La "Otra" Historia de Salamanca de Villar y Macías

 


Por José María Hernández Pérez
                       08/08/20 Rev. 00



BIOGRAFÍA DE DON MANUEL VILLAR Y MACÍAS



D. Manuel Villar y Macias


Nace el 4 de enero de 1828, estudia Derecho en Salamanca, Bachiller en Jurisprudencia en 1848 y Licenciado en 1851. El hecho de permanecer soltero le permite dedicarse con toda intensidad a sus pasiones literarias: periodismo, poesía, historia, investigación. 

Director de varias publicaciones salmantinas: Álbum salmantino (5/2/1854), Crónica de Salamanca (2/9/1860) o El Licenciado Vidriera (2/2/1863). Colaboró en infinidad de periódicos: El Salmantino, Revista salmantina, Adelante, El Correo, El Semanario Salmantino, La Voz del Tormes o El Adelanto. 

Coordinó la publicación “Corona Poética” con motivo del homenaje a Fray Luis de León, en la que colaboraron A. Gil Sanz, Domingo Doncel, Juan Ortiz Gallardo, Mariano Gil Maestre y Melquiades González González, compuesta en la imprenta de José Atienza en la calle de la Rúa, 45, en abril de 1856.

Fue Conservador del Museo Provincial a partir de 1877, sustituyendo a don Modesto Falcón y Miembro de la Comisión del Patrimonio Artístico por nombramiento de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de san Fernando, de la que era Correspondiente. Medalla de la Real Orden de Carlos III por Decreto de 18/2/1878.

Publicó Ecos del arpa, Colección de Poesías y leyendas, en Madrid en 1852, El Fuero de Salamanca, con prólogo suyo en 1877, Historia de los Bandos de Salamanca en 1853 y su obra monumental Historia de Salamanca, en 1887.

Junto con el Rector don Mamés Esperabé y el presbítero de la Casa Hospicio don Antonio Florencio González, puso en 

funcionamiento la Fundación-Asilo de san Rafael, aprobada por Real Decreto, de la que los 3 fueron patronos vitalicios, procediendo a la apertura del testamento de don Rafael Pérez Piñuela en 1881. 

En el barrio del Conejal, la calle que iba desde la plazuela del Campillo a la de Toro, denominada “Yogueros” desde muy antiguo, por Acuerdo del Ayuntamiento pasó a llamarse de “Villar y Macías”.

Se encuentra enterrado en el cementerio salmantino, en la Galería Porticada de san Antonio, Nicho Doble, nº 340, próximo al de don Miguel de Unamuno, adquirido por su sobrino Constantino Villar Santano, que pagó por él 1.700 pesetas.



ADJUDICACIÓN DE LA “HISTORIA DE SALAMANCA”

El 11 de abril de 1877 la Diputación de Salamanca toma el Acuerdo de encargar a don Manuel Villar y Macías, Cronista de la Ciudad, que escriba la Historia de Salamanca, hoy reconocida como la principal fuente de inspiración para cuantos estudiosos del tema quieran acercarse a ella. La propuesta parte de los diputados señores García Maceira, Herrero y Martín Blanco, quienes piden a la Diputación que sufrague 1.000 pesetas durante 4 años para que Villar y Macías pueda reunir datos y pagar a un escribiente.

Adoptado el Acuerdo, el proyecto sigue adelante, aunque para el gran público no sean del todo conocidas las vicisitudes por las que pasó la obra, una vez concluida y llegó el momento de su impresión.

El autor una vez terminado su trabajo lo comunica a la Diputación y ésta nombra una Comisión para que, junto con el señor Villar y Macías, se entiendan con las empresas para que éstas faciliten presupuestos particulares del coste de impresión de la obra. 

Presentan presupuesto Francisco Núñez por 7524,00 pesetas y Jacinto Hidalgo por 5062,50 pesetas, y en el Boletín Oficial de 1 de diciembre, se adjudica al primero la impresión de la Historia de Salamanca, pese a la diferencia en la oferta.


AVATARES DE LA ADJUDICACIÓN

En sesión del 12 de noviembre de 1883, presidida por don Vicente Oliva, se aprueba el dictamen de la Comisión de Fomento referente al presupuesto de la impresión de la Historia de Salamanca de Villar y Macías. Días después se aprueba el dictamen de la Comisión de Hacienda aprobando el presupuesto y su adjudicación al impresor don Francisco Núñez. Por acuerdo de la Diputación publicado en el Boletín Oficial del 1º de diciembre de 1883 se adjudica la impresión de la Historia de Salamanca.

El 17 de enero de 1884 presenta recurso de alzada ante el Ministerio de la Gobernación el impresor don Jacinto Hidalgo, siéndole favorable la Resolución y el contratiempo lo subsana el autor comprometiéndose a editar la obra por su cuenta.

El Ministerio de la Gobernación remite una Real Orden a la Diputación para que se ajusten al Real Decreto de 4/1/1883 al tener que someter el asunto a subasta pública.

La Diputación toma un acuerdo confirmatorio del informe de la provincial en el recurso de alzada entablado por don Jacinto Hidalgo contra el acuerdo sobre impresión de la obra de D. Manuel Villar y Macías, Historia de Salamanca, o sea prescindiendo de la subasta.

En sesión de 9 de abril solicita la Diputación del Ministerio autorización para realizar el servicio en la forma acordada el 12 de noviembre último.

El miércoles 7 de mayo de 1884 el conocido impresor de ésta don Jacinto Hidalgo presenta nuevo recurso de alzada ante el Ministerio de la Gobernación referente a un acuerdo de la Diputación publicado en el Boletín Oficial del 1º de diciembre próximo pasado. 

D. Vicente Oliva Martín.
Presidente de la Diputación


Se ha alzado del anuncio de la Diputación provincial por el que se adjudica la impresión de la Historia de Salamanca sin subasta previa a don Francisco Núñez no obstante haberse comprometido el Sr. Hidalgo a hacer dicha impresión con un beneficio para la Diputación de más de 2.000 pesetas, y a pesar también de la R. O. en que se prescribe a la Corporación provincial que se atenga a las disposiciones vigentes para contratar dicho servicio. La Diputación decidió solicitar licencia del Ministerio para hacer la impresión por Administración y de tal acuerdo se ha alzado don Jacinto Hidalgo fundado, entre otros, en los extremos apuntados.


INTERCAMBIO EPISTOLAR EN LA PRENSA

Se inicia un toma y daca entre ambos impresores que se dirime a través de comunicados en el periódico El Progreso, interviniendo también alguna de las autoridades afectadas. Parece extraño que don Francisco Núñez, dueño del otro periódico salmantino El Adelanto, se acoja a las páginas de El Progreso para sus comunicados y no lo haga en el propio, pero es que El Adelanto, nacido como semanario el 22 de julio de 1883 y convertido en diario en agosto de 1884, deja de publicarse el 9 de noviembre de 1884 y no reaparecerá hasta el 1 de agosto de 1887.

Rompe el fuego el 19 de noviembre de 1884 don Jacinto Hidalgo.

COMUNICADO DE D. JACINTO HIDALGO (El Progreso 19/11/1884)

La Diputación provincial y la impresión de un libro. Con fecha 13 de Abril de 1877 acordó la Excma. Diputación provincial que se encargara de escribir D. Manuel Villar y Macías la Historia de Salamanca, y este Señor, una vez la terminó, lo puso en conocimiento de dicha corporación, la cual tomó un acuerdo para que se imprimiera, y según tenemos entendido, se nombró una comisión compuesta de dos o tres individuos, entre ellos el Sr. Villar, para que se entendieran con los impresores a fin de que éstos facilitaran un presupuesto particular del coste de la obra. Resultaron de esto, que nosotros sepamos, dos presupuestos, dados por los Sres. D. Francisco Núñez y el que suscribe, importando el primero 7.524 pesetas y el segundo 5.062´50. A pesar de haber la diferencia de 2.461´50 pesetas, la Excma. Diputación acordó adjudicar la impresión a D. Francisco Núñez.

En vista de este acuerdo tan desacordado, que solo fue tomado en vista de las explicaciones verbales dadas por D. Manuel Villar y Macías, el infrascrito, en uso de su derecho, se alzó ante el Ministro de la Gobernación bajo el amparo del Real Decreto de 4 de Enero de 1883, por el cual no se puede adjudicar por Administración ningún contrato que exceda de 2.000 pesetas, pues excediendo, tiene que hacerse por medio de subasta pública. Con motivo de haberme alzado de dicho acuerdo, el Ministro de la Gobernación, con fecha 17 de Enero del presente año, remitió a la Diputación provincial una real orden para que se ajustara en un todo al Real Decreto de 4 de Enero de 1883, puesto que el servicio de que se trata está sujeto a las formalidades de subasta pública. 

En la sesión de 9 de Abril próximo pasado, acordó la Diputación solicitar del Ministerio de la Gobernación la debida autorización para ejecutar el servicio referido en la forma que habían acordado en la sesión de 12 de Noviembre último, es decir prescindiendo de la subasta. En vista de este acuerdo, me vi obligado a poner otro nuevo recurso de alzada. ¿Qué ha sido de este recurso? Difícil es saberlo, pues ni en las oficinas de la Diputación ni en las del Gobierno civil aparece, constando, sin embargo, su presentación por el recibo que obra en mi poder. ¿Qué dirá el público de la formalidad con que la Administración tiene montados sus servicios?

Esta ha sido la tramitación seguida en este asunto; mas al oír hace unos días que la obra en cuestión se estaba imprimiendo, procuramos informarnos de la forma en que se hacía, manifestándonos la imprimía el autor, o sea D. Manuel Villar y Macías, por cuenta propia. Mucho nos alegramos de que así sea; pero vemos detrás de esta determinación el que una vez esté impresa, la Diputación provincial tomará un número de ejemplares que ascienda a más cantidad que la del coste de impresión, burlando así mis derechos y las disposiciones vigentes. No sabemos si la Corporación habrá presupuestado o piensa presupuestar cantidad alguna para este objeto, pero tan pronto lo sepamos, daremos cuenta de ello al público para que este forme cabal juicio del asunto.

Conste, pues, que la Diputación provincial acuerda adjudicar la impresión de una obra a un establecimiento, a pesar de haber otro que la hacía por 2.461´50 pesetas menos; que la Diputación, faltando a las disposiciones vigentes, prescinde de las formalidades de la subasta cuando bien la parece, y de las órdenes del Ministro cuando la acomoda; y conste que en sus oficinas no pueden entregarse sin riesgo de desaparición, documentos de ninguna clase.

Esto por hoy. Esperando de V., Sr. Director, se digne dar cabida á estas líneas en su popular periódico, queda suyo afectísimo S. S. Q. B. S. M. 

Jacinto Hidalgo. 

Imp. de Hidalgo, antes de Cerezo.

El día 23 de noviembre las noticias abundan y por exceso de original se deja para otro día un comunicado de don Francisco Núñez.

La Diputación celebra sesión el día 20 presidida por don Saturnino Calvo Herrero y asistencia de los señores: González Domingo, Herrero, Esteban, Juanes, Fernández Vicente, Clavijo, Cambón, Pérez Agreda, Orea, Torroja, Velasco, Oliva, Muñoz Orea, Taravilla y Gil.

Se leyó una comunicación del regente de la imprenta provincial trasladando la orden del Gobernador sobre inserción de anuncios en el Boletín, y pasó a la Comisión de Gobernación.

El Sr. Cambón pidió lectura del art. 75 del reglamento, y hecha, manifestó que, en uso del derecho que concede este artículo y habiendo visto en el último número de El Progreso un comunicado de don Jacinto Hidalgo, depresivo en alguno de sus párrafos para el prestigio de la Corporación, rogaba que por algún individuo de la Comisión de Hacienda se dieran explicaciones sobre el asunto para que el buen nombre de la Diputación quedara a salvo.

El Sr. Gil, como individuo de la Comisión de Hacienda, dijo que con mucho gusto daría las explicaciones pedidas por el Sr. Cambón, empezando por lamentar que el comunicado se ocupe en forma poco conveniente de un asunto en que, como en todos, la Diputación ha procurado lo mejor y más conveniente; que el Sr. D. Manuel Villar y Macías, cronista de esta ciudad, escribió la Historia de Salamanca subvencionado por la Diputación, y terminado su trabajo acudió a la Corporación para la forma de impresión, pasándose los antecedentes a la Comisión de Hacienda que llamó a su seno al autor de la obra y oyó su opinión respecto a los seis presupuestos que se presentaron. El del Sr. Hidalgo solo fija el tipo del pliego, acompañando muestra del papel, que la Comisión juzgó de mala calidad, según puede verse en el expediente y sin fijar tipo de impresión, al contrario del señor Núñez que presentó un presupuesto completo, muestra del papel, de 15 kilos glaseado, y tipo 12 elzeviriano, que se creyó conveniente aceptar, pues además de tratarse de la impresión de un libro en que habían de constar las glorias de la ciudad, era costeado por la Diputación provincial y no podía sentarse la teoría de optar por lo más barato, que no correspondía a la índole de la obra.

