sinagoga Mayor, la Menor, Midrás,..).
La
progresiva caída en desgracia de la Aljama, que desembocó en el decreto de
expulsión de 1492, propició el cambio de la propiedad de los inmuebles a manos de comunidades religiosas y universitarias, necesitadas de espacios dignos para
la formación de los futuros dirigentes del nuevo imperio. Pronto el intrincado laberinto
de callejuelas, va dejando paso a unas magníficas edificaciones privadas estructuradas
en muy pocas calles, es el momento del convento de San Agustín, del Colegio
Mayor de Cuenca, del Trilingüe, del Colegio de Rey, del Convento de los
Mercedarios, del de San Cayetano...
siglo XVIII |
La
Guerra de la Independencia, significó el fin para la mayoría de estas
construcciones. Demolidas en 1812 para la construcción de fuertes de defensa del
ejercito francés, víctimas de los estragos del asalto aliado y sus consecuencias, perjudicadas por las desamortizaciones y por la perdida de rentas de las instituciones que los mantenían y la penuria económica general, sus restos acabaron
sufriendo el abandono de las autoridades y el expolio de sus materiales
por propios y extraños hasta la completa desaparición de muchos de estos edificios.
De una
zona destinada a actividades educativas y religiosas durante el s. XVI, XVII y
XVIII, se da pasó en el s. XIX a un área predominantemente militar, con los cuarteles de la
Albuera y de Intendencia, y residencial con la construcción de viviendas sobre
el solar que fuera convento de San Agustín. Manteniéndose
esta situación hasta bien entrado el siglo XX, durante el cual se recuperó, en
gran medida, el uso universitario de la zona.
La puerta de San Juan del Alcázar
La
puerta de San Juan del Alcázar constituía una de las cinco puertas de la muralla altomedieval de Salamanca, la “cerca
vieja”, estaba situada aproximadamente a la mitad de la cuesta que hoy conocemos como
cuesta o calle de San Juan del Alcázar. Recibe su nombre por su proximidad al Alcázar
y a la inmediata iglesia de San Juan Evangelista, ambos desaparecidos.
Fue transformada en el siglo XIII, disponiéndose en acodo. De pequeñas dimensiones, podría ser calificada de portillo. Su paramento externo estaba compuesto de cascotes, mientras que el interno presentaba técnica con baño de mortero. Fue cegada en el siglo XVII para impedir el contrabando de vino y demolida en 1865.
Fue transformada en el siglo XIII, disponiéndose en acodo. De pequeñas dimensiones, podría ser calificada de portillo. Su paramento externo estaba compuesto de cascotes, mientras que el interno presentaba técnica con baño de mortero. Fue cegada en el siglo XVII para impedir el contrabando de vino y demolida en 1865.
El Alcázar de Salamanca
La situación privilegiada de la escarpada Peña Celestina, fácilmente defendible y con un claro dominio sobre el vado del Tormes, determinaría sin duda la ubicación de algún tipo de atalaya o fortificación de fines defensivos desde tiempos ancestrales.
Los restos arqueológicos del Alcázar y las pruebas documentales que han llegado hasta nosotros atribuyen su construcción al deseo del infante D. Sancho hacia 1280. Sin embargo, son varias las alusiones a la existencia anterior de un “Castillo viejo”, del que además conocemos una lista de alcaides desde 1206 hasta 1210 (Villar y Macías, 1887).
El “Alcázar Nuevo” representó, desde su reedificación, el símbolo del poder real, en detrimento de la casta de los señores de la guerra, germen de la futura nobleza, que ostentaban su tenencia hasta entonces, cuyas intrigas y conspiraciones determinarían a la postre su demolición.
En 1288, pocos años después de su reedificación, los partidarios del infante D. Juan, que pretendía el trono frente a su hermano Sancho IV, encabezados por Diego López Campos asolaron el territorio de Salamanca y se apoderaron sorprendentemente del Alcázar, causando graves daños en la ciudad hasta que fueron expulsados por sus habitantes.
Durante el conflicto entre Pedro I “el cruel” o “el justiciero”, según el gusto, y su hermano bastardo Enrique, luego Enrique II llamado el “fratricida”, el obispo de Salamanca Don Alfonso Barraza mantuvo la ciudad y el Alcázar a favor de D. Pedro, a pesar de lo cual, en 1369, Enrique II otorgó un privilegio a la ciudad que liberaba a sus moradores de todo tributo, pecho y pedido.
El conflicto entre Enrique IV de Castilla, llamado por algunos “el impotente”, y Alfonso de Castilla, llamado por otros “el inocente” nombrado efímeramente como Alfonso XII de Castilla, constituye uno de los periodos más apasionantes de la historia de España y sumamente importante para nuestra ciudad y cuya resolución condujo al trono a Isabel I de Castilla, la reina católica.
Durante este enfrentamiento, Salamanca contaba con un gran número de descontentos hacia el rey Enrique, principalmente del linaje de San Benito, que dirigidos por Pedro González de Ontiveros se habían apoderado del Alcázar. En 1469, para recobrar la ciudad y su Alcázar fue preciso la llegada de D. Suero Solís con tropas leales desde Pruna en Andalucía y que ayudado por la otra facción de la ciudad lograron su objetivo. La consecuencia de estos hechos fue la orden de demolición de la fortaleza con objeto de evitar que en el futuro pudiera ser de nuevo guarida de descontentos.
A cambio de esta pérdida, la ciudad recibiría importantes beneficios, entre ellos las penas del fonsario o cementerio de los judíos, las rentas y derechos de casas de cristianos y judíos del distrito del Alcázar y del castillaje y montazgo y pasaje de los ganados que pasan por el puente, así como el solar y los materiales del mismo y sobre todo la concesión de la feria franca celebrada desde entonces en el mes de septiembre. El principio del Privilegio reza así:
"E por los muchos servicios, é leales, é buenos, señalados oficios, que vosotros me habéis hecho, é facedes cada dia, é ficieron vuestros antepasados á los Reyes onde venimos por la grande fidelidad, que yo siempre en vosotros, é en el Revérendo Padre Fr. Gonzalo de Vivero Obispo de esa Ciudad, é Oidor de la mia Audiencia, é mi Consejo,é de el Dean, é Cabildo de ella, é en el Rector, é Doctores é Universidad etc...."
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La documentación permite conocer que la destrucción del Alcázar se acometió a partir de 1472, pero no fue completa, quedando cuando menos el torreón en pie.
Parte de sus restos llegaron a principios del siglo XIX, en el ambito del convento de San Cayetano que ocupó parte del solar del Alcázar desde finales del siglo XVII, siendo derruidos por el ejercito francés durante la ocupación en la guerra de la Independencia, al considerar que al estar a la misma altura que el fuerte de San Vicente podrían ser utilizados para atacarlo. Utilizaron 200 libras de pólvora para su demolición y, de inmediato, comenzaron la construcción de un nuevo fuerte sobre sus ruinas: el fuerte de San Cayetano.
