-Tallas de la Ciudad de Salamanca-
Índice:
CRUCIFICADOS
Siglo XI
001 CRISTO DE LAS BATALLAS
002 CRISTO DEL CID
002 CRISTO DEL CID Museo Diocesano |
Se trata de un pequeño Crucifijo denominado Cristo pequeño del Cid por llevarlo el Campeador sobre su pecho, bajo la armadura, cuando entraba en combate y que hoy puede admirarse en el Museo Diocesano en una vitrina junto a otra que existe con los recuerdos que se denominan documentos cidianos. El Cristo del que hablamos es bizantino y renegrido, del siglo XI, de bronce dorado, no macizo, de 17.5 cm de altura por 14 cm de ancho, de medio centímetro de espesor, con esmaltes de Limoges, de los Cristos denominados Maiestas Domini por llevar sobre la testa corona real (en este caso enorme), siguiendo los dictados en el arte de lo que afirmaba San Juan Crisóstomo: "Lo contemplo crucificado y lo llamo Rey". Es de los de cuatro clavos, brazos largos, rígidos y delgadísimos, horizontales a distinta altura, lo que hace flexionar el tronco en forma extraña a la verticalidad bizantina, manos abiertas con los dedos juntos y extendidos y suppedaneum bajo los pies divergentes, lo que le da rigidez a las piernas paralelas y hace que parezca sujeto a la Cruz y no colgado, cabeza inclinada hacia el hombro derecho, con las facciones contraídas, ojos redondos y abiertos significando su victoria sobre la muerte, barba rala y plana y toquilla que le cubre la oculta melena, labra tosca de torso alabeado y vientre abultado y enorme paño de pureza, que le cubre desde las caderas hasta casi los pies, con franja adornada -como cinturón- y esmaltado en blanco y azul, con caídos pliegues verticales, rígidos y geométricos, que se van abriendo hacia las rodillas, (un poco flexionadas en forma anormal para la época bizantina) y con nudo en el centro. La Cruz plana y tosca es de madera, con algún atisbo de carcoma, de época posterior y presenta un tono verdoso en su pintura, debido al material metálico de la construcción del Cristo, que con el paso del tiempo y de la herrumbre ha ido sedimentando en ella tal color. Lleva enorme cartela apergaminada asimétrica, con voluta en su extremo izquierdo sin que apenas se lea la inscripción infamante, suponiéndose de época más tardía. El Cristo debió pertenecer en tiempos "a una cruz procesional del siglo XIII, de obra de Limoges, como la del Museo de Chartres y otra del de León, por ejemplo, cuyos crucifijos son absolutamente iguales a éste"¹, por lo que no parece verosímil la teoría de que procediera del Cid Campeador. Hasta el siglo pasado se veneraba junto con el Cristo de las Batallas, sujeto por un pequeño fleje a la parte posterior de éste y saliendo hacia su izquierda, como si fuera su pequeña sombra. Por tradición se da a besar esta imagen a los Reyes cuando hacen su entrada en la Catedral. El estilo es similar al del Cristo de las Batallas aunque su procedencia no sea la misma pues llega a Salamanca como regalo del arzobispo de Valencia don Martín López de Hontiveros, según el padre Alfonso Rodríguez G. de Ceballos² en 1655 y en 1647 según Juan José Andrés Matías³ y Daniel Sánchez y Sánchez⁴. Ambas fechas pudieran no ajustarse a la realidad si tenemos en cuenta que don Martín López de Hontiveros no llegó al arzobispado de Valencia hasta 1658, según indica don Manuel Villar y Macías⁵. 1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. pg. 214. 2.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. pg. 34. 3.- Juan José Andrés Matías, Semana Santa en Salamanca. Historia de una tradición. Salamanca, 1986. pg. 115. 4.- Daniel Sánchez y Sánchez, La Catedral Nueva de Salamanca. Salamanca, 1993. pg. 206. 5.- Manuel Villar y Macías, Historia de Salamanca. (9 volúmenes). Salamanca, 1887. Reimpresión de 1973. Tomo VII. pg, 129. |
Siglo XII
003 CRUCIFICADO SALMANTINO
003 CRUCIFICADO SALMANTINO Museo Arqueológico Nacional |
El rostro presenta la frente y la nariz casi en idéntico plano vertical, enormes orejas, nariz chata de reducidas aletas y distanciada de la boca por bigote apenas dibujado, cejas arqueadas, grandes párpados de pequeños ojos que miran hacia la derecha y abajo, frente despejada con el inicio del cabello sin apenas dibujo pegado al cráneo, recortado en forma de solideo y con caída hacia atrás y en ligeros mechones sobre la parte alta de los hombros, clara y corta barba con mechones regulares de talla basta y vertical demasiado geométrica. Carece de corona de espinas, aunque por la forma de capacete del cabello, cabe la suposición de que tuviera corona en tiempos pero de las del tipo majestad. Brazos horizontales pero con ángulo en la articulación del codo, redondeados, sin apenas forma, manos grandes con las palmas abiertas y los dedos juntos y paralelos al travesaño de la Cruz. La unión al pecho se efectúa con una figura arqueada en las axilas, muy poco natural. Tórax plano de anatomía esquemática con costillas que se vislumbran sólo en el costado y que desaparecen cercenadas por el plano de la espalda, llaga en el costado sin apenas huella sanguinolenta, piernas juntas y gruesas, talladas en una sola pieza, rodillas finas y gruesas pantorrillas, pies paralelos de grandes dedos y basta talla, apoyados en tosco supedáneo y atravesados por un clavo cada uno. El paño suprafemoral parecido al del Cristo de los Carboneros en cuanto a dimensiones y plegaduras, si bien está dispuesto en dos órdenes distintos: el superior con anudamiento central plano y ancho y dos caídas laterales al doblarse hacia abajo el paño sobre la cinta de sujeción y el inferior con elevación del pliegue en el centro y otras dos caídas externas en pliegues menudos, paralelos y verticales como los anteriores, que rematan por abajo en orla curvilínea en buena imitación de fina tela. La Cruz, de madera negra, que carece de cartela, es plana y de poca anchura y está dotada de un gran brazo travesero dada la extraordinaria longitud de los brazos del Cristo, siendo también largo el cabecero. Se encuentra el Cristo presidiendo hoy la sala XXXII del Museo Arqueológico Nacional, situado sobre un enorme bastidor rectangular negro que cuelga del techo y lleva el número de inventario 60.540. Se dice en su placa identificativa que el origen es probablemente Oña, lo que no concuerda con las afirmaciones de Walter Willian Spencer Coock y José Gudiol Ricart. Anteriormente se encontraba en la sala XXXI². Acompañan al Cristo, también colocados sobre sendos bastidores negros colgados del techo, pero con absoluta independencia entre sí, una Virgen y un San Juan, de tamaño reducido. La Virgen, de madera, bellamente policromada y colocada a la izquierda, pertenece a un Calvario sintético de estilo gótico de tradición románica del siglo XIII y procede de la iglesia de Valderrey en Zamora. Lleva el número 57.316 de Inventario. La imagen estilizada y ligeramente escorada hacia su derecha la cabeza y tronco, presenta bello rostro de reducida frente, cejas muy perfiladas, grandes ojos con la mirada hacia la izquierda y arriba, cuello estirado, manos juntas sobre el pecho en actitud orante. La toca, sobre la cabeza, tiene pliegues monjiles y le cae sobre los hombros. El manto rojo, con dorada orla, pegado al cuerpo con finos pliegues verticales, va recogido sobre los brazos para caer a ambos lados de ellos. La túnica de reducido escote redondo, en color azul verdoso, también ceñida y con pliegues verticales. San Juan, de similares características a la Virgen y de la misma procedencia lleva el número 57.318 de Inventario. Presenta rostro redondeado y lampiño, largo cuello, ojos enormes de arqueadas cejas, con la mirada hacia abajo, melena en forma de bucles cilíndricos, convergentes hacia el occipital, finos labios, mano derecha apoyada en la mejilla y la otra recogiendo el manto y a la vez portando un pergamino enrollado. Lleva los pies descalzos. Túnica roja de amplio escote redondo y manto azul con orla dorada y pliegues verticales en ambas prendas. Los dibujos del estofado de las dos imágenes son grandes y semejan tréboles de cuatro hojas con cuadrados en el centro. Debajo del Cristo y totalmente independiente, como las figuras de la Virgen y de San Juan, existe un pequeño frontal de altar que lleva el número 60.606 de Inventario. Es también gótico de tradición románica con el Pantocrátor dentro de la mandorla mística, rodeada de los símbolos de los Evangelistas: toro, águila, león y mancebo y en los laterales, en dos filas bajo arcos apuntados, los Apóstoles. Es de madera policromada del siglo XIII y de la escuela leonesa. 1.- Walter Willian Spencer Coock y José Gudiol Ricart, Pintura e imaginería románicas. ARS HISPANIAE. Madrid, 1980. Volumen VI. pg. 335. 2.- Ministerio de Cultura, Museo Arqueológico Nacional. Madrid, 1985. pg. 51. |
004 CRISTO DE LOS CARBONEROS
004 CRISTO DE LOS CARBONEROS Iglesia de San Cristóbal |
|
||||||||
En el muro de la epístola, junto a la entrada de la parroquia de Sancti-Spíritus, se halla un impresionante Cristo románico, del siglo XII, conocido como Cristo de los Carboneros, que se encontraba en la vecina parroquia de San Cristobal, declarada en ruina total e inminente hacia 1911 y que había sido erigida por la Orden del Hospital de Jerusalem en 1145, en el territorio de los toreses, (que llegaron capitaneados por el conde don Martín Fernández) por lo que puede afirmarse que el Cristo recibió culto en esta iglesia, románica, desde su fundación. Es citada ya en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca y con fecha 28 de julio de 1983 declarada Monumento histórico artístico. Al ser algo posterior, se trata de una copia más fina que el Cristo de la Zarza que recibe culto en la parroquia de San Juan de Barbalos, iglesia fundada por la misma Orden de Caballería hacia 1150, antes de que el papa Inocencio VII los incorporara a la Orden del Santo Sepulcro, en el territorio concedido a los castellanos, para la repoblación de Salamanca. Desconocemos el porqué del nombre de Cristo de los Carboneros, aunque cabe suponer que se lo darían cuando, en el siglo XVII, las cofradías de los diversos oficios artesanales comenzaron a sacar procesionalmente las imágenes de sus santos patronos. Sin embargo el gremio de carboneros no es citado por Gil González Davila, cuando relaciona hasta veintiuna cofradías diversas y detalla su adscripción a parroquias, iglesias, ermitas o conventos. Es un Cristo en madera pintada, con el dorso plano, con más de un repinte, de 1,92 metros de altura, de los denominados Cristos Majestad o Maiestas Domini por llevar corona real, -aunque haya desaparecido para acomodarle en tiempos una peluca, con lo que hoy es solamente un capacete-, de solemne hieratismo en su estricta frontalidad. El brazo transversal de la Cruz es potenzado, el cabecero cortísimo carece de cartela con el rótulo ofensivo y la cabeza, siguiendo los cánones del románico, es de tamaño reducido en comparación con el resto del estilizado cuerpo; cara afilada, de fina y larga nariz y facciones musulmanas, barba corta, fina y de perfecta simetría tallada someramente, ojos de párpados entornados con la mirada hacia abajo, sufrimiento expresado sin extremismos. Larga cabellera que cae en mechones simétricos sobre los hombros dejando al descubierto ambas orejas, brazos tendiendo a un incipiente naturalismo, muy horizontales, como consecuencia de apoyarse el Cristo en el reposapies, que ha desaparecido, pero que se intuye bajo los pies paralelos con ligera divergencia, piernas juntas sin alardes anatómicos, al igual que los brazos, con dos clavos en los pies, siguiendo las indicaciones de San Cipriano, San Gregorio de Tours o Benedicto XIV y las manos abiertas con los dedos estirados, pegados y sin flexionar. No presenta ni heridas ni escoriaciones, el pecho modelado con costillas paralelas esquemáticas en número de siete y alguna más bajo la garganta, pero sin salirse de la rigidez plana de los Cristos románicos, epigastrio con figura de arco muy abierto que en su parte superior corta una curva del esternón, lleva amplia llaga en el costado con ancha huella de sangre oscura que desciende hasta el borde del ceñido y amplio perizonium desde las caderas hasta las rodillas, con abundantes pliegues de rítmicas líneas geométricas y caídas verticales poco airosas, pliegues en los entrepaños y anudado al centro con ancha cinta decorada en rojo, cíngulo que cuelga en complicado nudo, tras desaparecer en los laterales al volver hacia abajo los bordes superiores del paño. Tiene la talla de las costillas y el paño de pureza un total parecido con el que cubre la desnudez del Cristo de Cabrera, que se venera en Las Veguillas y su comarca, (también de la misma época), imagen a la que sirven con dedicación las Carmelitas Descalzas del Cristo Crucificado. Al declararse en ruina la iglesia de San Cristóbal, donde alcanzó a verlo don Manuel Gómez-Moreno en 1901¹, pasó el Cristo a las dependencias del Museo Provincial y de allí fue trasladado a la iglesia de Sancti-Spíritus, donde es situado por Camón Aznar en 1932, en la sacristía del artístico coro2 y donde todavía continuaba en 1959 según don Antonio García Boiza³, habiendo sido colocado en la posición actual en los primeros años de la década de los sesenta, pues se aprecia su existencia sobre el muro en una fotografía del año 1965⁴. No obstante Rafael Santos Torroella⁵ todavía lo sitúa en 1976 en la sacristía del coro y en la fotografía que acompaña se aprecia la cabeza muy deteriorada, como de haberle fijado peluca de cabellos naturales, que luego se ha retirado de forma violenta, a pelluzgones, dejando la parte superior en estado desastroso. También se observan tales deterioros en otra fotografía de 1954⁶. Redactado ya este capítulo la imagen del Cristo se ha devuelto a la iglesia de San Cristóbal, para recibir culto en ella, al abrirse de nuevo tras la restauración efectuada, aunque no ha recibido el rango de parroquia que tuvo hasta el arreglo parroquial de 1867. 1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. pg. 173. 2.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. pg. 92. 3.- Antonio García Boiza, Salamanca monumental. Madrid, 1959. pg. 93. 4.- Martín Sánchez Ruipérez, Salamanca. Libro fotográfico. Salamanca, 1965. foto 133. 5.- Rafael Santos Torroella, Salamanca. Barcelona, 1967. pg. 31. 6.- Rufino Aguirre Ibánez, Salamanca. Arte y espíritu de la ciudad y su provincia. Salamanca, 1954. foto 75. |
005 CRISTO DE LA ZARZA
005 CRISTO DE LA ZARZA Parroquia de San Juan de Barbalos
|
El Cristo de la Zarza se encuentra hoy situado sobre el muro de la entrada, por los pies, de la iglesia de San Juan de Barbalos, nombre que le viene del pueblo de Barbalos, del partido de Sequeros, perteneciente a un mayorazgo que fue de la Orden militar del Hospital de Jerusalem, fundadora de esta iglesia, que pese a su antigüedad no es citada en el Fuero de Salamanca. Se erigió en los tiempos del obispo Berengario y siendo gobernador el conde don Ponce de Cabrera. Está situada la iglesia en el territorio de los castellanos, que vinieron a Salamanca al mando del conde don Vela de Aragón. Fue declarada Monumento histórico artístico con fecha 13 de julio de 1983 y en el arreglo parroquial de 1867 dejó de ser parroquia exenta para pasar a someterse a jurisdicción ordinaria en calidad de parroquia no exenta, de patronato particular, con derecho de presentación. Hay quien afirma que no es Barbalos sino Barbados, por barbudos, que "eran unos hombres que no salían de la iglesia por no ir a la cárcel y permanecían allí tanto tiempo que les crecía la barba"¹. Se acogían al derecho de asilo del que disfrutaba la iglesia. El Cristo, según la tradición, fue descubierto por los caballeros jerosolimitanos, cuando se disponían a construir los cimientos de la iglesia, bajo una zarza medio enterrada, de donde le vendría el nombre. Se trata de un enorme Crucifijo, de los denominados Maiestas Domini, en madera de nogal, de tonos claros y mates, de 1,97 metros de altura, de estilo románico del siglo XII, de impresionante aspecto y formas desproporcionadas, tosco y rudimentario en su hieratismo, todo el cuerpo en un solo plano con pectorales poco dibujados y en trapecio hacia las axilas y costillas sin ningún alarde anatómico. Llaga del costado poco señalada y con pequeños borbotones de sangre, de cabeza grande y alargada, rostro anguloso y feo con los ojos pequeños abiertos y la mirada hacia el cielo, nariz recta y alargada, boca entreabierta, barba espesa de mechones retorcidos recortada simétricamente y cabellera larga que se desparrama sobre los hombros en mechones también simétricos, que dejan ver las orejas, cuello cilíndrico y todo El sin sombra de congoja ni dolores.
En lo alto de la cabeza se dibuja un cerco que atestigua la existencia en su día de una corona real. Hombros y axilas mal talladas, brazos cortos y horizontales, con los dedos de las manos pegados y abiertos, sin flexionar, dos clavos en los pies poco detallados y paralelos, apoyados en el suppedaneum que mantiene el cuerpo en mayestática rigidez a través de unas cortas piernas y gran paño femoral, pegado al cuerpo, de pintada tela dura, que llega hasta las rodillas desde más abajo de las caderas, con dos órdenes de sencillos y geométricos lineales pliegues verticales, anudado al centro con rebuscado lazo hacia arriba. Según Gómez-Moreno: "en su tiempo debió parecer, no obstante, obra maestra, según lo cuidadosamente que se halla recubierto con un lienzo encolado muy fino, aparejado encima con yeso, pintado, y dorados la cruz y el sudario"². La talla hoy no presenta rastros de las sangrantes pinturas que en su día tuvo repartidas por todo el cuerpo. La Cruz no es la original, que era de gajos, perdida en el siglo pasado cuando el Cristo, muy repintado, fue arrumbado en las dependencias parroquiales y luego en el Museo Provincial, donde todavía se encontraba en 1956. Es plana y ancha, con ménsula para descanso de los pies, de brazos poco acordes con la época del Crucifijo pues, en lugar de presentar patas o potenzas en los extremos, acaban éstos en adorno de curva y contracurva y con estrechamiento final. Carece de la cartela que por mofa colocaron sobre la Cruz los judíos al tiempo de crucificar a Jesús. Sobre este Cristo de la Zarza escribe Luciano González Egido en su libro, Salamanca, la gran metáfora de Unamuno: "Un Cristo que se ganó las simpatías de Unamuno por su desamparo y por su triste destino, con el que seguramente se identificaría, con el dolor de las premoniciones trágicas y la agudeza de la lucidez igualmente dolorosa: 'Había en la iglesia de San Juan de Barbalos de la ciudad de Salamanca, en que escribo, un viejo crucifijo románico, de casi tamaño natural, largo tiempo hace retirado del culto. Hoy está en el Museo Provincial, pero yo lo conocí en un desván o trastero del claustro de dicho antiguo templo. Hallábase desclavado y con los pies rotos. Su expresión, hierática. Es de madera recubierta de tela y pintada... Cuando lo descubrí, hace ya años, tramé conversación con el sacristán de cómo se encontraba el Cristo en tal sitio y tal estado. Y hubo de decirme que, resuelto el párroco a retirarlo del culto porque ya, lejos de excitar devoción y reverencia, provocaba, por su fealdad, risa... El pobre Cristo de San Juan de Barbalos, desterrado de su templo a un museo'. Pobre Cristo románico, Cristo hasta en su inutilidad conmovedora, sin cruz propia, humano en su abandono de telas pintadas y muñones dramáticos, sacado de la oscuridad por Unamuno, para no merecer ni siquiera un verso suyo"³. En el preámbulo de un libro de Fernando Chueca pone en boca de don Manuel Gómez-Moreno las siguientes palabras, pronunciadas en 1901: "una tarde leían en cierta plazoleta de las afueras la poesía de Gabriel y Galán "El Cristu Benditu"; los elogios eran extremados, y al propósito les hablé del crucifijo románico que había sacado de un gallinero en San Juan de Barbalos; fueron a verlo y de ello resultó otra poesía de Unamuno en él inspirada"⁴. (Las personas a que se refiere eran el citado Unamuno, don Luis Maldonado y los hermanos Rodríguez Pinilla, Cándido, el poeta ciego de Ledesma e Hipólito, catedrático de Hidrología médica en la Universidad y la poesía tal vez sea el relato anterior). El Cristo de San Juan de Barbalos alcanzaron todavía a verlo en el Museo Provincial, Camón Aznar en 1932 y Cirlot en 1956⁵. Para Julián Álvarez Villar, en 1994, el Cristo de la Zarza se encuentra situado en el altar⁶, cosa que no se ajusta a la realidad pues se trata de otro Cristo que luego se describirá. No hay constancia de la fecha en que se creó en esta iglesia la Cofradía del Cristo de la Zarza, que se trasladó luego a la parroquia de Santo Tomé y que en ella se extinguió a finales del pasado siglo, teniendo en ella también su sede la Cofradía de las Animas. 1.- Tomás Prieto, Salamanca, la ciudad de oro. Historia, monumentos, leyendas y tradiciones. Madrid, 1970. Pg. 25. 2.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 176. 3.- Luciano González Egido, Salamanca, la gran metáfora de Unamuno. Salamanca, 1983. Pg. 112. 4.- Fernando Chueca Goitia, La Catedral Nueva de Salamanca. Salamanca, 1951. Pg. IX. 5.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 106 y Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 160. 6.- Julián Álvarez Villar, Conocer Salamanca. León, 1994. Pg. 59. |
Siglo XIII
006 CRISTO DE JERUSALEM
006 CRISTO DE JERUSALEM Ermita desaparecida en el Camino Viejo de Villamayor |
Refiriéndose a la puerta de Villamayor dice Bernardo Dorado: "Por ser camino à una Aldèa cercana de esta Ciudad llamada Villamayor recibiò el nombre esta puerta; tiene à pocos pasos al mui Religioso Convento de Monjas Carmelitas Descalzas, y à su frente à la antiquisima Hermita de el Santisimo Christo intitulado de Jerusalem, desde donde la devoción de este Pueblo empieza los sagrados pasos de la Via-Crucis hasta acabàr tan santo y devoto egercicio en el penitente, y austèro Convento de el Calvario, de Padres Descalzos de San Francisco de la Provincia de San Pablo"1 . El lugar en donde se encontraba situada la ermita de referencia era una pequeña parte de lo que hoy constituye el Hospital de la Santísima Trinidad y "los sagrados pasos de la Vía-Crucis" se dirigían a través del camino que, atravesando las entonces tierras de labor, entroncaba con el llamado camino del Calvario, que había partido del lateral izquierdo del convento de los padres Bernardos, frente a la actual calle del Espejo. La ermita del Cristo de Jerusalem fue fundada por los caballeros de la militar Orden del Hospital o de San Juan de Jerusalem2 y quedó bajo la jurisdicción del prior de San Juan de Barbalos. Desapareció en 1899 cuando se iniciaron las obras del citado Hospital de la Santísima Trinidad, que se inauguró el 14 de agosto de 1904. Ya existía la ermita en 1220, pues consta que, a la fundación de las
Dueñas de Santa María (Claras), Urraca, -su fundadora y abadesa- dio permiso a
dos hermanas que le pidieron licencia para ir a Jerusalem. Pensó la superiora
se tratara de cumplir algún voto en la ermita del Santo Cristo de Jerusalem, que existía, como hemos visto, frente a
la puerta de Villamayor y tardaron muchísimo en volver, con asombro de la
abadesa y del resto del beaterio, cuando se encontraron con que venían de la
auténtica ciudad de Jerusalem, tras visitar en la de Asís a Santa Clara. Desconocemos las carácterísticas del Cristo pero cabe la intuición de que sería románico por la fecha de fundación de la ermita y porque sus fundadores, los caballeros de la Orden del Hospital de Jerusalem nos han dejado como muestras los Cristos de la Zarza, en la parroquia de San Juan de Barbalos, fundada por ellos hacia 1150, en el territorio de los castellanos y de los Carboneros, en la de San Cristóbal, también fundada por esta Orden en 1145, en territorio de los toreses. Dado el carácter hospitalario de la Orden es de suponer que junto a la ermita existiera un hospital, para atención de los peregrinos que se dirigieran a Guadalupe o a Santiago, al igual que el que habían creado en el Arrabal, conocido como Hospital de Santa María de Rocamador, también del siglo XII. La Orden militar de los Hospitalarios o caballeros de San Juan de
Jerusalem fue la primera de las comunidades guerreras de caballeros monjes que
se crearon para salvaguardar los Santos
Lugares, con motivo de la primera Cruzada.
Su fundador fue San Gerardo Tenque, en los primeros años del siglo XII y, como
se puede apreciar, a los pocos años ya se encontraban en Salamanca, luciendo
su hábito negro en el que destacaba la cruz blanca, pero llevando debajo la
armadura de guerreros. Los dos templos mencionados coinciden en haber tenido, hasta el pasado siglo, un púlpito a su puerta con la inscripción de: "Aquí predicó San Vicente Ferrer" y en que fueron lugar de asilo para emparedados y emparedadas en la edad media, como nos dice Gil González Dávila: "Las emparedadas se pasaron [desde S. Juan el Blanco] a la iglesia de S. Juan de Barbalos, con otras que había en aquella misma Iglesia" y dice más adelante: "y mando a cuatro Emparedadas de S. Juan de Barbalos" [cinco maravedis].3
1.- Bernardo Dorado, Compendio histórico de la ciudad de Salamanca. Su antigüedad, la de su
Santa Iglesia, su fundación y grandezas que la ilustran.
Salamanca, 1985 - Edición facsímil de la de 1.776. págs. 34 y 35. 2.- Gil González Dávila, Theatro eclesiástico de la iglesia y ciudad de Salamanca. Vidas de sus
obispos y cosas memorables de su obispado. Salamanca,
1618. Pg. 10. 3.- Gil González Dávila, Historia de las Antigüedades de Salamanca. Vida de sus obispos.
Salamanca 1606. Pg. 330. |
007 CRISTO DEL PAPELÓN
007 CRISTO DEL PAPELÓN Monasterio de las MM. Agustinas |
|
||||||
En el cuerpo central las columnas extremas han sido sustituidas por estípites alargadas adornadas en la mitad inferior del fuste con ramajeados verticales, cartelas con adornos de serafines en la parte media y enanas pilastras acanaladas con coronación de capiteles dóricos y de nuevo estípites recubiertas de adornados motivos florales. El tablero central lo constituyen pilastras adornadas con motivos florales simétricos, rematadas por varias impostas lisas y con adornos geométricos. El ático lo conforma una hornacina rococó con abundante adorno de hojarasca en los laterales y en el copete de la coronación sobre las recargadas molduras curvas. El fondo del cuerpo y del ático es un tablero tallado con bajorrelieves de caprichosos adornos fitomorfos, que constituyen la hornacina del Cristo. Gómez-Moreno cita este Crucificado como: "Crucifijo del siglo XIII, bueno y bien conservado; tamaño natural"1. Presenta el Cristo cuerpo alargado con figura muy retorcida, de gran patetismo, con las caderas arqueadas hacia delante y muy distorsionado hacia la derecha, como expresión de sufrimiento; predominan las líneas curvas, cabeza pequeña inerte, más que caída hacia el hombro derecho, sin que se aprecie en ella corona de espinas, (aunque a principios de siglo la tuviera), cara redondeada de expresión serena, ojos cerrados de redondeadas cejas finas, nariz grande y reducida barba de trazado geométrico, melena abundante, de pelo lacio y sin gracia, caída hacia atrás, dejando que se vea la oreja izquierda. Brazos no muy horizontales, ni rígidos, doblados hacia el codo, con las manos abiertas y los dedos juntos, pierna derecha sobre la izquierda con el pie derecho clavado en postura forzadísima en su retorcimiento de rotación externa, presentando solamente tres clavos siguiendo las indicaciones de San Anselmo. Es el Cristo salmantino más antiguo que presenta la característica de tres clavos en lugar de los cuatro que corresponden a la época románica. Torso hundido y plano, con pronunciadas costillas de suave modelado, así como son también pronunciadas las venas y músculos de piernas y brazos, asimétricos por la forzada postura. La zona epigástrica en arco descentrado y muy abierto. El paño de pudor enorme, le cubre hasta las rodillas, cayendo más por detrás, con pliegues sencillos rígidos, lineales y de poca gracia, con nudo al frente, sin que se aprecie el cordón por estar vuelta la tela en la parte superior. Se forma un pliegue vertical en cada una de las piernas, dejando otro más grande en el centro. Se asemeja en su disposición al Cristo
gótico de la Catedral Vieja, hoy en la capilla de Santa Catalina, pero éste no presenta figura tan distorsionada, aunque los brazos estén más horizontales. La Cruz es de madera oscurecida, plana y de brazos anchos, siendo el cabecero muy corto al igual que el resto, posiblemente para ajustarlo al espacio disponible en el retablo. La tablilla o titulus, con el rótulo sentenciador, es de forma romboidal apergaminada con volutas en los extremos y ocupando todo el cabecero. Desconocemos su procedencia pues las Agustinas llegan a este
monasterio en 1636. Pudiera haber recibido culto en el Hospital de San
Bernardino, cuya portada se conservó al edificar el convento sobre el solar
que ocupara este hospital, erigido en 1382 o bien en la ermita de San Roque,
abogado contra la peste, que fue el primer lugar en que se establecieron las
Agustinas a su llegada a la ciudad. Es denominado Santo Cristo del Papelón en la fotografía que publica "La Basílica Teresiana" como ilustración del artículo que sobre la V. M. Inés Francisca, escribió el padre agustino Pedro Abella "Cristo de quien tantos favores y mercedes recibió, como ella misma lo refiere en su vida"2. También lo denomina así Antonio García Boiza cuando dice: "Para ir al archivo había que pasar por el Capítulo que llaman también De profundis, pequeña pieza que preside un Cristo muy antiguo, que lleva el extraño título del Papelón, que es donde entierran a las religiosas"3 . Se desconoce el origen del nombre del Cristo pues no encaja su talla en madera con la que en siglos
posteriores se efectuaba porque, la mayoría de las imágenes, se confeccionaban
con cartón, paño de lino con la tela encolada y papelón.
1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 297 y Ángela Madruga del Real, Las Agustinas de Monterrey. Salamanca,
1983. Pg. 135. 2.- La
Basílica Teresiana. Publicación mensual. Salamanca, 1923. Pg. 41. 3.- Antonio García Boiza, Medallones salmantinos. Salamanca, 1924. pg. 92 y Una fundación de Monterrey. La Iglesia y el Convento de MM. Agustinas de Salamanca. Salamanca, 1945. Pg. 31. |
008 CRUCIFIJO
008 CRUCIFIJO Monasterio de las MM. Clarisas |
La pequeña ermita a la que se retiraron en 1220 una venerable señora de la nobleza salmantina, llamada doña Urraca, junto con algunas devotas compañeras para vivir en comunidad, se encontraba situada entre la iglesia de San Román y la muralla, bajo la advocación de Santa María y luego se conoció como de los Milagros. Construida por la Comunidad una nueva iglesia en 1238, se consagró el templo en 1250. Era de estilo gótico, destacando las ventanas y las puertas de la iglesia con arco apuntado, enmarcado por alfiz. Un incendio ocurrido en 1413 fue causa de la pérdida de la mayor parte
del estilo gótico que atesoraban monasterio e iglesia, pues solamente se
salvaron los muros maestros, según se afirma, lo que no parece del todo cierto
como se verá más adelante. Se reconstruyó de nuevo a comienzos del siglo XVI y se dotó a la iglesia y al coro con bóveda de estilo mudéjar con armadura central de par y nudillo, con arrocabe, tirantes y faldones y adornos de cenefas, florones, figuras y escudos reales de Castilla y León, conjunto que quedó tapado con la falsa bóveda barroca de yeso y ladrillo en la reconstrucción efectuada en el siglo XVIII. Bernardo Dorado, en 1776, dice: "La ampliación de este antiguo Religioso Convento, siendo uno de los esplendidos de la Provincia, se ejecutó en nuestros tiempos, mejorando su Iglesia con lucidas bobedas, y excelentes Retablos de primorosa talla, y escultura, dorados à toda costa y primor, como tambien el Convento en sus Claustros interiores, y demás oficinas, resultando ser oy uno de los magestuosos de este Pueblo".1 En las paredes del coro bajo, rehecho en 1747, y seguramente abovedado de ladrillo y enlucido de yeso por Andrés García de Quiñones, han aparecido en el año 1976, despues de dos siglos de ocultamiento, una colección de 20 medallones de excelente talla y factura y un valioso conjunto de cerca de 140 metros cuadrados de frescos murales del medievo, en dos franjas superpuestas, a modo de grandes tapices con historias de la vida de Santos, de Cristo y de la Virgen, que databan de los siglos XIV y XV, de estilo románico de transición. Son muestra de lo que debió ser el antiguo monasterio, como lo acreditan también los restos de pintura al fresco con motivos geométricos de sabor mudéjar. |
||||||
| ||||||
Don Luis Garrido y don Ángel Pisón nos dicen, a propósito de este Crucificado: "Un gran crucifijo con un Cristo trabajado en madera a finales del siglo XIII o principios del XIV. Presenta un estilo de transición entre el románico y el gótico, tal como se advierte en la románica estaticidad horizontal de sus brazos y manos, perfectamente combinada con las notas goticistas que ofrecen su cabeza, ligeramente inclinada, y sus pies, montados y cogidos con un solo clavo".4 Colocado sobre una ventana de arco escarzano, que da vista a la iglesia, este Cristo presenta las siguientes características: Cabeza pequeña y alargada, con inclinación hacia la derecha que obliga a presentar el cuello forzado y curvo en el lado izquierdo, ojos cerrados, nariz pequeña, barba poco rizada y triangular, melena oscura poco ondulada y no muy abundante, que cae pegada a la cabeza en delgadas guedejas sobre los hombros, corona de espinas tallada toscamente. Tórax poco abombado de costillas mal dibujadas y contrahecha anatomía
por la cadera izquierda que se desplaza, arco del epigastrio muy abierto y
señalados pectorales, pequeña llaga poco pronunciada y sin apenas sangre,
brazos muy horizontales, largos y finos sin venas ni músculos, manos abiertas
con ligera flexión hacia los clavos, piernas poco musculosas y labra tosca, la
izquierda ligeramente curvada para apoyar el talón en el larguero y sobre ella
la derecha con la rodilla adelantada y con el pie en torsión lateral exterior
lo que le hace adoptar una extraña figura. Todo el cuerpo presenta colorido oscuro tostado que le da un aspecto tétrico. El paño de pureza es grande y de tono blanquecino que destaca sobre las carnes. Se levanta ligeramente dejando ver a partir de la rodilla derecha y cayendo en el resto con pequeños pliegues pegados al cuerpo, como si de tela mojada se tratara y colgando de la cintura sin anudamiento hasta casi las pantorrillas. Posiblemente sea el Cristo salmantino que presenta una postura más forzada entre la cabeza, el tronco y las extremidades inferiores. La Cruz no muy grande ni
ancha, es plana y de color negro con cabecero reducido en el que una pequeña
tabla alargada y de forma romboide de color gris aloja las letras infamantes.
1.- Bernardo Dorado, Compendio histórico de la ciudad de Salamanca. Su antigüedad, la de su
Santa Iglesia, su fundación y grandezas que la ilustran.
Salamanca, 1985. Edición facsímil de la de 1776. Pg. 196. 2.- Ángel Riesco Terrero, Datos para la Historia del Real Convento de Clarisas de Salamanca.
León, 1977. Pg. 18. 3.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 182. 4.- Luis Garrido y Ángel Pisón, El Real Convento de Santa Clara y su Museo. Salamanca, 1994. Pg. 31. |
009 CRISTO GÓTICO
009 CRISTO GÓTICO Iglesia desaparecida de San Bartolomé
|
La iglesia, conocida como San Bartolomé de los Apóstoles, para distinguirla de la de San Bartolomé el Viejo, se alzaba en el territorio de los serranos, (que llegaron a Salamanca para repoblarla al mando de don Fruela de León), donde hoy se encuentra el Palacio de Congresos y Exposiciones, y erigida hacia el año 1174 por el caballero don Berengario fue consagrada por el obispo Pedro Suarez, citándose ya en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca. El templo románico, de pequeñas dimensiones y el ábside cubierto al interior con bóveda de cañón, se amplió y reformó a mediados del siglo XVI con mezclas de plateresco y barroco por los maestros canteros Martín Navarro y Miguel de Aguirre1, gracias al mecenazgo del duque de Alba, don García Álvarez de Toledo, que tenía su palacio junto a la iglesia, donde luego se edificara el Colegio Mayor de San Bartolomé. Fue de nuevo reformada la iglesia en 1757 por Manuel Ribera, bajo la supervisión de Simón Gabilán Tomé2 y dos años después consta que dora un retablo Diego Enríquez. En el arreglo parroquial de 1867 dejó de prestar sus servicios como
parroquia y fue cerrada al culto a finales del siglo pasado, terminando por
derrumbarse sus ruinas por los años veinte de este siglo. En la iglesia de San Bartolomé existe un "Crucifijo de tamaño natural, en la sacristía, obra del siglo XIII y muy bien conservado, aún en la encarnación o pintura; muestra expresión de dolor, la herida del pecho muy abierta, el cuerpo arqueado; corona real, mutilada; cruz de gajos".(*)
La cabeza reducida y de fealdad apreciable, que se acrecienta con la poca delicadeza del trabajo en cejas, bigote y barba, ojos cerrados y oblicuos, corona de espinas tallada burdamente y melena con desordenadas guedejas que caen lacias sobre los hombros. Brazos gruesos bastante horizontales, poco delicados, manos rudimentariamente labradas, pecho hundido y costillas pronunciadas, llaga del costado enorme con abundancia de huella sanguinolenta, piernas poco agraciadas con torsión inverosímil de ambos pies para ser atravesados por único clavo y sudario que cubre por encima de la cadera hasta las rodillas y por detrás, con caída vertical, plegaduras sobre las piernas muy artísticas -para la época en que fueron ejecutadas-, nudo central con lazada que deja caer el paño con bastante gracia, después de ancha doblez en la cintura. Presentaba extraordinaria similitud con el Cristo del claustro bajo del monasterio de las Claras: en la posición de la cabeza, en la colocación de los brazos, en la torsión del cuerpo hacia el mismo lado y sobre todo en el cruzamiento inverosímil de los pies. La Cruz de madera muy oscura, robusta, de tronco natural de gajos, con
cabecero y transversal muy cortos. El cartel con la condena, plano, grande y de
línea romboidal con enormes letras. La Cruz de gajos, con ramas tronchadas, tan utilizada en la iconografía románica y luego en la gótico-tardía, procede de los escritos de San Ambrosio: "Por un árbol Adán nos acarreó la muerte, por un árbol Cristo nos devuelve la vida".
1.- María del Camino
Paredes Giraldo, Documentos para la
historia del arte en la provincia de Salamanca. Segunda mitad del siglo XVIII.
Salamanca, 1993. Págs. 73, 83, 104 y 225. 2.- Andrea Barbero
García y Teresa de Miguel Diego, Documentos
para la historia del arte en la provincia de Salamanca. Siglo XVI. Salamanca, 1987. Pg. 64. 3.- Manuel Gómez-Moreno
y Martínez, Catálogo monumental de
España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 278. 4.- Id.
id. ob. cit. Pg. 308. 5.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg.
106. 6.- Juan Eduardo Cirlot,
Salamanca y su provincia. Barcelona,
1956. Pg. 160. 7.- Juan Antonio Gaya
Nuño, Historia y guía de los museos de
España. Madrid, 1968. S/pg. 8.- Amelia Gallego de
Miguel, Museo de Bellas Artes. Salamanca. Salamanca, 1975. S/pg. 9.- Alfonso Rodríguez G.
de Ceballos, Guía de Salamanca. León,
1989. S/pg. 10.- Mercedes Moreno Alcalde, Museo
de Salamanca. Salamanca, 1995. S/pg. 11.- Manuel Gómez-Moreno
y Martínez, ob. cit. fotografía 399.
|
010 CRUCIFIJO GÓTICO
010 CRUCIFIJO GÓTICO Capilla de Santa Catalina en el Claustro de la Catedral Vieja |
La Capilla de Santa Catalina, la más antigua de todas, se encuentra en la parte sur del claustro de la Catedral Vieja y se la denomina también del Canto porque era el lugar de ensayo para la música y cantos de los oficios litúrgicos y cátedra de la capilla de música de esta asignatura, que existía en la Catedral y en la Universidad desde los primeros tiempos de ambas. En ella han tenido lugar acontecimientos importantes como diversos concilios y sínodos compostelanos o el hecho de que en 1310 se declarara inocentes a los caballeros templarios de Castilla y Portugal, acusados de inmoralidad y heterodoxia. Fue también biblioteca del Cabildo desde el siglo XIV y sirvió de aula universitaria para impartir en ella lecciones, durante tres años, a los estudiantes en las facultades de Teología y Cánones, demasiado numerosos y sin sitio en la Universidad. En ella se representaban comedias, cuando le correspondía al Cabildo y en especial en las celebraciones del Corpus. Incluso se celebraron en ella los exámenes para obtener el grado de Licenciado de la Universidad y en determinada época los de Doctor y Maestro. También sirvió como recinto para que se celebraran en ella los ejercicios para las oposiciones de los prebendados y hasta que se habilitó la Capilla Dorada, de la Catedral Nueva para el culto, sirvió como coro para el rezo del oficio divino por parte del Cabildo. Contiene en la actualidad cuadros, tablas, sepulcros, tapices y
objetos varios que la convierten en una especie de Museo con obras de diversa
procedencia, en especial de las iglesias de la diócesis. Fue creación, en 1916,
del obispo de la diócesis don Julián de Diego García de Alcolea. Entre los objetos curiosos figura el original de la famosa veleta de la Torre del Gallo, de esta vieja Catedral, que fue desmontada por don Ricardo García Guereta, cuando hubo que reparar la cúpula entre 1918 y 1927 por amenaza de ruina. El Museo se encontraba protegido por una estupenda reja gótico-flamígera que, procedente de la desaparecida iglesia de San Adrián, donde cerraba la capilla de los duques de Abrantes en la que se veneraba el Ecce Homo, imagen que hoy recibe culto en la capilla de San Lorenzo de la Catedral Nueva, se colocó en 1885 y que desapareció en 1988 con motivo de la restauración de la capilla efectuada por el arquitecto don Valentín Berriochoa Sánchez-Moreno.
