El templete o kiosco de música de la Plaza Mayor (1893-1930)


Templete: pequeño templo.

Kiosco: pabellón, vocablo proveniente del turco.


Los templetes o kioscos de música son elementos de mobiliario urbano que estuvieron muy de moda a fines del siglo XIX y principios del XX. Comenzó su auge con la Revolución Francesa y la caída del antiguo Régimen cuando se consideró que la música podía ser un medio idóneo para transmitir las nuevas ideas. De alguna manera se “democratizó” la música, haciendo partícipe de ella a todas las clases sociales, sacándola desde los teatros, salones y palacios a las calles, plazas y jardines. La potencia sonora de las bandas de viento militares y la portabilidad de sus instrumentos, pensados para los desfiles y los campos de batalla, las convirtió en las agrupaciones musicales ideales para el exterior y los templetes o kioscos de música sus escenarios callejeros por excelencia ya que proporcionaron un lugar elevado que permitía la visibilidad y la sonoridad adecuada, amén del aislamiento necesario del espectador. Pronto existieron bandas musicales civiles que heredaron el uso de uniforme como recuerdo de sus orígenes militares.

Aunque de forma diversa que partía de ser una simple elevación o basa, un templete estaba formado por regla general por una plataforma elevada, entre las que predominaba la forma octogonal (ochavo), un cuerpo central sin paredes en el que unas ligeras columnas, generalmente también ocho, sostenían una cubierta que protegía de las inclemencias del tiempo a los músicos. Esta cubierta, normalmente de madera por razones sonoras, adaptaba su forma a la estética del espacio circundante, aunque por lo general no se le dotaba de gran altura. Los materiales de construcción variaban según fueran templetes permanentes o provisionales, siendo estos últimos esencialmente de madera y los primeros de piedra, aligerándose con el paso del tiempo con nuevos materiales constructivos como el hierro, material con el que se vivió la época dorada de los templetes a partir de mediados del siglo XIX. Ni que decir tiene que los templetes se utilizaron para diversas actividades además de la música en mítines políticos, representaciones teatrales, púlpitos, etc., todo aquello que requería un lugar elevado desde el que dirigirse a un público. E incluso, al quedar abandonados, llegaron a ejercer como puntos de venta y otras actividades comerciales desde donde nos ha llegado la otra acepción de la palabra kiosco.
Fue costumbre ilustrada, y muy arraigada en el siglo XIX, la de los paseos. Una distracción en la que, cuando el tiempo lo permitía, se confundían todas las clases sociales y que era normalmente amenizada dos veces por semana, generalmente jueves y domingos, por una banda de música. En Salamanca, a pesar de los intentos de los distintos corregidores de adecentar los alrededores de la ciudad para tal fin, de ahí los paseos de Carmelitas, del Rollo, de Ronda (Canalejas), etc., los salmantinos siempre prefirieron el paseo circular de la Plaza Mayor. Parecía, pues, el lugar adecuado para instalar un templete y cada temporada de verano y Ferias se construía uno provisional de madera que vestido de percalina, adornado de banderitas, gallardetes y guirnaldas e iluminado con farolillos y gas acetileno (iluminación veneciana que luego evolucionó a las bombillas eléctricas) resultaba del agrado de la época y de tono festivo.
Aunque insistentemente se solicitó durante años la construcción de un templete per¡manente, que en aquel tiempo hubiera supuesto un gran prestigio para la ciudad, Salamanca no dispuso de uno hasta 1893. A pesar de la precariedad económica del Ayuntamiento salmantino de la época y a la existencia de empresas de fundición, generalmente francesas, que a “vuelta de correo” enviaban un templete adaptado al gusto, las medidas y la capacidad económica del comprador, el municipio prefirió promover una obra original. El templete o kiosco de música de hierro fundido fue diseñado por el arquitecto D. Pedro Vidal y construido por la empresa de D. Anselmo Pérez Moneo. La sociedad Moneo, hijo y Cía. tardó 40 días en realizar el trabajo y tenerlo instalado en el centro de la Plaza Mayor, colocado sobre la fuente de 1875 que despectivamente era conocida por “el manojo” por el adorno metálico de su centro. Se inauguró el 8 de septiembre con un concierto de la banda del Protectorado de Industriales Jóvenes.
El templete era de tipología clásica con plataforma poligonal de ocho lados soportada por nueve pilares de hierro, uno central; con un cuerpo central con ocho columnillas y barandillas decoradas y con cubierta de ocho aguas con detalles decorativos y en su cúspide una linterna octogonal rematada en una veleta en forma de lira. El templete fue alabado por la prensa como uno de los mejores del país, era un momento de éxito para la empresa de Moneo que celebró la inauguración del templete y la construcción del puerto de Vigo con un banquete íntimo en el café de las Cuatro Estaciones. A Salamanca tampoco le fue mal en 1893, fue inaugurada la plaza de toros de la Glorieta y el monumento a Colón en la plaza de los Menores (Colón), las fiestas inundaban de portugueses y extremeños las calles, el tiempo era bueno y la cosecha había sido excelente.

