Cómo se viste una charra

Artículo de la revista "Monterrey" nº4 enero-marzo de 1957 editada por la Diputación Provincial de Salamanca.

Textos: Redacción de la Casa de la Salina
Fotografía: Los Ángeles
Modelo: Erenia García Hernández



EN LA VARIEDAD DE TRAJES TRADICIONALES o típicos de nuestra provincia, el que se considera característico y representativo de la mujer salmantina es el charro o central; traje fastuoso que, con pequeñísimas variantes, admite una gran riqueza en bordado y color. Sin duda, entre todos los trajes regionales españoles es el de charra el más opulento y rico, cuando las calidades de las telas, la pedrería, los bordados y adornos son de sus mejores clases. Se ha dicho que el busto de la charra tiene la serenidad que se advierte en el de la Dama de Elche. Nuestro reportaje gráfico no tiene otro objeto que el de mostrar a la curiosidad del profano el proceso que sigue el vestido de la charra desde su comienzo hasta el momento en que se nos presenta con su peculiar rigidez y sobrecargada adición de prendas y objetos ornamentales.

FOTOGRAFÍA 1

FOTOGRAFÍA 2


FOTOGRAFÍA 3
FOTOGRAFÍA 4


FOTOGRAFÍA 1. He aquí la única licencia que nos hemos permitido usar en este reportaje. La joven aparece descalza y con su peinado habitual. Va a comenzar a vestirse. Tiene puesta una camisa de hilo que no es propiamente la que visten las charras. La camisa de las charras no tiene los bordados de las mangas que lucen las camisas galanas de las mujeres del llano. Es ésta una camisa de espigadora armuñesa, que si, como decimos, no corresponde al conjunto de piezas que iremos viendo, si nos vale para mostrar la gran riqueza de bordados de las mangas, únicas partes de la prenda que se exhiben al aire. Pues bien, la charra lleva camisa de hilo más sencilla y sin bordados; en todo caso sus adornos serán finas labores de deshilado que no aumentarán el volumen de las mangas y permitirán luego que se adapte bien la jubona tan ajustada que habrá de dibujar el busto.

FOTOGRAFÍA 2. La charra se ha puesto las medias blancas caladas y los zapatos de terciopelo bordados con lentejuelas. Aparece con el peinado acabado. El tocado ha de seguir necesariamente un ordenado proceso que terminará por dar a la cabeza de la charra su característica seriedad. Veamos: El pelo se peina con raya al medio, dándole una gran tirantez que se consigue mantener al colocar los postizos, rodetes de trenza calada sujetos con horquillones a ambos lados de la cabeza, sobre las orejas. Una vez emplazados los rodetes, éstos se afirman aún más sujetándolos con horquillas de plata que, prendidas en el círculo exterior, convergen al centro, dejando visibles solamente las cabezas de filigrana. Hacia atrás y al medio de los postizos se teje una pequeña trama de horquillas sencillas que habrá de quedar oculta al sujetar sobre ella el moño de picaporte, al que se anudarán las cintas bordadas que, cayendo hacia atrás, mostrarán un poco sus extremos sobre la espalda. Estas cintas se conocen con el nombre de siguemepollo. Se completa esta primera fase del tocado con los pendientes, unas veces de arracadas, otras de aljófar de lazo. Ya tenemos a la charra, en camisa, peinada y calzada. 

FOTOGRAFÍA 3. Acaba de ponerse la saya, prenda fuerte que inicia la rigidez del vestido. Confeccionada en un paño casero, parecido a la estameña y en tonos generalmente claros, admite como adorno un verdadero alarde de bordados en los que caben todos los diversos motivos que caracterizan esta labor artesana. La saya no es siempre bordada. Esto realmente es un lujo, pues con la colocación de los sucesivos manteos queda totalmente oculta a la vista. Sin embargo, la saya se hace imprescindible con bordados cuando en la época de la canícula constituye el vestido externo de la espigadora, completado en lo que en la fotografía se advierte con un chaleco que, dejando al aire las mangas de la camisa, cierra la espalda y el pecho. En la foto la charra procede a sujetar a la cintura las cintas de la saya.