En fechas muy recientes ha sido trasladado a esta capilla y colocado a la izquierda de su entrada, sobre un pequeño altar junto al sepulcro del maestro de capilla del Palacio Real en el siglo XVIII, el músico salmantino Doyagüe, un Cristo desde un altar lateral de la nave de la Catedral Vieja, que había sustituido al Cristo de las Batallas en aquel lugar. Se trata de una imagen gótica de Cristo crucificado de finales del siglo XIII, de acusado patetismo, cuyo autor se desconoce, labrada toscamente y restaurada con fragmentos de otro Cristo que ardió en un incendio en 1892. La postura del cuerpo es distorsionada, con las caderas hacia la derecha y con los pies cruzados en forma inverosímil por cuanto la pierna derecha gira hacia el exterior por lo que el único clavo parece atravesar sólo el pie izquierdo. El Cristo, de cuerpo alargado, tiene la cabeza pequeña y ovalada, -carente de corona de espinas, aunque la talla del pelo lo asemeje-, ligeramente inclinada hacia el lado derecho, melena muy abundante de cabellos lisos que se desparraman sobre los hombros, cejas redondeadas y los ojos cerrados significando que ya ha muerto, aunque carece de herida en el costado, fino bigote y barba corta y redondeada; pecho hundido con las costillas pronunciadas a través de la piel, pectorales muy dibujados en trapecio hacia las axilas, epigastrio en ángulo agudo hacia el pecho, largos brazos de señalada anatomía, en posición tendente a la horizontalidad del románico; el gran perizoma carece de gracia en sus pliegues sencillos y tiene el Cristo muy marcados los gruesos goterones de la sangre producida por los clavos de pies y manos, que ya son sólo tres de acuerdo con los cánones del gótico. La Cruz es plana, sencilla, pequeña, poco artística, de madera oscura y va colocada sobre peana que figura un montículo de gran tamaño con elementos del Gólgota: calaveras y tibias, careciendo de cartela con la inscripción denigrante. Durante mucho tiempo las buenas gentes salmantinas confundieron este Cristo con el Cristo de las Batallas al sustituir a esta imagen en un altar lateral de la Catedral Vieja, hecho que ocurrió en 1732 al pasar el auténtico de las Batallas a donde hoy se encuentra en la girola de la Catedral Nueva. La imagen que nos ocupa puede verse todavía colocada en un retablito de esbeltas columnas, de capitel corintio partido, que soportan arco de medio punto con arquivoltas sencillas y la central adornada con ovas en una fotografía.1 Don Alfonso Rodríguez G. de Ceballos dice en 1979: "Saliendo de la capilla de San Martín, al
recorrer las naves laterales se pueden contemplar algunos lucillos sepulcrales
con altares empotrados ya muy tardíos. A la derecha el de don Cristóbal Orbe
Carvajal (+1647), con mediocres pinturas del difunto protegido por San Cristóbal,
Santo Domingo y Santa Teresa, debidos probablemente a Lorenzo Aguilar. A su
lado un altar moderno contiene un Crucifijo del XIV".2 Respecto de este sepulcro hemos de indicar que Gil González Dávila3 cita como una de las personas que intervinieron en las ceremonias del traslado del Cristo de las Batallas a don Roque de Vargas, Arcediano de Monleón, Canónigo Doctoral y Catedrático de Prima de Cánones, que es la misma persona aquí enterrada, según apreciación de Antonio Casaseca Casaseca, quien lo denomina "Don Roque de Vargas Carvajal, muerto en 1647, sin otro interés [el sepulcro] que la arquitectura del altar, obra barroca cercana a Juan Moreno o Alonso Sardiña".4 (Entre junio de 2018 y febrero de 2019, el Cristo de la capilla de Santa Catalina fue sometido a proceso de restauración que incluía limpieza, desinsectación y consolidación y la recuperación de la policromía de la imagen efectuado por el taller de Conservación y Restauración de la Fundación Las Edades del Hombre. El viernes 5 de febrero de 2019 el Cristo recobró su lugar en la capilla. N. del E.)
1.- Daniel Sánchez y Sánchez, La Catedral Vieja de Salamanca. Salamanca, 1991. Pg. 63. 2.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Las Catedrales de Salamanca. León, 1979.
Pg. 17. 3.- Gil González Dávila, Historia de la imagen del Cristo de las Batallas que está en la Iglesia
Catedral de Salamanca. Salamanca, 1615. Pg. 43. 4.- Antonio Casaseca Casaseca, Las Catedrales de Salamanca. León, 1993. Pg. 37
|
011 CRUCIFIJO
011 CRUCIFIJO Parroquia de San Pablo |
La actual parroquia de San Pablo tiene su asiento en la iglesia que en
1667 fundaron para los Padres Trinitarios Descalzos don Jorge de Paz y su
esposa doña Beatriz de Silveira, barones de San Quintín, a quienes donaron
también los palacios adjuntos. Desde 1408 habían estado los padres Trinitarios en la iglesia de San Juan el Blanco, a orillas del río (comunidad a quienes había dado entrada en Salamanca el obispo don Diego de Anaya y Maldonado, antes de partir hacia Cuenca para ocupar su silla episcopal)1 y después de morar en ella 200 años la abandonaron como consecuencia de las inundaciones, pasando en 1605 a la plazuela de San Juan del Alcázar, de donde se trasladaron, en 1611, a la vieja parroquia de San Miguel, fuera de la muralla y al lado del río y con motivo de la crecida de San Policarpo se trasladaron al interior de la ciudad a ocupar unas casas en la calle de Serranos, propiedad del convento de San Agustín, hasta setiembre de 1628 en que les dio el Cabildo, en la plazuela de San Adrián (hoy plaza de Colón) dos casas y con los solares donados por las personalidades antedichas edificaron iglesia y convento. Sustituyó como parroquia a la antiquísima de Santo Polo, por amenaza de ruina en el siglo pasado, después de haber sido trasladada ésta al convento de San Esteban, a mediados de la citada centuria y pasó a ella también, en 1886, la derruida parroquia de los Santos Justo y Pastor.
La parte superior tiene los pliegues triangulares con anudamiento lateral derecho, moña grande y colgante como si fuera tela enrollada. La Cruz, de madera oscura, es ancha y profunda, sin cabecero y con la cartela pequeñísima. El Cristo que comentamos tal vez proceda de la primitiva parroquia de San Polo, datada en 1212, que lucía en su portada treinta estatuas sentadas en hilera al modo bizantino, colocadas en 1529 y alguna de las cuales puede observarse en las esquinas del patio de las Siervas de San José en Marquesa de Almarza. San Polo ya figura como parroquia en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca, en el territorio
poblado por los portogaleses.
1.- Gil González Dávila,
Theatro eclesiástico de la iglesia y
ciudad de Salamanca. Historia de sus obispos y cosas memorables de su obispado. Salamanca,
1618. Pg. 108 e Historia de las
antigüedades de Salamanca. Vidas de sus obispos. Salamanca, 1606. Pg. 330. 2.- Manuel Gómez-Moreno
y Martínez, Catálogo monumental de
España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 303. 3.- Arminio Sánchez Mora, Salamanca. Madrid, 1994. Pg. 87. |
Siglo XIV
012 CRISTO DEL CASTILLO
012 CRISTO DEL CASTILLO Parroquia de San Marcos |
Se encuentra situado en la iglesia de San Marcos, que fue declarada Monumento histórico artístico en 3 de junio de 1931, fundada hacia 1178 y que pese a su antigüedad no se cita en el Fuero de Salamanca. San Marcos era parroquia en 1853 y al año siguiente, en virtud del nuevo plan parroquial de 13 de marzo, queda como iglesia dependiente de la parroquia del Carmen; en 22 de octubre de 1868, concluido el plan parroquial, pasa a ser parroquia filial del mismo Carmen y a partir de 1 de julio de 1887, en virtud del arreglo general de las parroquias de la diócesis de Salamanca quedan suprimidas las antiguas parroquias, entre las cuales se incluye.
"frente a la puerta de entrada había una segunda puerta de arco de medio punto por la que entraba el santero encargado de atender la lamparilla de un Cristo que en la edad media era muy venerado"¹. Lo confirma el informe de don Jacinto Vázquez de Parga y Mansilla, Correspondiente de la Real Academia de San Fernando, quien en el año 1908 afirma que: "En el ábside del lado del Evangelio se halla un crucifijo de medianas proporciones, que lleva el título del Castillo y tuvo una antigua Hermandad. El fondo de la hornacina, donde se halla la imagen, tiene una tabla que representa a la Virgen y a San Juan en el Calvario; es una buena pintura, al parecer del siglo XVI"2. En aquella época la iglesia se encontraba cerrada al culto. En las obras de restauración de la iglesia, que se efectuaron a mediados de 1907, cuando se desmontaron el pórtico románico de columnas jónicas y la sacristía, desaparecieron también otros elementos valiosos, entre los que destaca el Cristo del que hemos hecho mención, que quedó enterrado bajo el piso del ábside del lado del Evangelio, lugar éste en el que se le rendía culto hasta entonces. En 1967 se efectuaron nuevas obras de restauración en la iglesia y al excavar en el piso del ábside del lado izquierdo se encontraron los restos del Cristo mencionado, que se encontraba en deplorables condiciones como consecuencia del tiempo transcurrido y de la humedad del enterramiento. Se hallaron los restos completamente fragmentados y se convertían en
polvo a las más mínima presión. Faltaban la pierna izquierda y los pies, trozos
del torso y del cuello y algunos dedos de la mano derecha, habiendo
desaparecido la Cruz. Tras ímprobo y paciente trabajo de don Alfonso Albarrán Chacón, profesor de las Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Salamanca, se consiguió restaurar la imagen del Cristo, que hoy luce en el altar central de la iglesia convertida en parroquia autónoma a partir del 14 de abril de 1968, domingo de la Pascua de Resurrección. El Cristo, tiene reminiscencias del estilo románico, pese a su datación del siglo XIV: así su hieratismo y tosca labra, que no alcanza a su parte posterior, completamente plana, la verticalidad del cuerpo no distorsionado, los ojos abiertos, los dedos de las grandes manos pegados y sin flexionar hacia los pequeños clavos, pero, sin embargo ya apunta directamente al gótico, por lo menos en la horizontalidad de los brazos -excesivamente largos-, la existencia de solamente tres clavos, habiendo desaparecido el supedáneo, la cabeza pequeña ligeramente inclinada hacia el hombro derecho mirando al cielo, las costillas pronunciadas, sin apenas pectorales, el epigastrio en ángulo muy agudo apenas perceptible por el deterioro, las rodillas redondeadas y sin forma, la pierna derecha sobre la izquierda, el pie derecho en posición inverosímil en doble rotación: externa e inferior, para ser atravesado por un único clavo y el enorme perizonium que le cubre hasta por debajo de las rodillas, con anudamiento y largo colgante al lado izquierdo y con geométricos pliegues inclinados, como si se tratara de las ramas de un tallo común, con la tela doblada hacia fuera en la cintura. La Cruz, -muy ancha y plana con sinuosidades pronunciadas, confeccionada con madera vieja, que carecía de cartela con la conocida inscripción en su pequeño cabecero- ha sido sustituida recientemente por otra, también plana, de madera barnizada en color nogal, que remataba en los extremos en pequeños ingletes, habiéndose suplementando en cabecero y travesaño con material parecido, para darle la forma de potenzas, del mismo ancho que la Cruz.
1.- Julián Álvarez Villar y Ángel Riesco Terrero, La iglesia románica y la Real Clerecía de
San Marcos de Salamanca. Salamanca, 1990. Pg. 36. 2.- Jacinto Vázquez de Parga y Mansilla, Boletín de la Real Academia de la Historia. Real Capilla de San Marcos. Documentos oficiales. Tomo LII, cuaderno 1. Enero, 1908. Pg. 365.la |
013 CRISTO DE LOS MILAGROS
013 CRISTO DE LOS MILAGROS Parroquia de Sancti-Spiritus |
Frente al retablo mayor de la iglesia de Sancti-Spíritus (declarada Monumento histórico artístico en 10 de julio de 1888) y separada por un muro con puerta renacentista con hojas hoy de madera con cristales, (que en tiempos fue reja para la clausura de las monjas) se encuentra una recoleta capilla, oscura y silenciosa, de precioso artesonado mudéjar en madera de alerce, moteado de blanco sobre fondo azul, que es el antiguo coro bajo del monasterio de las religiosas Señoras de Santa Ana, luego Comendadoras de la Orden de Santiago (vulgarmente conocidas como Freyras) desaparecidas de Salamanca por orden de Carlos III el 26 de julio de 1786, festividad de su santa patrona. En el testero de la hoy capilla se venera la imagen del Cristo de Santana, patético crucifijo del siglo XIV, procedente del antiquísimo convento de Santa Ana1, cuya capilla, modernizada en 1905, existió hasta 1960, en que dio paso a modernas construcciones de pisos. La primitiva capilla procedía de una ermita erigida en el siglo XI en la calle del Pizarral (hoy del Cristo de los Milagros, entre las de Azafranal y Toro) donde se recogían las señoras mientras sus esposos andaban en guerra con los moros y algunas, al quedar viudas, permanecían en el beaterio toda su vida, pidiendo al Cristo en sus oraciones que acabara con el infiel. Apunta don Antonio García Boiza2 la teoría de que el Cristo de las Batallas, antes de pasar a la Catedral Vieja, se veneraba en esta capilla y aduce que un catedrático de la Universidad salmantina y un padre jesuita (a los que cita) llegaron a contemplar un protocolo del siglo XVI, en el que se hace una relación detallada de los milagros del Cristo de las Batallas del Hospital de Santa Ana. Teniendo en cuenta que el hospital de este nombre, así como la alberguería u hospital para mujeres, fueron fundados por los moradores de Sancti-Spíritus a mediados del siglo XIII, cerca de la Puerta de Toro, lo probable es que lo hicieran a la sombra del convento de Santa Ana y que el Cristo que presidía la capilla recibiera el sobrenombre de las Batallas. No olvidemos la procedencia de las mujeres que formaban la Comunidad. Los milagros a que hacen referencia los 18 cuadros de la Catedral Vieja son muy posteriores pues datan de finales del siglo XVI y principios del XVII, por lo que existe la posibilidad de que efectivamente la imagen del Cristo de las Batallas llegara a la Catedral Vieja durante el siglo XV, procedente del convento de Santa Ana. El Cristo, hoy llamado de los Milagros, sustituyó al Cristo de las Batallas como objeto de la predilecta devoción de los salmantinos y a él se acude desde todos los puntos de una amplia comarca, en demanda de sus divinos favores, tanto para rogar agua en las sequías como para impetrar el cese de las calamidades y como muestra de agradecimiento, en las paredes de la desaparecida capilla, colgaban gran cantidad de exvotos, reflejo en cera, marfil o metales preciosos, de las gracias recibidas.
Una fórmula de petición original es la tradición de los Credos3, costumbre cuyo origen se pierde en el tiempo y que consiste en rezar un credo el primer día, dos el segundo y así sucesivamente hasta completar un mes y a partir de ahí, otro mes, decreciendo el número de credos hasta llegar de nuevo a cero. Los salmantinos desde siempre han dedicado al Cristo de los Milagros, aparte de rendirle homenaje a través de la reja -cuando la capilla se encuentra cerrada- especiales cultos litúrgicos, como son: la novena que concluye, desde la reforma del calendario litúrgico, el domingo de la Ascensión y el quinario durante los cinco martes de cuaresma, que culminan con el besapiés de la imagen. Fue costumbre inveterada que el domingo posterior al jueves de la Ascensión la imagen del Cristo de los Milagros, adornada con uno de los ricos vestidos de los más de 100 que posee, procedentes de las donaciones de agradecimiento de los fieles, saliese en procesión desde la capilla de Santa Ana, hasta la iglesia de Sancti-Spíritus, donde se celebraba el solemne novenario y concluido éste regresaba de nuevo a la capilla, también en forma procesional, acompañada de un inmenso gentío devoto de la venerada imagen. En 1945 quedó la imagen del Cristo definitivamente aposentada en la capilla del coro de la parroquia de Sancti-Spíritus donde en la actualidad recibe culto y veneración. La procesión, actualmente, se celebra sobre un pequeño recorrido y no queriendo molestar, por las necesidades del tráfico, sale a las siete de la mañana logrando así un mayor recogimiento y una mayor religiosidad. (N. del E. Desde 2015 la procesión inicia sobre las 7 de la tarde del Domingo de la Ascensión, con el mismo criterio de no molestar el tráfico pero en horario que permite mayor afluencia de devotos. En 1944 se celebró una procesión rogativa, denominada de Penitencia, para aliviar la sequía que se sufría ese año. La lluvia llegó en 8 días y la procesión se celebró durante los 30 años siguientes alcanzando en su recorrido el cementerio.) La talla del Cristo, en madera pintada, que responde a lo que se ha denominado Cristo castellano, de autor artesanal, tiene menor tamaño que el natural, es de factura patética y acentuada humanización, cuerpo alargado que no presenta tanta distorsión hacia la derecha como los de la Catedral Vieja y el de la sala capitular de las religiosas Agustinas, si bien la disposición de los pies es casi la misma: un solo clavo atravesando primero el derecho en posición forzadísima. Los brazos alargados, más verticales y huesudos que los Cristos anteriormente citados, facciones del rostro más delicadas con la faz agónica, cabeza caída con más naturalidad hacia el hombro derecho, rostro alargado, cejas poco pronunciadas, ojos semicerrados viéndose el disco de un iris mortecino, boca entreabierta de modo sobrecogedor, nariz larga, barba recortada de finas ondas, melena de cabello larguísimo natural, partido con raya al medio, que le llega a la cintura, (sobrepuesto a la cabellera tallada), ancha corona de espinas metálica de dos hilos finísimos tejidos en ondas sinusoidales, caja torácica dilatada con las costillas paralelas destacadas y de factura escamosa, pectorales poco dibujados, herida del costado grande con abundante chafarrinón rojo y salpicaduras por todo el cuerpo, caderas muy arqueadas hacia el lateral derecho y manos con los dedos estirados y juntos. El paño de pureza no es visible pues el Cristo va siempre cubierto con ricos faldones de tela, de los que antes se ha hecho mención denominándolos "vestido", que le llega casi hasta cubrir los pies. No hace muchos años portaba el barroco detalle de aureola metálica luciendo ráfagas de rayos semejando hojas vegetales que al abrirse dan lugar a otra hoja más grande que los engloba flameante. La Cruz es relativamente plana, de madera tallada con reiterativas muescas angulares hacia el centro, barnizada, ovas talladas en las aristas y adornos metálicos prismáticos en los extremos que terminan en puntas caladas triangulares del mismo metal. La cartela metálica rectangular, tiene dieciséis pequeñas curvas de poquísima gracia y llena el corto cabecero.
1.- Manuel Villar y
Macías, Historia de Salamanca. (9
volúmenes). Salamanca, 1887. Reimpresión de 1973. Tomo II. Pg. 34. 2.- Antonio García
Boiza, Medallones salmantinos. Nueva
serie. Artículo: El Santísimo Cristo de los Milagros. Salamanca, 1926. Pg.
95. 3.- Salamanca y sus costumbres. Revista de arte. Publicación mensual ilustrada. Artículo: Devociones salmantinas. El Santísimo Cristo de los Milagros de V.L. Salamanca 1993. Edición facsímil de la de 1928. Pg. 99 y Enrique de Sena Marcos y Jaime Peña. Salamanca en las fotografías de Venancio Gombau. Salamanca, 1992. Pg. 39. |
014 CRISTO
014 CRISTO Iglesia de San Julián |
|
|||||||
Frontón partido con ménsula central sobre columnas acanaladas de capitel corintio y suplemento de estípites y en los dos laterales, ligeramente ochavados, adornados en la parte superior con rocallas como remate, dos pequeñas hornacinas con San Nicolás de Bari, estatuita del siglo XVIII6 revestido con ancha casulla, mitra y báculo, portando tres bolas de oro sobre un libro abierto y a los pies dos niños en un cubo de madera, en la de la izquierda y el franciscano San Pedro de Alcántara, "hecho de raíces de árboles" en apreciación de Santa Teresa, en la de la derecha, con las vestiduras de pliegues agudos y metálicos, atribuido a Pedro de Mena.6 Ambas imágenes de reducido tamaño. Se da una circunstancia curiosa respecto a esta imagen de San Pedro Alcántara y es que existe una fotografía de 1910, del que fuera Cronista oficial de Salamanca don Antonio García Boiza, sujetando la peana del santo, sobre una mesa, en el estudio del fotógrafo don Venancio Gombau7. En 1915 se publica otra fotografía de la imagen, del mismo autor8, en la que luce disco metálico con rayos sobre la cabeza y en la que carece del cordón franciscano, diciéndose ya que se venera en la iglesia de San Julián, lo que induce a sospechar su descubrimiento por don Antonio García Boiza en algún lugar ignoto y que a partir de entonces se entregara para que fuera objeto de culto público en la citada iglesia. El fondo del altar en su hornacina central es de tonos dorados imitación de brocatel con adornos de ánforas, flores y roleos. Las partes inferiores tanto del altar central como de las hornacinas laterales consisten en formas rectangulares que semejan cajoneras, muy adornadas con roleos, de inspiración portuguesa. Se trata de un Cristo muerto de tamaño menor que el natural, alargado y vertical, de tonalidad oscura, cabeza muy inclinada y torcida hacia la derecha presentando el cuello pronunciada torsión, ojos cerrados con pobladas cejas, frente fruncida, nariz grande, barba recortada de tono más claro que el cabello, cuya melena sin apenas talla cae sobre el hombro izquierdo, carece de corona de espinas, brazos grandes y musculosos, sobre todo en el centro del antebrazo, las manos enormes, que parecen tenedores, abiertas y con los dedos pegados, atravesadas por clavos grandes y puntiagudos, pecho plano contándose perfectamente diez costillas paralelas, que dejan ver un epigastrio de amplia curvatura y unos pectorales muy altos, llaga del costado sanguinolenta y la espalda plana sin tallar pegada a la Cruz, piernas bastas y alargadas, la izquierda desaparece desplazada de su posición natural como continuación de la cadera, con los pies grandes sin apenas talla, el derecho sobre el izquierdo en posición inverosímil por lo retorcido, con un clavo enorme que los atraviesa en forma forzada. El paño suprafemoral, que cae muy bajo dejando al aire la mayor parte del vientre, es grande pues llega hasta por debajo de las rodillas con pequeños pliegues de caída vertical recogidos en el centro en otro colgante, especie de broche, muy deteriorado en la parte superior con desportilladuras, donde llevaría el anudamiento, dejando ver ambas caderas. El paño, de coloración gris a imitación de tela hasta el punto de llevar como adornos, cuadrados marrones y una cenefa en el borde inferior. Este Cristo tiene una gran similitud en cuanto a su configuración, talla basta y disposición de cabeza, tronco y extremidades con el citado Cristo de los Milagros. La Cruz es pequeña, plana y de madera oscura. El cabecero cortísimo y tapado por la cartela o titulus con la inscripción, que es un simple panel pintado de blanco, de forma avolutada con sombras grises en las vueltas de los laterales. Se apoya sobre un monte Calvario de tonalidad oscura de no muy logradas rugosidades.
1.- Antonio García Boiza, Inventario de los castillos, murallas, puentes, monasterios, ermitas,
etc. de la provincia de Salamanca. Salamanca, 1937. Pg. 127. 2.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 89. 3.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 20. 4.- Ángel de Cabo Alonso y Alfonso Ortega Carmona, Salamanca. Geografía, historia, arte y
cultura. Salamanca, 1986. Pg. 382. 5.- Walter Willian Spencer Coock y José Gudiol
Ricart, Pintura e imaginería románicas.
ARS HISPANIAE. Volumen VI. Madrid, 1980. Pg. 335. 6.- Juan Eduardo Cirlot, ob. cit. pg. 20 y José Camón Aznar, ob. cit. Pg. 90. 7.- Enrique de Sena Marcos y Jaime Peña, Salamanca en las fotografías de Venancio Gombau. Salamanca, 1992. Pg.
179. 8.- La Basílica Teresiana, publicación mensual. Salamanca, 1915. Pg. 137. |
015 SANTÍSIMO CRISTO
015 SANTÍSIMO CRISTO Iglesia desaparecida de San Cebrián |
En el solar que hoy ocupa el Colegio de Carvajal, o en sus inmediaciones, estuvo la antiquísima parroquia de San Cebrián, nombrada ya en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca y de la que tenemos noticias escritas en 1156, situada en el territorio de los francos, que llegaron para repoblar Salamanca al mando de don Giralt Bernal, y que en 1584 fue derribada, aprovechándose su piedra para las obras de la Catedral Nueva. A través de la sacristía de esta parroquia se bajaban 22 pasos que conducían a la célebre Cueva de Salamanca donde según la leyenda y tradición sentó cátedra de: magia, aeromancia, capnomancia, quiromancia, adivinación, catoptromancia, gastromancia, alquimia, geomancia, lecanomancia, astrología judiciaria, necromancia, nigromancia, piromancia y cualquier ciencia oculta el que fue rector de la Universidad, marqués de Villena don Enrique de Aragón, como han testimoniado multitud de cronistas y fuente de inspiración para infinidad de escritores entre los que destacan Ruiz de Alarcón, José de Espronceda, Rojas Zorrilla, Miguel de Cervantes, Hartzembusch y Lope de Vega. Se está intentando mantener en la actualidad, como testimonio del pasado, algunos restos de la cimentación de la parroquia, entre los que se encuentra el arranque de la cueva subterránea. La parroquia estaba dotada de bóveda de cañón en el ábside, de arcos y criptas y en ella había una capilla dedicada al culto de San Cipriano, datos que aporta ya -con la leyenda- el viajero alemán Hieronymus Münzer en su Itinerarium Hispanicum, escrito con motivo de su viaje por España entre 1494 y 1495 y por ello próximo a los hechos que dieron lugar a la leyenda1. (No se olvide que el marqués de Villena había nacido en 1394 y murió en 1434). Tan célebre se hizo la Cueva que su existencia trascendió al mundo y hoy en numerosos países de América del Sur a las cuevas se las denomina genéricamente con el sinónimo de salamancas, atribuyéndole a su interior caracteres y virtudes mágicas. La referencia al Cristo existente en la parroquia de San Cebrián procede de una misma fuente2 que citan tanto Bernardo Dorado, como Manuel Villar y Macías y José Luis Yuste3. Se trata de la relación que acerca de la Cueva comunica, al padre Feijóo, don Juan de Dios, catedrático de prima de la Universidad de Salamanca y en la que dice: "... Don Enrique luego que sintiò, que se havian ido, saliò de la Tinaja, y dexando dormidos al Sacristan y Monacillo subiò à la Iglesia llevandose las llaves de las alacenas y caxones, y con la luz de la lampara reparò en el Altar de un Santisimo Christo, que tenìa cortinas, subiose à èl, donde estubo escondido hasta la mañana, que subiendo el Monacillo à abrir las puertas de la Iglesia, è buelto este à dentro ìba a bajar las escaleras, saltò de el Altar, y saliendose de la Iglesia se fue à casa de un amigo, à quien contò todo lo sucedido, le encargò el secreto, y que escudriñase, que se decìa de su persona: ..." Es una lástima no tener más datos sobre el citado Cristo pues no conocemos ninguno de sus caracteres artísticos
aunque, siendo anterior a la fecha de los acontecimientos ocurridos en la Cueva, tenemos que suponer se tratara de
un Cristo gótico o incluso románico
por la antigüedad de la iglesia de San Cebrián.
1.- Jesús Majada Neila y Juan Martín Martín, Viajeros extranjeros en Salamanca.
(1300-1936). Salamanca, 1988. pg. 105. 2.- Fray Benito Jerónimo Feijoó y Montenegro, Teatro Crítico Universal o discursos varios
en todo género de materias para desengaño de errores comunes. Tomo XII.
Edición de 1746. Pg. 180. 3.- Bernardo Dorado, Compendio histórico de la ciudad de Salamanca. Su antigüedad, la de su Santa Iglesia, sus fundaciones y grandezas que la ilustran. Salamanca, 1985. Edición facsímil de la de 1776. Pg. 275. - Manuel Villar y Macías, Historia de Salamanca. (9 volúmenes). Salamanca, 1887. Reimpresión de 1973. Tomo IV. págs. 122/123 y José Luis Yuste, Tradiciones urbanas salmantinas. Salamanca, 1986. Pg. 42. |
016 CRUCIFIJO GÓTICO
016 CRUCIFIJO GÓTICO Altar lateral en la Catedral Vieja |
Entrando en la Catedral Vieja, sobre el muro de la epístola, existe un retablo neoclásico puro, ejecutado en piedra de Villamayor, de estriadas columnas corintias que soportan un friso con dos relieves separados por tarjeta apergaminada y superado por frontón curvo partido con pedestal intermedio rematado en pirámide y que no concuerda estilísticamente con la construcción románica de la iglesia. Este retablo se labró a finales del siglo XVI para acoger al Santísimo Cristo de las Batallas y posteriormente, en 1732, cuando se trasladó esta imagen a la Catedral Nueva, en tiempos del obispo don José Sancho Granado, se embutió en la hornacina rectangular otro retablillo parecido a los varios que, de escaso valor artístico, se construyeron al mismo tiempo y hoy desaparecidos, de gran similitud con el retablo principal distribuyéndose en tres tableros. Así el de San Bernabé en el crucero, el de San Tirso detrás del coro, el de Santa Elena junto a la puerta del Perdón, el de San Lorenzo, colateral del lado del Evangelio y los de Santa Inés y San Nicolás repartidos por la nave. Los altares de San Lorenzo, San Nicolás y San Bernabé ya existían en
1275 pues hay constancia escrita de ello1. Hasta fecha muy reciente se veneró en este altar el magnífico Crucificado gótico del siglo XIII que ha pasado a la capilla de Santa Catalina y que se encontraba alojado en un retablo de finas columnas con capitel jónico que soportaba arco de medio punto cuyas anteriores ubicaciones señalaremos a continuación. La primera noticia documental que se aprecia, relativa a este Cristo, es una fotografía de 1901 que
aparece en el libro de don Manuel Gómez-Moreno3 donde, junto al
sepulcro de doña Beatriz de Guzmán, esposa de don Alfonso Álvarez de Anaya,
dentro de la capilla de San Bartolomé y sobre el muro, a la derecha del
sepulcro, pende la talla de un Crucifijo
de tamaño natural sobre una enorme Cruz.
Nadie lo cita en este lugar después y ya en 1931, Elías Tormo habla de
un "Crucifijo gótico de talla
policromada, tamaño natural, siglo XIV (?) excelente"4 en
la capilla de Santa Catalina. Al año siguiente, Camón Aznar, lo sitúa también en la capilla de Santa Catalina o del Canto cuando dice: "magnífico crucifijo, talla de tamaño natural, del siglo XIII, muy repintado"5. En el año 1970, Tomás Prieto, manifiesta " y Crucifijo de tamaño natural, del siglo XIII"6 en la capilla de Santa Catalina. Se da la rara circunstancia de que en una fotografía de 1979 de una obra de Ceballos7, en la capilla de Santa Catalina, no se aprecia Cristo alguno en la pared en que aparecía antes. Sin embargo vuelve a aparecer el Cristo en 1991 en el mismo sitio a través de otra fotografía, en la obra de don Daniel Sánchez8 y en otra de la obra Las Catedrales de Castilla y León de 19929. Se trata de un Cristo muerto, con la cabeza pequeña, caída sobre el pecho y ladeada hacia la derecha, nariz aguileña, melena con abundantes rizos negros que caen serpenteantes sobre los hombros, barba negra y tupida partida en dos simétricas puntas y boca cerrada. Es el Cristo salmantino de mayor antigüedad en el que se da la característica de presentar corona natural, compuesta de ramas de espino no muy gruesas retorcidas. Según la Leyenda dorada la corona "estaba tejida de juncos marinos cuyas púas son duras y afiladas como dardos"10. Las investigaciones más modernas de la ciencia han llegado a la conclusión de que la corona no tenía forma de aro, sino que se trataba de un auténtico casquete o capacete espinoso a modo de yelmo, formado con ramas de la planta conocida como ziziphus vulgaris, más conocida como "espina de Cristo", muy común en Palestina. Se difunde la devoción a la corona de espinas a partir de 1239 en que San Luis la compra a un mercader de Venecia y la instala con toda solemnidad en la Santa Capilla para darle culto. El cuerpo vertical del Cristo de tonalidad oscura, tiene el pecho ancho no saliente con costillas poco pronunciadas, epigastrio en arco abierto, llaga del costado sin apenas coágulos de sangre, vientre no muy hundido, brazos poco hechos anatómicamente y demasiado largos, no muy horizontales, dedos de las manos -en los que se aprecia la falta de alguna falangeta- muy flexionados hacia los clavos, pierna derecha ligeramente avanzada sobre la izquierda con muslos finos de reducida musculatura y rodillas separadas sin las escoriaciones de la mayoría de los Cristos. Los pies aparecen muy cruzados en forma de X y atravesados por un solo clavo. Carece de huellas de los castigos sufridos en todo el cuerpo, de no demasiado estudiada anatomía y el paño superfemoral es muy plano y pequeño, de color blanco, pegado al cuerpo, sin apenas pliegues, anudado en la parte de atrás de la cadera izquierda y con el colgante también muy plano. La Cruz es enorme, de madera vieja, no muy ancha y gruesa, barnizada en tonalidad poco oscura dejando ver el veteado de la madera, cabecero muy corto con una muy historiada cartela blanca, más propia del siglo XV, consistente en un rectángulo, con los lados superior e inferior acercándose al centro, dos triángulos huecos en los laterales, adorno avolutado en la parte inferior y un angelote en la parte de arriba, toda ella con filos dorados alrededor.
1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos.
Artículo: Inventario de la Catedral de Salamanca. (año 1275). Madrid, 1902. págs.
175/176. 2.- Antonio Ponz, Viaje de España, 3. (4 volúmenes). Tomos IX-XIII. Madrid, 1988. Pg.
645. 3.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Fotografía 39. 4.- Elías Tormo Monzó, Salamanca: Las catedrales. (Sobre estudios inéditos de don Manuel
Gómez-Moreno). Madrid, 1931. Pg. 64. 5.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 49. 6.- Tomás Prieto, Salamanca, la ciudad de oro. Historia, monumentos, leyendas y
tradiciones. Madrid, 1970. Pg. 69. 7.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Las Catedrales de Salamanca. León 1979.
Fotografía 28. 8.- Daniel Sánchez y Sánchez, La Catedral Vieja de Salamanca. Salamanca, 1991. Pg. 147. 9.- José Carlos Brasas Egido, Las catedrales de Castilla y León. La Catedral de Salamanca. León,
1992. Pg. 153. 10.- Santiago de la Vorágine, La Leyenda dorada. (2 volúmenes) tomo I. Madrid, 1982. Pg. 220.la |
Siglo XV
017 CRISTO GÓTICO BIZANTINO
017 CRISTO GÓTICO BIZANTINO Monasterio de las MM. Clarisas |
Escasas son las noticias sobre este Cristo situado en el claustro del convento de las Claras. Ángel Riesco Terrero dice que, en el "claustro (bajo) existe un Cristo gótico-bizantino (siglo XV) bastante
repintado"1. Julián Álvarez Villar2 afirma que los Cristos Crucificados tienen buenos ejemplares en la provincia y cita el que existe en el claustro del monasterio de Santa Clara. Don Manuel Gómez Moreno habla de "otro crucifijo en el claustro, y además imágenes de la Virgen y San Juan dolientes que lo acompañaban y hoy lo hacen al Cristo de la iglesia"3. Este Cristo, denominado de Medra por Ana Fortes García y Jacinto Sanz Hermida4, ha sido restaurado recientemente, -cuando tuvo lugar la creación del Museo del monasterio y se concedió a éste el Premio Europa Nostra 1988 de Restauración-, desapareciendo de él los chafarrinones sanguinolentos de los arañazos producidos en la flagelación, que salpicaban la imagen desde la cabeza hasta los pies, pasando por el sudario y que estaban muy lejos de infundir respeto en los fieles.
El paño femoral enorme, que parece resbalar, se extiende por debajo de las rodillas, si bien deja ver, casi en su integridad, el muslo derecho al abrirse los pliegues verticales sobre él dejando en segundo término el recogido de la tela que se asemeja a unos calzones por el doblez horizontal de la cintura y los plegados laterales sobre ella, pliegues que se abomban en la parte inferior y por detrás. Antes de la restauración su policromía era gris y azul con fina orla dorada. La Cruz plana y delgada, en madera oscura, luce el rótulo de la sentencia en cartela rectangular, con volutas apergaminadas en los cuatro extremos laterales, al cortarse en el centro y lleva pequeños semi-círculos en el centro de su parte superior e inferior.
Se venera la imagen en la galería septentrional del claustro bajo, con artesonado mudéjar del siglo XVI, en una hornacina poco profunda, enmarcada en un basto arco rebajado, sobre el muro, y dotada con banco que luce en el frente precioso azulejo toledano, vidriado en tonalidades ocres y verdes con circunferencias blancas entrelazadas y frontalera y caídas de azulejo de idénticos tonos de repetido y sencillo grutesco, como el que luce el zócalo de la entrada a la sacristía de la Capilla Dorada de la Catedral Nueva y que se atribuye a Pedro Vázquez.
1.- Ángel Riesco
Terrero, Datos para la historia del Real
convento de Clarisas de Salamanca. León, 1977. Pg. 17. 2.- Julián Álvarez
Villar, Salamanca. Castilla y León.
Artículo: "El Gótico" de Salamanca. Salamanca, 1990. Pg. 122. 3.- Manuel Gómez-Moreno
y Martínez, Catálogo monumental de
España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 182. 4.- Ana Fortes García y
Jacobo Sanz Hermida, Salamanca. Conventos
y monasterios. Tres diócesis y una
provincia. Salamanca, 1995. Pg.
22. |
18 CRISTO DE LA AGONIA REDENTORA
018 CRISTO DE LA AGONIA REDENTORA Catedral Nueva |
El sudario grande -de tela encolada, con reborde pintado en marrón, con moña al lado izquierdo y caída lateral de airosos pliegues cortos, se desliza por detrás más abajo de las rodillas y que deja a la vista el muslo izquierdo, como hacen los Cristos barrocos- es más moderno. La larga cabellera de pelo natural y la corona de espinas metálica, de cuatro cabos en dos órdenes, se añadieron en el siglo XVII; ha sufrido más de un repintado en sucesivas épocas, siendo la última restauración de 1997, apreciándose huellas sanguinolentas de latigazos por todo el cuerpo en cantidad exagerada, sobre todo en la de la sangre que brota en gruesos goterones de la llaga del costado. Los brazos tendiendo a la horizontalidad presentan venas y músculos muy señalados, las manos grandes y bien talladas con los dedos engarabitados, tronco vertical con pectorales sin apenas señalamiento, al igual que los intercostales, piernas fuertes muy arqueadas con robustas rodillas y grandes pies atravesados por un solo clavo. La Cruz, de madera, bastante plana y anchísima, barnizada en oscuro,
es muy reciente, pues la antigua es la que carga un cofrade en la procesión
del Miércoles Santo y en la que se coloca cada año una placa con el nombre del
hermano que la portó. Lleva la Cruz una enorme tablilla muy ancha y plana, de color negro, donde figura la inscripción de Jesús Nazareno Rey de los Judíos en los idiomas hebreo, griego y latín.
La noche de Miércoles Santo de 1836 (30 de marzo) esta imagen del Cristo fue trasladada a la Catedral Nueva desde el convento de las Isabeles, pues las monjas, como consecuencia de la Ley de Exclaustración de Juan Álvarez Mendizábal del 8 de marzo, tuvieron que abandonar el monasterio y trasladarse al convento de Santa Úrsula por tener la Comunidad de las Isabeles menos de 20 religiosas. Volvieron de nuevo en 1848. Ya en la Catedral Nueva recibe culto el Cristo en un altar del crucero norte, en la crujía del Sr. Penitenciario, frente al sepulcro del Obispo don Francisco de Bobadilla, que fue quien puso la primera piedra de la Catedral Nueva y era tradición y costumbre de los estudiantes -especialmente coincidiendo con la época de exámenes- depositar delante del Cristo los apuntes de la asignatura y rezar una oración impetrando el éxito inmediato. El altar es semejante a los de las capillas renacentistas de la
Catedral y difiere en que el fondo de la hornacina está cubierto por una tela
de terciopelo de color morado oscuro que se extiende también por el pequeño
dosel semicircular que lo cubre. La base en que se apoya la Cruz del Cristo está constituida por un monte de
las calaveras de acentuado tono verdoso. Reclamada la imagen por las monjas en varias ocasiones, durante el siglo pasado, cuando desaparecieron las causas de su forzado abandono del convento, hubo poca voluntad de devolver el Cristo por parte del Cabildo catedralicio, con lo que las religiosas, imbuidas de su franciscano espíritu de resignación, desistieron de su demanda y se conformaron, quedando contentas de que recibiera culto su Cristo en la primera Iglesia de la ciudad. La talla del Cristo es en la actualidad protagonista de algunas celebraciones de la Semana Santa al desfilar en procesión la noche del Miércoles Santo, sobre unas andas de artística forja, fondo de metal dorado y bellos candelabros en las cuatro esquinas, soportadas por 56 hermanos. En 5 de mayo de 1984 se redactó el Acta fundacional de la Cofradía Penitencial del Cristo Yacente de la Misericordia. Tras los iniciales titubeos y en vista de las dificultades surgidas se decide variar el sentido procesional y se configura otra Cofradía que pueda tener suficiente apoyatura y una vez consolidada procesionar con el Yacente. Para ello se piensa en este Cristo de la Agonía y a finales de 1985 se solicita del Cabildo su autorización para sacar procesionalmente la imagen. El Cabildo sólo exige la aprobación de los Estatutos de la cofradía, lo que se realiza el 30 de octubre de 1986, cambiando la denominación, que se convierte en Cofradía Penitencial del Santísimo Cristo de la Agonía Redentora y Yacente de la Misericordia. El segundo título que se da al Cristo que nos ocupa, de Redentora, se hace para distinguirlo del Cristo de la Agonía, que ya era ostentado por el titular de la Seráfica Hermandad de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Agonía, con sede en la iglesia de los Padres Capuchinos. No obstante siguen los problemas de identidad de denominación antes
apuntados, y con fecha 13 de marzo de 1988 se solucionan invirtiendo la
titulación y pasando a ser Cofradía Penitencial de Cristo Yacente y de
la Agonía Redentora. Con la cesión del Cristo el Cabildo permitió que se utilizara, para darle culto en ella, la capilla de la Virgen de la Verdad, también en el crucero norte de la Catedral Nueva. Sale por primera vez la procesión de esta Hermandad el 15 de abril de
1987, ya en la madrugada del Jueves Santo.3 Con fecha 26 de noviembre de 1990 la Casa Real aceptó el nombramiento de S.M. el rey Juan Carlos I como Hermano Mayor Honorario y concedió a la Cofradía el privilegio de ostentar el título de Real, por lo que pasó a denominarse Real Cofradía Penitencial del Cristo Yacente de la Misericordia y de la Agonía Redentora. A partir de 1988 se reformó el itinerario de la procesión de esta
Cofradía para dar lugar a un emotivo acto como es el de que la imagen del Cristo de la Agonía Redentora visite su
antiguo convento de las MM. Isabeles, en coincidencia con el recuerdo del
otro Miércoles Santo de 1836 en que lo abandonó por las circunstancias antes
apuntadas3 La Comunidad de religiosas sale a las puertas del convento a recibir al Cristo y celebra conjuntamente con la Cofradía el acto denominado Trilogía de la Pasión, que consiste en aunar poesía, canto y oración. La poesía corre a cargo del que actúa como "poeta ante la Cruz", acto público que la Cofradía viene celebrando desde 1986, todos los años, el Domingo de Pasión con acompañamiento de una coral. Del canto se encargan las religiosas de la Comunidad de Madres Isabeles. La oración por Salamanca es pronunciada por el asesor religioso de la Cofradía. El hermanamiento entre Cofradía y Comunidad de religiosas es muy estrecho y en la capilla del convento vienen celebrándose diversos actos, organizados por la Hermandad, a lo largo del año. 1.- Manuel García Blanco, El Museo - Crónicas salmantinas. I. Artículo: El itinerario
salmantino de "el Pelegrino curioso". Salamanca, 1957. pg. 72 y Seis
estudios salmantinos. Salamanca, 1961. Pg.