Tras la reforma de los jardines y la llegada de la luz eléctrica al parque de La Alamedilla, el Ayuntamiento, a inicios de 1898, pretendió construir en él un templete de piedra y madera. Sin embargo la siempre escasa capacidad económica del Consistorio hizo que, a sugerencia de la Comisión de Obras, se cambiara el proyecto por el de trasladar del templete de la Plaza Mayor a La Alamedilla y emplear el dinero ahorrado en la construcción en una fuente monumental en el centro de la Plaza Mayor.
No fue del general agrado la idea del traslado y se inició la que, tal vez, sea la más intensa polémica ocurrida en Salamanca. La porfía dividió a la población en dos bandos con un tema que, por banal, no deja de extrañar dadas las penosas circunstancias que vivía el país en el año 98. Ambas partes esgrimieron toda clase de argumentos, no carentes de demagogia. Discusiones higienistas sobre la sanidad de ambos lugares; controversias sobre la cuestión social al considerarse una expulsión del centro de la ciudad de las clases sociales menos favorecidas o incluso al revés; debates sobre el ostracismo de una postura frente a la modernidad de la otra, divergencias insalvables sobre temas artísticos, estéticos y culturales; y, cómo no, se discutió acaloradamente sobre las razones económicas del emplazamiento.
Fuese una cuestión seria o una simple evasión frente a los graves problemas que afrontaba la sociedad, el templete comenzó a desmontarse el 5 de agosto de 1898, solo faltaban unos días para la finalización de la Guerra de Cuba y confirmarse el Desastre del 98. Solo una fotografía de D. Luis González de la Huebra, tomada mientras se desmontaba el templete en 1898, constituye, al menos que sepamos, todo el testimonio gráfico del templete entre 1893 y 1898.


En La Alamedilla, el templete se montó sobre una construcción en mampostería que podía ser utilizada como almacén de elementos de jardinería. El 2 de septiembre de 1898 terminó su instalación y se programó la inauguración para el domingo día 4 con un concierto de la banda del Protectorado. Sin embargo, el acto fue suspendido por no haber sido recibida la obra tal como exigía la normativa. La inauguración en el parque finalmente se realizó el día 12 de septiembre de 1898.


Ferroprusiato de una fotografía del templete en la Alamedilla 1898-1906

No terminaron con el traslado las disputas dialécticas sobre el templete, los contrarios al traslado agregaron nuevos argumentos tales como las dificultades para celebrar conciertos por hacerlo a ras de suelo y estar la banda sometida a la presión de los espectadores, estos, además, habían perdido visibilidad y sonoridad. Para la Ferias de 1900 se decidió colocar un templete de madera que se retiraría cada temporada. Las protestas arreciaron por parte un sector crítico, al parecer por no cumplir el artefacto los requisitos mínimos para su función. Se le dieron toda clase de calificativos como “patíbulo”, debido a que la viga central asemejaba a un garrote vil durante su construcción, “pajarera”, “jaula de canarios”, etc. En 1901 fue sustituido por otro templete, al que se le añadieron los nuevos calificativos de “verruga de la Plaza” o “kiosco de don Ramón”, refiriéndose a D. Ramón Fernández Robles, “el sastrín”, hombre elegante, simpático y de agradable trato, sastre de profesión con tienda en la Plaza Mayor en la acera de Correos (Petrineros), concejal republicano y presidente de la comisión de festejos del Ayuntamiento en esta época, cargo siempre difícil en nuestra ciudad, fue la voz que propuso en sesión del Ayuntamiento el traslado del templete a la Alamedilla siendo vilipendiado y elogiado por ello.


Templete provisional de madera instalado hacia la acera de Correos. La Plaza Mayor está
engalanada para la fiesta del Coso Blanco celebrada el 16 de septiembre de 1902. Fragmento
de una fotografía estereoscópica de Aurelio Paz dos Reis, Centro Portugués de Fotografía

En 1902 y 1903, fue montado el mismo templete aunque sensiblemente ampliado y decorado. En 1904 el templete cambió su posición al ser montado frente al pabellón de San Fernando, mientras que en los años anteriores lo había estado frente al pabellón de Correos.


El templete provisional de madera instalado hacia el pabellón de
San Fernando. Tarjeta postal de Viuda de Calón

No cesaron las críticas a la “canariera” durante estos años, fundamentalmente por parte de la prensa, con el diario El Adelanto a la cabeza, más aún comprobando el deterioro que, por la inactividad y el abandono, estaba sufriendo el templete de hierro en el paseo de La Alamedilla. Poco a poco el respaldo de los concejales del Ayuntamiento a la postura de devolver el templete a su primitiva ubicación iba siendo mayor y finalmente en julio de 1906 se aprobó el retorno. La falta del dinero para el traslado (presupuesto de unas 1.000 pts. de entonces) demoró el proyecto. Tras la eliminación de la fuente “el manojo”, instalada en el centro de la Plaza Mayor desde 1875, comenzó la traslación del templete el día 2 de septiembre. Quedó listo el 8 de septiembre, dispuesto para participar en las Ferias de 1906. De inmediato comenzó el desguace del templete provisional, que ya acusaba graves muestras de deterioro. ¡Durante un breve periodo de tiempo la Plaza Mayor dispuso de dos templetes!

