(Número 9, anterior 5)
El viejo solar del nº 5, como otros muchos de la calle Pozo Amarillo a finales del siglo XIX, perteneció al maestro de obras D. Ildefonso Borrego Agudo, cuyas siglas IBA figuraron en un gran número de casas de Salamanca construidas por él.
En 1898 se le concedió licencia de obras tras ceder en expropiación parte del terreno para la alineación de la calle. Parece ser que el ayuntamiento no pagó la expropiación, al menos hasta 1910, y tampoco nos consta que D. Ildefonso construyera un nuevo edificio.
Pero sí renovó la fachada su hijo D. Domingo Borrego en 1905. Es muy probable que el edificio resultante de esta intervención fuera el que estuviera en pie durante todo el siglo XX.
Por no perder la tradición de la calle, allí estuvo establecida una sucursal de las bodegas de Alfonso Torres, de Valdepeñas, desde 1911 hasta, al menos, 1915. No nos consta negocio alguno en los bajos de esta casa, aunque sin duda los hubo, hasta que se situó en ella el restaurante El Candil que abrió el 13 de abril de 1941 D. Sebastián Estévez.
Publicidad de El Candil. Revista Lazarillo enero de 1944 |
Interior de El Candil chico. El Adelanto 13 de septiembre de 1947 |
D. Sebastián Estévez, que tenía el alias cariñoso de "El Baranda", era hijo de Pepe Estévez el popular camarero del Suizo y abrió El Candil con la ayuda de sus hijos Manolo, Quique, Ito y Pepe.
Pronto el restaurante tomará el nombre de El Candil Chico porque el éxito del mismo llevó a su propietario a abrir el Candil Grande en la misma calle, en el nº3, con un solar lo suficientemente grande para disponer de restaurante, café, hospedería y terraza-jardín de gran éxito entre la juventud de la época, sobre todo en las tardes de verano amenizadas por orquestas de postín. Dos comedores que habían sido decorados por el arquitecto Lozano podrían albergar en conjunto, como reza su publicidad un poco exageradamente, hasta 5000 comensales.
A comienzos de los años 50, El Candil Grande se convirtió en El Zaguán y El Candil Chico volvió a llamarse solamente El Candil y permaneció así durante 70 años hasta su cierre en 2011.
Durante años el restaurante El Candil mantuvo una sucursal en la calle Correhuela, actualmente con el número 9, hoy ocupado por el café-teatro Berlín, que recibió el nombre de Candil Nuevo:
D. Sebastián Estévez falleció en enero de 1979 y La Gaceta Regional le dedicó este sentido panegírico:
DOMINGO, 7 DE ENERO 1979 IN MEMORIAM D. SEBASTIÁN ESTÉVEZ Fue uno de los primeros industriales con visión de futuro de la postguerra salmantina, creando uno de los restaurantes que más fama nacional adquiriría. Si en nuestra ciudad el gremio de la hostelería ha contado siempre con figuras destacadas, con nombres que contribuyeron de una forma decisiva a acreditar nuestra fama en la gastronomía nacional, don Sebastián Estévez fue uno de los principales, si no el principal de esta época que se inició en los años 40, dando prestigio y calidad a nuestros restaurantes y señalando una línea que había de tener profunda significación. Don Sebastián Estévez, el célebre «Baranda», como solía distinguirse entre su legión de amigos, fue además de un auténtico «capitán» de empresas, un hombre con un temple y unas condiciones humanas realmente excepcionales. Su carácter bondadoso, comprensivo, afable y, sobre todo humano le granjearon generales simpatías en nuestra ciudad en la que siempre gozó del respeto y admiración de cuantos tuvimos el gozo de tratarle. Del viejo «Candil», iniciador de la archifamosa «calleja», don Sebastián ofreció a la Salamanca de los años 50 uno de los lugares de diversión de mayor vitola en la ciudad: el «Zaguán», con su pista de baile, centro de la sana diversión de la juventud de aquellos años. Mil y una anécdotas conocemos de este gran hombre, salmantino de pro, creador de una auténtica dinastía de espléndidos profesionales. Su participación en reuniones y tertulias taurinas y de cazadores han dejado profunda huella en un amplio sector de la vida salmantina, como un hombre con un sello especial. Cuesta verdadero dolor ver desaparecer a hombres del temple, de la impronta y la personalidad de don Sebastián Estévez. Acostumbrados a su presencia, a su «juventud» eterna, nos ha impresionado su muerte, a pesar de la avanzada edad alcanzada. La noticia, al divulgarse ayer, causó profunda consternación en la ciudad, como se patentizó en la asistencia masiva de salmantinos que acudieron a despedir sus restos mortales en la tarde de ayer. A las numerosas muestras de condolencia que están recibiendo su esposa e hijos, queremos hacer llegar nuestro sentido dolor por la desaparición de este hombre que con su tesón, con su estirpe de luchador y espléndido profesional, supo dar un nombre y un sello personalísimo a un establecimiento cuya fama ha traspasado las fronteras. Descanse en paz este buen salmantino. Pedro Casado |
El viejo edificio fue derribado en 2013 y construido uno nuevo en 2016.