El Sr. Cambón expuso que siendo satisfactorias las explicaciones del Sr. Gil, entiende poco meditada la indicación del comunicante, siendo su deseo sólo el conocer los antecedentes del asunto.

El Sr. Muñoz Orea dijo que aun cuando suficientemente discutido el asunto, no creía ocioso exponer algún dato más. Además de la mejor clase de papel y buenos tipos, el Sr. Núñez se comprometió a dar plegados los pliegos y cosidos, lo cual implica un recargo de importancia, puesto que se trata de 2.000 ejemplares, particular que el Sr. Hidalgo tuvo cuidado de ocultar, y cumplía con entregar la obra en rama que sería necesario entregar a un encuadernador, representando un aumento digno de tenerse en cuenta.

El Sr. Cambón declaró que si satisfecho estaba con lo expuesto por el Sr. Gil mucho más lo quedaba con lo dicho por el Sr. Muñoz Orea, resultando perfectamente fundada la conducta de la Comisión y las resoluciones de la Diputación.

El Sr. Herrero dijo que después de las explicaciones dadas, iba solo a resumir los siguientes hechos concretos y afirmaciones valiosas: resulta que fueron seis los que concurrieron con proposiciones al concurso abierto por la Comisión y entre ellos D. Jacinto Hidalgo que aceptó el acto y acudió después en alzada cuando vio que no era el favorecido y cuando solo debió quejarse de no tener medios para luchar con los demás proponentes; que la Diputación provincial hoy no tiene propósitos, ni acuerdos, ni aspiraciones más que en bien de la provincia; que la Diputación conoce las leyes y sus deberes, y a ninguno ha faltado, pidiendo a la Superioridad autorización para la impresión de la obra sin las formalidades de la subasta, haciendo uso de su derecho; que si el señor Hidalgo ha hecho alguna gestión, conste que no ha sido ante la Diputación; y por último, que la Diputación jamás ha faltado a la ley ni a las órdenes de la Superioridad, y si alguien se considera lesionado por sus acuerdos, utilice los recursos que las leyes le otorgan. Terminado este incidente, se entró en la orden del día. Retirado el Sr. Calvo, ocupa la presidencia el Sr. Torroja. 

El señor don Ricardo Moral, Secretario de la Diputación escribe:

COMUNICADO DE D. RICARDO MORAL (El Progreso 23/11/1884)

Señor Director de El Progreso.

Muy Sr. mío y amigo: Por toda contestación al comunicado del Sr. Hidalgo, inserto en el número anterior de su periódico, creo oportuno manifestar a V. para satisfacción del público, que de los antecedentes que obran en la oficina de mi cargo resulta: que el recurso a que el señor Hidalgo se refiere se recibió en esta Secretaría para informe de la Comisión provincial, y ésta acordó evacuarlo en 6 de Junio y con fecha 9 del mismo se devolvió informado al Gobierno civil en el sentido de no ser procedente dicho recurso por tratarse del ejercicio del derecho de petición de la Corporación provincial. Conste, pues, que en esta oficina ni se ha extraviado ese recurso ni se extravía documento de ninguna clase. Agradeciéndole de antemano la inserción de estas líneas en su acreditado periódico, se repite suyo atento y afectísimo amigo S. S. Q. S. M. 

Ricardo Moral.

El señor Hidalgo presenta un nuevo comunicado: 

COMUNICADO DE  D. JACINTO HIDALGO (El Progreso 23/11/1884)

Sr. Director de El Progreso.

Habiendo motivado el comunicado inserto en el número anterior una reclamación particular de D. Ricardo Moral, declarando que en las oficinas de su cargo no se había presentado el recurso a que hice referencia; y no pudiendo dudar de la buena fe del digno Secretario de la Diputación, he acudido al Gobierno civil, donde D. Carlos Pastor se ha dignado ponerme el siguiente volante: «El día 8 de Mayo de 1884, presentó don Jacinto Hidalgo, recurso de alzada ante el Sr. Ministro de la Gobernación, referente a un acuerdo de la Diputación, publicado en el Boletín oficial de 1°. de dicho mes. Se entregó al interesado recibo por la Secretaría, pasando al Negociado correspondiente que en cumplimiento de decreto, lo remitió en 9 de dicho mes a informe de la Diputación con comunicación número 404. En vista de las reclamaciones verbales del Sr. Hidalgo y no habiéndose recibido informado por la Diputación, el 3 de Noviembre se recuerda la devolución por comunicación 373, y hasta la fecha no se ha contestado.» ¿Quién desenreda este lío? La Diputación se descarga con el Gobierno civil, y el Gobierno civil con la Diputación; pero en tanto el recurso no parece. 

Queda suyo afectísimo S. S. Q. B. S. 

Jacinto Hidalgo. 

Un nuevo comunicado por parte de don Jacinto Hidalgo.

COMUNICADO  DE D. JACINTO HIDALGO (El Progreso 26/11/1884)

Sr. Director de El Progreso.

Mi estimado y respetable amigo: Como quiera que en la sesión celebrada por la Diputación el 20 del actual se hayan vertido, con ocasión de mi comunicado del anteúltimo número ciertas especies, ruego a V. se digne dar cabida en su popular periódico a las siguientes líneas, por cuya inserción le anticipa las más expresivas gracias s. s. q. b. s. m. 

Jacinto Hidalgo.

Por iniciativa del Sr. Cambón abrióse en la sesión celebrada por la Diputación provincial el día 20, con discusión acerca de los hechos consignados en mi comunicado, en la que tomaron parte los Sres. Gil, Muñoz Orea y Herrero. Al Sr. Gil me basta con presentarle la nota que se me entregó para que diera presupuesto, y que dice así: «Constará la obra de más de 2.200 páginas manuscritas. Contendrá cada página unas 1.040 letras próximamente. La tercera parte de la obra está formada por apéndices, que se imprimirán en letra dos o tres veces más pequeña que el texto. Caracteres elzevirianos, iniciales de adorno y buen papel. Tirada, 1.000 ejemplares. Se desea un presupuesto del coste aproximado para presentarlo a la Excma. Diputación provincial.» Nada más al Sr. Gil.

Al Sr. Muñoz Orea debo decirle que ha padecido tres lamentables equivocaciones: 

1º. En la clase de tipos, los cuales decía yo en mi presupuesto que serían los que eligiese la Diputación, a cuyo efecto yo los traería. 

2°. En la tirada de ejemplares, que no son 2.000 sino 1.000. 

3°. En que yo ocultase lo referente a encuadernación, pues mi presupuesto era sin plegar ni encuadernar, conforme a la nota que se me dio.

Al Sr. Herrero, en el calor del debate sin duda, se le escapó decir que de lo que yo debía quejarme era de no tener medios para luchar con los demás concurrentes. ¿Quién es el Sr. Herrero para hablar en plena sesión y como diputado, de mi falta o mi sobra de medios? ¡Pues qué! ¿Así se lanza un borrón sobre un establecimiento industrial? Afortunadamente los hechos están ahí para desmentir al señor Herrero, y harto sabido es que los adelantos de la tipografía salmantina debidos son en primer término a mi difunto primo (q. e. p. d.) D. Sebastián Cerezo de quien, aunque indigno sucesor, he procurado seguir las huellas, como sabe el respetable público que a mi establecimiento acude, el único de Salamanca que ha concurrido a la Exposición provincial recientemente celebrada. Lea el señor Herrero la Memoria de mi establecimiento publicada por mi digno Regente, y verá si me hallo o no con medios sobrados para luchar; visite mis talleres y allí acabará de convencerse. Por lo demás aun cuando yo no hubiera tenido medios, el Sr. Herrero no podía, ni debía en plena sesión arrojar el descrédito sobre mi establecimiento, ni sobre ningún otro. Dijo también que la Diputación conocía las leyes; pues si las conocía es doblemente censurable su proceder porque según los artículos 1°. y 36 del R. D. de 4 de Enero de 1883, la impresión de la obra por exceder de 2.000 pesetas, debió salir a subasta. La Diputación ni la sacó a subasta, ni pidió la competente autorización, dando lugar a que en la R. O. de 17 de Enero del presente año, dictada en vista de mi recurso de alzada, viniera a enseñarles sus deberes. Luego una de dos: o la Diputación no conocía las leyes, o conociéndolas, faltaba a ellas: elija el señor Herrero. 

 

El día 26 de noviembre 1884 aparece el prometido comunicado de D. Francisco Núñez.

COMUNICADO  DE D. FRANCISCO NÚÑEZ (El Progreso 26/11/1884). 

Director de El Progreso.

Mi distinguido amigo: En su periódico del 19 de los corrientes, he leído un comunicado suscrito por D. Jacinto Hidalgo en el que saca a relucir mi nombre con motivo de la impresión de una obra que me ha encargado la Excma. Diputación provincial; y como en dicho comunicado se desfiguran por completo los hechos, he de merecer de V. tenga la bondad de dar cabida en su ilustrado periódico a las siguientes líneas, dándole anticipadas gracias por ello su afectísimo amigo y servidor Q. B. S. M.  Francisco Núñez. Madrid 20 de Noviembre de 1884.

No es mi ánimo al ocuparme de este asunto, salir en defensa de la Diputación provincial tan mal tratada por el Sr. Hidalgo, sino poner en claro ciertos hechos, que con marcada intención sin duda desfigura el comunicante, para que el público se ponga de su parte, siendo así que no tiene ninguna razón en el asunto que trata en su comunicado. Dice el Sr. Hidalgo, que el Sr. Villar y Macías, autor de la obra Historia de Salamanca, encargada por la Diputación provincial, una vez concluida «lo puso en conocimiento de dicha corporación, la cual tomó un acuerdo para que se imprimiera, y según tenemos entendido, se nombró una comisión compuesta de dos o tres individuos, entre ellos el Sr. Villar, para que se entendieran con los impresores a fin de que estos facilitaran un presupuesto particular del coste de la obra. Resultaron de esto, que nosotros sepamos, dos presupuestos, dados por los señores D. Francisco Núñez y el que suscribe, importando el primero 7.524 pesetas, y el segundo 5.062´50. A pesar de haber la diferencia de 2.461´50 pesetas, la Excma. Diputación acordó adjudicar la impresión a D. Francisco Núñez.» Cualquiera que haya leído las anteriores líneas, de seguro que habrá dado la razón al Sr. Hidalgo, cosa muy natural cuando se oculta la verdad en provecho propio, y este señor tiene buen cuidado de desfigurar los hechos y omitir lo siguiente: 

1°. Que una Comisión de la Diputación provincial, pidió a varios impresores no solo presupuesto del coste de la obra, como dice el comunicante, sino también tipos de letra y clase de papel en que harían la impresión. 

2°. Que no solo el Sr. Hidalgo y el que suscribe presentaron presupuesto "del coste de la obra y muestras de tipos y clase de papel”, sino también otros impresores, entre ellos los Sres. Tello y Aribau de Madrid. 

3°. Que aunque es cierto que el presupuesto del Sr. Hidalgo fue el más bajo, también es verdad que la muestra de papel que presentó fue de tan mala calidad y tan ordinario, que no era posible que, dada la importancia de la obra, pudieran consentir ni el autor ni la Diputación, se hiciese la impresión en papel tan inferior. 

4°. Que aunque es cierto que mi presupuesto ascendía a 7.524 pesetas, 2.000 y pico más que el del Sr. Hidalgo, bien sabe él la diferencia que existía en el papel, pues mientras el suyo era ordinario, poco satinado y de poco peso, el que yo presenté era un magnífico papel glaseado de 15 kilos, comprometiéndome además a entregar la obra encuadernada: y por último, si el Sr. Hidalgo creía, como dice en su comunicado, que la Diputación provincial faltaba a la ley porque no puede hacer contratos por administración por más de 2.000 pesetas, no debió nunca dar presupuesto con este objeto, puesto que el suyo ascendía, según confesión propia, a 5.062; pero claro está, si le adjudican a él la impresión de la obra por las 5.062  pesetas, no se falta a la ley; pero como la Diputación creyó más conveniente hacerlo en mi favor, es completamente ilegal, y hay que poner el grito en el cielo.

Esto es lo ocurrido en lo de la impresión de la Historia de Salamanca que tanto ha molestado al Sr. Hidalgo; en la Diputación provincial existen los presupuestos y clases de papel que varios impresores presentamos, y cualquiera que desee tomarse la incomodidad de verlos, se convencerá de la verdad de estas líneas y de la sin razón del Sr. Hidalgo. 