Parte de sus restos llegaron a principios del siglo XIX, en el ambito del convento de San Cayetano que ocupó parte del solar del Alcázar desde finales del siglo XVII, siendo derruidos por el ejercito francés durante la ocupación en la guerra de la Independencia, al considerar que al estar a la misma altura que el fuerte de San Vicente podrían ser utilizados para atacarlo. Utilizaron 200 libras de pólvora para su demolición y, de inmediato, comenzaron la construcción de un nuevo fuerte sobre sus ruinas: el fuerte de San Cayetano.
Se carece de una descripción del Alcázar y como única imagen, el difuso perfil de la vista de Anton Van de Wyngaerden, dibujante holandés que realizó a partir de 1561 y por encargo de Felipe II una serie de 62 vistas de ciudades y pueblos de España. De la vista de Wyngaerden se deduce el estado ruinoso del torreón a finales del siglo XVI y la presencia de escaragüitas, un tipo de garitas que sobresalen de los muros para mejorar la visibilidad de los soldados, probablemente resultado de reformas efectuadas en el siglo XV.
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Los restos arqueológicos, gran parte de ellos puestos al descubierto en 1997 tras la demolición de una fábrica y almacén de curtidos a los pies de la Peña Celestina, se reducen a: el basamento del gran torreón acompañado del paramento adyacente, ambos de mampostería irregular calzada con ripia de pizarra y una torre más pequeña que muestra tres periodos constructivos: el primero de grandes sillares de granito; el segundo, en mos quadratum (sillería escuadrada) medieval compuesta por sillares de arenisca y marcas de cantero, tal vez correspondiente al periodo de la reedificación del “Alcázar Nuevo”; y el tercero, un remate neoárabe construido en ladrillo perteneciente a la edificación del cuartel militar que ocupó el lugar desde 1880 hasta los años 60 del siglo XX.
Antes de que la poderosa Orden Militar de Santiago hubiera resuelto en 1534 fundar este colegio en Salamanca, ya disponía de colegio en esta Universidad. En 1497 en capitulo celebrado en Alcalá de Henares se había decidido su fundación. El primitivo colegio estaba formado por un rector y ocho colegiales, cuatro procedentes de la casa conventual de Uclés y los otros cuatro de la de León, correspondiendo los estudios a cuatro juristas y cuatro teólogos. Los colegiales de las dos casas conventuales estuvieron unidos hasta que por desavenencias se establecieron en dos casas separadas. Los de Uclés, en una casa en el Patio Chico a la derecha de la puerta de Acre, con la fachada lateral a la calle Setenil, la casa fue conocida como “casa de la cabeza” pues fue colocada en ella, dentro de una hornacina ojival, un busto con larga barba y sombrero de peregrino representando la cabeza del apóstol Santiago. Los de León se instalaron en una casa en la calle de la Moneda, luego llanada de la Longaniza y hoy calle Balmes, que perteneció a la Universidad y que todavía existe, aunque muy reformada, en la que podemos ver dos escudos, uno con la cruz de Santiago y otro con una venera (vieira), además del sello que indicaba la propiedad de la Universidad.
Cuando cesaron las disputas, volvieron a unirse y ocuparon desde 1556 una casa en la calle de Setenil, permanecieron en ella hasta 1576 que se trasladaron al edificio del nuevo Colegio de Rey a pesar de no estar terminado.
Según Eleuterío Toribio Andrés, el emperador Carlos V, en una visita a Salamanca, manifestó el deseo de figurar entre los fundadores de las notables instituciones existentes en la ciudad. Acompañando al Emperador venía Don Lope de Armijo, Oidor de Granada y Don Luis Silvela, Capitán General que había sido en la ciudad de Brujas, en Flandes. Los dos eran caballeros de la orden de Santiago al igual que el Corregidor Don Andrés López Espinar y el deseo del Emperador sirvió para que la Orden consiguiera el objetivo de refundar el colegio bajo patrocinio real, que por este motivo recibió el nombre de “Colegio del Rey”.
Hacia 1560 comenzaron las obras del colegio siguiendo las trazas de Rodrigo Gil de Hontañon, que murió en 1577 sin que la obra hubiera finalizado. Las obras continuaron bajo la dirección de Juan Gómez de Mora y posteriormente de Juan Moreno.
El edificio poseía un magnifico patio con galería alta y baja con columnas de orden dórico. González Dávila lo considera uno de los mejores edificios que poseía salamanca y Ponz lo define como una obra verdaderamente seria y majestuosa. En el siglo XVII se le añadió la capilla en estilo churrigueresco a expensas de un antiguo colegial que fuera obispo en las indias.
La comunidad la constituían diez y ocho colegiales, ocho de Uclés, ocho de San Marcos y dos de Sevilla, de los cuales once estudiaban artes y teología y siete canones, permaneciendo durante nueve años en el colegio. El hábito que usaron fue manto negro cerrado, muceta negra y al pecho la divisa o cruz de la orden.
El edificio fue derribado por el ejército francés, durante la guerra de la Independencia, a principios de 1812, alegando que estorbaba los fuegos del Fuerte de San Cayetano, erigido sobre las ruinas del vecino convento del mismo nombre, sus materiales fueron utilizados en la construcción de otros reductos defensivos.
En 1821 se inicia una lenta reconstrucción que se verá interrumpida al decidirse, en 1880, dedicar el recinto a cuartel de intendencia perteneciente al Ramo de la Guerra, aprovechando para el mismo las obras realizadas. Fernando Araujo nos dice que en 1885 aun podía verse en pie el ala meridional entera de su patio de honor con su doble galería de columnas de granito, seis en cada cuerpo sin contar las adosadas de los ángulos, y casi entera también el ala oriental pudiéndose apreciar por tanto la belleza de tan celebrada fábrica.
El solar continuó utilizándose para funciones militares hasta principios de los años 60 del siglo XX cuando se inició la construcción de la Facultad de Ciencias.
El terreno del Parque de Intendencia, que englobaba los antiguos solares del Colegio del Rey y alguna parte de los del convento de San Cayetano, fue entregado a la Universidad el 26 de noviembre de 1963, previo pago de una indemnización de seis millones de pesetas que fueron abonados por el Ministerio de Educación. Fernando Población fue el encargado de realizar el proyecto, con un edificio moderno alejado del historicismo que había imperado en las edificaciones universitarias de posguerra, pero integrado en el entorno. El proyecto recibió la aprobación del ministerio el 19 de enero de 1965, con un presupuesto de 80 millones de pesetas. La ejecución del edificio planteó numerosos problemas al aparecer restos del colegio del Rey, sobre los cuales se actuó de forma un tanto negligente ante la necesidad de culminar la obra. El edificio estuvo operativo para el curso 1970-1971, después de haberse realizado un buen número de modificaciones.
En 1979, la Facultad de Ciencias se separó en tres licenciaturas: Matemáticas, Física y Geología. En 1982, Matemáticas abandonó el edificio trasladándose a la Merced; en 1984 lo hizo Farmacia, cuya licenciatura se había impartido allí desde 1971, y en 1989 se trasladó Físicas a su nuevo edificio sobre el solar del Trilingüe. Quedando el edificio para las licenciaturas de Química y Geología.
