Plaza de la Puerta de Zamora


Textos en preparación.

Plaza de la Puerta de Zamora en el plano basado en
 Francisco Coello de 1858 y en 2012

















La plaza del Ejército en 1965 
Fotografía de D. Rafael González de la Huebra




Me recuerdo pequeño. Balanceando, nerviosamente, mi cartera de cuero mientras esperaba a que el guardia, encaramado en su púlpito jaquelado de escaques blancos y azules, me diera permiso para cruzar la calle. El hombre agitaba enérgicamente los brazos al compás de su silbato, exhibiendo ruidosamente su autoridad sobre aquel cruce. Autoridad que no todo el mundo le concedía. Me recuerdo abrigado, aunque el calendario señalaba que no era tiempo de dejar los pantalones cortos, tan cortos que, avergonzándome, mostraban mis rodillas negras, encallecidas, testimonio de mis juegos infantiles. Recuerdo mi pelo repeinado a raya, pegado a la cabeza porque mi madre utilizaba enormes cantidades de agua para aplastar mis indómitos quiquis. Y lo hacía, para mi disgusto, siempre, invariablemente, aunque se me hiciera tarde por haberme entretenido desayunando el tazón de leche migada o escuchando “Matilde, Perico y Periquín”. Cuando me iba al colegio, desde la muerte de mi amigo Agustín, mi madre no me despedía con la letanía de «Pasa por donde el guardia». Sabía que lo haría, y lo había cambiado a un resignado «Ten cuidado». 
Con un largo pitido, el guardia, encaramado en su púlpito jaquelado de escaques blancos y azules, se giró. Y yo corrí veloz sobre los grisáceos adoquines del paseo.


En aquel tiempo, la plaza de la Puerta de Zamora se llamaba plaza del Ejercito, pero todo el mundo la llamaba Puerta de Zamora. Desaparecían los viejos edificios y comenzaban a aparecer los nuevos, los de la ciudad del "desarrollo".

© C.H. fc 01/12/2014 Rev. 01













facebook 1 de diciembre de 2014