65. 2.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España..Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. págs. 203 y 204. 3.- Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón, Semana Santa Salmantina. Historia y Guía
ilustrada. Salamanca, 1992. Pg. 48. |
019 CRISTO DE LOS AGRAVIOS
019 CRISTO DE LOS AGRAVIOS Ermita desaparecida de la Glorieta |
La capilla del Cristo de los
Agravios, primitivamente denominada del Humilladero,
era una ermita situada donde hoy la Glorieta1, junto a la explanada
de la Plaza de Toros, no lejos del convento que los padres Capuchinos habían
fundado en 1614, en tiempos del obispo don Luis Fernández de Córdoba y del que
ya habla Gil González Dávila pocos años después.2 Parece que fue fundada por los Caballeros de San Juan de Jerusalem, ignorándose la fecha exacta3. Los labradores de la Puerta de Zamora, hacia 1460, fundaron una capilla dedicada a Santa Bárbara4, a extramuros de la citada puerta -hacia la Glorieta- y constituyeron una cofradía con objeto de dar culto a la Santa. Tuvo aneja la ermita del Cristo del Humilladero y ambas ermitas desaparecieron en 1860, cuando se efectuó el nuevo trazado de la carretera de Zamora, entonces carretera a Vigo. A partir del 20 de agosto de 1670 la denominación del Cristo del Humilladero pasó a ser la del Cristo de los Agravios, como consecuencia del hecho de que un loco (o un endemoniado según algunos) destrozó a golpes la imagen del Crucificado, con lo que hubo que proceder a su cuidada restauración y a la entronización solemne en junio de 16731. La leyenda, magistralmente descrita por la pluma de Antonio García Maceira5 en 1890, dice que Damián de Guzmán, primogénito de los señores de la Aldehuela se enamoró de Carmen, hija de los señores de Fermoselle y que ésta le correspondía, allá por los años del último tercio del siglo XVII, en el reinado de Felipe IV. Como consecuencia de las rivalidades familiares entre los Castillos y
los Guzmanes, el padre de la doncella prohibió sus relaciones con el joven y
aunque obediente a la imposición, buscó consejo ante el Cristo del Humilladero, para ver si había de seguir los dictados
paternos. El Crucificado elevó su
cabeza y la desplomó sobre el pecho en señal afirmativa, lo que provocó el
desmayo de la joven por la emoción del milagro y por el sacrificio que suponía
para ella la renuncia al amor de su vida. Enterado el joven Damián de quién había sido el secreto causante de su desgracia, juró venganza inmediata y provisto de un hacha, al amparo de las sombras de la noche, destrozó la imagen a golpes, después de arrojarla sobre el pavimento, huyendo a continuación para ocultarse entre las breñas del monte, donde los pastores, muchos años después, solían escuchar su canto lúgubre y destemplado, como de alma en pena. Las rentas de las dos ermitas: de Santa Bárbara y del Humilladero, habían sido asignadas al Hospital General en 1581, cuando la reducción de Hospitales ordenada por Felipe II. Desconocemos cualquier dato relativo a la calidad artística y a la antigüedad del Cristo de los Agravios, aunque podemos suponer que la talla sería del siglo XV, dada la fecha de fundación de la ermita que le dio cobijo, por lo que su estilo sería el de la culminación del gótico, con la recuperación del naturalismo.
1.- Manuel Villar y
Macías, Historia de Salamanca. (9
volúmenes). Salamanca, 1887. (Reimpresión de 1973). tomo III. pg. 136. 2.- Gil González Dávila,
Theatro eclesiástico de la Iglesia y
Ciudad de Salamanca. Vidas de sus obispos y cosas memorables de su obispado. Salamanca,
1618. págs. 7 y 177. 3.- Fernando Araujo, La Reina del Tormes. Guía
histórico-descriptiva de la ciudad de Salamanca. Salamanca, 1884. Edición
patrocinada por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca en 1984. Pg.
174. 4.- José María Quadrado,
Salamanca, Ávila y Segovia. Barcelona,
1884. Edición patrocinada por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Segovia. Barcelona, 1979.
Pg. 172. 5.- Antonio García Maceira, Leyendas salmantinas. Madrid, 1996. Edición facsímil de la de Salamanca de 1890. págs. 74/82. |
Siglo XVI
020 CRISTO DE MARFIL
020 CRISTO DE MARFIL Museo Provincial de Bellas Artes |
Pero en 1864, por haberse destinado el Colegio Viejo a oficinas públicas, iniciaron las piezas el viaje de retorno quedando situadas en el claustro del convento, pese a que habían vuelto los frailes dominicos del convento de San Máximo, provincia de Tolosa, ahora expulsados de Francia, por Decreto de 29 de marzo de 1880, permaneciendo en este edificio las artísticas piezas hasta 1936 en que se ubicó el Museo en tres salas del Patio de Escuelas Menores, e incluso en el propio patio. En 1947 el Museo de Salamanca pasó a ocupar la Casa-palacio de los Álvarez
Abarca, adquirida por el Ministerio de Educación Nacional, aunque la ocupación
fue de forma interina pues se hacía precisa la restauración de la Casa, con lo
que de nuevo viajaron los cuadros, estatuas y objetos, esta vez a la Casa de
las Conchas, hasta que por fin tuvieron asiento definitivo, en octubre de 1974,
donde hoy se encuentran expuestos en el denominado Museo Provincial de Bellas
Artes. El Cristo del que tratamos ha seguido todas estas vicisitudes. Para el padre Rodríguez de Ceballos se trata de "un magnífico Crucifijo de marfil de estilo filipino"2 y tanto Camón Aznar3 como Cirlot4 lo datan como del siglo XVI. Para Gaya Nuño5 es del siglo XVII y lo sitúa en la sala III. También Margarita M. Estella Marcos lo hace hispano-filipino de mediados del siglo XVII6. Amelia Gallego de Miguel, que ubica al Cristo en la sala IV, nos
da los siguientes datos: "marfil,
autor anónimo, siglo XVIII, tamaño 0,55 x 0,55 m. Se representa un Cristo con
tres clavos. Cabeza y tronco de una sola pieza y brazos de otra. De probable
origen filipino. Sobre cruz con peana de madera pintada, con pequeñas
aplicaciones de metal"7. En la actualidad se exhibe en una vitrina de cristal como pieza número 122 del Museo. Se trata de un Cristo expirante cuya cabeza mira hacia lo alto con ojos marrón claro de rasgos orientales y grandes pupilas, cejas finamente dibujadas en marrón cobrizo, nariz afilada, melena policromada con el cabello en forma de hilos finos de cuidadas ondas simétricas que dejan las orejas al descubierto, cayendo sobre el hombro izquierdo y sustituyendo las patillas por guedejas rizadas, bigote y barba de cuidados bucles geométricos, boca entreabierta, gran corona de espinas tallada, de tres cabos entrelazados, con espinas sangrantes de un rojo vivo anaranjado, brazos fornidos de acusado antebrazo, manos abiertas con los dedos finamente tallados, de los que el índice y el corazón se estiran en actitud de bendecir. El pecho finamente moldeado con costillas no muy abultadas, caderas
escurridas y piernas fuertes y musculosas de rótulas pronunciadas, con la pierna
izquierda recta y con ligera curvatura hacia el interior y el pie paralelo al
madero. La pierna derecha inclinada hacia el centro y el pie también paralelo.
Ambos pies con los dedos artísticamente tallados. Los brazos presentan a la altura de los hombros una línea de unión de soldadura porque se tallaran independientemente del tronco. El paño ceñidor, recogido en el centro con artístico plegado, da la vuelta por detrás en fino pliegue y termina en la cadera derecha, dejando ver el muslo en su totalidad, destacando en la cadera el grueso cordón de doble cabo con anudamiento y un colgante de la tela anudada más arriba. La Cruz es ancha, negra, de madera de ébano, con corto cabecero y
bastante plana. La placa de la sentencia, de marfil, muy ramajeada. La peana
negra, de madera de ébano y con adornos de bronce en zócalos y esquinas y patas
de garras con bolas. Parece proceder el Cristo del Colegio Mayor de San Bartolomé, según la placa de características que figura en el Museo, pero Mercedes Moreno Alcalde8 afirma que su procedencia podría ser el convento de la Merced Descalza de Salamanca, basándose en el hecho de que en su inventario de 1836 figura un "Crucifijo de marfil".
1.- Modesto Falcón, Guía de Salamanca. Valencia, 1992. Edición facsímil de la de Salamanca de 1868. pg. 109 y Fernando Araujo, La Reina del Tormes. Guía Histórico-descriptiva de la ciudad de Salamanca. Salamanca 1884. Edición patrocinada por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca en 1984. Pg. 383. 2.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 192. 3.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 106. 4.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 160. 5.- Juan Antonio Gaya Nuño, Historia y guía de los Museos de España. Madrid, 1968. pg. 664. 6.- Margarita M. Estella Marcos, La escultura barroca de marfil en España.
Escuelas europeas y coloniales. (2 volúmenes). Tomo II. Madrid, 1984. Pg. 160. 7.- Amelia Gallego de Miguel, Museo de Bellas Artes. Salamanca. Salamanca, 1975. Pg. 39.
8.- Mercedes Moreno Alcalde, Museo de Salamanca. Salamanca, 1995. Pg. 74. |
021 CRISTO
021 CRISTO Altar Mayor de la Parroquia del Carmen |
El retablo mayor procede de la antigua parroquia de Santo Tomás de los Caballeros1 (vulgo Santo Tomé) ya citada en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca y consta de banco, cuerpo y ático divididos en tres calles y dos entrecalles, asentado todo sobre zócalo de cantería. De poquísima gracia es del gusto de la transición, en madera oscura con adornos dorados y pequeño respecto al muro frontal de la iglesia que presenta un elevado arco de medio punto. Se encuentra muy reformado y sustituyó en 1766 al anterior, de Antonio González Ramiro, construido en 1612.2 El cuerpo central ocupa además de la parte media del banco el espacio de la cornisa rompiéndola por medio de un arco romano de adornada arquivolta. En la parte superior y en reducido camarín una buena imagen de la Virgen del Carmen atribuida a Esteban de Rueda2. Debajo sobre fondo completamente liso el Cristo, que luego describiremos.
Las calles laterales de hornacinas decoradas con festones alojan a la izquierda una imagen de Santa Teresa, bello ejemplar del taller de Gregorio Fernández, de la segunda mitad del siglo XVII (que a principios de siglo se encontraba en la sacristía)3 y a la derecha otra talla de San José con el Niño en brazos, del siglo XVIII. La separación entre cuerpo y ático se hace por medio de un desangelado friso con estípites y peanas en los intercolumnios y el ático se cierra en semicírculo y aloja en su centro, en una hornacina rectangular, lienzo barroco al óleo del Calvario. Los laterales del ático se adornan con rocallas de flores arriñonadas, cogollos, festones y cornucopias y rematan con verticales floreros. El banco presenta netos decorados con rocalla y las calles se encuentran separadas por cuatro columnas de fuste liso y capiteles compuestos que asientan sobre basas soportadas por ménsulas decoradas con volutas y festones. En la anterior iglesia de Santo Tomé, erigida en 1104 y que había sido consagrada en 1136 por el obispo don Berengario, el lugar de Santa Teresa lo ocupaba San Bartolomé y en la hornacina de San José recibía culto una imagen del patrono de la parroquia Santo Tomás Apóstol. Esta iglesia dejó de ser parroquia en 1867 y fue derribada en 1859, dando lugar a la actual plaza de los Bandos.
Se conservaron en la parroquia del Carmen la mayoría de los altares de la de Santo Tomé, de gusto barroco, que eran los de la Virgen de Atocha, imagen que había sido trasladada a la iglesia del convento de los Padres Carmelitas desde Madrid hacia 1713, del Cristo de la Zarza, de San Miguel, de San Antonio, de Santa Lucía, con retablo de Antonio González Ramiro4, de la Aparición de Cristo a Santo Tomás y el de San Francisco de Paula, hasta que por la prescripción del Concilio Vaticano II desaparecieron los retablos laterales y hoy quedan solamente vestigios a través de algunas imágenes sueltas, colocadas sobre humildes peanas en el descarnado muro. Anteriormente existieron en Santo Tomé las capillas de San Juan Bautista, fundada en la primera mitad del siglo XIV por don Gonzalo Rodríguez de las Varillas y la de Nuestra Señora del Carmen cuyo retablo ejecutó Lorenzo de Noba en 17805. Presidiendo el altar mayor existe un Cristo gótico, de tamaño menor que el natural, cuerpo de esmerada anatomía, tonalidad oscura brillante, cabeza pequeña con corona grande de espinas naturales, mirada hacia la izquierda, barba tupida y negra, pecho abultado con las costillas pronunciadas y el vientre hundido, ligeramente inclinado hacia la izquierda, antebrazos musculosos, brazos en abierto ángulo, elevados por encima de la cabeza, los dedos de las manos separados y abiertos con abundancia de sangre y la pierna derecha sobre la izquierda, con las rodillas juntas y escoriadas. Los pies en la misma posición, uno sobre otro, hacen que las rodillas queden adelantadas. Lleva amplio paño de pudor, del color del Cristo, anudado al lado derecho con una moña grande, de la que nace un gran colgante, dejando ver parte del muslo y los pliegues sobre la pierna izquierda son curvilíneos y acortinados. La Cruz grande y ancha es plana y de color negro, con la cartela
ultrajante muy blanca, grande, alargada y sencilla, apergaminada en los laterales
y con la inscripción trilingüe.
1.- La
Basílica Teresiana. Publicación mensual. Jacinto Vázquez de Parga.
Artículo: "Lo que fue santo Tomé de los Caballeros". Salamanca, 1920.
págs. 43 y 44. 2.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 143. 3.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 86. 4.- Pilar García Aguado, Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca. Primera mitad del siglo XVII. Salamanca, 1988. Pg. 157. 5.- María del Camino Paredes Giraldo, Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca. Segunda mitad del siglo XVIII. Salamanca, 1993. Pg. 122. |
022 NUESTRO PADRE JESUS DE LA PROMESA
022 NUESTRO PADRE JESUS DE LA PROMESA Iglesia de San Esteban |
El Cristo que hoy se encuentra colocado en el muro del evangelio del altar mayor de la iglesia de San Esteban, declarada Monumento histórico artístico el 3 de julio de 1890, parece ser el que en tiempos se denominó Cristo de la Luz, titular de la capilla de tal nombre, que es la tercera del lado de la epístola, a partir del crucero. Se trata de un Cristo de tamaño natural, de rasgos muy humanos, nada patético, de armónicas proporciones, trascendiendo majestad, con los brazos violentamente descolgados en ángulo agudo, casi descoyuntados, por lo que el madero transversal de la cruz es muy corto en relación con el vertical, manos con los dedos ligeramente flexionados hacia los clavos y abundante reguero de sangre, cabeza inclinada hacia la derecha con el rostro mirando hacia abajo con ojos saltones, corona de espinas tallada de cordones gruesos retorcidos, con el típico sogueado de siglos anteriores, abundante cabellera que cae sobre las espaldas y en una sola crencha sobre el hombro derecho, barba negra abundante, boca cerrada, pecho abombado en leve curvatura sin apenas pectorales ni costillas, vientre hundido, piernas finas muy flexionadas con las rodillas juntas de abundantes huellas de sangre, cuerpo brillante limpio de cardenales y laceraciones y pies totalmente cruzados en aspa con un solo clavo.
No se sabe cuando pasa a ocupar el Cristo el lugar en que se encuentra hoy pero debió estar ubicado en la Sacristía pues Juan Eduardo Cirlot, habla de que existe en ella un Cristo de fines del XVI1. Con posterioridad a la redacción de este capítulo ha pasado de nuevo a
la Sacristía, presidiendo el frontal, al eliminar no hace mucho tiempo la
puerta de estilo renacimiento que ocupaba la parte inferior del muro del
evangelio, junto al crucero. Parece ser obra de mediados del siglo XVI, anterior por tanto a la construcción de la capilla del Cristo de la Luz, que se dotó de un retablo pétreo en 1610, adosado a la pared que mira a la capilla mayor, formado por pilastras platerescas, tímpano redondo y flameros sobre las pilastras, decorado en tonos blancos, grises, azules y dorados, retablo que existe en la actualidad, pero en cambio desapareció el fabricado en 1722 por Joaquín Churriguera y de cuyo dorado, estucado y pintura se encargó el pintor José de Mogrovejo. Las paredes de la capilla y la bóveda se encuentran decoradas por cuatro frescos, -representando escenas de la Pasión y de la Gloria del Señor-, del artista zamorano (de Almeida de Sayago) Antonio de Villamor, que se inspiró en la escuela flamenca y en Lucas Jordán. Ceán Bermúdez dice que: "Palomino
le llamaba su competidor, y seguramente no lo era; pero Palomino, que trataba
bien a los profesores, le honraba con este título"2.
Acompañaban al Cristo de la Luz
las imágenes de la Virgen y San Juan que pueden verse en la capilla,
deterioradas por el paso del tiempo y muy repintadas. El Cristo de la Promesa, a principios del siglo actual, se guardaba en
el interior del convento y Camón Aznar3 lo sitúa en 1932 en la
Sacristía, donde permaneció hasta su colocación sobre el muro izquierdo del
altar mayor. (Todavía en 1986 podía verse en la Sacristía citada) 4. En la capilla del Cristo de la Luz se conserva el confesonario en que oían a Santa Teresa el Doctor de la Gracia, padre Domingo Bañez de Artazubiaga, que fue su confesor durante seis años y que le encargó escribiera su "Camino de perfección" y el padre Yanguas, quienes se situaban en un pequeño hueco en el ándito del claustro de los Reyes y a través de una rejilla metálica impartían el sacramento de la penitencia a los fieles, colocados en las respectivas capillas del interior de la iglesia. La Hermandad de Penitencia de Nuestro Padre Jesús de la Promesa fue creada en 1948, como filial de la Hermandad Dominicana del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, por un grupo de artesanos, para salir en procesión el Lunes Santo, 22 de marzo y se le sumaron las dos agrupaciones con sede en San Esteban: Orden Tercera de Santo Domingo y Cofradía del Santo Rosario, además de la propia Comunidad de PP. Dominicos. El nombre del Cristo se tomó de la conocida como Segunda Palabra: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso", que Jesús dirigió a Dimas el buen ladrón. En 1949 y a título experimental se sacaron algunos pasos de la Vera Cruz para completar los misterios dolorosos, pretendiendo fuera la procesión del Rosario, que efectuando un recorrido de penitencia por extramuros llegara al Arrabal, ruta que se hizo hasta el año 1953. A partir del año siguiente su recorrido fue por el centro de la ciudad5. En 1955 acompañó al Cristo de la Promesa otro paso: el de la Coronación de Espinas procedente de las misiones que los Dominicos tienen en China y al año siguiente sólo salieron ya el Cristo titular y Nuestro Padre Jesús de la Pasión al que se le sustituiría la túnica blanca por otra de color rojo. Salió por última vez este desfile procesional en 1974, pero no así la imagen del Cristo de la Promesa, que sustituyó al Cristo de la Buena Muerte en la mañana del Viernes Santo, por hallarse éste en restauración, que duró hasta el año 1984, en que salió de nuevo y por primera vez a hombros, ya restaurado por el artista salmantino Gerardo Sánchez Cruz. En 1979, el Cristo de la Promesa, a la salida de San Esteban tuvo un lamentable accidente al fallar el artilugio de sujeción de la Cruz a la carroza procesional, cayendo la imagen y partiéndose, con lo que precisó una reparación para poder seguir sustituyendo al Cristo titular de la Hermandad Dominicana. La restauración fue efectuada por el mismo artista antes citado y puede verse hoy que el larguero de la Cruz, en su parte baja, lleva un suplemento, de menor anchura que el resto, donde se aprecian los agujeros para sujeción. Entre 1981 y 1983 sustituyó al Cristo de los Doctrinos (que se encontraba en restauración, también efectuada por el citado artista), en la tarde del Viernes Santo en la Procesión General del Santo Entierro, para que hubiera un Crucificado, pues llevaban varios años sin tan importante imagen en el solemne desfile procesional.
1.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 102. 2.- Juan Agustín Ceán Bermúdez, Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas
Artes de España. (5 volúmenes). Tomo V. Madrid, 1800. Pg. 252. 3.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 104. 4.- Ángel de Cabo Alonso y Alfonso Ortega Carmona, Salamanca. Geografía, historia, arte y
cultura. Salamanca, 1986. Pg. 368. 5.- Christus.
Revista de la Semana Santa salmantina. Salamanca, 1955. Pg. 8.
|
023 CRISTO
023 CRISTO Altar en la Sacristía de la Catedral Nueva |
La sacristía de los prebendados de la Catedral Nueva, construida por Sagarvinaga en 1755, tiene ventanas y bóvedas ojivales y sus muros decorados con pilares góticos y barrocos contando entre los arcos con cuadros de mérito, legados de Crespo Rascón en 1883, ocho espejos de soberbio marco dorado de rocalla, estilo cornucopias, tallados por Antonio Montero en el arte barroco-rococó y cajoneras de nogal con herrajes de bronce, fabricados en Peñaranda.
Frente a la entrada el muro tiene tres arcos simétricos guarnecidos de pilastras con agujas góticas y en el central, distinto a los otros, pues adopta forma rectangular, existe un pequeño retablo -sobre cajonera- en el que se encuentra un Cristo crucificado de tamaño natural, obra del siglo XVI, llenando el centro con dosel de terciopelo. Pese a las publicaciones dedicadas en exclusiva a la Catedral apenas se dice nada sobre el Cristo al que nos estamos refiriendo. Es Camón Aznar el único que nos da algunos detalles sobre la imagen: "muy buena talla, de gran finura y patetismo"1. El resto de los autores se limitan a constatar su existencia y a señalar su ubicación.
1.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 33. |
024 CRISTO
024 CRISTO Capilla de Talavera en el Claustro de la Catedral Vieja |
El magnífico retablo, de estilo renacimiento, tallado y dorado con suave policromía de la capilla de Talavera, también llamada mozárabe y de San Salvador, situada la primera al entrar en el claustro de la Catedral Vieja, es de 1560 y se estuvo atribuyendo al escultor italiano Lucas Mitata1, pero es más creíble que su autor sea al artista zamorano Luis del Castillo, y las esculturas se deban a Juan Bautista de Salazar2 "figuritas de escultura bastante buenas"3 según aprecia Antonio Ponz.
Presenta una gran hornacina de arco rebajado que luce en el fondo cuatro encasamentos laterales, superpuestos dos a dos, con cuatro excelentes esculturas del siglo XVI, representando a San Lorenzo y a San Sebastián las superiores y a San Juan Evangelista y una Santa (o tal vez Judith) con espada y la cabeza de un hombre a sus pies, las inferiores. San Juan Evangelista y San Lorenzo son probablemente de Berruguete según Camón Aznar4. Tiene cuatro tablas en los costados, de 0,79 a 0,88 m de altura, de pintor manierista de la esfera de Alonso Berruguete, quizá de Juan de Villoldo5, con escenas de la Visitación de la Virgen a su prima Santa Isabel y la Coronación de la Virgen por los ángeles, arriba y Jesús en su caída camino del Calvario y la Oración del Huerto, abajo. El intradós abocinado del arco está constituido por siete casetones rectangulares que enmarcan nuevos casetones más pequeños que alternan círculos y cuadrados centrales y las jambas laterales que lo soportan lucen los cuatro cuadros descritos. En el centro del cuerpo superior una imagen de la Virgen, con el Niño en brazos que porta un pajarito en la mano, de madera dorada y pintada, de estilo gótico y mediados del siglo XIV, procedente de los talleres leoneses. Luce la Virgen hermosa corona de la época de los Reyes Católicos y tiene el cuerpo arqueado según el gusto y la costumbre francesa. Debajo de la Virgen un cuadro de Gallegos6 representando el Descendimiento de la Cruz del cuerpo de Cristo. El bancal tiene alto relieves de la Adoración de los Pastores y la Anunciación, en los extremos y en el centro dos pinturas de la Adoración de los Reyes y la Huida a Egipto, muy deteriorados. Entre medias de relieves y tablas dos tallas con medallones de los evangelistas San Juan y San Lucas. En el sobre-ático, apoyado en una repisa en forma de peana, con
pintura al óleo en su frente, que tiene por motivo el Entierro de Jesús, -continuación de la imposta de billetes
circundante-, se halla un Cristo de tamaño natural, bajo dosel
de madera tallada de estilo mudéjar, del que apenas existen referencias, pese
a lo conocida que es la capilla por su abundante historia pues se trata de la
más antigua de todas y la que albergó la primitiva sede capitular.
Aspecto actual del retablo de la capilla de Talavera Da la impresión de que se trata de un añadido posterior pues hoy el Cristo está encajado entre dos ventanas de medio punto, cegadas y el dosel recorta la imposta superior y uno de los aristones, de variada decoración de flores, anillos, estrellas, bezantes, hojas, puntas de diamante y dentículas que se entrecruzan y rematan en la parte superior en el rosetón de la cúspide de la bóveda -que por su diseño recuerda las bóvedas islámicas- haciendo desaparecer una columna enana sobre ménsula con forma de cabeza humana de expresión grotesca, de las dieciséis repisas o mascarones que conforman la totalidad de los apoyos de la bóveda esquifada octogonal. En 1711, según acreditaba la fecha inscrita en el libro abierto que sostenía uno de los dos ángeles componentes del fresco que servía de fondo al Cristo, que representaba un Calvario con seis figuras implorantes, se debieron tapar las dos ventanas que se aprecian cegadas en la actualidad, se colocó el dosel y se situó el Crucifijo que nos ocupa, fondo que todavía podía verse en fotografías de 1928 y 1930. Es en esta capilla donde se celebra en la actualidad el rito mozárabe.
Se ignora quién fuera el autor del Cristo, pues ya hemos dicho que parece un añadido del siglo XVIII, sin que nos conste donde estuviera situado con anterioridad. Parece, por sus características, del siglo XVI y presenta figura de tamaño menor que el natural, coloración muy blanca, reducida cabeza, ojos cerrados con el rostro ligeramente vuelto hacia el lado derecho, barba y melena poco abundantes tirando a rojizas, pecho abombado con las costillas poco pronunciadas y los pectorales muy pequeños, el epigastrio con arco muy abierto, llaga del costado con poca sangre, vientre hundido, brazos largos y dedos de la mano flexionados hacia los clavos, piernas paralelas y rodillas con escoriaciones y perizoma blanco de mediano tamaño con armoniosos pliegues y sujeto con cuerda que anuda al lado derecho, dejando ver la cadera de esta parte, por lo que puede considerarse el primer Cristo salmantino que presenta tal innovación dejando ver la soga y el muslo, como inicio del barroco. La Cruz, en su configuración actual, es una mezcla entre plana y arborescente, pintada en tono verdoso, con el rótulo de la ignominia en forma de pergamino con volutas en los laterales.
1,.-
Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo
monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 126. -
Elías Tormo Monzó, Las Catedrales.
(Sobre estudios inéditos de D. Manuel Gómez-Moreno). Madrid, 1931. pg. 59. -
Alfonso Rodríguez G. De Ceballos, Las
Catedrales de Salamanca. León 1979. pg. 30. - José Carlos Brasas Egido, Las Catedrales de Castilla y León. La
Catedral de Salamanca. León, 1992 pg. 152 y Antonio García Boiza, Salamanca monumental. Madrid, 1959. Pg.
67 2.- Antonio Casaseca Casaseca, Las Catedrales de Salamanca. León, 1993. pg. 40. 3.- Antonio Ponz, Viaje de España, 3. (4 volúmenes). Madrid, 1988. Tomos IX-XIII. Pg.
645. 4.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 47. y SUMMA ARTIS, La escultura y la rejería españolas del
siglo XVI. Tomo
XVIII. Madrid, 1981. Pg. 178. 5.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Las catedrales de Salamanca. León, 1979.
Pg. 30. 6.- Modesto Falcón, Salamanca artística y monumental. Salamanca 1867. Pg. 90 y Amalio
Huarte y Echenique, Guía de Salamanca.
Salamanca, 1920. Pg. 39.
|
025 CRUCIFIJO
025 CRUCIFIJO Museo Diocesano |
La Sala Capitular de la Catedral Nueva, lindante con la capilla de Santa Bárbara, se construyó en 1526. Después de las reformas realizadas en 1931, se instaló aquí y en la antesala el Museo Diocesano en marzo de 1953, el más interesante, sin duda alguna, de Salamanca por las obras artísticas que atesora. Entre sus variadas obras escultóricas posee: "Crucifijo de la escuela de Juan de Juni; del XVI"1 según Cirlot. Para Juan Antonio Gaya Nuño "La
sala IV, en el piso superior... entre esta vitrina y la siguiente, Crucifijo
de la escuela de Juan de Juni".2
1.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 57.
2.- Juan Antonio Gaya Nuño, Historia y guía de los Museos de España. Madrid, 1968. Pg. 668. |
026 CRUCIFIJO
026 CRUCIFIJO Desaparecido Colegio Menor de San Pelayo |
Pocas son las noticias que nos han llegado del Crucifijo que se veneraba en la capilla ojival del ilustre y muy noble Colegio de San Pelayo, que el vulgo denominaba de los Verdes, por la beca y manto que lucían sus colegiales. Se encontraba tal Colegio menor en lo que fue el Jardín Botánico, luego campo de pruebas deportivas de la Universidad y hoy Facultad de Geografía e Historia y fue fundado por el ilustrísimo señor don Fernando de Valdés, arzobispo de Sevilla e Inquisidor General, que había fallecido en Madrid el 9 de diciembre de 1568 sin ver consolidada la fundación del Colegio, para lo que había dado los primeros pasos en 1546, pero se había topado con la oposición tenaz de los Colegios mayores. Su construcción era de buena arquitectura, pórtico cercado con galerías alta y baja con columnas dóricas y reminiscencias del gótico decadente, obra a cargo de Pedro de Gamboa, no habiendo llegado a nuestros días al ser destruido por los franceses cuando la guerra de la Independencia. Solamente se conservan: una puerta adintelada, una ventana sobre ella, dos escudos gemelos del arzobispo Valdés y una hornacina con el santo titular, hoy tapiada, labrados por Martín Rodríguez. En una esquina el escudo de Salas, Valdés, Llano y Dañapalla, todos ellos apellidos entroncados con el fundador1. De la capilla dos ventanas, las bóvedas de crucería y bellos medallones en las claves. Es Antonio Ponz, quien nos dice: "En la capilla hay un Crucifijo del tamaño del natural de muy buena
escultura"2. Pero no sabemos más. Desconocemos, por tanto,
las características y antigüedad del Cristo, que suponemos sea, al menos,
la de la inauguración del Colegio, 1577. Por ello sería parecido a los de su época que eran: el de la sacristía de la Catedral Nueva y el de la capilla de Talavera de la Catedral Vieja, ambos de estilo renacimiento.
1.- Julián Álvarez Villar, de Heráldica salmantina. Historia de la ciudad en el arte de sus
blasones. Salamanca, 1966. Pg. 149. 2.- Antonio Ponz, Viaje de España, 3. (4 volúmenes). Madrid, 1988. Tomos IX-XIII. Pg. 677.la |
027 CRISTO DE LA PAZ
027 CRISTO DE LA PAZ Parroquia de San Sebastián |
Cuando don Manuel Gómez-Moreno visita Salamanca, en 1901, ve en la iglesia de San Bartolomé, hoy desaparecida, la imagen de un "Crucifijo muerto, poco menor del tamaño natural"1, pero luego anota que, al cerrarse al culto la iglesia, el crucifijo gótico pasa al Museo y las esculturas y pinturas a la parroquia de San Sebastián, ya citada en el Fuero de Salamanca en el territorio de los francos. Las esculturas eran: una Virgen, un Crucifijo muerto y las imágenes de San Bartolomé, San Pedro y San Juan Evangelista. Las cinco imágenes databan de los tiempos de las reedificaciones de la iglesia (siglo XVI) y correspondían al estilo italiano entonces dominante1. Pudiéramos suponer que una de las esculturas fuera este Cristo
pero sin embargo esta teoría se quiebra porque más adelante habla de que en el
Museo existe un "Crucifijo de fines
del siglo XVI; desnudo, robusto, cabeza muy caída, tipo manierista; bueno"2
que pudiera ser el Cristo del que hablamos, que continúa en el Museo todavía en
1932, según Camón Aznar3 y en 1956 según Cirlot4, pues
ambos hablan de "Crucifijo de la
segunda mitad del siglo XVI" e incluso pudiera citarlo Gaya Nuño5
al hablar de "otro Crucifijo talla
en madera" en 1968.
Desaparecido del Museo Provincial de Bellas Artes, aunque no sepamos la fecha, parece que pasara a la iglesia de San Sebastián y sería el conocido hoy como Cristo de la Paz, por la inscripción que junto a él se ha puesto y que sobre el muro del crucero del lado de la epístola y mirando hacia el altar mayor dice "PAZ", a un lado de la parte baja de la Cruz y al otro lado los siguientes versos:
Se trata de un Crucifijo de tonalidad marfileña brillante, desplomado sobre los pies, con la cabeza caída sobre el pecho, corona tallada con el típico sogueado de ramas de espino retorcidas, cabellera con guedejas simétricas y dos crenchas sobre los hombros, barba rizada y partida en dos puntas, nariz pronunciada, brazos que se descoyuntan por el vencimiento hacia adelante del cuerpo con venas y músculos pronunciados, dedos de las manos que se aprietan alrededor de los clavos con reguero de sangre que fluye por los brazos, piernas musculosas y con venas, la izquierda torcida hacia el interior, rodillas tumefactas, hombros salientes y pecho cilíndrico con moderadas costillas convergentes hacia el centro, llaga pequeña con abundancia de sangre que mancha el paño de pureza. Todo el cuerpo tumefacto con acúmulos de sangre venosa muy pronunciados pero sin demasiadas huellas sanguinolentas exteriores. Perizoma pequeño, de tonalidad rosácea muy pegado al cuerpo, pliegues totalmente horizontales; anudado en las dos caderas, el anudamiento derecho grande y el otro simple plegadura y colgante poco airoso. Lleva orla en la orilla de tono más oscuro. Este Cristo fue restaurado por el sacerdote salmantino don Gerardo
Sánchez Cruz quien se lo encontró pintado de verde y al rasparlo descubrió el
color carne brillante que hoy tiene6. La Cruz es muy gruesa y ancha, de color oscuro y sin cabecero, que se sustituye por la cartela o titulus con la condena, especie de ánfora con adornos dorados. El brazo transversal está terminado en sus extremos a bisel con ángulo menor de 45º en forma de cuña, desigual y asimétrico. Presenta en su parte inferior los agujeros propios para sujeción a la carroza en que desfilaba con la Cofradía de los Excombatientes. La Cofradía del Santísimo Cristo de las Batallas, Nuestro Padre Jesús del Consuelo y Nuestra Señora del Gran Dolor (vulgarmente conocida por la Cofradía de los Ex-combatientes) fundada en 1944, atravesó diversas vicisitudes que la hicieron desfilar en día distinto al primitivo -Miércoles Santo-, a integrarse en el desfile procesional de otra Cofradía y por fin a extinguirse en 1971. En los años 1968 y 1969, habiendo trasladado la sede de la Cofradía desde la iglesia de San Juan de Sahagún a la de San Sebastián, desfilaron conjuntamente con la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Flagelado llevando como imagen la del Cristo de la Paz, en lugar del Cristo del Consuelo de la parroquia de San Juan de Sahagún, que era su titular. Este Cristo de la Paz es el mismo que pretendió en 1986 la Hermandad del Silencio para titular de su Cofradía y que autorizada su cesión por el párroco de San Sebastián luego fue denegado el permiso por parte del Cabildo catedralicio, ya que la iglesia de San Sebastián es la sede de la parroquia de la Catedral desde el año 1903, una vez que fue rehabilitada para el culto, pues desde 1840 había servido al Estado como almacén de productos estancos. (En 2015 la Hermandad de Jesús Amigo de los Niños, más conocida como "La Borriquilla", incorporó al vía crucis penitencial, que desde 2012 realizaban por la calles del casco histórico de Salamanca los hermanos adultos en la madrugada del Domingo de Pasión, la imagen del Cristo de la Paz custodiado en la iglesia de San Sebastián. N. del E.)
1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 278. 2.- Id. id., ob. cit. pg. 308. 3.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 106. 4.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 160. 5.- Juan Antonio Gaya Nuño, Historia y guía de los museos de España. Madrid, 1968. Pg. 664 6.- La Gaceta
Regional. Publicación periódica. Diario de Salamanca. 30 de marzo de 1986. Pg.
5.
|
028 SANTO CRUCIFIJO
028 SANTO CRUCIFIJO Iglesia de Santo Tomás Cantuariense |
La iglesia de Santo Tomás no es nombrada como parroquia en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca, pese a su antigüedad y se la sitúa en el territorio de los portogaleses. Dedicada a Santo Tomás Becket, canciller real en la corte inglesa, arzobispo de Canterbury, primado de Inglaterra y mártir, canonizado en 1172 por el papa Alejandro III, ya en 1175 sus compatriotas el maestro Ricardo y su hermano Randulfo levantaron el templo a su memoria, siendo los caballeros del Temple quienes habían tomado posesión de la puebla de Santo Tomás. Fue declarada Monumento histórico artístico con fecha 22 de julio de 1983 y parroquia hasta el auto definitivo del arreglo parroquial de la diócesis de Salamanca en 1867. En 1902 era filial de la parroquia de San Pablo. La iglesia, de una sola nave y planta rectangular, carecía de bóveda cubriéndose con la armadura del tejado labrada en forma poco artística. Muy pocas son las noticias que tenemos del Crucifijo que tenía su capilla frente a la sacristía de esta iglesia. Entre ellas, la simple mención que hace el que fue rector de la Universidad salmantina don Esteban Madruga1, quien en el otoño de 1959 nos cuenta la creación del Colegio menor de San Ildefonso por parte de don Alonso de San Martín, beneficiado de la iglesia del señor Santo Julián de Salamanca, fallecido en 1610 y que cuatro años antes, en su último testamento, dejó y nombró por único y universal heredero de todos sus bienes a la Pía Memoria del Colegio por él fundado junto a la iglesia de Santo Tomás Cantuariense. En el testamento ordena que su cuerpo sea enterrado en la citada iglesia, en su capilla del Santo Crucifijo, situada frontera de la sacristía en la sepultura que está en medio de dicha capilla y efectivamente se cumplió su deseo. Cirlot habla de que en los ábsides hay "imágenes de Cristo y de la Virgen de la segunda mitad del XVI"2 Para Camón Aznar "en uno de los ábsides un retablo con una imagen de Cristo, de fin del siglo XVI y un hermoso frontal de azulejos de Talavera en el altar"3. Hoy el Cristo ya no se encuentra en el ábside sino a la entrada del templo, al lado de la epístola, bajo una moderna ventana, colocado sobre el muro en una especie de hornacina rectangular. De color oscuro brillante y de tamaño más pequeño que el natural, tiene la reducida cabeza inclinada hacia la derecha, nariz fina y pequeña, boca cerrada, cabellera abundosa de rizadas y artísticas guedejas que caen sobre los hombros e incluso se extienden ensortijadas sobre el pecho, barba larguísima que remata en dos puntas simétricas, corona de espinas tallada con hilos trenzados muy gruesos y redondos, pecho abombado con costillas bastante bien moldeadas, llaga con abundancia de sangre oscura, al igual que la del resto del cuerpo, brazos cortos y antebrazos desproporcionados con la musculatura tensa, dedos de las manos muy flexionados hacia las respectivos clavos hincándose en las palmas de la mano, piernas finas y desproporcionadas desde las rodillas hacia abajo con señalada musculatura, pie derecho que sigue la misma alineación de la pierna aunque luego apoya sobre el otro pie en posición casi perpendicular. Las rodillas separadas y adelantadas.
El paño ceñidor pequeño tiene el mismo color del cuerpo y se asemeja por su forma a un pantalón corto, muy pegado al cuerpo desde muy abajo del vientre hasta la mitad de los muslos y también ceñidísimo por detrás. Los pliegues horizontales y los colgantes en ambos lados: el de la derecha más pequeño y el de la izquierda con enorme moña y amplia caída de la tela en doble curvatura hacia el centro. La Cruz es ancha y
profunda, de color oscuro, sin cabezal y el larguero con gran distancia desde
los pies hasta la base, rebuscada tablilla rectangular plana de fondo blanco
con dos triángulos calados que pican en los extremos y el reborde fino y
dorado.
1.- Esteban Madruga. El Museo - Crónicas Salmantinas, II. Artículo: Colegio de San Ildefonso.
Salamanca, 1959. Pg. 39. 2.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 18. 3.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 94. |
029 CRISTO CRUCIFICADO
029 CRISTO CRUCIFICADO Sustituto del Cristo de los Milagros |
Han pasado siglos dándose la circunstancia de que en el coro de la iglesia de Sancti-Spíritus, durante casi todo el año, no se encontraba el Cristo de los Milagros, que recibía adoración en la pequeña capilla de Santana, como se ha dicho anteriormente. El citado beaterio de Santa Ana se trocó en el magnífico monasterio de las Comendadoras de Santiago. Este monasterio servía ya de parroquia en el siglo XIV como lo indica
una inscripción del sepulcro del Licenciado Pedro Vidal, de 1363, pero ya en el
siglo XII y seguramente en los tiempos de don Ramón de Borgoña o del segundo
marido de su viuda doña Urraca, don Alfonso de Aragón ya lo fuera, aunque no
figura como tal en el Fuero de Salamanca.
En el año 1222 cedió el Cabildo la parroquia a las religiosas de Santa Ana,
aunque con sujeción a la jurisdicción ordinaria. Hasta que en 1945 fue trasladado el Cristo de los Milagros, con carácter definitivo, le sustituía en el altar otro Cristo, de época posterior, cuya efigie no es tan conocida y mucho menos venerada que aquella. Podemos ver la fotografía de este Cristo en la Revista de Arte "Salamanca y sus costumbres"1 de 1928, en "Salamanca, Arte y espíritu de la ciudad y su provincia"2 de 1954 y de nuevo en la obra de Cirlot, quien dice a propósito de él: "En este recinto [coro] pueden admirarse varias esculturas... y un Cristo crucificado de la segunda mitad del XVI".3 Parece ser este Cristo el que en la actualidad se encuentra presidiendo uno de los salones de la sacristía, donde se halla junto con las imágenes del Bueno y del Mal Ladrón, aunque no hace demasiado juego con las pequeñas figuras de los dos malhechores. El Cristo tiene la figura alargada, más pequeña que el natural,
encarnación morena brillante, rostro pequeño con la faz grave dirigida
ligeramente hacia la derecha, barba puntiaguda, espesa y rizada con cabellera
de ondas no muy abundantes que caen sobre los hombros, brazos sensiblemente
caídos de antebrazos potentes, dedos de la manos flexionados hacia los clavos,
torso con costillas escamosas y vientre recto de suave anatomía, piernas finas
con la derecha bastante adelantada, limpio de llagas y hematomas y ceñidor
grande estofado con pliegues poco revueltos y moñas laterales.