Estos cambios y el paso del tiempo han hecho que fuera preciso intervenir en el edificio en diversas ocasiones, siendo la más importante la ejecutada entre 1993 y 1994, adaptando el edificio a las nuevas necesidades de seguridad y educación.
La orden de los clérigos regulares o teatinos, llamada así por el nombre latino de la ciudad de italiana de Chieti (Theate), donde era obispo Juan Pedro Caraffa (luego Paulo IV) su fundador junto a Gaetano di Thiene (San Cayetano). La expansión de la orden les llevó hasta Madrid, donde se establecieron en 1629 en la iglesia del Hospital de los italianos, posteriormente fundaron casas en Zaragoza (1630) y la de la Expectación y San Matías en Barcelona (1632),
En el año 1683 llegaron a Salamanca algunos clérigos regulares dirigidos por el vizcaíno Gerónimo Abarrategui con la intención de abrir casa y colegio de estudiantes. Compraron a la Real Clerecía una casa modesta que, según Villar y Macías, había pertenecido a un judío llamado Hain Pardo, situada a espaldas del Colegio de Rey en la calle que llevaba a la puerta de San Juan del Alcázar. El 12 de diciembre de 1683, se hizo la solemne colocación del Santísimo con lo que quedaba oficialmente inaugurado el colegio. El Obispo don Francisco Calderón de la Barca les hizo donación de nueve casas contiguas al colegio en la calle del Águila Vieja (San Pedro), que era la que iba hasta San Cayetano entre el Colegio de Cuenca y San Agustín, además de 7000 ducados con lo que pudieron construir un nuevo edificio que aliviara su escasez de espacio. El edificio comenzó a construirse en 1705 y se terminó en 1709.
Poco o nada sabemos de su fábrica, salvo que era más modesto y de menores dimensiones que los edificios vecinos. Construida por Domingo Díez, su iglesia presentaba una llamativa espadaña churrigueresca que remataba el pórtico, que Antonio Ponz criticaba, aunque prácticamente lo hacía con todo lo que no tuviera un gusto clásico, lo que nos permite, al menos, inferir que tendría cierto valor estético.
En marzo de 1812, el ejército francés lo derruyó, junto con las ruinas que en él quedaban del Alcázar de Salamanca, y en su solar edificaron el fuerte de “San Cayetano” que debía de apoyar al fuerte de “San Vicente” ante un inminente asalto aliado. El asalto llegaría en junio y fue tomado junto con el reducto fortificado de la Merced, que pese a su nombre se encontraba muy cerca del fuerte de San Cayetano, sobre el solar del Colegio del Rey o incluso sobre el propio solar del convento de San Cayetano.
Después llegaría la ruina y en 1821 su restos materiales fueron vendidos por el procurador de los Cayetanos de Madrid al Colegio de la Magdalena que reedificaba su edificio en ese tiempo.
Finalmente, en 1880, su solar fue ocupado por el Cuartel Militar de Intendencia, que luego dejaría paso a las Pistas del Botánico, la Facultad de Ciencias y el parking subterráneo.
El Colegio del Rey...
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Según Eleuterío Toribio Andrés, el emperador Carlos V, en una visita a Salamanca, manifestó el deseo de figurar entre los fundadores de las notables instituciones existentes en la ciudad. Acompañando al Emperador venía Don Lope de Armijo, Oidor de Granada y Don Luis Silvela, Capitán General que había sido en la ciudad de Brujas, en Flandes. Los dos eran caballeros de la orden de Santiago al igual que el Corregidor Don Andrés López Espinar y el deseo del Emperador sirvió para que la Orden consiguiera el objetivo de refundar el colegio bajo patrocinio real, que por este motivo recibió el nombre de “Colegio del Rey”.
Hacia 1560 comenzaron las obras del colegio siguiendo las trazas de Rodrigo Gil de Hontañon, que murió en 1577 sin que la obra hubiera finalizado. Las obras continuaron bajo la dirección de Juan Gómez de Mora y posteriormente de Juan Moreno.
Fachada principal del Colegio del Rey. Dibujo de Gómez de Mora (Archivo histórico Nacional) |
La comunidad la constituían diez y ocho colegiales, ocho de Uclés, ocho de San Marcos y dos de Sevilla, de los cuales once estudiaban artes y teología y siete canones, permaneciendo durante nueve años en el colegio. El hábito que usaron fue manto negro cerrado, muceta negra y al pecho la divisa o cruz de la orden.
El edificio fue derribado por el ejército francés, durante la guerra de la Independencia, a principios de 1812, alegando que estorbaba los fuegos del Fuerte de San Cayetano, erigido sobre las ruinas del vecino convento del mismo nombre, sus materiales fueron utilizados en la construcción de otros reductos defensivos.
En 1821 se inicia una lenta reconstrucción que se verá interrumpida al decidirse, en 1880, dedicar el recinto a cuartel de intendencia perteneciente al Ramo de la Guerra, aprovechando para el mismo las obras realizadas. Fernando Araujo nos dice que en 1885 aun podía verse en pie el ala meridional entera de su patio de honor con su doble galería de columnas de granito, seis en cada cuerpo sin contar las adosadas de los ángulos, y casi entera también el ala oriental pudiéndose apreciar por tanto la belleza de tan celebrada fábrica.
Imagen que con probabilidad corresponda al patio del Colegio del Rey |
Distintas vistas del Cuartel de Intendencia |
El terreno del Parque de Intendencia, que englobaba los antiguos solares del Colegio del Rey y alguna parte de los del convento de San Cayetano, fue entregado a la Universidad el 26 de noviembre de 1963, previo pago de una indemnización de seis millones de pesetas que fueron abonados por el Ministerio de Educación. Fernando Población fue el encargado de realizar el proyecto, con un edificio moderno alejado del historicismo que había imperado en las edificaciones universitarias de posguerra, pero integrado en el entorno. El proyecto recibió la aprobación del ministerio el 19 de enero de 1965, con un presupuesto de 80 millones de pesetas. La ejecución del edificio planteó numerosos problemas al aparecer restos del colegio del Rey, sobre los cuales se actuó de forma un tanto negligente ante la necesidad de culminar la obra. El edificio estuvo operativo para el curso 1970-1971, después de haberse realizado un buen número de modificaciones.
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En 1979, la Facultad de Ciencias se separó en tres licenciaturas: Matemáticas, Física y Geología. En 1982, Matemáticas abandonó el edificio trasladándose a la Merced; en 1984 lo hizo Farmacia, cuya licenciatura se había impartido allí desde 1971, y en 1989 se trasladó Físicas a su nuevo edificio sobre el solar del Trilingüe. Quedando el edificio para las licenciaturas de Química y Geología.
Estos cambios y el paso del tiempo han hecho que fuera preciso intervenir en el edificio en diversas ocasiones, siendo la más importante la ejecutada entre 1993 y 1994, adaptando el edificio a las nuevas necesidades de seguridad y educación.