FOTOGRAFÍA 4. Puesta la jubona, el busto de la mujer adquiere gran parte de su rigidez. La jubona es en este caso de terciopelo liso, no habiendo en ella más detalle ornamental que los puños bordados con sedas de colores y rematados con una leve puntilla que pone una nota clara y delicada en la riqueza del pequeño detalle. Aquí el curioso lector se dará cuenta de la advertencia que hicimos en la descripción de la foto primera. La camisa bordada de espigadora no es apta para vestirla bajo la jubona, pues el abundante bordado de las mangas no permitiría el paso de las de la jubona, tan estrechas y oprimidas.

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FOTOGRAFÍA 6


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FOTOGRAFÍA 5. La charra acaba de ponerse el manteo de abajo, a manera de falda de paño fuerte, bordada generalmente en tonos claros.

FOTOGRAFÍA 6. Con la colocación del manteo de arriba, la charra se nos ofrece ya con todas las prendas mayores. Adquiere su figura la rigidez definitiva que después se completará con otros adornos y prendas más pequeñas. El manteo de arriba está bordado con sedas de colores y lentejuelas. Tiene en su parte inferior festón de bordados y tirana de terciopelo labrado que termina en el festón calado, cuyos motivos decorativos son generalmente ojivos. Queda libre de motivos la parte delantera que, como veremos en la fotografía siguiente, se cubre con el mandil.

FOTOGRAFÍA 7. He aquí la charra completa en su atuendo de la cintura para abajo. Se ha sujetado la pequeña faltriquera, muy bordada y poco visible. Después se colocó el mandil o picote, también sobrecargado de bordados y rematado con un faralar de seda.

FOTOGRAFÍA 8. Al complemento del mandil en la parte delantera corresponden las dos cintas posteriores realizadas en rico terciopelo muy bordado y rematadas con fleco de oro.

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FOTOGRAFÍA 11

FOTOGRAFÍA 12


FOTOGRAFÍA 9  Veamos ahora cómo empieza a completarse el adorno del busto. Sobre la jubona la charra se pone el pañuelo de hombros, confeccionado en tela bordada con lentejuelas o mostacilla. Cae el pañuelo por detrás en forma de pico.

FOTOGRAFÍA 10. Sobre el pañuelo viene el dengue, también llamado manteleta, rebocillo y gorindola, de felpilla o de mostacilla sobrepuestas. El dengue proporciona ya la definitiva rigidez del busto. Por la espalda cubre solamente la parte superior -los hombros-, teniendo forma redonda y dejando en medio bien perceptibles los remates en pico del pañuelo de hombros.

FOTOGRAFÍA 11. La charra ha vaciado su joyero y se ha adornado con collares, aderezos, galápagos, cruces y veneras. La profusión de joyas, que por su número y calidad distinguían la cuna de la charra, dan a su tocado un gran parecido con el de la Dana de Elche. La charra de la foto se ha adornado con la siguiente joyería: un collar grande, con corazón; un collar con guardapelo; dos collares dobles de garganta; tres collares con venera y cruz de aljófar; un collar grande de dos vueltas, con seis veneras. Otro collar central, grande, sin cruces.

FOTOGRAFÍA 12.° Sobre el tocado aparece por último el pañuelo de cabeza. Suele ser de tul o de fina seda, y el pañuelo, bordado con lentejuelas, se sujeta al moño de picaporte con unos agujones de cabeza grande de filigrana de oro.

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FOTOGRAFÍA 13. La charra está totalmente vestida. En la mujer soltera el vestido es de colores, siempre delicados, aunque sean vivos, pues el colorido del terciopelo queda supeditado al bordado. La charra casada lleva vestido negro.

FOTOGRAFÍA 14. la fotografía nos muestra a la misma charra en una foto de más detalle, en la que destacan los puños bordados en que rematan las mangas de la jubona, así como el leve y delicado pañuelo bordado que las charras llevan en la mano.

Un detalle de las joyas se nos ofrece en la ante última foto, cerrándose este reportaje con la en que la charra aparece sentada.