La Cruz de madera oscura es del tipo de gajos con abundantes ramificaciones podadas y aparenta solidez en su corteza. La cartela con la inscripción infamante, muy grande, avolutada sobre el cabecero, también de gran longitud.
1.- Revista de
Arte "Salamanca y sus costumbres". Publicación mensual ilustrada.
Salamanca, 1993. Edición facsímil de la de 1928. Pg. 215. 2.- Rufino Aguirre Ibáñez, Salamanca. Arte y espíritu de la ciudad y su provincia. Salamanca,
1954. Fotografía 73. 3.- Juan Eduardo Cirlot,
Salamanca y su provincia. Barcelona,
1956. págs. 106 y 108. |
030 CRISTO CRUCIFICADO
030 CRISTO CRUCIFICADO Sacristía de la Catedral Nueva |
Sólo conocemos de este Cristo lo que nos dice don Daniel Sánchez y Sánchez, quien al relatar los elementos de la Sacristía, afirma: "En en centro hay una gran mesa redonda cubierta de mármol blanco. Al lado está una pequeña capilla con reclinatorio y hornacina cerrada de cristal donde se muestra una pequeña, pero muy buena talla de Cristo Crucificado del siglo XVI, realizada con tan gran delicadeza que alcanza la expresión de fuerte patetismo"1, lo que nos dice Camón Aznar: "En una urna hay un Cristo del siglo XVI, muy buena talla, de gran finura y patetismo"2 y don José Artero: "El maravilloso Crucifijo del reclinatorio de la Sacristía"3. Se trata de una capilla-confesonario que alberga un maravilloso Cristo marfileño
de tamaño reducido, cabeza pequeña, brazos muy colgantes del madero, cuerpo con
torsión hacia la izquierda, pecho reducido y pies finos y juntos. El paño supra
femoral grande y con pocos pliegues. La Cruz
pequeña y delgada, dotada de rótulo con la sentencia en cartela blanca y forma
romboidal.
1.- Daniel Sánchez y Sánchez, La Catedral Nueva de Salamanca. Salamanca, 1991. pg. 232. 2.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. pg. 33. 3.- José Artero Pérez, Christus. Revista de la Semana Santa salmantina. Semana Santa 1943.
Artículo: La Catedral, museo de la Pasión. pg. 40. |
031 CRISTO DEL PERDÓN Iglesia de los PP. Carmelitas Descalzos |
Lo único que conocemos del Cristo del Perdón, que se venera en la iglesia de los padres Carmelitas, es lo que nos dice el padre Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, quien afirma:" Tras la poda de estucos, postizos, retablos e imágenes efectuada recientemente, lo único notable que queda es el Cristo del Perdón en el altar mayor, talla de fines del siglo XVI o comienzos del XVII"1. Los Padres Carmelitas descalzos se instalaron en Salamanca (siendo fray Jerónimo de la Madre de Dios el fundador de la primera casa salmantina) en la iglesia y el Hospital de San Lázaro de los malatos (leprosos) en las inmediaciones de la muralla, en 1572, cuando era obispo de la diócesis don Pedro González de Mendoza y en 1581, en tiempos del obispo don Gerónimo Manrique de Lara, se fundó el Colegio de San Elías. Con motivo de la crecida del Tormes, el dia de San Hilario, 14 de enero de 1597, se trasladaron al sitio denominado Carmen Viejo, fuera de las murallas, a la orilla del río y más tarde al interior de la ciudad comprando terrenos a don Alonso de Monroy y posteriomente, en 1678, a doña María de Solís con lo que se extendieron desde la plazuela de Santo Tomé hasta la calle Peripacho, que era la parte sur de la Plaza de la Libertad, trasladándose desde el convento viejo con toda solemnidad en 1703, en tiempos del obispo don Francisco Calderón de la Barca. La iglesia del Carmen había comenzado a construirse con el esquema carmelitano del templo de Santa Teresa de Avila, en 1690. Los Carmelitas descalzos que habían abandonado la ciudad el 20 de agosto de 1835 debido a las leyes de Exclaustración, cuando habitaban el convento de San Elías profeta, -junto a la desaparecida parroquia de Santo Tomé-, al volver a Salamanca lo hicieron a esta iglesia en la calle de Zamora, (que había dejado de ser parroquia en 1887), en tiempos del obispo don Tomás de Cámara y Castro, quien les cedió el templo en la forma en que lo permite el Derecho, instalándose previamente, en 1894, en una casa adjunta, el Colegio-convento de misioneros y adquiriendo también en 1886 solares, casas contiguas y los terrenos de la huerta. El 16 de diciembre de 1894 se inauguraba de nuevo la iglesia. La antigua iglesia, denominada de
la Magdalena, de estilo románico tardío, que había sido reparada en 1757 y
la torre en 17602, fue reedificada en 1796 por el arquitecto
Jerónimo García de Quiñones cambiando al estilo greco-romano, colocándose el Santísimo
en el nuevo templo el 1 de octubre de 1798. Los Carmelitas, a su llegada, renovaron y decoraron el interior al pseudo-clásico gusto italiano moderno, con un altar principal de capilla-camarín, -donde se veneraba la imagen de la Virgen del Carmen entregando el santo Escapulario a San Simón Stock, santo hoy desaparecido- y seis altares laterales, trabajos que ejecutó el arquitecto don Joaquín de Vargas en 1917. Los altares estuvieron dedicados a Santa Teresa de Jesús, Inmaculada Concepción, San Juan de la Cruz, otro Cristo del Perdón, San José y Milagroso Niño Jesús de Praga. Databa la primitiva iglesia de 1182, año en que fue consagrada por el obispo don Vital, aunque no se la cita en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca, y su fundación la efectuó un arcipreste de Alba llamado Esteban3; más tarde, en 1202, fue cedida a la Catedral, quien a su vez la cedió luego como Encomienda a la Orden militar de Calatrava, hasta que en 1205 fue cedida a la de Alcántara, por concesión de Alfonso IX - para que repoblasen una parcela hasta las afueras, en el territorio de los castellanos- y a esta Orden perteneció hasta que por disposición pontificia quedó sujeta al Ordinario. En el principio había pertenecido a los caballeros Templarios y al ser disuelta esta Orden pasó a la de San Juan. En el arreglo parroquial de la diócesis de Salamanca, aprobado por auto definitivo de 1867, esta parroquia exenta, dependiente de la Orden Militar de Alcántara, quedó agregada a la parroquia matriz del Carmen. En 1619 se encarga el pintor Antonio González de Castro de la pintura del retablo del altar mayor y en ese mismo año doña Beatriz Nieto Acevedo encargó a Pedro Hernández la imagen de Santa Marta en madera para el altar dedicado a esta Santa, que doró y pintó Lorenzo Aguilar en 16234. Este Cristo, que por el padre Ceballos es denominado del Perdón, se encontraba en el interior del convento: primero situado tras la puerta de entrada a la sacristía, en el muro frente a la desaparecida biblioteca y más tarde en la amplia escalera principal del que fue convento, por donde se bajaba a la huerta y al refectorio. Se trata de un Cristo hercúleo de tamaño natural,
de tonalidad metálica brillante, de horizontales brazos musculosos y manos más
elevadas, de grandes dedos, flexionados hacia los clavos el corazón, el anular
y el meñique y paralelos hacia fuera los otros dos, cabeza pequeña inclinada
hacia la derecha y caída sobre el pecho. Melena negra muy bien tallada con raya
al medio y abundantes guedejas sobre el hombro derecho, corona de espinas
tallada con sogueado de formas redondeadas y sin aristas, barba rizada partida
en dos simétricas puntas divergentes, tronco con la cadera inclinada hacia la
izquierda así como las piernas hasta las rodillas, pecho musculoso sin
sensación de costillas y llaga de abundante sangre oscura que llega a empapar
el paño de pudor, piernas hercúleas con hematomas abundantes, rodillas sangrantes
muy adelantadas y vencidas hacia el lado izquierdo y los pies retraídos hacia
el lado derecho casi paralelos a la Cruz. Todo el cuerpo se presenta lacerado y tumefacto.
El paño de pureza grande, en forma de aspa, ceñido al cuerpo y piernas con pliegues poco pronunciados, moña de considerable tamaño al lado derecho y enorme pliegue colgante también del mismo lado que cae abundante, presentando gran deslizamiento en la parte central permitiendo que se vea el abdomen en casi su integridad. De color de oro asemeja tela de brocado grueso por los adornos del estofado y presenta la característica de dejar vista la parte superior del muslo derecho a través de un triángulo que forma el plegado de la tela. Este Cristo por su configuración, postura del rostro, tronco y extremidades, refinada talla y disposición de barba y melena y la rareza de la colocación y el estofado de la tela del ceñidor se asemeja al Cristo del Amparo, que se venera en un altar lateral de la parroquia de San Juan de Sahagún, del que solo difiere en que el tamaño de éste es sensiblemente menor. La Cruz de tonos oscuros es grande y plana careciendo de cartela con la inscripción infamatoria. Para la comunidad de Carmelitas el Cristo del Perdón no era
el citado sino el que antes de la reforma, -que tuvo su origen en el Concilio
Vaticano II- se encontraba situado en el primer altar, entrando, por el lado de
la epístola y que hoy ha sido trasladado al oratorio del Colegio carmelitano.
1.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 88. 2.- María del Camino Paredes Giraldo, Documentos para
la historia del arte en la provincia de Salamanca. Segunda mitad del siglo
XVIII. Salamanca, 1993. págs. 31 y 61. 3.- Gil González Dávila, Historia de las Antigüedades de Salamanca. Vidas de sus obispos. Salamanca, 1606. Pg. 172. 4.- Pilar García Aguado, Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca. Primera mitad del siglo XVII. Salamanca, 1988. págs.157, 194 y 198. |
032 CRISTO ARTICULADO
032 CRISTO ARTICULADO Iglesia de la Vera Cruz |
Se trata de un Crucificado de tamaño natural que posee las extremidades superiores articuladas en forma tal que, al sacar de los orificios de manos y pies los clavos que los traspasan y poder ser descendido de la Cruz, adquieren la posición de paralelismo con respecto al cuerpo, conformando la imagen de un Cristo Yacente, que ya puede ser depositado en el Santo Sepulcro. La figura del Cristo Yacente hace su aparición en la iconografía de la Baja Edad Media pero el hecho de sacar la imagen en procesión se produce ya en la época barroca. En las tierras de Castilla se identifica con la austeridad y sencillez tanto si el Cristo va desnudo sobre humildes parihuelas como si desfila en urna acristalada, sobre pobres andas revestidas de fúnebres y negros ropones. El acto solemne del Descendimiento se celebró por primera vez el Viernes Santo de 16151, que coincidió el 17 de abril, en la capilla de la iglesia de la Vera-Cruz, organizado por la Ilustre Cofradía de la Santa Vera Cruz, a imitación de lo que se venía haciendo en Perú y Nueva España y que se había comenzado a practicar también en Madrid, ya por entonces capital del Reino. Lo cierto es que el acto del Descendimiento hizo viaje de ida y vuelta por cuanto ya, entre 1450 y 1459, existe constancia de que en la Catedral de León se celebraba la representación de la Pasión del Señor el Viernes Santo y tras proceder al Descendimiento del cuerpo de Jesús, era colocado en el Sepulcro2. Consistió, el de Salamanca, en que, colocados en sendas cruces Jesús, Dimas y Gestas (los dos ladrones) y sobre la misma tarima la Virgen y San Juan, tres frailes franciscanos subían a una escalera apoyada por detrás en la cruz de Jesús, lo desenclavaban y lo depositaban unos momentos en los brazos de su santa Madre, para introducirlo a continuación en el Santo Sepulcro, -distinto del actual- tapizado en su interior de tafetán morado y acolchado con sábanas y almohada3. Daba comienzo seguidamente la procesión del Santo Entierro con el sepulcro sobre humildes parihuelas. El Crucifijo y los dos ladrones, que datan de 1615, son de una buena calidad artística y articulados, con enormes y excesivamente delgadas cruces,-más grande la del Salvador- conservados en excelentes condiciones en la iglesia de la Vera Cruz. La Cruz principal que es plana, con cuatro remaches en el centro y desbastadas las esquinas del madero, lleva descomunal cartela rectangular blanca, para contener la inscripción degradante, en armonía con el tamaño desmesurado de la pieza que le sirve de soporte. Los dos ladrones son muy parecidos siendo la diferencia más notable
que el rostro del buen ladrón dirige su mirada hacia Cristo y el otro la fija
en el suelo, con la cabeza inclinada. El primero tiene gesto de resignación,
mientras el otro crispa los puños ante su morir cercano.
El buen ladrón, colgado por los hombros y los brazos de un delgado cordón rojo, tiene el cuerpo grande y vertical, de proporciones armoniosas y carnes de color rosáceo mate, la cabeza pequeña de fina talla, frente despejada, pelo ensortijado y abundante sin llegar a melena, con mechones rizados en espiral sobre la frente y orejas, cejas algo redondeadas, ojos pequeños muy abiertos, dirigidos hacia el Crucificado, nariz alargada de finas aletas, con el bigote apenas esbozado y el mentón redondeado y pequeño, boca pequeña y labios finos, entreabiertos, como diciendo las palabras que nos narra el evangelista: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu reino". (Luc 23, 43). Dimas, según el evangelio de Nicodemos, posteriormente se convirtió. Pecho amplio con escamosas costillas poco pronunciadas, abultado abdomen, brazos finos sin apenas afloramiento de músculos y venas, el izquierdo caído en ángulo y el otro hacia el travesaño, manos abiertas con algún dedo mutilado, piernas finas y redondeadas de robustas rodillas y pies en disposición perpendicular respecto a las piernas. La derecha flexionada hacia atrás y fuera del madero vertical. Paño de pureza de no gran tamaño con estofado de listas verticales rojas y verdes sobre fondo gris, se desliza del vientre y se recoge en forma de calzón, con vueltas de la tela en la parte superior y ceñido en la cadera derecha con soga de un solo cabo y reducida moña, dejando ver el muslo derecho casi en su totalidad. Tiene dos caídas laterales lisas, sin anudamiento. El mal ladrón, de tonalidad pálida, colocado a la izquierda del Crucificado es de configuración anatómica semejante al buen ladrón y la posición sobre la cruz similar en cuanto a las extremidades. Pelón, con la frente despejada, cejas finas, nariz con curvatura aguileña de caballete, mal encarado, con la mirada dirigida al suelo, tiene las orejas deformes y grandes hechas una piltrafa, fino bigote y reducida perilla. El paño de pureza, tambien estofado de listas rojas y negras, cae por delante pasando por debajo de la pelvis y se ajusta a la cintura con invisible soga, se amolda desrizándose por las caderas sin apenas pliegues, conformado una especie de corto calzón.
El Cristo es de los de cuatro clavos, pese a la época en que fue tallado, lo que hace que tenga la figura una mayor naturalidad. Es de los pocos Cristos castellanos que se sale de la norma, no escrita, de utilizar un solo clavo para los dos pies. (El Concilio de Trento había dado libertad a los artistas para utilizar uno o dos clavos, indistintamente). Tiene el Cristo cuerpo grande, de color cárdeno brillante, figura recta y alargada, ligeramente cargado de hombros, brazos redondos y delgados de antebrazos musculosos, cabeza reducida inclinada hacia el pecho, corona de espinas natural, grande, de tres cabos con afiladas púas, rostro demacrado, frente despejada y lisa, cejas alargadas, grandes párpados, nariz fina y prominente, boca entreabierta de gruesos labios, ancho bigote, barba abundosa de pocos rizos acabada en dos puntas, melena muy ondulada de abundante cabello, con raya acentuada al medio cayendo sobre los hombros en guedeja puntiaguda sin gracia, dejando ver la oreja izquierda, pecho corpulento vertical sin apenas detalles anatómicos con costillas de tipo esferoidal y escamoso, llaga grande sangrante que llega poco abundante al redondeado y contraído abdomen, extremidades inferiores juntas, finas y poco talladas, gruesas en comparación con los brazos, que los tiene arqueados, y los dedos de las manos semiflexionados en actitud de bendecir. De cuatro clavos tiene los pies paralelos al madero, muy verticales, con las rodillas tumefactas y con muchas salpicaduras de sangre, poco adelantadas sin que exista supedáneo. Sudario grande, de tonalidad grisácea, que deja desnuda la mayor parte del vientre, de airosos pliegues horizontales sobre la pierna izquierda y en diagonal sobre la derecha, sin nudo en las dos caderas, más corto en el lado derecho y ajustado colgante de verticales pliegues al izquierdo, donde va recogido. Como quiera que la iglesia se quedara pequeña para tanta gente como acudía al piadoso acto años después se optó por trasladar el Descendimiento al Crucero que hay frente a la capilla, dentro del Campo de San Francisco y allí tuvo lugar durante muchísimos años, adornándose el Humilladero "con su cielo y peñascos" como dicen las crónicas4. Se mejoró el Crucero en 1721, dotándolo además de rejas, con base en las limosnas y aportaciones de los cofrades, de los ingresos de la imprenta creada en 1497 y de las rentas de la aceña de Villagonzalo. En 1724 don Manuel Pérez de Parada5 regaló la actual urna de cristal que constituye el Santo Sepulcro, obra de Pedro Hernández, (de la segunda mitad del siglo XVII), donde se deposita el Cristo Yacente sobre blando lecho, tapado con sábana blanca y con una manta bordada en oro con atributos de la Pasión. En el siglo XIX dado el deterioro del Crucero se opta por trasladar el Descendimiento a la vecina iglesia de San Francisco, de los padres Capuchinos y posteriormente al, también vecino, templo parroquial de las religiosas Agustinas recoletas, donde se siguió celebrando la ceremonia hasta 18483. Se pierde con los años la celebración del acto público hasta la llegada al obispado de Salamanca del padre agustino fray Tomás de Cámara y Castro, quien impulsa la ceremonia y de nuevo, en 1887, se vuelve a celebrar en la iglesia de las Agustinas con gran afluencia de fieles. Decae de nuevo el interés y en 1891 desaparece el acto del Descendimiento porque la Cofradía lo encuentra demasiado gravoso para sus menguadas arcas. Hasta mediados del presente siglo no vuelve a celebrarse la piadosa costumbre. Quien toma a su cargo la realización es la Junta Permanente de Semana Santa y el 19 de abril de 1946 se celebra el Descendimiento delante de la fachada de la iglesia de San Martín, donde se encontraba ya el Santo Sepulcro abierto, que partió con el Yacente hacia la iglesia de la Vera Cruz para engrosar y presidir la Procesión General del Santo Entierro, en la tarde del Viernes Santo. A los dos años el escenario será de nuevo el Humilladero del Campo de San Francisco, donde ya se exhibe la moderna Cruz de los Caídos y donde se celebrará la ceremonia algunos años pues luego se trasladó al atrio de la Catedral. En 1958 se lleva el Descendimiento a la Plaza Mayor, -en el arco de Toro- y el Santo Sepulcro con el Cristo Yacente, se traslada a la vecina parroquia de San Martín donde le espera para incorporarse a la Procesión General, pero se reconoce que no es la Plaza Mayor el lugar de silencio apropiado para tan íntima ceremonia y en 1965 es llevada al Patio Chico, detrás de las Catedrales, donde hoy se sigue celebrando el acto piadoso al medio día del Viernes Santo3. Previamente el Santo Sepulcro vacío ha salido de la Vera Cruz, en procesión, la mañana del Viernes Santo portado por 20 hermanos, para llegar a la Catedral acompañado por una representación de todas las Cofradías y Hermandades semana-santeras. En el Patio Chico ya se encuentran dispuestas las tres Cruces donde se hallan clavados Jesús y los dos ladrones. Concluida la ceremonia del Descendimiento, que realizan en la actualidad miembros de las distintas cofradías, quedaba expuesto el Cristo Yacente a la adoración de los fieles en la Catedral Nueva hasta su incorporación, por la tarde, a la Procesión General del Santo Entierro, pero en 1998 se ha vuelto a la antigua costumbre de que el cuerpo de Cristo se traslade a la capilla de la Universidad, donde será velado por los catedráticos, hasta la hora de la procesión. El Santo Sepulcro es una urna rectangular con tapa de sección tronco piramidal construida en cristal y madera, que regaló a la Hermandad de la Vera Cruz, como ya se ha dicho, don Manuel Pérez de Parada en 1724 y cuya autoría se atribuye a Pedro Hernández en la segunda mitad del siglo XVII, ignorándose donde estuviera durante tanto tiempo aunque se supone que lo guardaría el dueño en su mansión. El antipendio, frontal que cubría la parte delantera del altar principal de la iglesia de la Vera Cruz, es obra de idéntica factura al Santo Sepulcro y luce sobre los cristales pasajes de la vida de Cristo. Obra también de Pedro Hernández6, desmontado de su anterior emplazamiento, se colocó durante algún tiempo, al lado de la epístola donde soportaba al Santo Sepulcro. Hoy ha vuelto a su primitivo emplazamiento. El Santo Sepulcro, en inventarios del siglo pasado, aparece como depositado en la capilla de la Virgen de los Dolores. Por tratarse del paso más importante de las celebraciones de la Semana Santa, el Cristo Yacente en la antigüedad, desfilaba bajo palio y luego se le dio mayor realce haciendo que ocupara el último lugar en la Procesión General del Santo Entierro. El Santo Sepulcro actual está confeccionado en carpintería de ébano y carey y los cristales tienen como marco separadoras columnas de madera cuya base y capitel son de plata, materia de la cual también están hechos los festones y florones entre marcos. En la actualidad y siguiendo el orden cronológico litúrgico, cierra el desfile la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, de Felipe del Corral, tallada sobre el año 1710 en sus talleres de Madrid y que se trasladó a hombros procesionalmente hasta Salamanca. El Santo Sepulcro vuelve a salir en la procesión del Resucitado, el Domingo de Pascua, pero vacío y con la tapa levantada, portado también en andas por 20 hermanos, pero en esta ocasión pertenecientes a la Cofradía de la Oración en el Huerto de los Olivos.
(Desde 2009 se fijó el Campo de San Francisco como escenario del
Descendimiento, rehabilitándose el Humilladero al año siguiente. Las
desavenencias entre cofradías, que condujeron en 2013 a la desaparición de la
Procesión General del Santo Entierro, también devolvieron a la Cofradía de la
Vera Cruz la organización en exclusiva del acto que desde entonces restableció
su celebración a la tarde del Viernes Santo como preámbulo a una Procesión del
Santo Entierro únicamente con sus imágenes. N. del E.)
1.- Juan José Andrés Matías, Semana Santa en Salamanca. Historia de una tradición. Salamanca,
1986. Pg. 51 y Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón,
Semana Santa Salmantina. Historia y guía
ilustrada. Salamanca, 1992. Pg. 81. 2.- Varios autores, La Semana Santa en Castilla y León. León, 1993. Pg. 12. 3.- Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón, ob. cit. Pg. 81. 4.- La
Basílica Teresiana. Publicación mensual. Salamanca, 1921. Pg. 75. 5.- Manuel Villar y Macías, Historia de Salamanca. (9 volúmenes). Salamanca, 1887. Reimpresión de 1973. Tomo III. Pg. 134/135. 6.- Manuel Villar y Macías, ob. cit. pg. 134. - Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón, ob. cit. pg. 118 y Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 79. |
033 CRISTO
032 CRISTO Capilla de San Bartolomé en la Catedral Nueva |
La capilla de San Bartolomé es la cuarta de la derecha entrando por la puerta del Nacimiento de la Catedral Nueva, situada entre las capillas de la Madre de Dios y la del Desagravio y comunicaba con la Catedral Vieja hasta 1953, en que se trasladó la puerta de acceso a la capilla de San Lorenzo o del Ecce Homo, la primera según se entra en el templo. El pequeño retablo dorado de la capilla, enmarcado en arco conopial y columnas rematadas en candeleros renacentistas, se compone de banco, cuerpo y ático, ejecutado por el ensamblador Antonio González Ramiro en 16271. El banco lo componen cinco divisiones con cuadros apaisados de los que, cuatro lucen escenas bíblicas, mientras que el quinto, primero por la derecha, se ha perdido, sustituyéndolo por una tabla con adornos policromados de roleos. El cuerpo lleva en su centro amplia hornacina, con arco de medio punto, de cupulilla avenerada y fondo de ornamentada pintura, que cobija una reducida imagen de San Bartolomé de autor desconocido, -aunque hay quien como Cirlot y Elías Tormo2 la atribuyen a Gregorio Fernández- y antigüedad superior a la del retablo, al que llegó procedente de otro sitio. Para María Elena Gómez-Moreno seguramente es de Antonio de Paz3. Anteriormente ocupó el lugar de San Bartolomé una imagen de Nuestra Señora procedente de la Sala Capitular. Las dos calles laterales se encuentran separadas por columnas de estrías helicoidales de capitel corintio, alojando en los intercolumnios dos encasamientos de arco y cupulilla semejantes, si bien no tan grandes como el central. Alojan las imágenes de los Padres de la Iglesia San Gregorio Magno y San Agustín, (anteriores a la imagen de San Bartolomé) sobre peanas en forma de concha, obras de Antonio de Paz, para Ceballos4 aunque Cirlot, Elías Tormo y Camón Aznar se las atribuyen a Gregorio Fernández5 y el mismo Ceballos, en otra obra, dice que son de Antonio González Ramiro6. María Elena Gómez-Moreno atribuye a Antonio de Paz la talla de San Gregorio3. Ambos Padres de la Iglesia estaban unidos en el afecto de los salmantinos, y sacados en procesión, por ser San Gregorio abogado contra la pestilencia y San Agustín patrono contra la langosta, el pulgón y otros insectos nocivos para el campo charro. El entablamento dórico dotado de triglifos tiene friso adornado de relieves con roleos. Sobre el entablamento y correspondiendo con los intercolumnios dos pinturas apaisadas de Jesús predicando y un santo anacoreta.
El ático lleva en su centro una magnífica tabla de 1572, -pintura al temple sobre tela- de Luis de Morales, apodado el Divino, y denominado así "no sólo por lo delicado de su pincel, sino porque sólo pintaba cosas divinas"7. Tiene la pintura reminiscencias italianas y bello colorido, de figuras alargadas, conocida como La Virgen con Jesús y San Juanito, "la más clásica de sus obras maestras" en apreciación de Elías Tormo8. Parece que el lienzo procedía del retablo de la iglesia de San Felices de los Gallegos que se incendió en 1887 y que se componía de ocho tablas del citado pintor. Es una obra copia exacta de la existente en la Colegiata de Roncesvalles de la que sólo se diferencia en la postura de la mano derecha de la Virgen y en que en ésta aparece la figura de San José al fondo. Se trata de un regalo del obispo de Ciudad Rodrigo don Francisco de Navarra, que había sido prior de la Colegiata, lo que explicaría que el encargo sea tan similar. En ambas "existe una aproximación a lo leonardesco, aunque probablemente a través de la pintura flamenca u holandesa"9. En la Virgen se nota la influencia de Bernardino Luini. Morales pintó varias veces el citado tema de la Virgen, el Niño y San Juanito. Así otra copia existe en el monasterio madrileño de San Jerónimo el Real, regalo de Felipe II en 1564. El cuadro lo enmarcan dos columnas similares a las del cuerpo y en los
extremos, paneles de adorno en azul y oro, con volutas rematadas en pirámides
con bolas. Sobre el cuadro, entablamento dórico en la cornisa y sin adornos el friso, rematado en frontón curvo, abierto en el centro para dar paso a una pequeña columna estriada, de sección cuadrangular, que sirve como pedestal a un pequeño Crucificado exento que preside el retablo. El Cristo rígido, de pequeño tamaño y de formas estilizadas es de encarnadura marfileña, presenta la cabeza caída hacia adelante e inclinada hacia el hombro derecho, rostro de fino perfil, cabellos ondulados colgantes y barba rizada, llaga en el costado, brazos muy colgados de los clavos, busto saliente con leve curvatura de pronunciadas costillas en su parte inferior, vientre contraído, torsión de caderas hacia la izquierda, piernas juntas, finas y largas con las rodillas muy adelantadas y pequeño paño de pureza, con plegaduras horizontales anudado a la derecha, de color oscuro que dificulta la observación de sus pliegues. La Cruz en tonos claros, de reducido tamaño en comparación con el cuerpo que soporta, lleva enorme y rara cartela de la sentencia con avolutamiento asimétrico.
1.- Alfonso Rodríguez G.
de Ceballos, Las Catedrales de Salamanca.
León, 1979. Pg. 76 y Pilar García
Aguado, Documentos para la historia del arte en la
provincia de Salamanca. Primera mitad
del siglo XVII. Salamanca, 1988. Pg. 122. 2.- Juan Eduardo Cirlot,
Salamanca y su provincia. Barcelona,
1956. Pg. 82 y Elías Tormo Monzó, Salamanca.
Las catedrales. (Sobre estudios inéditos de don Manuel Gómez-Moreno). Madrid, 1931. págs. 29/30 3.- María Elena
Gómez-Moreno, Escultura del siglo XVII.
ARS HISPANIAE. Tomo XVI. Madrid, 1963. pg. 94. 4.- Alfonso Rodríguez G.
de Ceballos, Guía de Salamanca. León,
1989. Pg. 51. y José Carlos Brasas Egido, Las
catedrales de Castilla y León. La Catedral de Salamanca. León, 1992. pg. 163. 5.- Juan Eduardo Cirlot,
ob. cit. pg. 82. - José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 32
y Elías Tormo Monzó, ob. cit. págs. 29/30. 6.- Alfonso Rodríguez G.
de Ceballos, Las Catedrales de Salamanca.
León, 1979. Pg. 76 y Pilar García Aguado, ob.
cit. pg. 122. 7.- Antonio Acisclo
Palomino de Castro y Velasco, El Museo
pictórico o escala óptica. Buenos Aires, 1944. Pg. 202. 8.- Elías Tormo Monzó, ob. cit. pg. 29. 9.- José Rogelio Buendía y Joan Sureda, La España imperial. Renacimiento y humanismo. HISTORIA DEL ARTE ESPAÑOL. Tomo VI. Barcelona, 1995. Tomo VI. Pg. 51. |
034 CRUZ DE GUIA
034 CRUZ DE GUIA Catedral Nueva |
Es una Cruz de plata blanca que encabeza las procesiones de la Catedral. Se trata de una excelente muestra de la orfebrería religiosa barroca salmantina, cincelada hacia 1640,1 cuyas medidas son: 53 cm de altura, 32 x 31 cm de árbol y 10 cm el Crucificado. El modelo se repite en muchos pueblos de Salamanca como pueden ser: Cojos de Robliza o los armuñeses de Villoria, Almenara de Tormes y San Cristóbal de la Cuesta y en el convento de las Dueñas de la capital. No se sabe quién sea su autor de entre la pléyade de artistas salmantinos pertenecientes al gremio formado por la Congregación de plateros que tuvo su origen en la Cofradía del Santísimo Sacramento y Señor San Eloy que había nacido en 1450.
Las numerosas procesiones que tenían su origen en el primer templo de la ciudad fueron siempre presididas por esta preciosa Cruz, desde mediados del siglo XVII. Así la antiquísima de la bendición de los campos con el Santísimo Sacramento, haciendo parada
en cuatro estaciones, una en cada punto cardinal; la de rogativas, pidiendo
lluvia o impetrando el cese del flagelo de plagas y epidemias, con el Cristo
de las Batallas al frente; las procesiones con motivo de las grandes
solemnidades: nacimientos y duelos regios, nombramientos y entradas de
prelados, celebración de beatificaciones y canonizaciones; en los Oficios del Jueves Santo para la colocación
del Santísimo en el Monumento a la Eucaristía y en la solemnísima procesión del Corpus Christi que, en pretéritos tiempos, iba adornada de todos
los elementos profanos del barroco: gigantillas (el Corregidor y la Molinera),
danzantes y chirimías regocijándose con las "chaconas" que se cantaban y bailaban, soldados con pirotecnia
y tarascas hasta que en el año 1781
el obispo don Felipe Bertrán y Casanova decidió que no acompañaran al Santísimo ni las tarascas ni las gigantillas.
La Cruz
procesional de la Real Cofradía del Cristo Yacente de la Misericordia y de Agonía Redentora, que sale de la
Catedral Nueva en la noche del Miércoles Santo, es la Cruz guía que hemos descrito, a la que acompañan cuatro artísticos
faroles2 y también preside la procesión de la Hermandad de Nuestra Señora de
la Soledad, el Viernes Santo a las doce de la noche3
1.- Daniel Sánchez y Sánchez, La Catedral Nueva de Salamanca. Salamanca, 1993. págs. 247/248. -
Mónica Seguí González, La platería en las
catedrales de Salamanca. Salamanca, 1986. págs. 36 y 37 y fotografías 37 y
38 y Manuel Pérez Hernández, Orfebrería
religiosa en la diócesis de Salamanca. (Siglos XV al XIX). Salamanca, 1990.
Pg. 146. 2.- Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón, Semana Santa Salmantina. Historia y guía ilustrada. Salamanca,
1992. Pg. 50. 3.- Id. id. ob. cit. Pg. 131. |
035 CRISTO DE MARFIL
035 CRISTO DE MARFIL Altar Mayor de la Catedral Nueva |
Es un Cristo pequeño, de 33 x 34 cm, de los denominados de altar, datado en el siglo XVII y de procedencia hispano filipina, del que la mayoría de los datos que se poseen los aporta Margarita M. Estella Marcos1. Lo sitúa en el altar mayor, se trata de un ejemplar tosco de rasgos orientalizados y de proporciones cuadradas y tiene el Cristo la cabeza inclinada, lleva corona de espinas de gruesa caña con muñones pero sin espinas. La Cruz es de ébano con filetes embutidos de marfil y pivotes escurialenses del mismo material y va asentada sobre una peana de forma cuadrada de planchas de marfil con motivos florales grabados y pivotes en las cuatro esquinas, en los que se alternan anillos esféricos y poliédricos de marfil y ébano. El letrero en marfil va alojado en una tarja deformada con remates de bolas. Pequeños datos sobre su existencia son aportados por Gaya Nuño: "Crucifijo del XVIII, con cabujones y aplicaciones de plata"2; García Boiza: "en el relicario... un Crucifijo de marfil del XVIII"3 y Juan Eduardo Cirlot: "dos crucifijos de marfil del XVII y XVIII"4. Algo más explícitos son Elías Tormo y Manuel Gómez-Moreno quienes
dicen: "Dos crucifijos hay de marfil
[sacristía], uno de excelente factura del XVII y el segundo ya del XVIII, con
pedestal de ébano y plata"5 y "Al mismo siglo [XVII] corresponden dos crucifijos de marfil; el uno de
excelente factura, mide 0'425 m; el otro, quizá sea ya de principios del XVIII,
también de mérito y notable por su peana de ébano con sobrepuestos de
plata"6, respectivamente.
1.- Margarita M. Estella Marcos, La escultura barroca de marfil en España.
Escuelas europeas y coloniales. (2 volúmenes). tomo II. Madrid, 1984. Pg. 165. 2.- Juan Antonio Gaya Nuño, Historia y guía de los museos de España. Madrid, 1968. Pg. 668. 3.- Antonio García Boiza, Salamanca monumental. Madrid, 1959. Pg. 39. 4.- Juan Eduardo Cirlort, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 84. 5.- Elías Tormo Monzó, Las Catedrales. (Sobre estudios inéditos de don Manuel Gómez-Moreno).
Madrid, 1931. pg. 28. 6.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. pg. 208. |
036 CRISTO DE MARFIL
036 CRISTO DE MARFIL Sacristía de la Iglesia de San Esteban |
Se trata de un Cristo moribundo sobre la Cruz, hispano-filipino, datado en la primera mitad del siglo XVII, de 40 x 36 cm1. De marfil de buena calidad y suave brillo, aunque algo amarillento, la cabeza cae sobre el pecho ladeada hacia la derecha, rostro alargado, frente amplia y marcado entrecejo fruncido, cejas arqueadas, ojos casi cerrados con el párpado superior redondo y abultado, nariz grande con el caballete hundido, boca de gruesos labios, corta barba rizada de ondulaciones simétricas que termina en dos puntas, rizado bigote abundante, ligera policromía en el cabello -de líneas paralelas onduladas- pegado al cráneo que cae en dos grandes guedejas simétricas sobre el hombro y axila derecha hacia el tórax y sobre el cuello y espalda al lado contrario, dejando ver en su integridad la oreja izquierda muy separada en la parte superior. No lleva corona de espinas ni se aprecia que alguna vez la tuviera. Tronco estrecho de suave y modelado cuerpo vertical esquelético, torso poco arqueado, costillas muy bien dibujadas y pectorales ligeramente abultados con señalamiento de pezones anulares, llaga poco pronunciada, gotas de sangre de color rojo claro y anaranjado fluyendo por el cuello, escurrido abdomen, brazos largos rígidos finos y antebrazos musculosos, manos muy bien talladas con los dedos pulgar, anular y meñique flexionados hacia los clavos y los índice y corazón en actitud de bendecir, piernas delgadas verticales muy bien torneadas, sin venas ni músculos, con las rodillas poco salientes y sin escoriaciones, pie derecho sobre el izquierdo que presenta exagerada torsión con la planta pegada al madero para ser ambos atravesados por un sólo clavo. Paño de pureza amplio, de forma rectangular, muy ceñido a las caderas con pliegues diagonales poco pronunciados, la tela vuelta en la cintura tapando la soga de sujeción, derramándose en dos caídas laterales sin plegadura apenas, llegando por detrás más abajo de las rodillas. (Recuerda este paño de pudor a los primitivos Cristos flamencos en los que la fina tela de seda transparenta el cruce de los paños, uno debajo del otro). La Cruz muy ancha y plana es "enconchada" con reflejos iridiscentes de nácar compuestos por perfiles curvos irregulares que presentan decoración nielada de hojas ribeteadas de hilillos de estaño con las conteras del mismo material terminadas en forma recta. El fundador del Oratorio del antiguo Noviciado, fray Antonio de Sotomayor, donó gran número de alhajas de las que se hizo inventario en la escritura de convenio de 16 de enero de 1632 y entre ellas figura "otro Crucifijo pequeño de la misma hechura y forma"2. [Crucificado vivo de marfil en una cruz de ébano]. El Cristo que hemos descrito pudiera ser éste por la coincidencia
de fechas, no así por tratarse de un Cristo
muerto o al menos moribundo y por tener la cruz de laca y
"enconchado" y no de ébano.
1.- Margarita M. Estella Marcos, La escultura barroca de marfil en España. Escuelas europeas y coloniales. (2 volúmenes) tomo II. Madrid, 1984. Pg. 121 y 122 y Archivo Español de Arte. Artículo: Exposición marfiles hispano-filipinos en las colecciones particulares. Tomo XLVI. Madrid, 1973. Pg. 256.
2.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, La iglesia y el convento de San Esteban de
Salamanca. Salamanca, 1987. Pg. 105-107. |
037 CRISTO DE MARFIL
037 CRISTO DE MARFIL Clausura del Convento de los PP. Dominicos |
Se trata de un Cristo hispano-filipino de 60 x 53 cm cuya cruz tiene por medidas 116 x 66 cm, datado en el siglo XVII1. De expresión dolorida y finas facciones alargadas, cabello, bigote, barba, cejas y ojos policromados, con manchas sanguinolentas en frente manos y rodillas. Corona de espinas grande de rama gruesa sin apenas punzantes, cejas grandes delineadas y finas, párpado superior de líneas curvas paralelas, grandes pupilas de acusado iris, nariz grande y larga con aletas pronunciadas, boca entreabierta apreciándose los dientes, labio superior fino e inferior grueso, bigote lineal grande con mostacho dibujado en líneas paralelas ligeramente onduladas, barba abierta en dos con rizos simétricos, no muy tupida ni grande, cuello largo, melena dibujada en rizadas guedejas que caen sobre los hombros. La Cruz es de madera de troncos rectos y adornos sueltos de flores con muchos pétalos y hojas carnosas. Parece tratarse de uno de los dos Cristos que el fundador del Oratorio del antiguo Noviciado, fray Antonio de Sotomayor, donó entre las alhajas de las que hizo inventario en 1632 y que figura como "un Cristo crucificado vivo de marfil en una cruz de ébano que a su Señoría dio el duque de Lerma y es excelentísimo"2. Pudiera tratarse del Cristo que hemos descrito por la coincidencia de fechas, por la disposición viva del Cristo y solamente difiere en que la cruz no es de ébano sino de madera. Parece ejecutado en el mismo taller en que se esculpió el Cristo que se ha descrito en la sacristía del convento, aunque éste tiene una mejor calidad.
1.- Margarita M. Estella Marcos, La escultura barroca de marfil en España.
Escuelas europeas y coloniales. (2 volúmenes) tomo II. Madrid, 1984. Pg. 138. 2.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, La iglesia y el convento de San Esteban de Salamanca. Salamanca, 1987. Págs. 105-107. |
038 CRISTO DE LA PAZ Y DE LA CONCORDIA
038 CRISTO DE LA PAZ Y DE LA CONCORDIA Iglesia de las MM. Isabeles |
En el muro del lado del evangelio de la iglesia del convento de las MM. Isabeles se venera una imagen de Cristo crucifica¬do al que la comunidad conoce por el nombre de Cristo de la Paz y de la Concordia¹.