Colegio y Convento de San Cayetano
En el año 1683 llegaron a Salamanca algunos clérigos regulares dirigidos por el vizcaíno Gerónimo Abarrategui con la intención de abrir casa y colegio de estudiantes. Compraron a la Real Clerecía una casa modesta que, según Villar y Macías, había pertenecido a un judío llamado Hain Pardo, situada a espaldas del Colegio de Rey en la calle que llevaba a la puerta de San Juan del Alcázar. El 12 de diciembre de 1683, se hizo la solemne colocación del Santísimo con lo que quedaba oficialmente inaugurado el colegio. El Obispo don Francisco Calderón de la Barca les hizo donación de nueve casas contiguas al colegio en la calle del Águila Vieja (San Pedro), que era la que iba hasta San Cayetano entre el Colegio de Cuenca y San Agustín, además de 7000 ducados con lo que pudieron construir un nuevo edificio que aliviara su escasez de espacio. El edificio comenzó a construirse en 1705 y se terminó en 1709.
Poco o nada sabemos de su fábrica, salvo que era más modesto y de menores dimensiones que los edificios vecinos. Construida por Domingo Díez, su iglesia presentaba una llamativa espadaña churrigueresca que remataba el pórtico, que Antonio Ponz criticaba, aunque prácticamente lo hacía con todo lo que no tuviera un gusto clásico, lo que nos permite, al menos, inferir que tendría cierto valor estético.
En marzo de 1812, el ejército francés lo derruyó, junto con las ruinas que en él quedaban del Alcázar de Salamanca, y en su solar edificaron el fuerte de “San Cayetano” que debía de apoyar al fuerte de “San Vicente” ante un inminente asalto aliado. El asalto llegaría en junio y fue tomado junto con el reducto fortificado de la Merced, que pese a su nombre se encontraba muy cerca del fuerte de San Cayetano, sobre el solar del Colegio del Rey o incluso sobre el propio solar del convento de San Cayetano.
Después llegaría la ruina y en 1821 su restos materiales fueron vendidos por el procurador de los Cayetanos de Madrid al Colegio de la Magdalena que reedificaba su edificio en ese tiempo.
Finalmente, en 1880, su solar fue ocupado por el Cuartel Militar de Intendencia, que luego dejaría paso a las Pistas del Botánico, la Facultad de Ciencias y el parking subterráneo.
El Colegio Trilingüe, una vida azarosa...
A principios del siglo XVI, el aumento progresivo del alumnado en las cátedras de gramática y lenguas clásicas perjudicaba seriamente la enseñanza eficaz de estas materias necesarias para cualquier estudio posterior en la Universidad. Este problema había hecho plantear al claustro la necesidad de crear una institución auxiliar, encargada de la instrucción en latín, griego y hebreo, semejante al colegio Trilingüe de Alcalá establecido por Cisneros, a su vez inspirado en el de Lovaina.
Y aunque en 1538, el visitador real D. Juan de Córdoba, en los primeros estatutos dados a la universidad, ordena la creación de colegios de gramática, que después serían establecidos con una estructura muy similar a la del Colegio Trilingüe; no será hasta 1550, cuando D. Diego Enríquez Almansa, Obispo de Coria y visitador de la Universidad nombrado por Carlos V, ordene textualmente la fundación del Colegio Trilingüe.
Y aunque en 1538, el visitador real D. Juan de Córdoba, en los primeros estatutos dados a la universidad, ordena la creación de colegios de gramática, que después serían establecidos con una estructura muy similar a la del Colegio Trilingüe; no será hasta 1550, cuando D. Diego Enríquez Almansa, Obispo de Coria y visitador de la Universidad nombrado por Carlos V, ordene textualmente la fundación del Colegio Trilingüe.
Con lentitud, sobre todo por problemas económicos,
la Universidad pone en marcha el proyecto, fundando el Colegio en 1554 con
nueve colegiales (2 hebreos, 3 griegos y 4 retóricos) y al cargo de ellos un
vicerrector y tres regentes. Tanto el número de colegiales, como los estatutos
de la institución son modificados en diversas ocasiones, respondiendo a la
azarosa vida del colegio, llegándose a admitir porcionistas que vivían, comían, estudiaban y cumplían los mismos
estatutos que los colegiales pero que pagaban por ello.
El Colegio comienza su actividad en las Casas del
Sello, en la antigua calle de Santo Tomás (probablemente cerca de la actual
plaza de los Basilios); mientras, se construye su edificio de trazado
renacentista bajo la dirección de Francisco Goicoa, en unos solares que la
Universidad había adquirido detrás de San Agustín, añadiendole otros que compró al Cabildo en las calles de
las Mazas y Valflorido (calle de la Plata) y los terrenos de la vieja iglesia de San Salvador.
El colegio no funcionó bien en ningún momento,
siendo cerrado en diversas ocasiones. Los colegiales encontraban cortas las
salidas profesionales al estudio de las lenguas clásicas, en muchos casos
utilizaban el colegio para aprender los rudimentos que le permitieran cursar
otros estudios en la Universidad, otros sencillamente lo utilizaban de
hospedaje. Las violaciones continúas a
los estatutos, la indisciplina, la falta de rigor en el castigo de las faltas,
así como los desordenes en las cuentas y la utilización del edificio para otros
menesteres de la Universidad, que por otra parte no podía económicamente
mantener el colegio, son algunas de las razones de este mal aprovechamiento.
La situación, al menos la económica, empezó a
cambiar con la concesión en 1623 por
parte de Urbano VIII de diversos beneficios eclesiásticos en los obispados de
Salamanca, Zamora y Ciudad Rodrigo. Estas rentas, que fueron efectivas a partir
de 1650 y que con el tiempo fueron mermando, permitieron el funcionamiento de
la institución hasta que la Guerra de la Independencia en 1808 impide la actividad educativa.
En 1812, ocupada Salamanca, el ejército francés
prepara la defensa de la plaza con la construcción del fuerte de San Vicente.
Ante la necesidad de piedra y materiales de construcción, su mariscal, el conde
de Ragusa, decide demoler el Colegio Trilingüe y el Colegio de Cuenca,
prometiendo una compensación económica a las protestas del claustro
universitario. Compesación que nuca llegará.
Acabada la guerra, se produce un intento de
restablecimiento del Colegio Trilingüe, pero la paupérrima situación económica
de la Universidad impide que llegue a consolidarse. El edificio quedó
abandonado y en ruinas hasta que en 1860, por Real Orden del Ministerio de
Fomento, se ordenó su reconstrucción para crear el Colegio del Príncipe Alfonso
dedicado a internado de alumnos becados de enseñanza secundaria.
La reconstrucción fue llevada a cabo con el proyecto
de José Secall que integraba elementos de su primitiva fábrica, como el claustro,
ampliándose con nuevas construcciones y
colocando su fachada principal a poniente, frente al antiguo Colegio del
Rey. Su presupuesto alcanzó el valor de un millón ochocientas cincuenta y nueve mil ciento veinte reales, una cifra muy
importante para la época, saliendo la obra a licitación en 1867.