Salamanca y Noviembre 22 de 1884 

Francisco Núñez. 


El día 3 de diciembre aparece la contestación de don Jacinto Hidalgo.

COMUNICADO DE D. JACINTO HIDALGO (El Progreso 03/12/1884)

Señor Director de El Progreso.

Mi estimado amigo: Con verdadero sentimiento me veo en la precisión de reclamar de nuevo hospitalidad en el periódico de su digna dirección a las siguientes líneas, esperando se digne darlas cabida en las columnas del mismo, y quedando en tanto suyo afectísimo S. S. Q. B. S. M. Jacinto Hidalgo.

Contestación al Sr. Núñez. No he aludido en ninguno de mis comunicados al Sr. Núñez; pero ya que lo quiere, no puedo menos de contestar a su comunicado diciéndole algo de lo que él tiene buen cuidado de ocultar, vistiendo los hechos como mejor le conviene. Dice el Sr. Núñez que la Excma. Diputación le ha encargado la impresión de la Historia de Salamanca. ¿Cómo es esto posible, Excma. Diputación? ¿Cómo es que se ha encargado el Sr. Núñez de la impresión sin la debida autorización del Ministerio y sin la previa subasta exigidas por la ley? ¿Qué dice a esto el Sr. Herrero? Para que el Sr. Núñez vea que yo no trato de desfigurar los hechos le contestaré a los cargos que formula en igual forma que él lo hace.

1º. ¿De dónde saca el Sr. Núñez que una Comisión de Diputados me pidiera presupuesto de la obra, tipos de letra y clase de papel? A él iría esa Comisión, pero a mí no. Luego ya voy comprendiendo, señor Núñez. 

2°. El Sr. Núñez sabe también que fueron varios los impresores, y entre ellos Tello y Aribau; muy enterado está el Sr. Núñez. Yo no sabía que hubiera más que el de V. y el mío; el mío porque me lo pidieron, y el de V. porque lo vi en el Boletín. 

3°. Usted daría la clase de tipos, pero yo dije que los que eligiera la Diputación. 

4°. Confiesa el Sr. Núñez que mi presupuesto fue el más bajo; pero que la muestra de papel era de mala calidad. ¿De dónde saca el Sr. Núñez que mi papel era malo? Mi papel era de 12 kilos y de buena pasta; el de V. era de 15 kilos; pero bien sabe V. que la diferencia es insignificante con relación a las 2.461 '50 pesetas de diferencia que había de mi presupuesto al de V. 

5°. Yo no hablé nada de encuadernación porque nada se decía de encuadernación en la nota que se me dio. Si yo di presupuesto a la Diputación fue particularmente, sin saber con qué objeto sería; pero luego que vi en el Boletín que se le había adjudicado a V. procuré enterarme y vi con disgusto que la Diputación no podía hacer este contrato ni con V. ni con nadie. Y ya que V. dice que si me hubieran a mi adjudicado la obra no se faltaba a la ley, yo no sé si V. acudiría como yo a ella; pero lo que sé es que siendo Concejal no se pueden percibir fondos municipales por impresiones, y sin embargo V. los percibe, a menos de que regale V. al Ayuntamiento las impresiones para el mismo que hace en su casa. Es claro que yo pongo el grito en el cielo por la impresión de la Historia de Salamanca. ¿Cómo no lo he de poner tratándose de mis intereses? ¿Quién no lo pondría en mi caso, no viviendo sino de los trabajos de mi establecimiento? 

Creo suficiente lo dicho para contestar cumplidamente al Sr. Núñez, a quien, no obstante todo esto, estima y aprecia siempre. 

Jacinto Hidalgo.


IMPRENTA Y LITOGRAFIA DE JACINTO HIDALGO 

Jacinto Hidalgo hereda de su tío Sebastián Cerezo el negocio de imprenta y litografía que éste posee en Rúa 1 y lo ubica en Rúa 12.

Son sus principales publicaciones: El libro Guía Histórico Descriptiva de Alba de Tormes, de Fernando Araujo, en 1882. El semanario El Defensor de los Secretarios de Ayuntamiento, de 1 de marzo de 1883. El Fomento nace en agosto de 1881 impreso por Francisco Núñez, hasta el día 6 de abril de 1883 en que pasa a la imprenta de Jacinto Hidalgo. El bisemanario El Progreso, en 1884. El libro La Reina del Tormes, de Fernando Araujo, en ese mismo año. El bisemanario La Tesis, en 1885. La Semana Católica de Salamanca, a partir de 30 de enero de 1886 hasta el 30 de enero de 1891. El bisemanario La Tradición, en sus primeros tiempos, en 1886. El semanario El Defensor del Comercio, en 1888. El periódico decenal La Legalidad, en 1888. El Sínodo diocesano de Zamora, en 1889. El diario La Provincia, en 1890. El diario La Libertad, en 1891 y el diario La Opinión en su primera época en 1892.

El Adelanto, nacido como semanario el 22 de julio de 1883 y convertido en diario en agosto de 1884, deja de publicarse el 9 de noviembre de 1884 y no reaparecerá hasta el 1 de agosto de 1887. Desde su reaparición, hasta el 2 de enero de 1889 vuelve a imprimirse en la imprenta de Jacinto Hidalgo, Rúa 12, y vuelve a ser su Director Eduardo Muñoz García y a él se ha de dirigir la correspondencia literaria en Zamora, 63 y la correspondencia administrativa, anuncios y reclamaciones a J. Hidalgo.


PUBLICACIÓN DE LA HISTORIA DE SALAMANCA

En El Fomento de 7 de setiembre de 1887 aparece:

Lujosamente impresa ha aparecido al fin la Historia de Salamanca, debida a la pluma del vate de esta provincia y cronista de la capital, don Manuel Villar y Macías. La componen tres volúmenes en 4°. y el autor tuvo la galantería de entregarnos ayer un ejemplar. Quiere decirse con esto que dado el altísimo interés que para nosotros tiene la materia tratada en la obra y la respetabilidad de quien la ha escrito, no hemos podido leer más que muy pocas hojas. Cuando terminemos su estudio daremos, no una crítica, sino una especie de proyecto en el que nos permitiremos incluir algunas de nuestras propias impresiones. Por ahora nos limitamos a anunciar, que está puesta a la venta por lo que damos la más cordial enhorabuena al público y también al autor que por fin ha visto terminada la impresión de la misma que tantos trabajos le ha costado por las investigaciones que son necesarias para su confección, sin olvidarnos de la Diputación provincial que ha costeado la edición.


Según publica El Fomento de 29 de setiembre de 1887:

En la sesión que celebró el 18 de noviembre de 1887 la Corporación Municipal, dícese, pues nosotros no pudimos asistir, que se dio lectura a un dictamen de la comisión respectiva, proponiendo la adquisición de dos ejemplares de la importante obra Historia de Salamanca que, tras de tantos desvelos y sacrificios, acaba de publicar el cronista de la ciudad Sr. Villar Macías. Después de vista y leída la explendidez de nuestro ilustre Ayuntamiento… huelgan los comentarios.


El Fomento de 23 de noviembre de 1887 da la siguiente noticia:

En la sesión del 18 de noviembre de 1887 se acordó pagar al impresor Francisco Núñez, la cuenta que ha presentado, importante 2.400 pesetas, por la tirada de la Historia de Salamanca, obra de que es autor D. Manuel Villar y Macías. La Comisión de Fomento proponía además, que se repartieran en la forma que indicaba, cierto número de ejemplares; que se hiciera presente al Sr. Macías, la satisfacción con que la Corporación ha visto lo esmeradamente que había llenado su cometido; y por último que se encargara al Archivero de la Diputación que no entregara ningún ejemplar sin previo recibo.


Extracto de la Crítica hecha por don Vicente de la Fuente el 25 de febrero de 1888 en el Boletín de la Academia de la Historia:

… En resumen la obra es de mérito y acredita al autor, como a la Academia que le tiene por Correspondiente, como a los otros historiógrafos de Salamanca; y a la verdad place que al escribir estos libros se halle la dedicación con la satisfacción de que ya de antemano había apreciado el mérito de los autores.

Tiene la originalidad en la forma clásica y concreta con que procede resumiendo y recapitulando los sucesos con acierto y buen golpe de vista, imparcialidad, erudición y criterio. De todo lo cual se deduce el relevante mérito en su género y su utilidad en las Bibliotecas, según el recto y usual criterio de la Academia con otras obras de la misma índole.

La Academia ignora si ha sido subvencionada y por ese motivo nada dice acerca de los demás puntos de que trata la legislación vigente.

(Don Vicente de la Fuente y Condón había sido catedrático en la Universidad salmantina de Cuarto de Jurisprudencia entre 1852 y 1858).


Distintas encuadernaciones de la edición clásica de la Historia de Salamanca 
de Villar y Macías que mantienen un interesante valor bibliográfico



ENCONADA CONTROVERSIA POR UNA FECHA

Se inicia con un escrito en El Adelanto de 8 junio de 1891, nº 1.424, escrito por Juan Barco:

LIBERTAD DEL SERVICIO

Algo de esto habla el erudito cronista de Salamanca, señor Villar y Macías, en la Historia de nuestra ciudad; pero es tan poco, y tanta importancia debe dársele, en mi humildísimo juicio, a este hecho, que me atrevo a resucitarlo para honrar la memoria de aquel varón insigne, cuyo nombre bien harían los salmantinos en perpetuar con lápidas que hablasen de la gratitud que ese pueblo jamás ha escaseado a sus bienhechores, y para estímulo también de los poderosos que funden sus caudales a lento fuego, sin acordarse, siquiera a la muerte, de que en la historia hay altos ejemplos de generosidad que al presente imitados podrían dar, en parte, solución a problemas que todos juzgamos pavorosos.

La libertad del servicio se llamó a la donación que de una cuantiosa suma de maravedises hizo en vida el ilustrísimo señor don Alonso de Fonseca y Acebedo a la ciudad de Salamanca, para que con la renta de aquella cantidad se pagasen las contribuciones y la ciudad viviera libre de tributos.

De cierto que si en los tiempos actuales siguiera alguna buena alma esas huellas y diese a nuestra ciudad suficiente renta para satisfacer al Estado el cupo que por consumos, verbigratia, corresponda, sería Salamanca una población privilegiadísima,  sus moradores tendrían resuelto el problema de la alimentación, y no harían mucho con bendecir al autor de tan grandioso beneficio, ni con levantarle estatuas que perpetuasen tal rasgo de generosidad y desprendimiento.

A tanto como esto hízose acreedor el ilustre don Alonso de Fonseca; y si la generación que recibió el favor supo agradecérselo con entusiásticos vítores y regocijadas fiestas, y si después generaciones sucesivas, dedicáronle por espacio de muchos años un recuerdo, las que nosotros alcanzamos, así se han acordado del perínclito Arzobispo como de la salud del gran Turco ....

¡Un rinconcillo en la Historia... y gracias!... Hasta el vulgo ha dejado de llamar del Arzobispo al grandioso Colegio de Santiago, fundado por Fonseca,  y no está lejano el día en que solo los eruditos sepan que al eminente primado débese el edificio suntuoso que hoy las gentes conocen ya por el solo nombre de Colegio de los Irlandeses! 

En un error de fecha han incurrido nuestros historiadores al hablar de la fundación del Colegio del Arzobispo; error que ha engendrado después el que claramente se observa en don Bernardo Dorado, al poner el hecho de “La libertad del servicio” como posterior a la fundación del Colegio.

Dice Dorado que “en el año de 1522 fundó Fonseca el insigne y mayor Colegio llamado del Arzobispo, etcétera” (1), y más adelante añade, hablando del mismo Fonseca, que “fué magnánimo en sus acciones, pues no contento con la fundación de su Colegio, compró hacienda la bastante para que de sus rentas se cobrase la ciudad el importe de el pecho, etc.”. (2)

(1) Dorado, Historia de Salamanca, página 369.

(2) Idem, idem, página 370. 

Como se ve, según Dorado el Arzobispo fundo el Colegio en 1522, y después, no contento con la fundación, redimió a la ciudad del pago del servicio.

De igual suerte el señor Villar y Macías, dice que Fonseca “no sólo fundó el Colegio, sino que también libertó a la ciudad de todas las contribuciones que pagaba”, viéndose en el orden gramatical de esta oración que para nuestro moderno historiador, lo mismo que para el antiguo, fue la fundación del Colegio de Santiago anterior al donativo que hizo a la ciudad, el muy ilustre Arzobispo.

Y por si alguna duda cabe respecto a que el señor Villar y Macías está confundido en este punto, no hay más que ver sino que el mismo señor Villar adelanta un año, con relación a la fecha de Dorado, la fundación del Colegio, poniéndola en 1521 se lee en la página 208 de la Historia de Salamanca, escrita recientemente por nuestro ilustrado paisano.