Es de tamaño natural y presenta a Cristo muerto, grandioso en sus formas de abultada musculatura, con la llaga en el costado abierta y con amplio postizo reguero de sangre, la cabeza muy caída hacia el hombro derecho, corona de espinas postiza con alguna muestra de las punzadas que ésta produjo en la frente, cejas finas y grandes párpados que ocultan los ojos, bigote y barba que se bifurca en cuidados rizos y dejan ver los cerrados labios, nariz pronunciada, brazos en ángulo con antebrazos vigorosos, dedos muy bien tallados y ligeramente flexionados hacia los clavos, pecho no muy erguido noblemente varonil con el vientre alineado, piernas correctas muy bien torneadas y pies atravesados por un enorme clavo. La encarnadura es mate, lo que acentúa su naturalidad y han desaparecido las tumefacciones y huellas sanguinolentas que tenía por todo el cuerpo a principios de siglo. El amplio perizonium, que se anuda con soga de doble vuelta al costado derecho es ya barroco con movidos pliegues, que dejan ver perfectamente el desnudo muslo del mismo lado. Luce aureola metálica con radios flameantes y remates estrellados alternativamente. La Cruz es de tronco natural, apreciándose en exceso los nudos de la corteza y las líneas sinuosas de la madera, con gran cartela rectangular que luce la sentencia en tres idiomas. Para don Manuel Gómez Moreno "es un Cristo crucificado y muerto, de tamaño natural, atribuible a los comienzos del siglo XVII y de tipo más andaluz que castellano"². Según el padre Alfonso Rodríguez Gutiérrez de Ceballos, que sitúa al Crucificado en la clausura del convento, se trata de "una estupenda talla de la segunda mitad del siglo XVII, atribuible al escultor Bernardo Pérez de Robles"³ autor que luego veremos será conocido en Salamanca por sus Cristos de la Agonía (padres capuchinos), del Perdón (madres Bernardas) y de la Zarza (parroquia del Carmen). Parece que la obra no es antigua. Según testimonio de religiosas ancianas del convento, la imagen fue regalada, a finales del siglo pasado, por una piadosa familia que tenía su residencia en Zamora⁴. Tal hecho hace pensar en que su procedencia sea la reconocida escuela de imaginería zamorana del siglo XIX, en la que fue maestro indiscutible don Ramón Álvarez, presunción que se avala por los detalles de la excelente conservación del Cristo, su dignidad artística, el virtuosismo de la imagen y el aspecto sereno de la cabeza del Crucificado, que son consustanciales a la imaginería zamorana de finales del siglo XIX. Lo más probable es que esta imagen sustituyera en el afecto de la comunidad el vacío que produjo el traslado del Cristo de la Agonía a la Catedral Nueva, en 1836, (cuyas vicisitudes se detallaron en el apartado correspondiente) como demuestra que ocupe esta imagen el mismo sitio que aquella ocupara en el muro del lado izquierdo de la iglesia conventual, como atestigua -en 1572- el valenciano don Bartolomé de Villalba y Estaña "El doncel de Xérica"⁵. 1.- José María Martínez Frías, El convento de Santa Isabel de Salamanca. Salamanca, 1987. Pg. 35 y fotografía 22. 2.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. pg. 190. 3.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 142. 4.- José María Martínez Frías, ob. cit. pg. 35. 5.- Manuel García Blanco, Seis estudios salmantinos. Salamanca, 1961. Pg. 65 y El Museo - Crónicas salmantinas. I. Artículo: El itinerario salmantino de "El pelegrino curioso". Salamanca, 1957. Pg. 72. |
039 CRISTO
039 CRISTO Sacristía de la Clerecía |
El Cristo que aparece fotografiado en la obra Semana Santa Salmantina1 es el que sale el Miércoles Santo con la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Flagelado y de Nuestra Señora de las Lágrimas, portado por un cofrade cual Cruz procesional y escoltado por dos hermanos que portan bengalas. En la actualidad son cuatro los acompañantes y llevan las largas antorchas totalmente horizontales. La Hermandad de Nuestro Padre Jesús Flagelado tiene por titular a la preciosa imagen de Luis Salvador Carmona que talló en Madrid en 1760, que retrata a Jesús recogiendo su clámide púrpura tras los azotes y que estuvo en la sacristía, en una hornacina de cristales, hasta que la Clerecía pasó a ser usufructuada por la Universidad Pontificia en 1986 y se ubicó en la citada sala el Aula Minor B. de la Universidad, con lo que el Cristo Flagelado recibe culto en el segundo altar de la derecha, entrando en la Clerecía. La Hermandad actual fue creada y desfiló por primera vez el Jueves Santo de 1913 con el nombre de Cofradía de la Flagelación, formada por los dependientes de comercio salmantinos y los trabajadores de la empresa Mirat, que desfilaban integrados en la Procesión General del Santo Entierro y tras varias vicisitudes llegó a 1949 en que salió de nuevo a la calle el Lunes Santo formada por miembros de la Congregación de San Francisco Javier y 44 empleados de comercio y mercantiles, ya con el nuevo nombre. El Viernes Santo continuaron integrándose en la General del Santo Entierro y en ella continuaron cuando falló el intento de desfilar el Lunes Santo. En 1967 y ante la gravedad de la situación por la que atravesaba la Cofradía del Santísimo Cristo de las Batallas (excombatientes) no salió el Viernes Santo y desfiló el miércoles para ayudar a esta Hermandad. Al año siguiente ya no pudo sacar esta Cofradía el Cristo del Consuelo titular y fue sustituido por el de la Paz de la iglesia de San Sebastián, en esta procesión del Miércoles Santo. Desaparecida la Cofradía de Excombatientes, en 1972 ya desfiló sola la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Flagelado el Miércoles Santo, aunque se dio la circunstancia de que por las obras de la Clerecía tuvo que cambiar de sede a partir de 1979: primero fue la propia sacristía durante 4 años, luego la iglesia de San Benito otros 5 y por fin la parroquia de San Sebastián en 1989. En este año volvió a la Clerecía al concluir las obras realizadas en su interior y la reparación de la cúpula. Había dejado de salir en procesión el Miércoles Santo de 1973 y vuelve a hacerlo de nuevo el 6 de abril de 1977.
El Miércoles Santo de 1992 desfiló por primera vez la imagen de vestir de Nuestra Señora de las Lágrimas, que había llegado a salir en procesión en Cádiz, donde fue adquirida, obra del artista José Miguel Sánchez Peña, nueva titular de la Hermandad, que había dado entrada a las mujeres como hermanas, modificando los Estatutos en la Asamblea de 1987, desfilando por primera vez acompañando al Flagelado en 1988. El Crucificado con el que desfila esta Hermandad es un Cristo trágico de tamaño casi natural y tonalidad oscura, que cae desplomado sobre los pies, de hermoso perfil, la cabeza reducida y caída hacia adelante y a la derecha, gran corona de espinas tallada y además tres doradas potencias metálicas casi en paralelo, bigote y barba con cuidados rizos no muy oscuros, melena negra abundante y ondulada que cae lacia sobre los hombros, brazos delgados en pronunciado ángulo con los antebrazos musculosos, dedos flexionados sobre los clavos, torso abultado con leve curvatura de costillas intensamente modeladas, epigastrio de amplia curvatura y piernas finas y cortas con las rodillas juntas muy adelantadas, abultadas pantorrillas y los pies desproporcionados. El ceñidor grande, muy blanco, anudado al centro con los pliegues laterales oblicuos hacia atrás y dejando al frente una especie de cortinilla, en un estilo demasiado influido por el barroco, con colgante amplio liso, sin pliegues ni arrugas, a la derecha y pegado al cuerpo, por detrás, un paño grande también ajustado a los muslos. La Cruz es grande de tronco
natural con pronunciados nudos y sinuosas líneas demasiado geométricas en la
corteza, sin cartela para inscribir el rótulo de la condena en el cabecero.
1.- Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón, Semana Santa Salmantina. Historia y Guía
ilustrada. Salamanca, 1992. Pg. 38.
|
040 CRISTO DE LA LUZ O DEL BUEN SABER
041 CRISTO DE LA LUZ O DEL BUEN SABER Iglesia de la Clerecía |
Al efectuar el reparto de la Clerecía, con motivo de la expulsión de los jesuitas el 2 de abril de 1767, en tiempos de Carlos III, se concedió a los Clérigos de San Marcos la capilla del Cristo, ubicada sobre la antesacristía1. Presidía esta capilla un Crucificado: "hermosa escultura de un Cristo ya muerto que a mi entender se hizo a mediados del XVII tomando como modelo el Crucifijo de Gregorio Fernández, de San Pedro de las Dueñas (León)"2 según apreciación del padre Alfonso Rodríguez G. de Ceballos. En este lugar lo contemplaron: en 1901 don Manuel Gómez-Moreno quien habla de "Crucifijo de tamaño natural, en el tránsito de la sacristía; parece de escuela de Becerra y muy buena",3 Camón Aznar4 en 1932 y Cirlot5 en 1956. Para Juan José Andrés Matías y Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón el Cristo debió ser tallado por Pedro López Rainaldo hacia 1690, aunque creemos lo confunden con el Cristo de la Expiración6.
El Cristo, sumido en el dolor y de evidente patetismo por el tono lívido de la encarnadura y vigoroso y correcto en las formas de su anatomía, tiene el cuerpo hasta la cintura vencido hacia adelante y desplomado, la cabeza inclinada sobre el pecho casi verticalmente, con la mirada hacia abajo y los ojos cerrados, cejas grandes y perfiladas, nariz amplia, barba negra y rizada que se bifurca en dos puntas simétricas, boca semicerrada, corona de espinas muy bien tallada, amplia cabellera en guedejas que caen sobre los hombros dejando ver la oreja izquierda, sangrante el pecho abierto con rastros de sangre en el costado, brazos musculosos alargados en ángulo pronunciado con potentes antebrazos de correcto modelado y las manos con los dedos flexionados en torno a los clavos. El pecho delicado con pronunciadas costillas intensamente moldeadas, piernas con las rodillas, de pronunciadas rótulas, muy flexionadas basculando el cuerpo sobre la pierna derecha, con las extremidades tensionadas y el paño de pureza ceñido al cuerpo, bastante amplio de airosos pliegues que se ata al frente, pero sin nudos, sólo plegado, dejando suelto un extremo sin que se vea la soga que le sirve de cinturón que cae sobre la cadera. La Cruz de madera, grande y maciza de estilo de tronco natural con grandes nudos en la corteza y sin cartela en el corto cabecero. El 6 de abril de 1947, la Junta de Gobierno de la Congregación de la Inmaculada y San Luis Gonzaga, acordó la creación de una Cofradía penitencial de carácter universitario, escogiendo como imágenes titulares el Cristo de la Sacristía, al que se puso el nombre "del Buen Saber" y una Dolorosa, de época anterior al Cristo y atribuida erróneamente a Luis Salvador Carmona, que se encuentra junto al Cristo de la Expiración; ambas imágenes recibían culto en la iglesia de la Clerecía donde también tenían su asiento las Congregaciones Marianas Universitarias. El 1 de febrero de 1948 se celebró el primer Cabildo de la Hermandad, quedando establecida definitivamente su denominación, que sería la de Hermandad Universitaria del Santísimo Cristo de la Luz y Nuestra Señora Madre de la Sabiduría, recordando el origen estudiantil de sus integrantes, que estrenan el citado año todo: túnicas, capirotes, elementos procesionales complementarios y recorrido. Desfilaron por primera vez el Martes Santo de 1948, -día 23 de marzo- los casi cien hermanos que componían la Cofradía y el Cristo y la Virgen iban sobre una carroza que prestó la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad. Con la crisis de la Semana Santa salmantina de los años sesenta salió por última vez la Hermandad en 1970, reduciéndose a partir de entonces los actos de la Cofradía a la realización de un Vía Crucis que presidía la imagen del Cristo, que sin carroza, era llevado por varios hermanos. En 1951 la Hermandad acondicionó para el Santísimo Cristo de la Luz un lateral de la capilla de Santiago, que es la primera de la izquierda, según se entra en la iglesia. Hoy el Cristo se encuentra situado en la parte izquierda del crucero, tapando la que, en tiempos, fue puerta de acceso al templo desde la plazoleta de San Isidro.
Las dos imágenes titulares forman en un único "paso" que desfila sobre carroza tallada en madera de nogal, soportada por 20 hermanos y en la que destacan, en las cuatro esquinas, las figuras de los patronos de las Facultades universitarias: San Raimundo de Peñafort, Derecho; San Alberto Magno, Ciencias; San Lucas, Medicina y San Isidoro, Filosofía. La imagen de la Virgen es obra de Pedro López Rainaldo7 y está magníficamente estofada en túnica y manto con grutescos miniados imitando el brocado de oro. El manto azul, de tela encolada, tiene cierto parecido con los de las imágenes de Gregorio Fernández, cayendo en pliegues verticales no tan metálicos como los de éste. La túnica roja presenta pliegues curvilíneos y paralelos y la toca, blanca agrisada con brillos dorados, cae sobre la frente y deja al descubierto el cuello, plegándose en paralelas sinuosidades sobre el pecho. Presenta rostro redondeado de curvilíneas y perfiladas cejas que le hacen fruncir levemente el entrecejo, ojos muy abiertos con la mirada hacia el cielo en resignado gesto, pronunciadas ojeras, lágrimas abundantes brillando sobre sus mejillas, larga y hermosa nariz, labios carnosos entreabiertos, mentón redondeado, la mano derecha sobre el pecho y la izquierda en actitud declamatoria, ambas grandes, carnosas y bien dibujadas. Luce artística corona del tipo peineta, de gran tamaño, adornada con finas ráfagas lisas que alternan con otras de pedrería en los extremos y 12 rayos con decoración vegetal, terminados en estrellas, que simbolizan las tribus de Israel o el número de Apóstoles. Volvió de nuevo a salir en procesión el Cristo de la Luz el Martes Santo de 1978, en carroza, sin el acompañamiento de la Virgen Dolorosa y al año siguiente ya lo hicieron juntas ambas imágenes. La imagen del Crucificado sufrió restauración el año 1998 y la Virgen al año siguiente. El acto más solemne de esta Cofradía es el que celebra en el
Patio de Escuelas desde 1979, (antes se celebraba en la Clerecía) donde, una
vez colocados los hermanos de la Cofradía en rectángulo, dando cara a
la Universidad y teniendo por centro el "paso", se realiza la "promesa
de silencio" leyendo la oración que para tal momento compuso el
hermano y catedrático de Derecho Romano don Juan Iglesias, dedicada al Cristo
de la Luz.
1.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Estudios del barroco salmantino. El Colegio
Real de la Compañía de Jesús de Salamanca. Salamanca, 1985. Pg. 129. 2.- Id.
id. ob.
cit. págs. 104/105 3.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 285. 4.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 67. 5.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 122. 6.- Juan José Andrés Matías, Semana Santa en Salamanca. Historia de una tradición. Salamanca,
1986. Pg. 98 y Francisco Javier Blázquez
y Luis Monzón, Semana Santa
Salmantina. Historia y guía ilustrada. Salamanca, 1992. Pg. 32.
7.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 116. |
041 CRISTO DEL AMOR Y DE LA PAZ
041 CRISTO DEL AMOR Y DE LA PAZ Parroquia Del Arrabal |
Sin embargo los problemas constructivos de la nueva iglesia determinaron su desacralización y el culto pasó de nuevo a la vieja iglesia del Arrabal que, tras años de abandono, fue restaurada en 2006. El Cristo, vertical, de expresión serena tiene perfil afilado, la cabeza inclinada hacia su lado derecho y caída sobre el pecho, frente despejada, cejas arqueadas, ojos grandes y cerrados de enormes párpados, fina nariz, mejillas hundidas, boca sellada de labios gruesos y resecos, cabellera ensortijada de rebuscados bucles que caen sobre el hombro derecho dejando ver la oreja izquierda, barba muy rizada que se bifurca en dos simétricamente, enorme corona de espinos naturales de afiladas púas, hombro izquierdo descoyuntado, antebrazos potentes y musculosos y brazos cortos sensiblemente horizontales, manos grandes con dedos flexionados dulcemente hacia los clavos, pecho vigoroso no muy abombado con las costillas de talla correcta, llaga que presenta único coágulo abundante que va disminuyendo hasta salpicar la pierna derecha, muslos finos y musculosos con los gemelos abultados, pies finos, torcidos hacia la derecha, con los dedos muy bien dibujados, rodillas tumefactas y separadas, un poco flexionadas, ligero escorzo al contraer el epigastrio y perizoma retorcido y en aspa, lo que permite la contemplación de las caderas, -sobre todo la derecha-, a través de un triángulo, con anudamiento a este lado y colgante al contrario, disposición similar a la del paño suprafemoral del Cristo de los Doctrinos.
La imagen restaurada hace algunos años por el artista Gerardo Sánchez Cruz, párroco de Espino de la Orbada y Villanueva de los Pavones2, tiene tonalidad oscura no muy brillante y presenta salpicaduras de sangre excesivas por todo el cuerpo sobre todo a lo largo de los brazos, al igual que el mencionado Cristo de los Doctrinos, también restaurado por el mismo artista. La Cruz profunda, ancha y no muy grande, de madera lisa barnizada en negro con adornos metálicos en los extremos, sobre la que se encuentra clavado el Cristo del Amor y de la Paz es moderna y sustituyó a una anterior -que tampoco era la original- que es la que desfilaba en la procesión de Nuestra Señora de la Soledad, hasta fecha reciente, el Viernes Santo por la noche, portada en disposición horizontal y con claveles rojos, sustituyendo a los clavos de la crucifixión. Lleva la Cruz cartela rectangular de madera barnizada, con bordes metálicos dorados, en la que aparece la ultrajante sentencia. Las andas del Cristo han sufrido numerosos avatares desde que comenzó a salir en procesión el jueves 8 de abril de 1971, bajo una torrencial lluvia, la Hermandad del Santísimo Cristo del Amor y de la Paz, de la que es titular este Cristo, en la que desfilaron 80 hermanos. Las primeras andas pertenecían a los padres jesuitas y fueron portadas por ocho hermanos, aunque su peso era considerable. Al año siguiente, con más sosiego, adquirió la Hermandad la carroza del Cristo del Consuelo de la extinguida Cofradía del Santísimo Cristo de las Batallas, Nuestro Padre Jesús del Consuelo y Nuestra Señora del Gran Dolor (Excombatientes) que dejó de salir en 1972. En 1983 estrenaron unas andas que portaban a hombros 64 hermanos y que al año siguiente dejaron al grupo de la Corona de Espinas, de la Procesión General del Santo Entierro del Viernes Santo, grupo escultórico que había cedido una cofradía leonesa. En la actualidad unas nuevas andas de madera y estructura de hierro, que miden 11 metros de longitud y que llevan los cuatro evangelistas tallados en las esquinas, son transportadas por 92 cofrades. Constituye hoy la marcha penitencial de este Cristo, en la tarde del Jueves Santo, uno de los motivos más bellos y emocionantes de la Semana Santa salmantina, pues la Cofradía está formada en su integridad por jóvenes universitarios y obreros, hombres y mujeres, que desfilan a cara descubierta y que en los primeros años causaron estupor por la valentía de su testimonio al efectuar su recorrido por las barriadas más humildes y marginadas y por llevar cruces con pancartas reivindicativas, con lo que algunos miembros de la Hermandad acabaron en Comisaría. Se ha hecho célebre el "baile del paso" pues la juventud, pese a la severidad y al ascetismo castellano del desfile procesional, quieren a su Cristo vivo y predicando el amor y la paz. También es digno de reseñar el hecho de que abre la marcha procesional una enorme campana doblando a muerto, portada por 12 cofrades; campana que procede de la antigua parroquia del Arrabal. Los cofrades portan también carracas, cuernos, matracas y tablas que hacen sonar esporádicamente, llamando al recogimiento y la oración, como se hacía en el interior de los conventos de las monjas y religiosos contemplativos. Desde el año 1987 acompaña al Cristo una imagen de María Nuestra Madre de las denominadas de carrete o de vestir, con atuendo totalmente blanco, como todos los cofrades, obra realizada por el artista zamorano Hipólito Pérez Calvo, que desfila sobre unas bellas andas que soporta el turno de carga femenino de la Hermandad, compuesto por 104 mujeres, que no se relevan a lo largo del recorrido.
1.- Pilar García Aguado,
Documentos para la historia del arte en
la provincia de Salamanca. Primera mitad del siglo VXII. Salamanca, 1988.
págs. 163 y 170. 2.- La Gaceta Regional. Publicación periódica. Diario de Salamanca. 28
de marzo de 1986 y Juan José Andrés Matías, Semana
Santa Salmantina. Historia de una tradición. Salamanca, 1986. Pg. 106. |
042 CRISTO DE LA BUENA MUERTE
042 CRISTO DE LA BUENA MUERTE Iglesia de San Esteban |
El Cristo de la Buena Muerte, Crucificado cuyo autor se desconoce, puede datarse como obra del siglo XVII y se supone llegara al templo de San Esteban procedente de alguna iglesia desaparecida.
Presenta en la parte inferior agujeros para sujeción a la carroza en la que desfila procesionalmente.. En el siglo pasado se le atribuía fama de proteger a las parturientas en trances difíciles. El obispo dominico fray Francisco Barbado Viejo, el día 10 de febrero de 1945, concedió 100 días de indulgencia a quien rezase un Credo por las intenciones de Su Santidad y por las necesidades de la Patria ante el Cristo de la Buena Muerte. Recibe culto el Cristo en la quinta capilla del lado del evangelio, comenzando por la entrada del templo, denominada de San
Pedro Mártir1, colocado sobre
el altar del muro de la derecha, en un sencillo marco rectangular de fina
moldura y fondo de damasco color salmón. Se ha perdido el retablo de madera
dorada que sobre 1712 fabricó Joaquín de Churriguera para esta capilla y que
doró y policromó Alonso de Neira para San Pío V, papa dominico canonizado en el
citado año.
En el siglo pasado se veneraba en la capilla de Santa Catalina2, que es la tercera, también del lado del evangelio, que llevaba entonces el nombre de capilla del Cristo de la Misericordia3 por este Crucificado, que tenía como fondo de la hornacina en que se veneraba un Calvario. Adornaban la capilla dos tallas de finales del siglo XVII de Santa María Magdalena y de la propia Santa Catalina, cuya imagen recibía culto en humilde retablo de latón. Los Padres Dominicos cedieron la imagen del Cristo de la Misericordia a la Hermandad Dominicana del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, para que saliera en procesión a partir de 1944, año en que fueron aprobados los Estatutos por el Obispado, erigiéndose como sede de la Cofradía la iglesia de San Esteban, de la que partía el desfile procesional a las 5 de la mañana del Viernes Santo. Integraban esta Cofradía periodistas, personal de imprenta, libreros y feligreses de la iglesia. La carroza que porta al Cristo de la Buena Muerte, tallada en nogal, es la que llevaba Nuestro Padre Jesús del Perdón, regalada por la Cofradía de este título cuando desapareció en 1973, aun cuando luego volviera a desfilar ya en 1986. Se le adosaron banzos externos para que pudiera ser soportada por 33 hermanos cofrades. Antes llevaba otra carroza, que había estrenado en 1955, al mismo tiempo que también la estrenara la Piedad de Carmona, integrante de la procesión del Viernes Santo, obras ambas de los hermanos Pastor en madera tallada y adornadas con faldones de terciopelo. El Cristo de la Buena Muerte salió por primera vez sobre andas, portado a hombros de treinta y tres hermanos, en 1984, una vez efectuada la restauración a que había estado sometido y que se prolongó a lo largo de varios años por parte del artista salmantino el sacerdote don Gerardo Sánchez Cruz quien lo trató contra la carcoma de la madera4. Mientras el Cristo de la Buena Muerte estuvo sometido a restauración fue sustituido por el Cristo de la Promesa, que también recibe culto en la iglesia de San Esteban. Ese mismo año sustituyó, en la Procesión General del Santo Entierro en la tarde del Viernes Santo, al Cristo de los Doctrinos, sometido a restauración y con el que guarda cierto parecido, aunque el Cristo de la Buena Muerte tenga una talla más refinada. Los padres Dominicos acompañaban a la imagen del Cristo de la Buena Muerte que cerraba el desfile procesional. La advocación de Cristo de la Buena Muerte, tan abundante en las Cofradías españolas, inspiró a don José María Pemán, quien le dedicó el siguiente poema:
1.- Juan Antonio Vicente Bajo, Guía descriptiva de los principales monumentos arquitectónicos de
Salamanca. Salamanca, 1901. Pg. 153 y Modesto Falcón,
Salamanca artística y monumental.
Salamanca, 1867. Pg. 153. 2.- Modesto Falcón, ob. cit. pg. 153. 3.- Juan Antonio Vicente Bajo, ob. cit. pg. 153.
4.- La Gaceta
Regional. Publicación periódica. Diario de Salamanca. 3 de marzo de 1986. Pg. 5. |
043 CRISTO DE LA AGONIA
043 CRISTO DE LA AGONIA Iglesia de los PP. Capuchinos |
La actual capilla de la Orden Tercera de los PP. Capuchinos se levantó en el siglo XVIII sobre una de las tres capillas que conformaban la cabecera del templo de San Francisco el Real, la del lado del Evangelio. El retablo del altar mayor de esta capilla ejecutado en piedra arenisca de Villamayor, policromada y dorada, es obra de la exuberancia barroca de Simón Gavilán Tomé, en 1752. El resto de los retablos laterales están también labrados sobre la misma piedra que conforma los muros.
Aunque todavía faltaban algunos años para la promulgación del documento que había redactado el secretario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando don Antonio Ponz y que refrendó Carlos III en 1777, prohibiendo la ejecución de retablos de madera por el peligro de incendio que entrañaban, en esta iglesia se construyeron ya los retablos en piedra que era uno de los materiales admitidos, junto con el mármol, jaspe o de estuco imitando aquellos materiales. Sin embargo se ignoraron en absoluto los reales decretos de 1778 y 1786 por los que fueron prohibidos el dorado y el estofado. De solamente dos cuerpos, el retablo presenta en el bajo dos columnas centrales muy adornadas y dos estípites en los extremos que dan lugar a tres hornacinas. Las laterales aveneradas y de artísticas peanas alojan imágenes de San Luis y de Santa Isabel, tallas de mediados del siglo XVII y policromadas de nuevo en 1756. La central, mucho más
grande y de arco de medio punto, con excesivos adornos de molduras, rocallas y
alados serafines, acoge la imagen de un magnífico Crucificado.
Es de tamaño natural, cabello ensortijado con mucho detalle que cae en variados bucles sobre los hombros, rostro de cuidada barba puntiaguda que se bifurca en dos simétricas curvas, corona de espinas grande metálica y dorada de varios cabos, la cabeza vuelta hacia la derecha, cuello distendido por el esfuerzo, tórax agitado con las costillas de armónicas proporciones y los pectorales muy bien dibujados, epigastrio de amplia curvatura, brazos muy horizontales y en tensión, las piernas abiertas, un poco dobladas hacia la izquierda con las venas muy pronunciadas sin apenas tumefacción en las rodillas y el barroco y movido paño suprafemoral muy grande, con pliegues finos, diminutos y airosos, dividido en tres zonas, queda abierto dejando ver la cadera derecha sobre la que anuda la fina cuerda de sujeción. La Cruz es sólida de tronco natural de madera donde se aprecia perfectamente la nudosidad de la corteza y la tablilla injuriosa es dorada y muy barroca con volutas en los extremos. Don Manuel Gómez Moreno2 atribuyó la talla del Cristo de la Agonía a Juan Martínez Montañés por la afinidad que tiene con el estilo del artista sevillano. Igual opina Camón Aznar para quien es la "emocionante efigie de Cristo Crucificado, obra probable de la escuela de Sevilla, de gran perfección anatómica y valor dramático"3 y para Cirlot que "se considera de escuela sevillana"4. Más tarde fue María Elena Gómez-Moreno5 quien consiguió identificar al salmantino Bernardo Pérez de Robles como autor de tan preciada imagen. Había sido tallada en las Indias, concretamente en Lima, donde residiera por espacio de 30 años; de ahí el material en que está confeccionada y de ahí también que desde las Indias fuera traída a Salamanca. La influencia del fino virtuosismo de Montañés y del sevillano Juan de Mesa es patente y tiene su origen en la gran cantidad de obras que de ambos artistas se habían exportado a Lima en aquellos tiempos. Así, del primero son muy conocidos la imagen del Cristo del Auxilio en la iglesia de la Merced, de Lima -que coincide con el de la Clemencia que, policromado por Francisco Pacheco, suegro de Velázquez, preside la sacristía de los Cálices de la Catedral de Sevilla- o el Cristo que se venera en la catedral limeña, relacionado con el de los Desamparados del Santo Ángel sevillano. De Juan de Mesa se conservan en Lima algunos de los diez Crucificados que tallara en vida. Pero la inspiración mayor para Bernardo Pérez de Robles viene del Cristo de la Agonía de la parroquia de San Pedro en Vergara (Guipúzcoa) datado en 1622, regalo de don Juan Pérez de Irazábal, contador real de Sevilla. En el testamento que otorgó Bernardo Pérez de Robles en Salamanca el 9 de julio de 16836 o el 11 de julio de 16857, según el padre Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, consta que era terciario franciscano y que por amor a la Orden Tercera le había hecho en vida donación del Santísimo Cristo de la Agonía, para ser colocado en una capilla del convento de San Francisco, que se había de construir para alojar la imagen y mandó ser enterrado en la iglesia, deseo que fue cumplido, haciendo compañía a su esposa Ana Jiménez Menacho fallecida con anterioridad. Por ello el Cristo no siempre estuvo en el altar mayor, como en la actualidad, habiendo pasado a ocupar la privilegiada situación a principios del presente siglo. Se denomina Cristo de la Agonía como recuerdo a una devoción existente en las Indias que consistía en encomendarle a los fieles agonizantes al sonar la campana tañida cada noche, costumbre que impuso como obligación el artista en su donación al exigir que, una vez terminada la capilla y colocada la imagen, en pago de ésta, se tocase la campana del convento todas las noches y por espacio de dos credos, a las 8 en invierno y a las 9 en verano, en memoria de la agonía de Cristo. El Definitorio General de los Franciscanos de Castilla, que se celebró en Zamora el 20 de octubre de 1671 aprobó tal costumbre indiana al aceptar las condiciones impuestas por Bernardo Pérez de Robles en su donación. Al morir el artista dejó en su taller varias tallas de Cristo Crucificado, describiéndose en la declaración de bienes hasta cuatro, siendo probable que el Cristo de la Zarza de la parroquia del Carmen y el Cristo del Perdón del convento de las MM. Bernardas sean algunas de estas obras. El 8 de marzo de 1926 se fundó la Seráfica Hermandad de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Agonía8, por parte de la Junta Directiva de la Patronal de Comerciantes, que se constituyó desde un principio como una de las más pujantes Cofradías salmantinas, que nacía sin agobios económicos. Tuvo su sede en la iglesia de los Padres Capuchinos y desde el primer año sacó en procesión el Cristo de la Agonía el Jueves Santo, al que acompañaron en tal ocasión los pasos de la Dolorosa de las MM. Agustinas, imagen de madera policromada "del siglo XVIII, con espadas en su pecho; estimable, aunque barroca"9 y el Prendimiento, compuesto de cinco figuras reproduciendo el beso de Judas de Salzillo, del artista murciano Ángel Cantos, que desfilaba por las calles de Murcia. Ya en 1940 salió una nueva imagen de la Dolorosa, obra del artista catalán Inocencio Soriano Montagut, pues las religiosas agustinas no prestaban la del monasterio y el Prendimiento, en 1948 -cuando llevaba 10 años sin procesionar-, fue sustituido por un nuevo grupo, original del artista don Damián Villar, que al igual que el Sr. Montagut fue Director de la Escuela de Artes y Oficios de Salamanca y en ese mismo año desfiló también un nuevo paso Jesús ante Pilato original del artista bejarano don Francisco González Macías. Ambos pasos desfilaron en sendas carrozas con ruedas. Con motivo de la crisis de la Semana Santa salmantina dejó de salir en procesión el Cristo el año 1973 aunque, al año siguiente, estuvo de nuevo en la calle, pero sin que le acompañara el paso del Prendimiento. En 1981 la Venerable Orden Tercera, propietaria del Cristo de la Agonía, no concedió autorización para sacar el Cristo, como precaución ante el mal estado de la Cruz, al peligro que entrañan las operaciones de montaje y desmontaje en las carrozas, al movimiento de las figuras y a las inclemencias del tiempo durante la procesión. (No se olvide que en el año 1979 la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Promesa de la Hermandad de Penitencia había caído de su carroza en las operaciones de desmontaje de la Cruz).
Fue vaciada la imagen para quitarle peso y pudo salir portada a hombros, en carroza tallada en madera de nogal, por 27 hermanos a partir de 1985 y al año siguiente y tras 15 años de ausencia, volvió de nuevo a desfilar el paso del Prendimiento restaurado por su autor y César Valle, soportado por 40 cofrades, que mueven una nueva carroza tallada en madera de nogal. Como se puede observar no desfila en la actualidad ninguno de los tres pasos originales que salieron a la calle en 1926 cuando se fundó la Cofradía. Ni el Cristo de la Agonía, ni la Dolorosa de las Agustinas, ni el Prendimiento murciano. Hoy recibe culto este
nuevo Cristo de la Agonía en la capilla del convento de las Úrsulas.
1.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 130. 2.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 186. 3.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 76. 4.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 128. 5.- María Elena Gómez Moreno, Escultura del siglo XVII. ARS HISPANIAE. Volumen XVI. Madrid, 1963.
Pg. 330. 6.- Juan José Martín González, Escultura barroca castellana. (2 volúmenes) tomo II. Madrid, 1958.
pg. 49 y José Hernández Díaz, Juan José Martín González y José Manuel Pita
Andrade, Escultura y arquitectura
españolas del siglo XVII. SUMMA ARTIS. Volumen XXVI. Madrid, 1983. Pg. 299. 7.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, El escultor indiano Bernardo Pérez de Robles. Boletín del Seminario de Arte
y Arqueología de la Universidad de Valladolid. Valladolid, 1971. Pg. 311 y ss. 8.- Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón, Semana Santa Salmantina. Historia y guía
ilustrada. Salamanca, 1992. Pg. 57. 9.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, ob. cit. Pg. 297.
|
044 CRISTO DEL PERDÓN
044 CRISTO DEL PERDÓN Iglesia de las MM. Bernardas |
En la iglesia del monasterio del Buen Nombre de Jesús, de las Madres Bernardas del Císter, situado donde hoy el Colegio de los Padres Escolapios de San José de Calasanz, se veneraba, en el presbiterio, un "Cristo de la Expiración semejante y al parecer copia del de la Orden Tercera de San Francisco, pero con la cabeza vuelta hacia el lado opuesto. Está en un buen retablo churrigueresco", falsamente atribuido a Martínez Montañés1 y que en realidad es obra de Bernardo Pérez de Robles, según el padre Alfonso Rodríguez G. de Ceballos2.
Parece tratarse de uno de los cuatro Cristos, que a su fallecimiento dejó tallados el escultor salmantino, de gran parecido estilístico con el afamado Cristo de la Agonía que recibe culto en la iglesia de los Padres Capuchinos. Es de extraordinario valor artístico y su talla se produjo hacia 1670. Se trata de un Cristo agonizante, de tamaño natural, sereno y sin angustias en el momento de la Expiración, título con el que es catalogado por don José Camón Aznar, quien dice de él: "en un retablo un magnífico Crucifijo de fines del siglo XVI"3. También es citado por Juan Eduardo Cirlot4 en 1956 y por Rafael Santos Torroella5 en 1967 y todos coinciden en datarlo, erróneamente, en el siglo XVI. Colocado el Cristo sobre robusta cruz cilíndrica, de tronco natural de corteza y nudos, el paño de pureza blanco, muy pegado al cuerpo, de amplios y quebrados pliegues barrocos y muy abierto, permite ver perfectamente la soga y nudos que lo sujetan al flanco derecho, mientras se abre al lado contrario en verticales pliegues acartonados, de reducido volumen y cae por detrás de la cadera derecha en barrocas y amplias plegaduras. Tiene la cabeza ligeramente vuelta hacia la izquierda, los ojos abiertos con la mirada implorante dirigida al cielo, cuidada barba negra y tupida, boca entreabierta dejando ver la dentadura, cabellos ensortijados de abundantes bucles que caen sobre ambos hombros, pequeña corona de espinas metálica de finos hilos dorados que se entrelazan y unen por medio de menudos pinchos. Brazos bien tallados sensiblemente horizontales, con los dedos de la mano extendidos y abiertos, piernas con poco relieve de venas y músculos, separadas y avanzadas con inclinación hacia la izquierda, luciendo ambos muslos en toda su integridad, dado lo reducido del ceñidor, delicado busto de anatomía acabada, apenas dibujados los pectorales, abdomen hundido y profusión de rasgaduras sangrantes y hematomas sanguinolentos por todo el cuerpo, en especial sobre el costado, junto a la soga del sudario y sobre las rodillas, donde se aprecian magulladuras, llagas y escoriaciones. La Cruz lleva sencilla cartela o titulus
de madera con el INRI oprobioso en letras que la ocupan en su totalidad.
Hoy el Cristo se venera en el nuevo convento que para las MM. Bernardas construyó el arquitecto salmantino Antonio Fernández Alba (¿? Francisco Gil Fernández) en 1959, al final del Camino de las Aguas, donde éste se cruza con la Aldehuela, cerca del río Tormes. La Seráfica Hermandad de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Agonía, en 1945, fundó una Cofradía filial, denominada Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Perdón para que desfilara al anochecer en la tarde del Domingo de Ramos, 25 de marzo y llegada a la Cárcel Provincial se indultaron siete reclusos que, una vez liberados y vestidos bajo túnica y capa blancas con capirote y cíngulos rojos, hábito de la Hermandad (para guardar el anonimato), seguirían a la imagen del Cristo en su vuelta al monasterio de las monjas, de donde había partido. Se rezaba el Vía Crucis dentro del recinto carcelario durante los primeros años y a partir de 1945 se colocaron las 14 estaciones a lo largo del recorrido procesional. Desde 1959 y con motivo del traslado del convento de las Madres, como se ha indicado antes, la procesión nacía en el convento de San Esteban y la Hermandad se vio obligada a encargar una nueva imagen pues el Cristo del Perdón había sido colocado muy alto en la nueva capilla y además la puerta de la iglesia era demasiado pequeña para la salida del Cristo en su carroza, tallada en madera de nogal.
La nueva imagen es obra
del artista salmantino don Damián Villar quien dotó a su trabajo de una gran
semejanza con el Cristo del Perdón La crisis de los años setenta afectó también a esta Hermandad que dejó se salir definitivamente en 1974, no habiéndolo hecho en 1970 por falta de personal. La imagen del Cristo del Perdón de Villar quedó abandonada y en un primer momento se pensó en regalarla a la comunidad de las Madres Úrsulas pero, finalmente, en 1981 volvió a salir a la calle sustituyendo al Cristo de la Agonía ya que la Venerable Orden Tercera de San Francisco había negado el permiso para que desfilara el Cristo titular, por encontrarse la Cruz muy deteriorada. La carroza del Cristo del Perdón, bella talla en nogal, fue regalada a la Hermandad Dominicana del Santísimo Cristo de la Buena Muerte. Remontada la crisis de las Hermandades salmantinas volvió a salir el Cristo del Perdón el 23 de marzo de 1986, desde el nuevo convento de las MM. Bernardas para lo que fue necesario colocar la imagen sobre unas sencillas andas y en ellas un soporte para la Cruz, que va colocada sobre plano inclinado y que portan veintidós hermanos, con lo que se solucionó el problema de la pequeñez de la puerta de la iglesia. Llegaba la procesión a las puertas de la cárcel pero no entraba en el recinto, saliendo el preso liberado a unirse al desfile procesional, junto con la directiva de la cofradía que sí ha entrado y a quienes acompañaban el director y funcionarios de prisiones que daban fe de la entrega del preso. Se ha recuperado el rezo del Vía Crucis que se realiza en el vecino recinto del parque de los Jesuitas y la cárcel ha sido vaciada de presos que se han trasladado a un nuevo recinto penitenciario en el vecino pueblo de Topas, transformándose el edificio en el museo de arte moderno de salamanca, DA2, desde 2002. Desde 2022 la
Hermandad desfila por el centro de la ciudad, saliendo de la Catedral y
dirigiéndose a la plaza de Colón donde se realiza el acto del indulto, junto a
los juzgados, para volver a su sede canónica, el monasterio de las Bernardas.
1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 280 2.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 108. 3.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 96. 4.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona,
1956. Pg. 109. 5.- Rafael Santos Torroella, Salamanca. Barcelona, 1967. Pg. 30.
|
045 CRISTO DE LA ZARZA O DEL AMPARO
045 CRISTO DE LA ZARZA O DEL AMPARO Parroquia del Carmen |
Se venera esta imagen de Jesús Crucificado en la parroquia del Carmen, nada más entrar en la iglesia, sobre un muro desnudo y bajo sencillo arco de medio punto, del lado de la epístola. La actual parroquia es
la iglesia del antiguo convento de San Elías de los PP. Carmelitas descalzos,
que data de 1703 y al que llegaron después de permanecer, por espacio de 122
años, en el llamado Carmen Viejo, que era de la época del obispo don Gerónimo
Manrique de Lara.
Pasó a ser parroquia en el arreglo parroquial de la diócesis de Salamanca, por auto definitivo de 1867, pues en el anterior plan de reforma parroquial de 1853 todavía existía la parroquia de Santo Tomé Apóstol, que desapareció en 1859. La imagen del Cristo de la Zarza se supone recibiera veneración en la vecina e histórica parroquia de Santo Tomé, que hasta 1856 ocupó el centro de la plaza de los Bandos y que la talla mencionada pasó a esta iglesia al sustituirla como parroquia, recibiendo culto en un brazo del crucero1 y un siglo después se veneraba en un altar lateral, en ubicación distinta a la que tiene actualmente. Sin embargo Camón Aznar en 1932 sitúa esta imagen en la sacristía cuando dice: "Una soberbia efigie de Jesús Crucificado, una de las más perfectas y austeras del arte castellano, de la primera mitad del siglo XVII"2. Juan Eduardo Cirlot habla de ella en 1956 como de "un Cristo Crucificado de la misma centuria"[XVII]3. Se trata de una imagen barroca de tamaño natural que en un principio se atribuyó a Martínez Montañés, pero que es obra posiblemente de Bernardo Pérez de Robles, el artista salmantino que, al morir dejó acabadas en su taller, otras cuatro imágenes similares al Cristo de la Agonía de la Venerable Orden Tercera de San Francisco4, como se ha dicho anteriormente. Para Juan José Martín González, que la sitúa en lugar distinto al actual en 1956, se trata de una modesta copia del Cristo de la Agonía5. Es también un Cristo agonizante y sereno en el momento de expirar al igual que su hermano el Cristo del Perdón de las MM. Bernardas, obra de la misma mano. De perfecta anatomía en su patética expresión, la cabeza que es reducida tiene corona postiza de espinas naturales formada por dos finas ramas de espino retorcidas, los ojos abiertos con la mirada angustiosa dirigida hacia lo alto, boca semi-abierta con labios gruesos y resecos, melena de cabellos rizados cayendo en bucles sobre los hombros y la espalda, la rizada barba partida en dos zonas simétricas, los antebrazos atléticos, venas y músculos pronunciados, los dedos de las manos separados, pectorales perfectamente dibujados en trapecio hacia las axilas, intercostales suaves en su modelado, abdomen muy contraído y escorado hacia la izquierda, piernas estrechas con resalto de músculos, la derecha adelantada y las rodillas juntas, con abundantes escoriaciones, paño superfemoral pequeño que deja al descubierto la mayor parte del abdomen, anudado a la derecha luciendo la soga y el muslo y cadera de esta parte con plegaduras airosas, sin moña, semejantes a las de los antedichos Cristos del mismo autor. La coloración del Cristo es menos oscura que la del Cristo de la Agonía y tiene en todo el cuerpo señales de la flagelación mostrando los estragos de los azotes por medio de redondos cardenales y pequeños arañazos sanguinolentos. La Cruz, muy larga, es del tipo de tronco natural arbóreo, cilíndrica, con corteza y nudos pronunciados y adornos laterales sencillos que semejan pequeñas coronas pintadas de oro. La cartela con el INRI dorado de la afrenta, un poco apergaminada y barroca en el lateral derecho muy arriba del cabecero. En el muro sobre el que se asienta el Crucificado se ha colocado la inscripción: "STO. CRISTO DEL AMPARO TEN PIEDAD...” En 1948 se reunió un grupo de médicos, farmacéuticos, practicantes y devotos de la imagen del Cristo de la Zarza y acordaron constituir la Hermandad del Santísimo Cristo del Amparo, denominación que sustituyó a la antiquísima de la Zarza con que era conocida la imagen a que nos referimos. (Como ya se ha dicho anteriomente la Congregación del Cristo de la Zarza se había fundado en la iglesia de San Juan de Barbalos, bajo la advocación del Cristo románico allí existente y que fue retirado del culto porque más que mover a compasión o devoción su vista inspiraba miedo o risa. Los congregantes se refugiaron en la parroquia de Santo Tomé de los Caballeros e hicieron objeto de su veneración a un nuevo Cristo que allí había, desapareciendo la Congregación a finales del pasado siglo)6. El propósito de la Hermandad
era visitar procesionalmente el Miércoles Santo los dos hospitales entonces
existentes en Salamanca: el Provincial y el de la Santísima Trinidad, para
llevar consuelo a los enfermos. Desfilaron por primera vez al año siguiente. Posteriormente se integraron en la Hermandad las Damas Enfermeras de la Cruz Roja y a su creación, en 1954, las ATS de Salus Infirmorum. El Crucificado, sobre andas, no iba derecho sino reclinado hacia atrás, como si se tratara del momento de la elevación de la Cruz, por varios motivos: para facilitar la entrada y salida de la iglesia, para el acceso cómodo a los hospitales y como símbolo de hermanamiento con el dolor de los enfermos postrados en el lecho. Dejó de salir la procesión en 1970, como consecuencia de la crisis que se produjo en la Semana Santa salmantina y las andas del Cristo fueron regaladas a la joven Hermandad del Silencio (Cristo de la Vela) de la parroquia de Jesús Obrero, en el barrio de los Pizarrales, que a partir de 1986 salió en procesión llevando a su Cristo en idéntica posición a la que desfilaba el del Amparo y en las mismas andas, restauradas y acondicionadas. El Santísimo Cristo del Amparo volvió a salir a la calle el 4 de marzo de 2017, con carácter extraordinario, con motivo del tradicional Vía Crucis de la Junta de Semana Santa de Salamanca y la celebración de su 75 aniversario Desde la iglesia del Carmen la talla fue llevada en procesión hasta la Catedral Vieja.