Sin embargo el edificio no llegaría a cumplir la
función para lo que había sido reedificado, ya que en 1880 sería alquilado al
Ayuntamiento de Salamanca y subarrendado por
este al Ministerio de la Guerra, para instalar el regimiento de caballería
de la Albuera, que antes había estado alojado en terrenos del convento de los
Dominicos. Los problemas con el estado del edificio comienzan a
manifestarse a finales del siglo XIX y
el regimiento de la Albuera amenaza con marcharse de la ciudad si no se le
proporciona un acuartelamiento digno. En 1900 el arquitecto municipal Pedro
Vidal prepara un proyecto de reforma que no llegaría a realizarse, puesto que después de varios años de
negociación, el Ayuntamiento cedió terrenos en el Ensanche para la construcción
de nuevos cuarteles. El Regimiento de la Albuera se trasladó el 26 de junio de
1926 al nuevo cuartel en la Glorieta (Torres Villarroel).
En 1928, el edificio de la Escuela Normal de
Maestras (Colegio de la Magdalena) sufre un espectacular incendio, quedando
prácticamente destruido. En una primera
instancia fue trasladado al Palacio de San Boal y luego a la Hospederia de San Bartolomé en la que estaba instalada la Normal de Maestros. Posteriormente se determinó su nueva ubicación en el Colegio
Trilingüe.
Joaquin Secall fue el encargado del proyecto de
adaptación, que fue aprobado en mayo de 1934.
De nuevo la guerra, esta vez la Civil, impide que el
edificio pueda cumplir su nuevo destino. El edificio recuperó los usos
militares quedando ocupado por el Ministerio de la Marina y las fuerzas de la
Falange, usos que poco duraron ya que el edificio padeció un voraz incendio el 28
de febrero de 1938.
Al finalizar la Guerra Civil, el instituto de
segunda enseñanza tenía que abandonar las instalaciones del Noviciado Jesuita
en el paseo de San Antonio, al haber recuperado la Compañía el edificio
confiscado durante la Segunda República. Este hecho sumado a la necesidad de más espacio educativo para otras
actividades universitarias, hacen
plantear la cuestión de la reedificación del Trilingüe. El 24 de junio de 1941,
es aprobado un proyecto de Secall que posteriormente fue aumentado con dos
pisos más. El edificio fue ocupado secuencialmente según avanzaban las obras.
El instituto femenino “Lucia de Medrano” estuvo listo en 1943, el masculino
“Fray Luis de León” tres años más tarde.
Fachada principal del edificio del Trilingüe tras la reforma de los años cuarenta (Archivo Universidad de Salamanca) |
El edificio aunque reformado se encontraba en
condiciones muy precarias. Faltaba de
todo: luces, puertas, incluso cristales en las ventanas, que no se repusieron
hasta pasado bastante tiempo. Carecía de calefacción, de servicios y del
material más elemental.(Web del Lucia de Medrano).
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En 1964 un nueva intervención de ampliación y
reforma con el proyecto de Victor D’Ors, quedó inconclusa al haberse
determinado la instalación del “Lucia de Medrano” en una nueva ubicación en el
barrio de Salas Pombo, traslado que fue efectivo en 1968.
El edificio, ahora a medio ocupar, seguía necesitando una rehabilitación . De nuevo un proyecto de actuación, esta vez de Antonio García Lozano, quedaría sin realizar, al haberse determinado reubicar también el instituto “Fray Luis de León” y dejar el solar para usos universitarios, en concreto se trataba de edificar allí la Facultad de Farmacia. En 1974, el traslado del instituto masculino a su nueva ubicación, junto al femenino, había finalizado, quedando el solar a disposición de la Universidad en 1975. Los más de diez años pasados desde la propuesta de instalar allí la Facultad de Farmacia, fueron demasiados para mantener la intención y habiendo quedado construida la nueva Facultad de Farmacia en los terrenos de la antigua Feria de Muestras, se decide ubicar en el solar la Facultad de Físicas y Geología.
El derribo del edificio se produjo en agosto de
1977, dejando una gran explanada durante algunos años, hasta que en el año 1987,
una vez resueltas todas las dificultades administrativas y concedidas todas las
licencias, se comenzó a construir, sobre la mitad occidental del solar, la nueva Facultad de Físicas. El edificio aún conserva en su interior una cuarta parte
del claustro primitivo, habiéndose reconstruido el resto y cubierto el conjunto con un techo acristalado de cuyo centro cuelga un
péndulo de Foucault. Su inauguración se produjo el día 28 de octubre de 1989.
El resto del solar del viejo Trilingüe fue ocupado,
años más tarde, por la Biblioteca General
de Ciencias, conocida como Abraham Zacut.
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El Convento e Iglesia de los Agustinos, ni el recuerdo...
De antiguo, venía la presencia de los Agustinos en el barrio de la Judería. Pero no
es hasta 1377 cuando el obispo Alonso Barras les cede, para la fundación de su convento, la cercana
iglesia de San Pedro, con su cementerio y unas casas linderas con las de los religiosos. Poco a poco, al igual que su importancia conventual, creció su extensión hasta alcanzar unos 12000 o 14000 metros cuadrados, de lo que tenemos
constancia por los planos de Fray Joaquín del Niño Jesús realizados en 1815 para su reconstrucción después de su ruina durante la Guerra de la Independencia. Los planos se trazaron aprovechando las trazas antiguas.
plano del convento de Fray Joaquín del Niño Jesús |
La construcción
de la iglesia fue ajustada a principios de 1516 con el maestro Juan de Álava. En
el contrato se especifica que debe de ser
construida a la manera de la capilla mayor de la Victoria del convento de los
Jerónimos (Fábrica de Mirat) y ha de llevar el arte de la de D. Diego en
las claves (los expertos no se ponen de acuerdo sobre esta capilla: la
capilla del camarero D. Diego Maldonado en la capilla del colegio mayor de
Fonseca, cuya finalización no parece ser tan temprana, o la capilla del
claustro de la catedral que contiene el sepulcro de D. Diego de Anaya y
Maldonado, fundada en 1442). En el contrato se ajusta la mano de obra en unos 300.000,
los materiales en 160.000 maravedís y el tiempo de ejecución en dos años y
medio.
Se trataba de un templo de una sola planta, con crucero y capilla laterales, rematado en cabecera tripartita y plana, con un cimborrio central sostenido por cuatro grandes pilares. El prior Francisco Nieva mandó levantar el coro bajo en 1525 y en su parte superior quedaría el coro alto con traza de 1516 de Juan de Álava . Según el padre Herrera durante el priorato de fray Juan de San Vicente (1557-1563) se reedificó la capilla mayor dándole mejor forma y anchura siendo esta cabecera la que se dibuja en el Plano de Fray Joaquín del niño Jesús.