No más que en seis años se equivocó el señor Dorado, y en siete años el señor  Villar y Macías, al hablar de la fundación del Colegio de Santiago Cebedeo (vulgo del Arzobispo), pues la referida fundación no se verificó hasta el año de 1528, algunos después de La libertad del servicio; y la primera Junta del Colegio, congregada por su primer Rector don Antonio de Fonseca, se celebró en 17 de Octubre de 1530, “en la cual Junta nombraron por Rector a Fernando Pérez de Oliva y por consiliarios a Méndez de Saa y Pedro López de Rivera, y juraron guardar las Constituciones y tomaron la sopa los colegiales”.

Se comprende que a los dos años de expedida por el señor Fonseca la carta de fundación del Colegio, se congregase la primera junta y tomaran la sopa los colegiales; pero a los nueve años, como habría que suponer guiándonos por las fechas del señor Villar, resultarían bastantes años.

Y que el colegio no se había fundado cuando el señor Fonseca donó a la ciudad de las rentas suficientes para pagar las contribuciones, lo prueba el hecho de que al hacerse fiestas y regocijos (de que hablaremos luego) en Salamanca, por la noticia de la liberalidad del Arzobispo, salió una procesión dende la iglesia maior fasta Sancta Ursula, y en el Monasterio de Santa Ursula, fundado por el padre del Arzobispo Fonseca, fue donde se celebró la fiesta en honor del generoso Prelado, cosa que no hubiera sucedido a estar fundado su Colegio, pues natural era que “el Obispo, é todo el Cauildo é Clerecía, é toda la Cibdad” que a la procesión asistieron, hubieran ido al Colegio del Arzobispo, que era como el domicilio natural de Fonseca, y no a Santa Ursula, que era como la casa paterna de muestro generoso liberador.

Así, en años después, cuando ya estaba el colegio edificado, la procesión anual en memoria de aquel hecho iba, no a Santa Ursula, sino al propio Colegio del Arzobispo.

Errores son estos en los que se incurre fácilmente al acometer obras de la importancia de nuestra Historia, siquiera se tengan años por delante y sin tasa para la compulsa y comprobación de fechas y documentos.

Con extraordinario jubilo recibióse en Salamanca la noticia de que el ilustre Arzobispo de Toledo don Alonso de Fonseca había hecho a nuestra ciudad tan gran merced.

El día de la Pascua del Espíritu Santo llegó a Salamanca Suárez, miembro del Consejo del emperador Carlos V, llamado por la Ciudad “para fablar cerca de lo que en esto se deuia hacer” y el domingo siguiente al de la Pascua se hizo consistorio donde Cristóbal Suárez hizo un discurso en elogio al Arzobispo a quien “hera mucha razón que todos los presentes y porvenir lo estimasemos en mucho, y agora y para siempre lo siruiesemos  y reconociesemos a su señoria y los de su casa y genealogía...”  con otras razones que no copio por no hacer este artículo interminable. “El regimiento respondió (a Suárez) graciosamente, reconosciendo el mucho beneficio que de su señoría se rescevía y diciendo que lo que Cristobal Suárez hauia propuesto será como el lo decía y que para principio al reconocimiento al beneficio rescevido se hiciese cumplidamente lo que paresciese, y allí se platicó en ello largamente”.

Y he aquí ahora la relación de las fiestas que se hicieron con motivo de aquel tan fausto suceso:

“Lunes siguiente de la Pascua del Spiritu Santo (3) por la noche obo por toda la Cibdad muchas luminarias, hogueras y danzas y alegrías por la livertad del Pueblo, pusose el tablado en la plaza y a el correr de los Toros con las armas del señor Arzobispo y no otras”.

(3) Esta relación, así como algunos párrafos del presente artículo, que van entre comillas, están sacados de la B. N. sección de manuscritos, signatura Dd 39.

“El martes siguiente todas las calles donde la Iglesia maior (Catedral vieja) fasta Sancta Ursula estubieron varridas e regadas llenas de ramos y espadañas y las ventanas con toda la tapicería de la Cibdad, y sus altares, con mucha música y conciertos, en que fue el señor Obispo de Salamanca é todo el Cauildo é Clerecía e toda la Ciudad, y fue tan solene que día de Corpus Christi ni otro día sea visto tal”.

“La Iglesia de Monesterio (las Ursulas) estaua mui bien entapizada y aderezada, et salio el preste et diacono et sobdiacono con la cruz a receuir la procesión. En la Iglesia entró toda la gente que cupo por que aunque fuera cuatro iglesias como aquella no cupiera la que hauia, predicó Castrillon mui bien dignificando el gran beneficio quel pueblo hauia rescevido de su señoría y la obligazion en que por ello todos le heran perpetuamente”.

“Después de comer, estando la plaza llena de gente esperando «el correr de los Toros» se dio un pregón con trompetas y atabales en la forma siguiente: “oy! oy! oy!” el ilustrísimo señor Arzobispo de Toledo, primado de las Españas, chanciller maior de Castilla condoliéndose de las fatigas, e vejaciones que los buenos hombres pecheros desta Cibdad rescebian en la paga et contribución de los seruicios por dineros que se reparten en este reino, usando de su grandeza y liberalidad, ha dado toda la suma que es menester para comprar juro e Renta perpetua de que se paguen los dichos seruicios hordinarios, por ende sepan todos los Vecinos e moradores que agora viben e moran o vibieran e moraren de aqui adelante en esta Cibdad e sus Arrauales que de la dhâ Renta se ha de pagar el dhô seruicio e aquellos son francos e libres dello; este pregón se dio en tres partes, de la plaza y cada bez que se acavava el alarido e gritos de la gente hera tan grande de alegría cuando se puede pensar. E luego se corrieron tres toros y la gente se desparramó e fue a sus casas. A la noche obo por toda la Cibdad muchas lumbres e de la gente del pueblo obo batallas e companías unos a cauallo et otros a rocines, et acémilas e asnos, enmascarados et disfrazados otros en ordenanza mui concertada con sus vanderas con las Armas del señor Arzobispo, otros en diuersas maneras, muchos dellos con hachas en las manos, las mujeres et muchachas con vandas, con panderos e sonajas en danzas, y muchachos con veletas con las dhâs Armas y todos en voz biba el señor Arzobispo, et toda aquella noche enteramente sin cesar obo en la Cibdad tanta alegria e regocijo y estaban todas las calles por todas las partes tan llenas de gente y de las otras alegrías que no se ha visto otra cosa semejante ni con ninguna cosa que subcediese podría hauer maior fiesta ni general alegría...)

Así festejó Salamanca el beneficio que le hizo el señor Fonseca, del cual todos o casi todos nos hemos ya olvidado.

La relación de esas fiestas celebradas el siglo XVI en nuestra ciudad, resulta curiosa a más de tres centurias de distancia. Su transcripción en este lugar no tiene otro objeto que el de honrar una vez más la memoria del ilustre Arzobispo, ni otro mérito que el de la novedad, pues, que yo sepa, no se hace mención de esas fiestas en ninguna de las historias de Salamanca que hasta la fecha se han escrito. 

Juan Barco. Madrid, Junio, 1891.


Contestación de Villar y Macías en El Adelanto de 10 de junio de 1891

RECTIFICACIONES 

El señor don Juan Barco, en el artículo publicado en este periódico el 18 del corriente, afirma, aunque sin citar autor ni documento fehaciente que lo confirme, que el Colegio Mayor del Arzobispo lo fundó don Alfonso de Fonseca, no en 1521 como decimos en nuestra Historia de Salamanca, sino en 1528; sostiene esta opinión poniéndose en contradicción manifiesta con los autores que a continuación citamos: 

Gil González, que nació en 1570, esto es, en el mismo siglo que se verificó la fundación dice en su Historia de las antigüedades de Salamanca, página 465: «Este año de veintiuno, fundó colegio don Alonso de Fonseca y Acebedo. Este colegio es uno de los mayores de esta Universidad.»

El marqués de Álventos, que examinó los archivos de los colegios, se expresa en estos términos: «En el año 1521, dio principio (Fonseca) a la fundación de su Colegio Mayor, el que dedicó al apóstol Santiago de Cebedeo, y hoy es conocido vulgarmente por el Colegio del Arzobispo. Véase la Historia del Colegio Viejo de San Bartolomé, tomo II, página 254»

Don José María Quadrado en los Recuerdos y bellezas de España, monografía de Salamanca, capítulo IV, página 110, hablando de la expresada fundación, dice: «Abriéronse sus cimientos en 1521; y así lo repitió al reproducir la monografía en la obra titulada España, sus monumentos y artes, etc., página 159»

Don Modesto Falcón, en su Salamanca artística y monumental, página 232, afirma, «que la fundación estaba autorizada el año de 1521».

Don Fernando Araujo, en su Reina del Tormes, tomo I, página 179: “1521, fundación del Colegio Mayor de! Arzobispo, por don Alonso de Fonseca».

Dorado, en su Compendio histórico, fija el año de 1522, tampoco el 28, pero su corrector y refundidor, inmediato pariente del articulista, rectifica el año expresado, en estos términos, página 272: «Este colegio fue fundado por don Alonso Fonseca Ulloa y Acebedo, en el año de 1521».

Que años después se verificase su apertura o inauguración, corno hoy decimos, y que fuese de la Catedral al convento de las Ursulas y no al Colegio, la procesión establecida por gratitud a la donación que hizo Fonseca para que el Ayuntamiento satisficiese los tributos reales, no probaría otra cosa sino que la construcción del edificio del Colegio no estaba terminada, pero no que la fundación no se hubiese verificado en 1521, como lo confirma el testimonio de los autores citados. 

No tan brevemente como supone el articulista, hemos tratado, no solo de la espléndida donación del Arzobispo, sino de la procesión que recordaba la gratitud de los salmantinos. El expresado escritor, nada nuevo publica, fuera de la copia de la breve relación de los festejos celebrados con aquel motivo; y en prueba de ello, copiaremos los siguientes párrafos de nuestra Historia; al hablar de Fonseca decimos: «Sus cualidades superiores y magníficos procederes, digno le hicieron de tan elevado cargo (el de Arzobispo de Santiago), como en 1521 de la Primada Sede de Toledo. En la primera, fundó el Colegio que llevó su nombre y redimió a la ciudad de todo tributo; en Toledo, dejó cuatrocientos mil maravedís, para dotar doncellas pobres; en Alcalá de Henares, restauró los palacios arzobispales, y en Salamanca, no solo fundó el Colegio de que vamos a ocuparnos, sino que también libertó a la ciudad de todas las contribuciones reales que pagaba, comprando para satisfacerlas, rentas suficientes y donándolas al Ayuntamiento; las escrituras en que así constaba, se guardaban en el convento de San Francisco, como las demás del municipio, pero aparte, en un tránsito inmediato a la sacristía, en cofre de hierro; y en la reja dorada que le defendía, se leía esta inscripción: Aquí están las escrituras de libertad que el ilustrísimo señor don Alonso de Fonseca y Acebedo, arzobispo de Toledo, dio a esta ciudad. Por eso fue proclamado padre de la patria y libertador de sus vecinos; por eso en la procesión de que después hablaremos, que todos los años se celebraba el día tercero de la Pascua de Pentecostés, iban las cofradías de la ciudad al colegio con un pendón con los cinco luceros rojos en campo de oro, blasón del fundador y una letra que decía: Libertatis nostrae Auctor vivat in oeternum, nihil foelicius quan cum libertate vívere; por eso un colegial del arzobispo concurría a la aprobación de cuentas municipales y se cercioraba si la voluntad del gran Arzobispo era religiosamente cumplida».