1.- La
Basílica Teresiana. Publicación mensual. Jacinto Vázquez de Parga.
Artículo: El Crucifijo de San Juan de Barbalos. Salamanca, 1902. pg. 75. 2.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 86. 3.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca. Barcelona, 1956. Pg. 126. 4.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 143. 5.- Juan José Martín González, Escultura barroca castellana. (2 volúmenes). Tomo II. Madrid,
1958. Pg. 48.
6.- La
Basílica Teresiana. Art. cit. pg. 75. |
046 CRISTO DE LOS DOCTRINOS
046 CRISTO DE LOS DOCTRINOS Iglesia de la Vera Cruz |
El Cristo de referencia se encuentra situado bajo el coro de la capilla, a muy baja altura, lo que permite a los fieles adorarlo besando sus pies y tocándole las rodillas, habiendo sido su denominación primitiva la de Cristo de la Fe. Se trata de un Crucificado de tamaño natural, con la encarnación rosácea, de una calidad indiscutible y de un conocimiento de la anatomía, por parte del autor, sobresaliente. Tiene la singularidad de que el perizoma se presenta retorcido y en aspa, lo que permite la contemplación de gran parte de la cadera a través del triángulo que forma la tela, anudado a la derecha con colgantes airosos en los dos lados, más grande el del derecho. Todo el paño va decorado en color marfil y lleva una fina cenefa en todo su largo.
La cabeza, no muy grande, se presenta caída sobre el pecho e inclinada hacia la derecha, con el cuello distendido por el esfuerzo, ojos casi cerrados de grandes párpados, nariz aguileña, rostro afilado, barba negra y finamente rizada que se abre en dos puntas simétricas, bigote partido, melena abundante y negra con guedejas simétricas que caen hacia el hombro derecho, si bien dejan ver la oreja izquierda, corona de espinas pequeña y natural de tres cordones, ligeramente ladeada, los brazos bastante horizontales musculosos y con las venas pronunciadas, las manos abiertas y los dedos separados, pecho movido y abombado de pectorales señalados en trapecio hacia las axilas, con las costillas marcadas y patéticas, con la llaga del costado pequeña y sin sangre, vientre contraído, con las piernas delicadas y los muslos finos agarrotados y en fuerte tensión muscular, con las rodillas contusionadas y sanguinolentas. La Cruz es sólida, grande y no muy plana, en tonos oscuros y cabecero reducido con artística cartela apergaminada, de volutas laterales aplastadas, con la ignominiosa inscripción en marco blanco ovalado. Se supone de finales del siglo XVII o comienzos del XVIII y su actual nombre de Cristo de los Doctrinos lo debe a que pertenecía al Colegio de tal nombre, pía memoria fundada en 1566 por don Pedro de Santibañez "en donde los que quedaban sin padres se refugiaban enseñándoles a leer, escribir, y Gramática a los que querían; asistían a los entierros llevando el Estandarte de Nuestra Señora de las Nieves milagrosa imagen que se venera en la capilla de dicho Colegio, que al presente está suprimido"1, según nos dice don Bernardo Dorado en 1776. Lo que no dice es que una de las metas era la enseñanza de la doctrina cristiana, de ahí el nombre de los educandos como "doctrinos", pues el título correcto era Colegio de niños huérfanos de la doctrina cristiana del hábito pardo. Los entierros citados eran los de las personas que socorrían con limosnas a la Institución. Para Gil González Dávila el Colegio fue fundado en 1577, en tiempos del obispo don Francisco de Soto Salazar2. Estuvo situado el Colegio, donde se veneraba el Cristo, en la calle de las Páteras, luego calle Nueva de Bordadores y que hoy, por haberse encontrado en ella esta Institución se llama de los Doctrinos. El Colegio fue suprimido en 1779 y agregado al Seminario de Salamanca por el obispo don Felipe Beltrán y Casanova.
Acompañaban al Cristo de los Doctrinos los religiosos de la Orden de San Agustín y dos seminaristas, como recuerdo de los colegiales de los Doctrinos, a cuya desaparición, las rentas de este Colegio se agregaron a las del Seminario Conciliar en 1779. Unos años más tarde, al desaparecer de Salamanca la Orden agustina, fueron los religiosos dominicos quienes daban escolta al paso, costumbre que continuó hasta 1931. Hay noticias de que en 1806, con la nueva organización de la Semana Santa que había hecho, por Auto de 28 de marzo, el obispo de la diócesis don Antonio Tavira y Almazán, desfiló el Cristo denominado Jesús en la Cruz, que es el que nos ocupa, entre el paso de Jesús Nazareno con la Cruz a cuestas y el Santo Sepulcro. Se da la circunstancia curiosa de que el Cristo de los Doctrinos nunca pudo entrar en el claustro de la Universidad en la Procesión General del Santo Entierro, como hacen otros pasos siguiendo una muy antigua costumbre, dado que es el paso de mayor altura de los que desfilan en la Semana Santa salmantina. En 1977 no pudo desfilar el Cristo de los Doctrinos por su deficiente estado de conservación y en 1985, una vez restaurado por el artista Gerardo Sánchez Cruz, clérigo e imaginero salmantino5 salió en procesión por partida doble: el Viernes Santo en la General del Santo Entierro y el Lunes Santo como titular de un nuevo desfile procesional, llamado del Santísimo Cristo de los Doctrinos, para llenar un hueco que se produjo en 1974 cuando dejó de salir en este día de Semana Santa la Hermandad de Penitencia de Nuestro Padre Jesús de la Promesa. Forman este desfile hermanos de la Cofradía de la Santa Cruz y la de la Oración en el Huerto de los Olivos, que aportan los mismos elementos procesionales con los que desfilan el Viernes Santo. El Cristo sale a la calle sobre andas descubiertas, de madera tallada con molduras de adorno, soportadas por 32 hermanos. Estas mismas andas son las que el Domingo de Resurrección transportan a Jesús Resucitado, obra atribuida a Alejandro Carnicero y en este día la carroza luce además cuatro angelotes músicos en las esquinas.
San Juan, al otro lado, con cara totalmente aniñada y redonda, halo de santidad, hábito también negro, con galón dorado en las mangas, manto de terciopelo morado con broche al cuello y abierto desde los hombros, la mano izquierda sobre el pecho y la derecha extendida en actitud declamatoria, con los puños blancos y calados y cíngulo trenzado de hilo de oro, con la mirada baja y al frente en actitud dolorida y María Magdalena, enfrente, con túnica de terciopelo negro, sin capa ni velo, con los brazos abiertos hacia el Cristo, en dramática actitud y luciendo peluca natural de cabellos muy largos y sueltos que le llegan a la cintura. Las manos de todas las figuras son grandes y talladas bastamente. Este día la carroza de madera, con molduras doradas, va sobre ruedas en lugar de ir soportada por los hermanos cofrades. Durante los años en que no pudo salir en procesión el Cristo al que nos estamos refiriendo (entre 1981 y 1983) fue sustituida su imagen por el Cristo de la Promesa, de la iglesia de San Esteban y por el Cristo de la Buena Muerte, también de esta iglesia, en 1984. La imagen de la Virgen del paso de los Doctrinos, a partir de 1991, desfila también en solitario el Lunes Santo sobre unas sencillas andas de madera portadas por 22 hermanas de la Cofradía de la Santa Cruz. Hubo que buscar precipitadamente las andas y fueron prestadas las de la Virgen de la Alegría que desfila en la procesión del Resucitado el domingo por la mañana, también portada por 22 hermanas de la misma Cofradía. Dadas las vicisitudes por las que ha pasado el Cristo de los Doctrinos, entrando y saliendo en la Procesión General del Santo Entierro, vamos a dar algún detalle de cómo desfilaba esta procesión a principios del siglo XIX. Acompañaban al paso de la Oración del Huerto, seis
religiosos del convento de Padres Calvaristas; al de los Azotes, lo escoltaban
seis Frailes Capuchinos; al Ecce Homo o de la Caña, le daban
guardia los Padres Carmelitas Descalzos; el Nazareno de San Julián
solamente iba acompañado por sus cofrades; el Cristo de los Doctrinos
ya hemos dicho que lo escoltaban dos seminaristas, que disfrutan las becas del
antiguo Colegio de los Doctrinos, los religiosos de la Orden de San Agustín y
dos filas de seis colegiales alumbrando; el Santo Sepulcro portado por
cuatro Frailes Franciscanos revestidos de alba y estola y alumbrando los
Clérigos de las Congregaciones de Nuestra Señora de la Paz, San Pedro y San
Pablo y por fin la Dolorosa acompañada de una representación de Religiosos
Dominicos6.
1.- Bernardo Dorado, Compendio histórico de la ciudad de Salamanca. Su antigüedad, la de su
Santa Iglesia, su fundación y grandezas
que la ilustran. Salamanca,
1985. Edición facsímil de la de 1776. Pg. 425. 2.- Gil González Dávila, Theatro eclesiástico de la Iglesia y Ciudad de Salamanca. Vidas de sus
obispos y cosas memorables de su obispado. Salamanca, 1618. pg. 162. 3.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 283. 4.- Pilar García Aguado, Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca.
Primera mitad del siglo XVII. Salamanca, 1988. Pg. 166. 5.- La Gaceta
Regional. Publicación periódica. Diario de Salamanca, 25 de marzo de marzo
1986. 6.- Id. id. Salvador Llopis Llopis. Artículo: La
Semana Santa de 1806. Salamanca, 9 abril 1955. Pg. 6.
|
047 CRISTO DE LA EXPIRACIÓN
047 CRISTO DE LA EXPIRACIÓN Iglesia de la Clerecía |
Se encuentra el Crucificado en el centro del retablo de la denominada capilla del Cristo, de la iglesia de la Clerecía, que es la tercera según se entra, en el lado de la epístola. La hornacina en que se
aloja el Cristo, de arco trilobulado y gran tamaño, con marco de
guirnaldas y festones, constituye el eje central del retablo prechurrigueresco
ensamblado por Manuel Saldaña, el joven1, quien contrató la obra en
1690 y autor también del retablo de San Francisco Javier de la misma Clerecía
y del de la iglesia del Hospital de Santa Margarita y los Mártires San Cosme y
San Damián, hoy capilla de las religiosas Siervas de San José. Para Camón Aznar
y para Antonio García Boiza el retablo es obra de Joaquín Churriguera2.
Al ser la hornacina de tan considerable tamaño, desaparecen las calles laterales y son sustituidas por cuatro columnas salomónicas, de fustes retorcidos y recargadas de adornos vegetales: hojas de parra y vides. Avanzan las de los exteriores y se retrasan las próximas a la hornacina. El cuerpo superior del retablo luce una hornacina acabada en arco superior y dotada de cuatro columnas, adornadas con guirnaldas y festones. En el hueco la imagen de un santo jesuita. El banco del retablo
presenta un relicario compuesto por un grupo de alabastro, que representa a Cristo
yacente, al que acompañan angelitos que portan los atributos de la Pasión.
La talla del Cristo, de tamaño menor que el natural, algo mediocre para algunos, una buena escultura para otros y de excelente factura para los de más allá, se atribuye a Pedro López Rainaldo, hacia 1690 y a juicio del padre Alfonso Rodríguez G. de Ceballos3, se trata de una réplica del Cristo de la Agonía de Bernardo Pérez de Robles, muy imitado en Salamanca desde que, en 1670, se colocara la imagen en la capilla de la Venerable Orden Tercera de San Francisco. También lo atribuye a López Rainaldo y lo hace imitación del Cristo de la Agonía, Ramón Otero4. Es un Cristo de coloración violácea que agoniza, por lo que carece de llaga en el costado, clavado sobre cruz de tronco natural grande y corteza de pronunciados nudos, con el rostro implorante hacia la derecha, ojos muy abiertos inyectados en sangre, la boca entreabierta, barba negra de abundantes rizos, bigote partido y melena rizada que cae sobre los hombros. El tronco, considerablemente alargado y vertical, los brazos bastante horizontales de muy pronunciados músculos y venas y los dedos de las manos flexionados sobre los clavos, las piernas juntas, finas y largas, ligeramente vueltas hacia el lado contrario la derecha y las rodillas adelantadas con escoriaciones abundantes. Busto delicado con las costillas poco apreciables y el vientre ligeramente hundido sin contracción trágica. Paño de pureza, de amplios movimientos y quebrados pliegues, muy abierto, deja ver perfectamente junto a la cuerda roja que lo sujeta, la cadera y muslo derechos, con anudamiento y caída en barrocos pliegues por detrás de la cadera derecha, circunstancia propia de los Cristos tallados a partir del último tercio del siglo XVII. La Cruz lleva enorme cartela rectangular sobre el largo cabecero con la inscripción trilingüe: hebreo, griego y latín. La parte de atrás de la hornacina, donde se aloja el Cristo, consiste en una pintura -atribuida a Alejandro Rodríguez5- representando la ciudad de Jerusalem al fondo y un primer plano donde destacan jinetes, mercaderes y sacerdotes. Parece ser que, acompañando al Cristo de la Expiración, debió existir un San Juan, hoy perdido, y la Dolorosa, que luce en el altar, escultura de época anterior, concebida para ser colocada en alguna hornacina por lo que no hace mucho juego con la imagen del Crucificado y que venía atribuyéndose a Luis Salvador Carmona, cuando en realidad es obra del mencionado Pedro López Rainaldo6. Esta imagen es la de Nuestra Señora Madre de la Sabiduría que desfila en el mismo paso del Santísimo Cristo de la Luz en la noche del Martes Santo.
1.- María Teresa Igartua Mendia, Desarrollo del barroco en Salamanca.
Madrid, 1972. Pg. 58. 2.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 66 y Antonio García Boiza, Salamanca monumental. Salamanca, 1959. Pg.102
3.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Estudios del barroco salmantino. El Colegio
Real de la Compañía de Jesús de Salamanca. Salamanca, 1985. Pg. 100. 4.- Ramón Otero, Enrique Valdivieso y Jesús Urrea,
HISTORIA DEL ARTE HISPANICO. Artículo: El
barroco y el rococó. (6 volúmenes). Tomo IV. Madrid, 1978. pg. 195. 5.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 116. Falta la nota 6
|
048 CRISTO DE MARFIL
048 CRISTO DE MARFIL Clausura del Monasterio de las MM. Dominicas |
Se trata de una pieza con la talla del cuerpo de Cristo expirante algo basta y de esbeltas piernas, procedente, casi con seguridad, de Filipinas de la colección de los PP. Dominicos que tanta relación tuvieron con Oriente por medio de sus misiones en Asia y Filipinas. Las medidas del Cristo son 65 x 65 cm y las de la Cruz 110 x 67 cm, datándose la talla en el siglo XVII1. Presenta los pies juntos y las manos abiertas, marcándose la venas en los brazos. La Cruz la conforman troncos arqueados con adornos florales sueltos a los pies. No lleva cartela con la inscripción infamante que colocaron los judíos sobre el cabecero. Pudiera tratarse del Cristo que don Manuel Gómez-Moreno y Martínez define como: "Retablito portátil con decoración corintia, un pequeño crucifijo... en el relicario"2.
1.- Margarita M. Estella Marcos, La escultura barroca de marfil en España.
Escuelas europeas y coloniales. (2 volúmenes). Tomo II. Madrid, 1984. Pg.
138.
2.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 263. |
049 CRISTO DE MARFIL
049 CRISTO DE MARFIL Sacristía de la Iglesia de la Clerecía |
Se trata de un Cristo hispano filipino de 1 m de altura y datado en el siglo XVII. Tiene el cabello, barba y perilla policromados en marrón oscuro, los ojos con pupilas coloreadas y presenta desgarraduras sangrientas con goterones en la frente, manos, muslos, rodillas y pies. Cruz de madera grande, ancha y negra con entallas. Cartela de marfil en forma de rollo desplegado, que tapa todo el cabecero1. Se trata de un Cristo
longuilíneo, muy vertical, de pequeña cabeza, con los brazos muy descolgados,
piernas finas y juntas.
La sacristía, más grande que algunas iglesias, está dotada en su testero principal de un retablo-hornacina sobre las cajoneras, de estilo rococó, obra probable de Andrés García de Quiñones. Se trata de un arco de medio punto en forma de cascarón formado por arquivoltas, intradós, jambas y fondo compuestos por cuadrícula de cristales de espejo, alojados en marco de madera dorada, al estilo chinesco. Los laterales están formados por dos pilastras corintias vaciadas para situar en ellas ménsulas con volutas portadoras de angelotes con atributos de la Pasión. Exteriormente a las pilastras y sobre otras grandes ménsulas dos angelotes plorantes. Entablamento sencillo, con ligera curvatura en el centro, siguiendo la alineación de la clave del arco y sobre él, ático de raras molduras y complicados dibujos que dejan hueco central para el Cristo de marfil que tratamos. Sobre el remate de las pilastras dos nuevos ángeles danzantes y como culmen central, sobre el hueco del Cristo, un gran escudo con el anagrama de la congregación jesuita. Los angelitos del retablo hornacina, que algunos han atribuido a Luisa Roldán, la Roldana2, son obra también de Luis Salvador Carmona3. A los lados de la hornacina y sobre las cajoneras se prolongan frisos del citado estilo rococó del retablo y al igual que éste todos los adornos van dorados en todas sus partes. Se construyó el retablo hornacina para albergar la magnífica obra en madera de Luis Salvador Carmona conocida como Jesús Flagelado, tallada en Madrid en el año 1760, el mismo año en que se construyó la hornacina4. Se levanta la imagen, de tamaño poco menor que el natural, sobre pedestal soportado por un bello sagrario. Representa un Jesús, alto y asténico, en el momento de recoger sus vestiduras de tono rosáceo con ambas manos, a punto de caer desfallecido, por lo que apoya su cadera izquierda en la columna sobre la que ha sido azotado. Se encuentra en pie y el cuerpo desnudo es un perfecto estudio anatómico, tanto en el hombro y brazo derecho como en el giro e inclinación del cuerpo y piernas, resaltando la talla de músculos y tendones y los abundantes cuajarones y salpicaduras sanguinolentas pintadas sobre la encarnación mate que el artista dio a la madera. Tiene la imagen cabeza proporcionada girada hacia la derecha, grandes cejas y párpados que entierran unos ojos pequeños de infinita tristeza, nariz amplia, boca abierta de carnosos labios que dejan ver marfileños dientes, bigote y barba de ondulados rizos y melena ondulada y amplia que desciende por la espalda dejando ver ambas orejas. El paño de pureza, blanco marfileño, amplio por detrás y en las caderas, se presenta muy reducido en el frente, con pliegues horizontales que van abriendo sus plegaduras y dejando caer el lienzo en artísticas y abundantes formas barrocas por detrás, llegando casi al muslo. Va sujeto a la cintura con soga estrecha de fino trenzado y de inusitado verismo. La imagen ya no se encuentra en el retablo descrito, que cubierto con un paño de terciopelo morado, sirve hoy de fondo a la tribuna presidencial del Aula Minor B de la Universidad Pontificia, destinada a Sala de Conferencias. Desfila el Cristo como titular de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Flagelado, el Miércoles Santo, en una carroza de madera de roble, estrenada en 1952, soportada por 48 hermanos cofrades, dándose la circunstancia de que no efectúa parada alguna a lo largo del desfile. En la citada carroza van colocados, en las esquinas, cuatro de los seis angelitos plorantes que existían en las ménsulas del retablo-hornacina. Luis Salvador Carmona talló un Cristo atado a la columna similar al que estamos tratando para el Oratorio de la calle Cañizares de Madrid, dándose la curiosa circunstancia de que también tallara, para el mismo Oratorio, una Piedad semejante a la de la Catedral Nueva y ambas imágenes madrileñas desaparecieron durante la guerra de 1936.
1.- Margarita M. Estella Marcos, La escultura barroca de marfil en España.
Escuelas europeas y coloniales. (2 volúmenes). Tomo II. Madrid, 1984. Pg.
147. 2.- Juan Agustín Ceán Bermúdez, Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas
Artes en España. (5 volúmenes). Tomo IV. Madrid, 1800. Pg. 314. 3.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España Provincia de Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 286.
4.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, El Colegio de la Compañía de Jesús de
Salamanca. Salamanca, 1985. Pg. 106. |
050 CRUCIFIJO
050 CRUCIFIJO Museo de la Ciudad |
"Crucifijo artesanal del siglo XVII ante el que juraban el cargo los alcaldes de Salamanca"1. En Salamanca: Geografía, historia, arte y cultura, tenemos ésta cita, que es la única referencia que sobre tal Crucifijo poseemos, pese a la historia salmantina que habrá visto discurrir a su alrededor. Se encuentra hoy colocado en una vitrina de cristal en el centro de la primera Sala del Museo de la Ciudad, ubicado en el palacio que fue del Obispo de Salamanca, frente a la puerta principal de la Catedral Vieja. Se trata de una pequeña talla en madera policromada con artística y gran peana, de madera oscura, labrada con detalle en dos cenefas horizontales, para ser colocado sobre mesa o altar. Presenta el Cristo color marfileño oscuro con el cuerpo eminentemente cilíndrico en la zona del tronco, de acusada verticalidad. Tiene flaco el rostro, la nariz prominente, ojos cerrados y boca entreabierta, todo ello en una cabeza reducida, inclinada hacia la derecha y con la barba apoyada sobre el pecho. Carece de corona de espinas la melena marrón que con dibujos lineales paralelos cae por detrás y sobre el hombro derecho en una sola y alargada crencha y la barba también dibujada y partida en dos hacia la punta. El pecho caído y muy abombado, las costillas pronunciadas, vientre abultado, la llaga del costado manando abundante sangre. Gruesos antebrazos y brazos muy largos, firmes y redondeados, encontrándose partidos y pegados de nuevo a la altura de los hombros. La mano izquierda conserva sólo un muñón y la derecha presenta los dedos anular y meñique encogidos, el índice y corazón estirados y el pulgar apoyado en el clavo. Las rodillas juntas y un poco adelantadas, la pierna derecha sobre la izquierda con ligera inclinación de los pies hacia este lado. Abundantes chafarrinones de sangre cubren todo el cuerpo. El paño suprafemoral es grande y deja ver toda la cadera derecha, solamente tapada con la gruesa soga multicolor que sirve de cinturón. Los pliegues redondeados caen en figura de cortina por el lado izquierdo mientras en el derecho se anuda la tela en una gran moña, poco abierta, con caída vertical que se va extendiendo hacia abajo. El paño presenta una gran policromía, deslucida por el paso del tiempo y por la abundante sangre que cae sobre él. La Cruz es de madera y de gran diámetro con algún pequeño gajo y de tono verdoso oscuro brillante. La cartela con el INRI muy descolorida es grande, metálica y de color dorado con forma de pergamino en los laterales. En 2002 el Ayuntamiento de Salamanca devolvió el espacio expositivo del palacio episcopal, ubicado en la plaza de Juan XXIII y que utilizaba desde 1983, al Obispado. Sus fondos fueron trasladados provisionalmente al convento de las Claras en un local alquilado. El proyecto para instalar el museo de historia de la ciudad en el nuevo edificio del cerro de San Vicente, que integra los restos arqueológicos de los primeros pobladores de la ciudad y del monasterio de San Vicente, continúa paralizado. Desde el 2023, el palacio episcopal alberga el Museo de Arte Sacro de Salamanca además del Archivo Diocesano (n. del e.)
1.- Ángel de Cabo Alonso y Alfonso Ortega Casanova, Salamanca: Geografía, historia, arte y
cultura. Salamanca, 1986. Pg. 441. |
51 CRISTO
051 CRISTO Altar Mayor de la Parroquia de San Juan de Barbalos |
La iglesia de San Juan de Barbalos, de una sola nave y torre a los pies, sufrió modificaciones en 1781, que efectuaron Jerónimo García de Quiñones y José Isidro1, modificando las bóvedas y colocando retablos barrocos. El retablo del altar mayor, que era de estilo churrigueresco, según dicen Amalio Huarte y Echenique y Juan Eduardo Cirlot2, (desaparecido a mediados del siglo pasado, sin que nos conste el motivo) tenía una imagen gótica de la Virgen de principios del siglo XVI y otra de piedra del siglo XV.
El Cristo que hoy pende totalmente al aire, sujeto por dos cuerdas, sobre el ara del altar mayor es citado por Juan Eduardo Cirlot cuando dice: "... un Cristo del XVII"3. Dadas las características del Cristo tal vez haya que datarlo en fechas anteriores por su talla basta y poco elegante figura. Aparece ya colocado en el presbiterio en fotografía de 1901 cuando terminaba de ser arrumbado el Cristo de la Zarza en un gallinero de las dependencias parroquiales. Se trata de un Cristo desgarbado y descolgado sobre sus pies, de tamaño menor que el natural, que presenta encarnación sensiblemente oscura y mate, cabeza reducida y alargada, de poca belleza, caída sobre el pecho e inclinada a la derecha, nariz aguileña y prominente, ojos cerrados con la ceja izquierda más elevada, corona de espinas ancha tallada burdamente con el típico sogueado de dos ramas, cabellera lisa y poco abundante que cae en única guedeja lacia sobre el hombro derecho, barba negra triangular poco rizada y partida en dos en la punta, boca cerrada de labios gruesos y abierta la llaga del costado sangrante con reguero abundoso que salpica hasta el paño de pureza.
Brazos descoyuntados de antebrazos musculosos, dedos de las manos muy cerrados sobre los clavos, torso estrecho y recto con prominentes costillas tirando a escamosas, vientre pronunciado con el epigastrio en arco apuntado, piernas separadas con muslos de abultados músculos en tensión, rodillas escoriadas y sanguinolentas y pies retorcidísimos atravesados por un solo clavo y pequeño paño femoral, pegado a las caderas, de color blanco, con pliegues horizontales poco airosos con sencillos y grandes colgantes laterales sin anudamiento a las caderas. La Cruz ancha y plana de madera muy oscura, con cabecero reducido, aloja cartela del mismo ancho de la Cruz con la inscripción INRI ocupando todo el espacio.
1.- María del Camino Paredes Giraldo, Documentos para la historia del arte en la
provincia de Salamanca. Segunda mitad del siglo XVIII. Salamanca, 1993. págs.
55 y 116. 2.- Amalio Huarte y Echenique, Guía de Salamanca. Salamanca, 1920. pg. 84 y Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona,
1956. Pg. 17. 3.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. págs. 17 y 18.
|
052 CRISTO EN EL CALVARIO
052 CRISTO EN EL CALVARIO Monasterio de las MM. Clarisas |
De este Cristo no existe constancia escrita alguna hasta que Luis Garrido y Angel Pisón nos dan cuenta, en 1994, de su existencia y lo sitúan en el coro bajo. Todo cuanto nos dicen
es lo siguiente: "un zócalo de
azulejos toledanos del siglo XVII, sobre el que una hornacina excavada en el
muro, muestra, en toda su oquedad la pintura barroca que representa una
panorámica de la ciudad de Jerusalem, al fondo, y el Monte Calvario con las
cruces donde cuelgan el buen y el mal ladrón. Esta pintura en la que consta su
concepción en 1740 y posterior retoque en 1908, combina con el Cristo de madera
policromada que acoge la misma hornacina".1
El Cristo parece datarse en el siglo XVII y presenta una coloración broncínea brillante. Es de tamaño menor que el natural, de reducidas extremidades inferiores y la talla de su anatomía tiene caracteres sarmentosos en el modelado de músculos y venas, sobre todo en brazos y piernas. La cabeza grande y la faz macilenta, ligeramente ladeada hacia la derecha, ojos cerrados de abultadas ojeras, entrecejo fruncido, nariz fina de reducidas aletas, boca cerrada, barba puntiaguda muy bien dibujada en rizadas ondas de coloración oscura, melena poco abundante, partida en dos, que cae en ondulaciones paralelas, de lineal dibujo, sobre los hombros en reducida guedeja que deja ver huellas sanguinolentas, corona de espinas grande, aunque no ancha, de dos ramas sin punzantes, brazos con ligera inclinación mostrando una tensión exagerada, manos con los dedos apenas señalados y vueltos hacia los clavos, hombro izquierdo a punto de descoyuntamiento, pecho de prominentes costillas paralelas, rodillas salientes de enormes rótulas y piernas en tal tensión que afloran los músculos como si de los huesos del esqueleto se tratara. Pie derecho montado dibujándose los dedos, a partir del clavo, como las varillas abiertas de un abanico.
El paño de pudor muy reducido, tono marfileño, pegado al cuerpo con menudos pliegues horizontales, que se reducen hacia la cadera izquierda, desde donde parte un anudamiento grande, ovillado en el centro, moña superior de gran tamaño y caída corta que se retuerce en airosos pliegues barrocos. La Cruz ancha, plana y de larguero muy grande bajo los pies, apoya sobre un montículo de tibias y calavera y tiene color oscuro por el barnizado de la madera, con algunas zonas más claras. La cartela sobre el cabecero adopta forma rectangular con ligeros arcos superior e inferior convergentes y fondo blanco con reborde dorado. La pintura barroca que
sirve de fondo y en la que predominan los tonos verdes y ocres, es una ciudad
amurallada, con casas y varios templos, verdes montes, un riachuelo y en ambos
laterales los dos ladrones atados a sus respectivas cruces que están formadas
por troncos de árboles. El sol y la luna se asoman sobre el travesaño de la Cruz del Salvador.
1.- Luis Garrido y Ángel Pisón, El Real Convento de Santa Clara y su
Museo. Salamanca, 1994. Pg. 33.
|
053 NUESTRO PADRE JESÚS DEL CONSUELO
053 NUESTRO PADRE JESÚS DEL CONSUELO Parroquia de San Juan de Sahagún |
Se trata de un Crucificado del siglo XVIII -aproximadamente de 1745- que procede probablemente de la iglesia del convento de los padres franciscanos de San Antonio el Real1, perteneciente a la Provincia de San Miguel, iglesia que no llegó a terminarse en la plaza del Liceo y cuya veleta (que no se colocó nunca) es la que luce en la esbelta torre de la parroquia de San Juan de Sahagún2.
El Cristo hoy se encuentra situado en el altar mayor de la referida parroquia neogótica construida en 1895, con proyecto del arquitecto don Joaquín de Vargas y terminada por don José María de Basterra, sobre el solar que ocupó la antiquísima parroquia románica de San Mateo, -ya citada en el capítulo CCCXIII del Fuero de Salamanca-, empleando en ella toda la piedra que se pudo aprovechar de la derruida iglesia de Santa Eulalia y recibiendo para su decoración interior cuadros e imágenes procedentes de las iglesias demolidas poco antes, de los Santos Justo y Pastor, la citada Santa Eulalia y la propia San Mateo, que era una pobre iglesia de una sola nave, posteriormente ensanchada con otra de iguales características y transformada por las obras realizadas en 16273. Primitivamente tenía
planta rectangular y carecía de bóveda, que se sustituía por la armadura del
tejado, de labra un tanto delicada. De nuevo se reformó en 1758 por parte de Francisco Portales, habiéndose colocado cinco años antes el retablo del altar mayor, obra del tallista Gaspar Fernández.4 La antigua parroquia de San Mateo fue sede de las cofradías o gremios de mercaderes, carpinteros y hermanos del trabajo en el siglo XVII.
La imagen de la que tratamos es un Cristo trágico, que por su talla y colorido parece de marfil, de tamaño menor que el natural, de cabeza pequeña ligeramente caída hacia el lado derecho con el cuello distendido, sin corona de espinas, melena oscura y abundante que cae en única guedeja sobre el lado derecho y deja ver ambas orejas, barba rizada, espesa y puntiaguda, corta frente, boca sellada, ojos semicerrados, nariz aguileña, pómulos salientes, brazos sensiblemente horizontales con gruesos antebrazos, manos con los dedos abiertos y encogidos hacia los clavos, pecho abombado con las costillas no muy logradas anatómicamente del tipo escamoso con la caja torácica muy pronunciada, dejando ver el epigastrio en abierto arco alargado hacia el pecho, los pectorales en trapecio dirigido a las axilas, llaga del costado con reguero de oscura sangre abundante, anchas caderas, piernas inclinadas hacia el lado izquierdo con la derecha superpuesta y los muslos desproporcionados, rodillas separadas de pronunciadas rótulas tumefactas y pies finos cruzados, en forzada posición el pie izquierdo. No presenta salpicaduras sanguinolentas por el cuerpo. Amplio perizonium, de tonalidad oscura, muy pegado al cuerpo, dejando ver la soga y el muslo derecho, con el pliegue lateral de caída airosa y los del cuerpo pegados a él, pero con plegaduras que se asemejan a los nervios de las hojas de una planta. Como se ha dicho anteriormente es muy grande la similitud con el Cristo del Perdón que se venera en el altar mayor de la iglesia de los Padres Carmelitas descalzos. La Cruz, de oscura madera, tiene bastante corto el madero transversal y no es muy plana. El cabecero, también corto, en contraste con el larguero, luce cartela dorada para el rótulo, de extremos con doble curva vertical y horizontal de más radio y remates avolutados. Desfilaba esta imagen en procesión el Miércoles Santo, día en que efectuaba su recorrido la Cofradía del Santísimo Cristo de las Batallas, Nuestro Padre Jesús del Consuelo y Nuestra Señora del Gran Dolor, Hermandad creada en setiembre de 1944 por los ex-combatientes salmantinos a los que se unieron feligreses de la parroquia de San Juan de Sahagún, donde tuvo su primitiva sede y que salieron a la calle por primera vez al año siguiente. En 1972 desapareció la Cofradía no sin antes pasar por diversas vicisitudes como fue el cambio de sede desde San Juan de Sahagún a la parroquia de San Sebastián, por lo que ya no salían en procesión ni el Cristo del Consuelo, ni Nuestra Señora del Gran Dolor, que eran propiedad de la primera parroquia, quedándose sola la imagen del Cristo de las Batallas que en 1967 se unió a la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Flagelado y Nuestra Señora de las Lágrimas, que desfilaban en la General del Santo Entierro el Viernes Santo, para salir juntas procesionalmente el Miércoles Santo. En 1968 y 1969 la Cofradía de los Ex-combatientes logra sacar además el Cristo de la Paz, de la parroquia de San Sebastián, sustituyendo al antiguo del Consuelo, pero en 1970 no pueden salir a la calle, haciéndolo sólo la otra Cofradía y limitándose éstos a realizar un triduo en la parroquia de San Sebastián. En 1971 salen procesionalmente por última vez llevando sólo el Cristo de las Batallas, sin andas, a modo de Cruz-guía, portado por un hermano cofrade, integrados en la procesión de Jesús Flagelado, que los había recogido a su paso por la Catedral, a la que llegaban desde la Clerecía.
1.- Juan Manuel Sánchez, Apuntes para una historia de la iglesia parroquial de San Juan de
Sahagún de Salamanca. Salamanca, 1995. Pg. 37. 2.- Juan Antonio Vicente Bajo, Guía descriptiva de los principales monumentos arquitectónicos de
Salamanca. Salamanca, 1901. Pg. 285. 3.- Pilar García Aguado, Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca.
Primera mitad del siglo XVII. Salamanca, 1988. Pg. 21. 4.- María del Camino Paredes Giraldo, Documentos para la historia del arte en la
provincia de Salamanca. Segunda mitad del siglo XVIII. Salamanca, 1993. págs.
216 y 354.
|
054 CRISTO DEL AMPARO
054 CRISTO DEL AMPARO Altar Lateral en la Parroquia de San Juan de Sahagún |
El Cristo, de estilo barroco, se encuentra colocado en la segunda capilla entrando, sobre el descarnado muro, carente de retablos y adornos, eliminados tras el Concilio Vaticano II y que habían sido obra del escultor Tarragó, maestro del artista Aniceto Marinas, autor de los magníficos relieves en bronce de la fachada principal de la parroquia. La capilla se denomina
del Vía
Crucis por las catorce esquemáticas cruces de hierro, en esmalte verde,
que luce.
El Cristo, desplomado lateralmente sobre los pies, es de tamaño pequeño, cabeza no muy proporcionada, rostro triangular, ojos profundamente cerrados, frente reducida, nariz gruesa y boca cerrada, barba oscura de dos gruesas puntas en simetría divergente y el resto poco poblada, rizada melena partida en dos cayendo una gruesa crencha sobre el hombro derecho, llaga en el costado con poca sangre pero fino reguero que llega hasta el ceñidor, brazos sensiblemente horizontales contraídos con acentuados biceps y hombros que se despegan de la Cruz, dedos de la mano separados entre sí y cerrados en torno a los clavos, torso con costillas pronunciadas de tipo escamoso y esferoidal, vientre hundido con torsión del cuerpo hacia el lado izquierdo y piernas de pronunciados músculos con la derecha avanzada y retorciéndose hacia el lado izquierdo por la tirantez del clavo en los pies. Las rodillas con hematomas consecuencia de las sucesivas caídas. Abundantes regueros sanguinolentos parten de los clavos de manos y pies sin que existan por el resto del cuerpo. Paño de pudor dorado, que se desliza a lo largo de las caderas, anudado a la derecha y a la izquierda sin que se adivine la soga que le sirve de cinturón, pliegues curvos y largos en los laterales y en el centro recogido en original forma de aspa de artístico plegado y retorcido que deja un triángulo por donde se ve la parte superior del muslo derecho. La coloración del Cristo es marfileña brillante y la talla polícroma y dorada. La Cruz, enorme en comparación con el Cristo que soporta, cilíndrica, del tipo de tronco natural luce grandes nudos lechosos que destacan sobre lo oscuro de la corteza y la estrecha cartela con el INRI ignominioso es de lo más rebuscado con abundantes curvas, contra-curvas y volutas y los cantos dorados asemejándose a un cerradero de rejería. Se desconoce la procedencia del Cristo que parece datarse en el siglo XVIII1 y la denominación del Amparo coincide con la que se diera al Cristo de la Zarza de la parroquia del Carmen, cuando fue titular de la Cofradía creada por médicos, practicantes y A.T.S. a finales de los años cuarenta. Este Cristo, aunque de menor tamaño, es parecidísimo al Cristo del Perdón del altar mayor de la iglesia de los Padres Carmelitas descalzos, en su posición corporal, disposición y tallado de extremidades, postura de tórax y abdomen y sobre todo en el ceñidor de pureza de idéntica factura en su extravagante colocación.
1.- Juan Manuel Sánchez Gómez, Apuntes para una historia de la iglesia de San Juan de Sahagún.
Salamanca, 1995. Pg. 39. |
055 OTRO CRISTO DEL PERDÓN
055 OTRO CRISTO DEL PERDÓN Iglesia de los PP. Carmelitas Descalzos |
Existe cierta confusión a propósito del denominado Cristo del Perdón pues se ha dicho antes que para don Alfonso Rodríguez G. de Ceballos1 es el que figura en el altar mayor de la iglesia. No es así para la comunidad de Padres Carmelitas, quienes veneran bajo tal advocación al Cristo que hoy se encuentra en el oratorio del Colegio carmelitano y que estuvo situado en la iglesia, en el primer altar del lado de la epístola, según se entra en el templo y que desapareció -junto con los otros cinco retablos laterales- al realizar la reforma auspiciada por el Concilio Vaticano II. Se trata de un Cristo expirante, parecido al célebre de la Agonía de los Padres Capuchinos, como hace notar Ramón Otero2 y que pudiera ser obra de Juan Antonio Villabrille y Ron3, nacido en Argul, parroquia y concejo de Pesoz, en Asturias, discípulo de Pereira y maestro de Luis Salvador Carmona4. Del taller madrileño de este artista salieron quinientas imágenes, diseminadas hoy por diversos templos españoles. Sin embargo comparando esta imagen con las del Cristo del Desamparo de Escurial (Cáceres), con el de la iglesia de las Maravillas de Madrid o con el Cristo de la Cofradía de Gracia, también de Madrid (hoy desaparecido), no se ven demasiadas similitudes, en especial en la corona de espinas postiza, en los paños de pureza y en las tallas del pecho, bastante menos finas en estos últimos casos. Quizá sí existan en pómulos, cejas, barba serpenteante y sobre todo en la nariz, de amplio tabique y en la boca un poco menos abierta. Presenta este Cristo, de tamaño menor que el natural, una encarnación oscura y brillante, expresión serena en el rostro con la oblicua mirada dirigida hacia lo alto a través de unos ojos suplicantes en el momento de la expiración, cabeza pequeña inclinada hacia la izquierda, de cabello ensortijado que cae en guedejas sobre los hombros, barba bien tallada de abundantes rizos que se bifurcan en dos puntas simétricas, nariz ancha y labios entreabiertos, corona de espinas grande y tallada con el típico sogueado de ramas retorcidas, pecho abombado por el esfuerzo, con la anatomía de las costillas poco visible y el abdomen retraído y escorado hacia la izquierda, brazos sensiblemente horizontales con antebrazos musculosos y tensos en actitud de vuelo, piernas musculosas bien dibujadas con las rodillas juntas y los pies muy cruzados. Pocas huellas sanguinolentas en todo el cuerpo. Sudario grande, de tono parecido al cuerpo y muy pegado a él, pliegues poco airosos, lineales, que dejan en la parte derecha una moña y una caída grandes con poca gracia y en el centro muy ceñido a la pelvis y la zona izquierda plegaduras en varias direcciones poco graciosas y una caída no muy vertical. La cuerda que sirve de cinturón es doble y permite ver en su integridad el muslo derecho. La Cruz, de madera, es cilíndrica de las de tronco con gajos, dejando apreciar sus abundantes cortes lechosos en la corteza. Carece de cartela con la inscripción infamante que antes tuvo. Se ignora cuándo sufriría la mutilación del cabecero y del travesaño pues han quedado reducidísimos ambos y conseguido que la imagen haya perdido la majestad que tenía mientras recibió culto en el altar de la iglesia.