Se trataba de un templo de una sola planta, con crucero y capilla laterales, rematado en cabecera tripartita y plana, con un cimborrio central sostenido por cuatro grandes pilares. El prior Francisco Nieva mandó levantar el coro bajo en 1525 y en su parte superior quedaría el coro alto con traza de 1516 de Juan de Álava . Según el padre Herrera durante el priorato de fray Juan de San Vicente (1557-1563) se reedificó la capilla mayor dándole mejor forma y anchura siendo esta cabecera la que se dibuja en el Plano de Fray Joaquín del niño Jesús.
Ponz,
en su “Viaje de España”, tomo XII, carta VII, elogia de esta forma su portada: “Pocas
portadas de iglesia hay en Salamanca que merezcan la atención que ésta, pues,
aunque admira el sumo trabajo de las de la Catedral y San Esteban, es de mejor
gusto la de San Agustín”.
Se
trataba de una portada con un gran arco, cubierta de ricas imágenes con
ménsulas y doseles góticos. Presentaba tres cuerpos con un gran crucifijo en el
central, la amplia entrada se componía de arcos ojivales concéntricos.
Entrándose a la iglesia por el crucero.
Grabado de Urrabieta-Rico publicado en la revista Museo Universal de 1868. Representa la ruina de lo que probablemente fuera la portería del convento de San Agustín |
En la
noche del 15 de agosto de 1589, un cohete prendió fuego a la techumbre del
colegio de los Agustinos causando prácticamente la destrucción total del
convento y su iglesia. Su reedificación fue enormemente costosa y mientras duró
los clérigos estuvieron recogidos en una de las casas de D. Pedro de Zuñiga,
oficiándose el culto en la cercana parroquia de San Bartolomé. A principios del
siglo XVII se coloca en el templo un cimborrio de madera (cimborrio
encamonado), tercero de su clase en España, bajo las trazas de Fray Pedro de
San Nicolás que en ese momento dirige las obras de reconstrucción del convento.
En 1624
es contratado el retablo del altar mayor, que, según el P. Vidal, “es aún hoy una
de las piezas más primorosas de este corte en Salamanca”. “Consta –según Ponz–
de tres cuerpos –dórico, jónico y corintio– con ocho columnas cada uno y
diferentes estatuas repartidas en él, muy bien ejecutadas por el estilo y gusto
de Gregorio Hernández, como son las medallas o relieves en medio del segundo y
tercer cuerpo y el Calvario encima. Hay también en este retablo algunas
pinturas juiciosas”.
En
octubre de 1744 otro incendio destruye totalmente la rica biblioteca del
convento además de la torre o espadaña
de la iglesia y derritió las campanas.
En
1810, durante la guerra de la independencia, un nuevo incendio, tal vez
provocado por las tropas francesas, asola el convento y marca el comienzo de su
demolición. Solo quedó en buen estado la Iglesia. La toma de Ciudad Rodrigo el
7 de abril de 1812 tiene como consecuencia una oleada de destrucción en
Salamanca con la demolición de muchos edificios sobre todo religiosos ya
que en 1809, el rey José Bonaparte, había declarado la supresión de las órdenes
religiosas. Entre los edificios demolidos estaba la iglesia de San Agustín, que
los franceses temían pudiera servir de puente para el asalto de San Cayetano. El
7 de mayo de 1812 colocaron barriles de pólvora bajo los pilares de los arcos
torales de sus naves. La gran explosión hizo caer sus bóvedas y gran parte de
los muros, que probablemente utilizaron para refuerzo de sus fuertes. Las excavaciones
arqueológicas sobre el solar ocupado por San Agustín han hallado pruebas, balas
y botones de guerreras, de que las ruinas sirvieron de parapeto a las fuerzas
aliadas en el asalto a San Cayetano.
Terminada
la Guerra, las órdenes religiosas fueron restablecidas por decreto de las
Cortes de Cádiz de 18 de octubre de 1812. Los Agustinos encontraron su convento
totalmente destruido y aunque consideraron prioritario su reedificación,
encontraron muchas dificultades ya que el decreto de 18 de febrero de 1813
prohibía pedir limosna para reedificar conventos en ruinas, así como admitir
nuevos miembros. La reconstrucción, sin embargo se puso en marcha,
presentándose en 1815 los planos de fray Joaquín del Niño Jesús. El proyecto
respetaba las trazas del antiguo convento e integraba los elementos
conservados, sin embargo fue desestimado por la Real Academia de San Fernando.
Se hizo necesario encargar el proyecto a otro arquitecto, don Francisco de
Parla, que siguió en gran medida las líneas del proyecto de fray Joaquín.
Se
reconstruyeron diversas dependencias del convento, pero el 27 de junio de 1820
se publicó el decreto que volvía a suprimir las órdenes religiosas, aplicando
al crédito público todos los bienes de monasterios, conventos y colegios
religiosos. Los agustinos se vieron obligados a deshacer su comunidad.
La
situación cambió nuevamente con la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis,
dictaminando la junta de regencia una serie de disposiciones contra los frailes
secularizados y a los exclaustrados se les ordenó volver a sus conventos. La
anulación del anterior decreto fue firmada por el rey el 1 de octubre de 1823.
Los
Agustinos, después de realizar las diligencias de reclamación pertinentes,
continuaron la reconstrucción centrándose en las dependencias conventuales. Sin
embargo de nada sirvieron sus esfuerzos porque de nuevo en 1835 fueron
exclaustrados, teniendo que abandonar la ciudad el 20 de agosto de 1835.
El
expolio posterior al que fue sometido el convento, con objeto de obtener
materiales de construcción, supuso que la ruina física de la edificación fuera
un hecho.
Ruinas de San Agustín 1849 (Pérez Villaamil) |
En
1844, la comisión Provincial de
Monumentos de la Provincia de Salamanca, por iniciativa de la Central, informa
de la necesidad de evitar la demolición de la portada de la iglesia debido a su buen gusto, inagotable riqueza y
exquisitos adornos que brillan en el resto de la fachada la Yglesia que fue del
convento de san Agustin y que en un concepto merece conservarse.
Ruinas de San Agustín- Charles Clifford 1853 "Álbum Photografías: Salamanca y Ávila expedición de 1853" |
En
1856, con el propósito principal de recuperar el cuerpo de Fray Luis de León,
fue objeto de una excavación arqueológica. El ataúd fue encontrado el 13 de
marzo de 1856, tras diez días de excavación, depositándose sus restos en el
inmediato edificio de la Magdalena (Normal de Maestras) y luego en el gobierno
de la provincia para desde allí ser llevados a la Catedral y luego trasladados
con gran pompa a la capilla de la Universidad.
Plano de la Iglesia de San Agustín, extraído del extracto del expediente de la excavación de 1856 |
En la
segunda mitad del siglo XIX, declarados en ruinas sus muros, el gobierno mandó
derribar la fábrica aprovechando parte de sus materiales y vendiendo en pública
subasta el solar. La venta recayó en D. Telésforo Oliva que construyó dos
hiladas de casas de planta baja conformando las calles de la Longaniza, Oliva y
Cuenca.