“Dijimos que el día tercero de Pascua del Espíritu Santo, iban procesionalmente todas las cofradías de la ciudad con un pendón con las armas del fundador al aniversario que siempre se celebraba en la capilla del colegio por su alma, agradecidos los cofrades a los bienes que había hecho a la ciudad; iban también el Ayuntamiento y el Cabildo, precedido éste de la cruz de plata del fundador, que llevaba a la Catedral un capellán la víspera de la fiesta; precedía también esta cruz a todas las de las parroquias, y no salía después para acompañar al Cabildo a su iglesia, cuya campana éste hacía tocar en tal solemnidad; preste y caperos llevaban las más ricas vestiduras de la Iglesia; asistían deán, dignidades, canónigos, racioneros, mozos de coro y demás servidores de ella. Deán y Cabildo se obligaron bajo juramento a asistir anualmente; y para que todos los prebendados gozasen mayor propina que por las demás memorias, recibieron según voluntad del testador, cuatrocientos mil maravedís y doscientos mil por la de su testamentario y sobrino el arcediano de Cornau, don Juan de Cañizares, para que con ellos comprasen la renta conveniente. Sentábase el Deán en el presbiterio, pero después del Rector, y el predicador hacía la debida cortesía, primero al Rector que al Deán y Cabildo, después que al preste»

“Ruidosas cuestiones hubo entre el Colegio y el Cabildo por negarse éste a asistir a la anual procesión de Pentecostés, a causa de ceremoniosas cuestiones de etiqueta; siendo el Cabildo condenado en ocho mil ducados de multa y deportados a Francia el tesorero y el prior de esta Iglesia; pero a 21 de Agosto de 1655, se dio cuenta en Cabildo de carta del presidente del Consejo, que por haberse allanado el expresado Cabildo a hacer la procesión del Colegio en el segundo domingo de Septiembre, se alzó el destierro a los prebendados y se suspendió la exacción de la multa»

“Llevadas a cabo las radicales reformas que afectaron la manera de ser de los colegios mayores en tiempo de Carlos III, ni aún la memoria de esta procesión que recordaba la gratitud del pueblo salmantino, quisieron sus ministros que quedara; y admitidos los nuevos colegiales en los cuatro colegios llamados mayores en Enero de 1778, fue expedido en Aranjuez un decreto el 10 de Mayo, por el que se suprimía la procesión que la Ciudad y el Cabildo hacían al Colegio; y el Obispo de Salamanca don Felipe Bertrán, hallándose en Madrid, conmutó, a 20 de Junio de 1783, en virtud de facultad real, en procesión claustral la que el Cabildo hacía al Colegio»

“Respecto a la renta que dejó el Arzobispo para redimir los tributos reales, ya no alcanzaba en 1613, por el aumento que estos habían tenido, y el Ayuntamiento le suplicó al Rey le concediese facultad para usar de alguna sisa de las que tenía impuestas, y de ella sacar cantidad suficiente con que pagar los atrasos y comprar lo que fuese necesario hasta en cuatrocientos ducados de renta que faltaban cada año del servicio ordinario y extraordinario, pagando por esa merced lo que fuese justo. En la real cédula expedida con este motivo por Felipe III, se le llama Patriarca al Arzobispo, confusión disculpable por la identidad del nombre y apellido de ambos»

M. VILLAR.


En el diario El Adelanto del día 13 de junio de 1891 el periodista D. Eduardo Muñoz comunica, por solicitud del autor, una errata en el artículo de D. Juan Barco: Donde se lee "ropa", debe leerse "sopa". Premonitoriamente anuncia la polémica y su trascendencia: 

POLÉMICA INTERESANTE 

En el artículo que mi buen amigo Juan Barco publicó anteayer en EL ADELANTO, se deslizó una errata que me ruega rectifique y yo le complazco con sumo gusto. Ténganla por hecha los favorecedores de este diario y lean ropa en vez de sopa, las dos veces que aparece esta palabra en la tercera columna del referido artículo. 

A más tengo  que añadir que mi ilustrado compañero me dice hoy contestará con toda brevedad al artículo que inserta EL ADELANTO suscrito por el ilustre cronista de Salamanca don Manuel Villar y Macías. 

Se inicia, por lo tanto, una importante polémica que seguirán con gusto y con fruición todos los salmantinos, así por la ilustración y competencia de los que han de sostenerla, cómo por lo interesante de la materia que han puesto sobre el tapete. 

Yo he considerado siempre al señor Villar y Macías como uno de los más eruditos cronistas españoles; añádase á esto que su digno competidor don Juan  Barco ha cultivado con gran constancia y cariño el género que tantos plácemes ha valido al señor Villar, y quedará justificada mi aserción de que esta polémica será curiosa y de trascendencia. 

EDUARDO MUÑOZ.


Contestación de Juan Barco el 16 junio de 1891.

¿RECTIFICACIONES?

Bien lejos de mi ánimo estaba el molestar a don Manuel Villar y Macías con mi artículo La libertad del servicio, y bien creí que aquella inserción mía, hecha "sin citar autor ni documento fehaciente”, serviría para que el que ha escrito la Historia de Salamanca, reflexionando un tanto precisamente sobre el detalle de no citar yo autores ni documentos, comprendiese que en datos de mucha fuerza habría de apoyarme para afirmar rotundamente lo contrario de lo que han dicho desde Gil González Dávila hasta el propio señor Villar, copiándolo los últimos de los primeros. 

También creí que sería penetrada mi buena intención - no otra que la de no poner más en evidencia los errores del señor Villar - y aún esperaba, ¡cándido de mí!, que el cronista de Salamanca, descendiendo por una sola vez desde su excelsitud hasta mi humildad, me hubiese preguntado privadamente las razones en que me apoyaba para asentar resueltamente que el Colegio del Arzobispo se había fundado e instituido en 1528 y no en 1521, como el señor Villar dice, tomándolo de sus antecesores los cronistas salmanticenses. 

A esa particular consulta habría yo contestado con sumo gusto, y así, sin mayor publicidad, hubiera quedado resuelto entrambos, el asunto y desvanecido el yerro del historiador y poeta. Pero el diablo las carga, y algún demonio inspiró sin duda al señor Villar y Macías que me anonadase con las citas de todos esos señores que escribieron sobre cosas de Salamanca; y heme aquí ahora, por obra y gracia del señor Villar, indispuesto con autores meritísimos y hasta indispuesto ¡cielos! con mi propia familia. ¡Habráse visto mayor desgracia! 

Y todo esto no es lo más malo: peor que todo es que en asuntos de esta naturaleza, yo, que para muchos soy bonachón y pacífico, me siento con bríos, cuando la razón me ayuda, para reñir batallas (en el buen sentido de la frase) no ya con el maestro Dávila, sino con el mismísimo preste Juan de las Indias; no solo con mi señor tío (q. g. h), sino con todos mis ascendientes y colaterales por ambas líneas. 

Redúcese la cuestión a lo siguiente: El señor Villar y Macías ha dicho en su Historia de Salamanca, página 298, hablando del señor don Alonso de Fonseca, lo que copio a la letra: "Su Colegio, vulgarmente conocido con el nombre del Arzobispo, lo fundó en 1521 bajo la advocación de Santiago Cebedeo, etc...” 

Y yo, incidentalmente, al reseñar las fiestas que se hicieron en Salamanca por "la libertad del servicio, he afirmado que "no más que en seis años se equivocó el señor Dorado y en siete el señor Villar y Macías al hablar de la fundación del Colegio de Santiago Cebedeo (vulgo del Arzobispo), pues la referida fundación no se verificó hasta 1528…”. 

Replícame el señor Villar, con pretensiones de rectificarme, citándome a Gil González Dávila, y al marqués de Alventos, y a don José María Cuadrado, y a don Modesto Falcón, y a don Fernando Araujo (!) y al señor Dorado, y a don Manuel Barco López, todos los cuales han dicho que el Colegio de referencia se fundó en 1521, menos Dorado que dice fue en 1522. 

Estos son los términos de la cuestión, sin quitar ni poner nada. 

Pues sí, señor Villar y Macías; yo, humilde, estoy en ese punto contra todos esos señores, pero ¡ah! cuento a mi lado a quien, por lo menos en la materia que se debate, tiene más, mucha más autoridad que todos ellos juntos y separados. ¡Como que es la única, la suprema autoridad; aquella que el señor Villar y Macías debió de consultar antes de escribir sobre lo referido, dejando a los Dávila y demás que copiaron a Dávila, si no en paz precisamente, para último, muy último caso! 

Tengo a mi lado, señor Villar y Macías, la autoridad del fundador del Colegio, del mismísimo señor don Alonso de Fonseca y Acebedo; y no así como se quiera, sino expresada aquella del modo más fehaciente que exigir pudiese el más descontento. Tengo copia auténtica de la carta fundacional del Colegio de Santiago Zebedeo, hecha por el Arzobispo de Toledo, ilustrísimo señor don Alonso de Fonseca. 

Figúrese, pues, el señor Villar lo que en este asunto me importarán a mí las opiniones, por lo demás muy respetables, de los Dávila, los Alventos, Cuadrado, Araujo, etc., etc. ¡Digo! a no ser que tenga la pretensión el señor Villar y Macías, que no debe tenerla, de hacerme creer que sus valedores saben más de la fundación del Colegio de Santiago que el mismo que nos trajo las gallinas, que el propio cosechero, que el fundador, en fin, (y en serio) de esa admirable casa, gloria y ornato de nuestra ilustre cuna Salamanca. 

El señor Fonseca dio, como daban todos los fundadores, una carta de fundación del Colegio de Santiago Zebedeo, carta que por cierto no he hallado en los apéndices de la historia del señor Villar, aunque de la falta haya podido consolarme leyendo El copo de oro y el Cancionero del Tormes. 

Y la carta de fundación del Colegio de Santiago Zebedeo, dice así: ALFONSUS DE FONSECA miseratione divina Archiepiscopus Toletanus (1) Hispaniarun primas, ac regnorum Castelle Archicancellarius. Universes presentes literas inspecturis salutem in eo, qui est vera salus. Admonei nos nonmodo christiana charitas, que cunctos publica obligatione complectitur sed Pontificia etiam dignitas, qua sumus in Eclesia Dei longe supramerita nostra insigni, ut mortalium commodis benigna sollicitudine consulamus, de que hominibus nostris studiamus, quo ad fieri possit benemerire.

Cogitantibus autem nobis, quanam ratione intantá humanarum necessitatum varietate potissimum assequeremur, ea profecto visa est longe comodissima, suis opem ferre conemur. 

El fundador sigue dando razones de alto orden moral que le mueven a fundar el Colegio; razones que no copio porque no son de esencia para este debate, y ocuparían demasiado. Después de tales razonamientos, intercala en su carta de fundación la Bula que le dio el Papa Clemente VII a este propósito, y luego dice lo siguiente, que es lo que más nos interesa y hace al caso: 

Hac igitur facultate feeti ad Dei omnipotentis, et Beatissime Virginis Matris laudem, et gloriam atque divi Apostoli Jacobi  Zebedei, inditi Hispaniarum patroni, cuius metropolitane Eclesie apud compostelam multis Annis, deo permitente, prefuimus: Reliquorumque celitum honorem, ac publicam Hispane reipublice utilitatem, Colegium scholarium salmantice apud cenobium divi Francisci, ubi studiosorum visorum numerus per Nos designandus, divine humane que sapientie studio vacares at que honestarum disciplinarum professio secundum statuta ordinationes que nostras vigere possit, inque eo sacellum cum ministris, qui ibidem sacris operantur, justa facultatem nobis per superiores literas concesam quo melius modo formaque possumus, autoritate apostolica tenore, presentium (quod foelix, faustumque sit) perpetuo erigimus et subtitulo ejusdem Sancti Jacobi Apostoli fundamus et instituimus ánobis propediem annuis censibus aliisque facultatibus et rebus necesariis dotandum: Statutisque et constitutíonibus eadem authoritate edendis, deo jubante instruendum … 

A continuación señala los primeros colegiales, y luego dice: Quos volumus dum huic numero alii de inceps acrescunt at que edibus ipsi, que in hunc usum construantur suprema manus imponitur, in eadem urbe, alicubi incommuni degere, atque colegii contubernium eficere. 

Quod si illos hoc vite institulum libenter ampleiti intelixerimus dabimus operam, ut et dotatio et constitutionum editio, aspirante divini numinis favore brevi consequantur inquorum fidem presentes literas. MANU NOSTRA SUBSCRIPTAS, SIGILLO nostro munitas, ac per nostrum secretarium, Notarium apostolicum signatas, fieri publicare jusimus. DATUM BURGIS DIE VIGÉSIMA TERCIA JANUARII, ANNO ANATIVITATE DOMINI MILLESIMO QUINGENTESIMO VIGESIMO OCTAVO: Pontificatus santissimi inchristo patris, et domini nostri D Clementis divina providentia papue septimi ANNO QUINTO (2); presentibus ibidem Reverendo inchristo D Gonzalo Maldonado episcopo civitatensí et Lupo Santii de Ulloa Archidiacono de Varacelli in eclesia Aurensi, et Simone Roderici decretarum licentato consiliario nostro, testibus rogatis. — A. Toletanus. 

Sigue y termina el documento con la certificación, in testimonium veritatis del notario apostólico Juan Vergara, canónigo de Toledo.

Y para que se entere el señor Villar y Macías, debo decirle que ese documento, del cual quedan transcritos los principales párrafos, pertenece a la preciosa colección que hizo el eruditísimo jesuíta Andrés Marco Burriel, en la exploración arqueológica que practicó por encargo del gobierno en 1750. 

Quedamos, pues, y por esta vez con cita por mi parte de "autor y documento fehaciente”, que el Colegio de Santiago Cebedeo (vulgo del Arzobispo) fue fundado e instituido en 23 de Enero de 1528, y que el señor Villar, como todos los que han afirmado que se fundó el año 1521, se han equivocado en siete años. 