Postal de la colección Guillén de Valladolid hacia 1910

Tras unos años de tranquilidad empezaron las quejas sobre la presencia del templete de hierro en la Plaza Mayor. En 1917 el Sr Vázquez de Parga en sesión del municipio aboga por su desaparición al no encontrarlo a la altura del entorno barroco de la Plaza Mayor. Poco a poco se van sumando otras voces que además de solicitar la desaparición del templete, piden la supresión de los jardines, entre ellas la de D. Miguel de Unamuno. La prensa, también ahora con El Adelanto en primer lugar, cambia de bando solicitando imperiosamente su desaparición.
A pesar de ello, el templete sobrevivió a las grandes reformas realizadas en el pavimento y los jardines de la Plaza Mayor durante los años veinte, sometiéndolo solamente al cerramiento de sus bajos con faldones.  


Músicos en el templete.
Cándido Ansede, hacia 1929
En 1928, una vez decidida la desaparición del “indignante armatoste”, quedaba por resolver el destino del vetusto kiosco, ¿traslado o enajenación?, además había que replantear la iluminación central de la Plaza Mayor, ya que en el templete se apoyaban cables eléctricos y lámparas, pero el problema más acuciante era resolver la financiación del plan con una economía tan débil como la del Consistorio salmantino. Los debates para determinar el destino del “férreo armadijo” y el elemento que  le sustituirá se suceden una y otra vez en la sesiones del Ayuntamiento. La demora, a pesar del acuerdo general en la retirada, origina constantes quejas de la prensa que no ve la hora de dejar libre el centro de la Plaza Mayor. De nuevo coinciden en el tiempo el traslado del templete y una grave crisis económica y social. Una crisis que acabó provocando el establecimiento de la Segunda República.

Finalmente, el 11 de septiembre de 1930 se convocó un concurso de enajenación del templete. Solo se presentó una oferta de 5.000 pts. ofrecida por D. Guillermo Prieto de Benavente. Oferta que tuvo que ser rechazada y declarado el concurso desierto al no haberse presentado resguardo de la obligatoria fianza. Aún sin venta, el 25 de septiembre de 1930 comenzó el desmontaje del templete y el 20 de octubre se decidió el destino del templete, sería trasladado, de nuevo, a La Alamedilla. Era el fin de una época.


Nada ocupó su espacio en el centro de la plaza, ni fuente monumental, ni estatua conmemorativa, nada. La iluminación se resolvió aumentando la altura y la potencia de las farolas situadas en los ángulos. Los viejos problemas de las bandas musicales al interpretar a ras de suelo volvieron a aparecer y para solucionarlos el 9 de julio de 1931 se colocó una plataforma provisional de madera de forma octogonal que los elevaba ligeramente del suelo y supuestamente actuaba de caja de resonancia, la estrenó la banda del Regimiento de infantería nº 26. Al final del concierto y a petición del público se interpretó el himno de Riego y la Marsellesa, eran ya tiempos de la Segunda República. La plataforma no duró mucho tiempo y terminó por interpretarse  en la Plaza Mayor a nivel del suelo o en escenarios provisionales montados al efecto.

La plataforma para los músicos
Fotografía de Almató. Archivo Mas. c.1934




El templete acabó instalado en la parte central del parque de La Alamedilla. Para su financiación se montó sobre una construcción de ladrillo que sería dedicada a bar y se adjudicaría por concesión, iniciando una tradición que continuó con las distintas edificaciones en las que, hasta hoy, estuvo el bar del parque. El bar-templete estuvo listo en la primavera de 1932 y permaneció allí hasta la reforma del parque de 1963. El parque reformado siguió disponiendo de un auditorio o templete, esta vez de hormigón con forma de concha o caparazón, también situado en su plaza central, aunque no en su centro, que acabó igualmente desapareciendo en la reforma del parque efectuada en 1993, anterior a la última finalizada en abril de 2015.






El templete en el parque de la Alamedilla en sus últimos tiempos, año 1963.




© C.H. 2016 rev. 14/11/16


Fuentes: 
Prensa salmantina de la época 1850-1932
La Plaza Mayor de Salamanca. Conrad Kent. Junta de Castilla y León, Ayuntamiento de Salamanca, 1998
La Plaza Mayor de Salamanca. Alfonso Rodríguez Gutierrez de Ceballos. Centro de Estudios Salmantinos, 2ª Ed. (correg. y aument.), 1991
La Plaza Mayor de Salamanca, 3 vols. Estella Goytre, Alberto (Director). Caja Duero, Salamanca,2005.
Moneo Hijo y Cía: la modernización de la imagen urbana de Salamanca a finales del siglo XIX. Joaquín Bérchez. Ayuntamiento de Salamanca, 2005
Urbanismo de Salamanca en el Siglo XIX. Enrique García Catalán. Ediciones Universidad de Salamanca. Colección Vitor, 2015