Las cosas quedaron así durante casi 100 años, con las tres calles sobre el solar de lo que fuera convento de los Agustinos, con la sola mención del cambio de nombre de la calle Cuenca por el de Doctor Laguna, hasta que en 1963 se inician los trabajos para la construcción de un campo deportivo universitario, las "Pistas del Botánico", bajo un proyecto de Fernando Población. El recinto deportivo estaba en principio emplazado sin interferir en las tres calles, sobre el solar del antiguo colegio de Cuenca, pero distintos problemas hicieron replantear la situación para cuya solución se determinó que el campo deportivo ocuparia también la calle Doctor Laguna. La calle fue expropiada ( hay que decir que muchas de las casas eran ya propiedad de la Universidad) y poco tiempo después el resto de las casas de la calle Oliva y Longaniza para coformar la actual calle Balmes. Gran parte del solar que ocupó el convento y la mayor parte la iglesia se encuentran bajo la calle Balmes y la plaza de Fray Luis de León y solo la parte que quedó en el recinto deportivo ha sido sometida a excavaciones arqueológicas serias, como consecuencia del abandono de las pistas deportivas al ser inauguradas la instalaciones de Salas Bajas. En su solar, la Universidad pretendia la construcción de la Biblioteca General de Humanidades del arquitecto luso Siza, proyecto que fue paralizado a causa del hallazgo de los restos del colegio Cuenca en 2001. Doce años después, con los restos arqueológicos a la intemperie, el solar sigue esperando una solución.
Las cosas quedaron así durante casi 100 años, con las tres calles sobre el solar de lo que fuera convento de los Agustinos, con la sola mención del cambio de nombre de la calle Cuenca por el de Doctor Laguna, hasta que en 1963 se inician los trabajos para la construcción de un campo deportivo universitario, las "Pistas del Botánico", bajo un proyecto de Fernando Población. El recinto deportivo estaba en principio emplazado sin interferir en las tres calles, sobre el solar del antiguo colegio de Cuenca, pero distintos problemas hicieron replantear la situación para cuya solución se determinó que el campo deportivo ocuparia también la calle Doctor Laguna. La calle fue expropiada ( hay que decir que muchas de las casas eran ya propiedad de la Universidad) y poco tiempo después el resto de las casas de la calle Oliva y Longaniza para coformar la actual calle Balmes. Gran parte del solar que ocupó el convento y la mayor parte la iglesia se encuentran bajo la calle Balmes y la plaza de Fray Luis de León y solo la parte que quedó en el recinto deportivo ha sido sometida a excavaciones arqueológicas serias, como consecuencia del abandono de las pistas deportivas al ser inauguradas la instalaciones de Salas Bajas. En su solar, la Universidad pretendia la construcción de la Biblioteca General de Humanidades del arquitecto luso Siza, proyecto que fue paralizado a causa del hallazgo de los restos del colegio Cuenca en 2001. Doce años después, con los restos arqueológicos a la intemperie, el solar sigue esperando una solución.
(1) Tenemos noticias de la iglesia de San Pedro en 1187, por la venta que hizo
María Martín a Pedro Fernandez, de unas casas en el Azogue Viejo, en la calle
que venía de San Pedro a Santa María (la Catedral). Fue reedificada en el siglo
XIII, y en antiguos testamentos constan varios legados hechos para su obra.
Para construir la torre mandó Alfonso X en Ávila, el 7 de Mayo de 1273, que los
recaudadores de las tercias de esta ciudad diesen quinientos maravedís. La
consagró en 1202 el obispo de Salamanca don Gonzalo, como consta en esta antigua inscripción que se conservó en la
iglesia del convento de San Agustín: IIII IDUS MAJI, DOMINUS EPISCOPUS
GUNDISALVUS CONSECRAVIT HANC ECCLESIAM SANCTI PETRI APOSTOLI ERA MCCXL. (Macías, 1887)
Los
diezmos y derechos parroquiales fueron trasladados a la cercana iglesia de San
Bartolomé y dentro del acuerdo de cesión se incluía que el convento debería de
llamarse de San Pedro.
El Colegio Mayor Santiago Zebedeo (Cuenca)
El
Colegio Mayor de Cuenca, junto al de San Bartolomé, el de Oviedo y el de
Fonseca constituían los cuatro colegios mayores de Salamanca; y junto al de Santa
Cruz de Valladolid y el San Ildefonso de Alcalá, los seis únicos de España.
Fundado
por D. Diego Ramírez de Villaescusa, colegial de San Bartolomé. Destacó como un
brillante estudiante, siendo nombrado Canónigo Magistral en Jaén y
posteriormente Obispo de Astorga. Ejerció de capellán mayor y consejero de Juana “la loca”
y en 1500 fue nombrado obispo de Málaga, obispado que cambio por el de Cuenca
en 1518.
Retrato de D. Diego Ramírez de Villaescusa cuyo original se conserva en la Catedral de Cuenca |
Precisamente
en Cuenca, su tierra, había tenido la intención de fundar una Universidad, pero
renunció al proyecto al saber que el cardenal Cisneros la iba a fundar en
Alcalá de Henares.
Cambió
de planes para fundar en Salamanca un colegio bajo la advocación y patronato de
Santiago Zebedeo, para el que obtuvo la debida aprobación, confirmación y
concesión de todas las gracias y privilegios que gozaban los otros colegios
mayores. Fue fundado para veintidós colegiales de voto y dos capellanes, con
cuatro familiares a su servicio. Vestían manto cerrado morado y beca morada.