1.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 88. 2.- Ramón Otero, Enrique Valdivieso y Jesús Urrea, El barroco y el rococó. HISTORIA DEL
ARTE HISPANICO. Tomo IV. Madrid, 1978. Pg. 195. 3.- José Luis Morales y Marín, Arte español del siglo XVIII. La escultura española del siglo XVIII. SUMMA
ARTIS. Tomo XXVII. Madrid, 1984. Pg. 376. 4.- Juan Agustín Ceán Bermúdez, Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas
Artes en España. Madrid, 1800. Tomo IV. Pg. 249.
|
056 CRISTO DE MARFIL
056 CRISTO DE MARFIL Convento de los PP. Dominicos |
Todo lo que sabemos de este Cristo es lo que nos dice Margarita M. Estella Marcos quien nos habla de un " Cristo de marfil ¿hispano filipino? del siglo XVIII. Sobre cruz cilíndrica con remates de marfil es crucificado muy dieciochesco y europeizado por lo que aunque sigue el modelo del de la catedral de Vitoria se da su clasificación con dudas"1. Respecto al Cristo de marfil de la catedral de Vitoria, de 75 x 56 cm, nos dice que se trata de un: "moribundo con corona trenzada de espinas cortas. El paño de pureza remetido simplemente en soga doble que deja al descubierto la cadera, voltea al aire a la izquierda en pliegues quebrados y también aparece decorado con finos detalles florales policromados bordeado de orla dorada piqueteada y horadada como en los Cristos luso-indios. Cruz de madera oscura cuyos largueros terminan en una especie de cono rematado por bolas metálicas, de aire hispano-americano. INRI de tarja mal conformada de marfil"2.
1.- Margarita
M. Estella Marcos, La escultura barroca
de marfil en España. Escuelas europeas y coloniales. (2 volúmenes). Tomo
II. Madrid, 1984. Pg. 180. 2.- Id. id. ob. cit. pg. 177.
|
057 CRISTO DE LA VELA
057 CRISTO DE LA VELA Parroquia de Jesús Obrero |
Se trata de un Crucificado sin apenas valor artístico, pues es de escayola, realizado hacia 1920 y procedente de la capilla que las MM. Josefinas Trinitarias tenían en la Avenida de Mirat, haciendo esquina con la plaza de Gabriel y Galán, hoy bloque de viviendas. Al producirse el traslado de las mencionadas religiosas el Cristo no tenía encaje en su nueva capilla modernista, por lo que se donó a la parroquia de los Pizarrales, construida en 1965, que había empezado a funcionar como tal el Domingo de Pascua de 1968, bajo la advocación de Jesús Obrero en nuevos locales, que sustituían a la antigua iglesia que llevaba el nombre del Sagrado Corazón y que prácticamente era parroquia independiente de la del Carmen desde 19271. Tampoco iba a tener aquí acomodo pues ya poseía la parroquia un Crucificado, de un gran valor artístico a nuestro parecer y el párroco inició la tramitación correspondiente para su cesión a alguno de los pueblos de la comarca. Carente de una denominación propia hoy es conocido como el Cristo de la Vela por las circunstancias que se detallan a continuación. El 2 de enero de 1986 aprobó el Obispado los Estatutos de la Hermandad del Silencio, Cofradía constituida el 18 de mayo de 1985, que se proponía cubrir el hueco -de ahí lo del silencio, dentro de la liturgia eclesial- del único día en que no se daba un desfile procesional en la Semana Santa salmantina, el Sábado Santo2. La Junta General buscó una imagen para su desfile y acudió en primer lugar a solicitar el Cristo de la Vela -Jesús atado a la columna- a la parroquia de San Sebastián, pero no fue posible por el lastimoso estado en que se encontraba la imagen que recibía tal advocación, porque en cierta ocasión había caído sobre un lampadario y se había quemado en parte. Siguió la búsqueda en la misma parroquia y se encontró el Cristo de la Paz, que había sacado en procesión la Hermandad de Ex-combatientes en sus últimos tiempos pero, autorizada por el párroco la cesión de la imagen, se denegó tal autorización por parte del Cabildo. (No hay que olvidar que en la iglesia de San Sebastián reside la parroquia de la Catedral desde 1903, cuando se devolvió al culto esta iglesia3). Una vez desaparecida, en 1969, la Hermandad del Santísimo Cristo del Amparo, integrada por médicos, farmacéuticos, practicantes, damas enfermeras de la Cruz Roja y ATS de Salus Infirmorum intentaron que su imagen titular, el Cristo del Amparo, que se venera en la parroquia del Carmen, les sirviera para su desfile procesional, pero tampoco lograron su propósito. No obstante sí les regalaron las andas en que salía en procesion el Cristo titular. Insistieron solicitando un Crucificado en la parroquia del Dulce Nombre de María pero tampoco dio resultado tal petición. Cuando ya desesperaban del éxito de su gestión visitaron la parroquia de Jesús Obrero, de los Pizarrales, en demanda del Cristo que habían cedido a la iglesia las MM. Josefinas Trinitarias y fueron tan bien recibidos que, a más de la imagen, consiguieron que la parroquia fuera la sede de la naciente Hermandad. Recordando la primera iniciativa, en su continuo peregrinar, la Junta Directiva acordó dar el nombre de Cristo de la Vela a una imagen que carecía de él, que se venera en una capilla cerrada en la parte posterior de la iglesia, junto con Nuestra Señora del Silencio y que ha sido costeada por la Hermandad. Inició su andadura
procesional el 29 de marzo de 19864 y el Cristo es llevado en
posición de plano inclinado, como si se estuviera elevando la Cruz en ese momento, sobre unas
sencillas andas de mimbre, trenzadas por artesanos armuñeses y portadas por 48
hermanos que, como se ha dicho antes, era la postura en que llevaban al Cristo
del Amparo de la parroquia del Carmen.
Desde 1991 acompaña a la imagen del Cristo de la Vela otra carroza de madera tallada y dorada con la imagen de Nuestra Señora del Silencio, obra del artista salmantino Enrique Orejudo, realizada en madera de pino, estofada, dorada y policromada con el color rojo en la túnica (significando sacrificio) y el negro en el manto (símbolo de luto), colores ambos de la Cofradía y que llevan a hombros las integrantes del turno femenino de carga, compuesto por 40 hermanas. El rostro de la Virgen
refleja una infinita soledad en la tristeza de sus ojos lacrimosos, que miran
sin mirar al suelo y en el compungido rictus de los pálidos labios. Las manos
cruzadas sobre la cintura no sabemos si rememoran la lejana Encarnación de su Hijo o la reciente despedida tras el Descendimiento de la Cruz.
1.- Ángel Riesco Terrero, Evolución histórica de las parroquias de Salamanca. (Suplemento del
Boletín Oficial Eclesiástico).
Salamanca, 1966. Pg. 62. 2.- Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón, Semana Santa Salmantina. Historia y guía
ilustrada. Salamanca, 1992. Pg. 141. 3.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León 1989, pg. 170 y Ángel
Riesco Terrero, ob. cit. pg. 62. 4.- La Gaceta
Regional. Publicación periódica. Diario de Salamanca. 23 y 30 de
marzo de 1986.
|
058 CRISTO
058 CRISTO Sepulcro del Obispo Frutos Valiente en la Catedral Nueva |
Entrando en la Catedral Nueva por la Puerta de Ramos la primera capilla de la izquierda es la de Santa Teresa y Santiago, fundada en 1625 por don Antonio Almansa y Vera, canónigo racionero de la Catedral y que dedicó a sus santos protectores, mandándose enterrar en ella en el lado del evangelio. Se da la circunstancia de que Santiago Apóstol había sido nombrado, conjuntamente con San Juan de Sahagún, patrono de Salamanca en 1601 y Santa Teresa patrona de la ciudad en 1614. Se trata de una de las
18 capillas que se encuentran enmarcadas por los contrafuertes de la catedral.
Obra del primer tercio del siglo XVI, de alguno de los artistas dirigidos por
Juan Gil de Hontañón, consta de dos nichos en su frente bajo arco carpanel, que
soporta otro conopial y entre los que discurren fajas floreadas, dos cardinas
góticas vaciadas que lo embellecen y dos afiladas agujas renacentistas en los
extremos, rematando en estupendo florón. Existen otros dos nichos más en cada
pared lateral.
En el frente de la capilla y a su derecha se encuentra el sepulcro del obispo de la diócesis salmantina don Francisco Frutos Valiente, que la rigió entre 1926 y 1933. Fue construido en 1934 por el artista sacerdote don Félix Granda y Buylla1. Se trata de un sarcófago ejecutado en mármol, de color gris, que ocupa toda la superficie bajo un arcosolio, compuesto por arco rebajado y pilastras adornadas con motivos vegetales, entre dos finísimas arquivoltas de media caña. Ocupa todo el frente del sepulcro una cruz ancha y plana, adornada con filete dorado en los laterales, carente de cartela, que soporta un bonito Crucificado de estilos bizantino y románico. De faz y cuerpo renegridos presenta corona real alhajada con piedras preciosas, brazos totalmente horizontales, con los dedos de las manos juntos y sin flexionar alrededor de los clavos, cuerpo en posición hierática, vertical, con torso poco abultado, bien dibujados pectorales y costillas bastante pronunciadas, epigastrio en arco abierto, piernas separadas y los pies -con clavos independientes- están apoyados en el supedáneo. El ceñidor muy grande y ajustado le llega hasta las rodillas y aunque las plegaduras son geométricas no por ello dejan de ser airosas al anudarse en los dos laterales y caer el pliegue central. El eje de la Cruz presenta un nimbo de circunferencia dorada que aloja en la parte superior bajo relieves con dos ángeles portantes y en la inferior las figuras de Adán y Eva, todos ellos dorados. Otros dos bajo relieves en la parte inferior, enmarcados en oro, presentan escenas bíblicas en estilizadas figuras de apariencia broncínea por su azulado colorido. El basamento lo constituye una losa en cuyo frente se lee, en letras mayúsculas: "FORMA FACTUS GRECIS FCO. FRUTOS VALIENTE. EPISC. SALMANT + XXIV JAN MCMXXXIII". En el otro arco solio, adjunto, se encuentra el sepulcro del Padre Cámara que rigió la diócesis salmantina entre 1885 1904. En 1901, antes de la
construcción de los mausoleos de los dos obispos salmantinos, se encontraba
bajo el arco solio de la derecha una imagen de Santa Lucía casi gótica, del
siglo XVI y las grandes imágenes de San Pedro y San Pablo que procedían del
altar mayor desmontado2. Para Camón Aznar se trataría de una buena
talla de San Pablo del siglo XVIII y un San Pedro de principios del siglo XVI3.
Las tres imágenes continuaban en esta capilla en 1956 según afirma Cirlot4
y hoy solo puede contemplarse la de San Pedro en monumental busto portando unas
llaves desproporcionadas.
1.- Daniel Sánchez y Sánchez, La Catedral Nueva de Salamanca. Salamanca, 1993. pg. 226 y Antonio
Casaseca Casaseca, Las Catedrales de
Salamanca. Salamanca, 1993. Pg. 108. 2.- Juan Antonio Vicente Bajo, Guía descriptiva de los principales monumentos arquitectónicos de
Salamanca. Salamanca, 1901. Pg. 85 y
Elías Tormó Monzó, Las Catedrales (Sobre
estudios inéditos de don Manuel Gómez-Moreno). Madrid, 1931. Pg. 20. 3.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 36.
4.- Juan Eduardo Cirlot, Salamanca y su provincia. Barcelona, 1956. Pg. 87. |
059 CRISTO DEL PERDÓN Y DE LA AGONÍA
059 CRISTO DEL PERDÓN Y DE LA AGONÍA Iglesia de las MM. Úrsulas |
Fue tallado por el escultor salmantino, Director que fuera de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos don Damián Villar, en 19601 para sustituir a la imagen del Cristo del Perdón de las MM. Bernardas, que, al trasladar su convento en 1959 al Camino de las Aguas se colocó muy en alto en su nueva capilla y teniendo la puerta de la iglesia demasiado baja y estrecha impedía la salida de la imagen del Crucificado en su carroza habitual.
Es réplica del citado Cristo del Perdón y como aquel de tamaño natural, aunque dirige su mirada al lado izquierdo y en plano más bajo. La cabeza no muy grande de correcto modelado, la expresión del rostro agónica, la figura esbelta y de proporciones armónicas, cabellera abundante y ondulada que se desparrama sobre el hombro derecho y el torso, recortada barba rizada y puntiaguda no muy oscura, mirada impetrante a través de grandes ojos desorbitados, finas cejas, pómulos prominentes, nariz proporcionada, boca abierta dejando ver la dentadura de pequeños dientes, corona de espinas natural pequeña, cuello sensiblemente dilatado, los brazos de fina musculatura en la talla, bastante horizontales con los dedos de la mano juntos y extendidos, pecho no muy saliente pero avanzado de pronunciadas costillas redondeadas, epigastrio de arco muy abierto y piernas finas ligeramente inclinadas hacia el lado izquierdo, abultados gemelos y las rodillas juntas muy flexionadas con abundantes escoriaciones. El perizoma de tamaño muy reducido, anudado a la derecha, con paño colgante a este lado y por detrás, no tiene los pliegues tan airosos como el auténtico Cristo del Perdón y desde luego bastante menos que los del Cristo de la Agonía, dejando ver el muslo derecho. La Cruz grande, sólida, de tronco natural de nudos y sinuosidades en la corteza, de travesero corto donde apenas caben las manos y con cartela para la inscripción denigrante curva y apergaminada en los extremos. La Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Perdón, a partir del hecho antes apuntado, trasladó su sede al convento de San Esteban y el Cristo nuevo se colocó en una capilla al lado de la Virgen de la Esperanza. Había nacido la Hermandad, como filial de la Cofradía del Cristo de la Agonía, en 1945 como ya se ha dicho antes al tratar del Cristo del Perdón. Con la crisis de la
Semana Santa salmantina, en 1973 dejó de salir en procesión la Cofradía
a que nos referimos; el Cristo quedó abandonado en San
Esteban con la intención de regalarlo a la comunidad de las Úrsulas, la carroza
se cedió a la Hermandad Dominicana del
Santísimo Cristo de la Buena Muerte y el resto de los elementos
procesionales se fueron perdiendo poco a poco. En el año 1981 la Venerable Orden Tercera de San Francisco no concedió permiso para que saliera en procesión el Jueves Santo el Santísimo Cristo de la Agonía por encontrarse en mal estado la cruz del Cristo, con lo que la Seráfica Hermandad de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Agonía hubo de acudir a una solución de emergencia que consistió en utilizar la copia del Cristo del Perdón de Damián Villar, que, como hemos dicho, se encontraba en San Esteban. Para un mayor parecido
con el Cristo original (tallado en madera de nogal del Perú) se
procedió a oscurecer la imagen, -aunque no se dio con el tono exacto pues salió
un color rojizo tostado, tirando a caoba-, que desde entonces se venera en la
capilla del monasterio de las Ursulas2, aunque en la procesión del
Jueves Santo parte de la parroquia de la Purísima, a hombros de 32 hermanos,
sobre carroza tallada en madera de nogal, si bien en los primeros tiempos este
Cristo
era portado solamente por 18 cofrades.
1.- Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón, Semana Santa Salmantina. Historia y guía
ilustrada. Salamanca, 1992. págs. 17 y 60.
2.- Id.
id. ob.
cit. pg. 59. |
Fecha sin determinar
060 SANTO CRISTO
060 SANTO CRISTO Iglesia desaparecida de San Isidro |
Tenemos noticias de este Cristo únicamente por la referencia que hace Fernando Araujo en La Reina del Tormes al tratar de la iglesia de San Isidro y decir que "encierra además dos capillitas, la de Santa Ana con cupulilla y la del Santo Cristo, con bóveda ojival"1. Parece que la capilla de Santa Ana sería la del enterramiento de don Juan de Almarza en la que en 1609 se realizaron obras y el ensamblador Antonio Díaz hace un retablo que monta el carpintero Pedro Franco2. Tuvo también capillas con retablo y altar para San Eloy, patrono de los plateros salmantinos de cuya cofradía fue sede al igual que de los cordoneros y libreros. La iglesia de referencia es la antiquísima de San Isidoro, ya citada en el capítulo CCCXIII del Fuero salmantino, como una de las cinco parroquias fundadas en el territorio de los francos y erigida en el año 1063, por lo que debió ser de estilo bizantino, de planta rectangular, una sola nave, carente de bóveda, haciendo funciones de tal la armadura del tejado, labrada con alguna minuciosidad. Persistió como parroquia hasta el arreglo parroquial de la diócesis de Salamanca de 1867. En este mismo lugar descansaron los restos de San Isidoro al ser trasladados a León, desde Sevilla, el 22 de diciembre de 10623, año de la donación que hicieron Fernando I y doña Sancha del célebre Crucifijo a la Colegiata de León con motivo del traslado. En el siglo XV, durante el reinado de Juan II, y por el obispo don Gonzalo de Vivero, fue sustituida por otro templo de estilo renacentista, del que se conservan las dos actuales puertas -que son del siglo siguiente- de arco de medio punto y bustos en los medallones de las enjutas, que son San Pedro y San Pablo, de la escuela de Berruguete, junto a dos esbeltas columnas de orden corintio de capiteles androcéfalos, con leve cornisamento y clásico frontón en la fachada principal, que luce también, en una hornacina, pequeña y bella imagen en piedra de la Virgen. Sobre 1630 se hicieron obras importantes en la iglesia y en la torre encargándose de ellas varios contratistas4 y nuevamente se repara la torre en 1754 por parte de Jerónimo Bembrilla5. Se unió a esta iglesia la advocación de San Pelayo, como consecuencia de que la antigua ermita, luego iglesia, dedicada al joven Santo en el territorio de los serranos, fue engullida por la enorme mole del Colegio de la Compañía de Jesús, vulgarmente conocida como la Clerecía. Desapareció como parroquia en 1887, tras el arreglo parroquial del P. Cámara y en estado ruinoso pervivía hasta que fue destruida por un incendio a las 9 de la noche del domingo 15 de diciembre de 1893, que dejó reducidos a cenizas el altar mayor, la nave central y el coro. Reparada, en su interior fue imprenta y luego se transformó en garaje de donde partían y llegaban gran cantidad de autobuses hacia toda la provincia, e incluso se desplazaban a Madrid antes de los primeros tiempos de Auto Res y en la actualidad ha sido adquirido por la Universidad salmantina para albergar aulas y servicios de la vecina Facultad de Derecho (actualmente de Traducción y Documentación). El Cristo que hemos mencionado tal vez sea el también conocido como Cristo de la Estafeta que recibía las preces de los salmantinos a través de la reja que se abría a esta calle, denominada hoy Francisco de Vitoria6, aunque a juzgar por la ubicación que le dan a la ermita en el plano de Salamanca de 1858 estaría situada la capilla al trasponer la calle de la Fe, en dirección hacia las catedrales, en terrenos hoy de la Facultad de Traducción y Documentación. Desconocemos totalmente las características que tendría el mencionado Cristo, su estilo y la época en que fue tallado, aunque si atendemos a que la ermita fue fundada por los caballeros de la Orden de Jerusalem7 podría tratarse de un Cristo románico como el de los Carboneros de San Cristóbal o el de la Zarza de San Juan de Barbalos.
1.- Fernando Araujo, La Reina del Tormes. Guía Histórico-descriptiva de la ciudad de Salamanca.
Salamanca, 1884. Edición patrocinada
por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca. Salamanca, 1984. Pg.
239. 2.- Pilar García Aguado, Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca.
Primera mitad del siglo XVII. Salamanca, 1988. págs. 82 y 119. 3.- Gil González Dávila, Theatro eclesiástico de la Iglesia y Ciudad de Salamanca. Vidas de sus
obispos y cosas memorables de su obispado. Salamanca, 1618. pg. 38 e Historia de las antigüedades de Salamanca.
Vidas de sus obispos. Salamanca, 1606. Pg. 78. 4.- Pilar García Aguado, ob. cit. págs. 31, 39 y 50. 5.- María del Camino Paredes Giraldo, Documentos para la historia del arte en la
provincia de Salamanca. Segunda mitad del siglo XVIII. Salamanca, 1993. Pg.
179. 6.- Ignacio Carnero, Diccionario de personajes, topónimos y demás nomenclaturas del
callejero salmanticense. Salamanca, 1996. Pg. 292.
7.- Fernando Araujo,
ob. cit. pg. 172. |
061 CRUCIFIJO
061 CRUCIFIJO Museo Provincial de Bellas Artes |
Dentro del Museo Provincial de Bellas Artes tenemos noticias de la circunstancia de que existen dos Crucifijos, tallados en madera, según nos informan don José Camón Aznar, que en 1932, dice: "Cristo de madera del siglo XIV... Crucifijo de la segunda mitad del XVI"1. y don Juan Antonio Gaya Nuño, quien en 1968, afirma: "Saliendo al patio citado [desde el zaguán] y cruzándolo por la derecha se asciende al piso superior por la escalera, donde se guarda un gran crucifijo de talla". Sala II2 y más adelante dice: "En la sala III... otro Crucifijo, talla en madera"3. Juan Eduardo Cirlot, en 1956, cita también ambos crucifijos pero parece haberse guiado exactamente de lo dicho por Camón Aznar pues la cita es casi a la letra. Se vuelve a hablar en la Historia de Arte de Castilla y León donde se afirma: "Los crucifijos de carácter local son numerosísimos. Ejemplos de este tipo se encuentran también en Salamanca, como el de Palencia de Negrilla o el del Museo"4. Hechas las oportunas averiguaciones y diligencias tales Cristos no aparecen por parte alguna en la actualidad. El primer hecho a confirmar era que no se trataba, en ningún caso, del Cristo de marfil hispano-filipino, ya descrito y que podría dar lugar a confusión por hablarse en un caso de la Sala II y en el otro de la Sala III. La prueba de que se trata de otros Cristos es concluyente pues el propio Gaya Nuño dice: "En la sala III, Crucifijo de marfil del mismo siglo" [XVII] y Camón Aznar: "un crucifijo de marfil, del siglo XVI", Cristo al que nos hemos referido con anterioridad. Consultados los catálogos, inventarios y guías que tratan del Museo Provincial de Bellas Artes: Modesto Falcón en 18685, Manuel Gómez-Moreno en 19026, Amelia Gallego de Miguel en 19757, Alfonso Rodríguez G. de Ceballos en 19898 y Mercedes Moreno Alcalde en 19959, en parte alguna aparecen los dos crucifijos citados por Juan Antonio Gaya Nuño y por José Camón Aznar.
1.- José Camón Aznar, Guía de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 106. 2.- Juan Antonio Gaya Nuño, Historia y guía de los museos de España. Madrid, 1968. Pg. 662. 3.- Id. id. ob. cit. pg. 664. 4.- Julia Ara Gil. Historia del arte de Castilla y León. Artículo: Escultura. (6 volúmenes). Valladolid, 1994. Pg. 276. 5.- Modesto Falcón, Guía de Salamanca. Valencia, 1992. Edición facsímil de la de
Salamanca de 1868. S/pg. 6.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 308. 7.- Amelia Gallego de Miguel, Museo de Bellas Artes. Salamanca. Salamanca, 1975. S/pg. 8.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg.
188/194.
9.- Mercedes Moreno Alcalde, Museo de Salamanca. Salamanca. 1995. s/pg. |
062 PEQUEÑO CRISTO BARROCO
062 PEQUEÑO CRISTO BARROCO Monasterio de las MM. Isabeles |
Margarita M. Estella Marcos al estudiar los Cristos de marfil, sus tipos y procedencias nos habla de que el "modelo europeo pudo ser similar al Cristo de talla en madera sin clasificación precisa que se conserva en el convento de Santa Isabel de Salamanca. Moribundo al estilo del de Rojas de la Catedral de Granada y al de los Carboneros atribuido a Rincón en Valladolid... y lo que interesa más a nuestro estudio el Cristo de Manila, que encabeza el grupo"1. La citada autora afirma más adelante que: "El Cristo de Salamanca presenta un paño de pureza sujeto por una soga que deja ver la pierna izquierda mientras que sus anchos pliegues cubren ampliamente el cuerpo de Cristo por delante y al lado derecho de la cadera"1. Buceando en la
publicación de José María Martín Frías2, que es quien más
extensamente ha tratado el tema del convento de Santa Isabel, las únicas
referencias a Cristos parecidos son
las relativas a dos Crucificados barrocos, existentes en la clausura del
monasterio, uno de 55 cm y el otro de 36 cm de altura, ambos tallados en madera
policromada, los dos Cristos agonizantes, de los de tres
clavos y que dirigen su mirada al cielo.
La Cruz es del tipo arborescente de tronco cilíndrico con entalladuras y sin demasiada corteza. El letrero de la cartela consiste en una especie de pergamino enrollado verticalmente. Como puede apreciarse el Cristo a que se refiere Margarita M. Estella Marcos es el primeramente descrito que por su formato efectivamente recuerda la talla en marfil de la mayoría de los Cristos que se conservan. El hecho de que hable de la pierna izquierda se debe a que considera la visión del espectador.
1.- Margarita M. Estella Marcos, La escultura barroca de marfil en España.
Escuelas europeas y coloniales. (2 volúmenes). Madrid, 1984. Pg. 111.
2.- José María Martínez Frías, El Convento de Santa Isabel de Salamanca. Salamanca, 1987. págs. 53
y 54. |
063 CRISTO DE LA CARIDAD
063 CRISTO DE LA CARIDAD Parroquia de Nuestra Señora de Fátima |
En la actualidad se venera este Cristo en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima, en el barrio de Garrido, parroquia que nació en 1963 como filial de la de San Juan de Sahagún, gracias a los desvelos del párroco don Santos Jiménez y, junto con otras seis iglesias, comenzó a funcionar oficialmente como parroquia a partir del 14 de abril de 1968, Domingo de Pascua. Se trata de una iglesia de estilo modernista, edificada en piedra de Villamayor, cuya fachada curva alberga en su parte alta un estilizado relieve de la Virgen en su aparición a los pastorcillos, entre dos ventanas rasgadas verticalmente con cinco huecos cada una, y la parte inferior de la edificación está constituida por un atrio de 6 columnas con pequeño voladizo. Está dotada de alto y alargado campanil de base cuadrada con torreta de finas columnas paralelepipédicas cortavientos.
Dos arañas de cristal, colgando del techo, remataban la decoración de la capilla. El altar constaba de un solo cuerpo, con banco de ménsulas laterales adornadas con motivos florales, repisas varias con abultamientos de adornos fitomorfos que dejaban paso en el centro a un barroco Sagrario compuesto de pequeñas columnas, cornisamento, frontón y barandilla, adornada en sus esquinas por remates esféricos. La portezuela lucía la efigie de un Ecce Homo y sobre el Tabernáculo existía un relicario de gran tamaño, también barroco.
Sobre las ménsulas laterales columnas estriadas de sección circular, coronadas por capiteles corintios, soportaban pilastrillas cúbicas que servían de asiento a un frontón curvo partido, de sencillas arquivoltas. En el centro y apoyado en la cornisa, un copete de coronación de simétricos adornos fitomorfos que remataba en una especie de florero con escudo rodeado de barroca greca a modo de lambrequín. Bajo el frontón una especie de toldillo servía para velar litúrgicamente el retablo en determinadas ocasiones. La hornacina central estaba constituida por un enorme arco de medio punto, con tres sencillas arquivoltas y estaba soportado por dos ramajeadas jambas, adornadas de forma similar a las enjutas. Respecto al caserón que fue residencia de “las Viejas” nos dice don Bernardo Dorado: “Por este mismo tiempo el Licenciado Don Bartolomè Cavallero, ilustre Individuo de la Real Clerecìa de San Marcos, y Beneficiado de la Parroquial Iglesia de San Martin de esta Ciudad fundò el Colegio, que intitulò de la Caridad, casa de recogimiento de Señoras Viudas, motivo de que el Vulgo le da el nombre de Colegio de las Viejas, siendo en realidad una de las buenas, y piadosas obras fundadas en esta Ciudad, porque aquì dichas Señoras, con lo que reponen, y lo de la fundacion aseguran una decente congrua sustentacion para pasàr una acomodada vejèz, teniendo pagados Capellan, y sirvientes, Medico, Cirujano, Botìca, y demàs utensilios necesarios; goza este Patronato la Real Clerecìa de San Marcos”¹. La fecha de su fundación varía con cada uno de los autores. Así para José María Quadrado² fue 1684; para Fernando Araujo³, 1655; para Alfonso Rodríguez G. de Ceballos⁴, 1623, pero la realidad es, como dicen Julián Álvarez Villar e Ignacio Francia⁵, 1633, pues así lo atestiguaba un retrato del fundador que existía en la sala Rectoral de la residencia, donde también se aclara que su segundo apellido era Forquemada y no Torquemada, como figura en casi toda la documentación que sobre el personaje se menciona, quien se mandó enterrar en el altar mayor de la capilla, que luce un bello artesonado de estilo mudéjar. La Casa de Caridad estuvo siempre bajo el patronato y jurisdicción de la Real Capilla de San Marcos a excepción del intervalo entre 1840 y 1852. Por tal motivo existe sobre la puerta un escudo cortado de España y San Marcos (león con el Evangelio) timbrado con corona real. Al desaparecer las últimas ancianas y dada la precariedad de las rentas que recibían se hizo cargo del edificio la Diputación Provincial restaurándolo y acondicionándolo con la construcción de un nuevo cuerpo, excavando en el subsuelo un amplio espacio con destino a salón de actos y habilitando la capilla para sala de reuniones y conferencias. Un antiguo tríptico, retablo gótico de San Bartolomé, de la capilla, pintado en tabla y posiblemente de escuela española6, se encuentra hoy en el Museo Diocesano. Se ignora a donde hayan ido a parar una tabla de Jesús atado a la columna de la escuela de Morales6, un lienzo de Cristo yacente y un cuadro de la Virgen de la Soledad. En la actualidad el caserón ha sido rehabilitado nuevamente y la Consejería de Cultura y Turismo, con la colaboración del Ayuntamiento y la Diputación Provincial creó y situó en él en 1990 la Filmoteca de Castilla y León, dependiente de la Dirección General del Patrimonio y Promoción Cultural. Del Cristo de la Caridad, así llamado por proceder de la “Casa de Caridad” no tenemos noticia alguna escrita respecto a su existencia y menos de su antigüedad y del autor de la imagen, sin que haya merecido una sola línea de ningún autor que haya tratado sobre la Casa de las Viejas. Contamos únicamente, como prueba de dónde se encontraba, con una fotografía de Ángel Juanes que ilustra un artículo de don Gabriel H. González7, publicado en 1928 en la revista Salamanca y sus costumbres. Se encuentra hoy el Cristo situado en el presbiterio, en el lado del evangelio, sobre una pequeña grada y tiene tamaño menor que el natural, color renegrido brillante, cabeza pequeña, caída e inclinada hacia el lado derecho, corona de espinas de gran tamaño tallada con gruesos cordones dispuestos de forma sinusoidal con algunas púas poco puntiagudas, cabello negro, abundante, muy bien tallado y peinado en onduladas guedejas, la melena caída sobre el hombro derecho en doble rizo, rostro afilado, ojos completamente cerrados con desvaídas cejas y grandes párpados, nariz alargada y grande de pequeñas aletas, boca entreabierta de gruesos y carnosos labios, ancho bigote, ondulada y negra barba de suaves rizos y perfecto acabado en dos puntas casi simétricas. Presenta el Cristo posición descolgada con hercúleos antebrazos, manos grandes con los dedos extendidos, separados y paralelos en forma de bieldo, sin inclinación alguna hacia los grandes clavos de sujeción, finas muñecas al igual que los brazos, en comparación con el antebrazo, cuerpo rectilíneo y cilíndrico de escurridas caderas, pecho poco abombado de costillas globulares apenas dibujadas, arco epigástrico poco pronunciado y relativamente hundido, llaga grande en el costado derecho que mana abundante sangre de abultado relieve deslizándose hacia la cintura y empapando el paño de pureza. Existe abundancia de huellas sanguinolentas en frente, hombros, pecho, brazos, manos, piernas y pies acusándose los sucesivos repintes. Tiene muslos finos y torneados, hercúleos bíceps femorales, rodillas adelantadas y juntas, tumefactas ambas, la izquierda desportillada y la derecha con reguero sanguinolento que discurre hasta los pies, pequeños y muy bien tallados. El paño ceñidor es de pequeño tamaño, brillante, con plegaduras paralelas y horizontales en dos órdenes de plegados, con sombreados rojos y salpicaduras por donde discurre la soga de sujeción. Carece de moña y de caída la tela del paño de pureza. La Cruz, gruesa, de madera color marrón, brazos estrechos, larguero corto y más ancho el travesaño con la parte superior tajada a inglete y un clavo grande de cabeza redonda en el centro. La cartela dorada, grande, de estilo muy barroco y con la inscripción sobre fondo elíptico.
1.- Bernardo Dorado, Compendio histórico de la ciudad de Salamanca. Su antigüedad la de su
Santa Iglesia, su fundación y grandezas que la ilustran. Salamanca, 1985.
Edición facsímil de la de 1776. Pg. 484. 2.- José María Quadrado, Salamanca, Ávila y Segovia. Barcelona, 1884. Edición patrocinada
por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Segovia. Barcelona, 1979. Pg. 166. 3.- Fernando Araujo, La Reina del Tormes. Guía Histórico-Descriptiva de la ciudad de Salamanca.
Salamanca, 1884. Edición patrocinada por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad
de Salamanca en 1984. Pg. 174. 4.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. Pg. 224. 5.- Julián Álvarez Villar, 100 ventanas salmantinas. Salamanca, 1990. Pg. 118 e Ignacio
Francia Sánchez, Salamanca sin secretos.
Salamanca, 1993. Pg. 164. 6.- Antonio García Boiza, Inventario de los castillos, murallas, puentes, monasterios, ermitas,
etc. de la provincia de Salamanca. Salamanca, 1937. Pg. 108. 7.- Salamanca
y sus costumbres. Publicación mensual ilustrada. Gabriel H. González.
Artículo: Una visita al convento de Las Viejas.
Salamanca, 1993. Edición facsímil de la de 1928. Pg. 326.
|
064 CRISTO CRUCIFICADO
064 CRISTO CRUCIFICADO Altar Mayor Parroquia de Jesús Obrero |
Se ha dicho anteriormente, al hablar del Cristo de la Vela, que las religiosas MM. Josefinas Trinitarias lo donaron a la iglesia de los Pizarrales, -que comenzó a funcionar como parroquia el domingo de Resurrección del año 1968- no teniendo acomodo en ella por poseer ya un Crucificado. De este Cristo se carece de noticias escritas y tiene que ser don Luis Gómez Román quien en modesta publicación mecanografiada nos dé algún detalle sobre el particular. Dice así: "A esta iglesia vino a parar una imagen de Cristo Crucificado, la cual se encontraba en el dormitorio de un señor de los ricos de entonces, y éste dejó dicho en su testamento que la citada imagen fuera a parar a su muerte a la iglesia más pobre de Salamanca, como es natural vino a la de Pizarrales, si sería pobre que hasta los feligreses le escaseaban"¹. Se ha de hacer notar
que la iglesia de referencia no es la actual de Jesús Obrero sino una
pequeña capilla levantada a finales del siglo pasado, bajo la advocación del Sagrado
Corazón de Jesús y que desde 1926 venía ejerciendo en realidad como
parroquia independiente de la de El Carmen² y a la que fue a parar
(cuando se desmontó) la parte alta de la portada con la espadaña, del hospital
de Nuestra Señora de la Misericordia, obra de Andrés García de Quiñones y que
se encuentra en la Plaza de San Cristóbal, destinada a usos artesanales desde
1916 por deseo del obispo de la diócesis don Julián de Diego y García Alcolea.
Luce hoy el Cristo en el altar mayor de la nueva iglesia y cuenta el citado autor la anécdota de que en los años cincuenta de este siglo, con motivo de unas Misiones Generales, las diversas parroquias, congregaciones y cofradías se dieron cita con sus imágenes respectivas en la Plaza Mayor como culminación de los piadosos actos. El Cristo de los Pizarrales fue colocado sobre unas rústicas andas, mirando para atrás, para demostrar el cariño de sus fieles a la imagen, que dada la vuelta, seguía con la mirada puesta en su pequeña iglesia como no queriendo separarse de ella e intentando dar un abrazo imposible a su barriada. Causó asombro la llegada del Cristo a la Plaza pues en lugar de llevar el paso adornado con abundantes y vistosas flores como el resto de las imágenes, toda su ornamentación consistía en herramientas y útiles de trabajo, simbolizando todos y cada uno de los oficios artesanos de una mayoría de los humildes habitantes de los Pizarrales.
La innovación de los cuatro clavos nace en el vaciado de un Crucifijo de Miguel Ángel que trasladó a Sevilla en 1597 el platero Juan Bautista Franconio. Anteriormente, San Juan de la Cruz ya había dibujado, fruto de sus visiones místicas, un Cristo de cuatro clavos. Zurbarán, que normalmente pintó sus Cristos atravesados por cuatro clavos (unas veces con los pies cruzados y otras veces rectos) llega al virtuosismo en su cuadro "Cristo crucificado adorado por el pintor", que se exhibe en el museo del Prado, de cruzarle los pies y atravesarlo por cinco clavos. Los últimos estudios de la moderna ciencia al examinar exhaustivamente la Sábana Santa aclaran, que ambos pies fueron atravesados por un sólo clavo, sin romper ningún hueso y colocado el pie izquierdo sobre el derecho, con lo que no coincide ni un sólo Cristo salmantino pues todos tienen la pierna derecha superpuesta. Respecto a los clavos de las manos tampoco se ajusta ningún Cristo salmantino pues, según los últimos descubrimientos, parece que los clavos atravesaron las muñecas, ya sea por lo que se conoce por "el espacio de Destot o por la articulación radio cubital inferior"³. La lanzada abrió una llaga de 4,4 x 1,4 cm, entre el quinto y el sexto espacio intercostal, encontrando primero la pleura y luego el pulmón derecho, perforando la aurícula derecha del corazón. La sangre de la herida provenía de la vena cava superior, correspondiendo al grupo AB, frecuente entre hebreos y libaneses. Presenta el Cristo, de policromía oscura y brillante, cuerpo mórbido muy alargado y recto con cara renegrida, la cabeza vertical y caída hacia el pecho, en lo que difiere del de la Clemencia que la tiene inclinada hacia la derecha. Melena partida en dos en lo alto de la cabeza con simétricos mechones que luego caen sobre ambos hombros en retorcidas y sueltas crenchas. Posee ligera corona formada por dos ramas finas de retorcidos espinos naturales. Arrugada frente, los ojos cerrados de grandes párpados y rectas cejas lineales, fina nariz y boca cerrada, con bigote y barba oscuros siendo ésta puntiaguda y apoyada sobre el pecho, lo que conforma un rostro triangular de suave tratamiento. El torso no muy pronunciado y de perfecta talla, con los pectorales alargados en sentido vertical, sin que resalten las costillas, llaga profunda con pequeño cuajarón de sangre, abdomen no muy hundido y perfectamente marcada la zona del epigastrio por alargada curva, brazos largos -bastante descolgados- de robustos antebrazos con manos de fina talla en los dedos separados y piernas finas con las rodillas juntas muy heridas y pies cruzados, como se ha dicho anteriormente, para ser atravesados por dos clavos. Tiene este Cristo muy pocas huellas sanguinolentas en todo el cuerpo. El paño de pudor blanco, muy airoso, aunque pegado al cuerpo, dejando ver el abdomen en su casi totalidad por el pronunciado deslizamiento, menudos pliegues tanto en el centro como en las dos caídas laterales; la de la izquierda pequeña y la de la derecha amplia y grande con pequeña moña lateral caída. Presenta la rareza de dejar visto un trozo de la cadera y la pierna derecha a través de un pequeño triángulo que forman las plegaduras, al igual que otros Cristos salmantinos como por ejemplo: el Cristo del Amparo de San Juan de Sahagún o el Cristo del Perdón de la iglesia de los Padres Carmelitas descalzos, el del Amor y de la Paz de la parroquia del Arrabal o el de los Doctrinos de la Vera-Cruz. La Cruz es oscura, ancha y plana, con cartela en la mitad del cabecero. La inscripción INRI en grandes letras, ocupa la casi totalidad de una oscura cartela que es de forma rectangular con ligera ondulación y que remata en dos volutas apergaminadas en los extremos.
1.- Luis Gómez Román, Pizarrales, visto 50 años atrás. Salamanca, 1977. págs. 9 y 36. 2.- Ángel Riesco Terrero, Evolución histórica de las parroquias de Salamanca. (Suplemento
del Boletín Oficial Eclesiástico). Salamanca, 1966. Pg. 62. 3.- Julio Marvisón Preney, La Sábana Santa. (¿Milagrosa falsificación?). Sevilla, 1996. Pg.
48.
|
065 CRISTO
065 CRISTO Altar Mayor Parroquia de San Sebastián |
Carecemos de noticias
escritas sobre este Cristo que luce (exento en el lado del evangelio del) en el
altar mayor de la parroquia de San Sebastián, que no se corresponde con ninguno
de los varios que cita don Manuel Gómez-Moreno y Martínez que pasaron desde la
derruida iglesia de San Bartolomé de los Apóstoles, a no ser que consideremos
que es el que cita como: "Crucifijo
muerto, poco menor del tamaño natural" que tan poco nos aclara.
Tiene las siguientes características: Tamaño pequeño, encarnación lívida y brillante de tipo marfileño, esbelta figura, cabeza desproporcionada caída hacia la derecha con la corona de espinas tallada con ramas de espino retorcidas y varios pinchos muy salientes, barba puntiaguda y rizada muy negra y cabellos simétricamente tallados, también negros que caen sobre el hombro derecho, nariz prominente y ojos pequeños y cerrados, torso adelantado de costillas pronunciadas, abierta la llaga en el costado con abundancia de sangre al igual que por todo el cuerpo y que resbala hasta el paño de pudor, brazos finos y antebrazos desproporcionados en posición no muy horizontal, dedos anular y meñique de las manos flexionados hacia los clavos y piernas finas vencidas hacia el lado izquierdo con las rodillas separadas.