Que es lo que yo había dicho, y lo que me proponía ahora demostrar.

Antes de acabar, permítanseme aún cuatro palabras tan solo, para desvanecer otro error del señor Villar y Macías. Dice en su Historia de Salamanca, página 297, que don Alonso de Fonseca fue elevado a la primada sede de Toledo en 1521.

Pues bien: tampoco eso es exacto. Y es que el señor Villar olvida, o no sabe, que si bien es cierto que murió el Arzobispo de Toledo don Guillermo Decroy en 1521 "estuvo vacante la dicha silla arzobispal tres años enteros, (3) y que hubo otro Arzobispo nombrado antes que Fonseca, don Rodrigo Ruiz de la Mota, quien no llegó a tomar posesión porque murió viniendo de Flandes con el Emperador en 1522 (4), y que don Alonso de Fonseca no comenzó a regir la sede primada hasta "VI calendas Maii anni 1524”. (5). 

(1) ¡Archiepiscopus Toletanus! Lo cual quiere decir que era Arzobispo de Toledo cuando dio esta carta; y en 1521 no era el señor Fonseca Arzobispo de Toledo, como dice nuestro cronista, incurriendo en otro error que le demostraré en este mismo artículo. 

(2) Clemente VII fue aclamado Papa el 1523, de modo que el año quinto de su pontificado no podía ser otro que el 1528. Más claro ¡ni agua! 

(3) Colección del P. Burriel. 

(4) Historia de Toledo, del doctor Tamayo de Vargas. 

(5) P. P. Toletanorum, de Lorenzana, tomo III, página 359 

Apunte, pues, el señor Villar este nuevo error suyo, para rectificarlo cuando llegue el caso.

Y no acabaría nunca, a dejar la pluma sin freno discurrir sobre materias, que tanto me enamoran. 

He entrado en esta polémica bien a pesar mío. Hablé de la "Libertad del servicio”, y publiqué el relato de las fiestas que en Salamanca con aquel motivo se hicieron, fiestas de que no habla el Sr. Villar, por aportar a nuestra historia, en uno de sus más felices sucesos datos inéditos que juzgaba y juzgo interesantes y curiosísimos.

Cuando se escribe la historia, preciso es hacerlo muy concienzudamente, y nunca a la ligera y por cumplir encargos más o menos aparatosos y lucrativos; ningún trabajo en el orden literario más delicado que aquel ni de mayores responsabilidades. Y hacer una historia de Salamanca atendiendo más a las geneologías que a los hechos; escribir sobre las Comunidades, por ejemplo, y no dar a luz documento importantísimo enviado en 1517 por Salamanca al César, y que fue como uno de los primeros vajidos de la insurrección castellana que había de estallar más tarde; hablar de Fonseca y no decir nada de las fiestas que por su alta y trascendente generosidad se hicieron; historiar el siglo XVII sin estudiar a fondo, relatándolos simplemente, los para nosotros más culminantes sucesos de aquella centuria, los motines de estudiantes, que fueron importantísimos y acaso decisivos coeficientes para la sentida decadencia de nuestra gloriosísima Escuela….

Bien permite todo esto repetir, aunque con otros motivos, la frase del señor Cánovas del Castillo: “No es así como se escribe la historia”.

Madrid. Junio 1891. Juan Barco.


Contestación de Villar y Macías el 17 de junio de 1891 

DOS PALABRAS

Dejemos aparte todo lo que de apasionado y personal contiene el artículo anterior del señor Barco, a quien no seguiremos en ese terreno; sin embargo, le disculpa el hábito diariamente contraído en las luchas de la prensa política, que necesariamente ha de influir en las discusiones literarias, aunque sean de tan escasa importancia como la presente, reducida a demostrar si una fundación tiene seis o siete años menos de antigüedad. En el artículo que publicamos el 10 del corriente, dijimos que el señor Barco afirmaba sin citar autor ni documento fehaciente; hoy salva esta omisión, y nos felicitamos por haber dado motivo a ello, pues no de otra suerte rectificaría el testimonio de los autores que entonces mencionamos y el de Llaguno, Cabeda y Lafuente, que recordamos ahora. Y vea como el mismo articulista ha concluido por darnos la razón, al publicar el documento que echábamos de menos. 

Dice el señor Barco, que debimos dirigirnos a él privadamente, y que en esa particular consulta, nos hubiera contestado con sumo gusto, y sin mayor publicidad, hubiera quedado resuelto entre ambos el asunto y desvanecido el yerro; no creemos que reportaría utilidad alguna esta investigación secreta; sin embargo, dispuestos estamos a admitir el consejo, aunque no sea más que por evitar apasionamientos impropios de estas discusiones literarias. 

M. VILLAR.


Contestación de Juan Barco el 20 de junio de 1891 

FIN DE UNA POLÉMICA

Muy a la ligera porque ocupaciones de otra índole me impiden hoy ser extenso, voy a contestar a las Dos palabras del señor Villar y Macías que inserta EL ADELANTO del miércoles último. 

Esta polémica, o como quiera llamarse, que hemos sostenido el señor Villar y yo, empezó por un artículo mío en que lejos de maltratar al señor Villar y Macías le adornaba con los calificativos de «ilustrado», «erudito” que él sin duda alguna merece.

Con toda suerte de consideraciones para el autor de la Historia de Salamanca, puse en evidencia un error en que aquel había incurrido al hablar de la fundación del colegio del Arzobispo y di a conocer un documento (el de las fiestas por La Libertad del servicio) del cual nada ha dicho en su Historia el señor Villar, siendo este motivo suficiente para que hablase después mi contrincante, harto desdeñosamente, de aquellas fiestas y de aquel documento.

Debió herir también al susceptible cronista de Salamanca que yo me metiese a enmendarle la plana en lo de la fecha de la fundación del colegio y dando entonces a este asunto interés excepcional (interés que ahora que ve la razón de mi parte quiere quitarle) me contestó en artículo que por lo impersonal resultaba para mí algo depresivo (pues si ataque hay dirigiéndose a las personas frente a frente, no resulta menos cuando se les habla por encima del hombro) me contestó, repito, echándome encima la autoridad de muchos padres graves, creyendo habíame cogido los dedos contra la puerta y sin comprender que en buena táctica de polémica es justo el reservar, para cuando plazca sacarlos a la luz, los principales argumentos.

Me citó desde el maestro Dávila hasta el señor Araujo; y burla burlando le he contestado con autoridad que echa por tierra la de todos esos señores. Así lo ha comprendido el señor Villar al no replicarme sobre ese punto; resultando de todo ello que tenía yo razón y que estaban equivocados Dávila y el marqués de Alventos y Cuadrado, y Falcón, y todos, en fin, incluso el señor Villar y Macías. 

Hay en el último artículo del señor Villar un concepto oscuro que conviéneme aclarar, aunque la ilustración de los lectores ya lo habrá hecho, para que las cosas queden en su punto. 

Refiérome al párrafo en que dice el señor Villar y Macias que yo «he concluido por darle la razón, al publicar el documento» o sea la carta de fundación del Colegio de Santiago.

Lo que quiere decir el señor Villar es que con la publicación de esa carta he demostrado que la razón estaba de mi parte. 

Y quiero que así conste para que nadie confunda las especies. 

Supongo yo que respecto de algún otro error que le demostraba al señor Villar, estará éste tan convencido como en lo de la fundación del Colegio de Fonseca. 

Y con esto y con retirar cuantos conceptos hayan podido mortificar al señor Villar, doy esta polémica por terminada. 

JUAN BARCO.


JUAN BARCO

D. Juan Barco en una imagen
publicada en "Una vuelta por
Salamanca" de D. Modesto Pérez

En sus comienzos ayuda a su padre en la joyería y relojería que posee en Salamanca, pero vienen malos tiempos para el negocio y se arruina. Con el tiempo narrará Juan Barco, con gracejo, su venida a menos y la anécdota de que pretendiendo trasladar relojes y joyas con nocturnidad, para no dar pábulo a murmuraciones provincianas, al llegar con los bultos a la Plaza del Liceo y salir los espectadores a las 12 de la noche del teatro, se ponen a sonar las alarmas de los despertadores, produciéndose el espectáculo que se pretendía ocultar. Autodidacta, se convierte en excelente periodista y experto en cuestiones financieras y económicas hasta el punto de dirigir en París, durante 10 años, un periódico sobre economía y hacienda.

Funda en Salamanca el 15 de marzo de 1898 el diario El Noticiero Salmantino, tras haber ejercido como  redactor de El Mundo en Madrid.

En la capital de España, junto a Claudio Frollo, seudónimo que utiliza el periodista Ernesto López Fernández, dirige España Futura, revista quincenal, aparecida el 1 de marzo de 1909 y dedicada a ciencia, industria, arte y política.





DETALLES DE LA IMPRESION DE LA “HISTORIA DE SALAMANCA”

La edición príncipe consta de 3 volúmenes con la siguiente paginación: Tomo I, 524; tomo II, 535 y tomo III, 468. Total 1.527 páginas.

En su portada: Salamanca – Imprenta de Francisco Núñez Izquierdo – Plazuela del Corrillo, 28 – 1887.


En julio de 1973 se comienza una reedición de la Historia de Salamanca, por parte de Gráficas Cervantes, que constará de 9 volúmenes.

Su cadencia es la siguiente: Tomo I, con 91 páginas, se termina el 24 de julio de 1973. Tomo II, con 201 páginas, el 7 de setiembre. Tomo III, con 184 páginas el 12 de febrero de 1974. Tomo IV, con 125 páginas, el 29 de abril. Tomo V, con 182 páginas, el 7 de setiembre. Tomo VI, con 288 páginas, el 7 de diciembre. Tomo VII, con 155 páginas, el 12 de febrero de 1975. Tomo VIII, con 188 páginas el 28 de agosto y tomo IX, con 227 páginas, el 10 de noviembre. En la contraportada: Talleres de Gráficas Cervantes de la Ronda de Sancti Spíritus de Salamanca.


Distintas ediciones de Graficesa de la Historia de Salamanca de Villar y Macías 1973-75 




SUICIDIO DE VILLAR Y MACIAS


El Criterio, de 27 de junio de 1891, publica lo siguiente:

EL SUCESO DE AYER. Con una celeridad extraordinaria cundió ayer por Salamanca, causando triste impresión en todos, la noticia de haber sido hallado el cadáver de D. Manuel Villar y Macías en las aguas del Tormes. A la una de la tarde no se hablaba de otro asunto en toda la población, y a las seis el extraordinario de El Adelanto satisfacía por un momento la curiosidad pública, dando a conocer los primeros detalles del suceso. La circunstancia de ser persona muy conocida en Salamanca el señor Villar, explica el sentimiento causado por su muerte y también los deseos de saber minuciosamente los pormenores de tan sensible desgracia.

Daremos a nuestros lectores cuantas noticias hemos adquirido. Serían las seis de la mañana cuando uno de los empleados de la fábrica del Sr. Mirat, notó un bulto en las arenas del centro del Tormes y en el sitio denominado el Cabildo frente a los lavaderos de la huerta de San Jerónimo. También observaron lo mismo algunas lavanderas, las cuales comunicaron el hecho a unos pescadores, invitándoles para que procurasen cerciorarse de si el objeto de su atención era o no el cadáver de un hombre. Los pescadores antes de hacer nada, creyeron prudente poner sus sospechas en conocimiento de la autoridad y en presencia de sus agentes, a las doce próximamente, entraron en el rio a nado, llegando hasta encontrar el bulto detenido en la arena. Grande debió ser su sorpresa viendo que era el cadáver de un hombre, decentemente vestido, con gabán negro y sombrero hongo flexible. Ordenada por los agentes de seguridad la traslación del cadáver a la orilla, fue ejecutada la penosa operación, dándose inmediatamente el oportuno parte a las autoridades gubernativa y judicial.

El cadáver se hallaba bastante desfigurado, estando teñido el rostro por el color del forro del sombrero. En la orilla se han encontrado las huellas, habiéndose comprobado por la medida exacta de sus pies. Constituido el juzgado a la margen del Tormes, fue reconocido el cadáver del infortunado cronista de Salamanca, D. Manuel Villar y Macías, habiéndosele encontrado en los bolsillos un pañuelo, sus anteojos y una llave. A continuación se verificó el levantamiento del cadáver, siendo trasladado a su domicilio de la calle de Toro, por auto del Juez. El Sr. Villar había manifestado en casa de su hermano don José, que pensaba ausentarse por unos días de esta ciudad y trasladarse a Portugal pues se encontraba enfermo de la cabeza. En efecto, parece ser que en la madrugada del jueves salió el Sr. Villar con dirección a la frontera portuguesa, pero se detuvo en la estación de Tejares, volviéndose a la ciudad por encontrarse indispuesto, según manifestó después él mismo en una confitería de la Plaza Mayor.