Aunque la historia de los inicios de la institución es muy confusa, parece aceptarse la fecha de 1500 como la de su fundación y aunque en los libros de Claustros de la Universidad aparece en 1527 una carta de su fundador “sobre el colegio que quiere edificar”, parece que los colegiales habitaban ya en casas alquiladas frente a la Parroquia de San Adrián (Plaza de Colón), en la casa llamada de Placentinos. El libro de “Cadena”, llamado así porque se guardaba pendiente de una cadena en el arca del colegio, donde firmaban las constituciones colegiales y capellanes comienza en 1518, con la inauguración del nuevo edificio. Es muy probable que continuara la compra de solares y materiales de construcción con el objeto de engrandecer la obra. El edificio originario siguió las trazas de Juan de Álava que intervino en su construcción a partir de 1527, mientras participaba en la construcción de la Catedral Nueva. El Claustro debió de ser una maravilla del Renacimiento a juzgar por la descripción que hace Antonio Ponz (“Viage de España”, tomo XII, 1772-1794) del mismo:
Aunque la historia de los inicios de la institución es muy confusa, parece aceptarse la fecha de 1500 como la de su fundación y aunque en los libros de Claustros de la Universidad aparece en 1527 una carta de su fundador “sobre el colegio que quiere edificar”, parece que los colegiales habitaban ya en casas alquiladas frente a la Parroquia de San Adrián (Plaza de Colón), en la casa llamada de Placentinos. El libro de “Cadena”, llamado así porque se guardaba pendiente de una cadena en el arca del colegio, donde firmaban las constituciones colegiales y capellanes comienza en 1518, con la inauguración del nuevo edificio. Es muy probable que continuara la compra de solares y materiales de construcción con el objeto de engrandecer la obra. El edificio originario siguió las trazas de Juan de Álava que intervino en su construcción a partir de 1527, mientras participaba en la construcción de la Catedral Nueva. El Claustro debió de ser una maravilla del Renacimiento a juzgar por la descripción que hace Antonio Ponz (“Viage de España”, tomo XII, 1772-1794) del mismo:
«Lo que queda de la edad del fundador es tan
singular en su línea, que para poderlo concebir es necesario venir a verlo y
considerarlo. Tales son los ornatos de los cuatro lienzos del patio y galerías
que los cercan, cuyo trabajo y diligencia no solo es difícil de describir pormenor,
pero también de comprender, y de que hubiese constancia y paciencia para
hacerlo y aun dinero para costearlo. Por tanto no me parece mucho que el
fundador gastase ciento cincuenta mil ducados (aunque por los años de 1500 era
gran suma) en lo que mandó hacer, porque ahora, prescindiendo de la mas o menos
excelencia en el arte, creo que no se haría con algunos millones, atendiendo
solamente a la ejecución. Fórmase, pues, de una galena baja con veinte arcos, en
cuyas enjutas hay medallas con medias figuras casi del todo relevadas. Los capiteles
de las columnas son de labores muy menudas y caprichosas y de prolija ejecución,
como los otros adornos. El segundo cuerpo sorprende mas, porque no solamente
los capiteles de las columnas, sino las ménsulas que hay sobre ellos, el
antepecho y todo el cornisamento está lleno de infinitas labores ; es, a saber,
figuras desnudas, angelitos, animalejos, follajes y otras mil cosas. Estas eran
a la verdad, muchas, con que adornaban la arquitectura en aquel tiempo, y acaso
no se pudo de otra manera hacer que se olvidase la costumbre gótica; pero en
cada una de por si se encuentran buenas formas y la inteligencia que consigo
iba trayendo la resurrección de las bellas artes en Europa. Algunas de las
cosas referidas están mas bien entendidas, y no podía dejar de ser, porque era
necesario que se ocupasen en tanto trabajo muchas manos, que no serian igualmente
diestras, aunque todas trabajasen por unos mismos dibujos y bajo una misma dirección.
Hay en este segundo cuerpo cuarenta medallas, al modo de las del primero, con
cabezas, y esto por los lados que miran al patio, pues por los que miran a las galerías
hay otras tantas. Se representan en ellas personas esclarecidas en todos
tiempos y en diferentes clases; práctica muy usada en los edificios de este
estilo que entonces se ejecutaban, en lo que yo creo pensaban los fundadores,
señaladamente en casas destinadas para la instrucción, excitar la virtud y el heroísmo,
poniendo a vista dichas imágenes de personas ilustres y virtuosas. Entre la
galería alta y baja, hay otra intermedia, que sigue las tres caras del claustro,
con otro grandísimo número de adornos, como los que quedan referidos. Semejantes
obras merecían estar preservadas de las inclemencias del tiempo, que al fin
hacen en ellas sus regulares efectos. »
En el
periodo 1725-1738 se construyó, con el proyecto de Alberto Churriguera, la
fachada principal y la escalera en el lado noreste en la misma situación que en
la traza original. La escalera, de cuatro tramos y formada por piezas enteras de granito, constaba
de 43 peldaños cada una de un pie de tabica y media vara de huella. Según
Castro y Rupérez, se trataba de una escalera ancha y de pendiente suave y
posiblemente tuviera un gran parecido con la escalera del Soto en el Convento
de San Esteban y la del colegio militar de Calatrava. El costo de la escalera
fue muy elevado, superando los 20.000 ducados y fue una de las mejores piezas
arquitectónicas de Salamanca.
Entre
1756 y 1764 se construyó la fachada frente a la calle Gloria, en la plazuela junto
a la hospedería del Colegio de Oviedo. Aquí se hallaban el zaguán, la librería,
el general, la sacristía, la nueva capilla y otros departamentos de la
comunidad.
El 18
de febrero de 1778 fue concedida licencia para la nueva capilla del colegio de
Cuenca, probablemente en el esquinazo que formaba el edificio al final de la
calle de San Pedro frente al coro de la iglesia del convento de los Agustinos,
la obra fue adjudicada a Jerónimo García de Quiñones por licitación de la
provisión solicitada a varios arquitectos. El costo previsto era de 20.000
reales, pero ante las dificultades constructivas este importe creció
sobremanera, tanto es así que solo para decir misa fue preciso un desembolso de
40.000 reales.
En 1798,
Carlos IV decretó la supresión de los colegios. La universidad tomó posesión
del edificio, subastando el contenido del colegio. Un año después el edificio
pasó a albergar las instalaciones de la Facultad Reunida (Medicina y Cirugía):
Jardín botánico, laboratorio químico, museo de simples, hospital clínico, aulas
y demás oficinas necesarias.
Desde
1809 el edificio fue utilizado como cuartel por las tropas ocupantes francesas
y en 1812 su Mariscal, el conde de Ragusa, comunica a la universidad la
intención de demolerlo junto con el convento de San Agustín con el objeto de
obtener materiales de construcción para el fuerte de San Vicente. Las protestas
del claustro son acalladas con la promesa de una compensación económica que
nunca se produjo.
Terminada
la guerra, las ruinas del Colegio de Cuenca no presentaban un deterioro físico
total, según Villar y Macías en 1842 se podía observar casi la mitad de la
estructura. Se distinguían medallones con retratos de prelados y caballeros. La
ornamentación de las ventanas mostraba la magnificencia que debió tener el
edificio. Sin embargo fue objeto de un severo expolio en busca de materiales de
construcción, incluso la universidad autorizó en 1868 la toma de piedra para
rehacer el Trilingüe.
En el
solar donde estuvo el colegio, don Carlos Luna Beovide edificó a inicios del
siglo XX una “fábrica de Luz” que permaneció hasta 1951 cuando fue destruida
por el fuego, abandonándose definitivamente.
En
1963, sobre su solar se inician los trabajos para la construcción de un campo
deportivo universitario, las "Pistas del Botánico", bajo un proyecto
de Fernando Población que no se llegaría a completar. Las Pistas comenzaron a
dar servicio en 1965 y fueron remozadas en 1976, atendiendo algo más a la idea
del proyecto inicial. Estarían en uso hasta la inauguración de las
instalaciones deportivas universitarias de Salas Bajas.
Restos del colegio de Cuenca, foto "Segunda Campaña de excavación arqueológica solar del Botánico 2001" |
En su solar la Universidad pretendía la
construcción de la Biblioteca General de Humanidades, proyectada por el
arquitecto luso Siza. Proyecto que fue paralizado a causa del hallazgo de los
restos del colegio en 2001. Tras los estudios arqueológicos pertinentes, se
desestimó el proyecto en 2005 y el solar con los restos a la intemperie sigue
esperando una solución.