Sudario blanco pegado al cuerpo, de plegaduras abundantes paralelas y horizontales, finamente estofado con filete de oro, de mediano tamaño con anudamiento barroco al lado izquierdo de gran moña, ovillejo y colgante muy al aire del mismo lado. La Cruz metálica es finísima, larga y pintada en tonalidad oscura, casi negra, con sencillos apliques metálicos en los extremos y la tablilla de la sentencia es rectangular enorme, de ligera curvatura y con volutas en los laterales, de mayor tamaño la del lado izquierdo.
1.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 278. |
066 CRISTO DE LIMPIAS
066 CRISTO DE LIMPIAS Iglesia de los PP. Carmelitas Descalzos |
La devoción al Cristo de Limpias llegó a Salamanca a partir de la tercera década de este siglo, como consecuencia de la repercusión que tuvo en toda España el hecho de que, el 30 de marzo de 1919, unos niños que asistían a la Misa de Comunión General de la Misión que durante la Semana Santa dieron los padres Capuchinos de Montehano vieran al Cristo mover los ojos dulcemente, prodigio que se repitió días más tarde con acompañamiento de lágrimas y que en fechas posteriores fue presenciado por muchas personas como acreditan con su firma en el libro parroquial dando fe de ello y originándose con tal motivo numerosas peregrinaciones. (Es famosa la imagen que mueve los labios, párpados y ojos e incluso dicen que suda sangre1). En la iglesia parroquial de la villa de Limpias, que se encontraba bajo la advocación de San Pedro Apóstol, se venera el célebre Cristo en el camarín central del retablo mayor, acompañado de las imágenes de la Virgen y del evangelista San Juan, componiendo un vistoso Calvario. La talla del Cristo se atribuye por unos a Martínez Montañés, para otros se debe a la gubia de Alonso Berruguete2 y los hay que afirman como autores a Pedro Roldán o a su hija Luisa "La Roldana"2 y fue regalo de don Diego de la Piedra Bernales y Secadura a su villa natal de Limpias hacia 1769. Cuenta la tradición que en la segunda mitad del siglo XVIII el mar se salió de sus límites e inundó las tierras más próximas a Cádiz, ciudad en la que ostentaba un alto cargo público el caballero del hábito de Santiago don Diego de la Piedra. Como las aguas no paraban, amenazando con anegar la capital, fueron sacados en rogativa varios santos sin que el ímpetu del mar menguara, hasta que se pidió al prohombre público citado les dejara el Cristo que veneraba en su oratorio privado -al que había llegado procedente del derruido convento de los Descalzos de Cádiz- y tan pronto como las aguas mojaron los pies de la imagen comenzaron a retroceder. Ante tal prodigio las autoridades eclesiásticas gaditanas creyeron conveniente que la imagen milagrosa recibiese culto público y solemne en algún templo y no como hasta entonces en un oratorio privado y don Diego envió el Cristo a su pueblo de nacimiento -Limpias- para que se venerase en la parroquia del barrio de Rucoba.
El Cristo de Limpias que se venera en la iglesia de los padres Carmelitas se encuentra situado según se entra a mano derecha (izquierda) en la rinconera que forma la cancela de madera y está colocado sobre el desnudo muro que da a la calle de Zamora. Hasta hace unos años recibió culto al lado contrario en una capilla adornada con telas de terciopelo rojo, tirando a morado, separado de la iglesia por una artística reja de hierro. Se trata de una copia de autor desconocido y lo más probable es que sea una de las muchas imágenes producidas en serie y salidas de los talleres de Olot y que se colocara en su primitiva ubicación como consecuencia de la ferviente veneración que se produjo a partir de 1919. Se montaría la capilla a los pies de la iglesia porque terminaban de colocarse los seis retablos laterales y en uno de ellos recibía culto el Cristo del Perdón ya mencionado. El Cristo de Limpias, que es el Cristo de referencia, de mayor tamaño que el natural, presenta la cabeza ligeramente inclinada hacia el lado izquierdo, con la vista elevada al cielo a través de ojos de dilatada pupila, cejas negras cayendo hacia los laterales, fina nariz, boca entreabierta, barba muy bien modelada, melena de artísticos rizos que caen sobre los hombros dejando ver la mitad de la oreja derecha, pómulos salientes, corona de espinas de fina talla sogueada por varias ramas de espino retorcidos, con pinchos muy pronunciados que originan gotas de sangre sobre la frente. Está dotada su cabeza de los clásicos haces o potencias si bien en este caso son cinco en lugar de tres y forman grupos de triples rayos dorados cada uno. Toda la figura de fina talla, tiene el pecho abombado en los estertores de la muerte con señalados pectorales y con costillas no muy dibujadas, cuello alargado y tieso, ligera inclinación de la pelvis hacia la izquierda, brazos muy bien torneados de potentes antebrazos formando ligero ángulo, los dedos de las manos juntos dos a dos y solamente flexionados hacia la palma el anular y el meñique en actitud de bendecir, muslos potentes de poca musculatura, rodillas con ligeras escoriaciones y cardenales y magulladuras múltiples en las pantorrillas y el pie derecho sobre el izquierdo con abundancia de sangre y tumefacciones en la pierna derecha. El paño suprafemoral grande y de color morado mate permite la contemplación del muslo derecho en casi su integridad al recogerse en forma triangular y la soga del atadijo, fina y dorada, se deja ver tres veces sobre la cadera y el muslo. Los pliegues del colgante de la derecha y los de atrás airosos mientras que los de la izquierda se ajustan bastante al cuerpo, sin colgante ni caída, en pliegues diagonales. La Cruz plana, oscura y grande lleva dos conchas colocadas sobre el travesaño entre las manos del Cristo. La cartela es un simple panel grande con ligero y oscuro sombreado en los bordes.
1.- Francisco Cornejo Vega. Laboratorio de Arte. Revista del departamento de Historia del Arte de
la Universidad de Sevilla. Artículo: La escultura animada en el arte
español. Evolución y funciones. nº 9. Año 1996. pg. 241. 2.- Antonio del Campo Echeverría, Limpias. Descripción de esta villa. Arte,
geografía, historia. El Santo Cristo de la Agonía. Santander, 1919. Pg. 30. 3.- La
Basílica Teresiana. Publicación mensual. Florencio Amador Carrandi.
Artículo: El Cristo de la Agonía. Salamanca, 1919. Pg. 235.
|
067 CRISTO
067 CRISTO Parroquia del Dulce Nombre de María |
Este Cristo se venera en la moderna parroquia denominada Dulce Nombre de María, situada en el Alto del Rollo, que comenzó a funcionar como tal el 14 de abril de 1968.
Su nombre aparece en la publicación de Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón,1 en relación con la Hermandad del Silencio (Cristo de la Vela) cuya sede es la parroquia de Jesús Obrero del Barrio de los Pizarrales que en 1985, cuando elaboró sus Estatutos y quiso salir en procesión, pasó una verdadera odisea para encontrar la imagen que sirviera a sus fines. Fue solicitada esta
imagen a la parroquia del Dulce Nombre de María pero no se concedió autorización.
Previamente se había intentado con el Cristo de la columna y el Cristo
de la Paz de la parroquia de San Sebastián y con el Cristo
de la Zarza de la parroquia del Carmen.
Tiene este Cristo gótico, de tamaño poco menor que el natural, cuerpo vertical sin contorsiones, una labra basta y la tonalidad oscura y mate. Cabeza alargada con inclinación hacia la derecha, nariz pequeña, barba y bigote lisos de tono parduzco, corona de espinas tallada toscamente, melena de reducida talla con dos guedejas grandes y lisas que caen lacias sobre los hombros dejando vistas las orejas, pecho no muy profundo y de lisa anatomía, llaga poco pronunciada y sin apenas reguero de sangre, al igual que toda la figura, largas extremidades superiores de potentes antebrazos en posición casi horizontal, manos de gruesos dedos ligeramente flexionados, piernas cortas y grandes pies paralelos y atravesados por un sólo clavo. El paño superfemoral de tonalidad marrón oscuro es grande, cubriendo por debajo de las rodillas y dejando ver la mayor parte del abdomen. Por delante va recogido arriba en el centro y colgando en dos órdenes más hacia el interior con plegados lisos que caen también por detrás y por los lados como si se tratara de un vestido. La Cruz, relativamente estrecha, oscura sin llegar al negro, carece de cartela para la inscripción ignominiosa.
1.- Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón, Semana Santa salmantina. Historia y Guía
ilustrada. Salamanca, 1992. Pg. 141.
|
068 CRISTO
068 CRISTO Parroquia del Puente de Ladrillo |
Pocas noticias poseemos sobre el Cristo que recibe culto en la parroquia del Puente de Ladrillo, dedicada a Nuestra Señora de la Asunción, así denominada por expreso deseo de su promotor, el sacerdote don Heliodoro Morales, como homenaje a la fecha en que fue bautizado en 1928. Solamente una leve referencia en la Semana Santa salmantina de Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón, quienes a propósito de la creación de la Hermandad del Vía Crucis, en 1990, con sede en la parroquia de San Juan de Mata, del barrio de San Bernardo, regentada por los padres Trinitarios, nos dicen que los fundadores buscaban una imagen para sacar en procesión y que "otra alternativa fue la realización de un vía crucis por las calles salmantinas, para el que el párroco de Nuestra Señora de la Asunción -de Puente Ladrillo- les cedería un Crucificado siempre que llegada la Semana Santa no hubiesen encontrado otra imagen, y sólo por ese año1". No hubo necesidad de tal cesión y por tanto la imagen del Cristo no llegó a desfilar ya que, el 31 de marzo del citado año, se bendijo la imagen titular de la Hermandad de Jesús del Vía Crucis, un Ecce Homo que había sido adquirido en Olot con toda celeridad, para que saliera en la madrugada del día 12 de abril, festividad del Jueves Santo.
El Cristo de esta parroquia es de pequeño tamaño, muy propio para presidir el acto del Vía Crucis que se pretendía. Tiene el rostro cetrino y agitanado, a tono con la barriada donde recibe culto pues en sus proximidades residen muchos gitanos en lo que constituían y siguen constituyendo las afueras de la capital. De cuerpo vencido tiene la cabeza ancha ladeada hacia la derecha, corona de espinas tallada con hilos gruesos, melena negra sin apenas talla con las guedejas que caen sobre los hombros, nariz aguileña, labios entreabiertos, brazos delgados y en tensión muy colgados del travesaño, con los dedos de las manos separados entre sí y flexionados, pecho abombado con escamosas costillas, llaga del costado pequeña pero con abundante sangre coagulada, piernas delgadas, huesudas y venosas, rodillas de prominentes rótulas con escoriaciones y el pie derecho inclinado formando casi un aspa. El perizonium que es muy pequeño, pegado a la carne como si de seda se tratara, lleva tres pliegues horizontales ajustados al cuerpo y una moña grande para el anudamiento en el lado izquierdo con lazo y gran caída. La Cruz es pequeña, plana y barnizada y la cartela consiste en un artístico pergamino metálico plano con la inscripción denigrante en el centro.
1.- Francisco Javier Blázquez y Luis Monzón, Semana Santa salmantina. Historia y Guía
ilustrada. Salamanca, 1992. Pg. 53.
|
CRUCES
Siglo XIII
069 CRUZ DE MADERA
069 CRUZ DE MADERA Monasterio de las MM. Clarisas |
Es la Cruz el emblema sagrado del cristianismo, que compendia en su figura toda la obra de la redención del mundo, pues en ella entregó su vida Jesucristo ofreciéndose al Padre como víctima de propiciación en un sacrificio perfecto e infinito. El culto a la Cruz
es muy antiguo pues existe ya en las catacumbas y sale al exterior con la paz
de Constantino, a partir de su Invención por Santa Elena el 14 de
setiembre del 320, edificándose dos templos constantinianos en Jerusalem, la basílica
del Martyrium y la rotonda de la Anástasis, en el Sepulcro, llegando a
España pronto pues, hacia el 650, el leccionario de la abadía de Silos incluye
el 3 de mayo como dies Crucis. En el año 739 el rey Favila manda construir un
templo dedicado a la Santa Cruz en Cangas de Onís y del
808 y 908 datan las célebres Cruces de los Ángeles y de
la Victoria, regalos a la Catedral de Oviedo de los reyes Alfonso II y
Alfonso III, respectivamente.
Se ignora la utilización que a lo largo del tiempo se habrá dado a esta Cruz, aunque por su formato y peso, cabe suponer se trate de una Cruz procesional para los Oficios de la Semana Santa, para ser venerada en la festividad del 3 de mayo y para el rezo del Vía Crucis por parte de la comunidad religiosa, que efectuaba el recorrido con parada en cada una de las 14 cruces de madera con incrustaciones de nácar existentes a lo largo del muro que linda con la iglesia y con parte del coro bajo.
1.- Luis Garrido y Ángel Pisón, El Real Convento de Santa Clara y su Museo. Salamanca, 1994. Pg.
50. |
Siglo XVI
070 CRUZ
070 CRUZ Colegio de las Once Mil Vírgenes |
El Colegio de las 11.000 Vírgenes fue fundado en 1518 por el canónigo salmantino don Francisco Rodríguez de las Varillas de Salamanca¹, de rancia nobleza, Camarero del papa León X, para doncellas huérfanas. El ingreso en esta Institución, denominada vulgarmente las Colegialas, precisaba información previa de limpieza de sangre, por lo que no era tanto un colegio para doncellas huérfanas cuanto para hijas de hidalgos venidos a menos. El Colegio menor de San Millán, también fundación de don Francisco Rodríguez, gozaba del patronato del Colegio de Doncellas de las 11.000 Vírgenes con atribuciones para nombrar rectora, admitir colegialas y recibir las cuentas de la Institución. En 1650 se le unió el Colegio de San Pedro y San Pablo, fundado por el canónigo Segura. Estuvo situado el Colegio,
dentro de la feligresía de la parroquia de Santa Eulalia, en la calle de
Bermejeros, frente a la de la Rosa y en 1855 fue vendida la casa al Estado. Al ser suprimido el Colegio de San Millán en 1780 las rentas de éste y las del Colegio de las 11.000 Vírgenes pasaron al de Nuestra Señora de los Ángeles. Todavía a principios del siglo XIX, en el portal del Colegio, se veía una imagen de la Virgen y una Cruz, según nos dice Villar y Macías en su libro Historia de Salamanca², desconociendo la antigüedad y características de la citada Cruz, que podemos suponer del siglo XVI.
1.- Bernardo Dorado, Compendio histórico de la ciudad de Salamanca. Su antigüedad, la de su
Santa Iglesia, su fundación y grandezas que la ilustran. Salamanca, 1985.
Edición facsímil de la de 1776. Pg. 365.
2.- Manuel Villar y Macías, Historia de Salamanca. (9 volúmenes) Salamanca, 1887. Reimpresión
de 1973. Tomo VI. Pg. 23 |
071 CRUZ DEL SEPULCRO DEL
ARCEDIANO GUTIERRE DE CASTRO
071 CRUZ DEL SEPULCRO DEL ARCEDIANO GUTIERRE DE CASTRO Claustro de la Catedral Vieja |
En el claustro de la Catedral Vieja, en la galería de poniente, pasando la puerta de los carros, aparece un raro mausoleo, del tipo de arco solio, no muy acorde con los gustos reflejados en la gran cantidad de sepulcros que exhibe esta Catedral. Es un sepulcro de los
denominados de tipo lucillo, que iban excavados sobre los muros del claustro,
para no impedir el tránsito de las procesiones y el paseo recogido, en las
prácticas devocionales, de canónigos y clérigos del cabildo catedralicio.
Se trata de un retablo, todo él policromado, con el sepulcro del arcediano don Gutierre de Castro, carente de epitafio, que realizó en piedra Juan de Juni1, cuando estaba avecindado en Salamanca, (donde otorgó testamento el 26 de octubre de 1540, por haber tenido una grave enfermedad2) o en Zamora, según otros3. No sigue el arte medieval imperante sino que adopta los aires de los enterramientos florentinos del siglo XIV, con arco de medio punto, sencillas arquivoltas desprovistas de ornamentación, si se exceptúan la interior adornada con cabezas de ángeles alados y la exterior de geométricas curvas floreadas. El intradós interno es de finos casetones y el exterior de geométrico encasetonado con flores en los vanos. La parte superior del arco luce grandes ángeles inclinados que sujetan enormes guirnaldas pendientes de la clave, que se adorna con cartela avolutada. Los laterales, que avanzan, alojan dos hornacinas con arco de medio punto coronadas por cornisa clásica soportada por columnas de capitel jónico al interior y columnas con estrías de base cuadrada y capitel corintio al exterior. El tímpano luce relieve policromado en piedra de Villamayor, donde destaca una gran Cruz plana, de color ocre oscuro con la corona de espinas pintada de verde, embutida en el brazo superior muy corto, presidiendo el conjunto. Carece de cartela y el infame INRI aparece directamente tallado sobre el corto cabecero. Sobre el sepulcro, en
lugar de la figura yacente del protagonista, como se acostumbraba en la
época, se exhibe sobre el tímpano, como se ha dicho antes, un relieve
policromado en el siglo XVIII, de la Piedad o Quinta Angustia, en la
que se hace efectiva la profecía de Simeón "una espada atravesará tu alma" (Luc. 2, 35) con las figuras de
Jesús bajado de la Cruz y sujetado por la Virgen, San Juan y las dos Marías.
Al frente del sepulcro, totalmente liso, pequeño relieve policromado de la Santa Faz, bastante deteriorado, pese a que es de fecha posterior, pues en este frontal existió "el busto del Sepultado de bajorrelieve sobre dos almohadas en su féretro muy bien puesto en perspectiva, en que se conoce le salía muy bien" según palabras de Antonio Palomino en 17244. También alcanzó Ceán Bermúdez a ver la figura del arcediano pues nos dice: "El Descendimiento de la Cruz con diferentes ornatos en el claustro o iglesia antigua sobre el sepulcro del arcediano D. Gutierre de Castro: están a los lados Santa Ana dando lección a la Virgen niña y San Juan Bautista; y es también de su mano el busto del arcediano y lo restante del sepulcro"5. Se trata de uno de los primeros grupos de la Piedad existentes en España, tradición que había llegado de Alemania donde ya existían hacia 1300, pero que aquí no se realizan hasta fines del siglo XIV. En esta obra, también denominada "Llanto sobre Cristo muerto" por su dramatismo, buena muestra del manierismo florentino de Juni, (llamado padre del barroquismo español), dinámica y de una vitalidad poderosa, la disposición en óvalo alrededor de la Virgen de las contorsionadas figuras doloridas produce congoja por la insuficiencia de espacio y sus actitudes, en escorzos violentos, nos traen recuerdos de Miguel Ángel, aunque preludie ya el barroco castellano y se adelante al impresionismo. Ante un Cristo
bellamente clásico derrotado, de total abandono sobre el descarnado suelo, con
la boca y ojos aún entreabiertos, San Juan -de ensortijado cabello-
encogido en violenta postura, agarra a Jesús por el hombro derecho junto a
la mano derecha de la Virgen, que acaricia el cuerpo de su
Hijo
y mientras María Magdalena sujeta la mano izquierda de Jesús,
la otra María soporta a la Virgen a punto de desvanecimiento,
con una mano en extraña posición sobre la frente y la otra sobre el brazo. La Madre presenta una inverosímil postura de las piernas, sobre todo en la que apoya el cuerpo de Cristo. Los pliegues de las vestiduras están perfectamente logrados en su relieve y en los vivos tonos de la policromía en ocres, rojos y azules, muestran el inconfundible estilo de Juan de Juni con sus airosos paños decorativos de impetuoso movimiento. La perfección de las manos nos habla tanto como pudieran hacerlo los rostros en el estilo fuerte y violento del artista francés de Joigny, localidad próxima a Sens, a orillas del Ionne, que dominaba la técnica escultórica de los materiales más diversos: barro cocido, materiales duros, piedra o madera vista. Es el grupo una magnífica muestra del "coro" trágico y un alarde de movimiento y vida expresado en el dolor abigarrado del conjunto que desborda el patetismo natural de la escena en la pasión con que retuerce el artista tanto los cuerpos como las vestiduras. El Cabildo, en la última década del siglo XVII, tuvo que defender el magnífico sepulcro, de la avalancha de pintores y tallistas que pretendieron efectuar copias vaciando en él sus barros y colores. Los encasamientos laterales, hoy vacíos, se supone albergaron las imágenes barrocas de San Juan Bautista abrazado al Cordero, dotado del gigantismo clásico del artista y Santa Ana, monumental figura de exquisita labra en los paños, en postura contorsionada al intentar arrodillarse, también obra de Juan de Juni y de la que ha dicho Bertaux que es "un drama y una tempestad en una simple lección de lectura que una madre da a una niña"6, que desde el siglo XVIII se encuentran en sendas hornacinas, en el trascoro de la Catedral Nueva. Hay quien afirma que las imágenes de San Pedro y San Pablo, pintadas de blanco, también obra de Juan de Juni, que se encuentran en la parte superior del trascoro serían las que lucieron las hornacinas del sepulcro, hoy vacías y que las de San Juan Bautista y Santa Ana -de aproximadamente un metro de altura- estarían a los lados del monumento, junto con las repisas donde hoy descansan7. El retablo fue atribuido algún tiempo a Becerra8 y a Berruguete y en el siglo pasado la capilla tenía una verja de madera donde podía leerse: Attendite, et videte s'est dolor sicut dolor meus. Este retablo sepulcral ha dado lugar a numerosos errores pues según don José María Quadrado9 y don Fernando Araujo8, en el pasado siglo, había desaparecido, aunque el primero luego rectificó tal aserto9. Para don Manuel Villar y Macías no existía en su libro cuando afirma que "en el siglo XVIII desaparecieron los epitafios y sepulcros que hubo en esta galería"10, y don Modesto Falcón no llega a citarlo en su recorrido por la Catedral Vieja en 186711 al igual que don Juan Antonio Vicente Bajo en 190112. La afirmación de Villar y Macías se debe a que, en 1785, el claustro fue reformado por Jerónimo García de Quiñones y Román Calvo, con traza greco-romana, sustituyendo las "galanas techumbres" que dice González Dávila13, de la primera mitad del siglo XV, por bóvedas de yeso, guarneciendo y tabicando de ladrillo y piedra y revocando los muros con pintura amarilla, al mismo tiempo que reparaban los desperfectos que había originado en la Catedral el terremoto de Lisboa del 1 de noviembre de 1755. Se descubrieron de
nuevo epitafios, sepulcros, arcadas y capiteles en 1902 al efectuar las
restauraciones ordenadas por el obispo Padre Cámara, realizando las labores
correspondientes el arquitecto don Enrique María Repullés y Vargas y una
muestra de las "galanas techumbres" la tenemos en cuatro vigas
mozárabes, talladas y policromadas, que se
exhiben hoy en el Museo Catedralicio.
1.- Antonio
Ponz, Viaje de España, 3 (4
volúmenes). Tomos IX-XIII. Madrid, 1988. pg. 645. - Juan Eduardo Cirlot, Guía artística de España. Salamanca y su provincia.
Barcelona, 1956. Pg. 50 y José Camón Aznar, Guía
de Salamanca. Madrid, 1932. Pg. 96. 2.- Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, Guía de Salamanca. León, 1989. pg. 36 y
José Delfín Val y Francisco Cantalapiedra, Semana
Santa en Valladolid. Valladolid, 1990. Pg. 229. 3.- Margarita M. Estella Marcos, La escultura castellana del siglo XVI.
Cuadernos de arte español. Revista Historia 16. Madrid, 1991. Fascículo 8, pg.
23 y José María Azcárate, Escultura del
siglo XVI. ARS HISPANIAE. Volumen XIII. Madrid, 1958. Pg. 154. 4.- Francisco Javier Sánchez Cantón, Fuentes literarias para la historia del arte
español. (5 volúmenes) tomo IV. Madrid, 1936. Pg. 76. 5.- Juan Agustín Ceán Bermúdez, Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas
Artes de España. (5 volúmenes) tomo II. Madrid, 1800. Pg. 361. 6.- Juan de Contreras, marqués de Lozoya, HISTORIA DEL ARTE HISPANICO. (6
volúmenes). tomo I. Barcelona, 1931. Pg. 242. 7.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 126. 8.- Fernando Araujo, La Reina del Tormes. Guía Histórico-descriptiva de la ciudad de
Salamanca. Salamanca, 1884. Edición patrocinada por la Caja de Ahorros y
Monte de Piedad. Salamanca, 1984. Pg.
214. 9.- José María Quadrado, Salamanca, Ávila y Segovia. Barcelona, 1884. Edición patrocinada
por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad
de Segovia. Barcelona, 1979. pg. 56 y Fernando Araujo, ob. cit. Pg. 214. 10.- Manuel Villar y Macías, Historia de Salamanca (9 volúmenes). Salamanca, 1887. Reimpresión
de 1973. Tomo II. Pg. 89. 11.- Modesto Falcón, Salamanca artística y monumental. Salamanca, 1867. 12.- Juan Antonio Vicente Bajo, Guía descriptiva de los principales monumentos arquitectónicos de
Salamanca. Salamanca, 1901. 13.- Gil González
Dávila, Historia de las antigüedades de
Salamanca
|
072 CRUZ
072 CRUZ Retablo Lateral en la Iglesia de la Fundación Rodríguez Fabrés |
El Colegio convento de la Vega fue fundado el año 1166 por los Canónigos Regulares de la Colegiata de San Isidoro de León, junto a una ermita ya existente y que recibía la denominación de Santa María de la Vega, junto al río Tormes, fuera de la muralla en terreno de los mozárabes, propiedad de Velasco Iñigo, de su esposa madona Dominga y de su hermana Justa Iñigo, que donaron al Abad de la citada Colegiata. Para Gil González Dávila su fundación tuvo lugar en 1173, el año en que fue electo, para la silla de Santiago, el obispo de Salamanca don Pedro Suárez¹. La ermita desapareció
en 1236 con motivo de una crecida del río para dar lugar a una nueva iglesia
gótica, con una torre junto a ella y dos en la fachada del colegio que
poseyeron los Canónigos.
El retablo del lado del evangelio representa la Resurrección o la Ascensión del Señor, pareciendo de fechas posteriores y el del lado de la epístola es el que vamos a detallar. Don Manuel Gómez-Moreno y Martínez, que visitó Salamanca entre 1901 y 1903, nos dice: "En lo alto de la nave meridional de la iglesia fórmase un retablo todo de piedra, hecho hacia el mismo tiempo que ella, con arco abocinado, lleno de talla y artesones y en su fondo un altorrelieve figurando, casi en tamaño natural, al Señor muerto en brazos de María y las santas mujeres y varones rodeándoles, obra de gusto italiano muy estimable, por lo que se hacen más lastimosos sus grandes deterioros. Recuerda el retablo de Fuente Guinaldo, que atribuyo a Mitata... En la posterior renovación de la iglesia, hoy adjunta a un asilo, desapareció este retablo, al menos de su primitivo lugar"⁴. La renovación a que se refiere Gómez-Moreno es la que se efectuó a instancias de don Vicente Rodríguez Fabrés, quien había heredado toda la finca, denominada Virgen de la Vega, de su padre el banquero don Vicente Rodríguez Santamaría, que la había adquirido cuando la desamortización. A la muerte del hijo en 1904 dejó toda su fortuna para atender a la institución y conservación de dos benéficos asilos en la finca: uno para ancianos y otro para niños huérfanos de la capital y provincia de Salamanca. De las obras de reforma se encargó el arquitecto don Joaquín de Vargas Aguirre, académico de la Real de San Fernando y de la Academia de Ciencias Exactas, sin que se pueda saber con exactitud cuáles serían tales reformas pues el archivo de la Fundación Rodríguez Fabrés se perdió en 1920.
Sin embargo sí se sabe que los dos retablos fueron tapiados (no trasladados de lugar) y delante de ellos se colocaron sendos retablos modernos donde se rindió culto a la Virgen en dos de las advocaciones predilectas del filántropo salmantino, reservándose el de la derecha para la Virgen del Pilar, enterrándose delante de él, en el suelo, los padres y abuelos del benefactor y en otro distinto el propio don Vicente Rodríguez Fabrés, como muestran las lápidas existentes en la actualidad. El hecho del Descendimiento de la Cruz es narrado por los cuatro evangelistas, pero, curiosamente ninguno de ellos cita a la Virgen como integrante del grupo de personas que procedieron a la realización de tan piadosa ceremonia. La única referencia, próxima en el tiempo, es la que hace Juan (19, 25-27) cuando dice: "Estaban en pie junto a la cruz de Jesús su madre, María de Cleofás, hermana de su madre y María Magdalena". El grupo del Descendimiento está ejecutado en piedra sin policromar y nos recuerda por su composición, casi exacta, la Piedad de Juan de Juni, sobre el sepulcro de don Gutierre de Castro en el claustro de la Catedral Vieja. Aunque en éste son cinco las figuras presenta la misma disposición. Sólo una talla sobrante, más a la derecha presenta como diferencia que no se encuentra en primer plano, como el resto de las figuras. El Cristo, longuilíneo y menos retorcido, se muestra inerte, tiene el rostro más de perfil y la cabeza se presenta inclinada profundamente sobre el pecho, la frente despejada, nariz con mutilaciones, barba finamente rizada, melena abundante de estudiados rizos que caen sobre la espalda y hombro izquierdo, brazo derecho fino de exagerada rectitud, con los dedos de la mano ligeramente flexionados, torso corpulento ligeramente abombado sin apenas señalamiento de costillas, llaga poco señalada en el costado, piernas no muy gruesas la izquierda sobre la derecha y paño de pureza pegado al cuerpo con pliegues paralelos, poco perceptibles. San Juan, que sujeta a Cristo por la axila derecha, presenta bella cabeza restaurada, con melena corta, desnudo el cuello y parte del hombro derecho al agacharse y la túnica y manto que luce se confunden en artísticas y airosas plegaduras. La Virgen recibe a su Hijo sobre el regazo y las manos en actitud de oración con los dedos entrelazados. Su amplio manto enmarca un triste rostro de correctas facciones, la mirada hacia la cabeza de Cristo, ojos pequeños, fina nariz, labios cerrados y mentón corto y pronunciado. La toca de muchos pliegues cubre su cuello y pecho, mientras que el manto impide ver la túnica por la amplitud de sus pliegues de airosa línea. Una de las dos Marías, en lugar de ayudar a la Virgen en su desfallecimiento, se inclina con curiosidad a contemplar la escena, mientras junta las manos en actitud orante. El rostro, con mutilaciones, no ha sido restaurado como las otras figuras y la imagen luce también toca y manto similares a los de la Virgen, aunque con plegaduras un poco más planas. La que suponemos otra María queda detrás, con el amplio manto, de plegaduras planas, sirviéndole de embozo hasta la nariz y dejando ver unos ojos atónitos ante lo que sucede. La otra figura, delante de las dos Marías, que toca con la mano derecha ligeramente a Cristo, ignoramos quien sea pues, al ser restaurada se le ha colocado una cabeza descubierta de corta y ondulada melena y facciones dulces que inducen a confusión sobre su sexo. Para ser María Magdalena su cabellera es demasiado corta y para ser José de Arimatea tiene demasiada juventud. ¿Será San Juan, y en ese caso la figura que hemos descrito, sujetando a Jesús por la axila sería la Magdalena? No sabemos cuáles de las Marías son las reflejadas, pues los evangelios nos hablan de tres: María Magdalena, María de Cleofás, la madre de Santiago el Menor y de José y María Salomé, la madre de los hijos del Zebedeo. Posiblemente sean las dos que ha dicho Juan antes: María de Cleofás y María Salomé, con la Magdalena. El grupo se encontraba tan deteriorado y con tantas mutilaciones que había que colegir quienes fueran los integrantes ya que las cabezas de la Virgen, San Juan y la figura del primer término a la derecha habían desaparecido y la imagen del fondo, también a la derecha, por las vestiduras parecía mujer, pero el rostro muy deteriorado hacía creer se tratara de un varón. Los pliegues de los vestidos presentan logrados relieves aunque no tienen el ímpetu violento, ni el conjunto de figuras produce la congoja ante la falta de espacio, de la obra de Juni. Al fondo del relieve se encuentra la talla de una gran Cruz plana y ancha, sin cabecero, que se sustituye por un pequeño listón sobre el que va clavado el infamante cartel que consiste en simétrico pergamino avolutado con muescas centrales en los dos lados. Carece de la corona de espinas alojada en el cruzamiento de ambos brazos como aparece en los Descendimientos de la Catedral Vieja y en el de la iglesia de Santa María de los Caballeros. Sobre el travesaño de la Cruz apoya una gran escalera de mano. Recientemente, cuando desapareció el altar que lo ocultaba, ha sido restaurado todo el conjunto dejando ver de nuevo los rostros de San Juan y de la Virgen. Se supone que el lucillo se excavara en el muro para alojar un mausoleo y que éste correspondería a la persona a que hace referencia la inscripción de la lápida deteriorada que en letra gótica puede leerse hoy en los muros de la Sacristía y que en el pasado siglo se encontraba alojada en este sepulcro y que dice:
Se trataría de una conversa o beata de las que se denominaron emparedadas y que vivieron entre los muros de varias iglesias salmantinas, como se ha dicho anteriormente. En esta capilla y en su altar mayor, con barroco retablo, se veneró hasta el siglo XVII la Virgen de la Vega con el nombre de la Antigua, teniendo asiento en esta capilla la Cofradía de hortelanos y la de procuradores. Ante esta imagen de la Teotocos, la Madre de Dios, el Concejo salmantino hizo en 1618 el voto de defender el misterio de la Inmaculada Concepción, considerándola ya su "patrona y soberana protectora". Con motivo de la desamortización de Mendizábal pasó la imagen al domicilio particular del canónigo don Francisco Lucas, luego, en 1812, a la parroquia de San Polo y en 1838, al suprimirse ésta, recibió culto en la iglesia de San Esteban, donde la estudió Gómez-Moreno en su retablo mayor, desde donde se trasladaba procesionalmente a la Catedral Nueva para retornarla una vez efectuado el Novenario. Hacia 1882 fue trasladada a la Catedral Nueva y situada en la capilla del Presidente y desde entonces la fiesta que se celebraba el 15 de agosto pasó al 8 de setiembre, día de comienzo de la feria franca salmantina que dura hasta el día 21, concesión del rey Enrique IV en 27 de agosto de 1467 por los buenos servicios prestados por la ciudad y sobre todo por el obispo don Gonzalo. En 1949 quedó definitivamente asentada en la Catedral Vieja dando lustre al incomparable marco del retablo de Nicolás Florentino en el altar mayor. La imagen de la Virgen es una pieza "reputada como una de nuestras mejores joyas y tanto, que en su género no se conoce rival fuera de España"⁶ en apreciación de don Manuel Gómez-Moreno que tuvo ocasión de contemplarla todavía en la Catedral Nueva a principios de siglo.
1.- Gil González Dávila, Historia de las antigüedades de Salamanca. Vidas de sus obispos.
Salamanca, 1606. pg. 168 y Theatro
eclesiástico de la Iglesia y Ciudad de Salamanca. Vidas de sus obispos y
cosas memorables de su obispado.
Salamanca, 1618. Pg. 67. 2.- Antonio
Casaseca Casaseca, Los Lanestosa.
Tres generaciones de canteros en Salamanca. Salamanca, 1976. págs. 56/57 y
Andrea Barbero García y Teresa de Miguel
Diego, Documentos para la historia del arte en la provincia de
Salamanca. Siglo XVI. Salamanca, 1987. Pg. 65. 3.- Pilar García Aguado, Documentos para la historia del arte en la provincia de Salamanca.
Primera mitad del siglo XVII. Salamanca, 1988. Pg. 53. 4.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, Catálogo monumental de España. Provincia de
Salamanca. Valencia, 1967. Pg. 164. 5.- Fernando Araujo, La Reina del Tormes. Guía Histórico-Descriptiva de la ciudad de Salamanca. Salamanca, 1884. Edición patrocinada por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca en 1984. Pg. 322.(N. del e. “+ AQUÍ DESCANSA LA SIERVA DE DIOS DOÑA INÉS CONVERSA DE ESTA IGLESIA QUE MURIÓ EL 7 DE SEPTIEMBRE DEL AÑO MCCLXIIII (1226)”, el año se refiere a la era hispánica con 38 años más que la era cristiana)
6.- Manuel Gómez-Moreno y Martínez, ob. cit. pg. 206. |
073 CRUZ
de Santa María de los Caballeros
073 CRUZ Relieve del Descendimiento en la Sacristía de la Iglesia de Santa María de los Caballeros |
Hay pocas noticias concretas sobre el relieve de bella policromía que hoy se encuentra situado sobre las cajoneras de la sacristía en la iglesia de Santa María de los Caballeros y que refleja una abigarrada escena del Descendimiento, en el mejor estilo medieval de los existentes en Salamanca. Fernando Araujo habla de: "el altar en que se esculpe en relieve polícromo la Dolorosa" situándolo dentro de la iglesia "junto a otro pequeño relieve de mármol incrustado en el muro y que representa a la Virgen con Jesús en brazos, revelando goticismo en la actitud y en la composición aunque por la ejecución es digno del Renacimiento"¹. Gómez-Moreno habla de un "relieve de la Quinta Angustia de alabastro, de O,64 cm de altura, de la primera mitad del siglo XV y de autor desconocido"². Alfonso Rodríguez G. de Ceballos nos dice: "En el testero de la misma sacristía hay un excelente grupo de madera policromada del Descendimiento esculpido por el mencionado Juan Montejo"³. Para Juan Eduardo Cirlot y José Camón Aznar se trata de: "un tablero policromado y dorado, que representa la Deposición de Cristo, de la escuela vallisoletana de la primera mitad del siglo XVII"⁴. En tiempos debió ocupar otro sitio en la iglesia, como afirma Fernando Araujo, pues se aprecia el deterioro producido por la humedad del templo, problema todavía no solucionado en su interior, aunque en la parte externa se arreglara a finales de los años cuarenta. Eran constantes las inundaciones, como consecuencia de las tormentas, habiendo llegado las aguas en la del día 8 de setiembre de 1882 hasta el ara del altar mayor, hecho que se repitió sobre el año 1940, hasta que se solucionó el problema de desagües que confluyen delante de la puerta del templo. Los gruesos pilares cilíndricos y los zócalos de la iglesia presentan abundantes huellas de humedad pues no han desaparecido todavía los efectos de la "esgueva" que a cielo descubierto discurría desde la coladilla de San Marcos por Crespo Rascón, Bordadores y Ancha a desaguar en el río a través de la Vaguada de la Palma. Presenta el relieve del Descendimiento nueve figuras lo que le constituye en caso único de los existentes en Salamanca pues el resto tiene como máximo seis figuras. (Relieve de la iglesia de la Vega). La composición, a pesar de su abigarramiento, no deja de lucir linealidad lo que hace que las figuras no sean tan agobiantes como puedan serlo las del sepulcro de Gutierre de Castro, de Juan de Juni, en el claustro de la Catedral Vieja. El primer plano lo ocupa, de izquierda a derecha, el Yacente inclinado, sujeto por las manos de José de Arimatea, quien le hace apoyar la espalda entre sus abiertas piernas y la cabeza desmayada sobre su pecho. El fondo lo ocupan cuatro personajes con las cabezas casi en línea recta, mientras en el centro, con la misma alineación, se yerguen las cabezas de otros tres personajes. El contrapunto lineal cercano lo ponen los rostros de Jesús a un lado y el de la Magdalena al otro en la misma alineación, descargante de la tensión que late en la escena. El Cristo, de tamaño menor que el natural, tiene una tonalidad dorada mate que destaca sobre el conjunto, quedando enmarcado por los pliegues de la amplia sábana, (del mismo color dorado) que sujetan José de Arimatea y María Magdalena. Tiene la cabeza muy reducida y desmayada sobre el hombro derecho, la frente amplia, el entrecejo fruncido, los ojos cerrados, mejillas hundidas, alargada nariz, labios finos, bigote abundante y barba recortada que finaliza en dos puntas, melena pegada al cuero cabelludo con raya al medio y cayendo con poca ondulación sobre los hombros, en especial sobre el izquierdo, cuello escaso de torsión difícil, pecho atlético de pronunciadas costillas redondeadas, reducida llaga en el costado que mana pequeño reguero de sangre, vientre hundido y abundosa curvatura del epigastrio, cadera derecha vista en toda su integridad pues el paño de pureza termina en la pelvis, brazo izquierdo corto y voluminoso de redondeadas curvas y mutilada la mano que sujeta el sudario en la que sólo se aprecian los dedos corazón, anular y meñique, el brazo derecho también corto y hercúleo cae desmayado sobre la sábana y la mano carece del dedo pulgar. Las piernas ligeramente curvadas por el descanso que los pies efectúan sobre una base prismática de apoyo, muslos redondeados, rodillas ligeramente adelantadas, pantorrillas voluminosas y pies separados en posición forzada que hace que los dedos se dispongan en forma de abanico. La Virgen, que en pie ocupa la posición central, presenta dolorido el rostro redondeado que se enmarca en los pliegues del vistoso manto azul colocado en forma de toca por la cabeza y que cayendo con amplitud sobre los hombros deja ver la exquisitez de una túnica rosácea de cuello abierto. El rostro, fiel expresión de dolor, presenta los ojos pequeños semi-cerrados con profundas ojeras, cejas apenas visibles por el plegado de la toca, amplia nariz y gruesos labios cerrados con rictus de amargura, barbilla prominente y cuello ligeramente vuelto hacia la derecha. La mano derecha sobre su pecho y la izquierda separada del cuerpo y a la misma altura, en actitud declamatoria, son de una vigorosa naturalidad. María Magdalena, en posición acuclillada, con la mano derecha sujeta y levanta el Sudario de Jesús y con la izquierda soporta un pequeño pomo dorado para perfumes. Viste lujosa túnica de adornado cuello y el bello manto, terciado sobre la cabeza, deja ver su rizada melena, especialmente en el lado derecho. Rostro redondeado de ojos grandes, muy abiertos dirigidos hacia el Salvador, cejas dibujadas y puntiagudas, nariz grande, pómulos y carrillos pronunciados, boca diminuta y mandíbula prominente. En la parte izquierda del relieve José de Arimatea, sentado en ligero escorzo hacia el centro, es quien soporta el cuerpo inerte de Jesús entre sus rodillas. Viste amplia túnica de tonos verdosos y se envuelve en capa color carmín, terciada sobre el hombro izquierdo y recogida sobre la pierna derecha con reducidas plegaduras, que permiten ver la sencilla bota oscura que calza. Su faz redondeada presenta acusada calvicie y luce abundosa y larga barba cana que se extiende hasta la mitad del pecho. Ojos grandes y vivarachos, cejas lineales y pronunciadas, nariz achatada, pómulos prominentes y el bigote y la barba impiden que se vean los labios. San Juan, en pie, ocupa la posición central detrás de la Virgen, aunque no se aprecia que la esté sujetando. Cara redondeada, frente amplia, melena negra y rizada que deja ver las orejas, cejas redondeadas, ojos pequeños y penetrantes, nariz proporcionada, boca pequeña, bigote y pequeña perilla triangular y mentón redondeado. La amplia túnica, del color del manto de la Virgen, deja ver su abultado cuello y por la espalda se aprecia un manto rojo sin apenas plegaduras. Las dos Marías, (Cleofás, la madre de Santiago el Menor y José y Salomé, la nadre de los hijos del Zebe |