Por la tarde del mismo día, conversó con varios amigos, y desde aquella hora (las siete) no se le volvió a ver en parte alguna. El Sr. Villar no durmió en casa aquella noche, habiendo dejado sobre una mesa el reloj que usaba y una sortija. Uno de nuestros redactores conversó con el Sr. Villar el miércoles y en el curso de la conversación dijo el cronista de Salamanca a nuestro compañero que pensaba seriamente en el otro mundo y que más estaba en él que en éste.

En el deseo de averiguar la causa que impulsara al desgraciado señor a tomar la resolución que le privó de la vida, se han formado diversas hipótesis, siendo la opinión más corriente el suponer fuera una perturbación mental. Esto último parece hallarse apoyado en antecedentes de familia y el haberse hallado en otras ocasiones el Sr. Villar enfermo, trastornada su razón. No encontrándose tampoco motivo que pudiera explicar un arrebato, dada la metódica y pacífica vida del historiador de Salamanca, es rumor público si puede haber sido causa ocasional para adoptar tal resolución la reciente polémica sostenida en la prensa por el Sr. Villar con un periodista madrileño.

Nuestro carísimo compañero La Semana Católica añade a nuestras noticias las siguientes, y nosotros nos mostramos en un todo conformes con sus apreciaciones: «Ayer conmovió los ánimos en nuestra ciudad la noticia de la muerte de D. Manuel Villar y Macías, cronista de Salamanca. Pereció en el río, al cual dicen se arrojó desde la llamada Peña pobre. Referiremos algunos datos que se nos proporcionan en las oficinas eclesiásticas, toda vez que sirven mucho para juzgar que no se trata de un criminal suicidio, sino de una desgracia que debe atribuirse a la enajenación mental de dicho señor. Días pasados, creemos que el lunes, visitó a nuestro excelentísimo Prelado, con quien mantuvo larga conversación acerca de literatura e historia, haciéndose superior durante ella al profundo disgusto que decía le atormentaba de algún tiempo a esta parte.

Quejábase también de hallarse con una fuerte excitación nerviosa que le hacía temer por su cabeza, con tanto mayor motivo cuanto que en cierta época la tuvo trastornada y un su hermano había muerto demente. Los movimientos vacilantes del señor Villar, los cuales pudo apreciar bien el Sr. Obispo, confirmaban la descripción que aquél hacía de sí mismo. El Rvdmo. Prelado le alentó mucho, otorgándole consuelos y consejos, que él recibió con marcadas muestras de gratitud. Ha cumplido también este año con la iglesia; ha asistido a las prácticas religiosas y según se nos manifiesta, deja hecho testamento de 1886, ordenando que se le digan misas rezadas y no se haga aparato funerario, sino que modestamente se le lleve al Campo Santo. Dios, le haya perdonado y dé a su familia resignación para sobrellevar esta desgracia.»


El Adelanto de 28 de junio de 1891 publica el siguiente artículo de D. Ramón Barco, hermano de D. Juan Barco:

VILLAR Y MACIAS 


Alejado yo intencionada y reflexivamente desde hace algún tiempo de todo lo que con la vida pública y la publicidad periodística se relaciona, he aquí que un motivo tristísimo me fuerza a quebrantar hoy aquel mi propósito.

Necesito decir algo del suicidio del señor don Manuel Villar y Macías algo que personalmente me afecta, puesto que afecta a mi señor hermano don Juan con quien en espíritu me hallo identificado en absoluto hasta el punto de que todo cuanto yo diga aquí lo digo por él  y por él será certificado, proponiéndome solamente, al hacerlo yo por mi mano, ganar algunas horas en la publicación de estas líneas.

Los periódicos, al dar cuenta de la desgracia que aflige a la familia del señor Villar, a los amigos del señor Villar, y aun a Salamanca entera, por haber sido el señor Villar una de sus mayores ilustraciones contemporáneas, han indicado que una de las causas, sino la única la más inmediata de la funesta determinación de don Manuel, fue la impresión hondísima que le produjo la polémica, sostenida en los primeros días de este mes, con mi señor hermano, en las mismas columnas de este periódico y sobre un punto, o varios puntos, de nuestra historia salmantina. 

¡Calcúlese el pesar, el profundo pesar que semejante suposición, o comentario, o noticia, habrá producido en el ánimo de mi hermano, en el mío y en el de todos los nuestros, mal cerrado aún  de heridas causadas también por la muerte,


Imagen de D. Ramón Barco.
El Resumen, 19 de agosto de 1911

sabiendo como sabemos, puesto que no lo ignora nadie, lo poderosa y temible que es la maledicencia! ¡Cuántos - he pensado yo por mi cuenta, - cuántos que pasarían por alto, por enojosos e indigestos, los artículos de mi hermano y del señor Villar, ni hablarán ahora, sin conocimiento de causa, de la susodicha polémica, dándole mayores proporciones y alcances de los que tenía, y de los que sus mismos autores, uno de ellos al menos, les daban! ¡Cuánto se fantaseará, y cuánto (¿por qué callarlo?) cuánto se mentirá! . . .

Pues bien, yo debo decirlo, y decirlo alto y claro para que todo el mundo lo oiga y entienda: la polémica (muy breve, dos artículos por cada parte) sostenida entre mi hermano don Juan y el desgraciado don Manuel Villar y Macías (q. g. h.), fue una polémica razonada y culta, una polémica exclusivamente literaria, en que para nada entraba la personalidad  del señor Villar y Macías como hombre y como caballero; una polémica, en fin, bien distinta (y lo digo lamentándolo) de las que desde hace ya algún tiempo, todos los días vemos en nuestra prensa de la localidad. 


¿Cómo, sin otras poderosísimas concausas (perturbación mental, por ejemplo) atribuir la resolución desesperada y extrema del señor Villar a una polémica de esa naturaleza? ¿Acaso en su larga y provechosa vida literaria no habría entablado y sostenido el señor Villar polémicas de más empuje y de más altos vuelos, en las que unas veces saldría vencedor y otras resultaría vencido? ¿A dónde iríamos a parar si en lo sucesivo, y si la opinión, extraviándose se pronunciara en determinado sentido, fuera preciso abstenerse de dilucidar puntos históricos, de discutir temas literarios, de desvanecer yerros e inexactitudes o suplir deficiencias, en que autores, por lo demás muy eminentes y muy queridos, pueden incurrir en sus obras, por el temor de que el contrario, herido en su exagerado amor propio, pueda suicidarse? ¿Es esto cuerdo, ni racional siquiera?. . . 

Lamentemos todos el desgraciado y prematuro fin del señor Villar y Macías. Reconozcamos todos que en él ha perdido Salamanca uno de sus mejores hijos… pero, respetemos a la vez las misteriosas causas de su fatal determinación, que no es ciertamente a los hombres a quienes a estas horas toca distinguirlas y juzgarlas y, sobre todo, huyamos de exageraciones y de cuentos y chismes desprovistos de razón y de fundamento, que a nada habrían de conducir como no fuese a aumentar la tribulación de quien quizás, quizás, se halle al presente más atribulado que ninguno. 

Esto pido, y Dios sea con todos. 

RAMÓN BARCO. 

(Ramón Barco, hijo de un joyero, se dedicó a la literatura y abrió bufete de abogado en noviembre de 1899 en san Justo, 43. Le cupo el honor de leer la poesía El Ama, de Gabriel  Galán, premiada con la “flor natural” en los Juegos Florales celebrados el 15 de setiembre de 1901).


El Adelanto de 1 de julio de 1891 publica la siguiente carta de un sobrino Villar y Macías.

Sr. Director de EL ADELANTO. 

Muy señor mío: Espero de su amabilidad dé cabida en su ilustrado diario a las siguientes líneas que, aunque alejado por completo de las luchas periodísticas y mucho más en las circunstancias actuales en que se halla mi ánimo contristado por la pérdida del ser querido que fue para mí un verdadero padre desde el momento en que tuve la desgracia de perder al que me dio el ser, me veo precisado, no obstante, a dirigirle en contestación al artículo publicado por el señor don Ramón Barco en el número de EL ADELANTO correspondiente al domingo 28 de Junio. 

Para ello no he de discutir si los artículos de su señor hermano eran de polémica exclusivamente literaria o envolvían a la vez ataques personales, porque basta su lectura para apreciarlo; y sí únicamente concretarme a trasladar aquí la frase que en más de una ocasión oí repetir a mi desgraciado tío en los últimos días de su vida: “No es el resultado de la polémica lo que me afecta; lo que concluirá seguramente con mi vida y con mi razón, son los insultos que en ella se me han dirigido”. 

Con esto creo dar cumplida contestación al artículo del señor Barco; pero antes de concluir debo manifestarle, mi profundo reconocimiento por los elogios que en aquel prodiga a mi inolvidable tío (q. D. h.), así como también hacer constar que con estas líneas no me propongo mortificar a persona alguna, y sí solo el que la verdad quede en su lugar. 

Dándole, señor director, anticipadas gracias, se ofrece de usted atento s. s. q. b. s. m. 

CONSTANTINO VILLAR 


El Adelanto de 2 de julio de 1891 inserta el siguiente artículo del antiguo Director, Eduardo Muñoz, desde Madrid.

Sobre un triste suceso 

“En mi carta de ayer prometí a ustedes emitir mi humilde opinión acerca del desgraciado suceso que tanto sentimiento ha causado a los habitantes de esa capital. Me refiero al suicidio del que fue en vida ilustre cronista de Salamanca, don Manuel Villar y Macías. 

Al trazar estas líneas, debo comenzar manifestando que escribo bajo la dolorosa impresión que en mí ha producido la muerte del señor Villar, a quien siempre profesé extraordinario afecto, por haber tenido la suerte de que me honrara con su amistad en el último periodo de su existencia. 

Justo es, por lo tanto, que en lugar preferente de esta epístola exprese mi dolor por la muerte del señor Villar y Macías (q. s. g. h.), como débil y último tributo de consideración y de respeto hacia un hombre que fue digno de la estimación general por su gran talento, reconocida laboriosidad, desusada modestia y otras condiciones intelectuales y morales que granjearon al señor Villar la justa fama de caballero pundonoroso o intachable. 

Cumplido este deber, me considero obligado a discurrir sobre las causas que pudieron influir en su fatal determinación, por la circunstancia de que yo he sido el intermediario, por decirlo así, en una polémica reciente, sostenida por el erudito historiador con un periodista salmantino que reside en Madrid, a la que se atribuye marcada influencia en la funesta resolución adoptada por el señor Villar para poner fin a sus días. 

Reconozco y confieso que los periódicos de Salamanca, y lo mismo los de Madrid que se han ocupado de este triste acontecimiento, han desplegado suma prudencia y discreción para indicar a sus lectores las causas que indirectamente hubieran podido contribuir a que el ilustre autor de la Historia de Salamanca realizara sus malhadados propósitos. 

Pero como el rumor público agranda algunas veces las proporciones de los sucesos que por su delicadeza se relatan con plausible reserva, no creo falto de lógica recoger aquí las alusiones que se han dirigido en la polémica antes mencionada y publicar los antecedentes relativos a ella prescindiendo de la cautela, que al fin y al cabo no tiene razón de ser en estos momentos. 

El periodista a quien se alude por los periódicos de Salamanca y de Madrid, es mi buen amigo Juan Barco, y yo declaro que en la polémica que sostuvo con el señor Villar no hay ataque que pueda sublevar al ánimo de una persona que tenga tantos motivos para comprender el alcance de una discusión como los tenía don Manuel Villar. 

Hay más; si al correr de la pluma hubiera podido deslizarse algún concepto mortificante para el señor Villar y Macías, urge hacer constar que don Juan Barco se apresuró a rogar al entendido historiador que tuviese por retiradas todas las frases y palabras con que en su exquisita susceptibilidad se creyese molestado. 

En el último artículo de mi amigo Barco, dice éste, que, lejos de maltratar al señor Villar y Macías en sus anteriores artículos, le había adornado con los calificativos de ILUSTRADO y ERUDITO que él sin duda merecía. 

Y termina la polémica retirando cuantos conceptos hayan podido mortificar al señor Villar. 

Después de esto huelga toda apreciación que no esté encaminada a patentizar que en la referida polémica no puede quedar resentido ni humillado el ánimo más apocado y pusilánime, y mucho menos tratándose de una cuestión histórica, como en el caso presente, donde desaparece lo que en otras discusiones hay de personal, para dejar paso a los hechos y a los documentos fehacientes que los acreditan. 

Respetemos, pues, los móviles que determinaran al erudito historiador a tomar su sensible resolución y roguemos sea acogida su alma en estado de gracia”.

