A mediados de los años 60, la fisonomía de Salamanca estaba cambiando. Los grandes bloques de edificios sustituían con rapidez, e incluso precipitación, a las viejas construcciones. La necesidad de viviendas ante el acelerado crecimiento de la población, que aumentó en 34.722 almas en el decenio 1960-1970, fue la principal causa de crecimiento en altura de los edificios. El paseo de Torres Villarroel presentaba este aspecto a finales de los 60 y todavía se podían observar algunas de las casas que en los años 20 habían conformado el ensanche de la ciudad. Estas construcciones se erigieron sobre los solares que antes había ocupado la fábrica de harinas Santa Elena (1909) y aún antes el convento de los Mínimos, tras el fielato de la Puerta de Zamora, junto la ronda de Labradores (calle Valencia). Aún hoy permanece en pie una de aquellas casas, la del nº 22 (1925) de Torres Villarroel, donde se encuentra la farmacia, que luce con orgullo su curiosa arcada-balcón ante las moles que la rodean.
Pero lo que hoy nos llama más la atención, e incluso nos resulta inconcebible, es la tremenda tranquilidad con la que los peatones de hace 50 años caminaban por la calzada.
facebook 7 de enero 2015