El Adelanto de 17 julio de 1891 publica un artículo del periodista Francisco Fernández  Villegas, (Zeda) aparecido días antes en La Epoca, referente a la Universidad de Salamanca y donde aprovecha para rendir homenaje póstumo al historiador Villar y Macías.

D. Francisco Fernández Villegas  "Zeda",
caricatura de Tovar en la portada de Cuento
Semanal de 6 de septiembre de 1907

“…. Elocuente prueba de este acendrado amor acaba de dar el que fue cronista de la ciudad, don Manuel Villar y Macías. El señor Villar había consagrado su vida al estudio de Salamanca, su patria. Cuando joven, había cantado en versos inspiradas sus monumentos, llorado sobre sus ruinas y festejado los sotos y alamedas que bordan las riberas del Tormes. A Salamanca consagró él sus vigilias y sus afanes. Durante veinte años, día por día, recopiló datos, buscó documentos, compulsó fechas, descifró olvidados pergaminos y tradujo borrosas inscripciones, todo con el objeto de ilustrar la historia de su ciudad natal. 

Cuando acometió la empresa de escribir la Historia de Salamanca, tenía en su poder un verdadero tesoro de riquezas arqueológicas. Tras largos afanes logró dar cima a su libro, que fue la obra de su vida.  Mirábase en él el historiador como, se mira el padre en las pupilas de su hijo. Sin esposa, ni otros amores que el amor hacia su obra, en ella vinieron a concentrarse todas las fuerzas del alma del escritor. Nunca se ha rendido en un libro mayor culto a la verdad histórica; nadie tampoco ha tenido idea más alta del sacerdocio de la historia que Villar y Macías. Puede decirse que su amor a la verdad era un verdadero fanatismo. Este amor constante, robustecido por una labor de veinte años, no desviada por ninguno de los estímulos que hacen amable la vida, acabó por convertirse en preocupación morbosa. La preocupación se trocó en obsesión, y la obsesión en perturbación mental.

Recientemente, los amigos del señor Villar y Macías notaron en él profundo abatimiento. Dícese que este estado de espíritu reconocía por origen cierta polémica de escasa importancia, en la cual se le había demostrado un error de fecha, error insignificante que no quitaba al libro del señor Macías ni la más leve parte de su reconocido mérito. Claro es que semejante nonada no hubiera hecho mella en una razón completamente sana. ¿Qué historia no tiene algún error? Mas, sea de ello lo que fuere, es lo cierto que el señor Macías, en frecuentes conversaciones, manifestó pocos días antes de su fatal

resolución, el profundo desaliento que sentía ante el temor a todas luces infundado, de que una vez conocido un error de su historia, se llegase a dudar de la veracidad de los datos que él con tanto trabajo había computado y con tanta escrupulosidad admitido.

Estas dolorosas preocupaciones llegaron de tal modo a posesionarse del espíritu del historiador, que una noche, después de vagar por las calles de Salamanca, desolado el corazón y angustiado el pensamiento, encaminóse a la ribera del rio, aquella ribera cantada por él en plácidas anacreónticas. 

A poco más de medio kilómetro de la ciudad, hay en el Tormes un paraje llamado «la hondura del Cabildo». Peñas enormes forman por aquella parte el cauce del río. A lo más alto de ellas trepó el suicida. ¿Qué ideas combatieron su alma en aquellos tremendos instantes? Acaso, al ver temblar en los cristales de la corriente las cúpulas y torres de la ciudad amada, vinieron a la memoria del historiador los esfuerzos realizados para enaltecerla y sus prolijos trabajos para dotarla de un monumento imperecedero; y al considerar equivocado, pero para él de una manera cierta, que aquel monumento se venía al suelo y que todo su trabajo se había perdido y su gloria deshecho, sintió sin duda la agonía infinita que experimentamos cuando vemos caer entre la chacota de la multitud el ideal largamente perseguido y con halagos inefables acariciado. Nadie le vio precipitarse en la hondura siniestra. Cuando al día siguiente fue hallado su cadáver en una de las ¡sletas del río, Salamanca entera lloró la muerte de su historiador. Para algunos, esta muerte tiene mucho de significativo, ella, dicen, ha venido a sellar la historia ya definitivamente terminada de la Atenas española. ZEDA.



FRANCISCO NUÑEZ IZQUIERDO Y “EL ADELANTO”

Coro Núñez-Varadé Ramos, biznieta del impresor afirma, en 2011, que: “Por ello no es de extrañar que Francisco Núñez instalara, en la década de los ochenta, unos talleres tipográficos en Salamanca, sobre un  solar que adquiere en Ramos del Manzano, en lo que había sido el Monasterio de Santa Rita. Allí comenzó a editarse, en 1883, El Adelanto, primero con periodicidad semanal y luego diaria. El primer número de este periódico vio la luz el 22 de julio de 1883”.

En otro párrafo dice que: “Hasta comprar el negocio de la calle Rúa, Francisco Núñez Izquierdo imprime en sus talleres de la calle Ramos del Manzano, antiguo convento de Santa Rita (para que los lectores se sitúen, estaba enfrente del actual Colegio de las Siervas de San José en la calle Marquesa de Almarza). Allí se imprimieron los precedentes periodísticos de El Adelanto, como la Revista del Círculo Agrícola Salmantino en 1872 o El Eco Salmantino”.

Enrique de Sena, que fue director de El Adelanto desde 1970 hasta 1985, también refiere que en el breve relato de su vida en cuartillas que hace Francisco Núñez, escribe: “Me establecí como impresor el año 1875, muy modestamente, en un local reducido situado donde hoy se hallan los talleres de El Adelanto en Ramos del Manzano”

No podemos estar de acuerdo con tales afirmaciones si seguimos la cronología de los hechos que se suceden y que pasamos a detallar.


D. Francisco Núñez Izquierdo (1851-
1931) en el cuaderno número 8 del
Museo del Comercio de Salamanca


En los salones del café Suizo, en 1883, nace la idea de la creación del semanario, luego diario salmantino El Adelanto, siendo su promotor y propietario don Francisco Núñez y bajo la dirección del abogado bejarano Eduardo Muñoz García. El Suizo se convierte en la sala de redacción, donde pergeñan sus crónicas los colaboradores: el conocido bohemio salmantino Arsenio González de la Huebra,  Fernando Fernández de Córdoba, Jacinto Hidalgo, José González de Castro Crotontilo, Felipe Uribarri, Lanuza o Enrique Hernández Gutiérrez, quienes diariamente introducen las galeradas en un sobre que llevará rápidamente el botones del Suizo a la imprenta de Jacinto Hidalgo en la calle de la Rúa, 12.

El Adelanto, nacido como semanario el 22 de julio de 1883 y convertido en diario en agosto de 1884, deja de publicarse el 9 de noviembre de 1884 y no reaparecerá hasta el 1 de agosto de 1887.

Francisco Núñez Izquierdo tiene establecida su imprenta en la plazuela del Corrillo 28 y tal domicilio figura en la impresión de varias publicaciones periódicas: 

Cuando La Revista del Círculo Agrícola Salmantino, que había nacido en junio de 1873, cierra el 31 de diciembre de 1881, para fundirse con La Liga de los Contribuyentes, se venía imprimiendo en los talleres de plazuela del Corrillo, 28 y continúa a partir del 3 de enero de 1882. El Correo Médico Castellano y el Boletín del Colegio de San Rafael, se imprimen en 1884. Desde el 3 de enero de 1886, La Tradición. El Incensario, desde el 4 de diciembre de 1887. La Acacia, a partir  del 10 de febrero de 1888. La Cámara Agrícola, desde el 6 de noviembre de 1890 y El Magisterio Salmantino, desde 1898.

El Fomento, hasta el 2 de abril de 1883 se imprime en los talleres de la Imprenta de Núñez, de Corrillo 28 y a partir del día 6 lo hace en los de la Imprenta y litografía de Hidalgo, antes Cerezo.

La edición príncipe de la Historia de Salamanca de Villar y  Macías en 1887, se hace en los talleres de la plazuela del Corrillo, 28.  

El Adelanto, desde su reaparición el 1 de agosto de 1887, hasta el 2 de enero de 1889 se imprime en la imprenta de Jacinto Hidalgo, Rúa 12, y vuelve a ser su Director Eduardo Muñoz García y a él se ha de dirigir la correspondencia literaria en Zamora, 63 y la correspondencia administrativa, anuncios y reclamaciones a J. Hidalgo.

En 1891 ha cambiado de Director haciéndose cargo el que siempre ha sido primer redactor Arsenio González de la Huebra, por lo que la correspondencia literaria se ha de dirigir a Rúa 41 y el resto a Corrillo, 28, lo que indica que no existe ya relación empresarial con Jacinto Hidalgo y que se ha hecho cargo Francisco Núñez a partir de esa fecha. Aunque no se indique la imprenta como domicilio sabemos por lo antedicho que tenía sus talleres de impresión en la plazuela del Corrillo, 28.

El 25 de abril de 1891 ya se encuentra el Director en Ramos del Manzano, 42, por lo que se supone que es en estas fechas cuando los talleres también se encuentran funcionando en los nuevos locales, pero no en 1883, cuando aparece el primer número. 


BIOGRAFIA DE FRANCISCO NUÑEZ IZQUIERDO

Nace en Adalías (entre Tordesillas y Benavente) el 9 de enero de 1851 y llega a Peñaranda siendo muy niño, cuando su padre es nombrado médico titular. Dada la afición que muestra por las artes gráficas en la pequeña imprenta que ha montado su padre para la confección de facturas, libros de contabilidad y correspondencia le envía a Valladolid a los famosos talleres de Gráficas Santaren. 

Tras el aprendizaje y de vuelta a Peñaranda opta por irse a Salamanca, donde estudia Derecho y con la ayuda paterna adquiere un destartalado almacén que había en el solar que antaño fuera el convento de Santa Rita y aprovecha una nave para convertirla en taller de Artes Gráficas. Contrae matrimonio con Camila Alegría.

Se enorgullece, en un pequeño relato de su vida que hace una vez retirado, el 19 de setiembre de 1928, con 77 años, de haber ayudado a que se declararan oficiales las Facultades de Medicina y Ciencias de la Universidad salmantina. De haber sido concejal por espacio de 13 años. Presidente de la Cámara de Comercio, otros tantos. Consejero de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad durante 30 años. Empresario, con otras personas, de los teatros Liceo y del Hospital (luego Bretón). De haber establecido en 1878 la primera empresa de pompas fúnebres, (que ya en 29 de noviembre de 1879 es propiedad de Mariano Rodríguez, apodado “Cabecita”, que también es músico y fabricante y vendedor de baúles mundos, baúles de secreto, maletas, cajas y muestrarios para viajantes y en 1897 abre en la Plaza Mayor, 15, una confitería. Se da una situación paradójica pues hasta setiembre de 1901 se anuncian conjuntamente la imprenta y librería de Núñez en Rúa 25, Corrillo 28 y taller en Ramos del Manzano, 42 y las pompas fúnebres en Corrillo, 28). De ser dueño del café Suizo con José Santos, José Laca y Claudio Ramos a partir de 1885. Del Hotel Comercio adquirido en 2 de octubre de 1891 hasta que cierra el 23 de abril de 1932 al venderlo al Estado sus herederos y desde este hotel  haber protagonizado la construcción de la plaza de Toros de La Glorieta. Del Hotel Términus, en 1914, que traspasa a sus empleados al poco tiempo, para acabar en manos de su hijo político Carlos Llaudaró Feliú. De haber adquirido el 16 de setiembre de 1900, por traspaso, la acreditada librería de don Vicente Oliva, en la calle de la Rúa.

Fallece en Salamanca el día 11 de diciembre de 1931, tras larga enfermedad, en su domicilio de la plazuela del Corrillo 28. 




Bibliografía

Periódicos de la época: El Fomento, El Criterio, El Progreso, La Semana Católica, El Adelanto.

Cuadernos del Museo del Comercio:

Número 8.  Don Francisco Núñez Izquierdo y la Imprenta y Librería de Núñez, Rúa Mayor, 13. Coro Núñez-Varadé Ramos.

Número 15. Tres cafés antiguos. Salamanca a principios del siglo XX. José María Hernández Pérez.

Boletín de la Real Academia de la Historia. Crítica de don Vicente de la Fuente.

Publicaciones periódicas salmantinas. 1793 – 1936.- Varios autores. 

Prensa y vida cotidiana en Salamanca. (Siglo XIX).- Jesús María García García. 

Salamanca Revista de Estudios. Número 33/34. Manuel Villar y Macías. Dolores de la Calle Velasco y Francisco Núñez Izquierdo. Enrique de Sena. 

Una vuelta por Salamanca.- Modesto Pérez.

Salmantinos ilustres.- Mariano de Santiago Cividanes.